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Capítulo 32


21 de octubre.

Cuando desperté estaba en casa, dolorida y extenuada como si un bulldozer hubiera triturado mis huesitos. El sol se filtraba por la ventana, alertándome de que el día había comenzado sin mí, y la cama, demasiado grande, hizo que me invadiera una desamparada soledad. Apreté contra mi pecho la almohada porque necesitaba sujetarme de algo. Sentía en mi estómago algo similar a cuando caemos en sueños, un vértigo injustificado que me paralizaba y aturdía, dificultándome respirar. Pero quizás mi miedo mayor fuera despertar, abrir los ojos hacia dentro y reconocer la verdad.

Él no estaba allí.

Una vez más me había dejado sola para enfrentar mis confusos sentimientos, para recuperarme.

¿Podría recuperarme alguna vez?

No se trataba del dolor. El dolor era insignificante comparado con lo sucia, usada, pequeñita, con lo basura que me sentí al ver como él disfrutaba humillarme, como alcanzaba el punto más álgido de placer a través del daño que me hacía.

¿Cómo podía estar con alguien así?

¿Cómo podía amar a alguien tan profundamente dañado?

Sin embargo, todo mi ser lo anhelaba.

Me había dejado sola para darme el espacio que, él había supuesto, yo iba a necesitar después de nuestra sesión, pero yo solo lo necesitaba a él. Quería perderme en sus brazos y aferrarme a su calor para olvidar todo lo que estaba mal en lo nuestro, todo lo que estaba mal en su mente.

Un rayo de luz hirió mi pupila, pero en lugar de obedecer al acto reflejo que me exigía apartarme, decidí ignorarlo. Le sostuve la mirada al sol, dejando que las lágrimas comenzaran a brotar y el dolor que se esparcía por mis nervios oculares me devolviera la consciencia de mi propia realidad.

Me merecía un castigo por las cosas que había aceptado hacer desde que llegara a Corfú, por todas las veces que había renunciado a mí misma en nombre de un amor tan enfermizo como aquel.

El sonido de mi teléfono celular me sacó de mi auto flagelación y, como siempre, la amistad vino a rescatarme del abismo.

Kalimera —Me saludó Val con una sonrisa radiante.

Llevábamos muchos días sin hablar y verla, aunque fuera a través de una pantalla, me hizo muchísimo bien. Las lágrimas que había provocado el rayo de sol empapaban mis mejillas y yo aproveché para darle rienda suelta a mi sufrimiento contenido.

El rostro de Valeria cambió radicalmente al verme descompuesta.

—Andy, ¿qué sucede, cariño?

—Nada —gimoteé, sorbiendo por la nariz—. Es solo que me alegro mucho de verte.

—No me asustes. Dime ahora mismo que ha pasado.

Y allí, sin poder contenerme, se lo conté todo.

El rostro de mi mejor amiga fue cambiando a lo largo de la narración desde la sorpresa hasta el espanto, pasando por la lástima. Yo obvié los detalles más escabrosos de tríos y orgías, pero le conté el estilo de vida que llevaba Alessandro y como, sin darme cuenta, me había arrastrado con él.

Después que hube terminado, ella permaneció otro largo rato en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas.

—¿Amas a ese hombre? —preguntó, en lugar de darme el regaño escandalizado que esperaba.

—Sí. —Dudé en mi respuesta, pero no porque no estuviera segura de mis sentimientos, sino porque, como si de un examen se tratara, quería responder lo correcto, lo que fuera mejor para mí.

—¿Crees que él te ama a ti?

Esa vez tuve que reflexionar largamente. Sabía que Aless tenía sentimientos por mí, era evidente por la forma en que volvía a mí una y otra vez. Estábamos viviendo juntos, eso tenía que significar algo. ¿No?
Era considerado y me miraba a veces con una ternura especial que me hacía quererlo mucho más.

Pronuncié todas esas razones en mi mente antes de decirlas en voz alta y, al enumerarlas, así de corrido, fui consciente de lo ridículas e insuficientes que eran.

Era considerado. ¿En serio?

¿Estaba usando como una razón de su amor por mí el que no me tratara del todo mal?

Me sentí tan patética, y lo peor era que el resto tampoco era cierto. Estábamos viviendo juntos porque yo me había quedado sin casa y prácticamente me había instalado allí sin pedir permiso. Él no volvía a mí. Era yo la que no lo dejaba en paz. Había sido así desde el comienzo. Él simplemente se había rendido ante mi insistencia, y la forma en que me miraba quizás también fuera un reflejo de mis ojos en los suyos. Estaba viendo lo que quería ver, para convencerme de quedarme a su lado. Pero la verdad era que no tenía idea de lo que Alessandro sentía por mí.

—No lo sé —respondí al fin—. A veces parece que sí, a veces siento que vamos por buen camino, que estamos construyendo algo bonito, pero luego descubro cosas tan horribles o hace algo que me deja confundida y sin saber si está bien que lo quiera a pesar de todo, de todo... lo que es. —terminé, tartamudeando.

Decir aquello sonaba mal. Lo estaba juzgando solo porque era diferente y sabía que eso era un error, pero no podía dejar de pensar así, mis prejuicios eran más fuertes que yo.

—Cuando has hecho las cosas que él te ha pedido, ¿cómo te has sentido? —Volvió a preguntar mi amiga—. ¿Te has sentido incómoda, obligada o abusada de alguna manera? —Me di cuenta de que Valeria, como la buena estudiante que era, estaba reuniendo datos para poder sacar una conclusión.

—No. No es como piensas. —Esa vez no dudé—. Él no me obliga a nada, Val. Siempre he sido yo la que he decidido probar, dejarme llevar y, excepto esta última, todas las veces anteriores ha estado muy bien, me ha gustado, que digo gustar, me ha encantado a niveles con los que no podía ni soñar. —Valeria parecía confundida.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—Que para mí estar con él es suficiente, es increíble, maravilloso, no necesito nada más. Pero para él no es así. Él se contiene por mí, puedo verlo. Alessandro necesita más, necesita otras cosas, y tengo miedo que si yo no se las doy... —Dejé la frase en el aire, acongojada.

—Las consiga en otra parte —completó Val, entendiendo mi angustia.

—Tengo miedo de que ya las esté consiguiendo —declaré.

—Oh, cariño, pero, ¿no te das cuenta lo dañino que es eso? Te has vuelto dependiente a él de una forma tóxica, enfermiza. Has cambiado por él, has hecho cosas que antes no hubieras ni imaginado, lo estás poniendo a él por encima de ti misma. Se como te sientes porque yo también me sentí así una vez. —Bajó la cabeza, dominada por el recuerdo de Ulises—. Pero eso no es sano, no está bien y a la larga te consumirá. —Estaba repitiendo las palabras de Gia—. No dejes que lo que pasó ayer se quede así. Habla con él, cuéntale como te sentiste. Si te ama, lo comprenderá, tratará de evitarte cualquier sufrimiento, y entre los dos podrán encontrar un punto medio. Pero si no lo entiende, si decide saciar sus necesidades en otro lado y traicionarte, debes alejarte de él de inmediato. —Me ordenó—. Prométeme que lo harás. Prométeme que no te convertirás en algo que no quieres solo para que no te deje. No voy a perder a mi amiga por causa de un loco. —Yo no pude contener una sonrisa.

—Lo prometo. Hablaré con él esta noche. Gracias.

—No seas tonta. Para eso estamos.

—Pues ahora háblame de ti, de seguro tenías algo emocionante que contarme y yo te lo he arruinado con mi drama.

—Los dramas son lo primero —sentenció—. Las noticias emocionantes pueden esperar.

—¡Habla ya!

—¡El libro sale el 25 de noviembre! —Anunció, feliz—. La preventa será solo en Norteamérica, pero el lanzamiento en España está previsto para el 1 de diciembre. Roberto me ha ofrecido la galería para el evento y coincidirá con la reapertura. Irás, ¿verdad? Tienes que ir.

—Claro que iré, tonta. La graduación del curso es por esos días, pero me aseguraré de que no coincidan. Allí estaré. Lo prometo.

—Estoy tan contenta que ni siquiera he podido concentrarme en trabajar. No he podido tomar una decisión sobre la portada. Le he pedido ayuda a Ángel, pero no me gustan mucho sus ideas de diseño. —Puso las manos alrededor de su boca, susurrando, como si me contara un secreto.

—¿Cómo van las cosas con él?

—Baff, todo superado. —Hizo un gesto con la mano, restándole importancia—. Ya no es incómodo entre nosotros y él hasta sale con una chica.

—Pues me alegro.

—¿Me vas a ayudar con la portada o no?

Pasé un buen rato con Valeria, dándole ideas sobre tipografías y colores para la portada de su libro. Ella quedó bastante conforme con el resultado final y antes de que me diera cuenta, ya eran la 1 de la tarde.
Me despedí y corrí a ducharme para ir a clases.

En el camino, le mandé un mensaje a Aless diciéndole que lo esperaría para cenar. Le haría caso a Valeria y hablaría con él largo y tendido sobre mis dudas e incomodidades.





Al llegar al Peirasmós Teresa me esperaba con una inusitada alegría.

—¡Nos vamos de marcha! —gritó, eufórica.

—¿De qué hablas, loca?

—¡Adivina quiénes son las nuevas estudiantes del CIA! —Comenzó a hacer un bailecito muy gracioso y su alegría se me contagió al entender el significado de sus palabras.

—¡¿No?! ¿De verdad? ¿Y cómo lo has sabido tan pronto? A mí no me han llamado.

—Claus y sus influencias —dijo, alardeando medio en broma—. Casualmente, él viaja a New York esta tarde para hacer unas gestiones del restaurante y llevará toda la documentación necesaria para nuestra matrícula.

—¡Oh, genial! —La abracé, entusiasmada—. ¡Es la mejor noticia que me has podido dar hoy! Entonces, ¿no hay clases?

—Sí —respondió ella con fastidio—, la dará el sous chef. ¡Pero luego nos vamos de marcha! —Volvió a bailar—. ¡Noche de chicas! Amelie nos pasará a recoger a la salida.

—No lo sé, he quedado para cenar con Alessandro —dudé.

—¡Vamos mujer! ¡No seas aguafiestas! Tenemos que celebrar. Tómate al menos unas copas con nosotras y luego te vas con tu hombre. —Me guiñó el ojo.

—Vale —concedí—. Pero solo un rato.



***

Cuando llegamos al club había acabado de abrir y estaba casi vacío, pero eso no nos detuvo.
Tras unas pocas palabras, una camarera nos condujo al área VIP, y regresó al poco rato con un par de botellas que tenían toda la pinta de ser carísimas.

El lado sensato de mi consciencia pensó en optar por pedir una bebida analcohólica para evitar las malas decisiones que normalmente acompañaban mis borracheras, pero el diablito que susurraba en mi único oído bueno ganó la pelea una vez más.

Comenzamos a beber ginebra con tónica y a medida que las copas se vaciaban, el bar se llenaba y nuestro ánimo iba subiendo como la espuma.

—Juguemos a algo —propuso Tere.

Jouer! J'adore cette idée! —dijo Amelie, dando palmaditas de emoción y conformidad.

¿No estamos un poco grandecitas para esas chorradas de juegos de niños? —fue lo que pensé, pero en su lugar lo que salió de mis labios fue—: ¡Juguemos a "Yo nunca"!

—Genial —convino Teresa—. Así tenemos una excusa para beber más rápido.

Je ne comprends pas —exclamó la francesa.

C'est très simple —le explicó Tere—: Je dis quelque chose que je n'ai pas fait et si l'une de vous l'a fait, il faut qu'elle boive.

Ah oui, je connais ce jeu. Nous l'appelons "Je ne l'ai jamais fait"

—Perfecto, ¿quien comienza?

—Comienza tú que fuiste la de la idea. —Me incitó Tere.

—Muy bien. —Pensé un momento—. Yo nunca... he estado en Francia.

Je t'invite à y aller quand tu veux. —dijo la guapa Amelie con una sonrisa, antes de tomarse de un trago su bebida. Teresa bebió también.

—Vale, vale, ha estado bien para hacernos beber, pero vamos con una menos sosa —exclamó Tere con las mejillas coloradas que probaban que ya comenzaba a hacerle efecto la bebida—. Yo nunca he besado a una chica.

Yo me sonrojé al beber de mi copa, pero Amelie abrió los ojos muy sorprendida.

Jamais? —Hablar español se le dificultaba un poco, pero lo entendía bastante bien.

—¡Oh no! —exclamó Teresa, exagerando su alarma al vernos beber a ambas—. ¡Soy la más mojigata de este grupo! ¡Qué vergüenza!

Je peux corriger ça —dijo Amelie y, sin más, le plantó un beso en los labios a una Teresa anonadada, pero demasiado borracha para protestar—. Maintenant, tu peux aussi boire —dijo, guiñándole un ojo.

Tere apuró el contenido de su vaso y continuamos el juego.

Je ne suis jamais tombé amoureux —dijo Amelie, tras pensarlo mucho.

—Oh, cariño, por lo menos nunca te han roto el corazón —dijo Tere, antes de beber.

—Los corazones rotos valen la pena por el amor. —Elevé mi copa en un brindis, antes de tomármela de un trago—. Pero aún estás a tiempo. Tu es jeune et très belle, tu as toute ta vie pour l'amour —le dije con mi pésima pronunciación.

Parfois, la vie peut ne pas suffire. —La chica se puso triste de repente, pero como yo no había entendido del todo su frase y no quería que el ánimo decayera, continué.

—Yo nunca he bailado sobre una barra.

Las tres reímos a carcajadas porque casualmente ninguna había hecho eso y Tere, siguiendo el ejemplo de la francesa de corregir nuestras experiencias no cumplidas, nos tomó de la mano y nos llevó al bar.

Al principio, creí que los trabajadores nos detendrían. El local no estaba demasiado lleno, pero había suficiente gente como para que diéramos un espectáculo bochornoso. Pero lejos de lo que pensaba, los camareros incluso nos ayudaron a subir, el Dj puso su música más animada, y así fue como una española, una mexicana y una francesa bailamos por primera vez sobre una barra griega, con nuestros más sensuales movimientos.

Nos olvidamos del juego y bailamos largo rato, acompañadas por algunas chicas que se habían subido también y coreadas por hombres y mujeres que recién comenzaban a divertirse en aquel lugar, gracias a nosotras.

Tras un reguetón demasiado movido, Amelie se sintió indispuesta y se bajó de la barra, corriendo al baño. La seguimos con premura y le sujetamos el cabello, mientras vomitaba toda la ginebra que había ingerido.

Yo me había olvidado de la hora y de chequear mi teléfono. Al hacerlo, vi que pasaba la medianoche y que tenía un montón de llamadas perdidas de Aless.

Las paredes me daban vueltas, tenía los labios adormecidos y la piel me ardía. Entonces recordé que no había comido nada en todo el día y quizás esa fuera la única razón por la que no había acabado como mi amiga.

Decidimos marcharnos y antes de subir al taxi, me compré un bocadillo y un yogurt para recomponerme.


Llegué a casa deshecha. Había olvidado por completo mi determinación de hablar con Alessandro sobre nuestros problemas y solo me apetecía meterme en la cama.

Claro que lo que menos podía imaginar era que encontraría a Hulk en su estado más verde de transformación.

—¿Dónde demonios estabas metida? —me gritó, haciéndome retroceder unos pasos por la impresión y para intentar enfocar bien su imagen que se tambaleaba frente a mí.

—Fui a tomar unas copas con las chicas. Estábamos de celebración porque nos admitieron en el CIA. —dije con una voz muy débil e inconsistente—. Lo, lo siento, se me pasó la hora.

—¿Te has tomado unas copas o todo el bar? —Me olfateó, haciendo una mueca—. ¿No se te pasó por la mente mandarme un mensaje, llamarme, cualquier cosa?! Llevo horas esperándote como un loco, creí que te había ocurrido algo.

Su desesperación por mi seguridad me pareció de lo más sexy. De pronto, con una agilidad que no creía poseer, salté y me subí a horcajadas a su cintura, abrazándome a él como un koala.

—¡Estás tan guapo cuando te preocupas por mí! —Comencé a darle muchos besos por toda la cara. Él intentó liberarse, dejándome en la cama, pero lo arrastré conmigo.

—Estás borracha, Andrea. Ahora descansa, mañana hablaremos sobre tu comportamiento.

—Uuuuuhh —me burlé— ¡Qué miedo! ¿Qué me harás, mi señor? ¿Me darás una azotaina por ser una mala chica? —Aquello no lo estaba divirtiendo en lo absoluto, pero yo no veía más allá de mi nariz—. Tal vez me merezca unos azotes. —Me arrodillé sobre la cama y comencé a pegarme en las caderas, en los brazos y hasta en la cara, mientras gritaba—: ¡Azótame, azótame!

—¡Basta! —Alessandro me tomó las manos, inmovilizándome y me lanzó su más terrible mirada, pero en aquel momento nada me amedrentaba.

—No lo hago bien, ¿verdad? Lo siento. —Hice un mohín—. No soy una buena sumisa, lo sé, es por eso que no puedes quererme. —Entonces me cubrí la cara con las manos y comencé a sollozar. No era parte de mi actuación, eran sollozos verdaderos. Él me miraba sin saber que hacer ante mi vergonzosa ebriedad.

—Acuéstate ya, Andrea, no sabes lo que dices.

—Sí, sí lo sé. No me quieres —Hice un puchero—. ¿Por qué no me quieres, Aless? —Me senté a horcajadas en su regazo y le tomé la cara con las manos, apretándola—. Si yo hago cualquier cosa por ti. ¡Cualquier cosa! —grité—. He dejado que me pegues, que me ates, he dejado que me destroces el culo. —Me llevé la mano al área mencionada con pesadumbre—. Aún me cuesta sentarme, ¿sabes? —Él pareció sorprendido por mis palabras—. Pero no es suficiente, nada es suficiente para ti. ¿Qué debo hacer?! —Volví a gritar—. ¡Dime! ¿Debo morir por ti? ¿Quieres matarme? —Mi frase lo molestó y me echó a un lado con brusquedad, pero yo volví al ataque—. ¡Si yo te quiero tanto! Yo puedo hacerte feliz —comencé a besarlo de nuevo con pasión—. Puedo curarte. Deja que te arregle, mi amor.

Seguí besándolo, mientras él intentaba desembarazarse de mí, molesto, fastidiado y espantado por toda mi escena. Yo no me daba cuenta de nada. En ese momento solo pensaba en hacerle el amor, en dar una actuación tan extraordinaria que él no podría resistirse por más tiempo a amarme.

Juro que, en ese instante, yo realmente creía que todo lo que hacía y decía era sensual, provocativo, ni por un minuto me detuve a pensar en el aspecto lamentable que debía tener y en la sarta de barbaridades que salían por mi boca.

Alessandro luchaba contra mí, sin corresponder a mis besos y en apariencia abrumado por mis palabras.

A pesar de todo, no se estaba resistiendo demasiado, y mis ebrias intenciones quizás hubiesen podido consumarse, de no ser porque, en medio del más apasionado beso que le daba, me detuve, me eché hacia atrás contraída por un repentino malestar y le vomité encima los pocos alimentos que había ingerido.

Luego, caí inconsciente a un lado bañada en mis propios desechos.




***

¡Alejad a vuestros hijos del alcohol!
Jajaja
🤪😅

¡Vaya espectáculo ha dado Andy esta noche!

A estas alturas, ya debería haber aprendido el daño que le hace la bebida 😵

¿Y que hay de todo lo que le dijo a Alessandro?

Dicen que los borrachos siempre dicen la verdad

¿Cómo creen que se lo tome?

Lo sabremos muy pronto
😘😘😘

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