13. El espectro de la montaña
Alice
Pesadillas. Todas las noches las tengo y yo no sé qué voy a hacer a este ritmo. Lo peor es que ni siquiera las recuerdo al despertar, se van por ahí y me dejan tirada. Si por lo menos consiguiera recordarlas tendría una preocupación menos, pero claro, para qué hacerlo cuando te puedes despertar sudando y entre jadeos. A veces tengo ganas de llorar, solo que me obligo a no hacerlo. Levanto a la vista a las nubes y suspiro. Pensaba que la cabaña sería segura, pero ni de coña me meto yo ahí.
Los del grikare me dijeron que por ahora mi deber era huir con la llave. En mi opinión es una decisión de mierda que me está conduciendo hacia la muerte, pero para qué voy a contradecirles. Saco la llave de su funda, es muy grande para ser una llave, casi mide lo que mi antebrazo. Tiene una pluma colgando de un extremo y en el otro dos tiras que son las que se encajarían en la cerradura. La pluma, rosada, sobresale de un rubí brillante pese a estar en la oscuridad. Y pensar que algo tan bonito me está dando tantos problemas.
La guardo en su funda y la coloco en la mochila, no la meto demasiado, sino un poco fuera para que, si alguien la busca, la encuentre. Sinceramente esto es como si lo tuviera todo preparado para que el ladrón me robe. Dijeron que así tenía que ser, yo sola y sin atármela al cuello. De esta forma no se sentiría amenazado y, de verla en la mochila, lo más probable es que la agarre y huya. Quién sabe si, de estar en mi cuello, hubiera que cortarlo. Dudo mucho que termine Anfitre con vida.
Pienso en Aaron. No le veo desde que salí de Citharo. ¿Cómo estará? ¿Me echará de menos? No, qué va a echar de menos ese cabrón. Seguro que le doy igual, como al resto de miembros de mi grikare. De hecho podría huir y salir del país, eso sería muy fácil. Pero sé que él me terminaría encontrando, por mucho que viajara a la otra punta del planeta. Y una vez pise fuera de Faishore no tendré nada a mi favor. Aquí al menos tengo al grikare, y además el Gobierno no me ve aún como una sospechosa. Sé que estarán más preocupados por otras cosas. Probablemente él ya tenga una llave y todo lo ocurrido lo relacionen con él. Además, llevé a la humana conmigo. Esos especistas de mierda pensarán que ella es la culpable antes que yo.
¿Estoy haciendo lo correcto o soy un pelele más? Qué tontería. Pues claro que soy un pelele más.
Ojalá fuera como Maya. Esa chiquilla no parecía saber nada del mundo, tan inocente y confiada. Aunque casi la matan. Es cierto. No sé ni cómo le dije mi verdadero nombre. La emoción del momento supongo. ¿Estará en alguna parte de esta cordillera como yo? ¿La tendré más cerca de lo que creo?
Me levanto y comienzo a caminar. Es evidente que no voy a volver a dormir, tampoco es que yo necesite descansar demasiado, de todas formas nunca se me dio bien la magia manual psicológica.
Entre dos montañas veo que un pequeño poblado surge. A su alrededor cruza un río, pero se ve que no lo atraviesa. Lo miro pasadas unas horas de caminar desde la cima de una montaña. Los tejados están bastante inclinados para que la nieve que recubre la aldea no los aplaste. Soy consciente de que no merece la pena cruzar por sus calles, incluso cuando la gente está durmiendo. De hecho, creo que volaré un poco para no dejar tantos pasos en la nieve. Quizás pueda acercarme más hasta la villa y, cuando esté cerca, alzar el vuelo. Así daría una pista falsa. Claro, es una idea brillante.
Algo me golpea de frente y me lanza de espaldas contra el suelo. Noto en crujido de la nieve sobre mi espalda. Es tan frío que quema a pesar de que reacciono rápido y el contacto no consigue durar mucho. Me pongo en posición de guardia. No estoy preparada mentalmente para luchar contra él. De hecho, me dijeron que, a las malas, lanzara la llave y se la entregara. Debo salir viva de aquí, es mejor eso a que muera y que nadie sepa que tiene una llave más.
Nacen a mi alrededor varios escudos negros con forma octogonal. Están decorados por rosas que se retuercen y se enroscan. Sus pinchos se dilatan y contraen a cada rato, como si con ello quisieran dar un mensaje amenazador. Desenfundo el hacha. Su longitud es perfecta y su cabeza es tan maravillosa como cortante. De doble cara, es idónea para atacar tanto por delante como por detrás. Mi única protección es contra el frío y varios amuletos. Él me atacará con magia, no con la fuerza.
Ni siquiera veo venir la primera. Una rosa surge del escudo y estira su tallo a tal velocidad que me golpea y caigo al suelo otra vez. No sé si son reales o dejan de ser un dibujo a la hora de atacar, tampoco es que tenga tiempo de ello. Como el terreno es irregular, pierdo el equilibro en nada y resbalo con una roca. Intento agarrarme a lo que sea, pero otra rosa aplaca mis manos y lo único que consigo es agarrar el hacha. Un escudo frena mi caída. Aprovecho ese escaso intervalo de tiempo para evitar otro golpe, ponerme en pie y cortar el tallo.
De nada sirve, este se recupera. Sé que debo buscarle a él. ¿Dónde estará? Extiendo mis alas empiezo el vuelo. Los escudos solo me rodean en círculo, pero no todo el cuerpo. Recibo algún que otro golpe: suelen ser roces que apenas logro evitar, pero hacen muchísimo daño. ¿Qué tipo de magia es esta?
De vez en cuando podo los tallos que me es posible, es inútil porque después vuelve a crecer otro capullo (nunca mejor dicho), eso sí, me sirven para esquivar el ataque. No consigo saber dónde está este maldito, ni adónde tengo que ir.
—¡Ah! ―Me han dado bien fuerte en un ala. Moverla me cuesta, creo que alguna espina se ha clavado o no sé, tampoco estoy para mirarlo. Aguanto el dolor todo lo posible. Mi cuerpo está lleno de rasguños y he soportado dolores peores que este.
Aumento la velocidad para librarme de esos escudos y analizo todo. No le veo, farless, dónde está. Yo casi no sé de magia rúnica, y para la poca que sé primero tengo que ver lo que voy a atacar.
Las rosas vuelven a rodearme otra vez. Lo único que se me ocurre es fusionarme con la poca naturaleza que haya y usar la magia rúnica. Ya sé qué es lo que tengo que hacer.
No tengo nada a mi favor: ni la posibilidad de concentrarme ni vegetación que me cubra, pero algo puedo hacer. Con el hacha en una mano, uso la izquierda para dibujar una runa. En el centro el caracter: una línea en horizontal, partida por otra que, en su extremo, forma una caracola. A su lado dos líneas cerradas entre sí. Varios triángulos forman una circunferencia. Antes de colocar mi mano sobre la runa, un rosal me la agarra y estira de ella. Yo hago fuerza para que no me detenga, mientras, otro me rodea por la cintura. Surgen más. Ya no atacan como hacían hasta un rato, ahora me rodean para sostenerme. A pesar de que activo la runa, las hojas que nacen de ella salen esparcidas en varias direcciones, no como yo tenía pensado.
Miro donde han sido dirigidas para ver si han golpeado con algo y así es. Unas chocan y se deshacen, el resto de alrededor sigue su curso.
De nada me sirve, ya es tarde. Varias rosas recubren mi cuerpo y me han inmovilizado. Lo único que tengo fuera es la cabeza. No noto las espinas clavándose sobre mi piel porque la ropa es gruesa y no alcanzan, pero noto los rasgones que le hacen y sé que es cuestión de tiempo que ese dolor que he sentido en una de mis alas lo haga por todo el cuerpo.
—Si vas a matarme hazlo ya.
Él se visualiza. No lo hace donde yo creía que estaba, sino un poco más a la derecha. Una capa recorre todo su cuerpo salvo las alas negras y medio rostro. Una sonrisa se tuerce hacia arriba, cruel.
—Podría hacerlo, pero primero quiero la llave.
—No la tengo yo.
—Mientes.
Los tallos comienzan a estrecharse. De repente, estos pierden su color para volverse de un gris pálido y desaparecen uno tras otro. Lo último que deja de existir son los escudos, que sufren el mismo destino. Sin palabras, miro la runa que he hecho, pero está borrosa y ya no sirve.
—¡Vaya! El efecto se ha pasado. Tendré que encargarme yo.
Rápido y fugaz se pone delante de mí y yo echo el freno. Doy media vuelta y extiendo las alas, él se agarra de la mochila que llevo colgada en cruz y estira de ella. Es una lucha entre él y yo. Justo entonces me giro sin previo aviso y me dispongo a partirle en dos con mi hacha, pero él es más veloz y evita el golpe.
Intento averiguar dónde está. Quizás tenga una oportunidad y sea esta. Huir no me ha servido de nada, malditas órdenes.
—¡Sal de una maldita vez y da la cara! —Tengo todos los sentidos alerta, hasta el gusto. Si no le veo, puede que me dé alguna otra pista de su paradero, a lo mejor el sonido, o un viento que me recorra el cuerpo. Puede ser cualquier cosa—. Que esconderte se te da muy bien.
—Mira quién habló.
Delante de mis ojos su tétrica cara llena de malicia surge de la nada, no distingo su cuerpo a excepción de la capa que se ondea en muchas direcciones mientras viene a por mí. Tengo el hacha preparada, pero antes de hacerlo se me cruza un cable y le doy la espalda ante el miedo. Parecía un monstruo que venía a por mí. Yo intento huir, y él lo impide. De nuevo, tira de mi agarrando la mochila. Cuando me da tiempo a reaccionar descubro qué está pasando: la quiere. Podría utilizar cualquier otro truco sucio, pero no, se dedica a estirar de ella.
—¡Ya sé lo que buscas! —le chillo—. ¡No te daré la llave!
—No sabía que la tenías ahí guardada, ¡y yo que buscaba otra cosa! —El cuerpo se me congela, he tenido hasta que reaccionar deprisa solo para agarrar mi hacha y que no se me cayera. Meneo la cabeza para negarlo, pero es obvio que le acabo de dar una pista enorme—. Vine buscando cobre y acabé encontrando diamantes.
Mi cuerpo tirita y ya no sé si es de frío o por lo que acaba de pasar. Pero no podrá con la mochila; su material es muy resistente y no conseguirá que dé de sí. Probablemente él pensaba que la tenía en mi cuerpo, colgada en alguna parte, y por eso mismo utilizó las rosas para atraparme.
La pelea la gano yo. Me zafo de su agarre y emprendo el vuelo todo lo deprisa que me sea posible. Lo hace mi instinto de supervivencia, porque yo quiero luchar. Me muero por luchar, joder, ¿por qué no lo hago? ¿Por qué vuelvo a huir? No aprecio mi vida, si lo hiciera hubiera pedido a otro hacer este maldito encargo.
Como si fuera un espectro le vuelvo a ver de la misma manera que antes. Vivir esa macabra mirada me provoca pesadillas despierta. Ahora sí, le hago frente y mi hacha impacta contra su cara, pero de ella sale un polvo negro. Era un muñeco, una ilusión, entonces, ¿dónde está él?
O, mejor dicho, ¿qué acaba de pasar con mi mochila?
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Venga, amigos, que ya ha empezado el drama.
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