IX. El que me salvó
Dedicado a: Sheelf21
_______________________________________
En el momento en el que me desmayé sentí como si estuviera muerta, y a decir verdad, supongo que es muy diferente a esto.
Siento que mis párpados se abren lentamente y la luz de donde estoy se refleja de golpe, ante lo cual cierro de nuevo los ojos.
— ¡Ya despertó! — logro escuchar una voz histérica.
Mi visión se adapta a la luz y logro abrir los ojos por completo.
Lo primero que veo es el rostro borroso de Elizabeth abalanzándose sobre mí. Sus brazos me rodean la espalda y me aprieta contra ella.
Pronto comienza a sollozar sobre mi hombro.
No tengo puestos mis lentes y eso no ayuda mucho a mi visión.
—Creí que... Creímos que... Jane...
Mi cuerpo parece reaccionar y recuerdo que estuve a punto de morir ahogada.
Entonces comienzo a temblar de frío y mis dientes castañean. Aún tengo puesta la sudadera que me había puesto cuando corrí de Graham e Ivan y mis prendas están empapadas de agua al igual que mi cabello.
En ese instante entra otra persona y se abalanza sobre mí como lo hizo Elizabeth.
Por su olor reconozco que es George.
Él también solloza sobre mi hombro, pero a la vez me aprieta más a él.
Tengo la sensación de que no piensa soltarme.
Durante el rato que duramos así, logran transmitirme algo de calor humano, pero aún sigo castañeando y temblando de frío. En otro momento me hubiese apartado, no obstante, ahora me resulta reconfortable estar de ese modo.
—Señor Hale, será mejor que la suelte por un momento, al menos hasta que se tome esto. — Le dice una mujer. Supongo que es la enfermera.
Él me suelta y es entonces alguien me pone mis lentes.
«¡Al fin veo bien!»
La mujer que hizo separarse de mí a George en efecto es una enfermera.
Ella se acerca con una manta y una taza.
—Bebe esto, ayudará a calentarte. Pero primero debes cambiarte esa ropa mojada.
Me entrega un cambio de ropa y con su ayuda hace que me levante de la camilla.
A continuación, Elizabeth me lleva al baño y dejamos a George llorando en la habitación.
Cuando estamos dentro, a Elizabeth se le escapan unas lágrimas.
Ninguna dice nada, sólo me deja y me cambio de ropa.
Mientas me cambio pienso en lo que sucedió en la mañana. George y Elizabeth se disponían salir a algún lado que desconocía. Pero ahora están aquí.
Arruiné su salida.
Al salir, ellos ya no lloran más, o al menos George intenta no hacerlo.
La enfermera ya no está, así que Elizabeth me da la taza y noto que el líquido que contiene es té de limón demasiado caliente.
—Debes beberlo todo, Jane— me dice Elizabeth sorbiendo sus mocos.
Aún quiere llorar.
Tal vez debí decir algo, algo que los calmara o los reconfortara, pero en lugar de eso, lo que salió de mi boca fue:
—Estoy bien.
Cuando me acabo esa taza de té salimos al pasillo y vamos a la enfermera.
—Fui con el director y le dije lo que había sucedido, así que...
Por detrás de ella viene un hombre alto, de cabello negro y tez bronceada. No es muy joven pero tampoco demasiado viejo, y aparenta ser un hombre demasiado intuitivo.
—Buenas tardes señores Hale, y señorita. La enfermera me acaba de informar lo sucedido hace algunas horas y créanme que me indigna demasiado. Arrojarla a una piscina y sin saber nadar ha sido la falta más grave que se pueda cometer y no pienso permitirlo en este Instituto.
«¿Cómo supo que me arrojaron? Nadie vio nada excepto los idiotas de mis compañeros y... Aron»
—Señorita Hale, por el informe que me acaba de proporcionar la enfermera, usted estuvo a punto de morir ahogada, así que le pido que me diga quién fue capaz de lanzarla así a la piscina.
—No...
Si digo algo, Graham e Ivan se van a vengar después y no quiero eso.
—Fue un accidente. Yo... resbalé.
El director frunce el ceño y con las yemas de sus dedos se toca las sienes de su cabeza.
—Señorita Hale, no tiene que encubrir a nadie, si la amenazan o la molestan, debe decírmelo, no dejaré que unos buleadores estén en este Instituto. Dígame la verdad.
» Sé que nadie vio lo sucedido y los presentes no quieren hablar. Pero también sé que eso no fue un accidente. Debe decirme quién lo hizo.
Niego con la cabeza y bajo la mirada.
—Jane— habla Elizabeth por detrás poniéndome su mano en mi hombro—, tienes que decirnos si te lanzaron.
