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CAPITULO 28


























✧.°˖✧.°˖✧





















Anne despertó atada a una silla, alzó la cabeza confusa, sin saber donde estaba ni como había llegado hasta allí.

Un hombre alto, de complexión delgada, de piel pálida se encontraba en frente de ella, obvservándola de una forma extraña, con una mirada que le causaba escalofríos a Anne.

—¿Quien eres?—la pelirroja se intentó escapar del agarre de las cuerdas que la mantenían aprisionada—¿Donde está el viejo tuerto?

Sí, Anne tenía una forma bastante curiosa de insultar a alguien cuando estaba enfadada.

Él "loquito" como ya le había apodado la chica en su cabeza, se empezó a reír de forma histérica.

—¿Solo sabes reírte como un loco o qué?—espetó Anne.

La expresión del hombre cambió un poco por como le había llamado la Gryffindor.

—¿Donde está Alastor?—preguntó Anne una vez más.

—Yo era Alastor, niña—contestó el hombre caminando hacia ella.

La pelirroja estaba perdiéndose bastante—Si no recuerdo mal, Moody era un poquito diferente a ti, eh.

—Pensé que serías más inteligente, Anne Weasley—murmuró con burla, enseñándole la petaca de la que siempre solía beber.

—Multijugos—dijo Anne al oler el líquido que provenía de ahí, Snape les había enseñado a detectar el olor de aquella poción.

—Muy bien, al final no eres tan tonta.

Anne rodó los ojos—Así que te has estando haciendo pasar por un profesor.

El hombre iba a hacer un amago de decir algo, pero la chica le cortó.

—Asumo que será algo relacionado con el tema de resucitar a vuestro queridísimo Voldemort.

—¿Cómo osas a decir el nombre del señor oscuro?—alzó la voz él.

—De señor oscuro nada, para tener un título hay que ganárselo, y ese hombre no ha ganado nada.

—¿Nada?—se rio estrepitosamente—El señor oscuro ha ganado mucho más de lo que tú ganarás en tu patética vida, niñata.

—¿Ganado?—ahora fue el turno de reír de Anne—Si tu relacionas ganar con que desvanezcas en un propio hechizo de rebote... Allá tú.

La chica podía haber jurado como el hombre estaba apunto de enloquecer aún más, si es que eso se podía.

—Y no le tengo miedo a un simple nombre, el miedo de decir Voldemort en voz alta lo crean las personas que lo atemorizan, y yo no lo hago—intentó que su voz no temblara, sabía perfectamente en donde se estaba metiendo, pero le daba igual, no iba a dejar que un señor que ni siquiera había visto cara a cara la aterrorizara, estaba harta.

—No se si eres ridículamente valiente o estúpida, pero no te preocupes, hoy decidirás si continuarás sin temerlo o te irás corriendo en un intento de vivir, el cual los dos sabemos que fallarás.

Anne frunció el ceño, ¿hoy vería a Voldemort?

Al ver su semblante confundido, el hombre sonrió—Bueno, creo que no me he presentado de la forma adecuada, niña, soy Barty Crouch Jr.

Esto tenía que ser una broma, ahora salía Rita Skeeter con su pluma y libreta para hacer una foto de su cara, ¿el hijo de Barty Crouch?

—Tú te pudrías en la cárcel, escuché tu historia por mi padre.

—Exacto, me pudría, hasta que mi madre tomó mi puesto en mi celda, sí, sin duda me quería demasiado—explicó.

—¿Y que quieres hacer conmigo? No es a por mi quien vas.

—Estabas descubriendo mi plan, la estúpida jefa de tu casa te había hecho caso, la escuché hablando con Dumbledore, que confiaba en tu criterio—rodó los ojos Barty.

—Ni se te ocurra insultar a Minnie, de Snape puedes decir todo lo que quieras, pero con ella ni lo pienses—se enfadó la pelirroja, nadie iba a decir nada malo de su profesora favorita, mucho menos en su presencia.

El Crouch la ignoró, alejándose un poco de ella para ir a coger algo de la pequeña mesita, era una especie de copa.

—No puedo dejar que te vayas ahora, y ya que no temes al señor oscuro, ¿por que no dejarte ver como vuelve a la vida? Probablemente tu querido amigo ya este llegando a la copa del laberinto, así que, tu turno llegó, Anne Weasley—le puso el objeto en frente.

"Mierda" fue la única palabra que se repetía en la mente de Gryffindor.

—Te estoy dando una oportunidad de sobrevivir—mintió él—Tienes dos opciones, o te lanzo un Avada Kedavra o agarras la copa.

—O puedo darte una patada en los huevos, ¿qué te parece?—sonrió irónica.

Barty soltó una risa—Inténtalo, saldrás perdiendo.

Anne tragó saliva, aceptando su destino, tal vez así podría intentar ayudar a Harry.

Justo cuando iba a tocar la copa, alguien tocó la puerta varias veces.

—Moody, ¡sabemos que estás ahí!—gritó una voz demasiado conocida para Anne.

Barty le puso una soga en la boca a la pelirroja, yendo a beber de su petaca.

En cuestión de segundos, cambió una vez más de apariencia, siendo ahora una réplica exacta de Alastor Moody.

El "profesor" entre abrió la puerta—¿Os puedo ayudar en algo?

—Donde está Anne, hijo de puta—espetó Mattheo.

—No se olvide de a quien le está hablando, señorito Riddle, y no se que me estás diciendo, he estado todo el día en mi oficina preparando el papeleo del Torneo, pregúntele a los fantasmas de los pasillos, no he salido de aquí en todo el día.

Mattheo apretó la mandíbula—Déjenos pasar.

—Me temo que un par de alumnos no me dan órdenes, ir a ver la prueba, dentro de nada acabará, ¿no creéis?—dicho eso cerró la puerta en su cara para dirigirse hacia Anne—Imperio—hechizó a la chica, la cual no se pudo resistir de lo débil que se encontraba, haciendo caso a la orden de inmediato.

Justo cuando tocó el traslador, la puerta se abrió de golpe, permitiendo que los hermanos vieran como Anne se desvanecía de la habitación, dándoles una última mirada.

—Te voy a matar, lo juro—Mattheo estampó a Moody contra la pared, los efectos de la poción multijugos empezaban a desvanecerse, haciendo así que se viera el verdadero físico de Crouch.

—Es demasiado tarde—se rio desquiciado Barty—Ella ya está con vuestro querido padre.

Tom le lanzó un crucio al hombre, quien empezó a gritar de dolor—Te arrepentirás.

Los hermanos compartieron una mirada de preocupación por su pelirroja.














✧.°˖✧.°˖✧


















Anne sintió que sus pies daban contra el suelo. Su pierna flaqueó, y cayó de bruces.

Había abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que había viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo. Se hallaba en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.

Se levantó como pudo, sintiéndose perdida. De repente, notó como alguien le dio una patada en las costillas, lo cual la hizo caer una vez más al suelo, sintiendo un dolor horrible en la zona golpeada, no podía moverse, todavía tenia las cuerdas en las manos, manteniéndola aprisionada.

—Sí, me avisó Crouch de tu llegada, Weasley—reconoció esa voz al instante.

—Colagusano—murmuró con amargura.

—Bingo.

Escudriñando en la oscuridad, vio que se Peter llevaba algo en sus brazos, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndole ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé...

De repente dos figuras más aparecieron de la nada.

—¡Harry, Cedric!—gritó la chica al verlos—¡Corred, es una trampa!—Anne fue silenciada una vez más por otra patada, sentía ya el sabor metálico de su sangre acumulándose en su boca.

—¿Anne?—dijo Harry preocupado—¿Qué haces aquí?

—Oh, nada, que me vine a tomar un té con este de aquí disfrazada de prisionera—ironizó—¿¡Tú que crees!?

—Suéltala—ordenó Harry a Colagusano, mientras que Cedric asentía con la varita en la mano.

Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz de Harry empezó a dolerle. Al llevarse las manos a la cara la varita se le resbaló de los dedos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada.

—¡Harry!—exclamó Anne asustada por su amigo, todo su enfado se había desvanecido, la vida del que consideraba su hermano estaba en peligro.

Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una voz fría y aguda que decía:

—Mata al otro.

Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche estas palabras:

—¡Avada Kedavra!

A través de los párpados cerrados, Anne percibió el destello de un rayo de luz verde, y oyó que algo pesado caía al suelo.

Cedric yacía, sobre la hierba, con las piernas y los brazos extendidos. Estaba muerto.

Anne abrió la boca, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

Miró la cara de Cedric, sus ojos abiertos, inexpresivos como las ventanas de una casa abandonada, su boca medio abierta, que parecía expresar sorpresa.

El hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y, con la varita encendida, arrastraba a Harry hacia la lápida de mármol. A la luz de la varita, Anne vio el nombre inscrito en la lápida antes de que Harry fuera arrojado contra ella:

TOM RIDDLE

Acto seguido, Colagusano repitió su acción con Anne, dándole otra patada en el sitio que tanto le dolía e hizo aparecer por arte de magia unas cuerdas que sujetaron firmemente a los dos, atándoles a la lápida desde el cuello a los tobillos.

Los amigos podía oír el sonido de una respiración rápida y superficial que provenía de dentro de la capucha. Forcejeó, y el hombre lo golpeó: lo golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, y entonces Harry comprendió quién se ocultaba bajo la capucha: Colagusano.

—¡Tú!—dijo el castaño jadeando.

Pero Colagusano, no contestó: estaba demasiado ocupado comprobando la firmeza de las cuerdas, y sus dedos temblaban incontrolablemente hurgando en los nudos.

Cuando estuvo seguro de que los dos habían quedado tan firmemente atado a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Harry en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa.

Harry no podía decir nada, ni podía ver adónde había ido Colagusano. No podía volver la cabeza para mirar al otro lado de la lápida: sólo podía ver lo que había justo delante de él.

Los amigos se miraron entre si, temiendo por los que les podría pasar, pero Anne estaba más preocupada por él que por ella.

—Todo va a estar bien, Harry, no te preocupes, ¿vale? Respira hondo, miope—le intentó calmar Anne al ver como su respiración se aceleraba.

El apodo hizo que Harry sintiera los ojos aguados, la pelirroja ya le hablaba y era la peor situación que se le podía ocurrir, si habían matado a Cedric, harían lo mismo con su mejor amiga, y no podría perdonárselo nunca.

Anne escuchó un ruido a sus pies. Bajó la mirada, y vio una serpiente gigante que se deslizaba por la hierba, rodeando la lápida a la que estaban atados. Para su sorpresa, la serpiente parecía verse cariñosa con ella, como si la reconociera de algo, y se quedó en sus pies, haciéndole compañía.

Colagusano volvió, y empujó algo hasta la sepultura algo que parecía un caldero de piedra, aparentemente lleno de agua.

Escucharon que salpicaba al suelo, y era más grande que ningún caldero que él hubiera utilizado nunca: era una especie de pila de piedra capaz de contener a un hombre adulto sentado.

La cosa que había dentro del lío de ropa, en el suelo, se agitaba con más persistencia, como si tratara de liberarse.

En aquel momento, Colagusano hacía algo en el fondo del caldero con la varita. De repente brotaron bajo él unas llamas crepitantes.

El líquido que contenía el caldero parecía calentarse muy rápidamente.

La superficie comenzó no sólo a borbotear, sino que también lanzaba chispas abrasadoras, como si estuviera ardiendo.

El vapor se espesaba emborronando la silueta de Colagusano, que atendía el fuego. El lío de ropa empezó a agitarse más fuerte, y volvieron a oír la voz fría y aguda:

—¡Date prisa!

La entera superficie del agua relucía por las chispas. Parecía incrustada de brillantes.

—Ya está listo, amo.

—Ahora... —dijo la voz fría.

Colagusano abrió el lío de ropa, que parecía una túnica, revelando lo que había dentro, y Harry soltó un grito que fue ahogado por lo que Colagusano le había metido en la boca.

Era como si Colagusano hubiera levantado una piedra y dejado a la vista algo oculto, horrendo y viscoso... pero cien veces peor de lo que se pueda decir.

Lo que Colagusano había llevado con él tenía la forma de un niño agachado, pero Anne no había visto nunca nada menos parecido a un niño: no tenía pelo, y la piel era de aspecto escamoso, de un negro rojizo oscuro, como carne viva; los brazos y las piernas eran muy delgados y débiles; y la cara...

Ningún niño vivo tendría nunca una cara parecida a aquélla: era plana y como de serpiente, con ojos rojos brillantes.

Parecía incapaz de valerse por sí mismo: levantó los brazos delgados, se los echó al cuello a Colagusano, y éste lo levantó.

Al hacerlo se le cayó la capucha, y Anne percibió, a la luz de la fogata, una expresión de asco en el pálido rostro de Colagusano mientras lo llevaba hasta el borde del caldero.

Luego vio, por un momento, el rostro plano y malvado iluminado por las chispas que saltaban de la superficie de la poción, y oyó el golpe sordo del frágil cuerpo contra el fondo del caldero.

«Que se ahogue—pensó Anne—Por favor... que se ahogue...»

Colagusano habló. La voz le salió temblorosa, y parecía aterrorizado. Levantó la varita, cerró los ojos y habló a la noche:

—¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo!

La superficie de la sepultura se resquebrajó a los pies de Harry. Horrorizado, vio que salía de debajo un fino chorro de polvo y caía suavemente en el caldero.

La superficie diamantina del agua se agitó y lanzó un chisporroteo; arrojó chispas en todas direcciones, y se volvió de un azul vívido de aspecto ponzoñoso.

En aquel momento, Colagusano estaba lloriqueando.

Sacó del interior de su túnica una daga plateada, brillante, larga y de hoja delgada. La voz se le quebraba en sollozos de espanto.

—¡Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida... revivirás a tu señor!

—¡Alejate de Harry rata asquerosa!—gritó Anne en un intento fallido de escaparse.

Extendió su mano derecha, la mano a la que le faltaba un dedo. Agarró la daga muy fuerte con la mano izquierda de Harry y la levantó.

Oyó un golpe contra el suelo, oyó los jadeos de angustia, y luego el ruido de una salpicadura que le dio asco, como de algo que caía dentro del caldero.

Ninguno se atrevía a mirar, pero la poción se había vuelto de un rojo ardiente, y producía una luz que traspasaba los párpados de los amigos.

Colagusano sollozaba y gemía de dolor. Hasta que notó en la cara su agitada respiración, Harry no se dio cuenta de que se encontraba justo delante de él.

—Sa... sangre del enemigo... tomada por la fuerza... resucitarás al que odias.

Colagusano, sin dejar de jadear de dolor, se hurgó en el bolsillo en busca de una redoma de cristal y la colocó bajo el corte que le había hecho a Harry de forma que entrara dentro un hilillo de sangre.

Tambaleándose, llevó la sangre de Harry hasta el caldero y la vertió en su interior.

Al instante el líquido adquirió un color blanco cegador.

Habiendo concluido el trabajo, Colagusano cayó de rodillas al lado del caldero; luego se desplomó de lado y quedó tendido en la hierba, agarrándose el muñón ensangrentado, sollozando y dando gritos ahogados...

El caldero hervía a borbotones, salpicando en todas direcciones chispas de un brillo tan cegador que todo lo demás parecía de una negrura aterciopelada. Nada sucedió...

Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas que saltaban del caldero.

Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando nubes espesas y lo envolvió todo, de forma que no pudo ver ni a Colagusano ni a Cedric ni ninguna otra cosa aparte del vapor suspendido en el aire.

A través de la niebla, vieron, aterrorizados, que del interior del caldero se levantaba lentamente la oscura silueta de un hombre, alto y delgado como un esqueleto.

—Vísteme—dijo por entre el vapor la voz fría y aguda, y Colagusano, sollozando y gimiendo, sin dejar de agarrarse el brazo mutilado, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.

El hombre delgado salió del caldero, mirando a Harry fijamente... y los Gryffindor contemplaron el rostro que había nutrido sus pesadillas durante los últimos tres años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios.

Lord Voldemort había vuelto.











✧.°˖✧.°˖✧












Voldemort apartó la vista de Harry y notó a la pelirroja. Su rostro cambió a uno algo asustado, parecía que había visto un fantasma del pasado.

—¿Irina?—su voz salió débil.

Harry frunció el ceño mirando a su amiga.

—¿Qué?—la pelirroja intentó que su tono fuera firme, pero flaqueó cuando Voldemort fue a tocar su mejilla.

—No es posible—siseó furioso—¿Quien eres, niña?

—Ella es Anne Weasley, mi señor—contestó Colagusano, quien seguía retorciéndose mientras sangraba.

Voldemort no hizo el menor caso de Colagusano, todavía con su mano en la cara de Anne, para luego observar a su serpiente, quien continuaba dándole compañía a la pelirroja.

—Te reconoce...—susurró para si mismo—Como es posible, quien eres, niña.

—Me parece que tu fiel seguidor ya te ha contestado a la pregunta, Voldemort—espetó Anne—No me llamo Irina, no sé ni quien es ella.

Voldemort ladeó la cabeza con lentitud, analizándola—Mentira. Eres igual a ella...—murmuró.

—Álejate de Anne—gritó Harry.

Voldemort deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica.

También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que Harry estaba atado.

Cayó a sus pies y quedó allí, desmadejado y llorando. Voldemort volvió hacia Harry sus rojos ojos, y soltó una risa sin alegría, fría, aguda.

La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.

—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... me prometisteis... me prometisteis...

—Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.

—¡Ah, señor... gracias, señor...!

Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.

—¡El otro brazo, Colagusano!

—Amo, por favor... por favor...

Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo.

Le retiró la manga por encima del codo, y Anne vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa.

Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.

—Ha retornado—dijo con voz suave—Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos...

—Traidor—dijo Anne en lo que pretendía ser un susurro, pero salió casi como un grito por el silencio de la noche.

—Annie...—le advirtió Harry.

—Haz caso a tu amigo, o te lanzaré crucios hasta que te olvides de quien eres—espetó Voldemort.

Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano.

Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y se había vuelto de un negro azabache.

Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.

—Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar?—susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos—¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?

Comenzó a pasear de un lado a otro ante Anne, Harry y Colagusano, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Después de un minuto volvió a mirar a Harry, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.

—Estás sobre los restos de mi difunto padre, Harry—dijo con un suave siseo—Era muggle y además idiota... como tu querida madre. Pero los dos han tenido su utilidad, ¿no? Tu madre murió para defenderte cuando eras niño... A mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto.

Voldemort volvió a reírse. Seguía paseando, observándolo todo mientras andaba, en tanto la serpiente describía círculos en la hierba.

—¿Ves la casa de la colina, Potter? En ella vivió mi padre. Mi madre, una bruja que vivía en la aldea, se enamoró de él. Pero mi padre la abandonó cuando supo lo que era ella: no le gustaba la magia.

Anne reprimió el comentario que iba a salir de su boca, apretando sus dientes.

»La abandonó y se marchó con sus padres muggles antes incluso de que yo naciera, Potter, y ella murió dándome a luz, así que me crié en un orfanato muggle... pero juré encontrarlo... Me vengué de él, de este loco que me dio su nombre, Tom Riddle.

Siguió paseando, dirigiendo sus rojos ojos de una tumba a otra.

—Lo que son las cosas: yo reviviendo mi historia familiar...—dijo en voz baja—Vaya, me estoy volviendo sentimental... ¡Pero mirad! Ahí vuelve mi verdadera familia...

El aire se llenó repentinamente de ruido de capas.

Por entre las tumbas, detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos encapuchados y con máscara. Y uno a uno se iban acercando lenta, cautamente, como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos.

Voldemort permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él.

Entonces uno de los mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia Voldemort y le besó el bajo de la negra túnica.

—Señor... señor...—susurró.

Los mortífagos que estaban tras él hicieron lo mismo.

Todos se le fueron acercando de rodillas, y le besaron la túnica antes de retroceder y levantarse para formar un círculo silencioso en torno a la tumba de Tom Riddle, de forma que Anne, Harry, Voldemort y Colagusano, que yacía en el suelo sollozando y retorciéndose, quedaron en el centro.

Dejaban huecos en el círculo, como si esperaran que apareciera más gente.

Voldemort, sin embargo, no parecía aguardar a nadie más.

Miró a su alrededor los rostros encapuchados y, aunque no había viento, un ligero temblor recorrió el círculo, haciendo crujir las túnicas.

—Bienvenidos, mortífagos —dijo Voldemort en voz baja—Trece años... trece años han pasado desde la última vez que nos encontramos. Pero seguís acudiendo a mi llamada como si fuera ayer... ¡Eso quiere decir que seguimos unidos por la Marca Tenebrosa!, ¿no es así?

Anne echó su cabeza para atrás, sintiéndose mareada, sentía que sus costillas estaban rotas, le dolía como nunca, y el agarre de la estatua no mejoraba las cosas para ella, sentía como la sangre salía de su boca.

—Annie, Annie—la llamó Harry—No te duermas, no cierres los ojos, ¿me escuchas?

Pero la pelirroja no podía enfocarle, veía borroso y sentía como se desvanecía de su cuerpo, cayendo en la inconsciencia.


De repente, apareció en una especie de sala, en la que había una silueta cubierta con una túnica.

—Anne Weasley, mi niña querida, mi reencarnación viva—la voz sonaba de una mujer, y era dulce.

—¿Qué hago aquí?—murmuró asustada.

—Tienes mucho poder en tu interior, tal vez ahora no lo veas, pero puedes salir de esta, Anne, puedes ayudar a tu amigo y al mundo mágico, concentra toda tu fuerza.

—Pero... ¿Quién...?

—Ya lo averiguarás con el tiempo, querida.

—Al menos dime tu nombre—suplicó ella.

—Irina, Irina Aleksieva—contestó la mujer—, ahora concéntrate en el fuego, en las llamas, siéntelas recorriendo tus venas, vamos, Anne, eres fuerte, eres valiente, eres inteligente, las llamas, sigue las llamas—la mujer unió sus manos y la pelirroja sintió como una corriente ardiente le recorría la columna vertebral.


Abrió los ojos.

Voldemort avanzaba lentamente, y volvió su rostro a Harry, parecía que le había lanzado un crucio, lucía dolorido, y antes de que le lanzara otro, se percató de la consciencia de Anne.

—A lo mejor puedo darle el siguiente a tu amiguita, ya ha despertado, ¿qué tal el sueño, traidora a la sangre?

Unos encapuchados que estaban a su alrededor empezaron a reír, entre ellos pudo divisar el rostro de Lucius Malfoy, quien, al verla, bajó un poco la cabeza, Narcissa se había encariñado con la Weasley en corto tiempo por las cartas que le mandaba Draco, en una de ellas, Anne les había enviado pastelitos de calabaza, lo cual había conquistado a la mujer, cogiéndole cariño con rapidez.

—Vete a la mierda—espetó Anne, sintiendo como corriente de poder se hacia cada vez más fuerte.

Voldemort se quedó paralizado ante esa frase, y un silencio inundó el cementerio.

—¿Qué has dicho?

—Me has oido, ¿o es que tu nuevo cuerpo de mutante no tiene el tímpano incluido?—se burló, sintiendo como Voldemort de acercaba a ella furioso, perfecto.

Cuando la apuntó con la varita, los ojos de Anne resplandecieron de naranja, cegando a todos.

La estatua fue disparada hacia atrás, permitiendo su libertad y la de Harry.

—¡Vamos!—exclamó Anne agarrándole de la mano.

El castaño, confundido, le hizo caso y se escondieron detrás de una gran lápida, esquivando un crucio por parte de Voldemort.








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Maratón 2/7

Hoolahoola

Opiniones?? juju

Espero que os haya gustado, no os olvidéis de votar y comentar porfa

Irina Aleksieva, dab

Chaochao, lovyouu

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