Capítulo 28
10 de octubre.
Mi lengua tocó el chocolate y la descarga eléctrica se esparció por todo mi cuerpo. Tuve que contenerme para no morder el duro trozo dulce que era el abdomen de Aless cubierto de Nutella.
Derramé un poco más alrededor de su ombligo, apenas insinuando la ruta deliciosa hacia mi lugar favorito.
Él se retorcía, ansioso por tocarme, por recuperar el control, pero las esposas de cuero con que lo había atado al dosel de la cama resistían sus envites.
Me coloqué entre sus piernas y las sujeté, para evitar movimientos bruscos. Luego me arrodillé, haciendo una profusa reverencia ante el templo suculento que se erguía frente a mis dilatadas pupilas, y lamí.
Lamí el chocolate con gula, con auténtica voracidad. A pesar de que mi lengua rodeaba su centro y mis labios succionaban muy cerca, me cuidé de no llegar a tocarlo.
Me acercaba, me acercaba, pero no llegaba a donde él quería.
Podía ver sus ojos refulgir furiosos y ante cada sonido de protesta, aumentaba mi tortura.
Hice figuras en sus muslos para luego borrarlas con mi boca. Comía de él, sin llegar a comérmelo y el juego me resultaba increíblemente excitante.
Su miembro vibraba, anhelante, y casi podía escuchar el palpitar de la sangre en las venas que lo surcaban. Se acompasaba con el martilleo que sentía en mi hinchado botón.
También estaba siendo una tortura para mí.
Me erguí brevemente, dejando que tuviera una buena vista de mi cuerpo. El cabello, recién teñido, me caía cual lenguas de fuego por la espalda. El maquillaje preciso resaltaba ojos y labios, dándome un aspecto absolutamente arrebatador. Llevaba lencería roja, con abundantes tiras que marcaban mis curvas y transparencias en pechos y sexo. La braga brillaba empapada y mi clitoris casi atravesaba el encaje. Me había dejado los tacones, y de pie, sobre él, me sentía una diosa de 3 metros a punto de desayunarse a un exquisito mortal.
Cuando tuve toda su atención, me puse en cuclillas a una altura tal que su erecto garrote rozaba la fina tela mojada de mi ropa interior.
Él elevó la pelvis para encontrarme, pero yo detuve sus caderas con mis manos, manteniéndolo en la puerta, pero impidiéndole entrar.
Gruñó de impotencia, pero sólo podía formular guturales sonidos porque su boca estaba cubierta con cinta adhesiva. Yo me deleitaba, observando cómo profería improperios ininteligibles.
Sin desnudarme, comencé a tocarme por encima de la ropa. Aless paró de farfullar, tragó saliva y me traspasó con la mirada más pervertida que le había visto. Estaba gozando del espectáculo.
Acaricié mis pechos, jugué con mis pezones y moví suavemente las caderas sobre su espada, permitiéndome tocarlo por efímeros segundos. Mis labios entre abiertos comenzaban a gemir las cosas que nunca me había atrevido a decirle a nadie, mientras mis ojos sostenían los suyos.
Bajé una mano hasta mi sexo y la introduje en el trapo en que se había convertido mi braga. Un leve toque del dedo índice sobre mi clítoris bastó para hacerme arquear la espalda. Estaba casi al límite solo con la expectación y el preámbulo.
Alessandro salivaba como un animal. Tuve miedo de que rompiera las esposas con su fuerza titánica o de que yo misma no pudiera resistir más la tentación de introducirlo en mí. Tampoco aguantaría por mucho más rato la cuchilla sobre los altos tacones.
Gracias a Dios hacía bastante deporte.
Decidí acelerar el proceso.
Me introduje dos dedos, mientras mi pulgar seguía haciendo círculos en el punto exacto. Con mi mano libre apresé su miembro caliente y extremadamente hinchado y comencé a masturbarlo al mismo ritmo que empleaba para mí.
Acompañé la faena con una narración de fondo, usando mi voz más sensual. Comencé a decirle cuánta guarrería pasaba por mi mente. Le conté cómo me hacía sentir, todo lo que quería hacerle, lo que quería que me hiciera.
Estaba tan extasiada que mis movimientos de muñeca se volvieron un tanto descoordinados, pero más que provocar su climax, quería que fuera testigo directo del mío, que me viera llegar al cielo mediante mis manos, sin que él estuviera directamente implicado. Quería demostrarle que yo también sabía jugar.
Mis piernas comenzaron a temblar y caí de mis tacones. Tuve que usar las manos para mantener el equilibro, abandonando la labor sobre nuestros cuerpos, pero Alessandro fue más hábil. Aún atado, se movió lo justo para colocarse en el lugar preciso.
Encajamos a la perfección. Resbaló dentro de mí sin encontrar fricción alguna debido a la cascada que manaba de la gruta roja. Justo en el momento en que me poseyó me sobrevino el orgasmo.
Mis manos aterrizaron sobre su pecho. Cuidé de no lastimar su herida, al menos tuve cuidado en el primer minuto, porque luego Aless comenzó a moverse debajo de mí con violencia, descargando la furia contenida por mi jueguesito.
La cama temblaba y creí que se vendría abajo el dosel. Mis gritos inundaron el cuarto y la piel de Alessandro sangró gracias a mis uñas que se aferraban a él para poder soportar tanto placer.
Cuando conseguí abrir los ojos otra vez, estaba tendida sobre un sudado y jadeante Aless. El corazón le latía tan rápido que tuve miedo por su salud. Quité la cinta adhesiva de su boca y lo liberé de las esposas.
—¿Estás bien? —Me incorporé para examinarlo.
Al verse libre, me envolvió en un abrazo de oso, de esos que me volvían completamente loca, y devoró mi boca. Bebió de mí como si solo yo pudiera darle el oxígeno que requerían sus pulmones. Yo le correspondí con toda mi alma.
El beso casi vuelve a convertirse en sexo, de no ser por los golpes que comenzaron a sonar en nuestra puerta.
—¡Tortolitos! —gritó Laura—. ¡Es hora de despertar! El padrino no puede llegar tarde a la boda. ¡Y necesito a mi estilista!
Pusimos fin al beso de mala gana, pero nos mantuvimos abrazados, entre risas, ante los gritos histéricos de Laura. Normalmente era muy serena, pero hasta la más estoica chica pierde los nervios el día de su boda.
El divorcio había salido el mismo día que le habían dado el alta a Alessandro y Laura no había querido esperar más para casarse. La estación era ideal para montar una boda improvisada frente a la playa de Corfú. Aless había ofrecido su casa para realizar la recepción y yo la había ayudado a elegir el vestido, brindándome además a peinarla y maquillarla.
En el hospital habíamos hecho migas, pero los días que llevábamos viviendo bajo el mismo techo habían bastado para hacernos buenas amigas.
—¿No te parece demasiado? —preguntó, al verse reflejada en el espejo.
Le había aplicado un degradado de grises y blancos que resaltaba sus ojos, cejas perfiladas, un ligero rubor y un delicado rosa en los labios. El cabello castaño lucía un recogido en bucles adornados con blancas florecitas.
No era demasiado. Estaba preciosa.
—Nunca se puede estar demasiado guapa —contesté—. Con todo el tiempo que lleváis sin veros, tu novio querrá arrancarte el vestido en cuanto llegues al altar. —Laura rio.
—No todos somos tan fogosos como vosotros —me dijo con una mirada pícara—. Ni porque Alessandro está de reposo os estáis quietos, ¡que se os escucha por toda la casa! ¿No temes que se le abra la herida? —Yo me sonrojé mitad avergonzada, mitad orgullosa.
—¡Oh que penita! —exclamé, cubriéndome la cara—. La verdad es que al principio nos conteníamos, pero no es nada fácil, durmiendo juntos, teniéndolo tan cerca... hemos tenido que ponernos creativos para que no se lastime, pero ha sido bastante interesante —le confié, recordando, sonrojada, el episodio de la mañana.
—No tiene que darte vergüenza, si lo que os tengo es envidia. Yo llevo ya tanto tiempo sin sexo que casi he vuelto a ser virgen. Será un buen regalo para Julián. ¡Tengo unas ganas de verlo!
Como si fuera una señal divina, escuchamos a Julián gritar desde el jardín a pleno pulmón, llamando a Laura cual Romeo. Ella quiso asomarse al balcón, pero se lo impedí. No era especialmente supersticiosa, pero si ya habían esperado tanto, nada les costaba esperar un poco más. Quería que la entrada de Laura fuera espectacular y que Julián la viera llegar al altar como quien ve llegar la felicidad.
Retoqué los últimos detalles del maquillaje y la ayudé a ponerse el vestido. El traje era sencillo. Tenía un escote en forma de corazón adornado con una pedrería muy ligera que bajaba hasta su talle. Allí, la falda se hacía amplia y envolvía sus piernas en seda hasta debajo de las rodillas. Los altos tacones tachonados con piedras hacían su figura mucho más esbelta y atractiva.
—¡Perfecta! —declaré. Los ojos de Laura brillaron de emoción.
El lugar elegido para el enlace era ideal. Un pequeña ensenada en la costa había sido decorada simple pero bellamente en tonos dorados y blancos. Un arco adornado con flores y una docena de sillas completaban la escenografía.
Los invitados no eran muchos, apenas la familia directa de los novios que habían conseguido pasaje a última hora. Aless era el padrino y yo una dama de honor feliz, aunque algo inconforme con el horrible vestido dorado que había elegido Laura para mí.
Nos bajamos del auto y la brisa marina me golpeó, despeinando un poco mi cabello. Observé con placer lo divinamente dispuesto que había quedado todo.
Un nervioso Julián se comía las uñas al pie del altar, mientras el cura trataba de calmarlo. El chico era cubano, como ella, y recién emigrado de su país. Pero el motivo de la boda no era ni remotamente el interés. Habían sido novios desde muy niños. Ella tuvo que irse a España con su familia, y la pareja se separó por algunos años, pero nunca perdieron el contacto.
En todo ese tiempo, él no había parado de trabajar y de buscar las maneras de seguirla hasta el otro lado del mundo. Era tan bonito que parecía un cuento de hadas. Historias como esa me hacían volver a creer en el amor, en el amor que siempre había deseado para mí.
Al lado de Julián estaba Alessandro, guapísimo y muy serio, como de costumbre. Lo miré y mi corazón sonrió. Esos días juntos habían sido una tregua maravillosa. Yo había decidido aparcar las dudas y los problemas, para dedicarme solo a cuidarlo y a quererlo.
Todo había fluido naturalmente. Luego del hospital, nos habíamos ido juntos a su casa como si no existiera ninguna otra posibilidad. No habíamos tocado ningún tema turbio que pudiera amenazar con empañar esa paz, y aunque una parte de mí sabía que tarde o temprano el castillo de naipes podría derrumbarse, quería disfrutar de la calma y la dicha de estar con él, mientras durara. Era tan bueno que no quería ser yo quien le pusiera fin.
Caminé por la pasarela de flores, antecediendo a Laura, y mirándolo a él como si hacia él caminara. Me olvidé de que la tela del vestido era áspera y que el color asemejaba al óxido, me olvidé de la flor exageradamente grande que tenía como adorno en la cintura y de los diseños descoordinados del encaje. Me sentí hermosa y caminé con la mayor de mis sonrisas hacia el altar, con la marcha nupcial proveniente del arpa de fondo.
Entre los invitados encontré a Claus, sentado en primera fila. No me sorprendí de verlo, sabía lo mucho que quería a Laura. Lo que sí me sorprendió fue descubrir quién era su acompañante. Vestida de rosa, con el cabello suelto en largas ondas y un rubor natural que la hacían lucir muy hermosa, estaba Teresa. Mi amiga Tere quien, a pesar de estar sentada, no se soltaba del brazo de Claus.
No pude disimular mi asombro, pero la vi tan feliz, los vi tan felices a los dos que no pude hacer otra cosa que alegrarme por ellos. Le guiñé un ojo a la mexicana al pasar por su lado y llegué, finalmente, a mi lugar.
La entrada de Laura fue mucho mejor de lo que yo había planeado, pero no porque el vestido o el maquillaje fueran deslumbrantes, que lo eran, sino por la cara de pasmo y absoluta adoración que se le quedó a Julián cuando la vio.
En lo único que podía pensar era en que esa era la forma en que quería que me miraran. Quería encontrar a alguien que me viera como si yo fuera lo más preciado en su vida. Pero lo más mágico del momento fue que ella lo miraba a él con la misma intensidad, con la misma felicidad anticipada.
Tuve que enjugarme una lágrima.
El cura, quien se me hacía extrañamente familiar, ambientó la ceremonia con algunos versículos bíblicos que parecían encajar a la perfección con la historia de la pareja.
—No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, iré yo; y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo, y allí seré sepultado, solo la muerte hará separación entre tú y yo. —Julián tenía lágrimas empapando sus mejillas.
Luego intercambiaron anillos y se besaron, prometiéndose todas esas cosas tan bellas y tan difíciles de cumplir, que ellos hacían parecer fáciles.
La pareja se quedó un rato más en la costa, sacándose fotos. Pero el resto nos dirigimos a la casa.
Yo había olvidado mi celular en el cuarto de Laura, así que fui a buscarlo. El sitio había quedado del revés, con maquillaje desperdigado por la cama, vestidos en el suelo, zapatos sobre el tocador. Era un desastre.
Alessandro les había regalado la luna de miel en un resort en las inmediaciones del Canal del Amor, cerca de la playa de Sidari, uno de los sitios más bellos de Corfu. Pero no partirían para el hotel hasta el día siguiente por lo que la primera noche como recién casados habrían de pasarla en esa habitación. Decidí adecentar un poco el lugar para que la pareja no se encontrara con el vertedero en que se había convertido.
Guardé todos los productos de maquillaje y recogí las ropas desparramadas, tendí la cama y hasta les doblé unas toallas en forma de corazón. Busqué algunas velas o inciensos para crear ambiente y cubrir el olor de las lacas, colonias, cremas y demás productos de belleza que habíamos usado para arreglarnos.
Vislumbré una cajita con velas en lo alto del armario, pero al intentar alcanzarla me cayeron encima un montón de libros.
Laura era psicóloga y estaba haciendo una maestría en trastornos del comportamiento en la infancia y la adolescencia. Uno de los tomos más pesados me golpeó la cabeza y me dejó aturdida por algunos minutos.
Comencé a recoger los libros, ya de peor humor y arrepentida de mi labor de decoradora de interiores, cuando un nombre escrito en lo que parecía ser un antiguo cuaderno de notas llamó mi atención.
Alessandro Christou
Antecedentes: Complejo de Edipo, abuso familiar, abandono, ansiedad, inseguridad, propenso a la violencia.
Pensamiento: El sexo lo distrae. Idea fija.
Afectividad: Ansiedad, irritabilidad, angustia.
Conativa: Intranquilidad, retraimiento
Neurovegetativo: Sudoración de las manos, cefalea, salto epigastrio.
Sexuales: Voyeurismo, exhibicionismo, fetichismo, hipererotismo, sadismo.
Sueño: Insomnio predormicional, pesadillas.
El estudio arroja ansiedad elevada, insomnio, miedo al abandono, opresión precordial, tristeza, sentimientos de odio, inseguridad, no aceptación de sí mismo, conflictos en la esfera sexual, necesidad de afecto, y agresividad.
Depresión moderada. Su perfil personológico lo describe como introvertido, inestable emocionalmente, irascible, pesimista, reservado, poco sociable, esquivo, agresivo y tendiente al mal humor.
Resumen sindrómico: Síndrome ansioso
Síndrome psicopático
Diagnóstioco nosológico: Trastorno de la inclinación sexual
Leí aquellas notas con un asombro que iba poco a poco convirtiéndose en miedo, un miedo que subía por mi columna vertebral en forma de sudor frío, aturdiendo mis sentidos y haciéndome temblar.
¿Quién era ese hombre? ¿Qué rayos significaban todas esas pruebas y diagnósticos? ¿Estaba realmente enfermo?
Quizás unas semanas atrás me habría aterrado descubrir todo eso, habría querido huir inmediatamente de su lado, pero en aquel momento sólo podía pensar en la manera de ayudarlo.
Lo quería, eso era innegable, y se me encogía el corazón de pensar que estaba sufriendo todas esas cosas solo, en silencio.
Debía averiguar más.
¿Pero cómo podría preguntarle a Laura sin reconocer que había estado hurgando en sus pertenencias?
No había sido intencional, pero, ¿quien iba a creerme?
Un ruido en el pasillo me hizo volver a la realidad y salí de mi pasmo, terminando de recoger los libros.
Dejé todo en orden y me marché, no sin antes ocultar el cuaderno bajo mi largo y horrible vestido, para seguir leyéndolo después.
****
Han sonado las campanas de boda, aunque no para Andrea.
💒
¡Que manía la de esta niña de meterse donde no la llaman!
Pero está bien que quiera descubrir la verdad, cuando la verdad implica al hombre que ama.
Veremos cuán trastornado está Aless en los próximos capítulos.
XOXO
😘
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