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10. Ojos color mar

El prado que me rodea es precioso. Pronto comenzará la nueva estación y hay flores que están empezando a salir. Eso me gusta, porque verlo todo nevado me parecía triste, me da la sensación de que todo está muerto. Las plantas no son peligrosas y no me matará ninguna, aunque hay algunas con tallos que pinchan, y eso hace que piense que están envenenadas. Pero aquí estoy a salvo.

A veces sueño con que me persiguen, eso hace que al despertar sienta que hay alguien conmigo. Trato de calmarme y pensar que todo está bien, pero aun así la paranoia sigue y no puedo evitar sentirme una miserable. No debí salir aquella noche. No sé si es que sueño con ella, o algo, o porque hay tantas cosas que ya desconozco que no sé ni qué pensar. Aún temo que mi tío me siga hasta aquí, o que me maten. Sé que estoy bien, a pesar de lo ocurrido con Vaenissam. No le conté nada a Egan, pensé en hacerlo, pero no me vi capaz. Al final lo dejé pasar.

Ver las flores del bosque que rodea a la ciudad me calma. Qué bonitas, hasta parece que tienen más vida de la que aparentan. ¿Pueden hablar pero lo esconden? ¿Son capaces de ver y escuchar? Yo creo que sí, al menos quiero creerlo.

Egan está frente a un lago, el agua brilla con los rayos de sol. Casi me dio la impresión de que llovía, a pesar de que el cielo esté despejado. Es grande, pero se puede ver más allá de él y no veo ningún río que desemboque en sus aguas. Eso me parece extraño. Hay un pueblo muy cuco donde tiene también un muelle, pero estamos en la otra punta y apenas distingo nada, si lo sé es porque me lo ha dicho Egan.

Ha decidido que vea el bosque para conocer la región en la que vivimos.

Egan me llama, lo hace apresurado, al acercarme a él lo veo tenso; su frente brilla y no para de alzar la vista. Me siento incómoda, odio esa sensación de amenaza que me hace sentir vulnerable. Me topo con alguien sobre nuestras cabezas, está volando en círculos, creo que ha visto algo en la zona. ¿Seremos nosotros? Egan me pide que me esconda bajo un árbol, tengo que asegurarme de que ella no me vea desde lo alto. Cuanto más grande mejor. No sé qué ocurre.

Hay uno rugoso, el tacto me encrespa el vello y aparto la mano fuerza. El árbol agita las ramas, como si el viento lo acabara de menear, pero no estoy segura de ello. Retrocedo y luego vuelvo al punto de inicio. no quiero que la chica me vea.

La "persona" que se encontraba en el cielo desciende en el lugar en el que se encuentra Egan. Posee cuatro alas enormes y transparentes, de un color azulado. Me recuerdan a las de una libélula, son bonitas. Ella se maneja bien con el aterrizaje, pero su expresión es amenazadora. Tengo miedo y deseo huir, pero sé que debo hacer lo que Egan me ordenó. Estoy muy asustada, me coloco tras el tronco y me dedico a escuchar por si sucede algo y tengo que salir corriendo. El pecho me va a explotar de un momento a otro.

—¡Egan! —grita ella con un gruñido equivalente al de un cerdo. Me da miedo que le conozca—. Llevo meses sin verte —le acusa—, ¡¿a ti eso te parece bien?!

Él intenta explicarse, pero la chica le frena. Sigue hablando sobre lo enfurecida que está, a veces le dice una palabra que, supongo, no tendrá un significado muy bonito. Me molesta mucho que trate a mi amigo así, pues ha estado mucho tiempo preocupándose por mí. No se merece estas cosas, ni mucho menos de ella. Pero no puedo hacer nada.

—¡Te llamé! Pregunté a los demás por ti y estábamos igual, creía que habías muerto.

Escucho un sollozo.

—Hay muchas cosas que tengo que explicarte. Pero...

En cuanto Egan calla ella vuelve a atacar, es como si estuviera preparada para volver a decir algo hiriente.

—Por lo menos haber dicho algo hubiera valido, porque a ver, ¿qué has estado haciendo tanto tiempo?

Él se mantiene callado. No sé si es ahora cuando debo salir, o debería quedarme aquí. Tampoco conozco la relación entre Egan y la tipa de la voz chillona. Hay un mutismo entre ambos, el frotar de las hojas es ahora lo que predomina.

—No te lo puedo decir. —Me llevo una mano al hombro, menos mal, pensaba que me delataría, pero no lo ha hecho. No sé cuánto insistirá ella, a lo mejor se asoma porque sabe que oculta a alguien y me descubre—. Confía en mí.

—No, Egan, no. Estoy harta, deja de hacer lo que te dé la gana. He venido varias veces a tu casa y no estabas, y te encuentro aquí. ¿Qué sucede?

Me siento mal por él, no tiene por qué protegerme. Tampoco soy alguien importante, no creo que deba tomarse muchas molestias en ello. Es demasiado bueno.

—Solo hazlo, no te pude hablar, ni tampoco puedo decirte nada. Es un secreto.

—¿Qué has visto? —escupe ella con su chirriante voz aguda.

—Naomi, para.

De nuevo, el mutismo. Esta vez pienso que ella se está acercando. Un paso más cerca del árbol que me cubre, ella lo sabe, puede que, mientras hablaba, me haya visto alguna parte del cuerpo. Ahora se desplaza en silencio, mientras Egan la mira, ignora lo que ocurre, como si esperara que así ella se convenciera de que no hay nada. Pero no la detiene, y entonces provoca que se acerque a mí. Pronto notaré una mano que me toca el hombro, con una mirada cómplice de "te he pillado".

Eso no llega nunca.

—Desapareces, pienso que te mueres, y ni siquiera me das explicaciones. Ni siquiera te disculpas. —Otro largo silencio—. Me saltas con que es un secreto, ¿es que acaso has hecho algo ilegal? No, te conozco... O eso creía.

—Naomi, espera.

No sé qué sucede después. Tengo la tentación de asomarme para verlo, pero debo mantenerme quieta. Los sonidos que me llegan son extraños, como rasguños. Intento controlarme, pero al final desisto y veo que Egan tiene agarrada del brazo a Naomi. Parece haber tensión.

—Quiero que sepas que ya la había visto antes de bajar. —Extiende sus alas, pero antes me señala. Dado que no hay nada que hacer, salgo de mi escondite con la cabeza gacha, mientras Egan intenta frenarla. Ella le da un empujón, por lo que lo hace retroceder.

—Supongo que ya no importa si te lo cuento.

Naomi recoge sus alas en la espalda. Parece como si tuviera la capacidad de encogerlas. Me acerco, y puedo ver que la chica no para de analizarme. Tiene unos ojos azules que me recuerdan al mar, son oscuros y muy profundos. Noto algo de odio en ella. Tiene un pelo castaño, muy bonito, que le llega por los hombros. A mí eso me queda fatal y, a pesar de todo, siento envidia de ella.

—Qué demonios haces con un maldito extraterrestre aquí. —No es una pregunta, sino que exige saberlo. Que me haya llamado extraterrestre me hace sentir demasiado extraña, como si no fuera yo.

—Me la encontré en la Tierra, hizo una cosa muy interesante: lanzaba algo brillante por las manos. Y decidí llevarla aquí, nos pillaron y...

Naomi le manda callar, Egan se está atragantando demasiado con las palabras y comienza a hacerse un lío. Me parece que está muy inseguro, y verlo como yo me hace sentir peor. Desde que sé que me ha descubierto noto que todos los peligros pueden atacarme en cualquier momento. Estoy demasiado vulnerable. Ella no me quita el ojo de encima, no hemos cruzado palabra; ni siquiera se ha centrado en mí. Es como si yo fuera un adorno más.

—No le digas a nadie nada de esto —suplica él.

—Por todas las estrellas —exclama Naomi. Coloca su mano sobre la cabeza, a continuación mira hacia el suelo. Da vueltas en círculos, como si no supiera qué hacer—. ¿Alguien sabe esto?

Egan le cuenta como puede cómo nos conocimos y la manera en que llegué aquí. Hay detalles mínimos que se salta, como que me vio en un pijama y sucia. Pero parece hacerlo bien, le explica que me vio haciendo algo extraño, sumado a lo que ya había vivido antes, decidió que lo mejor era llevarme a Faishore. Luego estuvimos una temporada acampando en la nada, para después llegar a la capital. Lo que nos pasó en la Sede lo cuenta rápido, y menos mal, porque aquello me destrozó.

Yo no hablo. No me atrevo a decir nada, y mucho menos ante Naomi. Siento que, de hacerlo, utilizará mis palabras contra mí. Tengo miedo de eso.

—Joder. Una cosa es llevarte a un shien-shien abandonado a tu casa, ¿pero esto? Yo, de verdad, que no me explico cómo han podido permitir esto.

—Creo que porque vieron lo mismo que yo vi en ella —responde él. Me mira de reojo y creo que, de sus labios se asoma una sonrisa.

—Despierta de una vez. —Naomi no me gusta, eso es algo que tengo claro desde el primer momento en que la he visto. Y más ahora que, con sus palabras, siento el ambiente más turbio. El viento ya no corre por el pasto seco. Quieto, me parece como si todo estuviera muerto. Ella se mantiene de brazos cruzados, lanzando sus crueles palabras—. Por una cosa tan simple como lanzar cositas de las manos no se van a arriesgar.

—Pero ¿y lo de su tío? Hasta a ellos les pareció extraño no encontrar nada de esa persona.

—Incluso así, ¿dejarla suelta? Muy peligroso. Incluso aunque no fuera humana, lo es de todas formas. Lo veo muy raro.

No sé qué está sucediendo aquí, pero incluso cuando todo parece irme bien, siempre hay algo detrás. Me siento cada vez peor, más miserable. ¿A qué están jugando conmigo? ¿Y si aquellas personas me quieren utilizar de experimento? Una vocecilla en mi cabeza me dice que estoy exagerando, pero las preguntas la opacan. No sé cómo funciona esto, y creo que es probable que Naomi tenga razón y que yo sea un conejillo de indias.

Egan no habla, parece igual que yo. Le tiemblan las manos, quiero pensar que es de frío. Pero es evidente: nos hemos metido en algo muy gordo. Yo siento que mi alma se va a salir de mi cuerpo de la angustia.

—¿Y qué haremos ahora?

—Nada, lo que has hecho hasta ahora. No te obsesiones con esto.

Egan se lleva ambas manos al rostro. No parece obedecerla. Aquí soy una espectadora de los sucesos, aunque yo sea el centro de todo. Me da rabia porque llevaba unos días muy bonitos, sobre todo hoy. Creía que, con solo ver el lago, mis preocupaciones se las llevaría el agua. Nadarían muy lejos y yo podría hacer como si nada. Me sentía serena. Hasta que ha llegado Naomi y ha empezado a atacarnos con todo lo que veía. La odio un poco.

—¡¿Que no me obsesione?! —le chilla el otro, con las manos todavía delante.

—Sí, porque tampoco puedes hacer nada. No la cagues, ya está.

—Eso es muy fácil de decir.

—Y de hacer también.

Jadeo y aprieto los puños, es lo que hago cuando no quiero empezar a llorar. Naomi me da tanta rabia que estoy al borde del llanto. Es una egoísta, que no piensa en lo difícil que es esto. Solo ataca y ataca porque es alguien horrible. No sé de qué la conoce Egan, pero espero que no tengan mucha relación. Siento que alguien ha destruido mi muro de ladrillos. Mientras yo los colocaba uno encima de otro, ella ha aparecido para tirarlos de un manotazo. No solo el gobierno juega conmigo.

—Pero me estás diciendo que buscan algo, que es posible que...

—Yo sólo he dicho que me parece muy raro que dejen a la chiquilla suelta —le interrumpe Naomi, alzando la voz más que él para hacerse notar—. Y que pienso que buscan algo más, tú solito estás sacando tus propias conclusiones.

—Obvio, porque estamos buscando una puerta en un pasillo a oscuras. No sabemos qué hacer, ni siquiera qué están haciendo a nuestras espaldas. —Eso parece callar a Naomi, y yo siento un poco de alegría que viene desde el estómago hasta la garganta—. No sé cómo va a acabar esto, y ahora resulta que soy un juguete. ¿Qué quieres que piense?

—No lo sé. Mira, son teorías mías, déjalo.

Teorías o no, yo creo que es verdad eso de que juegan con nosotros. Ya no sé qué pensar.

—Todo irá bien, es lo que te he dicho: no la cagues —intenta suavizar Naomi. Ya es tarde, ha dado el golpe y ponerle una tirita no funcionará.

Egan sonríe, lo hace mirando para otro lado. En ese momento mi furia se calma. Para él es suficiente, y no parece que le reproche nada a Naomi. A mí no me parece bien, pero igualmente ya no estoy tan cabreada con ella.

—No es tan fácil.

—Ya, ¿pero qué otra cosa puedes hacer?

—Sí...

Siento que todo lo que vivo es una gran mentira. No puedo evitar darle vueltas a esa idea. Ver que a Egan esas palabras de consuelo le funcionan me hacen pensar si estoy equivocada. No sé qué pensar; esto es demasiado para mí y soy incapaz de hacer algo. Incluso una desconocida sabe más que yo.

Egan se posiciona junto a Naomi, ambos se sonríen, como si no hubiera pasado nada. ¿Son pareja? No creo, no parecen tan cercanos. ¿De qué se conocen, entonces? Me pone un poco celosa verlos tan juntos, y más cuando ella ha sido una borde.

—De todas formas. hay más problemas sueltos por ahí —añade Naomi, esta vez con un tono más suave y en voz baja. Es la primera vez que le veo hablar así y siento que no es propio de ella. Egan abre los ojos, como si se acordara de algo.

—Hablando de eso, ¿qué tal el tema con los Kazene?

Naomi le aparta de un empujón, utiliza las dos manos y él retrocede. Egan hace como si nada.

—Fatal, ahora no quieren trabajar en nada, dicen que el sitio es suyo y que sin ellos la zona norte no funcionará. Además están haciendo protestas violentas por ahí. —Habla de ellos con asco, como si no fueran nada. Menea la cabeza, un silencio nos inunda—. Pero no hablaba de eso, hay rumores.

Egan levanta las orejas, aquello le ha llamado la atención. Ha sido por cómo lo ha dicho, tan confidencial. Ni siquiera los árboles deben saberlo, ni el agua que se mueve a veces. Hasta las nubes no son merecedoras de conocer lo que sale de sus labios. Pero lo suelta, porque la noticia puede con ella.

—Corren rumores. Dicen que alguien está intentando liberar a la Bruja.

—¿Qué? —murmura Egan, con las manos en la boca. La voz le tiembla, esa palabra casi no parecía provenir de él.

—Como lo oyes. No se sabe nada más. Es... —Naomi hace una pausa, pasa la lengua por los labios. Eso me da repelús, como si disfrutara— ...como si ese rumor se le hubiera escapado a alguien.

¿Cómo pretenden liberarla? ¿Y de quién hablan? Tanto secreto me sienta mal, porque me veo totalmente apartada de lugar, como una intrusa. De repente, viene a mi memoria aquella noche con Daenissam. Ella llevaba consigo una llave, grande y de colores bonitos, no parecía una cualquiera.

—¿Quién fue esa Bruja? —Gracias a Egan, me he acostumbrado a que no me cueste tanto hacer preguntas, porque con él siento mayor confianza y seguridad. Al poco me siento mal por haber hablado, pero al menos dicho está.

Naomi da un respingo del susto, acabo de hablar por primera vez. Me mira de soslayo, con un poco de furia, mientras se lleva una mano al pecho. Suelta un gruñido, seguido de unas palabras que no logro escuchar. No me responde; me ignora y sigue charlando con Egan, siendo yo un adorno más. Egan se percata, así que me mira con compasión.

—Es difícil de explicar —responde. Con una mano en la nuca, se acaricia el cabello rubio. Este le brilla con el poco sol que se filtra tras las nubes. Se lleva una mano al colgante, le da vueltas y aún no le veo capaz de decir algo. Entonces, cuando deja su mano inmóvil, se le achinan los ojos y creo que siente compasión por mí—. Es que a alguien que no es de aquí le va a costar entenderlo, pero bueno. Hace ya, mucho tiempo, fue una mujer muy mala que se hizo con parte del poder del país. Después decidió que lo mejor era quitar a nuestra especie del mapa.

—¿Y qué pasó con ella?

—La encerraron en una cárcel. Nadie sabe dónde está ese sitio, ni siquiera dijeron nada del tema.

—Ah... —Tengo más preguntas que no sé cómo formular. Opto por callarme, pero hay una que sí me recorcome por dentro. Ni Daenissam ni el otro chico me la quisieron responder, de todas formas, no sé si fiarme de lo que me dijeron. Callarme esa noche ahora me duele, podría ayudar, pero me da miedo que Egan me juzgue por haberme escapado sola. ¿Qué pensará de mí?—. ¿Cómo se llamaba?

—Tenía un apodo, la Bruja del Crepúsculo —aclara Naomi.

—Y... ¿cuál era su nombre de verdad?

Ambos se miran, inquietos. Eso no les ha gustado nada, podría haberme callado. Por otra parte estoy a punto de estallar. Me sienta todavía peor guardarme aquello, llevo días dándole vueltas al tema. Creo que vi algo importante, y hasta me siento culpable por eso. Finalmente, Egan da un suspiro, mientras que Naomi se encoge de hombros. Y responden a lo que necesitaba saber.

—Daenissam.

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