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02. ☠︎

Hyungwon


—¿Jeju? ¿En serio, mamá? —Lo único que faltaba, tener que tomarme un avión para ir a
una boda que no quería para ser juzgado y criticado por el malón de familiares idiotas quetenía. —¡No iré!

—Si irás. ¡Deja de ser tan infantil!, Wonnie. Aparte ya reservé tus pasajes. Iremos todo el fin de semana y podrás relajarte junto a... ¿Cómo se llama tu novio?

—No es mi novio, mamá. Te dije que recién nos estamos conociendo.

—Bueno, tómalo como unas mini vacaciones de pareja, podrán hacerse arrumacos frente al
mar. Sabes que Jeju es muy romántico.

¿Arrumacos? Esa mujer iba a llevarme a la tumba.

—Deja de divagar, mujer. No tengo pensado casarme, así que para con esa cantaleta.

—Eres el peor de los hijos, mortificas a tu pobre madre con tus caprichos.

—Acá el único mortificado soy yo al tener una madre que solo quiere casarme. ¡Eres una
versión moderna y claramente más loca de la madre de Elizabeth Bennet!

—¿Quién es Elizabeth? ¿Una extranjera? Me va a dar algo, no puedes traerme a una
extranjera, apenas sé hablar mi propio idioma...

No tenía sentido seguir hablando con esa señora. Nunca entendía nada.

—Bien, mamá. Envíame el itinerario del dichoso fin de semana, haré lo posible por ir.

—Más te vale que vayas porque...

Colgué. No podía seguir con esa historia.
El timbre del apartamento sonó y cuando abrí me encontré a Min, a Chang y al dichoso
Kihyun.

—¡Hola! —gritaron y entraron a la casa—. ¡Vinimos a prepararnos para la gran noche!
—Min estaba que no cabía en sí de la emoción.

—Hola, Wonnie —saludó Kihyun arreglándose el cabello detrás de la oreja y sonriéndome—
¡Qué lindo te queda el pelo así largo!

Me llevé una mano a la cabeza y le agradecí con una sonrisa.

—Gracias, Kihyun. Me alegra verte también.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me digas Kihyun? Dime Kiki, me haces sentir
viejo.

Hizo un puchero y agitó las pestañas de una manera coqueta que me hizo dar escalofríos.

—Ok, lo siento, Kiki...

—Así está mejor —todos se sentaron e improvisaron un showroom en la sala, sacando ropa y zapatos, probándose ropa y modelando.

—Wonnie —Min se giró semidesnudo—, dime que le avisaste a Honey.

—Bueno, con respecto a eso...

—Juro que te mato —dijo con una mirada asesina.

—Si le dije, psicópata. Estará aquí en una hora.

—¿Una hora? ¿Por qué no me avisaste? Parezco la cenicienta, pero con ratones idiotas y con mal gusto.

—Hey, cuida la boca o la cenicienta se va a quedar trabajando después de hora —lo
amenazó Kiki agitando un zapato frente a su cara.

—Yo que tú me callo —le dije a mi amigo por lo bajo.

—Ahora entiendo que le tengas miedo, creo que vi llamas saliendo de sus ojos.

—Y tu querías que saliera con él, eres un pésimo amigo.

—¡Ustedes dos dejen de cuchichear y vístanse! —exclamó el pelirrojo aplaudiendo para llamar nuestra atención.

Por supuesto que corrimos a vestirnos, no fuera a ser cosa de que el enano represor nos
dejara fregando platos toda la noche.

MinHyuk no nos había dicho a dónde nos iba a llevar así que opté por vestirme como para ir
a una discoteca. Pantalón de cuero, camisa holgada, algunos accesorios y el cabello suelto.

Me miré al espejo y me encogí de hombros. No podía hacer mucho más por mi aspecto.

—Te ves genial —dijo Chang—. Hoy tienes que encontrar un novio.

—¿Estás buscando novio, Wonnie? —Kiki parecía interesado—. Sabes, podríamos salir...

Timbre. Salvado por la campana. Corrí a abrir la puerta y casi beso a JooHeon de la alegría.

—¡JooHeon, viniste! —dije en voz alta. JooHeon me miró como si mi nivel de estupidez hubiera sobrepasado los límites de su entendimiento.

—¿Te estás drogando, Wonnie? —preguntó por lo bajo.

Le di un golpe en la nuca. —¡Cállate! Kihyun estaba por invitarme a salir, así que sígueme el juego.

—Ok, Ok. —Se metió en la sala y Min lanzó un chillido que hubiera hecho ruborizar a
cualquier banshee.

—¡Honey! —se colgó de su cuello como un mono con abstinencia de bananas.

—Hola, Min —dijo mi amigo y le entregó una pequeña bolsita con el logo de Cartier grabado en letras doradas—. ¡Feliz Cumpleaños!

Min se sonrojó e hizo un mohín con la boca. Su parpadeo desigual se hizo más evidente,
pero por alguna razón, ese gesto resultaba tierno al contrario de los de Kihyun que siempre resultaban aterradores.

—Min, no nos dijiste a donde iríamos —observó Kihyun preocupado. Y no lo culpaba. Sabía que si Min planeaba la salida todo terminaba siendo una locura.

—Es sorpresa —se encogió de hombros y agarró su bolso—. ¿Listos? Bueno, vamos niños.

Los voy a llevar a un lugar que no van a olvidar en su vida.

—Tengo miedo —me susurró Chang.

—Tengo un amigo que es comisario —dijo Kiki riendo—, lo llamaré por las dudas.

—¿Llevan dinero extra? —pregunté—. Por si tenemos que pagar alguna fianza...

—¡Qué exagerados! —Min se puso el abrigo y abrió la puerta—. ¡Ahora me van a decir que
no se divierten conmigo!

Todos salimos del edificio y Min se subió al auto de JooHeon mientras Chang y Kihyun se
subieron al mío.

—Pasaremos a buscar a YeonJun —gritó Min bajando la ventanilla—. Wonnie, ahí te envié
la dirección.

El lugar por fuera parecía normal, pero no debíamos olvidar que Min había organizado todo así que intercambiamos algunas miradas preocupadas y al final decidimos seguir al
cumpleañero que estaba muy feliz con su elección y con JooHeon a su lado.

Nos hicieron entrar por un portón de hierro corredizo a un hall que nada tenía que ver con el exterior. Era sobrio y hasta se podría decir que elegante. Las paredes eran negras con vivos dorados y había un gran mostrador de mármol rosado. Una chica vestida con una suave túnica roja nos dio la bienvenida.

—Buenas noches, caballeros —dijo en un tono amable—. Bienvenidos a Hurricane Venus.
—Un muchacho vestido de negro y con un antifaz dorado se acercó a nosotros y tomó
nuestros abrigos.

—¿La reserva a nombre de quién está?

—Lee MinHyuk —Min se acercó y le pasó su identificación.

La chica chequeó en su monitor y luego le entregó una tarjeta negra y una llave.

—Pueden pasar —la chica nos indicó una puerta de doble hoja azul y otro muchacho
vestido igual que el anterior, nos abrió.

—Min —Chang lo agarró del brazo— ¿Es un lugar de apuestas ilegales? Porque si es así
me voy, soy maestro de preescolar y no quiero...

—Basta, Chang. No es nada malo, ¿ok? Tú solo disfruta.

Entramos a un salón con mesas y sillas. Todo decorado en los mismos tonos negros y
dorados. Había un escenario flanqueado por grandes cortinas rojo sangre. Un hombre de
antifaz dorado como los anteriores nos condujo a una mesa y nos ensañó para qué servía la tarjeta.

—¿Qué lugar es este? —Kihyun miraba todo con un gesto de estupor—. Min, quiero volver
con todos mis órganos intactos.

—Ya bájenle a la paranoia —dijo Min susurrando—. Ahora, ¿qué podemos tomar? —repasó el menú en la pantalla que había a un costado de la mesa—. ¿Champagne? ¿Vino?

—Es tu cumpleaños —dije—. Así que champagne. Yo invito.

Min me lanzó un beso. El salón se fue llenando de a poco hasta que en un momento todas las luces se apagaron y se encendieron unas antorchas a lo largo de las paredes.

—¿Wtf? —Chang dio un respingo cuando el lugar quedó iluminado por la luz de las llamas.

Min se echó a reír.

Todos hicieron silencio en el salón. Una voz profunda salió de algún lugar del escenario.

'Bienvenidos a Hurricane Venus. Nos complace presentar el show exótico más exclusivo de
todo Corea. Disfruten de la noche.'

—¿Show exótico? —Kihyun volteó a ver a Min que sonreía demasiado.

—Shh, es mi cumpleaños y se hace lo que yo diga. Ahora, cállense y déjenme disfrutar del
show.

El telón se descorrió y en el medio del escenario pudimos ver a un hombre que era
sostenido por cadenas que cruzaban su pecho. Solo vestía una bata de boxeador y tenía la cabeza gacha. Pronto la música empezó a sonar y el hombre comenzó a mover su cuerpo, queriendo soltarse de las cadenas, hasta que por fin se liberó. La música adquirió un ritmo más sexy y el hombre se quitó la bata y empezó a mover las caderas despacio, haciendo compás con la música.

—Ufff —dijo Chang— viene fuerte el asunto...

—¿Será real ese cuerpo? —preguntó Kiki inclinándose hacia adelante y entrecerrando los ojos.

Y sí que parecía de otro mundo. El hombre tenía un cuerpo sensacional. La espalda ancha era un mapa de músculos hermosamente trabajados que convergían en una V perfecta en la cintura estrecha. Los brazos fuertes parecían haber sido cincelados por algún artista del renacimiento, pero lo mejor de todo era...

—¡Dios santo, ese trasero debería ser expuesto al lado de la Gioconda en el Louvre! —exclamó Min casi atragantándose con el champagne.

No podría haberme expresado mejor. Ese trasero merecía su propio altar en el museo de la fama. Redondo y duro. Perfecto.

Reprimí un suspiro y me acomodé en mi asiento ya que mi pantalón empezaba a molestar.

No podía —ni quería— quitar los ojos de ese hombre infernal que bailaba para nosotros.

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