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Color propio

Ten cuidado con tu falda. Aún no es tiempo de que se manche.

Ya era la tercera vez en el transcurso de dos semanas que en mis sueños esa frase se escabullía para dejarme un montón de incógnitas alrededor de mi cabeza. No estaba segura de si solo había sido producto de mi imaginación o de si en verdad había ocurrido y no recordaba ese momento. Todo parecía estar lleno de una espesa neblina y, por más que intentara recordar, solo llegaba al mismo punto de inicio; la nada misma.

El despertador sonó minutos después de que mis ojos ya estaban abiertos. Tenía la costumbre de ganarle a la carrera del tiempo. Seguramente hasta los rayos de sol me envidiaban y no los culpaba, despertar antes del alba era mi don.

Los pasos de dos pies descalzos sonaron en el pasillo pegado a mi habitación. Las chicas a mi lado quisieron despertarse, pero las cubrí antes de que el sueño las abandonara. Todavía era muy temprano para comenzar la jornada. El suave golpeteo en la puerta de madera fue mi señal y, ya segura de que continuaban durmiendo, destapé mis piernas haciendo el menor ruido posible. Arreglé mi camisón planchándolo con las manos y, finalmente, me puse mis zapatos antes de cerrar bien las cortinas para salir.

No se oyó ni un murmullo y supe que había hecho un gran trabajo mientras la puerta se cerraba detrás de mí.

—¡Sun! —su baja voz se coló hasta mis oídos mientras sus manitos se apoyaban cerca de mi mejilla—. Logré despertarme sin hacer ruido. Los chicos ni siquiera notaron que me fui.

—Muy bien, Kook. Tú sabes que si alguien más se despierta no podríamos tener estos paseos.

Su sonrisa tierna hizo presencia y acaricié su suave cabello que por poco le tapaba los ojos.

Jungkook era un pequeño niño que se había apegado a mí apenas llegó al orfanato. Mientras él tenía nueve años yo ya estaba llegando a mis quince. Era un poco callado en presencia del resto, pero estando conmigo nunca dejaba de hablar y comentar sobre las cosas que había hecho o quería hacer. A padre no le gustaba mucho nuestra cercanía, decía que nuestra diferencia de edad interfería en nuestro desarrollo y también en la comunicación con el resto.

Yo no lo entendía.

Jungkook no se volvía más maduro.

Ni yo no me volvía más niña.

Cosas de adulto, supuse. En verdad yo no entendía mucho de ese mundo. Me decían que era muy grande para ser niña, pero muy pequeña para ser una mujer. ¡Quién lo entendía! Al final siempre iba a ser yo, sin importar que fuera grande o pequeña. Padre que solo complicaba las cosas, pues parecía no entender que sus palabras solo enredaban al resto.

—Debemos darnos prisa. A esta hora llega la señora de la comida.

Y tenía razón. La señora Hyeji llegaba temprano porque venía desde lejos. Nunca se quedaba a dormir en el lugar y se iba apenas pasadas las 6 p.m. Sentimos unos pasos en la entrada y le tomé de la mano para comenzar a correr hasta la parte trasera del edificio del comedor. Aprovechamos las grandes cajas de madera apiladas y finalmente nos escabullimos hasta llegar al techo.

Saqué una pequeña manta escondida bajo un trozo de concreto y nos tapé a ambos para que la brisa temprana no nos llegara de lleno. Jungkook a mi lado rio y lo atraje más hacia mí para que no sintiera mucho frío. Su pijama blanco ya se había ensuciado un poco, luego tendría que lavarlo para que nadie se diera cuenta.

—Debes colocarte zapatos, Jungkook. Te puedes hacer daño en los pies.

—No me gusta ocupar zapatos, Sun. ¡Me hacen sentir en una prisión!

—Lo sé. Solo prométeme que vas a ocuparlos cuando padre este cerca. No quiero que te diga algo o te castigue.

—No creo que padre haga algo así. De seguro le daría lo mismo, ya tiene muchos niños a su cargo.

—Tienes razón...

Guardamos silencio. Jungkook en verdad tenía razón. A pesar de que era un orfanato, rara vez alguien se iba, por lo que la cantidad de niños era bastante. Las habitaciones no eran muy grandes y aun así los niños nos dividiamos para que durmiéramos tres en cada habitación. Padre algunas veces se llevaba algunos niños a su cuarto, pero siempre eran niños grandes.

Era raro, ¿no se suponía que los más pequeños se asustaban con más facilidad? Parece que él no sabía eso. Aunque bueno, eso debía significar que eramos más valientes. Después de todo, yo tampoco había ido a su habitación alguna vez y me consideraba alguien muy valiente.

El chico a mi lado tironeó de la manga de mi camisón que estaba a su alcance.

—Ayer escuché a alguien llorando en la habitación de padre —su vista estaba fija en el horizonte—. ¿Crees... que le pasó algo malo?

—No lo sé, Kook. ¿Viste quién era?

—No vi mucho, pero estoy seguro de que era una chica. Ella... tenía una mancha en su vestido. No le vi la cara porque solo miré por una pequeña rendija —sus pequñas manos se juntaron sobre sus rodillas—. A veces padre me asusta un poquito, no entiendo por qué las chicas que van a su habitación tienen su ropa manchada.

Yo tampoco lo sabía bien. La única vez que vi algo así fue cuando... Vaya, no lo podía recordar. Otra vez esa espesa niebla se colaba en mis recuerdos. ¿Por qué sucedía eso? Quise preguntarle a Jungkook si sabía alguna forma de recordar sin que esa niebla invadiera mi mente, pero él era mucho más pequeño que yo. Seguramente no sabía la respuesta a eso. Tal vez solo estaba exagerando, luego podría recordarlo.

—Jungkook... —le llamé. Ni siquiera sé la razón por la cual bajé tanto mi voz—. Ocurra lo que ocurra, no salgas a ver.

Él con ojos tiernos, me miró mientras asentía a mis palabras. Yo no le tenía miedo a padre, pero temía que mi acompañante pasara por algo que le hiciera daño. El cariño que sentía por Jungkook era mucho, no quería permitir que esos ojitos brillantes estuvieran tristes o llenos de lágrimas.

—Lo prometo, Sun —extendió su dedo meñique para entrelazarlo con el mío—. Vamos a estar juntos siempre, así que no te defraudaré.

Luego de eso permanecimos mirando el horizonte tras los blancos muros. No había mucho más que árboles y más árboles, los cuales veíamos todos lo días. Pero en el fondo de seguro el paisaje era especial porque los dos estábamos juntos.

Jungkook me hacía feliz y yo le hacía feliz.

***

—¡Sunbin! Recuerda que Jungha todavía no puede comer solo. Encárgate de él.

Dejé de lado los paños sucios que estaba lavando y caminé hacia la silla en donde estaba sentado el pequeño. La panza me dolía un poco, pero había mucho que hacer, así que no podía permitir el dejar mis tareas de lado.

—Hola, Jungha. ¿Listo para comer?

Aunque había visto a Jungkook por la mañana, ya lo comenzaba a extrañar. ¿Qué estaría haciendo? Durante el día casi no le podía ver por estar ocupada. Tenía ganas de volver a ver los árboles... Eran tan bonitos, y de seguro lo eran más cuando la luz del día los iluminaba.

Esperaba poder estar con Jungkook para saber si era así.

Hundí la pequeña cuchara en la papilla para llevarla a la boca de Jungha. No estaba segura de si era la comida más deliciosa, pero a él parecía gustarle. Un sonido alegre salió de sus labios y limpié su boquita para que no estuviera sucio. Esto de actuar como cuidadora me gustaba, pero a veces era agotador.

—¿Dónde están las manzanas? —Joohyuk ingresó al comedor. Pensé que alguien más le respondería, pero me di cuenta de que ya todos se habían ido.

—Están en la canasta al lado de los limones —le indiqué—. Hay rojas y verdes, puedes elegir la que más te guste.

El chico pasó caminando por mi lado directo hacia la fruta. Una punzada en la panza me hizo doblarme en mi lugar. ¿Qué pasaba? Nunca había sentido un dolor parecido. Intenté disimular un poco lo que pasaba, pero no tuve éxito porque una nueva punzada me invadió.

—¿Estás bien?

—Sí, yo solo... Debo ir al baño.

Me intenté levantar, pero por alguna razón hasta las piernas me dolieron. El dolor que pensé que era en mi panza se sintió más abajo de mi ombligo y no tardé en percatarme que entre mis piernas se sentía raro. Bajo la mirada del chico hice mi mayor esfuerzo por levantarme y ya estando parada la vi.

El asiento tenía una pequeña mancha oscura sin forma ni gracia.

—Sunbin, tu falda está...

Manchada. Se había manchado.

Sus ojos parecían no querer apartarse de ese sector teñido con mi propio color. Sentí calor en mis mejillas. Yo no... Yo no sabía lo que le pasaba a mi cuerpo. Había escuchado a algunas niñas hablar sobre algo parecido, pero a mí nunca me había pasado.

Tenía miedo.

—No le digas a nadie —susurré con vergüenza.

—Necesitas irte de aquí, Sunbin —sus palabras me sorprendieron—. Yo me encargo de Jungha. Ve a tu habitación y busca ropa limpia. Te estaré esperando atrás del comedor.

¿Qué? No estaba entendiendo nada. Mi vientre bajo todavía dolía y no paraba de pensar. ¿Por qué tenía que irme? ¿A dónde tenía ir? Nunca había intercambiado tantas palabras con él... No entendía.

—Joohyuk...

—Hazme caso, Sunbin. Ve a tu habitación por ropa y después espérame. No se te ocurra cambiarte aquí, por nada del mundo. Solo cubre esa mancha lo mejor que puedas.

Y aunque no comprendía nada, hice lo que me dijo. Di vuelta la falda y me coloqué un delantal para que tapara la mancha. Me dirigí a la habitación aprovechando que no había nadie y saqué un par de prendas.

El corazón me iba a mil. Lo sentía en mis oídos.

No sabía por qué lo estaba haciendo, pero algo me decía que le tenía que hacer caso. Por un momento recordé una vaga imagen de padre junto a chicas con sus faldas manchadas. Yo no quería ir a su habitación, era... raro. Quería mucho a padre, pero no quería que viera mi falda manchada.

¡Jungkook! Le tenía que avisar. No podía desaparecer de la nada. ¿Regresaría antes del anochecer? Esperaba que sí. No podía fallarle en ver los árboles, él me estaría esperando si es que no me ve llegar. Y si padre le veía... No, no quería pensar en ello. Iba a regresar lo más rápido posible para explicarle sobre mi desaparición por el día.

Cuando salí de la habitación, Joohyuk estaba esperándome afuera.

—Cambio de planes, Sunbin. Vamos a salir por detrás de los baños. Hay una parte donde podemos escalar.

No tuve tiempo para pensar con mayor claridad. Me dejé guiar siguiendo su cuerpo que me llevaba quién sabe dónde. Tenía miedo y no sabía muy lo que iba a pasar conmigo. ¿Si me iba podría regresar? ¿Cuánto tiempo estaría fuera? Sabía que venía del exterior, pero no tenía recuerdos de haber salido. Todo era tan desconocido... Solo conocía lo poco que había visto con Jungkook.

¡Jungkook!

Su pequeño cuerpo apareció a metros de nosotros. Nuestros ojos se conectaron y tuve el impulso de gritarle y correr hacia él, sin embargo, solo pude hacerle una seña de silencio. Una vaga y confusa señal de silencio antes de que Joohyuk me tomara de uno de mis brazos para seguir.

Me dolía el vientre bajo y a eso se le sumó un espeso dolor en el pecho. Sus ojos solo habían mostrado confusión e, incluso, así me dio una pequeña sonrisa de bebé. Aquella misma sonrisa que me regalaba cada vez que nos veíamos antes del amanecer.

—¿De verdad debo irme? Yo... no puedo. Necesito quedarme. Tal vez tú no entiendas, pero...

—Tu falda ya se manchó, Sunbin. Si quieres quedarte es tu decisión, pero si te pasa algo, ten en cuenta que yo te di la oportunidad de salvarte.

—¿Salvarme de qué..?

No hubo respuesta. Solo permaneció mirándome a los ojos mientras el muro blanco tras él esperaba ser escalado. Se dio la vuelta dándome la espalda y tras eso acomodó unas cajas de madera que formaron una especie de escalera lo suficiente alta para poder subir y pasar el muro. ¿Era seguro seguirlo? En verdad nunca antes habíamos sido cercanos. De alguna parte sacó una tela amarrada por sus esquinas que tiró hacia el otro lado.

—Vamos. Sé que aquí tienes a alguien que te importa, pero no te preocupes de más. Vamos a regresar y lo podrás ver.

Y le creí. Le creí porque su figura me transmitió cierta confianza. Sus palabras habían sonado sinceras y sin un trasfondo. Iba a volver con Jungkook y todo regresaría a la normalidad. Nada ni nadie me separaría de mi niño precioso. Habíamos prometido estar siempre juntos y así sería.

Volteé para ver si su figura pequeña seguía viéndome con confusión, pero no encontré nada más que soledad y un piso vacío. Él iba a estar bien, era astuto e inteligente. Lo único que me daba pena era si no llegaba a sentarme en el techo junto a él. Eso sería lo único de lo que me arrepentiría.

●▬▬▬▬31/08/21▬▬▬▬●

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