Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C: 41


Isabella Romanov

Cuando Justin se marchó, me obligué a dormir otro poco. La verdad es que había sido una noche terrible y necesitaba descansar un poco más para poder despertar con las energías necesarias y enfrentar a mis padres como si nada hubiera pasado. Como si yo no hubiera escuchado la conversación de ellos accidentalmente.

Entré a la ducha a las dos de la tarde. Sí, a las dos. Había despertado a medio día y me había quedado en la cama despierta pensando en la noche anterior, desde la conversación de Irina y Artur, hasta Justin diciéndome que yo le gustaba. Había sido una noche demasiado loca para ser real.

Cuando el chorro de agua tibia calló sobre mi cuerpo, fue como si todo se hubiese repetido en cámara lenta, fue como un viaje de vuelta a la realidad y la ansiedad que me causaba la noticia de ayer me golpeó nuevamente, causándome un dolor de estómago terrible y el sentimiento de vacío en el pecho.

Comencé a llorar de la nada y sinceramente aproveche la ducha para terminar de desahogarme por completo. Era lo más sano que podía hacer en estos momentos.

Ahora entendía muchas cosas. Ahora entendía por qué el rechazo de Artur. Digo, no siempre me maltrató como lo hacía últimamente; esto de la violencia empezó en Rusia antes de venirnos a Francia, pero puedo recordar perfectamente las diferencias que hizo entre Candace y yo en nuestra infancia.

Recuerdo perfectamente que cada vez que Candace hacía un berrinche por un juguete, ese juguete aparecía mágicamente al día siguiente en su habitación. Y cuando yo hacían un berrinche por alguna estupidez como esa, el juguete aparecía solo si es que mi madre se animaba a comprarlo.
También recuerdo que Candace siempre tenía autorización para salir con amigos e invitar gente a casa para su cumpleaños o cualquier fiesta que se le antojara realizar. En cambio yo, tenía que conformarme con una cena familiar y si es que quería celebrarlo tenía que conseguirme el permiso para salir de casa a celebrar con amigos.

Eran cosas estúpidas, pero que toda mi vida me habían hecho preguntarme "¿por qué?".

Una vez que terminé de llorar, mis dedos estaban arrugados por el rato que llevaba bajo el agua. Terminé la ducha enjabonando mi cuerpo y en ese momento noté que las pequeñas marcas que Candace había dejado en mi antebrazo se habían convertido en pequeños hematomas.

—Estúpida —negué con la cabeza al recordar a mi hermana.

Bueno, ¿era mi hermana realmente?. Me hacía sentido el hecho de que no nos parecíamos en nada físicamente; pero de igual forma no pude evitar preguntarme; si yo era la menor y definitivamente no era hija de Irina y de Artur.... ¿Qué diablos ocurría con Candace?...
¿Quizás Candace era el domingo siete de mi madre  y yo fui una horrorosa aventura? Esa idea era estúpida, Artur jamás le hubiese aguantado una infidelidad a mi madre. Aunque de todas formas Irina no era mi madre, no valía la pena estar concluyendo teorías cuando aún me quedaba un largo camino para descubrir toda la verdad.

{..}

—¡Isabella!  —dos pequeños golpes en mi puerta me hicieron sobresaltar— ¿Bajarás a cenar, cariño?

Miré mi atuendo en el espejo, que consistía en una falda de cuero, un chaleco simple que dejaba ver mi hombro y unas converse negras con caña. Y finalmente caminé hacia la puerta.

—Hola —saludé a Martha con una sonrisa, saliendo de mi habitación—. No lo creo, voy saliendo.

Martha me miró sorprendida y se quedó unos minutos mirando mi cara, específicamente mis ojos.

—¿Estas bien? Tienes los ojos hinchados, cariño —musitó con la preocupación plasmada en su cara. Dio un paso hacia mi y tomó mi frente, como si estuviera calculado mi temperatura corporal–. No has comido nada hoy, no has salido de tu habitación... incluso llegó tu padre y...

—¿Hacia dónde vas? —la voz de mi padre resonó por todo el pasillo de la segunda planta.

Mi cuerpo se congeló en ese momento y por la forma en que Martha frunció el ceño, supuse que mi cara no debe haber sido la mejor.

—Saldré —musité como pude, tragando el nudo que se había formado en mi garganta momentáneamente. Me arrepentí de haber abierto la boca en seguida, me había mentalizado toda la maldita tarde para que mis nervios no me jugarán una mala pasada cuando tuviera que hablar con alguno de los dos mentirosos que tenia como padres.

—¿Esa es tu respuesta? —su voz se volvió más ronca y se escuchó más cerca a medida que sus pasos se acercaban—. Estoy llegando recién a Francia después de un largo viaje y realmente pareciera que tú nunca vas a aprender a ser una niña considerada y educada, Isabella.

Me sorprendió que no estuviera gritando mientras me regañaba y se acercaba a mi. Y me sorprendió aún más cuando tomó mi antebrazo y me tiró para besar mi mejilla. Aún así, su saludo no fue para nada cariñoso, fue tan frío que cuando me miro finalmente con sus ojos verde oscuro, un escalofrío recorrió mi cuerpo haciéndome temblar, en el mal sentido de la palabra.

—No lo repetiré de nuevo, ¿dónde vas? ¿Sola? —espetó. Esta vez con más firmeza y sin dejar de clavar sus iris verdes en las mías.

Su piel lucia más tostada de lo habitual y su pelo estaba largo, y también tenía unas ojeras del tamaño de Texas. Al parecer el violento mentiroso no había tenido días tan buenos mientras estuvo fuera del país.

Tragué saliva nuevamente con dificultad y le di una rápida mirada a Martha, quien se alejaba cautelosamente, antes de volver la mirada a mi dulce padre. Ja.

—Voy a la casa de los Bieber.

Tanto Martha como Artur parecieron sorprendidos ante mi respuesta. Sin embargo, lo único que recibí por parte de Artur luego de unos segundos fue un ceño fruncido con una mirada acusadora.

—¿De los Bieber? —susurró incrédulo y yo solo me limité a asentir— ¿Qué demonios harías tú en esa casa, niña? ¿Me quieres agarrar el pelo o qué? Espero que no sea alguna de todas tus mentiras, Isabella, más te vale porque...

—Voy a ver a Justin, ¿si?. Somos amigos o algo así —confesé.

Realmente no quería mentirle con eso. Hacerle saber que Justin Bieber y yo teníamos algún tipo de relación sin nombre, claro está, me ayudaría a sacar ventaja para tener mas libertades y así quitarme de encima el peso que significaba tener que estar dándole explicaciones por cada cosa que hacía en el día. Además, varias veces lo había escuchado decir que de los hijos de Jeremy Bieber era Justin quien le caía mejor, por algo lo envió a Inglaterra supongo.

—¿Justin? ¿Justin hijo de Jeremy? —preguntó sin poder creerlo— ¿Justin y tú? —frunció el ceño—. ¿Qué te traes con el muchacho?

—¿Realmente te interesa saberlo? Te dije, somos muy buenos amigos, quizás algo más —admití.

En verdad muy buenos amigos, no eran las palabras correctas para definirnos, porque hasta antes de ayer, solo nos besábamos e incluso nos celábamos, pero lo nuestro no era como una amistad. Aún así, le tenía confianza al chico.

—Bien. Espero que no me salgas con una sorpresa o me dejes en vergüenza con la familia del muchacho —murmuró luego de unos segundos en que me estuvo inspeccionando en silencio—. Yo te llevo.

—¡¿Qué?! No —dije incrédula.

Su ceño se frunció aún más.

¿Qué demonios le pasaba ahora? ¿Es que acaso ya no tenía derecho a usar los autos de esta maldita casa?

—Yo te llevo o no sales de esta casa, ¿entendido? —elevó el tono de voz.

Supe en seguida que esa sería la única vez que me lo diría.

—¿Cuál es tu maldito problema? —hice un berrinche, lloriqueando y golpeando mi pie contra la madera del suelo.

Artur cerró los ojos, como tratando de calmarse y dio dos pasos en mi dirección, quedando a centímetros de mi cara.

—Mi maldito problema es que no confío en ti, niñita. Las cosas no están para que andes sola por la ciudad, ¿me entiendes?, ni tú, ni Candace, ni tu madre—agarró mi mentón, haciéndome mirarlo fijamente a los ojos—. Si no sale. con guardaespaldas, no salen. Ahora mismo yo te puedo llevar, así que soy tu única opción. Cuando vuelvas espero que te traiga Justin.

Soltó mi mentón, dejándolo adolorido y me dio una última mirada antes de comenzar a caminar hasta las escaleras y desaparecer.

Quise llorar de rabia y lanzarle cosas, pero solo atiné a acariciar mi adolorido mentón y mirar mal a Martha, quien me miraba con algo de preocupación desde ya lejos en el pasillo.

Me subí a la maldita camioneta en silencio y me puse el cinturón de seguridad antes de ignorar por completo a mi supuesto padre o al menos tratar de ignorar.

Pude notar por el rabillo del ojo como apretaba la mandíbula. El señor violento mentiroso ni siquiera se despidió de los guardias cuando salimos a toda velocidad de la mansión como solía hacerlo siempre.
Lucía enojado y yo ya no quería lidiar con él, por lo que me mantuve en silencio y esperé que no iniciara con alguno de sus interrogatorios antes de llegar a la casa de Justin.

Pero como yo siempre soy la de la mala suerte...

—¿Recuerdas cuando te secuestraron en Inglaterra?

Cerré los ojos un segundo y quité mi mirada de la ventana. Él quería hablar de eso.

—Sí.

—¿Viste quién era el jefe de ese maldito escuadrón? ¿Recuerdas haberlo visto? ¿Te pareció conocido? ¿Lo has visto de nuevo?

Yo sabía muy bien la intención de sus preguntas. Él sólo quería asegurarse de saber si es que yo sabía de quién se trataba esto. Quería saber si es que yo había reconocido a Nikolay luego del secuestró o si es que sabía de su existencia.  Al parecer mi madre lo tenía muy bien informado, claramente el sabía que la encontré con Nikolay para el cumpleaños de Will, pero Artur solo quería saber si es que yo lo había reconocido. A todo esto, ¿sabrá que esos dos se besaron? Me gustaría gritárselo a los cuatro vientos, Irina se lo merecía, pero yo no la mandaría a la boca del lobo, al menos yo si la protegía de la bestialidad de Artur Romanov.

Tragué saliva y lo miré unos cinco segundos en silencio, poniéndolo histérico al parecer.

—No —mentí—. No se quién era y tampoco quiero saber. Borré esos recuerdos de mi mente y realmente agradecería que no me lo recuerdes, papá —puse mi mejor cara triste, haciéndome la maldita desentendida.

Arturo elevó una ceja, sin quitar su vista de la carretera y cerró la boca.
Bien, él no era estúpido, claramente no me creía y por la forma en que se marcó su vena del cuello, supe que estaba enojado. Podría apostar que él sabía que yo estaba mintiendo. Supongo que debido a lo que se ha dedicado toda su vida tenía el maldito don de descubrir mentirosos o saber cuando le agarraban el pelo. Además, mi maldita cara de tristeza era un chiste, yo jamás había bajado la guardia ante él, siempre lo miraba con recelo, con arrogancia y era altanera; obviamente no me iba a creer. Sin embargo, se quedó en silencio y no habló más en todo el camino, cosa que le agradecí a todos los dioses existentes.

—No llegues tarde —masculló sin mirarme antes de marcharse.

Este hombre de verdad me odiaba.

Solté un suspiro y miré la casa de Justin. No había ningún auto fuera. Obviamente tenían mil autos en el garage o qué se yo, pero siempre solían haber unos cinco autos en el ante jardín de su casa. 

Caminé hasta la entrada y me encontré con las puertas de la entrada medio abiertas.

Fruncí el ceño y toqué dos veces. Pasaron tres minutos y nadie se digno a venir, ni siquiera se sentía ruido al interior.
Miré nuevamente el mensaje de texto que me había enviado hace una hora para confirmar que efectivamente me había invitado a su casa y de que no era una alucinación mía.

Toqué nuevamente, pero nadie se dignó a aparecer, ni siquiera se sentían pasos aproximarse.

Algo asustada, me atreví a entrar sin permiso. Me parecía totalmente raro que su casa estuviera algo así como abandonada.

—Permiso —mascullé, como si alguien me fuera a escuchar— ¿Justin? —lo llamé.

Todas las cosas parecían en su lugar.

—¡¿Justin?! —grité un poco más fuerte, caminado hacia el comedor.

No fue hasta que vi unas pequeñas gotitas rojas en el porcelanato blanco del piso, que mi corazón se aceleró y la preocupación y el miedo me invadieron.

—¡Justin! —grité un poco más fuerte—. Maldito —gimoteé cuando el teléfono me mandó a buzón nuevamente.

Seguí las gotas de sangre hasta la cocina y con algo de miedo entre allí. Ni siquiera había visto a alguna empleada.

—Genial —murmuré sarcásticamente cuando noté que el rastro de sangre terminaba en el lavaplatos—. Maldito, Justin. Dígnate a responder el maldito tele...

Unos brazos apretaron mi cintura con fuerza por la espalda, haciéndome callar. Mi corazón se detuvo unos cinco segundos, estuve a punto de gritar, pero decidí darme vuelta rápidamente y enterrar mi puño en quien fuera que me tenia agarrada de esa forma tan brusca.

Su fuerte mano viajó de mi cintura a mi muñeca y la agarró con fuerza, evitando el golpe.

—Alto ahí, mocosa —negó con la cabeza, sonriendo de lado—. Eres algo violenta cuando te lo propones.

–¿Justin?

El alma me volvió al cuerpo y solté un largo suspiro antes de abrazarlo con fuerza. Si no fuera porque estaba feliz de verlo, hubiese intentado golpearlo nuevamente con fuerza por asustarme de esa manera.

—Casi me matas del susto —golpeé su espalda bruscamente.

—Auch —se quejó.

Me separé de él lentamente y recién ahí cuando finalmente lo miré consciente y tranquila, me di cuenta que tenía la mejilla roja y un corte en la frente que al parecer había dejado de sangrar hace poco. Estaba sin camisa, su torso estaba al desnudo por lo que también podía notar que ciertas partes de su abdomen se encontraban rojas y algo inflamadas.

—¡Dios! —exclamé—. ¿Qué demonios pasó? La puerta de tu casa estaba abierta y esto parece una mansión fantasma, ¿dónde diablos están todos? Mírate esos golpes, Justin.

Rodó los ojos, como si realmente yo fuera una exagerada.

—Mis padres salieron de la ciudad por hoy junto a Will. Y Jordan está tratando de resolver de buena manera unos problemas que tuvimos con un tipo que nos debía dinero y armas —se encogió de hombros—. ¡Y las empleadas de esta casa no sé dónde rayos se metieron, desaparece mi mamá y como que olvidan que se les paga! —levantó la voz al decir eso último, como queriendo que alguien lo escuchara.

Elevé una ceja y lo golpeé nuevamente, esta vez en el abdomen.

—Auch, estoy delicado ¿sabes? —me regaló una mirada enojada y tomó nuevamente mi cintura con fuerza, acercándome a él.

—Eso fue por hablar mal de las empleadas —elevé mis hombros con inocencia—. Supongo que tú fuiste a arreglar los mismos problemas que está arreglando Jordan, pero fuiste por las malas, ¿verdad?

Justin elevó una ceja divertido ante mi insinuación y se acercó a dejar un pequeño beso sobre mis labios; —veo que me conoces bien, mocosa —sonrió contra mi boca.

Rodeé los ojos y finalmente enredé mis brazos en su cuello para besarlo.

Sus labios se mezclaron con los míos unos segundos y su mano acarició libremente mi espalda por debajo de mi chaleco.
Se separó de mi y tomó mi brazo para comenzar a tirarme mientras me dirigía a través de la casa.

—Espera, me duele —me quejé cuando apretó mi antebrazo, mientras salíamos de la cocina y caminábamos hacia las escaleras.

—¿Qué te paso? —frunció el ceño mirando mi antebrazo cuando finalmente llegamos a su habitación—. No me digas que Artur,...

—No —lo callé antes de que lo mencionara—. Fue por la discusión que tuve con Candace ayer antes de que llegaras, ¿recuerdas? —lo abracé nuevamente y besé su mandíbula, la cual se había tensado de un momento a otro.

Frunció el ceño y entrecerró los ojos como si no me creyera.

—Espero que no me estes mintiendo.

—Créeme que no tengo que hacerlo —rodeé los ojos y finalmente sonreí, desviando mis ojos de su cara—. Linda habitación.

Era definitivamente la primera vez que pisaba su habitación, la cual me dejó encantada en el momento en que entré ya que olía demasiado bien. Tenía el olor al perfume de Justin impregnado en ella, mezclado con aroma a menta. Al parecer Justin amaba el olor a menta.

Las paredes eran blancas y tenía unos cuadros de la ciudad de Nueva York en la pared. Era realmente amplia. Tenía una cama tamaño king apegada a la pared y un pequeño sofá en la pared contraria. Al lado del sofá había un escritorio de vidrio color negro con un laptop y un iPad. También tenía un mueble de madera grande y de color negro, tipo repisa, el cual estaba lleno de libros, fotos y uno que otro trofeo de fútbol. El balcón de su habitación daba al jardín trasero de la casa y tenía una pequeña mesita con un cenicero, y la puerta del baño de la habitación se encontraba al lado de la puerta por donde habíamos entrado.

Su habitación estaba muy ordenada y la verdad no me sorprendía. Las personas frías y calculadoras siempre tienden a ser ordenadas y Justin no era lo contrario a ello. De verdad era muy linda su habitación y me parecía algo acogedora, a pesar de que sus muebles fueran de color negro y lo único que había de un color que no fuera negro/blanco era el cubrecamas, pero digamos que tampoco era un color muy alegre, era azul oscuro.

—¿Te gusta? —elevó una ceja y yo asentí, regalándole una sonrisa—. A mi me gustaría tomarme un baño ahora mismo.

—Adelante —besé sus labios cortamente y desenredé mis brazos de su cuello para dejarlo en libertad— Yo disfrutaré de tu cómoda cama.

Caminé hasta su cama y me dejé caer sin más, amando su blanco colchón y el olor del castaño impregnando también en los cojines.

Me miró divertido y con algo de egocentrismo cuando me pilló oliendo sus almohadas. El muy imbécil sabía que estaba disfrutando de ello.

—¿Qué? —espeté cuando pasaron unos treinta segundos y seguía con sus ojos fijos en mi y en mi cuerpo muerto en su cama— Ya deberías estar en la ducha.

Soltó el aire que al parecer tenía retenido hace rato y comenzó a desabrochar sus pantalones.

