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XV. Intentémoslo

¿Han sentido que cuando una persona te confiesa algo sin previo aviso, el tiempo se detiene centrándose sólo en esas palabras? Es como si de pronto esas palabras se hicieran un espacio hasta adentrarse en tu cabeza y como un martillo retumban una y otra vez.

«Yo intenté suicidarme»

No fue mi imaginación, Aron lo dijo y no hay razón para no creerlo. Lo sé porque sus ojos perdieron por un breve momento ese intenso color azulado. Es algo irreal e incluso estúpido, pero, es como si de un momento a otro algo se hubiese apagado dentro de él. Conozco muy bien esa expresión, la mirada gacha, los ojos sin ese resplandor; lo he vivido y sé que no es mentira. Aron West intentó suicidarse, aunque no sepa realmente por qué.

Tal vez crean que es idiota, tal vez es obvia la razón, pero pueden existir mil razones por las cuales ya no quieras vivir, y, aun así, no existir ninguna para seguir en este mundo.

Lo observo sin emitir palabra alguna, estoy en el mismo estado que cuando vi cómo lo golpeaban mientras que Ivan me tapaba la boca para sofocar mi grito. Él no sabe por qué estaba así, viendo a la nada después de que despertara, y es que verlo siendo masacrado a golpes por Graham mientras que él se retorcía de dolor fue como estar viéndome a mí misma cuando era una niña, cuando el ogro y la bruja malvada se desquitaban conmigo después de una pelea.

—Di algo, por favor. Vamos, has preguntas si es lo que quieres, te lo diré, pero di algo— habla mirándome fijamente.

No digo nada. Sigo tratando de procesar lo que acaba de decirme. Confesar algo así no es fácil y no tengo idea de qué decir.

Supongo que en estas situaciones no sabemos qué decir o qué hacer. Saber que él ha intentado suicidarse es como una bomba que me ha entregado a punto de explotar, y de la cual surgen dos opciones a realizar: a) mantener la bomba entre mis manos y buscar la forma de contener el estallido o b) arrojar esa bomba lo más lejos posible y huir de ella para no salir herida.

Supongo que la segunda opción sería el camino más fácil, huir es lo mejor, pero también es lo más cobarde que pueda hacer. ¿Por qué no arriesgarse y tratar de contener la bomba?, ¿por qué simplemente no ser diferente esta vez?

—No tienes por qué decirme nada. Todos tenemos un pasado del que no podemos escapar, pero eso no quiere decir que lo tengamos que contar.

Eso sonó casi poético y a decir verdad es extraño que yo dijera eso.

A continuación, levanta su brazo y me ofrece su mano para que la tome.

—Ven, aléjate de ese acantilado, por favor. Me estás poniendo nervioso.

Mis movimientos parecen ser controlados por alguien más ajeno a mí. No quiero tomar su mano, no quiero alejarme de aquí, quiero seguir en la orilla. Sin embargo, levanto mi brazo y junto la palma de mi mano con la suya; él me hala levemente hacia delante y cuando menos lo espero ya estoy justo en frente.

Nos miramos por unos breves segundos sin emitir palabra alguna. Nuestros pechos suben y bajan debido a nuestra respiración agitada. Es como si hubiésemos corrido varios kilómetros sin detenernos y hasta ahora tomáramos un respiro.

Cuando nos damos cuenta de que nuestras miradas están entrelazadas es cuando por fin las desviamos hacia abajo.

Veo la tierra que nos rodea y también veo que...

Aparto rápidamente mi mano de la suya, que hasta este momento permanecía entrelazada a ella. Al hacerlo no siento algo extraño si eso es lo que creen, y tampoco tengo las mejillas ruborizadas, simplemente deja de sentirse calor y el aire frío se filtra por mi mano.

—¿Quieres sentarte?

—Claro—. Respondo a pesar de que hay tierra por todos lados. Ahora que me doy cuenta, estamos en un bosque. Cuando salí corriendo ni siquiera me percaté de que lo que me arañaba los brazos eran las ramas de los pinos.

Avanzamos unos pasos hacia delante hasta llegar a uno de los tantos pinos que nos rodean y nos sentamos en la tierra.

Jamás he podido sentarme en el suelo como una chica normal, así que, si no lo hago de piernas cruzadas, entonces lo hago con las piernas recogidas y aferrándome a ellas. Esta vez lo hago de la segunda manera y me quedo en silencio mirando hacia el horizonte.

Aron hace lo mismo y se sienta a mi lado, de piernas cruzadas para después mirar hacia la misma dirección.

El silencio entre nosotros es muy común, supongo que ninguno es capaz de iniciar la conversación. Y es que no hay palabras para iniciarlas, en eso nos parecemos demasiado, nos podemos hacer mil preguntas en la mente, pero no podemos decirlas en voz alta.

—¿No vas hacer preguntas? — Habla con un hilo de voz. No voltea, sólo sigue mirando hacia el horizonte.

—Todos tenemos un pasado, no tienes por qué contarme —repito.

—¿Aunque ahora mismo estés formulando miles de preguntas en tu mente?

—Sí —admito sin saber cómo sabe que me hago miles de preguntas en mi mente, aunque está equivocado, en estos momentos no estoy formulando ninguna pregunta, porque muchas veces en determinadas ocasiones he querido suicidarme; sin embargo, siempre he sido una cobarde y no he podido hacerlo.

Se gira, sus ojos están de un azul intenso más fuerte que el mismo mar, y debo admitir que al hacer contacto visual siento una tranquilidad que jamás había sentido y que es difícil de explicar.

—Yo...

—Aron— hablo rápidamente interrumpiéndolo—, en serio no tienes por qué contarme nada.

—Lo sé, y créeme que en el fondo no quisiera continuar, pese a eso, por una extraña razón, tengo que hacerlo.

» Y antes de que preguntes el por qué, tengo que aclararte que lo estoy haciendo porque tarde o temprano lo vas a saber, y lo más seguro es que quien te lo diga sea Graham— a su manera claro—, pero te lo dirá; así que será mejor que lo sepas por mí mismo. Si vamos a ser amigos supongo que es lo mejor.

No digo nada— y tampoco es que tenga nada que decir—, simplemente dejo que continúe.

Él parece entender mi silencio y sigue hablando mientras que yo observo la tierra con la cabeza gacha.

—Debes recodar aquel día en el autobús, cuando todos me molestaron llamándome Friki. E incluso Graham e Ivan lo hacen.

Alza ambas cejas y suelta un aire de ironía. Ha apartado su mirada de mí y ahora está centrada de nuevo hacia el horizonte.

Trato de no mirarlo—y no es que quiera hacerlo—y me concentro en la tierra que me rodea.

—Supongo que debes saber el significado de Freaky en español ¿no? —pide saber sin mirarme.

Asiento, pero él no me ve, así que tengo que hablar.

—Sí.

—¿Sabes el significado de Freak?

—Sí.

Espero a que continúe, pero no habla, al parecer espera a que le diga su significado.

—Monstruo— digo en un susurro.

—Exacto. Así me llamaban antes. Freak.

Hace una pausa que supongo es para respirar y darse un gran valor, aunque al estar contándomelo, ese simple hecho ya conlleva una gran valentía, y juro que, en estos momentos, Aron West es la persona más valiente que he conocido.

—Hace dos años más o menos, me sentía la persona más insignificante del mundo. De hecho, la mayor parte de mi vida he vivido creyendo eso.

No tuve la mejor infancia, y supongo que casi nadie la tiene. Creo que... No sé, la vida no es perfecta.

«Nada es perfecto»

Y de nuevo vuelve el silencio.

Sé lo que debe estar sintiendo. No es posible abrirnos a cualquier persona, y, de hecho, ni siquiera podemos hacerlo con alguien cercano.

Cuando pasas por cosas que ni en tus propias pesadillas puedes llegar a pensar, cuando el mundo se vuelve en tu contra y lo único que te puede ofrecer son sólo desgracias y catástrofes... Lo único que te queda es encerrarte en una especie de cuarto oscuro, una especie de muralla que levantas a tu alrededor con espinas y candados que lo protegen, porque así te proteges tú, y no dejas que nadie cruce esa muralla, haces hasta lo imposible para que no se atrevan a poner un pie en tu pequeña fortaleza. Así que justo ahora, Aron West intenta bajar esa gran muralla que ha levantado a lo largo de mucho tiempo y para mí, eso es lo más valiente que alguien pueda llegar a hacer.

—Yo he tenido muchos conflictos en mi vida, Jane, desde que era pequeño tuve una mierda de vida. Tal vez llegue a contártelo algún día, pero no hoy. No te diré exactamente el por qué quise suicidarme, no puedo, pero sí puedo decirte que me sentía mal conmigo mismo, supongo que siempre me he sentido como basura, incluso ahora, aunque sólo sea una mínima parte. Una noche estaba solo en mi habitación, mis padres estaban en la cocina preparando la cena y yo estaba escribiendo frente a mi ordenador. Tenía mi celular encendido con música clásica y algo triste debo decir. No sé exactamente cómo, pero de un momento a otro se cruzó una idea, una idea que desde hace años había estado teniendo pero que me obligaba a reprimirla porque creía que era un cobarde para hacerlo, no tenía la suficiente fuerza de voluntad para atreverme, y tenía miedo, pero, esa noche tuve la valentía, y lo hice.

» Aproveché que ellos estaban muy contentos en la cocina y evalué mis posibilidades. Cerré la puerta de mi habitación con el cerrojo y lo trabé con una silla por si encerrarme no era suficiente. Tenía un frasco de pastillas que había robado unas semanas atrás en una farmacia, aunque como dije, era tan cobarde que sólo las tenía escondidas debajo de mi cama. Juro que por un momento pensé que estaba mal lo que iba a hacer, que les causaría un gran dolor a esas dos personas que estaban en la planta baja, pero luego pensé en mí, en que estaba harto de que me golpearan cada día, en escuchar insultos y verme al espejo después de la ducha con esas cicatrices que me recordaban cada día lo que me habían hecho, así que lo hice; me tomé casi todo el frasco competo de sedantes y tomé el pedazo de vidrio roto escondido en un cajón de mi clóset. Entonces yo...

—Te cortaste las venas —termino la oración casi en un susurro. Mi voz suena tranquila a pesar de que por dentro me lo estoy imaginando en una habitación, sentado frente a su ordenador, pensando en cómo suicidarse, detalle a detalle lo que ha descrito, para después dar el ataque final.

Me imagino todo eso y me estremezco, pero no de miedo o cualquier sentimiento relacionado con ello, sino de algo totalmente diferente, celos tal vez; celos porque Aron sí fue capaz de algo que por mucho tiempo he querido hacer, pero soy demasiado cobarde como para siquiera intentarlo.

—Sí, me corté las venas y me recosté en mi cama como si fuera a dormirme.

» No sé cuánto tiempo pasó hasta que dejé de sentir fuerza en mi cuerpo y me quedé dormido. Creí que había muerto, pero no fue así, mis padres me encontraron casi una hora más tarde y me llevaron a emergencias. De acuerdo con los doctores, tan sólo faltaron dos minutos más para que yo muriera, dos minutos más y no estaría ahora contigo, contándote esto. Creo que resulta irónico ¿no te parece?

Tomo esa pregunta como una retórica, ya que no sé si espera que la responda y si es así, ¿qué se supone que debo decir?

Aron deja de observar el horizonte y se gira hacia mí.

No dice nada y siento su penetrante mirada justo ahora. Yo no soy capaz de levantar la vista para enfrentarlo, sé que tendré que decir algo me guste o no, porque después de todo, supongo que debes decir algo ante estas circunstancias y no quedarte callada como yo.

El silencio absorbe la atmósfera y por más que me digo en mi interior que hable o que me mueva, mi cuerpo parece no reaccionar.

«¡Di algo maldita sea, Jane! Haz algo. Mueve los labios, míralo, lo que sea, ¡¡pero has algo!!»

Entonces parece que reacciono y levanto la vista para mirarlo y hablar; sólo que él hace algo totalmente inesperado y extraño.

—¿En serio no ves nada sin los lentes?

—¿Qué? —cuestiono anonadada por su cuestionamiento. Ha cambiado de tema radicalmente y a pesar de que en parte es confuso, extraño e intrigante, le agradezco que lo haga.

No quiero tener que decir nada al respecto porque no sé qué diablos decir, y supongo que él no quiere que indague en el tema más allá de lo que acaba de contarme.

Así que respondo con calma.

—Eh... Bueno...

—Por favor no te atrevas a decir que los usas por moda porque me doy un balazo. Eso es un cliché que me tiene harto. —Su voz ha cambiado, ya no suena triste y ni siquiera tiene rastros de haber hablado con la voz quebrada o algo parecido. No sé cómo lo ha hecho, pero, en verdad Aron West es sorprendente.

—No, no es así. En realidad, tengo una vista horrible. Te sorprendería saber hasta qué punto estoy ciega.

No le veo la gracia a mi comentario, pero Aron se ha reído. Bueno, apenas y soltó una pequeña sonrisa, y pese a ello, al fin y al cabo, ha sido una sonrisa.

—Supongo que debo estar agradecido por no tener una amiga farsante.

Alzo las cejas y me lamo los labios para después morderme el labio inferior y acomodar mis gafas.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Asiento tratando de verlo a los ojos, sólo que es casi imposible, lo máximo que puedo retener la mirada con él son apenas tres segundos y eso ya es mucho.

—¿Qué es lo que pensabas al estar en la orilla de ese acantilado, en verdad querías arrojarte al vacío?

En otras circunstancias me habría quedado callada o tal vez le habría dicho un "qué te importa", pero hoy es diferente, hoy tengo que decirle a alguien lo que pensaba, al menos le debo eso después de lo que acaba de contarme.

—No tienes que contarme si no quieres.

—No es eso, supongo que al menos te debo eso.

—No, Jane, no me debes nada, y mucho menos por lo que acabo de contarte —me aclara molesto. —Cuando una persona te confiesa algo, no quiere decir que debas decir algo a cambio de esa información.

—No es lo que quise decir, Aron, en serio lo siento si no me expresé bien— miento.

«Que tonta has sido Jane»

—Y no pensaba en arrojarme al vacío si es lo que crees. Cuando salí de la clase no tenía rumbo, sólo quería correr, huir de ese lugar. Me detuve sin saber exactamente dónde lo había hecho y fue cuando me di cuenta de que era un acantilado. No quería arrojarme, sólo me quedé porque por un momento me sentí... No sé exactamente cómo describirlo, pero quería admirar lo que tenía enfrente y entonces llegaste, gritando como loco.

—Lamento si te asusté, pero al verte salir de esa forma y después ver la ruta de tus pisadas yo... Me imaginé lo peor.

Una pregunta se asoma por mi cabeza, pero no pienso decírsela porque puede que ni siquiera él sepa la respuesta.

—Oye, ¿te gustaría quedarte aquí? Digo, por un buen rato. La clase de Evelyn puede esperar y nuestros padres también ¿no lo crees?

La cuestión es esta: jamás—y créanme cuando les digo que jamás— en toda mi vida algo me había agradado como lo que acaba de decir Aron, y mucho menos hacerme esbozar una fugaz e insignificante media sonrisa.

Pero se siente bien.

—De acuerdo, Aron West.

—De acuerdo, Jane Hale—me dice esbozando una sonrisa más amplia y notoria que la mía.

Y así, después de lo que parecía un desastre de día, termina por ser un día aún más extraño que de costumbre, porque por primera vez siento que puedo llegar a ser amiga de alguien, y me agrada que ese alguien no sea un imbécil o un niño lindo, me gusta que sea Aron West. Y quién sabe, tal vez tenga más en común con Aron de lo que puedan llegar a creer, e incluso de lo que yo misma pueda llegar a pensar. Después de todo, nadie sabe lo que nos depara el destino, y justo ahora, no puedo ni siquiera llegar a imaginar lo que tengo preparado en mi vida, aunque no todo sea tan malo como pienso.

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