XIII.Distancia
Después de que les grité, no vuelvo a salir de mi habitación, y ellos no se molestan en querer hablar conmigo.
Todo lo que les dije fue horrible y lo sé, pero al menos ya no querrán estar cerca de mí.
Pese a que lo hice por su bien, esta noche no puedo dormir. Me muevo de un lado a otro pensando en sus rostros tristes y llenos de lágrimas y por un momento me imagino sus corazones rompiéndose cual jarrón de porcelana en miles de pedazos cuando les grité que no eran más que mis tíos. Sobre todo, me imagino el corazón de Elizabeth rompiéndose en miles de pedazos.
La pobre Elizabeth a la que le grité que no era mi madre.
...
Son más de la una de la mañana y mis párpados comienzan a pesar hasta que el sueño me vence.
Otra vez tengo una pesadilla, pero esta vez no grito, trato de ahogarme en mi pena conteniendo mi grito para no despertar a mis tíos.
Después me pongo a llorar durante casi toda la noche y tratando de no hacer ningún ruido.
No tengo idea de a qué hora me duermo, pero hacerlo fue lo peor.
. . .
Narrador omnisciente.
La brisa golpea suavemente el rostro de Jane mientras ella disfruta imaginando una fiesta de cumpleaños en su horrible patio del frente.
Sentada con una muñeca vieja, la cual está rota de un brazo, elabora un pastel de tierra y corta ramas de un árbol imaginando que son las velas.
—Feliz cumpleaños, Jane— susurra para sí, después de soplar sus velas.
Jane se festeja a sí misma un cumpleaños solitario y vacío como todos los anteriores, mientras que Olivia y Marcus están aún dormidos, sin importar que es medio día y la pequeña no ha llevado bocado alguno para al menos mantener quieto a su estómago con esos horrendos ruidos que emana.
Pero claro, no se podía esperar lo contrario después de haber llegado a casa pasada la media noche y alcoholizados.
Esa noche Jane se ocultó en su habitación pensando que irían en cualquier momento para golpearla como hacían cada vez que se embriagaban y venían molestos de una fiesta. Pero esa noche al parecer venían muy alegres–dando carcajadas por doquier–, que se olvidaron de ella.
Sin embargo, eso no le importa, mientras ellos no despierten y se enfaden porque no hay nada de comer en la alacena, Jane es feliz de celebrar su cumpleaños, aunque sea con un pastel de tierra.
Inesperadamente un auto se aparca frente a ella y posteriormente se abre una puerta de la cual sale un hombre muy elegante.
Jane jamás lo ha visto pero tiene algo que se le hace familiar.
El hombre se acerca caminando como un... «Príncipe» piensa ella. Sus pasos son seguros y elegantes como una gacela. Hasta que dicho hombre se detiene frente a ella.
—Tú eres Jane— asegura sonriendo. —Claro que eres Jane, te pareces a él.
» ¿Y tus padres?
—Ellos...
El hombre recorre con la mirada el suelo a su alrededor y se percata de su pastel.
—Ese pastel... ¿Hoy es tu cumpleaños?
Jane asiente y el hombre se acuclilla hacia ella.
El hombre levanta su mano derecha y trata de acercarla al rostro de la pequeña, pero ella se lo impide retrocediendo.
—¿Quién es usted? — pregunta la niña asustada creyendo que puede ser un ladrón de niños, esas horribles personas de las que escucha hablar en la calle.
—Es increíble que ni siquiera te hayan hablado de mí. ¿Tus padres no te harán nada en tu cumpleaños? ¿Ninguna fiesta o regalo?
Ella niega y a continuación el hombre se levanta para dar media vuelta y adentrarse en la casa.
La puerta no tiene llave, así que el hombre se dirige furioso en busca de su hermano.
No lo encuentra hasta que quiere abrir una de las habitaciones y está cerrada.
Sabe lo que ocurre, sabe que su hermano un día anterior asistió a una fiesta y bebió demás junto a su esposa, como siempre, dejando a la niña sola en casa; lo sabe porque lo llamó por equivocación a media noche pensando que era el "amigo" que los llevaría.
Una llamada recibida después de años de no hablar por culpa de Olivia. Porque, aunque nunca lo aceptara, él sabía perfectamente que desde que se casaron, ella lo había cambiado, cambiado para mal.
Ahora arrastraban a la niña consigo y eso no lo permitiría.
Furioso, decide abrir la puerta de una patada; no le importa en absoluto que la maldita puerta se haga añicos (cosa que no sucede).
Ahora frente a él, yacían los cuerpos dormidos de Olivia y Marcus. La habitación apestaba a alcohol y eso fue lo que colmó su paciencia.
Enojado decide dirigirse a la cocina por una jarra de agua y volver con ella para vaciarla sobre sus rostros dormidos.
Cuando lo hace, ambos despiertan exaltados y furiosos, pensaban que había sido Jane.
—¡Maldita mocosa, me las vas a pagar! — Grita Marcus sin darse cuenta que no es su hija.
—¡No soy su hija! ¡Soy George!
Marcus frunce el ceño, pero al oír ese nombre abre los ojos de golpe tratando de acostumbrarse a la luz.
—¿George?
—¡No puede ser que hagan esto! ¡Ambos! Debería darles vergüenza ser padres. Su hija está allá afuera con un pastel de tierra y ramas festejando su cumpleaños mientras ustedes están aquí dormidos. Díganme, ¿saben si quiera si ya comió algo?
» Oh, claro que no lo saben. ¡Mírense! — Exclama negando con la cabeza.
—Me voy a llevar a la niña a comer algo, mientras tanto quítense la cruda.
—Llévatela si quieres, me da igual— dice Olivia volviéndose a acostar, que durante los gritos se despertó y a pesar de escuchar lo que su hija estaba haciendo, no le importó ni un poco.
George niega con la cabeza y sale hecho una furia de la casa. Lo único que le importa es esa pequeña, ella debe de comer algo o puede desmayarse.
Se detiene frente a ella y le sonríe.
—¿Te gustaría comer algo, Jane? ¿Te gustaría festejar tu cumpleaños?
Ella asiente feliz imaginando que después de mediodía al fin pueda comer algo que no sean las migas de pan de hace tres días.
—Entonces ven conmigo, yo te llevaré a comer lo que quieras— le dice George ofreciéndole su mano mientras se pone de cuclillas.
—Pero... Usted es un desconocido y... el ogro y la bruja se van a enojar. No quiero que se enojen.
—Vamos, Jane— le dice poniendo una mano sobre su espalda—, no pasará...
—¡Auch! — exclama apartándose de inmediato de su agarre.
—Perdón, ¿te lastimé?
Ella niega, pero no dice nada.
A George se le cruza por la cabeza que tal vez puso demasiada fuerza al tocarla, pero eso sería imposible porque ni siquiera puso fuerza al hacerlo.
Algo extraño tiene la niña como para que le duela la espalda al tocársela.
—Déjame ver tu espalda pequeña.
Jane niega retrocediendo.
—Vamos, Jane, no te haré nada. Escucha, no soy un extraño, soy George, el hermano de tu padre.
—Entonces usted también me va a...
Claro, por eso se le había hecho familiar su rostro. Es su hermano, pero... ¿Y si es igual a él?
Esa pregunta se asoma por la cabeza de Jane y su cuerpo comienza a temblar.
—¿A qué? Qué es lo que también voy a hacer. Dime, Jane, confía en mí. Sea lo que sea yo no te haré daño.
Ella no sabe exactamente cómo, pero, esas palabras le dan confianza, en sus ojos se ve que es sincero. Algo que en su padre nunca ha notado: confianza, y preocupación por ella.
Y esos ojos azules le dan una confianza que nunca ha sentido, le ofrecen algo que se siente demasiado cálido en su pecho, pero simplemente no sabe cómo llamarlo.
—Está bien, le enseñaré.
Dicho esto, la pequeña se gira lentamente hasta quedar de espaldas a su tío y este le levanta lentamente la blusa desgastada y horrible que lleva puesta, es más bien como de un pordiosero.
Trata de hacerlo con delicadeza y con respeto para que la niña no se sienta incomoda.
Pero... Es imperdonable lo que va descubriendo en la piel de la niña; ella tiene líneas, marcas de flagelamiento en la espalda.
George tiembla y ahora entiende porqué el dolor. Sin embargo, lo que más le aterroriza es que esas marcas recientes están hechas sobre otras que son sólo horribles cicatrices.
Además, está en los huesos prácticamente. Se nota que no le dan de comer porque la columna de la pequeña se marca como si fuera un esqueleto de esos que se usan para explicar la anatomía del ser humano.
Rápidamente y con delicadeza, le baja la blusa y nota que sus brazos están cubiertos por mangas.
—¿Me... dejas ver... tus... brazos? —Pregunta tartamudeando por miedo a lo que se puede encontrar debajo.
Ella asiente y se levanta las mangas.
George se queda petrificado ante lo que ve. La pequeña niña tiene los brazos llenos de cardenales. Al parecer hechos hace poco.
—¿Él te pega muy... seguido?
—Casi a diario—asegura la pequeña bajando la mirada. — Cuando se enojan se desquitan conmigo.
—Ambos te pegan.
«Son unos malditos» piensa para sus adentros.
Se levanta del suelo y observa con ternura a Jane.
No puede creer que su hermano le haga eso a su hija, pero las pruebas las tiene en la espalda y brazos de la niña. Sus propios padres la maltratan a no más poder.
—Vámonos, Jane. No voy a permitir que una niña de ocho años viva así. No voy a dejar que mueras.
Se inclina hacia ella y le ofrece los brazos para cargarla.
Al principio ella lo duda, pero los acepta y le rodea el cuello para luego ser levantada.
—Tú y yo nos vamos a comer y luego vamos con un doctor— dice derramando lágrimas al sentir el casi esquelético cuerpo de la pequeña.
Y así, con la pequeña niña en brazos se dirige a su auto, prometiendo una nueva a vida a Jane. Porque después de ir a comer, irían al hospital y a la policía, porque, aunque fuera su hermano no permitiría que Jane fuera maltratada. No más.
. . .
Elizabeth.
Aún recuerdo cuando vi por primera vez a Jane. George llevaba nueve años buscando a su hermano, y al enterarse de que tenía una hija decidió intensificar más la búsqueda.
Cuando los encontró se llevó una gran y horrible sorpresa, esa pequeña niña vivía entre maltratos físicos de parte de sus padres.
Fue realmente duro cuando vi todas esas marcas en su espalda, marcas que jamás lograron quitarse del todo.
Muchos doctores trataron de eliminar esas cicatrices, pero era prácticamente imposible teniendo en cuenta que llevaban años haciéndoselas. Desde que tenía cinco años se las hacían, cuando la bebé pudo hablar y los desesperaban más, ahora ya han pasado a formar parte de su piel.
Trataron con muchos medicamentos, pero la forma más viable era quitárselas con láser, cosa que era doloroso y George y yo no queríamos más dolor para ella.
En verdad que fue una bendición que ella llegara a nosotros.
Yo nunca me opuse a que la encontraran y cuando George dijo que quería que nos la quedáramos, fui realmente feliz, porque llevábamos años intentando tener un bebé, sólo que parecía que era imposible. Nos hicimos exámenes y ambos estábamos bien, pero tener un bebé no funcionaba.
Jane fue y es como mi hija. Siempre la he visto como la niña más valiente que pueda existir. Ocho años estuvo con esos monstruos, o con el ogro y la bruja como los llamaba, y de no ser porque George la sacó de allí, simplemente hubiese muerto.
Desde que vive con nosotros hemos tratado de que olvide su vida anterior, de que sea feliz, sin embargo, no es tan fácil como creen. Las pesadillas parece que nunca se irán y todo lo que vivió la hizo que creciera creyendo que la vida es una porquería y que todo es por su culpa, cuando es todo lo contrario, se ha hecho una adolescente incapaz de ver lo bueno de la vida, creyendo que es incapaz de amar o recibir amor; pero yo sé que no es así. Ella cree eso, pero en realidad sí hay personas que la aman, que la amamos.
Yo era Chef cuando me casé con George. Trabajaba en un importante restaurante y amaba mi trabajo. Desde niña soñaba con ser Chef y poder crear mis propias recetas, y cuando fui adulta lo logré. Después conocí a George en una exposición de animales marinos y quedé perdidamente enamorada de él.
Aunque no fue fácil, ya que pasaron dos semanas para volvernos a ver en el autobús de regreso a la ciudad.
Nos casamos a los dos años de ser novios e intentamos tener bebés, pero no funcionó, por lo que seguíamos con nuestros trabajos. Después vino Jane y decidí abandonar mi profesión por ella, porque sabía y sé que me necesita. Sobre todo, en ese momento. Era sólo una niña de ocho años que necesitaba todo el cariño del mundo. Y aún lo necesita.
Nunca me he arrepentido de haber abandonado mi carrera por ella, porque ella vale eso y más.
No niego que me haya dolido y partido el corazón hace apenas unas horas cuando gritó que yo no soy su madre, sin embargo— y aunque cueste creerlo— en cierta forma la entiendo, sé que no está lista para dar amor y que se cierra dentro de sí para no recibirlo porque teme ser lastimada. Todas esas cicatrices siguen ahí, más vivas que nunca con esas malditas pesadillas y lo único que Jane, que mi hija necesita, es tiempo, tiempo para darse cuenta de que George y yo lo amamos más que nada en el mundo y que la esperaremos lo que sea necesario para que nos deje formar parte de su vida.
Así que cuando se levanta y se dirige a la cocina para desayunar, tan sólo me limito a entregarle su plato con Hot-Cakes y un vaso con jugo de toronja. Jamás le ha gustado el jugo de naranja.
—Buenos días, Elizabeth.
—Buenos días, Jane —respondo tratando de sonar fría y distante.
George se ha ido temprano a trabajar debido a que le llamaron por teléfono solicitando su ayuda.
Como siempre Jane no termina su desayuno y se levanta de la mesa para marcharse.
—Jane —digo deteniéndola.
Ella se gira hacia mí y me ve frunciendo el ceño.
Tomo un gran suspiro y le digo:
—Sólo quiero que sepas que lo de ayer... No estoy molesta. Me dolió, sí, y mucho, pero, aunque no lo creas te entiendo y te amo, Jane. Te quiero como una hija porque eso eres para mí, una hija. Y te voy a dar tu espacio. Sé que eso es lo que necesitas, espacio y tiempo para entender que te amamos más que nadie en el mundo, y aunque no me veas como tu madre, para mí sí eres mi hija. Así que te daré tiempo Jane, todo el que quieras. Sólo ten en cuenta que aquí estaré siempre para ti, esperándote. Ambos estaremos aquí para ti.
Siento como las lágrimas recorren ni rostro y quiero abrazarla, pero me detengo. Necesita espacio y yo se lo daré.
Se encoge de hombros y aprieta los labios para después asentir e irse.
La conozco lo suficiente como para saber que siempre que quiere llorar, hace eso para reprimirse.
Pero no iré tras ella, la dejaré irse.
Tal vez no entiendan muchas cosas, pero eso es lo mejor por ahora. Y si tengo que darle espacio a mi hija, le daré el necesario para que sepa que la amamos y que la vida no es un asco como ella cree. Que la vida puede ser mejor de lo que ella espera, y que siempre estaré junto con George para amarla sin importar nada.
Sólo ella.
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