Bueno... si se quería desvestir aquí y no en el baño, yo no tenía ningún problema con ello.

Me removí algo nerviosa porque no quitó su mirada de mi y cuando quedó en bóxers caminó hacia la cama y se puso sobre mi cuerpo, entre mis piernas, sin aplastarme, conteniendo su peso en sus antebrazos que estaban a cada lado de mi cabeza.

Lo abracé en seguida y aproveché de acariciar su espalda.

—Dúchate —le reclamé— ¿por qué no hablas?

Me calló con sus labios y dejó caer sus caderas contra las mías, sin aplastarme del todo porque sus brazos seguían haciendo fuerza a cada lado de mi cabeza.

—Solo si tomas un baño conmigo —murmuró separándose unos centímetros de mi boca—. Verás, han pasado dos semanas desde la ultima vez que estuvimos juntos. Han sido dos semanas difíciles y me estoy muriendo con las ganas que tengo de...

Sonreí en grande y lo besé antes de que terminara de hablar. Quería saltar en un pie. Estaba completamente feliz porque primero, si quería ir a meterme a la ducha con él, es más, lo necesitaba; segundo, estaba admitiendo que la última vez que tuvo sexo fue conmigo hace dos semanas en su yate y eso simplemente me emocionaba, no me culpen; y tercero, estaba disfrutando estar a solas con él después de la noche anterior.

—Vamos —empujé sus hombros para que se levantara y él sonrió brevemente cuando notó mis intenciones.

Se paró de un salto y me apuró sacando mis zapatillas y tirándome nuevamente del brazo hasta el baño.

Definitivamente el tendría que dejar de usar mi pobre brazo. Supongo que estaba acostumbrado a ejercer fuerza y a ser un bruto ya que su toque no era el más cariñoso del mundo.

Su baño era mil veces más grande que el mío y el muy maldito tenía un Jacuzzi gigante para él.

Al parecer hace rato tenia planeado tomar una ducha porque el agua estaba corriendo y ya casi se llenaba por completo.

—Lindo jacuzzi —susurré mientras sacaba mi chaleco y mi falda—. ¿Has desinfectado esa cosa supongo?

Justin entrecerró los ojos con molestia y me dio la espalda para sacar toallas de un pequeño mueble.

—Si quieres saber si he traído alguien más aquí, no te va a resultar —responde en seguida—. No te daré ese gusto, mocosa.

Chico inteligente.

Suspiré con algo de molestia, había pillado mis intenciones y además se dignaba a dejarme con la duda y a responderme de esa forma tan arrogante.

Me quedé en silencio y preferí no preguntar nuevamente. No lo quería tener molesto conmigo cuando por fin estábamos logrando llevarnos del todo bien.

Le di la espalda también y desabroché mi brazier.

Sentí la calidez de su cuerpo en mi espalda y me estremecí ligeramente cuando sus manos me rodearon acariciando mi estómago y subiendo a mis senos. Estiré mi cabeza hacia atrás y me recargué en su hombro.

—Creo que ya te dije una vez que mi habitación es personal —susurró contra mi cuello, mordiendo lentamente.

Cerré los ojos por lo bien que se sentían sus manos en mis senos y su aliento caliente contra la piel de mi cuello.

Recordaba perfectamente que me había dicho algo como eso en su habitación del yate.

No quise sonreír como boba enamorada por su maldita declaración, no quería espantarlo. Así que solamente mordí mi labio y pegué mi cuerpo completamente al suyo para sentirlo.

Supe que estaba riendo por la forma en que su pecho vibró en mi espalda y bajó sus manos hasta mis bragas; —Siéntete importante, Isabella —las corrió lentamente— eres la única que he traído aquí.

Mis bragas cayeron por mis piernas y con mis pies las hice a un lado.

Justin siguió besando mi cuello, clavícula, hombro, dejando pequeños besos calientes que me hacían soltar cada vez más suspiros. Terminó besando mi espalda y con sus manos tomó mi pelo con fuerza, haciendo una coleta en sus manos para tirar de él hacia atrás, dejando mi cabeza nuevamente en su hombro, la giró un poco y nuevamente besó mis labios, esta vez dándole paso a su lengua la cual había comenzado una batalla con la mía.

Con su mano libre volvió a darle atención a mis senos y pellizcó suavemente uno de mis pezones, haciéndome gemir contra sus labios.

Bajó su mano por mi estómago, hasta mi pelvis y metió una de sus piernas entre las mías para sepáralas. Continuó bajando su mano y temblé ligeramente cuando sentí sus dedos comenzar a acariciar mi intimidad lentamente.

Se sentía tan bien esto. Digo, el sexo siempre era bueno, pero hacerlo con la persona con quien tenías una fuerte atracción sexual era aún mejor.

Tuvo que soltar mi cabello y dejar de besarme cuando sus dedos se introdujeron en mi y comenzaron a ir más rápido. Mi cuerpo se movía inconscientemente y al parecer eso le molestaba ya que abrazo mi cintura presionando mi estómago para que me quedara quieta.

—Abre los ojos —ordenó.

Los abrí y al ver nuestro reflejo en el espejo, de él masturbándome, comiéndose mi cuerpo en el reflejo del espejo con la mirada y sintiendo su erección en mi trasero, no aguanté el cosquilleo en mi estómago y solté un jadeo cerrando mis ojos nuevamente y moviendo mis caderas vergonzosamente contra sus dedos, en busca de más.

Introdujo otro dedo y aceleró sus movimientos mientras que con su pulgar acariciaba mi punto débil. No lo aguanté más y gemí en silencio, dejándome venir.

Abrí los ojos cuando pude descansar y Justin finalmente me soltó, no del todo porque mis piernas temblaban, y me estremecí ligeramente al verlo mirarme aún en el reflejo de su espejo con una pequeña sonrisa.

Su mirada era tan intimidante. Sus ojos mieles brillaban de una forma en que no podía explicar y te consumían con tan solo fijarse en ti. 

Me sonrojé brevemente y decidí no mirarlo o realmente terminaría como un tomate.

Me giró finalmente para que quedara frente a él y me abrazó.

Wow.

—Eres una pequeña mocosa sexy —murmuró con voz ronca contra mis labios antes de besarme.

Entramos al Jacuzzi finalmente, después de que se quitara sus bóxers. Lo ayudé a lavar su cabello y él, claramente muy generoso, me ayudó a ponerme el jabón por todo el cuerpo, demorando más de lo habitual en mis senos.
No hicimos nada dentro del jacuzzi, porque me dijo que no era muy fan de hacerlo en el agua y yo no protesté porque nunca lo había hecho con él en un jacuzzi o en una piscina, sí en la ducha, pero aún así me dijo que era distinto en un jacuzzi. Tampoco quise pensar en que él y en su experiencia haciéndolo en el agua con alguna otra perra complaciente. A pesar de que no hubo penetration, no perdimos ningún minuto y yo aproveché estar sentada a horcajadas sobre él y me apretujé contra su erección, rozándolo con mi intimidad y haciéndole gruñir y regañarme por tentarlo de esa manera. Cuando lo ayudé con mis manos, amé su cara de excitado, sus ojos cerrados y su mandíbula apretada mientras soltaba pequeños ruidos de su garganta. No me controlé las ganas de besarlo mientras lo seguía trabajando.

—Espera —se quejó contra mis labios, mientras se le escapaban unos pequeños gruñidos—. No sigas —sacó mi mano de su erección— Terminemos esto afuera, ¿si?.

—Eres muy mañoso en el sexo —me quejé, levantándome finalmente y envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo.

—Iris mii miñisi in il sixi —imitó con una vocecita aguada mientras rodaba los ojos y se levantaba también, envolviendo una toalla en su cintura.

Solté una pequeña risa y no pude evitar morderle el labio al ver su muy generoso miembro muy marcado en la toalla. Se quejó contra mi boca y me besó empujándome fuera del baño.

Me quité la toalla, y no me preocupe en secarme el cabello ya que no me lo había mojado. Justin me tiró contra la cama algo desesperado y tiró su toalla lejos.

Me reí a regañadientes y abrí mis piernas para que se metiera entre ellas.

Sacó un condón de su mesita de noche y se lo quité para ponérselo yo. Elevó una ceja y me miró fijamente mientras se lo ponía y luego agarraba su elección rozándola contra mi centro. Sonreí con algo de maldad y finalmente abracé su pecho y empujé con mis talones sus caderas para que se dejara caer.

Se introdujo por completo en mi y ambos soltamos un jadeo desesperado. Busqué sus labios en seguida y comenzó a mover sus caderas a un ritmo no tan rápido ni tan lento, pero si embistiendo fuertemente en mi, mientras que con una de sus manos presionaba las mías sobre mi cabeza y con su mano libre acariciaba mi torso desnudo.

Lo demás fue historia, pero estuvimos como cinco benditas horas en su cama o quizás más y fue jodidamente genial.

—Justin —jadeé en su oído finalmente llegando a mi cuarto orgasmo del día. Yo arriba de él.

Justin apretó mis caderas dejándose ir y luego me abrazó haciéndome recostarme en su pecho, mientras maldecía en voz baja.

Salió de mi y me deje caer a su lado mientras su brazos en seguida rodeaban mi cintura apretujándome a su cuerpo.

—Estuvo genial —susurré, tomando algo de aire.

—Demasiado —admitió.

Se alejó un poco de mi para tirar el condón al pequeño basurero que tenía a un lado de la cama, tomó la toalla que anteriormente había tirado para limpiarme y luego aprovechó para tomar una manta y taparnos a ambos.

Vi los tres envases de condones en el piso y no pude evitar reír, sonrojándome un poco. Justin me miró con una ceja alzada y algo de diversión en su mirada y se inclinó para morder mi cuello.

Solté un suspiro y me quedé ahí en silencio, mirando el techo de su habitación, el cual tenía varios focos pequeños pegados al techo, los cuales supongo que al ser encendidos creaban un efecto lindo al iluminar la habitación. Justin realmente tenía buen gusto. ¿Quién lo diría?

No sé cuánto rato estuvimos en silencio, solo sé que estaba demasiado cómoda ahí en su cama, desnuda y con sus brazos a mi alrededor. El único ruido que sentía era su respiración y por un momento pensé que se había quedado dormido, pero cuando me giré a mirarlo vi sus ojos abiertos mirando hacia la puerta de su habitación. Tenía la mirada perdida, él estaba perdido en sus pensamientos.

Realmente no quería molestarlo. Se veía muy bonito así. Su nariz estaba aún media roja y su mejilla que anteriormente igual estaba roja había comenzado a agarrar un color morado. El corte en su frente se veía limpio, pero aún así rojo y fresco. Odié en mi mente al imbécil que lo golpeó por arruinar su perfecta cara.

—Le gustas a Will.

Me sobresalté un poco cuando habló porque seguía con su mirada perdida en la puerta y al parecer sabía que me encontraba acosándolo con la mirada.
Cerré los ojos. Entonces eso era lo que lo tenía con la mirada perdida en la puerta de su habitación. Quise soltar un gruñido porque realmente no quería hablar de ello. Digo, el tema de Will prefería evitarlo porque realmente me sentía terrible cuando recordaba su extremada dulzura y el hecho de que yo no pudiera corresponderlo.

—Lo sé.

—¿Te lo dijo? —respondió en seguida—. Claro que te lo dijo, ¿te lo dijo se besaron en la playa o no?

Rodeé los ojos ante su pregunta con respuesta. ¿Cuál era la idea de hablar de eso ahora? Estábamos tan bien.

—Sí —admití—, pero apenas fue un beso. Yo lo aprecio mucho, es una muy buena persona. Will ha sido la persona más cortés conmigo desde que llegué a Francia y por esa razón le quiero bastante. Aún así, él sabe que solo podemos ser amigos.

La maldita mandíbula apretada se hizo visible nuevamente en mi campo de visión. ¿Cuándo será el día en que deje de hacer eso?. Elevé mi mano para acariciar su mejilla y para que relajara su mandíbula.

—Me jode, ¿sabes? —murmuró luego de un rato—. Y ni siquiera me molesta porque sea un maldito celoso, me molesta porque es mi hermano.

No supe que decir, pero por la forma en que sus ojos se cayeron supe que hablaba en serio. Me acurruqué contra su pecho y comencé a acariciar el tatuaje de cruz entre sus pectorales, creo que ese era mi favorito.

—No creo que tengas que preocuparte mucho. Yo creo que lo que siente hacia mi solo es una atracción que se puede desvanecer en cualquier momento, si es que ya no lo hizo —susurré. Sus ojos finalmente me miraron sin ninguna expresión, como si no me creyera en lo absoluto—. Además, ese día en la fiesta que hizo apareció una tal Julieta y se puso bastante nervioso. Creo que le gustaba o algo.

—¿Julieta la hija del agente? —frunció el ceño y una pequeña sonrisa se formó en su cara.

—Sí, esa misma creo.

—Esa relación es prácticamente imposible —negó con la cabeza, mientras comenzaba a acariciar mi brazo—, que injusta es la vida.

—¿Por que lo dices? —fruncí el ceño.

—Es obvio, Isabella —rodó los ojos con pesadez—. La hija del agente de Cannes con el hijo de uno de los narcotraficante más investigados del último tiempo —me miró con obviedad.

—Aún así tu familia no está en la cárcel y Will es una buena persona.

—Por eso es mi favorito y el favorito de todos, pero el padre de esa chica jamás lo miraría con otros ojos de "es un buen e indefenso Bieber" —resopló—. Aun así, Will es el único que tiene futuro en esta familia, a diferencia de Jordan y de mi que estamos metidos en esto hasta la cabeza, Will entró a la universidad y además se gana el corazón de la mayoría de las personas por su nobleza. Es una lástima que el padre de Julieta sea el hijo de puta más odioso que he conocido en mi vida, ha estado varias veces en esta casa fiscalizando y jamás aceptaría a Will. ¡Jamás!

Bueno, si lo planteaba de esa forma. Era obvio que el agente ese querría a su hija lejos de una familia con un trabajo totalmente ilegal.

Sonreí inconscientemente al escucharlo hablar bien de Will. No era algo que me esperara de Justin. Las veces que los había visto juntos solo discutían o se mataban con la mirada, ademas, Justin no era la persona más cariñosa del universo que digamos, ni siquiera con su familia; pero tenia que reconocer que se notaba de lejos que tenía mejor relación con Will que con Jordan, aunque mejor relación entre ellos para mi significaba discutir menos.

—Si tu lo dices. Aún así Julieta debería no sé... ser más rebelde y...

—Oh, no me digas, ¿debería ser una Isabella Romanov para sus cosas? —me miró con burla—. Hay algunas personas que saben respetar y no se buscan problemas que provocan palizas de sus padres, ¿sabias?. Aunque ese no es nuestro caso.

La sonrisa que tenia en mi cara se borro en seguida y solo atiné a quedarme en silencio y estática en mi lugar. Todo lo lindo del momento se había ido a la mierda con su estúpido comentario. Bueno, es Justin Bieber, ¿qué más puedes esperar de él tonta?.

Creo que notó lo estúpido y fuera de lugar que había sido su comentario al segundo de decirlo, sus ojos se abrieron y me miró fijamente. Muy fuera de lugar la verdad, como si en mi vida no fuera lo suficientemente tortuosa.

—Eso es lo que piensas, entonces.

—No quise decir eso y lo sabes —respondió casi en seguida.

—Bien.

No iba a hacer un berrinche.
¿Me había molestado? Sí. ¿Me había dolido? Sí. ¿Haría un berrinche y lo mandaría al diablo? No.
Probablemente debería mandarlo al diablo porque toda la situación en verdad me dolía y era delicada para mi, pero quizás sería muy exagerado después de todo. Él me había mostrado su apoyo en varias ocasiones, no podía ser tan injusta; pero tampoco me iba a quedar sin esperar aunque fueran unas disculpas de su parte, porque sus groseras palabras habían sido humillantes.

Por su mirada supe que no le bastó con mi "bien", él estaba en silencio esperando que hablara.

Dios me sentí incómoda y las ganas de salir de ahí de entre sus brazos cada vez se hacían mas grandes.

Me senté en la cama, mirando el reloj en mi muñeca y quise gritar cuando vi que era casi media noche.

—¿Dónde vas? Vuelve aquí —ordenó.

—Ya es tarde, Justin. Tengo que volver.

—Te puedes quedar.

—No quiero ser irrespetuosa, no quiero buscarme problemas y recibir una paliza después, es cansador... ¿sabias?

No quise imaginar cual fue su cara cuando repetí sus estúpidas palabras, estaba muy concentrada en tratar de encontrar mi ropa por la habitación. Recordé que la había dejado en el baño y solté un suspiro para levantarme de la cama.

No me lo permitió. No me dejo poner un pie fuera de la cama. Su mano apretó mi brazo con fuerza, haciéndome soltar un quejido y tiró de mi para obligarme a recostarme a su lado.

—Justin —me quejé—. Algún día de estos me vas a dejar sin brazo.

—No quise decir eso, Isabella —ignoró mi quejido. Estaba enojado. Sus ojos me miraban acusadores y unas pequeñas arrugas adornaban su frente—. Solo quería molestarte un poco, se me salió de las manos.

—Pero lo dijiste... y me dolió —junté los labios en una fina línea y traté de empujar su pecho para que me dejara levantarme nuevamente—. ¿Puede dejarme ir a buscar mi ropa? En serio me tengo que ir, mañana hablamos si quieres.

—No te irás hasta que arreglemos esto —gruñó en advertencia.

Diablos. ¿Tanto le costaba soltar un simple perdón y ya? Eso era lo único que quería escuchar de su estúpida y sensual boca.

—¡Ya te lo dije, me molestó! —casi grité cansada de él.

—¡Y yo te dije que no quise decir eso! —también levantó la voz.

—¡Pero lo dijiste!

—¡Perdón! ¿Si? No quise decirlo —gruñó derrotado— sabes que no quise decirlo.

No pude evitar sonreír, aunque traté. Pellizqué su musculoso brazo.

—Solo eso tenía que decir —susurré.

—¿Puedes dejar de maltratarme? —se quejó, sobando su brazo—. Maldita sea, Isabella.

—Te lo mereces por imbécil —me elevó de hombros. Ahora de verdad debo irme, ¿me puedes llevar?

—Obvio que te puedo llevar, mocosa —rodó los ojos con pesadez y atrapó mi mano cuando traté de pellizcarlo nuevamente—, pero primero deberíamos despedirnos bien, ¿no crees?

Levanté una ceja y solté una carcajada, dejando que se inclinara a besarme enojado.

————-

Holi :)

Se viene otro muy pronto
Besos

Fairytale
Justbiebssg

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro