X. ¿Amigos?
¿Alguna vez se han sentido incómodos o extraños con la presencia de otra persona?
Pues así me siento con Aron a mi lado.
Le terminé diciendo que sí a que me llevara a cierto lugar sin saber exactamente a dónde, y justo ahora él y yo vamos caminando sin emitir palabra alguna, y no tengo idea de cómo iniciar una conversación con Aron West. Sólo sé que alguno de los dos debe hablar o esto se tornará más incómodo de lo que ya es.
—Así que... Vienes de Forks— dice Aron con la mirada en el suelo.
—Eh... Sí.
—¿Y por qué te mudaste?
—Cosas personales.
—¿Puedo saber cuáles?
—El trabajo de George.
Él frunce el ceño al escuchar decir George. Imagino que debe pensar que es mi padre, pero no es así. George no es mi padre, aunque no pienso aclarárselo y él tampoco pregunta.
Seguimos caminando hasta que Aron se detiene.
—Llegamos.
Hemos llegado a un lugar— como lo dijo Aron — tranquilo y algo solitario. Es un gran campo con varias bancas y algunos adolescentes por ahí.
Está un poco alejado de la ciudad, pero aun así se escuchan a lo lejos los autos. Aunque es como un eco. Un eco que se desvanece en el aire.
—¿Vienes? — pregunta haciéndome una señal con su cabeza para que avance con él.
Sigo a Aron y me guía por el amplio campo. Los adolescentes que aquí se encuentran no se detienen a mirarnos ni nada parecido, sino que siguen con lo suyo.
Es la primera vez que me sucede eso. Siempre que llego a un lugar la gente se detiene para mirarme como bicho raro.
Sólo que esta vez es diferente y eso me agrada.
Aron se detiene y poniendo su mochila sobre el césped se sienta.
—¿No piensas sentarte?
—Eres demasiado... sarcástico— le digo sentándome frente a él con mi mochila sobre mis piernas.
—Lo sé, así soy yo.
—En cierto punto es bueno.
Esboza una pequeña sonrisa y niega con la cabeza.
—No lo creo. Peter no cree eso.
—¿Peter?
—Mi padre. Él no cree que ser sarcástico sea algo bueno. Dice que es algo que debo mejorar de mi personalidad.
«Los padres» pienso con ironía por dentro.
—Y tú dices lo que piensas— asegura.
—No siempre.
—Creo que sí, aunque sea en murmullos. Te he visto.
—Ah, ¿sí? — pregunto arqueando una ceja
—Sí. Debería haber más personas como tú.
—No sabes lo que dices. No debería haber personas como yo. Más bien yo no debería estar aquí.
—Por qué dices eso.
—Escucha, Aron, no vine aquí para hablar sobre mi vida ¿sí? Sólo quería estar sola, y no sé por qué te dije que sí te acompañaría.
—Bien, entonces no hablemos de tu vida. Ni siquiera estaba intentando hacer eso. Sólo quiero saber cómo piensas.
—¿Por qué?
—Porque... No lo sé, simple curiosidad.
—En ese caso... Dime algo y se honesto, me odias ¿no es así? Desde que llegué al Instituto y me tuve que sentar en el asiento junto a la ventana en el autobús. Me odias. No soportas que por coincidencia haya ido a parar a esa librería. Y no tengo idea de por qué me diste los separadores y después me lo dijiste. E intuyo que me salvaste por lástima ¿no es así?
Suelto todo lo que llevo días pensando y él se queda atónito. Sólo me observa y alza ambas cejas.
—¿De dónde sacaste que te odio? — cuestiona después de un minuto de silencio.
—Ay, por favor. Es cierto, dilo.
—No te odio. Me caías mal—aclara de mala gana.
—¿Caías? ¿Ya no?
—No. La primera vez que te vi te detesté porque estabas en mi lugar del autobús. Es el único lugar donde puedo estar solo antes del Instituto sin ser molestado. Durante el trayecto puedo ir solo y ver el paisaje e imaginarme miles de cosas, pero llegaste tú y decidiste quitarme mi lugar.
» Después de cierta forma te agradecí porque por ti Graham e Ivan dejaron de tomarme importancia, aunque sea sólo un poco; comenzaron a molestarte a ti.
Hace una pequeña pausa, pero yo no digo nada. Sólo lo observo.
—Sin embargo, cuando te vi en la librería... No sé, noté que no tienes porqué caerme mal.
Termina de hablarme y al parecer espera que diga algo, pero no sé qué decir.
—¿No vas a decir algo?
Me encojo de hombros y bajo mi mirada.
—¿En serio no dirás nada?
—Qué debo decir.
Sigo sin mirarlo y lo único que hago es observar el césped.
—¿Así eres siempre? —Inquiere enfadado—. Escucha, la razón por la que te di esos separadores es porque... Porque estos días te he estado viendo. Te gusta mucho leer por lo que he notado y yo leo un poco; cada vez que leo hago un separador para cada libro. Yo dibujo y me gusta hacer esos separadores, así que cuando compraste esos libros, Yo... yo ya los tenía y había hecho dos para cada uno por si les pasaba algo a los otros y decidí... dártelos.
» Siento si te hice sentir incomoda.
Levanto mi mirada y lo veo arrancando el césped.
—No me incomodó. Pensé que la librería te paga para entregarlos.
—Qué buena broma; eso sería genial pero no es así. Ellos ni siquiera saben que yo hago eso.
—Dibujas muy bien. Yo... Gracias. Por los ellos y por salvarme.
—Ya te dije que tenía que hacerlo. Y no porque me sintiera culpable, sino porque algo dentro de mí me hizo hacerlo. No sé qué es, pero tenía qué.
Trago saliva y cuando estoy a punto de hablar, mi móvil comienza a vibrar dentro del bolsillo de mi pantalón y ocasiona que me sobresalte.
Rápidamente lo saco y contesto.
—¿Dónde estás? Estoy fuera del Instituto y me acaban de decir que te fuiste. ¿En dónde estás Jane? —pregunta demasiado deprisa y eufórico al otro lado de la línea.
—George...
—Vamos, Jane, dime dónde estás.
—George, cálmate. Estoy bien, sólo que las clases terminaron antes y... Decidí ir a un lugar a pensar. Estoy bien.
—Dime qué lugar es ese. Voy por ti en este momento.
. . .
Un auto se detiene a lo lejos del gran campo y es entonces cuando me levanto del césped.
George baja demasiado rápido del auto y se dirige casi corriendo hasta donde estoy.
—¿Estás loca? Cómo se te ocurre irte así del Instituto, creí que algo malo te había sucedido, Jane— me dice eufórico apretándome los brazos mientras me sacude.
—¡Cálmate, George! Estoy bien. Sólo quería estar tranquila.
Voltea hacia su lado derecho y se topa con Aron. Frunce el ceño y vuelve su mirada hacia mí.
—Yo le sugerí venir aquí—habla Aron. —Es un buen lugar para estar solo y pensar. Es tranquilo.
Al parecer no le hace mucho caso y en lugar de eso me suelta y me arrebata la mochila del hombro.
—Nos vamos a casa—ordena.
—Pero no hice nada malo. Además, se lo debía. Él me salvó. Por él estoy viva, George—le recuerdo.
La respiración de George está acelerada y el ceño fruncido que tenía desparece.
Voltea de nuevo hacia Aron y lo observa de pies a cabeza.
—Tú eres Aron.
Él asiente.
—No te recordaba. Ese día estaba tan asustado que no presté mucha atención en ti. Lo siento.
—No importa, señor. Es normal que no se fijen en mí. Además, lo importante en ese momento era su hija, que su hija estuviese bien.
—Gracias, muchacho. Yo no tengo cómo agradecerte el que hayas salvado a mi... Hija. Ella es lo más importante que tengo y no sé qué haría si la perdiera.
Siento un hueco en el estómago al escuchar hablar así a George. Y después veo a Aron a quien se le ha formado una cara de ternura por lo que ha comentado mi tío.
—Perdón si me exalté, pero es que en verdad creí que te había sucedido algo. Me asusté. Sobre todo, por lo de esos chicos: Graham e Ivan.
—No creo que ellos vuelvan a molestarla, señor. Y si lo hacen... Yo... Yo la defenderé.
Quedo sorprendida y esta vez la que frunce el ceño soy yo.
«¿Por qué dijo eso?»
George se queda tan sorprendido como yo y por unos segundos no dice nada.
—Gracias, Aron. Es bueno saber que Jane cuenta con un amigo.
«Aguarden. Él y yo no somos amigos»
—Claro, señor.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—Eh... Yo no...
—Vamos, puedo llevarte. No me molesta.
Aron me mira para saber si estoy de acuerdo, pero yo lo esquivo. Es su decisión si quiere que George lo lleve. No me importa.
—Creo que está bien. Acepto.
—Entonces vamos.
Avanzamos hasta el auto y George me hace entrar a la parte de atrás con Aron West. Todo el camino se va en silencio entre los tres. Es como cuando yo voy sola con George. Nadie dice nada.
Sólo que yo me siento incómoda con Aron a mi lado. A pesar de que él está junto a la puerta bastante alejado de mí, siento extraño que alguien más comparta el auto de George. Porque una cosa es ir con él en el autobús y otra muy distinta es ir con él y con George en un mismo vehículo.
El trayecto se sigue así y yo aprovecho para ver el paisaje que nos ofrece la naturaleza. Al parecer estos días estarán bastante nublados puesto que desde el día del accidente no ha salido del todo el sol. Sólo sale y vuelve a esconderse, lo cual es bueno porque a pesar de que no lo odio prefiero mil veces en cielo nublado.
George le pregunta a Aron por donde debe irse y éste le indica qué camino tomar.
Al cabo de unos minutos llegamos a una hermosa colonia y es cuando Aron indica que George detenga el auto.
La casa en la que se detiene es realmente hermosa. Tiene un amplio jardín lleno de flores y arbustos de flores. Hay como una especie de patio pequeño fuera del umbral que es rodeado por un barandal y que contiene dos mecedoras.
Las ventanas tienen un soporte fuera donde yacen dos macetas con flores.
Y además en la parte más alta existe una pequeña pila que indica que tienen chimenea.
La casa de Aron es muy linda en verdad.
—Gracias por traerme, señor — dice Aron tomando su mochila del asiento. Lo volteo a ver y noto que al hacerlo deja discretamente un papel debajo de mi mochila.
—No hay de qué agradecer, Aron.
Baja del auto y de la casa sale una mujer alta de cabello castaño oscuro, lacio y largo, tez blanca y al parecer ojos verdes a recibir a Aron. Imagino que es su madre.
Ella le sonríe y Aron se acerca subiendo las escaleras hasta llegar al umbral.
Después de esto se gira hacia el auto y con un gesto de la mano nos despide.
George se aleja lentamente de ahí y cuando perdemos de vista la casa de Aron West es cuando tomo el papel con mucho cuidado de que no lo note George.
Lo desdoblo y al hacerlo me encuentro con algo inesperado.
En letras cursivas muy bien hechas está escrito:
Y no sólo eso. Viene un número de móvil.
«¿En verdad es lo que estoy pensando? ¿Quiere Aron West que le llame?»
Cada vez compruebo que Aron West es bastante extraño. Mucho más extraño que yo.
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