—Señorita Hale, entienda que estuvo a punto de morir ahogada, no es cualquier cosa.
» De no ser por el señor West que se arrojó a salvarla, usted ahora estaría muerta.
Al escuchar el nombre de Aron levanto la mirada y me quedo estática. Hasta que mi cuerpo me permite emitir palabra y hablo.
—Aron West me... ¿salvó?
—Así es. Se lanzó a la piscina y la sacó.
» Así que por favor señorita Hale, haga que lo que hizo el señor West haya valido la pena, dígame quién lo hizo.
Cuando estás en una encrucijada y no sabes si decir algo o no, si está bien o si traerá consecuencias, es cuando te das cuenta que no debe importante un par de imbéciles, sino tú mismo.
Dudo por un momento en delatar a Graham e Ivan porque sé que ellos se vengarán después. Pero no me importa, termino diciéndolo, y después de eso me siento— por primera vez en mi vida— en paz.
Después de revelarlo todo, George y Elizabeth firman un justificante en el que el mismo director me otorga algunos días para faltar al Instituto.
Cuando terminan de firmar los papeles y de recoger mi mochila, nos vamos al estacionamiento y entramos al auto de George.
Busco con la mirada a Aron West, pero no logro encontrarlo.
—A él se lo llevaron sus padres — aclara George antes de subir al auto, como si hubiese leído mi mente.
Ese día tuve una deuda con quien menos me esperaba. Le debía la vida a Aron West, y eso... Eso nunca podré olvidarlo.
. . .
Los siguientes días posteriores a mí casi muerte me los he pasado en casa, encerrada en mi habitación con libros. Si por mí fuera no comería, debido a que el agua helada de la piscina me ha provocado un resfriado e increíbles y poderosas náuseas, pero George me trae el desayuno, la comida y la cena cada día.
Elizabeth y él no dijeron nada después de eso, y agradezco por ello, porque no sé cómo responderles. Nunca he sido ni seré capaz de afrontarlos.
Como lo sugirió el director, no he asistido al Instituto en una semana. En primer lugar, porque estoy enferma, y, en segundo lugar, porque no quiero toparme con Aron West.
Por George supe que habían suspendido Graham e Ivan por su abominable acto contra mi persona, y a pesar de que sus padres apelaron, el director no desistió y amenazó con expulsarlos si esos tontos se veían envueltos en algún problema por mínimo que fuera.
Eso sinceramente me alegraba demasiado, sin embargo, por otro lado, está Aron. El director me dijo que él me había salvado la vida, por él ahora sigo respirando y... yo no quiero deberle nada ni a él ni a nadie. No quiero deberle mi vida a él.
(Soundtrack sugerido: Chasing Cars- The wind and The Wave)
No quería volver al Instituto, pero tampoco podría ocultarme siempre. Así que regresé.
—Si esos dos chicos intentan molestarte sólo tienes que llamarnos, Jane. Nosotros iremos de inmediato.
» Y en el autobús... No te sientes con nadie.
Elizabeth me dice todo esto como una madre a un niño en su primer día de Jardín de niños, y ya no soy una niña.
Voy a hablar, pero George me interrumpe.
—No te preocupes, amor, yo la llevaré — dice saliendo inesperadamente de la cocina.
— ¿Por qué? — cuestiono de inmediato a la defensiva.
—Porque no vamos a permitir que te topes con Graham e Ivan en el autobús — me responde George con voz enfadada.
—Ellos no van conmigo en el autobús—aclaro para hacerlo desistir.
—No importa, te los puedes encontrar en la entrada del Instituto.
—No lo haré, George.
Ambos nos miramos, mantenemos la mirada y está claro que ninguno piensa desistir. En eso nos parecemos demasiado.
No tengo de otra más que fruncir el ceño.
—Todo esto es... Ridículo
—No si se trata de protegerte—habla con firmeza y autoridad a la vez.
—Estoy bien, George — aclaro subiendo el tono de voz.
—No— dice negando con la cabeza. — No te das cuenta.
—Estoy bien. Todo es...
—¡ESTUVISTE A PUNTO DE MORIR! ¡¿QUE ACASO NO LO ENTIENDES?! —Explota sin previo aviso.
Elizabeth y yo miramos a George sobresaltado. Jamás lo había visto así.
Voy a abrir la boca para decirle algo, aclararle que las personas mueren todos los días, pero en ese momento George estalla en llanto y lo que dice me hace retractarme.
—¿No entiendes? Ya no soportaría perderte. No a ti Jane.
