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12

—Yoongi, esta pastilla te la tomaste hace como tres horas. En tres horas más, toma otra pastilla. Estos parches miden tu temperatura; solo necesitas pegarlos en tu piel. Te pedí comida a domicilio.

—¿Piensas dejarme solo estando enfermo? —preguntó Yoongi, con un tono de voz que mezclaba vulnerabilidad y reproche.

—Sí, no es mi responsabilidad cuidarte. Llamé a tu novia y sus palabras fueron: "¿Qué quieres, que me enferme yo también? No soy enfermera." ¿Cómo puedes estar con alguien que no se preocupa por ti?

—Jimin, no lo entenderías. Pero si tienes asuntos que atender, lo entiendo. Anda, ve. Y si me encuentras muerto, no tengas cargo de conciencia.

—Dramático. Todos hemos tenido fiebre alguna vez.

—Jimin... —dijo Yoongi, con un tono de voz más serio.

—¿Sí?

—¿Cómo es que mi alfa te reconoció como destinado?

—Lo siento, se acabó mi neutralizador y de verdad lo siento mucho. No quería que nada de esto pasara.

—No te preocupes, Jimin. Yo sé que tú no serías capaz de aprovecharte de mí. Y sé que suena extraño, pero, ¿me dejarías olerte?

—No, para que tu alfa salga y me bese otra vez —dije de forma espontánea.

—¿Qué? ¿Mi alfa, qué?

—Perdón, pero sí, eso hizo el atrevido. Te quedaste con mi segundo beso.

—¿De verdad no habías besado a nadie?

—Es verdad. Yo solo te he besado a ti. Has de creer que soy un tonto, ¿verdad?

—No, Jimin, no eres tonto. Eres único. Si fueses omega femenina, yo estaría loco por ti.

—Este... bueno, iré a cambiarme. La comida a domicilio no tarda en llegar —dije, cambiando el tema de conversación.

Había pasado el día cuidando a Yoongi, pero cuando cayó la noche, sonó el timbre. Solté su mano porque él dormía profundamente. Al abrir la puerta, me encontré con Jin. Me alegré mucho de verlo, pero me sorprendió su visita.

—¿Y eso? ¿Qué has venido? —le pregunté, curioso.

—Me dijo Tae que tu alfa estaba enfermo y que lo estabas cuidando, así que vine a enseñarte a hacer una sopa que levanta hasta a los muertos —respondió con una sonrisa.

—De verdad, Jin, me da tanta vergüenza haberte hecho venir hasta aquí —dije, sintiéndome apenado.

—No te preocupes, vine porque quise hacerlo. Pero, ¿me vas a dejar aquí en la entrada? —bromeó.

—No, no, perdón, qué maleducado soy. Estás en tu casa —dije rápidamente. Jin se quitó los zapatos y pasó directo a la cocina. Empezó a sacar verduras y a organizar lo que utilizaría. En ese momento, Yoongi se levantó y, gruñendo, me abrazó por la espalda, poniendo sus manos en mi cintura. Me asombré.

—¿Está todo bien? —pregunté, preocupado.

Jin se rió y dijo:

—Jimin, Yoongi está marcando territorio.

—Pero... Yoongi, ¿por qué lo haces? —le pregunté, confundido.

—Me siento enfermo, Jimin. Quédate conmigo —me respondió, ignorando mi pregunta.

—Estoy con Jin —le recordé suavemente.

—Tranquilo, Jimin, no te preocupes. Puedo hacerme cargo de esto yo solo. Atiende a tu alfa, así verá que no represento una amenaza —dijo Jin, tranquilizándome.

Fui con Yoongi hasta el sofá y, sentándome a su lado, le dije:

—No sé qué ocurre. Estás actuando raro y me estás confundiendo. Un día me dices una cosa y ahora te comportas así.

—Lo siento, Jimin. Es que mi alfa me obliga a hacerlo —respondió Yoongi, con una expresión de disculpa.

—Entonces, ¿nada de esto ha sido ni un poco parte tuya?

—No, todo lo ha hecho mi alfa.

—¿Pero no se te hace injusto conmigo? —le pregunté, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.

—Lo siento, Jimin, pero no puedo controlarlo. Lo intento, pero no puedo.

Iba a responder cuando Jin se acercó a decirnos que la sopa ya estaba lista. Yoongi tomó mi mano y empezó a gruñirle a Jin. Me sentí avergonzado y solté su mano. Recién acabábamos de hablar y hacía esto. ¿Qué realmente quiere de mí?

—Perdona, Jin. No sé qué le pasa a Yoongi —dije, apenado.

—No te preocupes, cosas de alfas. Me iré para dejar que coman tranquilos —respondió Jin, con una sonrisa comprensiva.

—No, ¿cómo crees? Come con nosotros —dije amablemente. Después de todo, él había cocinado. Pero Yoongi gruñó, poniéndome detrás de él.

—Tranquilo, no te preocupes, Jimin. Lo hice para ustedes porque me gusta cocinar. Tengan una buena noche y, con suerte, hoy sales con una marca —dijo Jin, guiñándome un ojo.

Eso hizo que me sintiera como una olla de presión. Incluso cubrí mi cuello con vergüenza. Jin se dio la vuelta y, con una sonrisa, se puso los zapatos para salir de la casa.

Cuando Jin salió, fui a la cocina y serví sopa para Yoongi y para mí. Comimos en absoluto silencio, un silencio que se me hacía bastante incómodo. Por eso le pregunté:

—¿Te gusta la sopa?

Pero Yoongi respondió con otra pregunta:

—¿Te gusta Seokjin?

—¡Nooo! Claro que no me gusta —respondí rápidamente.

—¿No viste cómo te sonríe? —insistió Yoongi.

—Él le sonríe a todos. Es un alfa amable —traté de explicarle.

—Claramente le gustas, Jimin.

—Para nada. Él tiene su compañero.

—Compañero y te anda buscando a ti.

—Ya es suficiente con esto —dije, tratando de poner fin a la conversación.

—¡Tú eres mi esposo! —exclamó Yoongi, dejándome sin palabras. No sabía qué responder, aunque en mi cabeza tenía muchas respuestas; ninguna podía decirla.

—Perdón, Jimin. Lavaré esto y me iré a dormir. Creo que regresó la fiebre y por eso estoy diciendo cosas sin sentido.

—¿Por qué no aceptas que, por lo menos, te gusto? —le pregunté, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.

—Jimin, estoy con Jandi. Ella no merece que yo le haga daño.

—Entiendo. Entonces tratemos de que, aunque vivamos juntos, se marque un margen de distancia.

—Sí, es lo mejor —concluyó Yoongi, con un suspiro.

Vi a Yoongi lavar su plato y marcharse. Me quedé sentado en el banco de la isla de la cocina, con las palabras atrapadas en mi boca y en mi mente. Lo único que hablaba por mí eran mis lágrimas, que caían silenciosamente. Me sentía atrapado en un torbellino de emociones, cuestionándome nuevamente: ¿por qué sigo aquí? Si Jin y Namjoon renunciaron a sus omegas, yo también puedo renunciar a mi alfa. Es mejor sufrir unos cuantos días que una vida entera aferrado a algo que no pasará.

El dolor en mi pecho era insoportable, como si una mano invisible me apretara el corazón. Cada lágrima que caía era un recordatorio de mis sueños rotos y esperanzas desvanecidas. Recogí todas las cosas y me fui a mi habitación, sintiéndome más solo que nunca. Escribí en mi diario, tratando de poner en palabras el caos que sentía dentro de mí. Las palabras fluían, pero no aliviaban el dolor. Poco a poco, el cansancio me venció y empecé a sentir sueño.

Al día siguiente, desperté con los ojos hinchados y el corazón pesado. Me alisté y me obligué a comer; al terminar, me fui a la universidad sin avisarle a Yoongi. No tengo por qué darle atribuciones o importancia a nada que lo haga sentir con poder sobre mí. Pero, aun con todo eso, cada vez que veía que me acercaba más a la universidad, era una lucha contra el deseo de volver a mi cama y esconderme del mundo. Pero, por otra parte, me digo a mí mismo que debo seguir adelante, aunque cada día se sienta como una batalla perdida.

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