Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo único

Otabek suspiró cuando encontró lo que buscaba y dio clic en el video de su youtuber favorito, jugando con la taza entre sus manos. Ese día había decidido no salir de casa, por el simple hecho de ser su cumpleaños. No tenía ganas de ver gente que no tenía el mínimo interés por su nacimiento y mucho menos por su existencia. Era una ventaja que estuviera de vacaciones y no tuviera nada que hacer por un mes entero.
Luego de un año entero trabajando sin parar, finalmente se daba ese merecido descanso que había aplazado originalmente para pasar la Navidad con su pareja...ex pareja -a veces olvidaba que Yuri y él ya no estaban juntos- y prefería estar ocupado en las fechas navideñas porque no deseaba aguantar a gente aún más hipócrita que en los cumpleaños.

Pausó el vídeo que veía y talló sus ojos, caminando a la puerta, lo único bueno del treinta y uno de octubre era el Halloween, siempre le había gustado esa celebración. Abrió y le sonrió a los pequeños disfrazados de su edificio que exigían un dulce a cambio de no hacerle travesuras. Sin pensarlo les extendió el molde con múltiples envolturas de colores, chocolates y dulces, dejando que escogieran los que quisieran.
Los pequeños agradecieron y corrieron a la siguiente puerta, hablando sobre los dulces que habían escogido.

Cerró tras él y camino de vuelta a su cómodo sillón, tomando el control de su consola para finalmente avanzar de ese tedioso nivel en el que se había quedado atorado desde hacía meses. Era la definición perfecta para una tarde de Otoño, con la manta en sus piernas, en pijama, jugando Dark Souls 3, una taza grande de café recién hecho -pumpkin spice por la temporada, claro- y un molde de galletas que su adorable vecina le había regalado de cumpleaños -la Señora Fuller era una viejecita muy atenta y amable-.

No quería nada más, no esperaba nada más tampoco, las únicas personas que habían celebrado su cumpleaños habían sido su padre, quien falleció tiempo atrás debido a una enfermedad, y su primer pareja, básicamente porque se había enterado por accidente; pero Beka no era precisamente el tipo de persona que se siente cómodo recibiendo un regalo o comiendo pastel, prefería pasar deliberadamente del día, así evitaba recordar que su familia en Almaty jamás se dignaba a llamarle para averiguar si seguía vivo, aunque siempre había sido así. No era sorpresa para nadie.

Dio play al video de nueva cuenta, para escuchar a alguien más fallar miserablemente en lo que él no había podido superar en esos meses. Era divertido y no se sentía tan mal jugador al ver que alguien más también se equivocaba.

Tocaron al timbre de nuevo y pauso todo, tomando el tazón de dulces para hacer felices a otra tanda de niños que seguramente seguirían llegando durante las siguientes horas.
Las horas pasaban rápido, y siempre lo hacen cuando haces algo que te gusta, aunque a veces sientes que no lo disfrutas lo suficiente.

El timbre sonó a las nueve de la noche, cuando ya había apagado la consola y solamente veía videos tontos por diversión, pasando de un contenido a otro sólo para perder el tiempo.

Se puso de pie y tomó el tazón con los pocos dulces que quedaban, abriendo con prisa para que los pequeños pudieran volver a casa pronto. Pero no hubo niños ni disfraces. A cambio encontró una sonrisa y una cara familiar, una cara que creyó no vería de nuevo nunca más desde hacía muchos años atrás. Tragó saliva y se sintió incapaz de decir algo coherente.

—Dulce o truco —dijo el adorable extraño, con la sonrisa más bonita que tenía.

Abrió la boca, incapaz de decir...nada, sólo observándole con atención.

— ¿Cómo...?

— ¿No vas a darme dulces? Que grosero.

—D-disculpe —una tercera vocecita se hizo escuchar—, creí que los adultos no podían pedir dulces.

Una pequeña, de la mano de su madre y con el disfraz de fantasma más adorable del mundo, veía a los otros dos con clara confusión en su rostro.

—Annie, no seas grosera —reprendió su madre, con tono dulce.

—Lo lamento —murmuró apenada, extendiendo su pequeña calabaza—. Dulce o truco.

Otabek sonrió, saliendo de su letargo, y se inclinó para vaciar el molde en la pequeña calabaza ya rebosante de dulces.

—Muchas gracias —dijo entusiasmada y soltó a su madre para agitar la mano hacia los otros dos en forma de despedida.

