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Capítulo 16

Dedicado a DanaisyMederosLugo

Me duché en el cuarto de Aless, tratando de no soltar demasiadas exclamaciones ante lo increíble que era aquel baño.

Allí sí se hacía presente su personalidad.

El cuarto era enorme. 10 personas podían holgadamente coexistir en el lugar, pues cada espacio estaba diseñado por separado, uniéndose en un conglomerado templo de relajación.

La ducha creaba efecto lluvia, pues provenía del techo y te daba la sensación de estar, literalmente, bajo un diluvio caliente y reconfortante.
En el otro extremo había un enorme jacuzzi, rodeado de repisas repletas de velas e inciensos. Se me hizo raro que un hombre se ocupara en esas cosas, pero lucía como un lugar ideal para tomar un baño. Sin dudas, tendría que probarlo la próxima vez.

Uff, ya estaba pensando en la próxima vez.

Estaba perdida.

Salí, buscando una toalla, pero en medio del complicado mobiliario había de todo menos eso.

Tras cansarme de abrir armarios que solo contenían productos de limpieza, me dirigí, empapada, a la habitación para encontrar con que secarme.

Abrí cajón tras cajón, temblando de frío por el cambio abrupto de temperatura, pero no hubo suerte.

¿Será que este hombre se seca solo con el intenso calor que emana su cuerpo?

Llegué al último cajón del armario, pero tampoco había toalla alguna allí, sin embargo, no estaba vacío. Una pequeña cajita de bronce aguardaba por mis entrometidas manos.

Sí, se que está mal hurgar en las pertenencias de los demás, pero había tanto por saber de ese hombre, tanto por descubrir...

Que encontrarme con un objeto, que a todas luces parecía contener algo importante, era como un regalo del cielo.

Está claro que la abrí.

Pero lo que encontré no solo me hizo olvidarme del frío y de la infructuosa búsqueda de la toalla, sino que casi me hace caerme de espaldas.

La caja únicamente contenía dos cosas: unas bragas negras de encaje y un antifaz del mismo color.

Ambos objetos me pertenecían.

WDF?!!

Me senté en la cama, y a pesar de lo lista que me creía y de lo espabilada que normalmente era, tardé varios minutos en atar todos los cabos y darme cuenta de lo que en realidad estaba pasando allí.

La verdad había estado siempre frente a mí, pero la había ignorado deliberadamente, quizás porque me negaba a reconocer que tanta manipulación fuera posible. No, no era eso. Me negaba a aceptar que yo fuera la víctima de tanta manipulación. Me negaba a reconocerme tan tonta, a admitir que, como un pajarito estúpido e incauto, había ido recogiendo las migajas que él había ido dejando para mí, hasta caer en su trampa, en cada una de sus trampas.

Era él.

Siempre había sido él.

La casualidad no existía y ninguno de nuestros encuentros había sido fortuito.

Él lo había orquestado todo, guiándome por el camino que había elegido para mí.

Me había elegido como una víctima más, a la que usar, con la que divertirse.

Quizás había planeado hasta los estúpidos sentimientos que comenzaba a tener por ese ser que no había hecho más que jugar conmigo.

—He olvidado recoger las toallas limpias del cuarto de lavado. —La alegre voz de Alessandro, a mi espalda, terminó de disparar la furia en mi interior.

Me giré, casi en cámara lenta, olvidando que estaba desnuda, e intentando concentrar todo mi resentimiento en una única mirada, le tiré a la cara los dos objetos que acababa de encontrar.

—¿Quién demonios eres y por qué me has elegido para tu estúpido juego?

Él parecía singularmente desconcertado y, sorprendentemente, no se mostraba impasible o indiferente, sino que tenía la auténtica mirada de quien es culpable y, una vez atrapado infraganti, no tiene más remedio que aceptarlo.

—¿Por qué has revisado mis cosas? —Por supuesto que intentaría virarme la tortilla. No hay mejor defensa que un ataque.

—¡No te atrevas a hablarme de privacidad, cabrón! Tu jamás has respetado la mía. Has violado mi albedrío una y otra vez a tu conveniencia, haciéndolo parecer coincidencias, haciéndome creer que todo había sido mi elección.

—Fue tu elección —ripostó él—. Cada cosa fue tu elección, yo ni siquiera sabía que eras tú cuando te vi por primera vez en esa fiesta, no podía imaginarlo. Solo cuando te vi sin el antifaz descubrí quien eras. Fue una auténtica coincidencia.

Entonces recordé a Gia, su Gia y el trago que muy oportunamente había llegado a mis manos.

—¡Me drogaste! —le grité, fuera de mí—. Mandaste a esa chica a drogarme con la dichosa Hamartía para después poder violarme entre todos. —Mis ojos giraban desorbitados. Lo apuntaba furiosa con un tembloroso dedo y mi piel se había secado sola.

—Andy, no sabes lo que dices. Cálmate, por favor, vamos a hablar. —Me tomó por los hombros intentando sentarme en la cama, pero yo huí de su contacto.

—¡No me toques! No puedo creer que no lo haya entendido antes. Por supuesto que eras tú quien estaba detrás de todo. —Me mesé los cabellos, mientras cada pieza caía en su lugar—. La suite del hotel era prácticamente una réplica de uno de los cuartos del club, Gia y todos los otros no eran más que tus títeres, ¿cierto? Fue una escenografía que preparaste para que mi actuación en este teatro luciera natural. No puedo creer que fui tan tonta, que caí todas y cada una de las veces. ¿Qué clase de psicópata eres? —Lo miré con un nuevo miedo en los ojos y entonces comencé a preocuparme por mi desnudez. Me cubrí con las manos—. Mi ropa. ¿Dónde está mi ropa? Debo marcharme de aquí.

Él cerró la puerta a su espalda y yo realmente me aterré.

—No dejaré que te marches así de alterada. —Me ofreció un albornoz que estaba encima de la pila de toallas que cargaba—. Ponte esto, siéntate y toma un poco de agua. Te lo explicaré todo.

Yo no tenía la más mínima intención de escucharlo, quería largarme de allí cuanto antes, pero la severidad con la que habló y la dureza de sus ojos me hicieron temer que realmente pudiera hacerme daño, así que obedecí temblorosa, sumida en un silencio cargado de pavor.

Me senté en el borde opuesto de la cama, lo más lejos posible de él. Tomé una botella de agua del minibar y la bebí toda, calmando mis nervios.
Me repetí a mí misma que no podría hacerme nada que no me hubiera hecho ya, salvo matarme.

Vale, eso no era poca cosa.

Probablemente podría hacerlo impunemente.

Nadie sabía que estaba allí, nadie me había visto subir a su auto esa mañana y los únicos conocidos que tenía en la ciudad tardarían días en denunciar mi desaparición. No le importaba lo suficiente a nadie allí como para que les preocupara mi repentina muerte.

Ok, quizás estaba yendo demasiado lejos con la paranoia.

—El día de la fiesta llamaste mi atención de la misma manera que lo hiciste aquel día en el parque, años atrás —comenzó a hablar—, pero yo no sabía que eras tú. Gia y Sophie estaban en el hotel conmigo, es cierto, pero tampoco sabía que te acercarías a ellas. No podía imaginar que te dejarías llevar de la manera en que lo hiciste, aquella noche.

—No me dejé llevar —repliqué, olvidando mi miedo—, tú y tus amiguitos me drogaron.

—Andrea —Me miró, condescendiente e irónico—, sabes bien que eso no es cierto. Tú estabas ansiosa por vivir una noche como esa, lo necesitabas, eso era más que evidente. Antes de la hamartía, ya llevabas rato bebiendo y cazando. —Usó la misma expresión que yo había ideado, aquella noche, y yo me sentí avergonzada de que tuviera razón.

—Pero la hamartía tiene propiedades estupefacientes —argumenté—. No estaba en pleno uso de mis facultades. Eso es abuso —alegué, no muy segura de mis palabras.

—No es más potente que el alcohol o la marihuana. La porción de mærtîs que se utiliza en la preparación del licor es ínfima y está testeado por las autoridades sanitarias. Lo que vendemos es más bien un mito, un efecto placebo para aumentar el atractivo de la bebida y justificar su precio.

—¿Lo que vendemos? —pregunté, cayendo en cuenta, entonces, de otra de las piezas del engranaje que había obviado—. ¿Eres el dueño de la marca? ¿Es que acaso estás detrás de todo lo que me ha sucedido desde que llegué a Corfú? —Todo era demasiado turbio para aceptarlo, pero entonces me entró otra duda—. ¿Y el curso? ¿También tuviste que ver con que me aceptaran en la academia? ¿Estoy aquí por ti? —La idea se me hacía insoportable.

—Claro que no. —Se apresuró a responder—. Estás aquí por tu talento, te eligió Claus, en eso no tuve nada que ver. Los asuntos del Peirasmós los lleva él. Yo te vi por primera vez en la fiesta, lo juro.

—Responde la otra pregunta —lo insté.

—Sí, he patentado la hamartía y soy el dueño de la empresa de licores que la fabrica, pero no tenía forma de saber que ibas a pedir probarla. ¿Cómo iba a saberlo? —Yo recordé otro dato que mi lista amiga Teresa me había proporcionado.

—Una copa cuesta 300 euros, si no hubiese sido por ti, jamás la habría probado, no hubiera podido pagarla y me hubiese ido a mi habitación aquella noche sola, en lugar de irme a la cama con cuatro, cinco, seis, ¿cuántas personas fueron? —Mi voz sonó amarga y dolida y él se veía derrotado ante mi argumento.

—Andy, la bebida no hizo más que desinhibirte, no hiciste nada que no quisieras hacer y lo sabes. Fuiste tú quien besó a ese chico, quien decidió subir con ellos a la suite. Fueron tus pasos. Yo no los guié. Solo me limité a observar. —Sentí revolverse mi estómago.

—¡Dios! —exclamé, al percatarme de esa parte—. ¿Estuviste allí todo el tiempo, mirándonos?

—Sí —reconoció, sin vergüenza—. Era mi cuarto, también soy dueño minorista del hotel. —Por supuesto que lo era—. Poseo toda el ala este, tengo una especie de licencia para mis actividades —terminó con sorna.

—¿Y recogiste mis bragas como un macabro trofeo? ¿Cuán pervertido y oscuro es eso?

—No más pervertido que cualquier otra cosa. —Se encogió de hombros—. Te he explicado que para mí no hay límites en el sexo. Todo es permitido mientras sea consensuado.

—No fue consensuado, yo no te di permiso para mirarme, para usarme.

—Andy, quiero que entiendas algo —intentó tomar mis manos, pero yo me aparté—. Tu eras una chica cualquiera en un bar. Yo no te elegí como parte de un plan macabro. Eras solo una chica linda que vino sola a buscarme, yo elegí divertirme contigo, quizás no de la manera que tu misma habías planeado, pero querías estar conmigo, reconócelo —A esa altura, ¿para qué negarlo?—. Lo que sucedió esa noche en la suite iba a suceder con o sin ti, fuiste tú la que quiso participar. Y yo no puedo negar que disfruté mucho viéndote. Verte liberada de prejuicios y tabúes, disfrutando de verdad, siendo tú misma, es un placer indecible para mí. —Yo me sonrojé, porque pese a todo el enfado, me gustaba escucharlo decir esas cosas—. Pero para mí, habría terminado ahí. Me llevé tus bragas, sí. Es algo que hago. Todos tenemos nuestras filias —argumentó, intentando que pareciera normal, pero yo seguía encontrándolo asqueroso y perturbador—. Las siguientes veces que nos vimos fueron pura casualidad. No pudo haber sido de otra forma, u olvidas que eras tú la que no paraba de irrumpir en los lugares donde me encontraba.

—Si todo es tan inocente como quieres hacerlo ver, ¿por qué no me lo contaste antes? ¿Por qué no me hablaste de la fiesta y la orgía, si ya me habías contado todo lo demás referente a ti y a tu estilo de vida?

—Tu tampoco mencionaste ese día —remarcó—. Pese a que sabías que nos habíamos visto en la fiesta por primera vez, no dijiste nada. Yo supuse que te avergonzaba recordar lo que habías hecho. Luego de conocerte, me di cuenta que lo de aquella noche había sido una excepción, que estaba lejos de ser algo habitual para ti. No lo mencioné porque tú no lo hiciste.

—Ya —dije, sin saber que más decir. Comprendía su explicación y las cosas vistas desde su punto no parecían tan terribles como las había visto en un comienzo, pero aún así, me seguía pareciendo que había algo de escabroso en aquella historia.

—Como te seguía encontrando continuamente, mi interés por ti se disparó. Te investigué y descubrí que, para colmo de casualidades, estabas estudiando con mi hermano. La primera vez que fui al restaurante iba a preguntarle a Claus por ti. No sabía que te vería allí de nuevo, y tampoco podía imaginar siquiera que irías a buscarme al club. Nunca haces lo que espero, Andy. Eres desconcertante, sorprendente, fascinante. Quizás por eso me tienes tan hechizado.

Bien, ¿y eso a qué venía?

Una cosa era que tratara de explicarse y otra que usara la carta aduladora y tierna para intentar manipularme, una vez más.

No podía dejar que ese hombre desbaratara mi cordura.

—¿Puedo irme ahora? —Pedí, porque realmente necesitaba un tiempo de soledad para aclarar mis ideas.

Él asintió.

—¿Puedo llamarte más tarde? —preguntó, con algo parecido a la esperanza en la mirada.

—Preferiría que no lo hicieras. Necesito tiempo.

Él volvió a asentir y sin decir nada más, se levantó y me abrió la puerta.

Yo pasé por su lado, sin mirarlo, sintiendo que cada poro de mi cuerpo se cerraba ante su cercanía para evitar ser profanado por la energía tan confusa que emanaba ese hombre.

Cuando me marché de aquella casa, en lo único que podía pensar era en que ya no tendría oportunidad de probar el jacuzzi.


***
Bueno, bueno
¿Qué tal esta nueva revelación?

De seguro, ya habíais sospechado que Alessandro tenía algo que ver con el asunto de la orgía, pero el hecho de que guardara las bragas fue todo un detalle... jajaja

¿Qué creéis?

¿Será bueno este hombre para Andy o deberá aprovechar y alejarse de él, ahora que todavía está a tiempo?

Pues ya veréis lo que decide en los siguientes capítulos 😉

XOXO 💋

Pd: Este capítulo está dedicado a DanaisyMederosLugo 😘😘😘

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