Capítulo 1
Capítulo 1
Faith:
No sabía cómo había sucedido.
Por qué.
Cuándo.
Tampoco estaba segura de qué veían interesante en mí, en mi perfil. Qué era aquello que les incitaba a seguirme y a darle like a mis publicaciones.
Solo sé que de un día para otro pasé de ser una cuenta anónima que subía chorradas a una de las más influyentes del país. Sí, como lo oís. Era una influencer, una de esas chicas que cada vez que subía cualquier cosa a redes conseguía miles de reacciones diferentes.
Pero lo disfrutaba. Me encantaba mi trabajo como Lady Enigma, donde nadie sabía quién estaba tras la cámara. A veces, subía una foto mía de espaldas, lo suficientemente retocada para que nadie supiera quién era. Otras veces, subía memes o parodias de vídeos que me habían hecho gracia, doblados por mí.
Era divertido. Adictivo.
Como ese día. Acababa de subir a mi cuenta de Twitter un twit que decía:
Días, porque buenos están los hombres que me empotraría en el trabajo.
Para cuando estaba recogiendo las llaves del pequeño colgador que tenía junto a la entrada principal, mi teléfono móvil estaba que ardía. Sí, tenía silenciadas las notificaciones, pero estaba muy segura de que ya varios de mis seguidores habrían reaccionado al twit.
Ya en el autobús, asegurándome primero de que no tenía ningún cotilla a la vista, me metí en Twitter. En efecto, varios seguidores me habían contestado con mensajes como «Eres una genia» o «Yo también me zumbaría a un par de compañeros» o «No puedo contigo. Te amo». Por supuesto, también había algún que otro comentario negativo, pero no les hice ni caso. Hacía ya un año que había aprendido a vivir con ello.
Vive la vida como quieras. No le vas a caer bien a todo el mundo, twiteé.
Acto seguido, me metí en Instagram y comprobé que el vídeo que había programado subir en mis stories se había colgado correctamente. Sonreí. En efecto, ahí estaba.
Un chillido agudo me hizo alzar la vista de la pantalla.
—¡Mira, mamá! —chillaba una chica joven de no más de quince años—. Lady Enigma acaba de publicar un vídeo tronchante.
Sonreí para mis adentros. Aún me costaba asimilar esa clase de elogios.
Porque todo había estallado tan repentinamente. De la nada mis vídeos y posts tenían muchos likes, mis twits miles de reacciones y aún no sabía cómo había ocurrido.
Cuando me quedaba tan solo una parada, subí a mis stories ese vídeo que me había hecho tanta gracia anoche sobre gatitos, donde se asustaban al ver cómo sus dueños partían un trozo de tarta con forma de gato. Junto a él puse: Si algún día adopto un gato, no pienso ser tan cruel. Mirad cómo reaccionan los pobres 😂.
Unos minutos después, estaba en la entrada del pequeño edificio en el que trabajaba. Bueno, pequeño no es que lo definiera. Si bien solo tenía dos plantas, la realidad era que la revista online para la que trabajaba era una de las más populares de todo el Estado. Es más, según había escuchado, cada vez se nos sumaban más suscriptores en todo el país. Era una fantasía.
Amaba escribir, en general. Ya fueran artículos, cartas e incluso pequeñas historias. Desde pequeña se me había dado fenomenal mezclar la realidad con la fantasía y ahora se había convertido en mi buen aliado para las temporadas altas de estrés.
Miré la fachada blanca impoluta por última vez antes de entrar en ese oasis.
—Buenos días —saludé con una sonrisa a las dos secretarias y al secretario que había en la planta baja. Ellos me devolvieron el saludo no con tanto entusiasmo.
Y es que la vida me había enseñado a valorar cada segundo.
Caminé con paso alegre por los pasillos, mis zapatos de tacón marcando el ritmo. Ya en mi puesto de trabajo, dejé a un lado a Lady Enigma y me centré en la tarea que tenía por delante: redactar un buen artículo para la sección de actualidad. Lo había revisado mil veces y, pese a ello, sentía que algo no encajaba bien. Mi lado perfeccionista no estaba satisfecho.
A media mañana, ya sin poder evitar esa punzada de frustración que sentía en la boca del estómago, hice una pausa. Le di un mordisquito a la barrita de cereales mientras le daba vueltas al asunto. ¿Qué diría Lady Enigma al respecto? Seguramente soltaría un par de chorradas o, al contrario, se pondría en modo intensa y profunda.
No, no podía hacer eso. Debía ser profesional.
Con un suspiro de resignación, le di un bocado demasiado brusco a la barrita.
No puede ser tan difícil. Lo has hecho muchas veces, ¿por qué esta tendría que ser diferente?
Miré a Ash, mi compañero de mesa más cercano. Estaba viendo un trailer de una película que se estrenaría a finales de año.
—Ash, ¿puedes echarme una mano?
Los ojos castaños se apartaron de la pantalla para prestarme atención.
—¿Qué pasa, pequeña hada saltarina?
Apreté la mandíbula. Odiaba ese mote, pero a él le hacía gracia. Aludía a que siempre iba a todas partes con una gran sonrisa de felicidad.
Resoplé.
—Sabes que no me gusta que me llames así.
Me guiñó un ojo.
—Por eso mismo lo hago, cielo.
Le hice una mueca.
Se aclaró la garganta.
—Dime, ¿qué puedo hacer por ti, hadita?
Tuve que utilizar todas mis fuerzas de voluntad para no poner los ojos en blanco. En cambio, le señalé el ordenador con gesto preocupado.
—Me he quedado bloqueada. Tengo que entregarlo mañana, pero siento que no está listo, que aún le falta algo. ¿Podrías leerlo y darme tu punto de vista, por favor? Me fío mucho de tu criterio.
Y es que el muy cabrón tenía un talento innato para saber si un artículo era bueno o no.
Se inclinó sobre mí, observando atentamente la pantalla de mi ordenador. Un mechón oscuro le cubrió la frente, pero no pareció importarle. Había arrugado las frente y fruncido los labios de la concentración.
Mientras él lo revisaba, me revolví inquieta. Le di el último mordisco a la barrita y tiré el papel en la papelera más cercana. Para cuando volví, me dio su veredicto:
—No está mal, pero siento que le falta algo. Solo informas, no te involucras lo suficiente. ¿Has vivido la experiencia siquiera? Dicen que es increíble.
Me dejé caer sobre la silla.
—Me gustaría, pero ya sabes que soy intolerante al picante.
Me había tocado redactar un artículo sobre un festival de comida picante. Les había preguntado a mis padres al respecto, ya que habían acudido a uno hacía menos de un año, pero no era lo mismo. No podía comer nada que fuera demasiado picante, una sola partícula me dejaría el intestino por los suelos.
—Tienes el estómago muy débil —se burló él.
Chasqueé la lengua.
—Perdona por no poder controlarlo.
Se rió.
—Es una lástima que no puedas probar estos platos. Tienen una pinta estupenda.
Había sido muy duro tener que dejar el picante cuando fue una de las prohibiciones que me hizo el equipo médico años atrás, más que nada porque era uno de los aderezos que más me gustaban. Ahora, pasados ya cinco años, me había acostumbrado a vivir sin él, pero había días que deseaba volver atrás en el pasado y poder volver a comer los alimentos que ahora tenía prohibidos.
—Ojos que no ven, corazón que no siente.
Volví a centrarme en el artículo, aunque mi concentración duró más bien poco. Y es que el buenorro del gran jefazo salió de su despacho con esa seguridad y seriedad que me ponían tan cachonda en un hombre. Con ese cabello rubio ceniza perfectamente peinado, esos ojos marrones y esa máscara de hombre inalcanzable, despertaba en mí mis instintos más primitivos. No me importaría lamerle el cuerpo escultural que se escondía bajo el traje de tres piezas, ni encerrarme en el baño para hacerle una buena mamada.
El hombre me ponía a mil por hora en menos de un nanosegundo.
Ash chasqueó los dedos delante de mis narices.
—Faith, como no dejes de devorarlo con los ojos todo el mundo se dará cuenta que te mueres por un buen polvo con él.
Le lancé una miradita furibunda.
—Eso no es cierto —mentí con las mejillas coloradas.
Chasqueó la lengua.
—Ambos sabemos que te encanta. Si no estuviera enamorado de Mason, iría a por él.
Solté una tremenda carcajada.
—Lleváis juntos, ¿cuánto?, ¿tres años? Dais mucho asco.
Me frotó los hombros con las manos.
—Ya encontrarás al hombre que rompa todos tus esquemas.
Arrugué el morro.
—No lo creo. El amor es una mierda. Enamorarse es de débiles.
—¡Auch! Eso duele, zorra.
Le saqué la lengua.
No creía en el amor, no desde lo que ocurrió aquel inicio de verano haría ya casi tres años atrás. Los hombres solo buscaban lo mismo: una buena sesión de sexo y les daba igual herir los sentimientos ajenos. Por eso, desde entonces me había cerrado al amor, a encontrar pareja. ¿Para qué? ¿Para que te hiciera sufrir cuando te dieras de bruces contra la realidad? No, mi corazón ya había sufrido suficiente.
—Lo que necesitas es una buena aventura.
—¡Qué más quisiera!
Lo había pasado mal y no quería volver a pasar por lo mismo, pero en aquellos momentos, charlando con Ash, poco sabía el giro que estaba a punto de dar mi vida.
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Nota de autora:
¡Feliz lunes, Moni Lovers!
¿Qué tal estáis? Yo muy feliz y contenta porque, aunque 2022 no haya empezado con buen pie, parece que vamos a hacer un poco las paces.
Aviso: quizás tarde en actualizar. Intentaré que sea cada lunes o cada dos, depende de cómo lleve el capítulo. Quiero actualizar según vaya escribiendo y ver si soy capaz de no agobiarme. Me emociona tanto esta historia que quiero que la leáis ya.
¿Qué os ha parecido el capítulo?
1. El lado secreto de Faith.
2. Lady Enigma.
3. Faith en modo trabajadora.
4. El jefazo buenorro.
5. ¿Quién quiere meterse en la mente de Connor?
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos! Os quiero. Un besote.
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