◈ 37
❝Susurro en el bosque❞
El aire pesaba más de lo habitual. Aunque todavía faltaba para llegar al orfanato, se sentía como si un montón de ojos hubieran estado observando cada paso que dábamos. En suma a ello, el eco de las palabras de "Padre" que me había contado Jungkook pequeño, seguían atrapadas en mi cabeza, golpeando con fuerza cada rincón de mis pensamientos.
Jungkook, Yoonah y yo íbamos lo más cerca que podíamos, caminando a paso normal, pero con un tinte más rápido por los nervios. Nuestras pisadas eran lo único que se escuchaba en el lugar, las hojas y la tierra bajo nuestros pies se iba pegando a nuestros zapatos por la ligera humedad que había.
Miré a mi lado derecho, donde estaba Jungkook. Sus ojitos brillantes iban enfocados en solo mirar al frente, como si a nuestro alrededor no hubiera existido nada más. Por otro lado, Yoonah a mi izquierda se veía más nerviosa que nunca. Sus pasos me parecieron un poco torpes, pero estaba haciendo lo posible por ir a nuestra par.
—Si quieren, nos podemos detener un rato a descansar —sugerí, intentando que todos estuviéramos cómodos.
—Sigamos, este lugar realmente es tenebroso. Ni siquiera puedo imaginar que tengamos que pasar la noche aquí.
Yoonah no tardó en responder y el chico a mi otro lado estuvo completamente de acuerdo con sus palabras. Fue así que seguimos caminando y agradecí que hubiéramos esperado otro día para ese viaje, pues no quería que mi periodo fuera un impedimento para avanzar de buena forma.
Habíamos dejado algunas cosas en la casita en el bosque solo por si acaso, y con suerte solo llevaba un pequeño bolso que me había prestado Yoonah, el cual contenía algunas galletas, agua y un par de compresas. Si teníamos que correr era mucho más fácil llevar eso que un gran bolso lleno de ropa y otras cosas. Por lo mismo, la mayoría de las cosas que habías llevado al escapar de la casa de los padres adoptivos de Jungkook se habían quedado en el pueblo a salvo.
Tras varios minutos en los que ninguno habló, finalmente se divisó la silueta de aquellas paredes blancas que pensé que todavía seguían muy lejos, aunque por lo visto, nuestro paso rápido nos había ayudado a llegar más pronto de lo que habíamos esperado. Tal vez saber tan bien el camino también había sido de ayuda, pues no perdernos ahorró bastante tiempo.
No dimos vueltas en círculo, tampoco nos detuvimos a descansar. Simplemente fijamos un punto y avanzamos hasta él como si en realidad alguien nos hubiera estado siguiendo.
Tomamos asiento en el suelo a unos varios metros, y solo ahí les ofrecí algo de comer. Ninguno quiso, probablemente tenían el mismo nudo en el estómago que yo, pero al menos tomaron algo de agua para estar bien hidratados después de la gran caminata que habíamos dado.
—En la habitación de Jung hay una puerta para entrar, pero sinceramente es difícil que esté ahí. Creo que lo mejor sería ver otra alternativa.
Di un suspiro. Habíamos llegado hasta ahí pero cualquier plan que habíamos pensado no pareció ser suficiente. Sentí que mi mente estaba blanco, completamente en blanco y fue irónico pensando en que justamente el color blanco estaba a unos cuantos metros de nosotros, justo en esas paredes que teníamos que pasar.
—Tal vez puedo escalar una de las murallas y ver lo que está pasando —sugirió Jungkook—. Como soy más pequeño puedo pasar más desapercibido.
Ahí tenía un punto, pero no podía permitir que se expusiera de esa forma, y mucho menos estando solo. ¿Cómo iba a saber si le pasaba algo? No había forma de que nos quedáramos por el resto del día solo esperando a que diera señales. Tenía que haber otra forma, otra opción...
De repente, un crujido nos congeló a todos en nuestros lugares. No era como el sonido habitual de las hojas bajo nuestros pies. Era algo más pesado, como si alguien o algo se moviera cerca.
Yoonah dio un respingo y miró hacia la dirección del ruido. Jungkook, por su parte, se acercó más hasta mí y apretó mi hombro con fuerza.
—¿Qué fue eso? —susurró, apenas audible.
Mis ojos buscaron en el bosque, pero entre las plantas frondosas y las sombras que se creaban por las copas de los árboles, todo pareció más amenazante. Quizá no era nada. Quizá solo un animal que pasaba. Pero fue un hecho que el miedo ya se había instalado en nuestros corazones y por consiguiente en todo el cuerpo.
—No podemos quedarnos aquí —dije finalmente, intentando mantener la calma lo mejor—. Necesitamos movernos ahora.
El bosque se sentía vivo, como si todo conspirara para recordarnos que no estábamos solos. El sonido se repitió, esta vez más cerca. Un chasquido seco seguido del ruido de hojas arrastradas. Sin duda había alguien o algo cerca de nosotros. Los tres lo habíamos escuchado, por lo que ninguno lo había imaginado por sí solo.
Yoonah se abrazó a sí misma y dio un paso hacia atrás, acercándose todavía más a mí.
—Creo que no deberíamos estar aquí... —murmuró, pero su voz temblorosa era apenas audible.
Jungkook pequeño me miró, sus ojitos brillando con determinación, pero también con algo que no quería admitir: miedo. Su mano en mi hombro estaba temblando suavemente, pero lo suficiente para que lo pudiera sentir.
—¿Qué hacemos, Sun? —preguntó.
Respiré profundo, tratando de que no notaran cómo mis manos también temblaban. Miré hacia el orfanato, sus paredes blancas apenas visibles entre los árboles. A mi mente vino la imagen de "Padre", y aquella sonrisa que parecía tan angelical a pesar de su verdadera naturaleza.
—Vamos hacia el orfanato —dije finalmente, con más firmeza de la que sentía—. Si alguien aparece, corremos todos juntos, así que no se separen, por favor.
Yoonah tragó saliva, pero asintió. Jungkook pequeño, como si quisiera demostrar que era más valiente de lo que aparentaba, se adelantó medio paso antes de que pudiera detenerlo.
—Voy a ir primero —dijo, con un hilo de voz.
—No, Kook —Me acerqué a él y esta vez fui yo quien puso una mano sobre su hombro—. Si algo pasa, yo me encargaré. Así que síganme.
Pareció que iba a protestar, pero se mordió los labios y asintió, permitiendo que lo tomara de la mano mientras nos movíamos más cerca de las murallas blancas. Fuimos a paso lento, intentando hacer el menor ruido posible para no llamar la atención. Tomé también la mano de Yoonah, temiendo que el miedo le ganara y sus pies dejaran de moverse.
Lo mejor es que los ayudara avanzar, pues a la vez ello me alentaban a seguir.
Unos cuantos minutos después, nos detuvimos al pie de la muralla. El concreto blanco se alzaba como una barrera entre nosotros y un mundo que había jurado no volver a pisar. Pero ahí estaba. Mis neuronas estaban trabajando a más no poder, pensando en qué era lo que íbamos a hacer a continuación.
—Escucho algo... —susurró Yoonah.
Incliné la cabeza y, después de unos segundos, lo oí también: el suave murmullo de unas voces. Estaban detrás de la muralla, pues aunque no se escuchaba claramente, se notaba que estaban cerca.
—Tal vez sea Padre... —dijo Jungkook, su voz temblando por primera vez.
El instinto me gritaba que corriera, pero sabía que no podía hacerlo. No cuando estábamos tan cerca. Sin embargo, Yoonah a mi lado parecía que en cualquier momento se podía desvanecer. Su piel se había puesto más pálida y podía sentir claramente el sudor de su mano.
—Sunbin, no puedo seguir. Tengo mucho miedo.
Sus ojos estaban llorosos y soltó mi mano para poder llevar sus manos al centro de su pecho. Su respiración estaba sonando con fuerza y se agachó con su cuerpo temblando. No podía permitir que siguiera, de repente se había puesto muy mal y exponerla más habría sido una maldad. Después de toda la ayuda que me había brindado, lo mínimo que podía hacer era hacer que regresara a casa... ¿Pero cómo hacerlo si necesitaba ver si Jungkook grande estaba detrás de esas paredes? No podía ir con ella.
En eso, los murmullos se escucharon más cerca y en el bosque detrás de nosotros divisé una silueta. Un frío recorrió todo mi cuerpo, pero entonces me percaté de que la silueta detrás de nosotros era de alguien que conocía.
Sangho había aparecido.
Pero el pequeño momento de felicidad no duró nada, pues junto a nosotros se abrió una puerta, provocando un ruido que resonó entre el silencio del bosque. Ni siquiera se escuchaba el ruido de niños jugando, era como si no hubiera habido nadie en el lugar más que nosotros, los murmullos y Sangho a unos cuantos metros metido entre la naturaleza.
Todos nos quedamos quietos. Pareció que incluso nuestras respiraciones dejaron de funcionar.
Del interior del lugar salió una silueta femenina algo achatada acompañada de una pequeña niña. Era la señora Hyeji, aquella mujer que se encargaba de la comida en el lugar. Pensé en que ya se estaba haciendo tarde, pues ella siempre se marchaba del lugar antes de que anocheciera.
Nuestras miradas se toparon por unos segundos y abrió los ojos en grande mientras la puerta detrás de ella se cerró.
—Tú...
Antes de que dijera algo, le hice una seña para guardara silencio. No sabía si era bueno o malo que nos hubiera visto, por lo que lo mejor que podía hacer en ese momento era tener precauciones. Ella siguió caminando de la mano de la pequeña niña, quien parecía no entender mucho la situación, pero la pequeña sonrisa en su rostro me dijo que no estaba pasando nada malo.
—¿Padre está? —no se hizo esperar un movimiento de cabeza que lo confirmó—. Bien. Siga caminando y no se preocupe.
—Tengan cuidado, niños —respondió antes de marcharse rápidamente hacia el camino que daba a la entrada principal del edificio.
Pensé en que tal vez nos iba a delatar, pero tras observarla por varios minutos. Simplemente desapareció por ese camino, probablemente yendo a su casa o hacia un lugar cercano en el cual se podía quedar para luego regresar al orfanato al día siguiente. Y recién ahí, los tres dejamos salir el aire que habíamos estado aguantando.
—Yoonah y Jungkook —Las palabras salieron de mi boca en forma de susurro antes de que pudiera detenerlas—, aprovechen de irse ahora. Sangho está en los arbustos. Él los va a ayudar a llegar a salvo.
—¡No! —exclamó Jungkook, apartándose de mi lado—. No pienso dejarte aquí sola, Sun.
Al igual que Yoonah se agachó, solo que en vez de miedo, pareció estar molesto por mi repentina decisión. Y cómo no... Momentos atrás había dicho que teníamos que estar juntos y de repente salía con eso... Pero ya era una decisión tomada. Mi corazón me decía que era lo correcto.
—Kook, escúchame. —Me agaché para mirarlo a los ojos. Había algo tan puro y frágil en su expresión que me dolió físicamente—. Necesito que confíes en mí. Yoonah te llevará a casa. Estarás seguro con ella y con Sangho y después de que encuentre a Joohyuk iré con ustedes.
Él negó con la cabeza, sus labios temblaron como si estuviera a punto de llorar, pero entonces algo cambió. Jungkook pequeño se irguió, su cuerpo estaba tenso mientras tomó una decisión que parecía mucho más grande que él.
—Prometí que te protegería —dijo con firmeza, colocándose entre Yoonah y yo.
—Lo sé, y lo has hecho muy bien. No sabes lo valiente que me he sentido por tenerte a mi lado hasta este punto. Pero ya sabemos que Padre está ahí dentro y no voy a dejar que se arriesguen más. Que me hayan acompañado hasta aquí es más que suficiente. Lo prometo.
Yoonah perfectamente se podía ir solo con Sangho, pero sabiendo que Padre estaba ahí, no podía permitir que lo viera. Lo mejor era escabullirme sola.
—Perdón por no protegerte más, Sun. Perdón por ser tan pequeño.
Su voz era tan clara y tan decidida a pesar de que sus ojos se llenaron de lágrimas. Sentí un nudo formarse en mi garganta, pero me tragué las lágrimas que amenazaban por salir, en su lugar, le acaricié el cabello, dejando que mis dedos memorizaran cada hebra de ese niño que, aunque pequeño, pareció entender más del mundo de lo que yo jamás había querido admitir.
Antes de que pudiera decir algo más, Yoonah se acercó, tomando mi mano con delicadeza mientras limpiaba sus lágrimas. Su mirada me transmitió tranquilidad, como si prometiera con cada gesto que haría todo lo posible por mantener a Kook a salvo. Detrás de ella, finalmente Sangho se acercó, como una sombra protectora.
—Yo lamento ser tan débil, Sunbin —dijo Yoonah con una voz suave—. Me aseguraré de que esté a salvo e iremos por más ayuda.
Los tres nos pusimos de pie y Sangho se acercó hasta mí.
—Tal vez podemos quedarnos aquí contigo. Jung me pidió que los cuidara y aquí estoy, pero creo que me va a matar por permitir que llegaran hasta aquí.
En medio de todo el caos, sus palabras me sacaron una pequeña sonrisa.
—Lo mejor es que vayan a pedir ayuda. Hay que salvar a los niños que están dentro y somos muy pocos para ayudarlos a todos.
Kook se aferró a mí con fuerza, pero le pedí que se fuera antes de que apareciera Padre. Tenía una fuerte corazonada de que algo iba a pasar y lo mejor era que se fueran antes. Fue así como los vi alejarse, sus siluetas disminuyendo en la distancia, hasta que el mundo se sintió vacío sin Kook a mi lado.
Y entonces cuando me quedé completamente sola y pasaron varios minutos, apareció él.
Padre apareció por la misma puerta por la que había salido la señora Hyeji. En su rostro estaba esa misma sonrisa que me había recibido el primer día, ni siquiera hizo falta que indagara en mis recuerdos.
—Qué despedida más conmovedora —murmuró, con un tono cargado de veneno por mucho que sonara amable—. Me alegra que hayas aparecido. Hace mucho que te estaba esperando —guardó silencio unos segundos en los cuales caminó hasta estar más cerca— ¿Qué te parece si vas a cambiar esa ropa que no te hace resaltar?
Por un momento unas inmensas ganas de vomitar me invadieron.
—Solo entraré si Joohyuk está dentro.
Su sonrisa pareció hacerse más amplia. Sentí que se estaba divirtiendo al verme tan indefensa, pero no iba a permitir que sus palabras me afectaran ni mucho menos sentirme pequeñita por su culpa.
—¿Y qué harás si está dentro? Ya ni siquiera tienes a tu pequeño protector.
Mis manos temblaron, no de miedo, sino de ira. Esta vez, no iba a quedarme en silencio.
—¿Está o no está? Es una pregunta simple, Padre.
Él inclinó ligeramente la cabeza, como si disfrutara de mi desafío. Su sonrisa nunca desapareció, pero sus ojos se oscurecieron, cargados de esa malicia que siempre había intentado disfrazar.
—Es curioso cómo crees que tienes algún tipo de control, Sunbin.
Su voz era tan suave que casi parecía tranquilizadora, pero cada palabra golpeaba como un látigo. Viéndolo fui más consciente del engaño en el que había caído cuando pequeña. Ese hombre no podía ser un ángel nunca.
—No necesito control —repliqué, alzando el mentón aunque mis piernas amenazaban con ceder. Estaba nerviosa, muy nerviosa—. Solo quiero hablar con Joohyuk.
Él soltó una risa baja, como si acabara de escuchar la cosa más divertida del mundo.
—Muy bien. ¿Qué estás dispuesta a dar para saber si mi hijo está conmigo? —Por un instante, el aire se detuvo— Solo bromeo. Entra y descúbrelo por ti misma. Pero recuerda, todo lo que pasa dentro de esas paredes se queda ahí. Incluida tú si te atreves a pasar.
Miré hacia la puerta, luego hacia las murallas, y finalmente a Padre. No me iba a quedar de brazos cruzados. Si Jungkook grande estaba dentro, tenía que atreverme a avanzar hacia el interior, incluso si eso significaba que tenía que enfrentar al mismísimo demonio que estaba frente a mí.
El chico que me gustaba estaba ahí. Mi corazón me lo estaba diciendo y decidí creerle a pesar de que todo lo demás apuntaba hacia otra dirección.
Avancé bajo su atenta mirada, asegurándome de no temblar como un pequeño cordero. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, supe que ya no había vuelta atrás. Incluso si me llegaba a arrepentir, no tenía más opción que enfrentarlo.
—Ahora sí te doy la bienvenida —murmuró con voz melosa— Espero que no estés pensando irte tan rápido como otras veces.
Mi piel se erizó cuando puso una mano sobre mi hombro, pero me obligué a mantenerme firme.
—Si está intentando asustarme, no funcionará —dije con más determinación de la que sentía.
Él pasó a mi lado y sonrió, sacando su mano de sobre mi hombro.
—Oh, Sunbin, desde siempre he sabido que no es fácil asustarte. Pero me parece curioso ver cuánto estás dispuesta a soportar por mi hijo. ¿Sabes? Ese chico en ocasiones es igual a mí. Supongo que los lazos de sangre terminan siendo fuertes aunque uno no quiera.
Mi corazón dio un vuelco, pero me negué a dejar que notara mi miedo. Ellos no se parecían en nada, absolutamente en nada.
—¿Dónde está? —mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, cargada de una rabia que me quemaba el pecho.
Su sonrisa se desvaneció levemente, y por un instante, vi el verdadero rostro detrás de su máscara: un hombre cruel, calculador, disfrutando del control absoluto.
—Tranquila. Todo a su tiempo. Por ahora ve a dejar tus cosas en tu habitación.
Con esas palabras, dio un paso hacia atrás, desapareciendo por el pasillo como una sombra que se deslizaba entre los muros. La atmósfera pareció más fría de repente.
Respiré hondo y apreté los puños. Había prometido no detenerme, pero lo tenía más claro que nunca: entrar no solo significaba encontrar a Jungkook grande, sino también enfrentar el infierno que Padre había creado.
O tal vez el que se estaba por formar...
●▬▬▬▬08/12/24▬▬▬▬●
De Padre para todos:
¿Se lo esperaban? Yo sí, como desde hace dos años JAJAJAJJA
Ahora prepárense para todo lo que viene
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!
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