CAPITULO 26
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Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo. Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino.
Anne continuaba estando la mayoría del tiempo con el grupo de Slytherins, y si podía, con Hermione, la pobre Granger se encontraba en medio de la situación, lo cual entendía perfectamente la pelirroja.
—Sí, y por eso le tiró al lago negro cuando...—Hermione paró de hablar al ver quien estaba mirándola fijamente.
La pelirroja se giró y vio como Ron se encontraba ahí parado.
—Esto me parece absurdo—murmuraba Hermione enfadada mientras iba hacia Ron.
Anne resopló al escuchar como su mellizo criticaba a Hermione por estar con ella.
—Como está mi rojita favorita—la chica sintió como alguien le pasaba un brazo por el hombro, y sonrió negando con la cabeza sabiendo quien era.
—Harta de los hombres.
—Auch—se hizo el ofendido—Sobretodo los pelirrojos, ¿no?
—Y tanto.
—No le hagas ni puto caso, pelirroja, tu hermano es un idiota que no sabe valorar a la gente que le quiere, y si sigue así, que se joda.
—¿Desde cuando te has vuelto mi psicólogo personal?
—Lo que se hace para gustarle a una chica—le guiñó un ojo divertido.
Anne bufó, mientras caminaba con el chico hacia la sala común.
—La verdad es que ya me acostumbré a que vengas siempre aquí—comentó el Riddle mientras Anne murmuraba la contraseña.
—Soy una okupa—Anne se encogió de hombros divertida.
—Buenas tardes okupa—la saludó Blaise sentándose en el sillón.
—Buenas, Zaza—tarareó la Weasley dirigiéndose a su lado.
—Hola a ti también—dijo Mattheo con sarcasmo hacia su amigo.
El moreno le ignoró.
—¿Sigues enfadado conmigo por darte plantón sin querer?—preguntó el castaño—Vamos, Zabini, que me quedé dormido.
—No hablo con traidores.
Antes de que Mattheo pudiera rechistar, alguien le interrumpió.
—¿Os recuerdo que la última vez que discutisteis, Anne rompió la ventana?—Tom se encontraba leyendo un libro silenciosamente en la esquina.
—Eso fue un pequeño despiste—se intentó defender Anne.
—¿Cómo romper un cristal puede ser un despiste?—preguntó burlón Blaise.
—Shh.
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—¿Qué lees?—Anne se asomó para ver la portada del libro que Tom tenía entre sus manos.
—Nada de tu incumbencia.
—Tan amable y encantador como siempre, Tom—sonrió Anne con ironía.
—Pues sí, la prueba viviente de ese hecho es el collar que se encuentra en tu cuello, Anne—el Riddle alzó la vista hacia su cuello.
—Cierto, así que, como dices ser tan encantador, no te molestará que me ponga a tu lado, digo yo.
—Como te aprovechas a la mínima cosa que digo—Tom rodó los ojos, pero aún así, hizo un pequeño hueco en el sillón, permitiendo a la chica sentarse con comodidad.
La pelirroja sonrió ampliamente al sentarse, apoyando su cabeza en el hombro de Tom.
El chico se tensó ante aquella acción, pero al cabo de unos segundos, no le molestó tanto.
—Es un libro sobre como mejorar pociones—explicó por fin.
—Tienes una pequeña obsesión con los estudios, y te lo dice la mejor amiga de la chica más estudiosa de todo Hogwarts—se burló Anne.
Tom negó con la cabeza—También contiene historias sobre grandes familias que han existido en el mundo mágico, como los Gaunt, los Rosier, los...
Anne interrumpió al chico, levantando la cabeza con curiosidad—¿Y quienes son ellos?—su dedo apuntó a una pequeña ilustración de una familia.
Le había llamado la atención la pequeña niña del medio, era rubia, y de ojos... morados.
Tom frunció el ceño, cosa que alertó un poco a Anne.
—¿Qué pasa?
—No... No entiendo—murmuraba para si mismo, yendo a la primera página para comprobar que su nombre estaba escrito, demostrando así que él era el dueño del libro.
—Tom—le llamó Anne.
—He leído este libro centenares de veces porque necesito memorizar y aprender sus contenidos... Y nunca había salido esta familia.
La pelirroja leyó el nombre que estaba inscrito—Los Aleksieva.
Al decir esas dos palabras, la página desapareció por arte de magia, dejando a los dos jóvenes demasiado confundidos.
—No pienses en eso, Anne—dijo Tom al ver su cara—Lo tomé prestado de la sección prohibida, lo más probable es que tenga algunos fallos, suele pasar con este tipo de libros antiguos.
Anne asintió lentamente, volviéndose a apoyar en su hombro, pero todavía algo preocupada.
La niña del dibujo era la misma mujer que había visto el otro día en aquel marco.
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Otra noche que no podía dormir, realmente estaba harta de sobre pensar tanto en cuanto se tumbaba en la cama y cerraba los ojos.
Se levantó silenciosamente, tratando de no despertar a Pansy.
Sí, pasaba tanto tiempo en aquella Sala Común que hasta a veces se quedaba allí durante toda la noche.
Mientras caminaba por los pasillos, escuchó un sonido que la hizo esconderse detrás de una pared.
Supo que se trataba de Moody al escuchar su voz:
—Weasley, se que estás ahí, sal—ordenó.
¿Cómo la había visto?
A regañadientes, salió de su escondite.
—¿Qué haces a estas horas merodeando?
—Lo mismo podría preguntar de usted.
—La diferencia es que yo soy aquí el que tiene la autoridad, niña.
Anne frunció el ceño ante el tono que ponía su profesor.
—Usted no tiene ninguna autoridad sobre mi.
Moody se acercó peligrosamente hacia ella, y algo dentro de Anne le dijo que debía correr, el profesor se comportaba de manera extraña, y se atrevería a decir que lucia algo diferente, sobretodo la cara, normalmente, el hombre la tenia más redonda, pero en ese momento era más delgada.
"La iluminación" se quiso auto convencer, pero no le cuadraba del todo.
Antes de que Ojoloco pudiera decir algo, una persona más se unió a la conversación.
—Profesor—Mattheo se acercó hacia los dos, agarrando a Anne del brazo para colocarla con disimulo más alejada del hombre—Gracias por encontrarla, el prefecto llevaba buscándola durante un tiempo, ya nos encargamos nosotros a partir de aquí.
El profesor asintió, no muy convencido, y se alejó de los dos, dejándole así notar a la chica algo.
—¿Viste eso?—preguntó ella.
—¿El qué?
—Moody cojea—susurró.
—Desde siempre, pelirroja—dijo Mattheo como si fuera obvio.
—Cojea—exclamó pensando en la conversación que había tenido con aquella chica en la fiesta—¡El es el hombre que cojeaba aquella noche!
Mattheo la miró como si estuviera loca—¿Perdón? Creo que estar tanto tiempo con Blaise te quemó las neuronas.
Anne negó con la cabeza, no queriéndole decir nada a nadie hasta que se lo dijera a McGonagall—Nada nada—murmuró—Oye, ¿por qué siempre me sigues cuando no puedo dormir? Es muy de acosador—cambió de tema al darse cuenta de ese detalle.
Mattheo rodó los ojos—No eres la única que por las noches cuando no puede dormir le da cincuenta vueltas al castillo, pelirroja.
—Ya... Seguro que no es por el hecho de que me sigues siempre porque estás completamente obsesionado contigo—se burló la Weasley, esperando que se molestara como siempre.
En cambio, para su sorpresa, el Riddle la agarró de la cintura—¿Y qué si lo estoy?—susurró cerca de ella.
Anne se sonrojó levemente, mientras le miraba fijamente, y Mattheo soltó una pequeña risa, siempre jugaban mutuamente a quien podía poner más nervioso a quien, y siempre el rubor delataba a la chica.
—Me caes mal.
—Claro...—murmuró sarcástico Mattheo—Ven pelirroja, veo como se te cierran los ojos del sueño.
—Mentira—bostezó Anne.
El Slytherin bufó—Merlín, siempre queriendo llevarme la contraria.
—Me amas.
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Anne llegó tarde a Pociones al día siguiente.
—Esta es la última vez que llegas tarde a mi clase, Weasley, o la reprobaré—le había reprochado Snape antes de dejarla pasar.
Anne se sentó al lado de Hermione, quien lucía demasiado divertida.
—¿Y esa cara, Herms?
La única respuesta de la Granger fue darle un ejemplar de la revista Corazón de bruja.
La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.
En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Anne se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre.
Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba; una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos.
«Es fea con ganas —nos declara Milicent Bulstrode, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso—, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.»
Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él.
La pelirroja, se rio y dejó el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía—¡Qué montón de basura!
Hermione asintió ante las palabras de su mejor amiga.
—Pero hay algo muy curioso—dijo Hermione diez minutos después, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos—¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter...?
—¿De qué?—se apresuró a preguntar Ron, metiéndose en la conversación—. Tú no has preparado filtros amorosos, ¿no?
—No seas idiota—le soltó Hermione, comenzando a machacar los escarabajos—Quiero decir... ¿cómo se habrá enterado de que Viktor Krum me ha invitado a visitarlo este verano?
Hermione se puso como un tomate al explicar esto, y evitó por todos los medios la mirada de Ron.
—¿Qué?—exclamó éste, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.
—Me lo pidió justo después de sacarme del lago —susurró Hermione—Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría...
—¡Qué bien, Herms!—exclamó Anne alegre de que su amiga se encontrara tan feliz.
—¿Y qué le respondiste?—preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, bastante lejos de donde tenía el almirez, porque no apartaba los ojos de Hermione.
—Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica—siguió Hermione hablando con Anne, poniéndose tan colorada que en aquel momento Ron casi notaba el calor que desprendía—Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba...
—¿Y qué le respondiste tú?—repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.
—Si no quiere responder, no es de tu incumbencia—Anne se dirigió a él.
—No creo que en ningún momento haya dirigido mi palabra hacia ti.
—Sí, pues resulta que soy yo la que está hablando con mi mejor amiga, tú eres el que se ha metido porque le ha apetecido.
Ron abrió la boca, mirando a Hermione para que dijera algo, pero la chica ni se inmutó.
—Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger—dijo una voz fría detrás de ellos—, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.
Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban.
En aquel momento, toda la clase los observaba. Malfoy aprovechó para lucir ante Harry la inscripción «POTTER APESTA» de su insignia.
Anne rodó los ojos.
—¡Ah...! ¿También leyendo revistas bajo la mesa?—añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja—Otros diez puntos menos para Gryffindor... Ah, claro...—Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter—Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa...
Las carcajadas de los de Slytherin resonaron en el aula, y una desagradable sonrisa dibujó una mueca en los delgados labios de Snape. Para indignación de Harry, comenzó a leer el artículo en voz alta.
—«La pena secreta de Harry Potter...» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así...»
Harry notaba que le ardía la cara. Snape se paraba al final de cada frase para dejar que los de Slytherin se rieran. Leído por Snape, el artículo sonaba diez veces peor.
—«... las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él.» ¡Qué conmovedor!—dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin—Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los tres para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.
—¿Y si se pone Anne a mi lado y Daphne se va con Granger, señor?—preguntó la Parkinson, sin duda, las dos chicas no se llevaban nada bien.
—Una orden es una orden.
Furioso, Harry echó los ingredientes y la mochila en el caldero, y lo llevó hasta la mesa vacía que había en la parte de delante de la mazmorra.
Snape lo siguió, se sentó a su mesa y observó a Harry vaciando el caldero. Decidido a no mirarlo, Harry reanudó la tarea de machacar escarabajos, imaginándose la cara de Snape en cada uno de ellos.
—Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza, que ya estaba bastante llena de presunción, Potter
—dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.
Harry no respondió. Sabía que Snape trataba de provocarlo, tal como había hecho en otras ocasiones. Sin duda, quería una excusa para quitarle a Gryffindor cincuenta puntos antes del final de la clase.
—Podrías tener la equivocada impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de ti —siguió Snape, pasando a tutearlo y en voz tan baja que nadie más podía oírlo—, pero me da igual cuántas veces aparezca tu foto en los periódicos. Para mí, Potter, no eres más que un niño desagradable que cree estar por encima de las reglas.
—Cállese ya—espetó Anne con enfado, quien había oído todo—Que sí, ya sabemos que le tiene manía solo por su padre, Snape.
La clase se quedó en silencio.
—¿Perdona? ¿Qué acaba de decir, señorita Weasley?
—Ya me ha escuchado—Anne podría estar muy enfadada con Harry, pero nunca dejaría que hablaran así a un ser querido.
De repente alguien abrió la puerta, un alumno de quinto año habló:
—McGonagall busca a Anne Weasley—dijo, con algo de miedo al haber interrumpido la clase de Snape.
—Salvada por la campana una vez más, señorita Weasley.
—Que pena la mía.
—Ya hablaré con tu jefa de casa sobre tus comportamientos.
La pelirroja se levantó y salió del aula.
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Al entrar en el despacho de la profesora McGonagall, la mujer la recibió con una pequeña sonrisa.
—Me dijeron que quería tener una charla conmigo, Anne—comentó.
La Gryffindor asintió—Quería hacerle... una pregunta hipotética.
MgGonagall torció levemente la cabeza, temiendo por lo que la alumna pudiera soltar de repente—Adelante.
—Qué pasa si hipotéticamente, supiera quien puso el nombre de Harry Potter en el caliz de fuego. Pero el acusado fuera un profesor—soltó.
McGonagall suspiró—¿Estáis tratando de volver a acusar a Severus una vez más?
—No, no—negó con rapidez—Aunque, hablando de él... creo que me quitó como quinientos puntos de Gryffindor.
La subdirectora abrió mucho los ojos.
—Me refería a... El profesor Moody—murmuró Anne.
McGonagall frunció el ceño—Esas son unas acusaciones muy graves, señorita Weasley.
—Lo sé, pero estoy muy segura.
—¿Y por qué está tan segura si se puede saber?—preguntó con curiosidad.
—Es solo que lo sé, ¿sabe?—Anne hizo una mueca, sabiendo lo ridícula que sonaba.
—Así que ha acusado a un profesor, ¿por qué tiene un presentimiento?
—Bueno... Dicho así—murmuró—También tengo un testigo, dijo haber visto a un hombre cojear al Gran Comedor en la noche de antes de la elección.
—¿Dijo el testigo que era Alastor?
—No—suspiró Anne, sabiendo que no tenía pruebas solidas—Pero estoy completamente segura, Minnie.
—Me temo que-
La puerta se abrió bruscamente, dejando ver a un Snape muy molesto.
—Necesito hablar con usted, Minerva—ordenó.
La profesora se dirigió a Anne—Me temo que no podemos hacer nada sin pruebas, lo siento, Anne.
La pelirroja bufó algo decepcionada—Entiendo, no se preocupe, McGonagall—estaba segura de que si Moody seguía en ese colegio durante más tiempo, cosas malas sucederían.
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Holahoolaa
Iré subiendo el maratón de poco en poco
Espero que os haya super encantado
Cada vez falta menos para terminar el acto!!
Aleksievaa...👀
Lovyouuu, está vez no os dejaré abandonaditos, mwac.
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