El dulce extraño soltó una risita y Beka desvió la mirada, sosteniendo el pomo de la puerta.

— ¿Quieres pasar? —preguntó haciéndose a un lado.

—Gracias, hace mucho frío está noche —murmuró entrando con prisa, quitándose la bufanda—. Se lo que estás pensando, y si, le pregunte a Isabella donde vivías, me sorprendió que no te hayas cambiado en casi diez años.

—Me gusta aquí —murmuró cerrando la puerta, eso era...extraño—, además es mío, ¿para que pagar en renta?

—Buen punto —colgó la chamarra en el perchero, junto con su bufanda, y camino a la pequeña cocina para dejar el paquete entre sus manos en la barra—. ¿Cómo has estado?

—Bien.

—Te enfermaste.

Suspiró y sonrío, pasándose una mano por el cabello para alcanzarlo en la cocina.

—Sí, lo de siempre.

—La última vez que hablamos dijiste que te cuidarías.

—Dios, Jean, no nos vemos en diez años y lo primero qué haces es regañarme.

El canadiense soltó una risita y dejó lo que hacía para voltear a verle.

—Es para no perder la costumbre —extendió los brazos hacia él, sin borrar su sonrisa.

Otabek arqueo sus cejas y se quedó en su lugar sin saber qué hacer por un momento. Sus pies comenzaron a moverse, muy despacio, pero no se acercó demás, le evitó y dejo el tazón de lado. Jean no dijo nada, solamente volvió a su pequeño paquete con -al parecer- miles de artículos.

— ¿Planes?

—Dormir —dijo sirviéndose su segunda taza de café—, ¿cuenta como un plan?

—Conociéndote, sí, es el plan de Ota.

—Mentiroso —rodó los ojos y sonrió, comenzando a revisar todo lo que dejaba en la barra.

—Bueno, tendrás que cambiar tus planes, hoy es tu cumpleaños y algo diferente debes de hacer.

Se mordió el labio y desvío la mirada, era extraño escuchar esas palabras.

—Preferiría olvidarlo...

— ¿Sigues con eso? —le sonrió con cariño y ternura en la mirada—, sabes lo que pienso de tu cumpleaños.

—Creí que ya no pensabas en ello.

—No soy un desalmado Beky, que hayamos decidido distanciarnos un tiempo no significa que dejes de existir.

—Eres un persona muy extraña, Jean.

Se encogió de hombros y camino a la estufa, encendiendo la hornilla para preparar la cena. Otabek se acercó para ofrecer su ayuda pero fue rechazado de forma sutil, enviado al banco a sentarse y esperar como buen niño. Optó por acercarse la laptop y seguir viendo sus videos para pasar el tiempo, de cualquier forma era ignorado deliberadamente por JJ, no quería aburrirse.

Luego de un rato, Jean cerró la computadora y la retiro para ponerle enfrente un plato con sopa de tomate, Beka se mordió el labio inferior y sonrío levemente, tratando de no delatarse.

—He perfeccionado mi receta, si ésta es tu sopa favorita, ahora la amarás más.

Asintió sin ganas de debatirle, sabía lo sensible que se ponía Jean cuando se trataba de su comida.

—Gracias —murmuró antes de comenzar a comer, comer la crema caliente le calentaba el pecho y eliminaba el frío que tenía—. ¿Hace cuanto estás en Nueva York?

—Unas semanas —comentó mientras le pasaba una taza de té—. Me voy...bueno, me estoy mudando, algo así.

Arqueo una ceja, esperando una explicación más entendible.

—Aún busco casa o departamento, pero ya estoy empezando a mandar mis cosas para acá.

—Oh, ¿y eso?, creí que habías dicho que ya no querías salir de Canadá.

—Tuve...problemas con mi madre y mi última pareja, además, conseguí un trabajo en una empresa aquí.

— ¿Trabajo en una empresa? ¿Y la música?

—Aún escribo un par de cosas...pero como hobby.

—Pero... —se sentía contrariado, bastante—, creí que era tu sueño.

Hubo una pausa extraña, entonces Otabek reconoció el brillo en los ojos de Jean y su notoria tristeza de pensarlo, algo había pasado.

—Tu mamá te convenció de que lo dejaras.

—Mamá es...

—No dejes que te quite tu sueño —tomó su mano de inmediato, como si supiera que lo necesitaba—. Luchaste tanto por eso como para que sólo lo dejes.

—Sólo siento que no soy tan bueno, he perdido confianza con la edad.

—Eres muy bueno —aseguró con una media sonrisa—, la canción que me escribiste es muy bonita.

Jean se pasó la mano por el cabello y sonrío divertido, nostálgico, como si fuese eso lo que necesitaba escuchar.

— ¿Aún la escuchas?

Beka contuvo la respiración, se veía tranquilo en su interior había una tormenta.

—Sí —confesó desviando la mirada—, algunas veces.

—Vaya —su voz surgió como un suspiro—, no me había dado cuenta de lo mucho que te extraño hasta ahora.

Otabek tuvo que pasar saliva al escucharle, si estuviera de pie sus piernas probablemente temblarían.

—No hagas eso, Jean —pidió con voz suave y casi inaudible, había sentido como el otro se inclinaba hacia él.

— ¿Hacer qué?

—Eso...

JJ parecía no comprender a que se refería el menor.

—Ya los has hecho tres veces conmigo —soltó su mano y se alejó, sin desviar la mirada—, seamos sinceros...no funcionamos juntos.

—Éramos adolescentes, Ota, inexpertos.

—Tú siempre estuviste un paso enfrente de mi, sabes más cosas que yo y has experimentado más que yo...simplemente acepte que no soy para ti.

—Beky, eso...

—Eres tan contradictorio —se puso de pie, algo ansioso, de repente las palabras salían solas aunque quería callarlas—. Ibas a casarte, después me entero que le cancelaste a Bella...no entiendo que es lo qué haces en tus relaciones.

—Me di cuenta que ella no era para mí...que nadie más era para mí —volvió a inclinarse, como si quisiera alcanzarlo—. Otabek, eres el único...eres...

—No, Jean, para —se alejó, con pasos apresurados al sillón, quería envolverse en la manta y desaparecer—, se lo qué haces y no funcionará está vez, si buscas algo más entonces sólo dilo.

—Te busco a ti, Otabek —le alcanzó con pasos presurosos, tenia el corazón agitado y golpeando con fuerza su pecho—. No hay nadie más para mí en este mundo, eres el amor de mi vida.

Tuvo que tomar aire para contener el sonrojo y las ganas de tirarse por la ventana.

—No puedes...

—Lo estoy, estoy más que seguro, le he dado mil vueltas y he buscado pero no hay nadie como tú en este mundo.

—Jean...

—Ya lo sé, digo tonterías muchas veces pero esta vez hablo en serio, nadie es como tú y jamás habrá otro igual a ti.

—Estás alucinando —extendió una mano y la posó en la frente del otro.

—No estoy enfermo, Otabek, solamente te extraño, te quiero de vuelta —sus ojos brillaban de nuevo, como si fuese a echarse a llorar como un pequeño—. Nunca había estado tan seguro de algo como lo estoy ahora.

—Jean, han pasado diez años, ya no somos iguales.

—Eso es aún mejor —le dijo observándolo con atención—, podemos conocernos de nuevo, rescatar lo que teníamos y crear cosas aún mejores.

Otabek dejó escapar el aire de sus pulmones, incrédulo, hablaba en serio, lo podía ver en sus ojos.

Por un momento pensé que la vida no era justa, que te adelantaste y yo quede años atrás —dejó escapar un jadeo y escuchó su corazón golpeando con más fuerza—. Ahora me doy cuenta que no era nuestro tiempo, tuvimos que llorar en otros hombros, conocer el dolor, reír y soñar bajo otros cielos, planear y fracasar, para aprender a volar y poder reencontrarnos, listos para crecer, para equivocarnos, para hacernos viejos juntos...de la mano.

Otabek tragó saliva, sus palabras siempre eran dulces y, lo quisiera o no, Jean tenía el poder de mover su corazón con una sonrisa. ¿Y como no iba a hacerlo? Él era su primer amor. Su primer todo, en realidad. Quien se preocupó cuando nadie más lo hizo y quien estuvo a su lado en la etapa más dura de su vida.

—Suenas muy seguro, ni siquiera te has molestado en preguntarme qué siento por ti.

—Podrás haber cambiado todo lo que quieras, Ota, pero tus ojos aún me dicen la verdad.

—No me digas —frunció levemente el ceño, huyendo de nuevo de él, sentía los nervios en su estómago—, ¿y que te dicen?

—Que aún sientes algo por mí.

—Yo no...

—Escucha, Beka, no quiero que me respondas ahora —suspiró y se abrazó, bajando la cabeza—. Estoy aquí por ti, para serte sincero... no puedo dejar de pensarte y ahora que te he visto de nuevo sólo puedo sentir otra vez todo lo que despertaste en mi...

—Jean...

—Dame otra oportunidad, por favor —casi suplicó, apretando los puños—. Sé que no la merezco y que te lastime mucho, pero soy mejor persona ahora, y te amo, no dejo de hacerlo.

—No me necesitas, Jean, estamos muy bien sin el otro —negó con la cabeza, alejándose de él.

—Tienes razón, no te amo porque te necesito —le vio con la mirada llena de esperanza—, te amo por quién eres y por quién soy contigo.

—No sabes quién soy ahora.

—Sigues siendo Otabek, mi Otabek que sigue haciéndose a un lado cuando cree que que debe hacerlo para que los demás sean felices, que aceptó que su familia le mandara a Estados Unidos a estudiar una carrera que nunca le gustó, el mismo que cree que no merece la felicidad por haber aceptado la voluntad de su padre aunque no deseaba perderle —suspiró y tensó la mandíbula—, y puedo seguir...

Tomó aire, su pecho dolía y sentía como si apretara su corazón con cada palabra.

—Creo que deberías irte, Jean —pidió lo más calmado que pudo, con la voz entrecortada.

—No —firme, caminó rodeando la pequeña mesa de café con mil libros en ella—. No voy a cometer el mismo error dos veces, ya te perdí una vez por ello y lo he lamentado cada día desde entonces, no estoy dispuesto a dejarte escapar.

Otabek se vio indefenso, alzó las manos para posarlas en el pecho del mayor, evitando que se acercara más, le dolía porque todo era cierto, si, también porque el que él lo dijera le hacía darse cuenta de lo horrible que se comportaba a veces.

—Ota, debes dejar de sacrificarte por todo el mundo y pensar en lo que quieres para ti —tomó sus manos moviéndolas despacio a la altura de su corazón, buscando que sintiera lo acelerado que estaba, tratando de avanzar despacio—. Debes mirarme a los ojos y correrme si no me quieres, o déjame quedarme si sientes lo que yo en este momento.

Tragó saliva con dificultad y negó con la cabeza, sus ojos ardían como si fuera a llorar...se sentía tan estupido por ello.

—Jean...

—Por primera vez en tu vida, Bek, haz lo que tú quieres.

Sus manos se formaron en puños y quiso decir mil cosas a la vez, hacer mil cosas también, atinando a cerrar los ojos como si así pudiera desaparecer de la situación. Tenía que tomar una decisión, algo que probablemente podría lastimarlos a los dos con el tiempo o justo en ese momento; odiaba esa sensación, por eso siempre prefería dejar que otros decidieran por él, así todos estaban felices.

— ¿Qué es lo que quieres para ti? —insistió, acariciando con los pulgares sus manos, esperando que eso le atrajera a él -aunque si lo corría en ese momento lo entendía a la perfección-.

—No lo sé —murmuró incapaz de acercarse o alejarse—. Tal vez si debas irte.

Suspiró derrotado, asintió y le sonrió sin molestia alguna en su gesto.

—Lo entiendo, me voy entonces —soltó sus manos muy despacio—. Piensa en lo que te dije, ¿si?, hazte egoísta si hace falta, pero piensa en ti.

—No sé de dónde sacas eso.

—Sé lo que ocurrió con Yuri —le limpió los ojos con delicadeza, evitando que más lágrimas acumuladas enmarcarán su rostro—. En eso nunca cambiarás.

Suspiró de nuevo, tragando saliva para pasar el nudo en la garganta, se sentía sermoneado pero feliz también, por alguna extraña razón.

—Cuando me instale bien vendré a verte de nuevo, si no te molesta —beso su frente y se alejó, tan despacio que parecía que le dolía—. Cuídate, Ota.

Se encogió en su lugar cuando escuchó la puerta cerrándose y cubrió su rostro con ambas manos, eso había sido tan extraño e inesperado, deseaba poder decir que odiaba a Jean por su sinceridad, o tal vez a Yuri por haberse enamorado de otro, pero no podía porque sabía que sería una vil mentira. Otabek solo había tenido tres parejas serias en su vida, era amigo de Mila y de Yura, porque no habían terminado mal, pero con Jean era una cosa completamente diferente y extraña... él seria una constante permanente en su vida, a como veía las cosas.
Pero lo más extraño de todo, o simplemente lo más molesto -de alguna manera-, es que siempre le hacía sentir bien, su presencia y su actitud, sus palabras, por más que dolieran, al final siempre eran sinceras. Con Jean siempre tenía los sentimientos a flor de piel y no podía evitarlo. Amaba a ese hombre y lo haría por mucho tiempo más, por ser el primer amor y también el de su vida entera.

Sus piernas se movieron solas, apenas pensó en tomar las llaves y salió corriendo como si su vida se le fuera en ello. Bajo las escaleras tratando de no tropezarse o resbalarse -por los zapatos que llevaba- y empujó la puerta principal gritando el nombre del otro casi con desesperación.
Vió a ambos lados de la calle, mordió su labio inferior y fue a la derecha, esperaba poder alcanzarle, aunque no debía estar muy lejos.

Al girar en la esquina se detuvo de forma abrupta, Jean estaba ahí, aún, recargado de la enorme pared con una mano cubriendo sus ojos. Al ver sus hombros subir y bajar, supo lo que pasaba al escuchar un suave sollozo y tomó aire para llamarle con voz clara.

Intercambiaron una mirada, fue un largo silencio antes de que Otabek se acercara a él y le abrazara con fuerza, como una tabla de salvación a la que no quería soltar jamás. Los brazos de Jean le rodearon con necesidad en el tacto, se sentía bien, se sentía correcto... y también le hacía feliz.

—Siempre vienes a mi cuando más te necesito —murmuró Jean, soltando un suspiro cansado.

—Siempre exageras —contestó sin ganas de soltarle, ni un poco.

—Creí que te había perdido para siempre.

—Yo también —confesó casi sin ganas de que le escuchara.

Se quedaron ahí por mucho tiempo, o tal vez no, pero se sentían como horas, y el frío comenzaba a calar en Otabek que sólo había salido en su pijama, sin tomar en cuenta nada más. Estornudó de repente, asustando a ambos, Jean sonrió y tomó su mano, guiándole de vuelta al departamento.

Frotó sus brazos y le sonrió al mayor, quien se ponía su chamarra y se acomodaba la bufanda, habían pasado la noche juntos y había sido bueno charlar por horas, contándose todo lo que habían pasado en ese tiempo, pero era hora de que Jean volviera pues tenía un avión que tomar en un par de horas.

—Te llamaré cuando llegue a casa.

—Está bien, ten un buen viaje.

— ¿Podemos salir, cuando vuelva?

—Pregúntame cuando vuelvas.

Jean sonrió ampliamente y asintió, divertido.

—Me voy —murmuró sin muchas ganas de salir, en realidad.

—Deja de darle vueltas, se te hace tarde.

Suspiró y se pasó una mano por el cabello, asintiendo. Dio un paso hacia él y besó sus labios de la forma más sutil, suave y dulce que podía.

—Nos vemos después —tomó su mano y le dejó una caja bien envuelta, con un moño plateado como adorno—. Feliz cumpleaños, Otabek.

Contuvo el aliento por un par de segundos para sonreír al final. Agitó la mano libre para despedirlo y cerró la puerta cuando dejó de verlo bajar las escaleras.

Jean salió del edificio sin prisas, con las manos en los bolsillos y una sonrisa de oreja a oreja, jamás iba a dejar de amar a Otabek, ahora estaba más que claro. Se detuvo de repente y se inclinó, haciéndose ovillo en su lugar, sin prestar atención al resto de personas que pasaban por ahí. Su rostro ardía y sus ojos estaban llenos de lágrimas, jamás se había sentido tan feliz como en ese momento.

Hey y'all!

Hoy vengo a dejar este oneshot fluff, porque nunca se tiene suficiente JJBek fluffy (aunque pronto haré más angst de ellos uwu) es básicamente para disculparme por haberme ausentado tanto tiempo D: pero es que he andado en malos días u.u es la verdad
En fin, tenía mucho que no escribía un os tan largo xD

Este pequeño OS es para todas las fans del JJBek :3 y para ziall-x-phan y newyorkblues, mis lindas niñas que siempre se emocionan cuando les hago spoiler x,D por eso las quiero 💙💛

Mil gracias por leer, votar y comentar!
Les mando lof, smooches y muchas galletitas 🍪

Rae Septoxic

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro