XI. De vuelta [Maratón 1/2]
(Soundtrack sugerido: Look Out-James Vincent Mcmorrow)
No respiro. Escucho susurros y tengo la sensación de que alguien me sujeta. No puedo zafarme y tampoco puedo correr o moverme. Estoy inmóvil.
La oscuridad me rodea y no sé qué hacer.
De un momento a otro estoy parada en la carretera; llevo la ropa rota y llena de sangre. Mis manos están manchadas de este líquido.
Siento que mi corazón se acelera y decido mirar a todo mi alrededor para reconocer el lugar o por lo menos recordar qué pasó y por qué estoy manchada de rojo.
No es necesario mucho tiempo hasta que diviso a lo lejos un auto varado. De el sale humo y está tan denso que no deja ver lo que hay dentro. Sólo que yo lo reconozco, yo reconozco el auto y el lugar.
Un escalofrío recorre desde mi nuca hasta mis pies haciéndome estremecer. Me abrazo a mí misma y siento un hueco en el estómago.
Trago saliva y me fuerzo a avanzar; tengo que enfrentarlo y saber si se trata de lo que sé que es.
Lentamente llego hasta la ventanilla del auto— en la parte delantera— y el humo va desapareciendo lentamente dejándome ver a esas personas.
Doy un paso hacia atrás asustada al verlos. Están llenos de sangre y con la cara levemente cortada. Parece que no respiran, más bien no lo hacen; están muertos.
Volteo a la parte trasera y ahí está una niña, llena de sangre en el rostro y con algo clavado en su costado que provoca que sangre mucho más.
Al verla siento que una lágrima recorre mi rostro y de repente gritos y golpes llenan mi memoria. Ante esto, me estremezco y cierro los ojos sintiendo el dolor.
"Tú lo hiciste" Me dice una voz ajena a mí.
Niego con la cabeza mientras sigo observando a esa pequeña, mientras me veo a mí muriéndome.
"Todo fue tu culpa. Por tu culpa pasó eso. Todo es tu culpa"
—No. No fue mi culpa. Yo no lo hice — susurro cubriéndome los oídos.
"Tú lo hiciste. Tus manos están llenas de sangre"
—No, no.
"Tú lo hiciste, tú lo hiciste..."
—No. No. ¡¡NOOO!!
. . .
Despierto de golpe gritando y sintiendo que la respiración me falta y que estoy manchada de sangre por todo el cuerpo.
Me siento recargando mi espalda en el soporte de la cama y siento mi pecho subir y bajar demasiado rápido.
Recuerdo la última vez que soñé algo así; desperté peor que ahora y eso provocó que George y Elizabeth vinieran a mi habitación desaforados a tratar de tranquilizarme y convencerme de que sólo había sido una pesadilla. El problema es, que no sólo son pesadillas, no son sólo sueños malos de los cuales pueda despertar y decir que nunca pasaron y nunca pasarán, estas malditas pesadillas vuelven una y otra vez por una sola razón: están en mi memoria, viven en mí porque no son sólo sueños, en realidad son los recuerdos más dolorosos y horribles que pueda tener; recuerdos que para un niño de ocho años son marcas para toda la vida. Por más psicólogos y terapias que me hayan dado, esos recuerdos nunca se irán, siempre permanecerán. Porque los recuerdos son cicatrices dolorosas que nunca desaparecen, permanecen escondidos en lo más profundo de nuestro ser para que cuando salgan a flote sean más fuertes.
La puerta de mi habitación se abre de golpe y las luces se encienden de igual manera.
George y Elizabeth están frente a mí con las batas mal puestas, se nota que se las pusieron a prisa.
—Jane, te escuchamos gritar — habla Elizabeth asustada mientras George me observa con una mirada que reconozco perfectamente, esa mirada la pone cada vez que me ve; una mirada de lastima.
—Volviste a...
Asiento antes de que termine la oración.
George se acerca a mí y sin importarle que odio esto me abraza, me rodea con sus brazos y me presiona contra su pecho.
Él sabe que me resisto a sus abrazos, pero esta vez no le importa y pone toda su fuerza hasta tal punto que siento que va a asfixiarme. Sin embargo, el sigue con su abrazo y hasta siento que algo moja mi cabello. George está llorando, llorando por mí y eso no me gusta.
No quiero que llore por mí, no quiero que se sientan culpables, lo menos que quiero es ver sufrir a alguien más por mí culpa, pero al parecer es inevitable.
. . .
—Después del Instituto iremos ¿bien?
—No estoy loca—aseguro.
—Nadie dice que estés loca, Jane—habla Elizabeth desde la parte trasera.
—¿Acaso no entienden? Esos sueños jamás se irán. Me lleven donde me lleven siempre va a ser igual. Nunca voy hacer feliz si es lo que intentan.
Abro la puerta con brusquedad y bajo del auto para caminar hacia el Instituto.
Es extraño que Graham e Ivan no estén en el umbral, pero supongo que debido a lo que les dijo el director ya no querrán molestarme, o al menos no aquí.
Entro y cuando me dirijo a mi casillero alguien inesperadamente me jala de la mochila y me arrastra a un salón vacío.
Cuando cierra la puerta veo que es Ivan y el que me sujeta es Graham.
—Hola, Hale— dice aventándome contra la pared para después poner su brazo sobre mi cuello. —¿Ya te habías olvidado de mí?
—¿Qué...? ¿Qué quieres? —pregunto con dificulta debido a la presión en mi cuello.
—¿Qué quiero? Por tu culpa estuve castigado niña, casi me expulsan.
—Yo no... Yo no dije nada— miento.
—¿Ah no? No soy idiota, niña, claro que fuiste tú, aunque el director no haya dicho quién me delató, es obvio que fuiste tú. O tal vez... Tal vez fue el friki de West. ¿Fue él no? Ese idiota.
Niego con la cabeza.
—No, él no fue.
—Así que lo defiendes — dice alzando ambas cejas. — Bien, si no fuiste ni tú ni ese tonto, fueron ambos y no me importa, de igual manera ambos van a pagar.
Libera mi cuello provocando que me incliné para tomar aire.
Iván se acerca a mí y levanta mi cabeza tomándome del cabello.
—Prepárate, niña, West y tú no saben con quiénes se metieron.
Al soltarme ambos salen del salón dejándome asustada, pensando en que irán por Aron.
Por decir quiénes me habían arrojado a la alberca me metí en más problemas de los que ya estaba. Graham e Iván no van a descansar hasta vengarse por delatarlos. Seguirán molestándome y también a Aron.
Esto es peor de lo que me hubiese imaginado.
Me recupero y no tengo de otra más que salir de ese salón y dirigirme a la clase de francés.
Esta vez llego tarde de nuevo, pero por suerte el profesor Jackson no ha llegado.
Al dirigirme a mi asiento me encuentro con Aron en su teléfono móvil muy concentrado.
En un principio pienso que está jugando algún videojuego, pero me doy cuenta de que no es así.
Al sentarme en mi lugar por el rabillo del ojo veo que tiene la pantalla en blanco, bueno, no tan en blanco porque está escribiendo algo. Sólo que no le pregunto qué.
Saco mi libreta especial y veo el paisaje por la ventana.
El día de hoy el cielo se viste de diversos colores ofreciéndonos un paisaje muy hermoso.
Saco m lápiz especial y comienzo a trazar lo que veo, dibujo cada detalle y agrego cosas que me imagino.
El papel en blanco toma vida, pero no color, el color se lo daré con mis colores pertinentes para mi dibujo.
Me concentro tanto en lo que estoy haciendo, que cuando llega el profesor provoca que me sobresalte.
Rápidamente guardo mi cuaderno y mi lápiz para después sacar el libro de su materia.
El día de hoy odio más la clase de francés, el profesor nos hace que pasemos al frente a escribir una oración en ese idioma, y, cuando llega mi turno me quedo pasmada frente al pizarrón sin saber qué diablos escribir.
—Señorita Hale, seguimos esperándola— dice el profesor cruzándose de brazos ante mi demora.
No digo nada, sólo juego con el plumón de pizarrón sin saber qué escribir.
—Bien— dice tomando un gran suspiro—, al parecer tiene más dificultad con el francés de lo que creí, y no voy a permitir esto. Usted es buena alumna, lo sé porque la he investigado con sus demás profesores y es un ejemplo. La única materia en la que se le dificulta más, es en la mía y no tengo idea del por qué. Así que le voy asignar a un tutor.
Mientras lo dice recorre con la mirada el salón de clases hasta que su mirada se detiene en una esquina, en mi esquina, a lado de mi asiento. Justo en Aron West.
«Oh no»
Trago saliva y siento como si me cayera un balde de agua helada. Si el profesor detuvo su mirada en Aron West es porque piensa asignármelo como tutor.
—Sí, él es muy buena elección. Señor West, por favor venga aquí.
Aron levanta la cara sorprendido y mirando a sus lados se levanta de su silla para venir al frente.
Cuando llega, el profesor le rodea la espalda con su brazo y le presiona el hombro. Ambos me miran, pero sobre todo Aron.
—Debido a que usted es el mejor alumno que tengo en esta clase y que su compañera es la peor alumna que he llegado a tener, usted será su tutor de hoy en adelante hasta que mejore en mi materia. Se encargará de que el francés se le facilite y de que mejore sus notas.
A partir de hoy usted estás cargo de Jane Hale.
. . .
Se supone que trato de almorzar en mi lugar de siempre, bajo mi árbol, pero cuando levanto el rostro Aron se encuentra parado frente a mí con su charola del almuerzo en las manos.
Es la primera vez que lo veo durante el almuerzo, jamás lo he visto más que cuando tenemos clases juntos o en el taller de música.
En dónde almuerza Aron es un total misterio.
—¿Puedo comer contigo? — Pregunta al ver que no le respondo.
Tomo un suspiro y digo:
—Sí. Si quieres.
Me encojo de hombros y Aron se sienta en el césped junto a mi mochila, dejando la suya a su lado.
Esta vez no puedo evitar preguntarle lo que siento, así que lo hago sin importarme nada.
—¿Qué haces aquí? Me refiero a por qué decidiste venir conmigo.
—Digamos que he comido solo durante toda mi vida de escuela y te he visto a ti sola. Así que por qué no.
—¿Me has visto?
—Sí, eso dije. Te he visto.
—Bien— digo algo confundida y frunciendo el ceño.
Entonces recuerdo lo sucedido en la mañana y la nota que me dejó ayer.
—La nota que me dejaste en el auto... ¿Es en serio?
Él me mira pensando lo que responderá y entonces hablo antes de que lo haga.
—¿Siempre eres así? ¿Siempre te piensas todo lo que vas a decir antes de hacerlo? —Inquiero.
—Sí. Por lo visto tú no. A menos que se trate de preguntar. Cuando quieres preguntar algo, sí que lo piensas demasiado antes de formularlo, y lo mismo sucede con tus acciones.
—Creo que... Sí —hablo bajando la cabeza.
—Y, además, tampoco me dices muchas cosas, Hale—asegura fijando su mirada en mí.
—Y tú no me saludas—lo contrataco frunciendo el ceño.
«¿Es en serio?»
—Hmm... Hola.
Él se ríe levemente y después contesta.
—Sí, es en serio lo que te puse en la nota.
—Entonces en verdad quieres que seamos... ¿amigos?
—¿Por qué te sorprende tanto? —Inquiere. —No es... Extraño.
—Pensé que nos detestábamos.
—Y yo pensé que te había aclarado eso. Deja de pensarlo tanto, sólo responde. Además, voy a ser tu tutor de francés, por lo que tendremos que pasar tiempo juntos después del Instituto, así que, ¿qué dices, Hale?
Jamás he tenido un solo amigo o amiga, siempre he estado sola, como lo he dicho la soledad ha sido y será mi fiel compañera, así que lo que me dice Aron West me toma por sorpresa.
¿Debo arriesgarme? Esa es la pregunta.
Ser amiga de Aron West es arriesgarse. Él mismo lo dijo, jamás ha tenido un solo amigo, me lo dio a entender cuando mencionó que en toda su vida escolar jamás ha almorzado con alguien, y yo no es que haya estado llena de amigos.
Pero algo me hace decir lo siguiente, algo que en cierta forma es un riesgo que estoy tomando.
—Está bien, Aron West, seamos amigos.
Él sonríe ante mi respuesta y entonces me ofrece su mano. Es como cerrar un trato.
—Entonces somos amigos, Jane Hale.
Asiento y así es como me convierto en su amiga. Como dije, es como un riesgo que estoy tomando, que ambos estamos tomando, pero quién sabe, tal vez este riesgo nos depare algo muy bueno en el futuro.
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