CAPITULO 23
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Anne se despertó adormilada, se sentía extraña, la cabeza le había empezado a doler, eran como pinchazos.
Al reincorporarse, vio como en el sofá de en frente estaba Tom leyendo un libro.
El chico notó la mueca que portaba la pelirroja—¿Por qué esa cara?
En cuanto él notó que estaba despierta, su cabeza dejó de doler.
Anne ladeó la cabeza mientras se quitaba la manta—Tengo sueño—mintió.
Tom soltó un bufido—Te acabas de despertar, pelirroja.
—Shh—le mandó callar, reprimiendo un bostezo.
Se quedaron en silencio durante unos segundos hasta que el Riddle habló—¿Estuviste en la fiesta que dieron tus sucios leones?
La chica frunció el ceño—No... ¿Por qué?
Tom se encogió de hombros, desinteresado—Por nada, hicieron mucho ruido, eso es todo.
—Ajá...—murmuró ella—¿Y por qué me miras así, Riddle?
El de rizos ladeó la cabeza, dedicándole una sonrisa de lado maliciosa—¿Y cómo es eso, Anne?
Oh, no, sabía perfectamente hacia donde iba ese tono.
Pero aún así, le siguió la conversación, de todas formas, si quería irse, se escaparía y ya, ¿no?
—Me miras como si fuera un corderito asustado—la pelirroja hizo una pequeña mueca ante la comparación que había dicho, pero así era—Ni que fuera animal abandonado, chico.
Para su sorpresa, salió una suave risa del Riddle mientras se levantaba para cerrar el libro que tenía en las manos y poder dejarlo de vuelta en la pequeña estantería.
Al dejarlo, se volvió a acercar a ella a una distancia bastante peligrosa—Nos vemos, pelirroja.
Cuando salió por la puerta, soltó un suspiro de alivio, nunca sabía descifrar a Tom, el chico de un momento a otro podía pasar de aburrido a con ganas de tirar unos cuantos crucios por ahí.
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Anne miró a sus amigos con algo de incredulidad, cuando volvía a su Sala Común, se había encontrado con Hermione, Ron y Harry quienes la estaban esperando para poder contarle todo lo ocurrido en la noche anterior.
—Osea que... ¿El huevo pegó un chillido?
Los tres asintieron.
—Ah, claro, muy normal entonces—murmuró—El otro día me persiguió una gallina que cantaba, que coincidencias, estaremos locos todos.
Harry soltó un resoplido—No gritó en si, Annie, lo abrí, y salió un grito.
Ron se dejó caer en el sofá—Menuda mierda de pista.
—Está claro que habrá alguna manera de entender los gritos del huevo—murmuró la pelirroja—Pero difícil es.
—Gracias por las esperanzas—comentó Harry con ironía.
Anne soltó una pequeña risa—Ya sabes que tenemos las expectativas altas por ti, miope.
—Y una apuesta—susurró Ron.
La Weasley le pegó un codazo en las costillas para que se callara.
Harry abrió la boca—¿Apostaste dinero por mi?
—Noo...—murmuró Anne.
—Anne Weasley que apostaste—empezó el Potter con tono de reproche.
—Ehhh, a ti.
El castaño abrió mucho los ojos—¿¡Me apostaste a mi!?
—Puede ser...
Ron ahogó una carcajada, la cual no pudo contener.
—¡A mi no me hace gracia!—exclamó Harry ofendido cuando los tres se empezaron a reír.
—¿Con quien apostaste?—preguntó Hermione entre risas.
—Puede ser que fuera con Romilda.
Podrían jurar que el ojo de Harry empezó a temblar.
El chico se dirigió hacia Anne—Como me muera... Te mato.
—Que bonito, Harry, ¿así le hablas a tus mejores amigas?—se burló Ron.
—¡Pero si empezó ella vendiéndome!—se intentó defender.
—¡Aún no te he vendido, solo aposte por ti!—la pelirroja se intentó defender.
—Oh, bueno, entonces eso lo arregla todo, gracias por no venderme aún—ironizó Ron.
—De nada, Ronnie—le guiñó un ojo.
—Ya está, te voy a matar—Ron saltó del sofá dispuesto a abalanzarse sobre la pelirroja.
—¡Maldito!—exclamó Anne cuando cayó encima suyo.
Hermione y Ron se levantaron para quitarle al castaño de encima, quien solo le hacía cosquillas.
—¡Ya, ya!—gritaba Anne entre risas—¡Si tú ganas, me da doscientos galeones!
Ron agarró a Harry—Deja a la niña que al final sirve para conseguir dinero.
—Mente inteligente, querido Ronnie, algo que tú no entenderías—se burló Anne.
—Más te vale compartir cuando Romilda te de el dinero.
La pelirroja bufó—Si el miope ganara... Solo lo compartiría con Herms y sus libros.
Hermione sonrió ampliamente—Por eso eres mi favorita.
Ron las miraba con la boca abierta, ofendido—¡Soy tú hermano, Annie!
—Sí, ahora que lo pienso, me debes seis galeones del otro día.
El pelirrojo agarró una almohada del sofá y se la tiró a su melliza, a la cual le dio en toda la cara.
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El comienzo del mes de diciembre llevó a Hogwarts vientos y tormentas de aguanieve.
Aunque el castillo siempre resultaba frío en invierno por las abundantes corrientes de aire, a todos les alegraba encontrar las chimeneasencendidas y los gruesos muros cada vez que volvía del lago.
En Cuidado de Criaturas Mágicas seguían cuidando de los horribles escregutos y necesitaban tener la cabeza despejada.
—No estoy seguro de si hibernan o no—dijo Hagrid a sus alumnos, que temblaban de frío, en la siguiente clase, en la huerta de las calabazas—Lo que vamos a hacer es probar si les apetece echarse un sueñecito... Los pondremos en estas cajas.
Sólo quedaban diez escregutos. Aparentemente, sus deseos de matarse se habían limitado a los de su especie. Para entonces tenían casi dos metros de largo. El grueso caparazón gris, las patas poderosas y rápidas, las colas explosivas, los aguijones y los aparatos succionadores se combinaban para hacer de los escregutos las criaturas más repulsivas del mundo.
Desalentada, la clase observó las enormes cajas que Harry acababa de llevarles, todas provistas de almohadas y mantas mullidas.
—Los meteremos dentro —explicó Hagrid—, les pondremos las tapas, y a ver qué sucede.
Pero no tardó en resultar evidente que los escregutos no hibernaban y que no se mostraban agradecidos de que los obligaran a meterse en cajas con almohadas y mantas, y los dejaran allí encerrados.
Hagrid enseguida empezó a gritar: «¡No os asustéis, no os asustéis!», mientras los escregutos se desmadraban por el huerto de las calabazas tras dejarlo sembrado de los restos de las cajas, que ardían sin llama.
La mayor parte de la clase se había refugiado en la cabaña de Hagrid y se había atrincherado allí dentro.
—Annie no seas tonta y vente adentro—le reprendió Pansy mirando a los escregutos.
—Eso—le apoyó Blaise—No te queremos incinerada, muchas gracias.
Anne les dedicó una sonrisa—Por mucho que me queráis viva, les tengo que ayudar.
—Espero que disfrutes las picaduras—se burló Draco.
—Espero que disfrutes el nuevo cambio de pelo que te haré como no calles.
—Comadreja pobre.
—Hurón amargado.
El Malfoy soltó una pequeña risa negando con la cabeza.
Todos se metieron a la cabaña excepto Harry, Anne Ron y Hermione, quienes estaban entre los que se habían quedado fuera para ayudar a Hagrid.
Entre todos consiguieron sujetar y atar a nueve escregutos, aunque a costa de numerosas quemaduras y heridas.
Al final no quedaba más que uno.
—¡No lo espantéis! —les gritó Hagrid a Harry y Ron, que le lanzaban chorros de chispas con las varitas.
El escreguto avanzaba hacia ellos con aire amenazador, el aguijón levantado y temblando.
— ¡Sólo hay que deslizarle una cuerda por el aguijón para que no les haga daño a los otros!
—¡Por nada del mundo querríamos que sufrieran ningún daño!—exclamó Ron con enojo mientras Harry y él retrocedían hacia la cabaña de Hagrid, defendiéndose del escreguto a base de chispas.
—Bien, bien, bien... esto parece divertido.
Rita Skeeter estaba apoyada en la valla del jardín de Hagrid, contemplando el alboroto.
—¿Quién es usted? —le preguntó Hagrid a Rita Skeeter, mientras le pasaba al escreguto un lazo por el aguijón y lo apretaba.
—Rita Skeeter, reportera de El Profeta —contestó Rita con una sonrisa.
Los dos empezaron a entablar una conversación, la cual probablemente no fuera muy amable por parte de Rita.
Ron y Harry, quienes mantenían a raya al escreguto, dejaron de prestarle atención para intentar escuchar la conversación.
Gran error.
Anne se encontraba distraída hablando con Hermione, y no le dio casi tiempo como para reaccionar cuando un escreguto consiguió romper la cuerda que lo ataba y empezó a correr en su dirección.
Los de la cabaña miraban la escena con horror al ver como el bicho lanzaba fuego en la dirección de la chica, pero fueron pocos los que realmente actuaron.
El grupo de Slytherin salió corriendo de la cabaña, y los hermanos Riddle apuntaron con sus varitas al animal, lanzándole un hechizo que provocó que retrocediera de la pelirroja y se aturdiera.
Hagrid se acercó corriendo hacia Anne, quien había cubierto a Hermione para que la bola de fuego no le impactara.
El guardabosques la levantó y la chica se apoyó en él, la pierna le sangraba por la quemadura mientras que Hermione había colapsado en el suelo por el impacto del golpe.
—¡Por Merlín, Annie, Hermione!—exclamó Hagrid al ver la herida—¿Estáis bien?
—¿Tiene cara de estar bien?—espetó Mattheo—¡Esto es su culpa!
Anne le miró con reproche—Mattheo...
—Te podría haber matado—dijo con seriedad.
—Pero no lo ha hecho—sonrió hacia Hagrid—No te preocupes, esto Poppy lo cura en nada.
—¿Segura?—el hombre la miró con preocupación—Lo siento, Annie.
La pelirroja negó con la cabeza restándole importancia—Meh, sigo teniendo mi pierna, así que todo bien.
—Esto es una negligencia—espetó Tom con asco hacia el guardabosques—No debería ser profesor.
Rita, quien observaba todo, atenta a lo que decían, se acercó por fin—¿Eso cree usted, joven? Tal vez también debería entrevistarlos a todos.
Ron y Harry también se habían acercados, preocupados por la pelirroja.
—¡Annie!—exclamó su hermano preocupado.
—No es nada, llevad a Hermione con Poppy, creo que se desmayó por el impacto cuando la empujé al suelo—comentó algo apenada.
Pansy detectó ese tono en su voz y la miró—Le has salvado la vida, Anne, no te machaques solo porque se ha hecho un poco de daño cayendo al suelo.
La pelirroja sintió un sentimiento de calidez instalarse en su pecho ante las palabras de la castaña, siempre se culpaba de todo y nadie le hacía sentir lo contrario, excepto en ese momento.
—¿Y que hacen aquí ellos?—notaron por fin la presencia de los Slytherin.
—Nada—contestó la pelirroja con rapidez—Solo vamos con Poppy.
Asintieron poco convencidos y Harry le ofreció su brazo para que se apoyara.
La pelirroja giró la cabeza a mitad de camino para hacerles señas a sus amigos sin emitir un sonido "venid a verme o os mato".
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Anne había pasado una semana entera en la enfermería, muriéndose del aburrimiento por la falta de diversión, claro que de distracción no le había faltado, Harry, Ron y Hermione la visitaban diariamente por la tarde, informándole sobre todo lo que pasaba.
Habían hablado de la entrevista que Rita Skeeter le quería hacer a Hagrid, de las clases más locas aún que habían tenido con Ojoloco y Trelawney...
Alexander también había estado visitándola, algunas veces traía incluso comida para que hicieran pequeños picnics.
Y claro, no podían faltar sus serpientes favoritas, la visitaban por las mañanas mayormente para informarla sobre cotilleos.
El caso era que por fin había salido de la enfermería, y en ese momento se encontraban en clase de Transformaciones, McGonagall les quería dar un anuncio.
—Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven...
Lavender Brown dejó escapar una risita estridente.
Parvati Patil le dio un codazo en las costillas, haciendo un duro esfuerzo por no reírse también, y las dos miraron a Harry.
—Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada —El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación.
Lavender se rió más fuerte, poniéndose la mano en la boca para ahogar el sonido.
—Pero eso no quiere decir —prosiguió la profesora McGonagall— que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio.
Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro.
La profesora McGonagall llamó a Harry, quien hizo un gesto con la cabeza hacia sus amigos para que le esperaran fuera.
Cuando por fin salió, parecía algo decaído.
—¿Qué pasa, miope?—preguntó Anne con curiosidad.
—Tengo que llevar una pareja para iniciar un baile, es una tradición o algo así.
—¿Cuál es el problema?—esta vez preguntó Hermione.
El Potter se volvió algo rojo y colocó su mano en la nuca—No sé bailar, nunca se me ha dado bien.
—No te preocupes, Harry, te acompaño en el sentimiento—le intentó consolar Ron.
Anne y Hermione intercambiaron una mirada para luego dirigirla hacia los chicos.
—Nosotras podemos enseñaros—empezó Hermione.
—Será divertido—se burló la pelirroja.
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Anne caminaba por los pasillos de Hogwarts buscando a Pansy, había quedado con ella en el Bosque junto con los demás.
De repente alguien a quien reconoció con rapidez se puso delante de ella.
—¡Alexander!—la pelirroja le sonrió, el chico parecía algo nervioso, y en su mano tenía un pequeño ramo de rosas.
—Hola, Annie—pronunció con ese acento marcado—Quería preguntarte algo.
—Dispara.
—Bueno, hemos estado quedando más durante estos días y pienso que nos conocemos mejor, y cuando han anunciado el baile... Solo pude pensar en ti, así que, ¿Anne Weasley quieres... Venir al baile conmigo?—reunió todo el valor que pudo para formularle la pregunta.
La pelirroja no sabía el porque, pero no se sentía tan feliz como pensó que iba a estar, tal vez era que en el fondo deseaba ir con otra persona...
Pero aún así, asintió con una sonrisa—¡Claro!
Alexander soltó un suspiro aliviado—Menos mal, no sabes lo que me ha costado prepararme mentalmente para pedírtelo.
La pelirroja soltó una carcajada, a la cual se unió el chico.
—Entonces menos mal que he aceptado.
—Sí—Alexander le entregó el ramo de flores, el cual la chica aceptó gustosa, no eran sus flores favoritas, pero aún así agradecía el detalle, eran preciosas sin duda alguna.
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—Entonces...—empezó Pansy—¿Conseguiste ya pareja, Annie?
Estaban todos reunidos en el bosque, bueno, todos excepto Tom, Draco y Theo, quienes tenían que tratar unos asuntos privados, o al menos eso habían dicho.
Mattheo alzó la vista del libro de Transformaciones que estaba estudiando para prestar atención a la conversación.
—Puede ser...—la pelirroja sonrió ampliamente.
—Golpe bajo para ti eh...—le susurró divertido Blaise a Mattheo al ver como apretaba la mandíbula.
El Riddle ignoró el comentario de su amigo para mirar a la Weasley—No me digas que vas con el pielecitas.
Anne rodó los ojos para luego devolverle la mirada—¿Y qué si voy con él?
Mattheo soltó una risa despectiva—Que da pena.
—Ah ya veo, ¿celosos estamos?
—De ti nunca.
—Bien.
—Bien.
Se miraron con tanta intensidad que el dúo de amigos se miró entre si, preparándose para intervenir si se empezaban a tirar hechizos.
—¿Algo más que añadir a la opinión que nadie te pidió?—Anne ladeó la cabeza.
—Sí.
La pelirroja reprimió el impulso de abalanzarse sobre él para pegarle unos buenos puñetazos—Que quieres.
—¿Te ha regalado él el ramo que llevabas antes?—se burló.
—Sí, de rosas.
Pansy abrió la boca emocionada—¡Que dices! Que bonito de su parte, Annie.
Justo cuando la Weasley iba a asentir contenta, Mattheo volvió a hablar.
—Ni si quiera se acordó de que las margaritas son su flor favorita—murmuró irritado.
Anne frunció el ceño y le volvió a hablar—¿Todavía te acuerdas?
—Pues claro.
Se volvieron a mirar fijamente, pero esa vez de manera diferente, se seguía acordando de ese detalle.
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—¿Por qué van siempre en grupo? —se quejó Harry tras cruzarse con una docena aproximada de chicas que se reían y lo miraban—¿Cómo se supone que tiene que hacer uno para pedirle algo a una sola?
—¿Quieres echarle el lazo a una? —dijo Ron— ¿Tienes alguna idea de con cuál lo vas a intentar?
Harry no respondió.
Tenía muy claro a quién le hubiera gustado pedírselo, pero no conseguiría reunir el valor...
—Mira, no vas a tener ningún problema. Eres un campeón. Acabas de burlar al colacuerno húngaro. Me apuesto a que harían cola para bailar contigo.
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—No parecía muy interesada en criaturas mágicas, en realidad —les contó Hagrid durante la última clase del trimestre, cuando Anne, Harry, Ron y Hermione le preguntaron cómo le había ido en la entrevista con Rita Skeeter.
Para alivio de ellos, Hagrid abandonó la idea del contacto directo con los escregutos, y aquel día se guarecieron simplemente tras la cabaña y se sentaron a una mesa de caballetes a preparar una selección de comida fresca con la que tentarlos.
Cada día de la última semana del trimestre fue más bullicioso que el anterior, y Anne y Hermione ya les habían enseñado a bailar, después de muchos pisotones e insultos por parte de la pelirroja, un poco más decentes.
Ah, y los Riddles ni la miraban, supuso que a Tom también le había llegado la noticia de su nueva pareja para el baile, la evitaban bastante, cosa que realmente no entendía, pero decidió respetar.
Por otro lado, en todas partes corrían los rumores sobre el baile de Navidad, aunque Anne no daba crédito ni a la mitad de ellos.
Por ejemplo, decían que Dumbledore le había comprado a la señora Rosmerta ochocientos barriles de hidromiel con especias.
Parecía ser verdad, sin embargo, lo de que había contratado a Las Brujas de Macbeth. '
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—Es un puñetero —dijo amargamente Ron aquella noche en la sala común de Gryffindor, mientras se quejaba de Snape— Colocarnos un examen el último día... Estropearnos el último cachito de trimestre con montones de cosas que repasar...
—Mmm... pero no veo que te estés agobiando mucho —replicó Hermione, mirándolo por encima de sus apuntes de Pociones.
Ron se entretenía levantando un castillo con los naipes explosivos, que era mucho más divertido que hacerlo con la baraja muggle porque el edificio entero podía estallar en cualquier momento.
—Es Navidad, Hermione —le recordó Harry.
—Amén—murmuró Anne.
—Creí que harías algo constructivo, Harry, aunque no quisieras estudiar los antídotos.
—¿Como qué? —inquirió Harry mientras observaba a Joey Jenkins, de los Cannons, lanzarle una bludger a un cazador de los Murciélagos de Ballycastle.
—¡Como pensar en ese huevo!
—Vamos, Hermione, tengo hasta el veinticuatro de febrero —le recordó Harry.
—Ya, pero luego te lo dejarás para el último día, como Anne.
La pelirroja abrió la boca ofendida—Cierto porque trabajo mejor bajo presión, pero aún así, ¡oye!
—Lo digo con amor—replicó la Granger.
—Mhm—Anne entrecerró los ojos levemente para luego volver a sus apuntes.
—¡Te podría llevar semanas averiguarlo! —objetó Hermione volviendo con Harry—Vas a quedar como un auténtico idiota si todos descifran la siguiente prueba menos tú.
—Déjalo en paz, Hermione. Se merece un descanso —dijo Ron.
Y, al colocar en el techo del castillo las últimas dos cartas, el edificio entero estalló y le chamuscó las cejas.
—Muy guapo, Ron... Esas cejas te combinarán a la perfección con la túnica de gala—se burló Anne de él.
Fred y George se acercaron a ellos de repente.
Se sentaron a la mesa con Anne, Ron y Hermione mientras aquél evaluaba los daños.
—Ron, ¿nos puedes prestar a Pigwidgeon?—le preguntó George.
—No, está entregando una carta—contestó Ron—¿Por qué?
—Porque George quiere que sea su pareja de baile —repuso Fred sarcásticamente.
—Pues porque queremos enviar una carta, so tonto —dijo George.
—¿A quién seguís escribiendo vosotros dos, eh? —preguntó Ron.
—Aparta las narices, Ron, si no quieres que se te chamusquen también—le advirtió Fred moviendo la varita con gesto amenazador.
Anne levantó las cejas hacia su hermano ante la amenaza.
—Bueno... ¿ya tenéis todos pareja para el baile?—cambió de tema el gemelo.
—No —respondió Ron.
—Pues mejor te das prisa, tío, o pillarán a todas las guapas —dijo Fred.
—¿Con quién vas tú? —quiso saber Ron.
—Con Angelina —contestó enseguida Fred, sin pizca de vergüenza.
—¿Qué? —exclamó Ron, sorprendido—¿Se lo has pedido ya?
—Buena pregunta —reconoció Fred. Volvió la cabeza y gritó—: ¡Eh, Angelina!
Angelina, que estaba charlando con Alicia Spinnet cerca del fuego, se volvió hacia él.
—¿Qué? —le preguntó.
—¿Quieres ser mi pareja de baile?
Angelina le dirigió a Fred una mirada evaluadora.
—Bueno, vale —aceptó, y se volvió para seguir hablando con Alicia, con una leve sonrisa en la cara.
—Ya lo veis —les dijo Fred a Harry y Ron—: pan comido. —Se puso en pie, bostezó y añadió—: Tendremos que usar una lechuza del colegio, George. Vamos...
La pelirroja dejó caer la cabeza en los apuntes de pociones, no podía con el cansancio que tenía.
En cuanto se fueron, Ron dejó de tocarse las cejas y miró a Harry por encima de los restos del castillo, que ardían sin llama.
—Tendríamos que hacer algo, ¿sabes? Pedírselo a alguien. Fred tiene razón: podemos acabar con un par de trols.
Anne levantó la cabeza y le miró con enfado—¿Perdona?
Hermione dejó escapar un bufido de indignación.
—Bueno, ya sabéis —dijo Ron, encogiéndose de hombros—Preferiría ir solo que con... con Eloise Midgen, por ejemplo.
—Su acné está mucho mejor últimamente. ¡Y es muy simpática!
—Tiene la nariz torcida —objetó Ron.
—Pero bueno, y tú eres imbécil y bien que nadie te dice nada—espetó Anne.
Hermione también se enfureció—Así que, básicamente, vas a intentar ir con la chica más guapa que puedas, aunque sea un espanto como persona.
—Eh... bueno, sí, eso suena bastante bien —dijo Ron.
—Me voy a la cama —espetó Hermione, y sin decir otra palabra salió para la escalera que llevaba al dormitorio de las chicas.
—Te acompaño—murmuró Anne.
—Annie—la llamó Ron—¿Me dejas tus deberes de pociones?
—Cuando aprendas a respetar más a las mujeres te los dejaré—le dijo con enfado—Hasta entonces, disfruta pasar la noche en vela, Ron.
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Deseosos de impresionar a los visitantes de Beauxbatons y Durmstrang, los de Hogwarts parecían determinados a engalanar el castillo lo mejor posible en Navidad.
Cuando estuvo lista la decoración, Harry pensó que era la más sorprendente que había visto nunca en el castillo: a las barandillas de la escalinata de mármol les habían añadido carámbanos perennes; los acostumbrados doce árboles de Navidad del Gran Comedor estaban adornados con todo lo imaginable, desde luminosas bayas de acebo hasta búhos auténticos, dorados, que ululaban; y habían embrujado las armaduras para que entonaran villancicos cada vez que alguien pasaba por su lado.
Era impresionante oír Adeste, fideles... cantado por un yelmo vacío que no sabía más que la mitad de la letra.
En varias ocasiones, Filch, el conserje, tuvo que sacar a Peeves de dentro de las armaduras, donde se ocultaba para llenar los huecos de los villancicos con versos de su invención, siempre bastante groseros.
Después de hacer el examen de Pociones con Snape, Harry salió con rapidez del aula.
—Nos vemos en la cena—se despidió de sus amigos al ver a la Ravenclaw sola, mirada que Anne captó, sabía que quería pedírselo desde hacía tiempo.
Anne se acercó a él—Tu puedes con Cho, ánimo miope que seguro que acepta.
Harry, un poco más confiado, asintió y salió del aula.
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Holuu!!!
Yo apareciendo después de dos meses. Vosotr@s sabéis que os tqm... muakmuak
Por cierto... Faith llegó casi a las 70k lecturas!!! Mil gracias amores<33
Espero que os haya gustado el cap
No os olvidéis de votar y comentar, ayuda mucho muchito.
Chauu
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