Lo observo llorando como nunca antes lo había hecho. Ni siquiera lloró así en aquel funeral. Tal vez porque yo fui la única que sobrevivió. Puede que eso mitigara su dolor. Pero, y si yo hubiese muerto aquel día, ¿George hubiese llorado así?
Tal vez sí, no lo sé. El pasado ya está hecho y no puedo cambiarlo.
—Pero no morí, George. No lo hice; así que está bien ¿sí? Olvídalo.
—No cuando estuve a punto de perderte.
—Si tanto te preocupa, está bien. Llévame al Instituto.
Eso es todo lo que soy capaz de decirle porque salgo de la casa con mi mochila en el hombro.
Si sigo ahí no sé qué pueda decirle, y aunque a veces no me importa, esta vez me odiaría por lastimarlo.
Subo al auto y a los pocos segundos George sale y Elizabeth se despide de él con un beso en los labios.
Hago una mueca de disgusto ante la escena. Nunca me ha gustado ver a las personas besarse.
Compartir baba con alguien más es... Aggh. Sé que podría hacerlo, después de todo soy un ser humano pero... Sé que eso no es para mí, y nadie lo haría conmigo, ni tampoco quiero hacerlo con alguien.
George termina su escena romántica con ella y al fin sube al auto.
Cuando enciende el motor decido ponerme mis audífonos y permanecer así durante todo el trayecto. Creo que George se molesta al principio, pero no dice nada, sólo sigue conduciendo.
El día de hoy, Huntsville no está tan lleno de tráfico, pero sí de gente caminando de un lado a otro como siempre.
Lo gracioso de todo esto, es que la mayoría de los habitantes de esta gran ciudad usan ropa demasiado elegante. Todos los adultos van con sus gabardinas elegantes y costosas, sus vasos de café en mano, sus guantes de cuero y sus teléfonos en mano, y aunque no es exactamente la Gran Manzana, muchos de ellos van a trabajar allí.
No hay excepción en los adultos.
Bueno, si te fijas en George y Elizabeth, ellos no van con los teléfonos en mano siempre. Sí usan ropa sofisticada pero no son unos presumidos egocéntricos. No como los demás.
Puede que no hayan entendido lo que es gracioso, así que se los explicaré.
Para mí lo que resulta gracioso, es que para algunos adolescentes parecen no importarles cómo se visten, y otros se preocupan demasiado por eso. Al final, los que se preocupan por su vestimenta y por ende son unos idiotas, lo terminan siendo de mayores.
Los adultos que son unos egocéntricos presumidos, lo fueron de adolescentes y los que no lo eran, son demasiado estúpidos para dejarse influenciar y terminar siéndolo.
El auto sigue su curso hasta llegar al Instituto.
Cuando voy a bajar, George se delantal y baja del auto. Me quedo sorprendida y en menos de un minuto ya tengo a George abriéndome la puerta.
Lo miro sin bajarme del auto.
—Vamos, Jane. Baja.
Lo hago y al cerrar la puerta del auto George me quita la mochila del hombro y me toma del brazo.
—¿A dónde vas?
—No pienso dejarte aquí. Voy asegurarme de que entres y no te suceda nada.
Pienso protestar, pero no me deja hacerlo.
Simplemente camina conmigo hasta la entrada del Instituto, donde está Graham e Ivan.
Al verlo, los idiotas reaccionan y se quitan del umbral.
A continuación, George me toma de la mano y me lleva adentro, guiándome como su pequeña, como... Su hija.
—¿Dónde está tu casillero?
Lo llevo hasta él y saco los libros pertinentes. George cierra el mismo y después me pregunta por mi primera clase.
Como lo hizo antes, me acompaña por los pasillos hasta el salón de francés.
Todos me observan. Tratan de disimularlo, pero me observan y murmuran.
Llegamos al salón, pero George no se va. Toca la puerta y el profesor Jackson nos abre.
—Sí, señor.
La clase ha comenzado. Esta vez el profesor ha llegado temprano.
—Soy George Hale. Ella es... Mi hija: Jane Hale.
«¿Hija?»
—Ah sí, señorita Hale. ¿Está usted mejor?
—Sí, sí, señor.
Veo que todos en el salón han dejado de hacer lo que hacían y me observan.
Lo que me sorprende es que incluso Aron, que está en la esquina del salón junto a mi lugar vacío me ve.
—Escuche profesor, no quiero que nadie la moleste. Cualquier cosa, sólo llámeme por favor.
—No se preocupe, señor Hale. A Jane nadie la molestará. Los profesores nos encargaremos de eso.
—Gracias, profesor.
Él asiente y vuelve al salón.
—Debo irme, Jane, pero si alguien se atreve a...
—Estaré bien, George. Esto se está volviendo un circo. Es como si hubiese intentado suicidarme cuando no fue así. Estuve a punto de ahogarme, pero nada más. No intenté matarme.
—Lo sé, pero esos... Los que te arrojaron al agua son personas desalmadas. Yo no voy a permitir que se te acerquen.
—¿Por qué dijiste que eras mi padre?
—Sé que no lo soy, pero para mí tú sí eres mi hija. Así yo no lo sea o tú no me quieras, siempre seré tu padre.
Se acerca a mí y me da un beso en la frente.
—Te veré en la tarde. Te quiero, Jane—habla proporcionándome un beso en la cabeza, y de ese modo da media vuelta y se aleja de ahí.
. . .
Toda la mañana los huecos del Instituto me observaron, pero ya no decían nada. O sólo ocultaban lo que estaban tratando de decirme.
Graham e Ivan no intentaron molestarme o vengarse por acusarlos. Pese a ello, aunque tuvieron muchas oportunidades de hacerlo durante el día, parecía que ellos me evitaban.
Por cierta razón, Aron se la pasó tratando de hablar conmigo, sin embargo, yo lo evité. Me seguía por los pasillos y los salones. Llegué tarde a todas las clases con tal de no hablar con él.
En la hora del almuerzo, por primera vez se apareció en la cafetería y me buscó entre la multitud. Yo hui antes de que me lograra encontrar. Fue estúpido hacerlo, pero me fui a comer a los vestidores de chicas. Ahí él no me buscaría ni se atrevería entrar. Por suerte no lo hizo.
Al final del día, la última clase fue cancelada debido a que nuestra profesora está embarazada y no se sintió muy bien.
Se supone que tengo que llenarle a George para que venga por mí, eso es lo que me indicó por un SMS enviado durante la clase de francés. No lo hago.
Quiero irme a un lugar tranquilo, donde pueda estar sola durante un par de horas. Al menos mientras supuestamente se acabe el Instituto.
Tomo mis cosas y me dispongo a salir del Instituto sin si quiera saber a dónde me dirijo. Creo que ya tendré tiempo de pensar eso en el camino.
Justo cuando voy a salir del Instituto una mano me hala del brazo.
—Espera, Jane.
Me volteo hacia esa persona y veo que es Aron. Me toma del brazo, pero en su mirada puedo observar algo. No sé qué sea, pero es algo. La verdad es que nunca he sido buena descifrando lo que los demás piensan o sienten. A veces lo intuyo, pero la mayor parte de las veces me equivoco.
Espero a que diga algo, pero no lo hace. Simplemente me observa y trata de emitir palabra, pero no lo hace.
—Qué quieres.
—Yo sólo quería saber si tú estás... ¿Estás bien?
Cuando me lo pregunta se escucha un tono de voz diferente. Es como el tono de voz que escuché aquel día del funeral por parte de George.
«¿Estás bien?» «Todo estará bien, Jane»
—Sí.
—Perdón.
Me suelta y me volteo completamente hacia él.
—¿Por qué?
—Por no haber hecho nada cuando Graham e Ivan te arrastraban mientras tú tratabas de zafarte de ellos. Lo siento.
—No tenías por qué hacer algo. Después de todo no había razón para defenderme. Por qué hacerlo si ni siquiera somos amigos.
—Lo sé, pero tenía que haber hecho algo. Sabía por qué te arrastraba, sabía que lo hacía para marcarte.
—Lo intentó y lo logró un poco—le digo tocándome la sien izquierda. Pero también se llevó su merecido por tratar de hacerlo.
—¿Lo golpeaste?
—En donde menos se lo esperaba y donde más le dolió—aseguro al recordar al imbécil ese cuando lo hice.
—Me alegro—comenta esbozando una pequeña sonrisa.
Es el momento justo ¿no? De hablar y agradecerle. A pesar de que me queme decírselo.
—Gracias.
Él frunce el ceño y sonríe de lado, pero sin esbozar del todo una sonrisa, ya que no abre los labios.
—Por... por salvarme. Gracias.
Parece pensarse muy bien lo siguiente que dice.
—¿Vas a tu casa?
Y sin pensármelo, le contesto la verdad.
—No. En realidad, quería ir a otro lugar. Un lugar tranquilo.
—Donde sólo estés tú.
—Sí —digo conmocionada. ¿Cómo lo sabe?
—Yo conozco un lugar. Si quieres podemos ir. Juntos.
Juro que quiero decir que no. Quiero estar sola y no acompañada de Aron, pero muy a mi pesar le debo eso ¿no? Después de todo, pasé la mañana ignorándolo y huyendo de él.
Así que lo que sale de mis labios es:
—Creo que... sí.
—Ok, entonces... Vamos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro