Bebida
Lo miré por un instante y luego me puse de pie. Él me observó sin comprender, su mirada lo decía todo y no hacía falta que usará palabras; no obstante, decidió hablar y usar su saliva.
—¿A dónde vas? —me preguntó, poniéndose de pie.
—Voy a volver con los chicos. Vine con Joseph y Jamie —le expliqué con un tono de obviedad.
Él caminó hacia mí hasta quedar frente a frente.
—Lo sé, pero... ¿Tienes que irte?
Su pregunta me tomó por sorpresa, ya que tenía planes para esta noche y todo lo que estaba ocurriendo no era ni la mitad de lo que me había imaginado. Hice una mueca con mis labios y asentí.
—Sí, Joe, tengo cosas que hacer con mis amigos. No puedo estar aquí encerrada contigo y ni siquiera nos llevamos del todo bien. —Lo miré y negué más de una vez—. Lo sabes; lo sé y la mitad del mundo también.
Él se ríe negando.
—Eres exagerada. Nadie sabe eso, además, no es que no nos llevemos bien. Tú me odiaste desde el inicio —concluyó él.
Miré a Joe sin poder creer lo que había salido de sus labios. ¿Entonces, era mi culpa? Yo no había hecho nada para que él pensará tal cosa; sin embargo, él todo lo que hacía me dejaba en claro que yo tenía razón y que él me odiaba.
—Wow... —Aplaudí mirándolo—. Todo venía bien. Nos estábamos comunicando, pero... Esto, siempre es lo mismo. ¡Siempre es la misma cosa contigo!
Me acerqué a la puerta y salí sin importar nada. Mientras iba caminando rumbo a los chicos, Natalia me detiene, sorprendida, junto con Charlie, al cual se le cae la bebida al suelo.
—¿Estás bien? Escuchamos gritos —dijo ella preocupada.
Al notar el alboroto que habíamos armado en ese maldito cuarto, solo sonreí y asentí.
—¿Segura? —preguntó Charlie.
Asentí.
—Lo estoy, solo que me gustaría ir a casa. Lo siento, chicos.
Empecé a buscar a Quinn y Jamie, quienes estaban cómodamente en la pista de baile. Sus pasos eran ridículos, pero divertidos, al mismo tiempo. Me acerqué rápido y notaron mi rostro apagado.
—¿Qué pasó? —cuestionó Jamie.
—Quiero ir a casa. Vine a despedirme —le expliqué y luego sentí una mano sobre el hombro.
Noté la mirada de los chicos y como se fueron de ahí. Lo sabía, no podía ser otra persona. Giré y me encontré nuevamente con él.
—Vamos —soltó de golpe.
Lo miré sin entender nada.
—¿Qué? ¿A qué te refieres?
—A casa —comentó mientras tomaba mi mano y me jalaba junto a él—. ¿No era que querías irte?
Al llegar a la parte donde se le cayó la bebida a Charlie, Joe apuró el paso y se terminó resbalando. Como pude, lo ayudé a ponerse de pie, mientras intentaba no morirme de la risa, aunque me resultaba imposible. Él también se reía como si no hubiera un mañana, lo cual era más gracioso aún.
—Tienes que tener más cuidado, ¿no crees? —Alcé ambas cejas—. Y no, gracias, pero vine con mis amigos y me iré con ellos.
—Okay.
La gala elegante estaba en su apogeo cuando Milu, la argentina más codiciada del momento junto conmigo, entró con elegancia, atrayendo miradas con su presencia segura y su vestido deslumbrante.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con Joseph Quinn, quien también brillaba entre la multitud con su carisma característico. Observándolos desde la distancia, no pude evitar sonreír feliz al ver a mi amigo disfrutar despreocupadamente de la noche.
Milu se acercó a Joseph con una sonrisa radiante, y pronto estaban inmersos en una conversación animada que resonaba con risas y gestos expresivos. Me acerqué discretamente, disfrutando de la escena frente a mí. Era evidente que ambos estaban teniendo un buen momento, intercambiando historias y compartiendo momentos de diversión que llenaban el ambiente con una energía contagiosa.
Desde mi posición, podía captar la complicidad entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que compartieron momentos así. Milu, con su don natural para conectar con la gente, y Joseph, con su sentido del humor siempre presente, formaban un dúo imbatible en cualquier situación social.
La música envolvente y el bullicio de la gala creaban el telón de fondo perfecto para esta reunión especial.
Observé cómo Milu y Joseph se sumergían en su charla, sintiéndome agradecido por presenciar la amistad en su forma más genuina.
Era un recordatorio de lo afortunado que era tener amigos que traían tanta alegría y luz a cada momento compartido.
La noche avanzaba, y mientras Milu y Joseph continuaban su intercambio animado, me quedé allí, sonriendo feliz ante la escena de camaradería y felicidad que se desarrollaba delante de mis ojos.
Joe interrumpió mis pensamientos bonitos suavemente con una sonrisa curiosa.
—¿Qué estás mirando tan feliz? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.
Levanté la mirada hacia él, todavía contagiado por la alegría de ver a Milu y Joseph disfrutar juntos.
—Estoy viendo a Joseph y Milu. Se merecen lo mejor —respondí sinceramente, sintiendo cómo mis palabras resonaban con la verdad de mi corazón—. Ella es una genia y él también. Ambos merecen que su amor sea genuino. Me gustaría ver a esta pareja.
Joe asintió con una expresión comprensiva.
—Ellos sí, pero tú también te mereces lo mejor, ¿sabes? —dijo con voz suave, buscando mis ojos con ternura.
Una pequeña risa escapó de mis labios mientras negaba con la cabeza suavemente.
—No tanto como ellos —murmuré, sintiendo una mezcla de gratitud por su preocupación y la certeza de que no buscaba lo mismo para mí misma.
Joe asintió de nuevo, con una mirada que mezclaba comprensión y determinación.
—Quizás no lo creas ahora, pero lo mereces, igual que todos —dijo con firmeza, antes de añadir con una sonrisa traviesa—: Incluso si a veces te resistes a creerlo.
Sus palabras resonaron en mi mente mientras volví a mirar a Joseph y Milu, reconociendo la profundidad de lo que Joe acababa de decir. Sabía que tenía razón, aunque fuera difícil aceptarlo en ese momento.
—No importa, yo debo ir a casa —comenté con seguridad, mientras salía del lugar con la frente en alto.
—No, espera, ___ —dijo él, acercándose.
Puse mi mano sobre su pecho y negué alejándolo.
—Ya déjame en paz, Joe. Estoy harta —dije con sinceridad—. Ya me cansé, por favor...
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