Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra: The happy ending



Comienza tan sutilmente que solo si estás muy atenta puedes percibirlo. El negro no se extingue de pronto, sino que va atenuándose poco a poco, se viste de un azul de gala que se diluye al ritmo que la temperatura va en aumento. No sabes en qué momento desaparecieron las estrellas, aunque la luna sigue allí. Espera por su amante, ansiosa por ese único y perfecto instante en que ambos coexisten en el mismo cielo. Pero, aunque te intriga ese romance prohibido, te distraes con los colores. ¡Son tan hermosos!

Es como si, durante la noche, el mundo hubiera estado recargando su vida, conteniendo su capacidad de conmover con tan poco éxito que la belleza, igualmente, consiguió filtrarse por grietas de luz en la manta de negrura y misterio que cubre todas las cosas.

Pero al llegar el alba, todo estalla. El día rompe en una explosión roja, naranja, rosa... Te dan ganas de mojar un pincel en esas nubes.
¡Si tan solo supieras pintar!

La sensación de éxtasis te invade, corrientes de felicidad recorren tu cuerpo desnudo que se retuerce ante el deleite que te provoca tan impresionante vista.

¡Un momento!

No es solo la vista quien lo hace...

Tu mente adormilada adquiere finalmente el grado de conciencia necesario para percibir la realidad.

La habitación es amplia y luminosa, aunque está desordenada. La ropa de los dos yace en el suelo, revuelta y pisoteada por la prisa con que os dejasteis consumir por la pasión. Hay libros abiertos en la mesita de noche, el ordenador encendido sobre el escritorio y juguetes regados aquí y allá.

Sonríes ante el caos precioso de tu vida.

El techo es de cristal. Lo has escogido así específicamente. Al igual que seleccionaste la habitación del ático entre todas las de la casa, aunque quedaba lejos de todo y era la menos práctica.

Querías un techo de cielo para poder soñar custodiada por estrellas y contemplar amaneceres antes de despertar por completo.

Ya no tienes que salir al balcón como hacías antes. Ahora te basta con abrir los ojos.

Y él, el hombre con quien compartes la cama, la vista y los sueños, se encarga de cerrártelos de nuevo, al hacerte llegar a tu primer orgasmo del día.

Exhalas su nombre y una sonrisa se instala en tus labios resecos.

Él escala por tu cuerpo sin salir de debajo de las mantas calentitas y deposita su cabeza en tu vientre aún sensible y agitado, contemplándote con curiosidad.

—¿Qué es tan divertido? —pregunta, arqueando una ceja al ver que tu sonrisa casi es carcajada.

—¿Crees en el cielo? —le preguntas, reflexiva—. ¿En la vida después de la muerte? —especificas.

—¿Es en serio? ¿Es eso en lo que piensas cuando te hago sexo oral? —Parece disgustado, pero tú te diviertes al ver cómo frunce los labios y sus ojos se oscurecen, haciendo desaparecer las motas de miel. La arruguita de su frente es adorable.

—Los amaneceres me devuelven la fe. —le explicas—. ¿Crees que el paraíso de los buenos sea así de hermoso?

—No lo sé —te confiesa—. Antes solía creer en todo eso, pero después de lo que pasó, después de todo lo que pasamos ya no estoy seguro de nada. No pienso en eso.

—¿No te preocupa? —insistes de nuevo—. ¿No te preguntas a dónde irás después? Yo a veces pienso en eso. Me pregunto si mis pecados son lo suficientemente graves para condenarme.

—¿Al infierno? —Te mira con escepticismo burlón—. Si existe un infierno, no irás allá, tonta. Eres un ángel. —Avanza hasta tu boca y deposita un casto beso en tus labios.

—Pero todo el tiempo que estuve en coma, nunca vi... nada parecido a una luz, o a un túnel... —dudas—. No recuerdo más que oscuridad.

—Quizás no era tu tiempo de caminar hacia la luz. —te sugiere, haciendo un esfuerzo para no reírse—. Debías regresar conmigo —comienza a darte besitos por el cuello, y te retuerces bajo su peso—, o quizás no exista ninguna luz, quizás este mundo sea todo...

—¿De veras lo crees? —Para ese entonces ya has comenzado a perder el interés en la conversación y te dejas llevar por sus caricias.

—Todo lo que sé es que no necesito un cielo, no sueño con un lugar mejor. —Te besa tan apasionadamente que tus pulmones protestan por la falta de aire—. Todo lo que quiero está justo aquí. Este es mi paraíso. —Introduce los dedos en tu interior sin dificultad por lo húmeda que continúas, succiona tus pechos y arqueas el cuerpo, ansiosa por más.

Sus palabras son maravillosas, pero ya no escuchas nada. Tal vez nunca sepas lo qué hay después de la muerte, pero nunca la vida se sintió tan deliciosa, nunca el amor se hizo tan bien.

Él se coloca justo en tu entrada y se detiene allí unos segundos, torturándote. Arañas su espalda atrayéndolo hacia ti. Lo necesitas dentro, tu exigencia se transforma en un rugido animal, en casi un grito... pero una vocecita mucho más suave y aguda te obliga extinguir a toda prisa el fuego que te consume.

—¡Mami! ¡Mami!

El pánico de él es aún mayor que el tuyo. Sale disparado de la cama como si un resorte lo hubiera expulsado. Cae al piso enredado con las sábanas y tú rescatas la bata del suelo en el momento exacto en el que la niña atraviesa la puerta con sus piecesitos de pingüino moviéndose a una velocidad desconcertante.

—¡Mira mami! ¡Mi dentecito! —pronuncia con dificultad, tirando de su labio para enseñarte el molar que se asoma en medio de la encía sonrosada.

—¡Oh, mi niña está creciendo! —Le tiendes los brazos para alzarla, pero ella cambia enseguida su foco de atención.

—¡Papito! ¿Qué haces en el suelo? —Él y tú os miráis con complicidad antes de estallar en carcajadas.

—A papito le gusta acampar —Le explicas a tu hija.

—¡Yo quiero campar! —grita ella, antes de arrojarse sobre el bulto de sábanas y mantas que es su padre.

Él la toma en brazos y le revuelve los rizos rubios. Tú los observas embobecida, adorando como los dos pares de ojos exactamente iguales brillan con idéntica ternura.
Entonces el mayor entra en el cuarto y al veros semidesnudos, se sonroja, avergonzado por haber permitido que la bebé os interrumpiera. Él ya tiene 15 años y comprende lo que estabais haciendo... lo que intentabais hacer.

—Disculpa mamá. —Han pasado los años y aún te conmueves al oírlo llamarte de esa forma—. Ha ido a enseñarme el diente nuevo, y antes de que me diera cuenta había desaparecido. —Señala a su hermana que se divierte sin darse por aludida—. No sé cuándo ha aprendido a subir las escaleras.

—¡Es que eres la niña más lista del mundo! —Exclama su padre, llenando de besos la barriguita de la niña, mientras ella se ríe por las cosquillas que le causa la barba.

—Tranquilo, mi amor. —Tiras de la mano de tu hijo, atrayéndolo hacia la cama—. Ya sabes que tu hermana es muy precoz. No quiso dar ni un paso hasta los 14 meses, y mírala ahora, solo le falta volar. —Ella se ríe, con brazos y piernas abiertas cual avión, mientras su padre la eleva sobre su cabeza.

El niño no puede contener una risa ante la contagiosa felicidad de su hermanita. Sus dientes son extraordinariamente blancos y parejos, tanto que no parecen reales. La blancura perfecta y los peculiares ojos verde bosque son el recordatorio de esas partes del chico que no te pertenecen. Pero aprendiste a amar incluso esas partes. Los genes ajenos mezclados con esos otros que le dieron el cabello castaño, la mente vivaz y la infinita sensibilidad, solo hicieron una parte del trabajo. El resto lo has conseguido tú. Has ayudado a criar a un jovencito extraordinario del que no puedes estar más orgullosa.

—¿Iréis al partido de esta tarde? —pregunta él, jugando con tu cabello que ha vuelto a ser rubio.

—Claro que sí, cariño. Allí estaremos. —Le aseguras. Él te abraza.

No es un abrazo fuerte ni demasiado emotivo. Es solo un apretón breve, natural, cotidiano. Pero es lo ordinario de ese abrazo lo que hace bailar tu corazón. Porque tu día a día está lleno de pequeños gestos como ese, de imperceptibles momentos de amor, de un amor que es sincero, incondicional e infinito en una medida que no alcanza a describir las palabras.

Ese segundo en que tu hijo te abraza, en que el hombre que amas juega con tu más pequeño ángel y la casa se llena de voces y de risas, es el momento en que te das cuenta que no necesitas visitar el cielo para sentirte total y absolutamente feliz.






—No lo sé —le digo a Valeria cuando termina de leer el prólogo de la secuela—, no me acaba de convencer la segunda persona, y ¿por qué utilizas el tiempo presente? Me gustaba más cuando escribías en pasado.

A pesar del tiempo transcurrido, El Peregrino sigue siendo nuestro lugar seguro, el lugar de las confidencias, de los reencuentros, el sitio donde compartir las cosas importantes.

Uno de los restaurantes que administro queda apenas un par de calles más abajo, pero para pasar el rato prefiero aquel pequeño café de estilo italiano, donde no tengo que preocuparme por nada más que disfrutar del mejor frappuccino de Barcelona y de mis dos mejores amigos.

—Estoy usando los tips del curso de redacción y edición literaria —Me explica Val—. Debo practicar en distintos tiempos verbales, diferentes modos narrativos y distintas personas, hasta familiarizarme con cada forma y poder elegir mi favorita cuando mi escritura haya madurado.

—Has escrito dos bestseller. ¿Cuánto más madura necesita ser? —Interviene Rober, mientras juguetea con su cámara—. Yo las únicas pegas que le veo es que está algo cursi. ¿Dónde quedó el sexo, la violencia y el lenguaje de adultos? —Suelto una sonora carcajada y Valeria frunce el ceño ante nuestras críticas.

—Todo eso vendrá después, graciosillo. —Le saca la lengua como cuando éramos chicos—. Es solo el principio, pero esta vez quise apelar más al romance y a los sentimientos en lugar de al hard core. ¿No os gusta? —Compone una expresión afligida.

—Es precioso Val, no le hagas caso a Rober, ¿no ves que se burla de ti?

—Bueno, si te gusta a ti estoy más tranquila, a fin de cuentas me he inspirado en tu vida. —Me sonríe y yo le doy un breve abrazo—. Solo tengo problemas para encontrar un título. —Pienso durante unos minutos y repaso la historia de mi vida que mi amiga ha resumido con tanta habilidad en su libro maquillada con un poco de ficción.

La temporada que pasé en Grecia fue la más crucial de toda mi vida. Aún me aturdo al recordar cómo en apenas tres meses todo cambió de manera tan drástica.

Despertar del coma después de un año, cuando todos ya me daban por perdida fue todo un milagro,  pero creo que el milagro mayor fue que decidiera quedarme con Alessandro, tras todo lo sucedido.

Cuando lo descubrí todo: su relación con la made adoptiva, la verdad sobre la muerte de ella, la paternidad de Luca, el trasfondo macabro de aquel orfanato, cuando descubrí los secretos más horribles de su pasado, ya yo había decidido dejarlo. No solamente por su infidelidad o por el Sadomasoquismo o por la ITS, había decidido dejarlo porque estaba convencida de que no lo amaba.

Había ido a Corfú buscando sanar de una herida. Había escogido ese destino con la sangre fría de quien elige un balneario de relajación en lugar de las horas con el psiquiatra que realmente necesita. Todo el sexo, la adrenalina, incluso los sentimientos que me abrumaron en torrente a una velocidad tan vertiginosa que solo podía ser falsa, no fueron más que una terapia.

No fui consciente de ello mientras sucedía, solamente me dejé llevar e hice aquello que quise hacer, obedeciendo, en cada oportunidad, al instinto en lugar de a la razón. No fui consciente de lo fútil de aquel otoño hasta que terminó y no sentí verdadero dolor al perder ninguna de esas cosas.

Cuando sentí que era tiempo de regresar a casa, no me pesó dejar atrás a Alessandro, y eso solo podía significar que mi amor por él había sido una quimera.

Me hubiera marchado, hubiera olvidado toda esa aventura, con los extásicos momentos y las revelaciones terribles.

Pero el destino tenía otros planes para mí.

Y mi entrometimiento estuvo a punto de costarme la vida.

Perder ese año fue la mayor lección de todas.

Cuando desperté, no era la misma y pude ver las cosas a través de otro cristal. Pude entenderlo todo.

Para mí había sido una terapia, una aventura, una locura para atesorar. Pero él realmente se había enamorado de mí. Yo realmente lo había ayudado, lo había cambiando.

Y no podemos ser imprudentes con la influencia que ejercemos sobre los demás.

El hombre que encontré cuando desperté no se parecía en nada al magnate prepotente, al indiferente, al promiscuo o al sádico. Incluso el niño roto que vivía en él estaba sanando gracias a Luca.

Pude conocer a un Alessandro generoso, tierno, con una fortaleza que no era ajena a la sensibilidad. Verlo como padre fue para mí un regalo inmensurable. Me develó una faceta completamente nueva de su personalidad. La forma en que me cuidó, el modo en que me apoyó en cada etapa de la rehabilitación, permitiéndome recuperar la fuerza física y emocional, sin violentar ningún acercamiento romántico ni sexual.

Fue entonces que vino el amor.

El amor de verdad, el sentimiento maduro y firme que no surge de un arrebato pasional ni del deslumbramiento por un físico atrayente, sino que crece y se construye en el conocimiento íntimo del otro, en la superación de las crisis porque hay motivos más fuertes para permanecer unidos que las diferencias que nos separan. El amor que nace de la admiración, del respeto y del reconocimiento del otro como individuo, como alguien tan valioso que a pesar de no necesitarlo para sentirte completa, quieres tenerlo en tu vida de todas formas porque tenerlo te hace bien, te hace mejor.

Sus consejos me ayudaron a administrar mis finanzas. Yo no sabía qué hacer con las propiedades que me dejara mi madre, y gracias a Aless pude tomar las mejores decisiones para administrar mi patrimonio. Decidí conservar la casa de Barcelona. Se trataba de una casa rural a las afueras, que tras algunas reformas, se convirtió en una acogedora cabaña para vacacionar o alejarse del bullicio de la ciudad. Vendí las dos propiedades en Madrid, y con el dinero abrí mi propio restaurante. En un comienzo, pensé en tener un restaurante donde yo misma pudiera ser la chef, pero había perdido mi plaza el Instituto Culinario de New York, y no me sentía suficientemente segura como cocinera para dar un servicio de alta cocina, tal y como era mi deseo. Lo que hice, en cambio, fue contratar a dos de los chefs más reconocidos de Europa, dos de los que conociera en la exhibición que Claus organizó en el Peirasmós. La fama que los precedía hizo que mi local se convirtiera al instante en uno de los más concurridos de la ciudad, y en apenas unos meses ya había obtenido suficientes ingresos para abrir dos restaurantes más. Le agarré el gusto a la administración, aunque no había descartado la cocina y tomaba cursos de vez en cuando, experimentando con las cocinas de distintas nacionalidades.

Era feliz.

Y me di cuenta de que él completaba mi felicidad.

Me resistí durante un tiempo, pero en una de esas cenas "de amigos" que a menudo teníamos, en las que yo estaba tan contenta que no podía parar de hablar y él me miraba embobado como si yo fuera la cosa más bonita del mundo, me di cuenta que estaba siendo una tonta por mantenerlo lejos.

Él era un hombre increíble, que había rebasado las pruebas más terribles de la vida, que había superado un pasado de abusos, una adolescencia traumática y un desorden sexual con el que había arrastrado durante muchos años. Era un padre excelente. Su relación con Luca era una de esas adorables simbiosis que causa asombro y emoción a partes iguales. El niño era una versión en miniatura de su Yo más dulce, y yo tenía una debilidad por el pequeño que no podía explicar.

Así que me rendí.

Cuando lo besé...

Sí, fui yo quien lo besé.

Él no se lo esperaba. Fue en uno de esos momentos en que estaba absorto haciéndome anécdotas de Luca y de cómo aprendían el uno del otro.

El beso fue corto, torpe, algo avergonzado. Pero, al separarnos, sus ojos eran dos faros de luz. Emanaba una dicha tan contagiosa que no pude evitar besarlo de nuevo... y de nuevo, y de nuevo...

Cuando hicimos el amor, me maldije a mí misma por haberme privado, deliberadamente, de aquella maravilla durante tanto tiempo.

El sexo esa vez no se sintió sucio, ni perverso, ni vulgar, aunque fue todas esas cosas. Pero mientras me liberaba de una forma que ni siquiera en Corfu había logrado hacer, mientras dejaba atrás mis prejuicios y mis ataduras mentales, sentí que renacía, que volvía a empezar nuestra historia.

La historia de amor más bonita del mundo.

A los dos meses quedé embarazada.

Ya tenía un negocio próspero, un hombre que me amaba, incluso tenía a Luca al que quería muchísimo, pero cuando Mili llegó a mi vida sentí que todo lo anterior se condensaba en ese diminuto ser y, multiplicado por mil, me inundaba con un amor indescriptible.

Le pusimos Milagros porque Alessandro creía que la niña había llegado para concretar el milagro de nuestra felicidad.

Y así era.

La vida no podía ser más perfecta.



Kairosclerosis —dice de pronto Rober, sacándome de mis pensamientos—. Para el título —aclara—, podrías usar esa palabra.

—¿Qué significa? —pregunta Val, confundida.

—La etimología es griega —explico yo—. Kairos significa "el momento oportuno" y sclerosis viene siendo "consolidación".

—Vaya vaya, ya veo que no solo te casaste con el griego por su cuerpo. —Se burla Rober, admirado porque ya no es el único políglota del grupo.

—Yo sigo sin entender. ¿Por qué esa palabra?

—A veces sentimos cosas que no podemos explicar, pero son tan fuertes y marcadas que desearías que existiera una palabra para describirlas —nos cuenta él—. John Koenig es el diseñador gráfico más cursi que conocí, pero un tipo con gran imaginación. Creó un libro: "Dictionary of Obscure Sorrows" dónde inventa nombres para esas emociones indescriptibles. Kairosclerosis es el momento en qué te das cuenta que eres feliz, tan ferozmente feliz que adquieres consciencia de esa felicidad y comienzas a pensar en algo que quizás pueda destruirla.

Veo que a Valeria le agrada la idea. Creo que aún no había encontrado un conflicto para su historia y una vida feliz amenazada por los propios temores infundados de los protagonistas podía ser perfectamente el comienzo del caos.

La bocina de un coche interrumpe nuestra charla y cuando la puerta del Audi se abre, dejo de prestar atención a mis amigos.

—¡Mili, no corras! —Luca la toma de la mano, para evitar que se desboque en su carrera por encontrarme.

Alessandro pone el seguro al auto y mira desde lejos como me emociono al ver a nuestros hijos. Ahora lleva el cabello corto y algunas canas han comenzado a salpicar sus mechas naturales. Casi siempre viste de traje, aunque sigue odiando las corbatas. Su cuerpo sigue siendo soberbio y cuando camina hacia mí, veo como varias chicas desvergonzadas lo miran sin ningún reparo.

Eso ya no me importa.

No siento celos.

Ahora sé que es completamente mío.

Nuestro.

Beso a mi hijo, antes de alzar a Mili que se aferra a mi cuello. Luca es más educado y saluda a mis amigos, incluso se pone a charlar con Rober de fotografía. Tiene gustos tan variados que nunca deja de sorprenderme y maravillarme. Aless finalmente nos alcanza y me saluda con un pico. Yo me ciño a su chaqueta y prolongo el beso un poco más, no demasiado para resultar inapropiado, pero si lo suficiente para poder saborearlo y hacerle saber que lo deseo. Siempre lo deseo.

—¿Qué opinas Andy? —me pregunta Val, acerca del título que ha propuesto Rober—. ¿Te gusta?

—Me gusta —le digo—. Lo que ha explicado Roberto... lo entiendo. Me siento así casi cada día. Esa consciencia de lo afortunada que soy es... increíble. Me alegro que hayan inventado una palabra para describirla. Excepto por una parte: yo no siento miedo. Solo vivo cada día, saboreandolo, no pienso en el final. —Reflexiono durante unos segundos—. ¿Estás segura de querer escribir una secuela?

—¿Qué quieres decir? —Valeria comienza a dudarlo.

—Quizás sea mejor comenzar una nueva historia. —Le sugiero—. Cuando las cosas terminan tan bien, es mejor dejarlas así. Déjalos ser insanamente felices.

—Andy, lo que pase con los personajes no afectará tu vida. —Me recuerda ella.

—Ya sé. —Suspiro y Aless pasa un brazo sobre mi hombro—. Quizás soy supersticiosa, pero ya no quiero inspirar más tragedias ni dramas. —Juego con los rizos de Mili y miro orgullosa lo guapo que se está poniendo Luca. Será aún más apuesto que su padre—. Me gusta la aburrida y monótona calma. Déjala así, ¿vale?

—Vale —concede Val—. Entonces, este es el final. —Suspira abrumada por la incertidumbre de la carrera que ha escogido.

—Tranquila. —Rober toma su mano, al tiempo que me guiña un ojo—. Yo te daré material para tu próxima historia.

🍁🍂🍁🍂🍁🍂🍁🍂🍁🍂🍁🍂🍁🍂

¡Hola hola!

Como os prometí, aquí está el capítulo extra y final de Fall.
Espero que os haya gustado y que hayáis podido aclarar algunas dudas sobre lo qué pasó con la pareja.

Ya veis que todo terminó bien 😊❤️🤗

Esta noche comienzo a escribir el próximo libro de la saga 😉🥳
Aunque en la cronología ahora corresponde el invierno, voy a saltármelo para darle paso a la primavera y poder contar la historia de Roberto.

Como adelanto os cuento que esta historia será en Paris oh la la la 🥰

Será un libro cortito de apenas 15 o 20 capítulos por lo que tendré que planificar bien los acontecimientos y además representa un reto para mí porque será la primera vez que narre desde la perspectiva masculina.
Así que tenedme paciencia y perdonar los errorcillos en la narración que seguramente habrán.
Planeo publicar un capítulo por semana, comenzando la semana próxima, así que espero veros por allí.

Un beso enorme y un millón de gracias por leer mis historias
❤️❤️❤️❤️

Emma

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro