Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C:46

Isabella Romanov.

El dije con forma de yate era como una especie de imán para mis ojos. Cada vez que me paraba frente al espejo del baño, era lo primero que captaba mi atención. Era el detalle más lindo que alguien alguna vez había tenido conmigo, y no lo digo porque sea una loca enamorada que no puede controlar sus emociones, bueno, en parte si, pero ese no era el punto. También podía sonar cliché, lo acepto. Bolsos de marca, ropa de marca y joyas siempre habían abundando a lo largo de mi vida, pero todas ellas sin ningún significado, todas a cambio de mucho sufrimiento.

—La primera vez que te vi fue en este mismo yate, y desde ese momento no me he podido sacar tus ojos de la cabeza dijo un poco serio, pero sin dejar de acariciar la piel de mi cintura.

El día de ayer había sido una montaña rusa de emociones. Empezando con el momento de sinceridad que había tenido con Will en la playa, luego con los
celos de Justin, el collar, el ser novios oficialmente y todo eso para terminar con Nikolay colándose por mi ventana. Me sentía agotada, totalmente, considerando que había dormido prácticamente cuatro horas ya que Justin no me dejó ir con mucha facilidad después de nuestra pequeña reconciliación, pero la presión en mi estómago y los nervios también seguían estando presentes, sobre todo cuando pensaba en Nikolay y lo que tenía planeado para mi y para él. Eso me causaba demasiada ansiedad, aunque me alegraba pensar que mi vida si tenía un futuro y esperaba con ansias de que fuera un futuro con abundantes momentos de felicidad.

«Te he llamado toda la mañana, ¿estás bien? ¿Por que no respondes? »
Fue el primer mensaje que le envié a Justin.

No respondía mis llamadas, por lo que probé con un mensaje de texto, el cual no tardó en ser leído, pero sí en ser contestado.

Bloqueé el teléfono esperando que respondiera y me digné a salir de mi habitación para bajar a almorzar.

Esperé encontrarme con todos en la cocina, pero para mi sorpresa Irina estaba  comiendo sola, con la mirada perdida en la ventana que daba al jardín trasero.

No me apetecía almorzar sola en su compañía, pero aún así me senté frente a ella, haciéndola sobresaltar, y Martha no tardó en aparecer con un plato de comida. 

—Que lindo te queda ese vestido, el color vino te sienta bien —murmuró regalándome una sonrisa. 

Me limité a sonreírle de vuelta.

—¿Dónde está Candace y Artur?

—Han salido esta mañana, tu hermana no se mudará con nosotros al parecer, quiere irse a Estados Unidos —negó con la cabeza, soltando un pequeño suspiro.

No me quise asombrar con la idea de que Candace finalmente haya logrado convencer a Artur y que a él poco le importaran las consecuencias de las decisiones que tomara Candace, tampoco con el hecho de que le diera la libertad de escoger cómo y dónde rehacer su vida. Esto siempre había sido así.  Aunque pareciera que en estos momentos a Irina no le hacía ninguna gracia la idea.

—No voy a desperdiciar mi tiempo enojándome porque Candace puede elegir qué hacer con su vida y yo no —confesé, elevándome de hombros—. Ni siquiera me ha dejado ir a la universidad.

Irina me miró fijamente un largo rato y después habló; —Sabes que nos vamos de Francia por tu seguridad Isabella, mira como te han dejado ese brazo —señaló con paciencia mi herida—. La próxima vez puedes ser peor.

—Candace igual estaba ahí, igual estaba en peligro, las dos estamos metidas en esto, pero siempre soy yo quien tiene que someterse a lo que sea que se le ocurra a ese señor —espeté, sin darme cuenta de que estaba elevando la voz y de que Martha me miraba de reojo, lanzándome miradas de precaución, mientras fregaba unos cubiertos.

Noté que Irina se cabreó ante mi tono de voz por la mirada de desapruebo que me regaló, pero mantuvo la compostura y negó con la cabeza suavemente; —No deberías hablar así de tu padre.

Y eso me hartó. ¿Hasta dónde podía llegar su nivel de cinismo? ¿Cuándo iba a abrir los ojos y dejar de hacerse la loca?

—Sabes muy bien que no es mi padre, es momento de que empieces a aceptarlo, porque yo ya lo acepté, tienes muy claro que lo sé —solté los cubiertos con brusquedad y corrí mi silla hacia atrás, mientras me cruzaba de brazos.

Claro que se me había quitado el apetito.

El color abandonó su cara. Sus ojos se abrieron como nunca antes y sus manos comenzaron a temblar.
Martha se giró por completo al oír mis palabras, como si no pudiera creer que finalmente hayan salido de mi boca.

Estaba jugando con terreno peligroso, lo sabía. Una simple palabra mal dicha y tanto Nikolay como yo podíamos estar en peligro porque Irina era una soplona, pero uno no siempre se entera de las cosas por terceros... ¿verdad?. En simples palabras, habían sido ellos mismos quienes me habían dado indicios de todo.

—¿Qué... —no pudo seguir, tragó como si le costara mucho esfuerzo y exhaló fuertemente cerrando los ojos— ¿Qué cosas estás diciendo, Bella? ¿Te estás escuchando?

—¡Ya basta de mentiras, mamá! —golpeé la mesa escandalosamente y me levanté, logrando que los presentes en esa maldita cocina sobresaltaran con los platos y todo lo que se encontrara sobre la mesa—. ¡Yo misma los escuché hablar!

Si ella antes no tenia color, ahora realmente estaba de color marfil y su respiración se había acelerado a tal punto que parecía faltarle el aire.

—¿Qué es exactamente lo que escuchaste? —negó con la cabeza repetidas veces mientras pequeños "no...no" salían de su boca.

Martha se acercó preocupada con un vaso de agua y obligó a mi madre a recuperar el aliento.

—Me parece genial que finalmente dejes de negarlo —solté una carcajada incrédula—. Ahora dime, si te pregunto quién es mi padre... ¿serías capaz de decírmelo? —elevé ambas cejas expectante, sintiendo rabia de que fuera ella la asombrada y descolocada, cuando yo era quien había sido engañada toda la vida por su egoísmo—. Es la única pieza que falta en mi rompecabezas, mamá —mentí—. Me gustaría saber quien es mi padre.

—¡Ya basta, Isabella! —Martha gritó, lanzándome pequeñas dagas con sus ojos pequeños.

—¡Tú no te metas! —la apunté con furia— Tu eres otra mentirosa más, tú siempre lo has sabido todo, ¡siempre!.

—No te consiento que nos hables así, Isabella —Irina pareció recuperar su respiración y finalmente se levantó de su silla acercándose lentamente hacia mi—. ¿Sabes lo que es capaz de hacer Artur si te escuchara decir todas aquellas estupideces? ¡Claro que lo sabes! —finalmente mostró indicios de enfado y de perder el control.

Y me parecía genial. Ya estaba arta de que se hiciera la víctima.

—¿Eso es lo único que te importa, verdad? —reí sin gracia, sin poder creer que aún a estas alturas le importara Artur por sobre todas las cosas—. Dime, mamá, ¿cómo puedes estar tan enamorada de un hombre como él? ¿Te trata bien, siquiera? ¿O lo único que te importa es su dinero y el hecho de que toda tu miserable vida a su lado te haya tenido viviendo en un jodido castillo? —elevé ambas manos señalando nuestra dulce morada.

No lo vi venir. Realmente no lo vi venir. Jamás me esperé algo así de ella, supongo que porque siempre que alguien me hacía daño Irina se lo pasaba llorando; pero después de todo lo que le dije, cosa de la que no me arrepentía en absoluto, debería haber esperado que me abofeteara sin control, por primera vez en nuestras vidas.

Me dio dos bofetadas tan jodidamente fuertes, que no sentí mis mejillas por varios segundos.

Cerré los ojos y rápidamente llevé mis manos a mi mejilla derecha que empezó a arder como el infierno. Las lágrimas de rabia y frustración no tardaron en escaparse de mis ojos y la miré con odio, era lo único que sentía hacia su persona en estos momentos, y eso me perturbaba aún más.

—Te odio —solté, como si nada, mirándola dolida y con ganas de desaparecer en ese momento—. Los odio a todos.

Pareció reaccionar ante mis palabras y cualquier rastro de furia desapareció de su mirada. Empezó a sollozar de la nada y clavó su mirada en mis mejillas, con una expresión de asombro, como si ella tampoco pudiera creer lo que acababa de suceder.

—Vete a tu habitación, Isabella. No te quiero ver —se dio la media vuelta y se acercó a Martha quien nos miraba completamente incómoda con la situación.

Me di media vuelta, dispuesta a salir corriendo de ahí y esconderme en mi habitación, lugar que parecía ser mi único lugar seguro, pero su voz me interrumpió; — A las siete de la tarde iremos a la casa de los Bieber a cenar, tu padre tiene cosas que conversar con Jeremy, no quiero inconvenientes. Y lo más importante... esta conversación jamás la tuvimos —pude escuchar como sollozaba casi en silencio.

Ni siquiera me tomé la molestia de mirarla o responderle, apreté mis puños y salí hecho un rayo de la cocina.

Y así es como ni en tu propia casa, rodeada de quienes creían ser tu familia, te sientes ajena. Todos se convierten en unos extraños y desconocidos para ti, la ansiedad que te causa compartir con ellos y el sentimiento de no poder recuperar una familia que jamás existió, es algo que no le deseo a nadie.

Lloré un rato bastante largo, lo necesitaba. Recuerdo que cuando era pequeña Irina siempre me decía que llorar sanaba el alma, cosa que me causaba gracia ya que lo único que hacía ella para afrontar los momentos difíciles era llorar, pero en momentos como estos, creo que tenía razón. Y era irónico porque últimamente yo también me había convertido en una llorona.  Cuando dieron las seis de la tarde y decidí levantarme de la cama para arreglarme, me sentía más aliviada y despejada, lista para fingir que no había sucedido nada en la cocina de aquella mansión.

Justin aún no respondía mi mensaje, le envié otro con muchos emojis y signos de interrogación. Lástima que nuevamente decidiera ignorarme y hacer mi tarde más amarga de lo que ya era.

Que pena por él. En su casa no podría ignorarme.

Traté de ocultar el rojo de mis mejillas con algo de base y maquillé ligeramente mis ojos de negro para darles más protagonismo. Me vestí con unos jeans negros y un pequeño corsé de encaje del mismo color, y encima me puse una blusa de seda color crema.

Cuando estaba por guardar mi teléfono en mi bolso pequeño, vibró y  exageradamente lo saqué esperando encontrar un mensaje de Justin, pero como el día no quería hacerme feliz, un número oculto relució en la pantalla.

«Mañana a las 12 del medio día en el bosque, creo que aún nos debemos una pequeña charla. Trevor esperará por ti. Si no puedes inventar algo, los guardias del jardín trasero son mis hombres y siempre puedes escaparte. Nos vemos».

No hizo falta que firmara el mensaje. Sabía perfectamente de quien se trataba.

—¿Estás lista?

Borré el mensaje y guardé el móvil tan rápido y nerviosa que casi se me resbala de la manos.

—Sí. Sí.

Candace frunció el ceño y sus ojos fríos acusaron hacia mi pequeño bolso en donde había guardado el móvil.

—¿Qué esconces? —se cruzó de brazos.

—Nada —pasé por su lado golpeando su hombro y queriendo escapar. Sin embargo, su confesión me detuvo.

—Mamá estaba llorando cuando llegamos —espetó—. Papá ha estado toda la tarde con ella en la habitación, ¿qué le hiciste, Isabella?

La sangre hirvió por mis venas. Mis manos se hicieron puños inconscientemente. Era obvio que Irina correría a contarle al Romanov en cuanto apareciera todo lo que había ocurrido; pero aún así me enojaba que no haya tardado ni dos segundos en quedarse en silencio.

—Métete en tus jodidos asuntos, Candace —me di la vuelta para enterrarla con mis ojos—. ¿No tienes una vida nueva que organizar?

—Así que es eso lo que te tiene así de histérica —sonrió conforme y me echó un vistazo de pies a cabeza con recelo—. ¿Envidia?

Estuve dispuesta a responderle, pero el sonido de una puerta girando sobre un eje nos interrumpió a ambas. Miramos hacia el final del pasillo y Artur apareció luciendo un traje de etiqueta en compañía de Irina quien lucia impecable, con un maquillaje exageradamente perfecto. Ni siquiera había un rastro de tristeza en su cara. Definitivamente nadie sería capaz de pensar que ella hubiera derramado una lágrima ese mismo día.

—Al auto —musitó, sin mirar a ninguna de la dos—. No estoy de humor para ninguna de ustedes, así que no molesten —apenas murmuró cuando comenzó a bajar la escalera, arrastrando a mi madre con él.

Me vi a mi misma mirando por la ventana del coche hacia el exterior, preguntándome a qué se debía la seriedad de Artur ya que claramente Irina no le había comentado nada, de lo contrario, yo hubiese sido la primera en ser castigada esa misma noche.

Cuando llegamos a la casa de los Bieber. Irina a penas me sostuvo la mirada, simplemente me ignoró y avanzó agarrando la mano de Artur hacia la gigante puerta negra de madera que caracterizaba la casa de Justin y su familia.

Me limité a tragar saliva ante el malestar que me provocó su mirada poco interesada y también la ansiedad producida ya que finalmente iba a hablar con Justin, aunque en mi camino hacia la puerta me distraje un poco al ver a Candace nerviosa y con ganas de salir corriendo de ese lugar. Ella se lo buscaba, si no fuera una perra egoísta y narcisista, encantada la hubiese ayudado a inventar algo para que ella no tuviera que verle la cara al psicópata de Jordan esa noche.

Jeremy salió risueño a recibirnos en conjunto a Pattie, quien luego de saludar amablemente a todos, me agarró delicadamente del brazo para estrecharme contra su cuerpo.

—¿Cómo está tu brazo, linda? —me inspeccionó con sus hermosos ojos grises, aunque no sirvió de nada porque la venda apenas se veía.

—Ha cicatrizado bien hasta el momento, aunque me duele demasiado, pero con los calmantes he andando bien —le sonreí—. Gracias por preguntar.

—Me alegro que estes mejor, Isabella. Fue muy aterrador lo que ocurrió —soltó un suspiro y me soltó para abrazar ligeramente a Candace quien apenas sonreía.

Miré hacia Jeremy quien reía alegremente golpeando la espalda de Artur y las palabras de Nikolay se vinieron a mi cabeza. Era casi imposible creer que él y Jeremy alguna vez fueron buenos amigos, más aún cuando reía escandalosamente de cualquiera de las bromas que quisiera soltar Artur. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando me encontré con los ojos de mi madre y sentí que me leyó los pensamientos cuando me sostuvo la mirada con decisión, obligándome a apartar mis ojos de aquellos hombres.

—Será mejor que entremos o la cena se enfriará —Pattie bramó, agarrando el brazo de mi madre y perdiéndose en el interior de la casa.

Creo que nunca estuve más de acuerdo con ella.

Justin se encontraba de pie junto a sus hermanos en el salón, esperando a un lado de la chimenea a que todos apareciéramos. Las mariposas no tardaron en aparecer en mi estómago y en mis muslos cuando sus ojos se fijaron en los míos, haciéndome olvidar por completo que estuvo ignorando mis mensajes toda la tarde. Corrí hacia él y envolví mis manos en su cuello, ignorando el dolor en mi brazo. Tenía demasiadas ganas de estar con él, ya que el día de ayer había sido un sube y baja de emociones y él era uno de los responsables, y además hoy simplemente no había sido el mejor día. Necesitaba despejar mi mente y estaba casi segura de que Justin era la mejor solución.

Pegué mis labios desesperadamente a los suyos en busca de contacto y eso fue lo único que obtuve. El contacto de sus labios y nada más. No me abrazó, no me devolvió el beso y comenzó a respirar incómodo, pero al menos no dejó de mirarme.

Alejé mi boca de la suya comenzando a sentir mi estómago vacío y lo miré sin entender nada.

—¿Justin? —traté de buscar en sus ojos alguna señal de burla o lo que fuera, pero yo sabía muy bien que Justin no era una persona que se inventara alguna clase de broma.

Esquivó mi mirada y apretó la mandíbula.

Auch.

Desenvolví mis manos de su cuello y las dejé caer a ambos lados de mis caderas. Di un paso hacia atrás, odiando la sonrisa burlona de Jordan y susurré un maldito «bien» antes de suspirar y continuar saludando a Will quien conversaba animadamente con mi madre.

De un momento a otro se me había quitado el apetito. Me senté entre Candace y Will, era tener a Candace a mi derecha o tener que soportar a un Justin enfadado a mi lado. Aunque fue peor, porque se sentó frente a mi en la mesa y no despegó su mirada de su plato y de su celular.

El sentimiento de vacío y angustia comenzó a desaparecer de mi cuerpo y a ser reemplazado por rabia. Era un imbécil. Tenía el descaro de usar su jodido teléfono durante toda la cena, pero no fue capaz de responder ninguno de mis mensajes en todo el día.

—Creo que nunca había disfrutado tanto ver como te ignoran —la molesta voz de Candace resonó casi en un susurro—. Ni mi padre te ha ignorado tan olímpicamente en toda mi vida.

Cerré los ojos un instante para controlar mis impulsos y no perder la paciencia con la idiota de Candace.

—Lo mismo digo, hermanita —fijé mis ojos en Jordan y sonreí falsamente, disfrutando ver como la sonrisa de suficiencia se borraba de la linda cara de mi hermana.

El imbécil de Jordan, a diferencia de otras ocaciones, a penas le había dirigido la mirada a Candace.

Will apretó mi pierna por debajo de la mesa, al tanto de nuestro pequeño show y murmuró un silencioso —ignórala— antes de beber de su copa de vino.

En ese instante me pareció sentir la mirada de Justin sobre nosotros, y cuando giré mi cara hacia él, volvió a desviar la mirada desinteresadamente hacia su teléfono.

La Isabella del pasado se hubiese aprovechado de la situación y hubiera querido causarle celos con su propio hermano; pero la Isabella del presente no. Apenas ayer habíamos discutido por Will, por sus celos, lo habíamos arreglado y yo quería mas que nadie que lo nuestro funcionara. Darle celos con su hermano era lo menos inteligente y lo mas inmaduro que se me pudiera ocurrir.
Quería estar bien con él, quería que las cosas fueran bien. Desde que lo conozco hemos estado en una cuerda floja, y me dolía pensar que ni siquiera ya siendo novios las cosas se pudiera equilibrar. Necesitaba acabar con esto ya. Por esa razón cuando terminó la cena y Artur desapareció con Jeremy, todos mis planes de espiar su conversación se fueron al diablo y abandoné el salón en busca de aire.

La terraza de aquella casa era una de las más bonitas que había visto jamás. Bueno, era una casa muy linda y elegante, no me podía esperar menos. La madera blanca hacia juego con la cantidad de plantas verdes que habían tanto en el suelo como en pequeños jarrones que colgaban de la madera. Era el único lugar de casa que no tenía ese estilo old money que te hacía sentir como en un jodido palacio.

Hubiese seguido describiendo el hermoso jardín que tenía ante mis ojos, si no hubiese sido porque mis fosas reconocieron el exquisito olor de aquel perfume fresco y envolvente con toques de miel. Mi corazón dio un jodido vuelco cuando Justin se apoyó en la terraza a mi lado y encendió un cigarrillo, sin mirarme en ningún instante.

Esperé que hablara, lo miré fijamente queriendo incomodarlo, pero Justin era tan bueno escondiendo sus sentimientos, que no me dejó ver nada. Ni dolor, ni incomodidad, ni siquiera enfado. Se fumó el cigarrillo con el semblante tranquilo y los hombros relajados, casi en silencio.

—Estoy cansada de esto —capté su atención finalmente—. Apenas llevamos veinticuatro horas como novios y ya hemos peleado casi tres veces —sus ojos mieles finalmente se fijaron en los míos y me tembló la voz—. E-es agotador —suspiré y relajé mis músculos. Ni siquiera me había dado cuenta de lo tensa que estaba hasta ese momento. Por otro lado, Justin permaneció en silencio sin dejar de mirarme, haciéndome romper el hielo una vez más—. No me estás ayudando, Justin. Tengo muchas cosas en mi cabeza, tengo un lío y solo lo complicas más porque no soporto que me ignores, no soporto que me rechaces cuando algo te molesta y que tampoco seas capaz de decírmelo abiertamente ¡Así no funcionan las relaciones! —acorté los centímetros entre nosotros y finalmente pude ver algo en sus ojos. Dolor. Y me asombro tanto ver su mirada herida que se me revolvió el estómago y de repente sentí náuseas—¡Se trata de comunicación!

Esperé que reaccionara, que me dijera algo, pero no lo hizo, y otra vez más me sentí como una estúpida hablando con él y esforzándome por arreglar las cosas cuando él parecía no querer cooperar.

Solté otro maldito suspiro y una pequeña carcajada sin ganas antes de dar media vuelta y marcharme, no le iba a rogar; pero sus dedos alrededor de mi codo se envolvieron rápidamente, me detuvieron y me devolvieron al lugar en donde me encontraba hace algunos segundos, a dos centímetros de su cuerpo.

—¿Cuándo pensabas decirme que te vas de Francia, Isabella? —apretó la mandíbula y me miró dolido, ejerciendo más fuerza de la necesaria en mi brazo sano.

La respiración me salió entrecortada y odié sentirme culpable por la expresión amarga de su rostro.

—Justin... yo...

—Hablas de comunicación y tú eres quien está siendo una egoísta —gruñó, finalmente soltándome del codo y disminuyendo un poco más los centímetros entre nosotros.

—Planeaba decírtelo.

—¡¿Cuándo, Isabella?! —sus palabras se bañaban en rencor— ¡¿Cuándo estuvieras en otro jodido continente?! —casi gritó, haciéndome temblar.

Odie la amenaza que suponía su cuerpo casi sobre el mío y empujé sus hombros con fuerzas para alejarlo de mi y poder respirar.

—¿Y qué esperabas, eh? Sabes de sobra que el algún momento tendré que irme de aquí, ya sea con Artur o con...

—Estas siendo una desconsiderada, Isabella —interrumpió—. Sobretodo después de que te haya dejado entrar en mi vida y que te pidiera que sea mi novia —me apuntó con rabia—. Sabes que jamás hubiese hecho esta mierda por alguien.

Sus palabras estaban logrando desvanecer la poca estabilidad emocional que me quedaba aquel día. Sobre todo porque tenía razón y en verdad se veía dolido por mis decisiones, pero odiaba que lo tomara personal y que no abriera un poco su mente para creer en mis intenciones y entenderme.

—De verdad planeaba decírtelo, estaba buscando el momento —traté de tomar su mejilla, pero esquivó mi mano, dándole lugar a la rabia y al orgullo en mi ser—. Creo que conoces lo suficiente de mi vida como para venirme con tus reproches sobre la comunicación, Justin —negué con la cabeza—. ¡No se cuanto pueda seguir aguantando esto! —nos señalé a ambos rápidamente.

—¡Eres tú quien dijo que se trataba de comunicación, no te comas tus palabras! —me acusó y tomó aire escandalosamente— ¿Qué piensas hacer? ¿eh? —soltó una carcajada sin gracia y se lamió los labios— ¿Terminar esto? —elevó ambas cejas—. Estúpida mocosa cobarde.

Creo que mi cara de desconcierto fue suficiente para que se diera cuenta lo hiriente y feas que eran sus palabras.
Odiaba discutir con él porque no controlaba su ira, ni su rabia, y soltaba lo primero que se le venía a la mente para hacerme sentir mal. Cosa que me creaba inseguridades porque supuestamente uno suele soltar estupideces que siempre ha pensando o sentido en momentos adrenalínicos como lo es una discusión.

Le golpeé el pecho con fuerza y me detuvo en seguida agarrando fuertemente mis antebrazos y acercándome peligrosamente a su cuerpo.  Solté un jadeo cuando su cara quedó a centímetros de la mía y nuestras respiraciones aceleradas chocaron.

Sus ojos bajaron lentamente hasta mis labios y copié el gesto. Mientras un escalofrío me recorría todo el cuerpo.
Estaba muy enojada con él, pero el fuego que salía de nosotros era muy difícil de ignorar, siempre había sido difícil. Las feromonas que desprendían nuestros cuerpos cuando estábamos así de cerca eran un problema casi imposible de erradicar.

—Eres un imbécil, Justin —susurré cuando finalmente pude respirar.

Justin soltó todo el aire que al parecer había retenido todo este tiempo y sus ojos brillaron, abandonando mis labios y subiendo por mi cara. Me miró un largo instante y me encantaría haber podido leer su mente y saber qué pensaba esa complicada cabeza suya.

De un momento a otro frunció ligeramente el ceño y soltó mis antebrazos, dejándome libre, pero no por mucho tiempo, ya que subió sus manos hasta mis hombros y los rodeó de manera en que me agarró de la nuca y me obligó a mirarlo de mucho más cerca, casi rozando nuestros labios y con las respiraciones mezclándose.

—¿Qué te pasó en la mejilla, Isabella? —su voz ronca me hizo temblar. Y sus ojos inspeccionaron detalladamente mi piel.

Maldito maquillaje. No podría haber escogido un mejor momento para traicionarme.

—Responde —ordenó—. ¿Fue el imbécil de tu padre? ¿Te hizo algo más?

Estaba dispuesta a responder y contarle la verdad, pero el sonido de unos tacones clavándose en el suelo nos hizo alejarnos unos centímetros, captando toda nuestra atención.

Era una completa ironía que fuera Irina,
la responsable del rojo en mi mejilla, quien apareciera en ese momento en la terraza. Nos miraba con tranquilidad, ajena a la discusión, sonriéndole a Justin y evitando mis ojos.

—Nos vamos, Isabella. Ahora —señaló el camino por el pasillo.

Justin se quejó por lo bajo y terminó deshaciendo el agarre de mi cuerpo. Lo miré con una mueca y traté de grabarme su cara de enojo y preocupación antes de abandonar su maldita casa y abandonarlo a él sin poder protestar.

—Esto no se va a quedar así, mocosa— fue lo ultimo que dijo, apuntándome con decisión e ignorando la presencia de mi madre.






——————

Holaaaaaa =) ¿cómo están? Yo un poco enferma, pero bien.

Perdón lo corto del capítulo. Quizás se les hará latero, pero es necesario que sucedan ciertas cosas porque todo tiene una secuencia.

Amo a Justin y lo odio al mismo tiempo. Y adoro a Isabella, pero igual me da un poquito de rabia, aunque ya era tiempo de que empiece a pensar en ella :0

¿Qué opinan?

Las leo!

Besoooos
Marie.
💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro