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Capítulo 20


22 de septiembre.

Desperté sobre las 2 de la tarde, machucada y exhausta como no había estado nunca.

Adiós a la Andrea madrugadora y activa.

En la mesita de noche, encontré una nota de Aless.

"He tenido que marcharme a trabajar. Pide lo que quieras al room service.
Te llamo pronto,
A."

La noche anterior, él se había metido en la bañera conmigo y me había limpiado con la delicadeza de un padre. Había lavado mi cabello, restregado con mimo mi piel enrojecida y acariciado los sitios que más había magullado.
Luego me secó por completo y me aplicó loción para evitar que se me quedaran marcas en los lugares donde habían estado las cuerdas.
Mis últimos moretones recién habían desaparecido y no me apetecía nada tener nuevos.
Finalmente me vistió con una bata —asegurándose de que yo viera cómo abría el envoltorio que constataba que era nueva—, me arropó y se quedó a mi lado, acariciando mi pelo, hasta que me dormí.

No durmió conmigo.

Al menos yo no lo sentí en la cama, pero estaba tan molida que un elefante pudo haberse acostado a mi lado sin que yo lo percibiera.

De todas formas, me alegré de que me diera mi espacio. Me alegré de no encontrarlo al despertar, porque aún no estaba lista para enfrentarlo.

Durante todo el proceso de after care que él me dedicó, yo permanecí en completo silencio. No tenía fuerzas para hablar, pero mucho menos tenía la claridad mental para hacerlo.

Lo que había sucedido me había dejado incluso más confusa que antes.

No podía negar que lo había disfrutado. Todo el líquido que había perdido sobre el sofá cama era prueba de ello. Pero a la vez me avergonzaba de ese disfrute, era un placer culposo, no se sentía correcto, sentía que había algo de enfermizo en todo eso, porque mis lágrimas habían sido reales, había sufrido con lo que él me había hecho, casi en la misma medida en que lo había gozado.

¿Cómo es que algo así era posible siquiera?

El rugido de mi estómago me convenció de aparcar ese asunto algunas horas más. Necesitaba recuperar fuerzas primero.

Llamé al room service y ordené un suculento desayuno, que me obligaría a dejar de pensar por un buen rato.

Engullí los alimentos en un tiempo récord, mientras pensaba en ideas para ofertar en el restaurante de mis sueños. Mi plan era crear un menú que abarcara la amplia variedad de la cocina mediterránea, combinando lo tradicional y abundante, favorito de los españoles, con una carta de alta cocina, segmentada por regiones.
Podía visualizar todo el diseño del espacio en mi mente, y el catálogo de platos desfilaban por la pasarela de mi imaginación.

No sabía que tendría que hacer para conseguirlo, pero estaba segura de que lo haría.

De todas formas, mi antiguo jefe me había llamado unos días atrás para preguntarme cuánto tardaría. Habían tenido que contratar a otra persona en mí lugar, y aunque él había prometido guardarme el puesto, sabía que no podría hacerlo por tanto tiempo.

Era mejor así.

Retroceder ya no era una opción.

La vida estaba llena de esos caminos que te desligan del pasado, llevándote a destinos tan atemorizantes como prometedores.

No le tenía miedo al cambio y estaba dispuesta a todo por alcanzar mis viejos sueños.

Salí del hotel bastante recuperada y negándome aún a pensar en el asunto escabroso que tenía entre manos.
En lugar de tomar un taxi, decidí ir andando. El pueblo quedaba bastante lejos, pero el ejercicio me vendría bien, en sustitución del que no había practicado en la mañana.

Para evitar recrearme en los pensamientos incorrectos durante mi solitaria caminata, me aferré a la idea del restaurante, y durante todo el camino, fui construyéndolo a detalle en mi cabeza, con todo y los clientes que de seguro no me faltarían.

Cuando había caminado alrededor de media hora, un coche se situó a mi lado, disminuyendo la velocidad, y la ventanilla del piloto bajó, revelándome a un hombre de unos cuarenta y tantos años, con cabello castaño entrecano y ojos cafés. Tenía la cara marcada por la viruela, pero excepto por ese detalle, era bastante atractivo.

Wanna a ride, gorgeous? —Me dijo, con un marcado acento norteamericano.

WDF?! ¿Acaso tenía cara de prostituta?

Debía reconsiderar regresar al rubio.

Seguí caminando, ignorando al hombre, cuando el cristal trasero del coche bajó también, mostrándome el sonriente rostro de Claus.
Se rio de mí expresión anonadada antes de hablarme.

—Hola Andrea. Sube, te llevamos. —Me quedé unos minutos indecisa, antes de finalmente acceder q subir al coche—. Él es Elliot —Señaló al conductor—, un viejo amigo y colega de New York. She is Andrea, one of my students in the academy —Me presentó.

Nice to meet you, Elliot. Are you going to the town?


The pleasure is mine. Yes, Claus is gonna show me Peirasmós.


—Elliot fue mi profesor en el CIA —Me contó Claus—. Ahora trabajamos juntos, y la academia colabora directamente con la universidad. —Una idea feliz me poseyó de pronto.

Elliot, I would like to know about CIA scholarship program. —Me atreví.

Oh, we have a lot of financing programs to students. I can send you the details with Claus.

Great, thanks —¿De verdad iba a hacerlo? Sí, ¡lo haría!

New York will be happy receiving you. —Me sonrió a través del espejo retrovisor.

—Me alegro que te hayas decidido, Andy. Las oportunidades que el instituto culinario ofrece son incomparables. Te abrirá muchas puertas. —Me animó Claus, tocando mi brazo de una manera que ya no me pareció rara, sino íntima y agradable.

El aroma de su perfume me tenía con la boca hecha agua. Una de las primeras cosas que me conquistaba de un hombre era que oliera bien, y la fragancia que usaba Claus parecía fabricada por Jean-Baptiste Grenouille*.

Nos miramos durante unos segundos algo incómodos por lo cerca que estaban nuestros rostros.

—Es aquí —exclamé, rompiendo la tensión, al vislumbrar mi calle—. Gracias por traerme —Abrí la puerta—. Keep in touch, Elliot.

Llegué a casa y me sorprendí de encontrar la tienda cerrada. Eran poco más de las 5 de la tarde, y ellos no solían cerrar hasta el anochecer.

Abrí la puerta y una compungida María se lanzó a mi cuello en un abrazo de alivio.

Yo no entendía que estaba pasando.

—Tranquila mujer, vas a tumbar a la chica —dijo David—. Ya ves que no le falta ningún pedazo.

—¿Qué sucede? —les pregunté—. ¿Estás bien María?

—Oh Andy, estábamos muy preocupados por ti —me dijo, pasando sus manos por mis brazos como si quisiera comprobar que estaba entera—. No viniste a dormir y tú amiga nos llamó porque no podía localizarte en el celular. Creímos que te habías ocurrido algo.

Yo estaba estupefacta.

—¿Qué amiga? ¿Teresa?

—No, la española, Valentina.

—Valeria —la corrigió David—. No ha parado de llamar para saber de ti. Nosotros no sabíamos qué hacer porque no teníamos ningún otro número donde localizarte.

Entonces recordé que Valeria había quedado en llamarme temprano y, por supuesto, yo me había olvidado por completo de cargar mi celular, con la nochecita turbulenta que había tenido.

—Lo que pasa es que el móvil se me quedó sin batería, olvidé cargarlo. Tranquilos, enseguida la llamo.

David me miró con desaprobación, como si estuviera decepcionado de mí y María intentó disimular su angustia. Yo no sabía qué hacer ante las reacciones que estaban teniendo mis caseros. Cierto era que nos llevábamos muy bien y sobre todo a María le había tomado mucho cariño, pero no podía imaginar que fueran a preocuparse tanto por una noche que pasara fuera. No tenían la autoridad para exigirme nada porque yo era únicamente su inquilina y podía entrar y salir a mi antojo, pero lo que vi en ellos no fue un reproche, era auténtica consternación, la preocupación de unos padres.

Me sentí abrumada por lo nuevo que era ese sentimiento para mí.

¿Así era como se sentía el tener una familia?

Mi corazón sonrió.

—Debí avisarles que no vendría a dormir —dije para calmarlos—. Lo siento.

David me dio la espalda y se marchó a la cocina, enfadado.

—Está bien, date un baño —dijo María, observando, suspicaz, que llevaba la misma ropa del día anterior—, y llama a tu amiga para que esté más tranquila. Te avisaré cuando esté lista la cena —dijo, antes de seguir a David.

Yo subí a mi cuarto y, en lo que se cargaba mi celular, decidí hacerle caso a María. Estaba limpia pues Alessandro me había bañado muy bien, pero quería hacerlo yo misma para poder hacer control de daños.

Esta vez no tenía marcas. Las fibras naturales con las que estaban confeccionadas las cuerdas impidieron los desagradables verdugones. Pero a pesar de ello, me dolía todo el cuerpo.

Me envolví en mi mullido pijama y le marqué a Valeria.

–¿Cuánta maldad hay en ti, de veras? —Fue su saludo—. ¿Cómo se te ocurre desaparecer así? No sabes en la angustia en que nos has tenido a todos. Espera, le marco a Rober para que se una a la llamada, me pidió que le avisara en cuanto supiera algo.

—¿También le dijiste a Rober? Val, ¿no crees que estás exagerando?

—¡Claro que le avisé! Estás en otro país, no conoces a nadie y decides dormir fuera de casa sin avisar. Lo lógico es que pensara que te había pasado algo. Ahora mismo estaba buscando el número del Peirasmós en internet para preguntarle al dichoso chef Claus por ti.

—¡Estás loca! —exclamé riendo, sorprendida y feliz por contar con tantas personas que me querían.

—Te recuerdo que cuando me tardé unas horas más de lo acostumbrado, querías llamar a la policía y en aquella ocasión, efectivamente me había sucedido algo, así que escúpelo, ¿qué está pasando?

Yo enmudecí sin saber que responder. Val era mi mejor amiga, confiaba en ella más que en nadie y, aun así, no me atrevía a contarle toda la verdad. Era todo demasiado turbio. Pero tampoco quería mentirle.

—He conocido a un chico. —Ni modo, habría que seguir con la historia de Rober, que por otro lado, no era falsa en realidad.

Valeria suspiró aliviada.

—¡Oh, gracias a Dios! De verdad creí que era algo malo. Tenía un mal presentimiento, una extraña sensación en mi estómago, no sé. —Desde pequeñas, Val había sido muy sensitiva, acostumbraba a tener fuertes impresiones sobre cosas que casi siempre resultaban ser ciertas—. ¿Y de dónde ha salido este individuo? —Frunció el ceño—. No tienes cara de habértela pasado muy bien que digamos.

—Solo estoy cansada. Noche larga —forcé una mirada pícara que pareció dar resultado para aplacar a Val—. Es hermano de Claus. —Eso la hizo soltar una carcajada.

—¡Te gusta mantenerlo interesante! —exclamó—. ¿Bueno y qué tal? ¿Cómo es? ¿Cómo se llama? ¿Te gusta de verdad? ¿Qué tal lo hace? —Ahora fui yo la que sonreí con su ocurrencia.

—Todo bien por ahora. Es exorbitantemente guapo. Se llama Alessandro. Me gusta y lo hace divinamente. —Esa vez no tuve que fingir la mirada traviesa.

—¡Yeiii! —Valeria dio palmaditas de alegría—. ¡Cuánto me alegro, Andy!. Era justo lo que necesitabas para olvidar a Rodrigo.

—A propósito, Rodrigo está en Corfú.

—Whaaaaat?

—Vino por su trabajo y hemos coincidido en un bar. Allí me enteré que él sigue de ocupa en mi casa. ¿Podrías encargarte de echarlo?

—Dalo por hecho, no se puede tener la cara tan dura.

—De concreto —corroboré.

—Bueno, en vista de que Rober no aparece...

—¿Tienes algo que contarme? —pregunté, al observar sus miraditas nerviosas.

—Nada importante —desvió la mirada en falso disimulo, esperando que le rogara por saber.

—Tiene que ver con Ángel, ¿cierto? —adiviné.

—¡Me he acostado con él! —soltó a boca jarro. La suerte era que se estaba haciendo de rogar. Yo la miré sin inmutarme, pues ya me esperaba que eso sucediera.

—¿Y qué tal? ¿Te gustó? ¿Cómo la tiene? ¿Qué tal lo hace? —la imité, riendo.

—No te burles, si tengo un agobio con el tema. No sé cómo voy a mirarlo ahora. —Se pasaba las manos por el rostro, consternada.

—¿Tan malo fue? Cualquiera pensaría que un atleta tendría un buen rendimiento...

—¡Fue un desastre! No estábamos sincronizados, parecía que estábamos interpretando la peor coreografía de la historia. Hasta nos caímos de la cama. —Yo me dejé caer en el colchón, desternillada—. No es gracioso, fue muy incómodo. Después ninguno de los dos sabía cómo actuar. Yo solo recogí mi ropa y me fui a mi habitación, en silencio. No lo he visto desde entonces, y me da miedo hacerlo. Creo que saldré a comer fuera para no estar aquí cuando regrese del entrenamiento.

—Creo que el problema es que ya se habían hecho muy amigos, por eso resultó tan raro. —reflexioné. Después de todo, Roberto tenía razón.

—Así es. Nos iba muy bien viviendo juntos. Él es un amigo increíble. Me ayuda muchísimo cuando me agobio con el libro. Se ofreció a ser mi lector beta y me echa una mano con las correcciones, por no decir que lo hace prácticamente todo en casa, y eso que siempre llega cansado de los entrenamientos. Es un sol, Andy, pero...

—No te gusta —declaré—, esa es la verdad. El chico es muy bueno, es muy guapo, pero no es Ulises. —Ella bajó la mirada, compungida. Era evidente que aún le seguía calando hondo—. ¿Sin noticias? —pregunté.

—¡No hay noticias ni las habrá! —Estalló, furiosa—. Tal vez Ángel no sea el correcto para mí, pero Ulises tampoco lo es. Yo misma tomé la decisión de alejarme, es absurdo que continúe esperando que venga a buscarme como un príncipe encantado que lucha con la bruja por su amor. Ni esto es un cuento de hadas ni yo soy una fucking princesa. ¡Debo superarlo de una vez! Tú pudiste, ¿por qué no puedo hacerlo yo? —Su rostro evidenciaba su desesperación.

—Lo harás, cariño, estoy segura. Ningún dolor es para siempre y esto también pasará, pero el tiempo de cada uno es único. No apresures las cosas. Habla con Ángel —le aconsejé—. Si lo conversáis, no tiene por qué afectar la amistad.

—Tendré que irme a vivir a otro sitio —dijo, dramática—. Ya nos hemos visto desnudos, ahora no podré mirarlo sin imaginar que su cosita rosadita está esperando saludarme. —Casi se me salen los mocos por el ataque de risa que su comentario me provocó.

—¿Rosadita? —pregunté, entre hipidos.

—Es el pene más mono que he visto en mi vida. Te lo juro. Es adorable como un peluche. —Se unió a mis risas.

—Pobre Ángel, no solo está relegado a la friendzone, encima lo has condenando a la juguetería.

Las dos reímos con ganas hasta que la voz de María me avisó de que estaba lista la cena. Me despedí de mi amiga, sintiéndome mucho mejor anímicamente de lo que había despertado.

Y la deliciosa Fasolada de María terminó de arreglar mi humor.










***
Hello!

Este ha sido un capitulito light para recuperarnos de la intensidad del anterior.

¿Qué creéis de Val?
Se veía venir lo de Ángel, pero ¿esperabais que fuese un fiasco?
La pobre, sigue enganchada de Ulises.

Y Claus, con su aroma seductor, tiene a Andy confundida
Jajaja

No sé vosotros, pero yo ya extraño a Aless
Un día sin verlo me parece demasiado...
😁

Pronto pondré algunas foticos suyas para compensar, pero ahora os dejo una para que conozcáis a Elliot.


Pd: Recordáis que cuando hay textos en ingles, la traducción está en los comentarios. Igual lo haré cuando haga referencias a otras obras o cosas que pueden resultar confusas para algunos.
En este caso hay una referencia a la novela "El perfume", cuyo protagonista Jean Baptiste Grenouille, fabrica un perfume que era irresistible para todo el que estaba cerca.

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