C:35
Isabella Romanov
Una semana habría transcurrido desde los acontecimientos que dieron un giro inesperado en mi vida.
¿Qué había ocurrido de bueno en estos días? La ida de Caroline, definitivamente.
Permanecí todos los días encerrada en mi habitación, pensando en todo, tratando de encontrar respuestas por mi misma a la gran mentira de mis supuestos "padres". Estaba tan metida en lo mío que cuando fue viernes y Caroline entró cínicamente en mi habitación para despedirse, me di cuenta de que debía tomar algo de aire y escapar un poco de la cotidiana realidad, o terminaría enfermándome.
Por esa razón me encontraba trotando por la costa de Cannes, obviamente sin la autorización de mi padre, pero siendo sincera aquello no me importaba, nunca solía importarme y por eso terminaba metida en problemas la mayoría de las veces. Eran casi las siete de la tarde y yo mantenía mi resistencia mientras me desplazaba por la pista de ciclista con mis audífonos a todo volumen.
Paré para beber un poco de agua y tuve que sentarme en un banco para descansar. Corría una brisa fresca y había muy poca gente transitando. La mayoría eran grupos de jóvenes pasando el rato. El ambiente era realmente agradable, el sunset, la temperatura, el ruido de los pájaros cantando y algunas carcajadas de desconocidos; aquella me relajaba.
Mire el reloj y luego hecho un nuevo vistazo a mi alrededor, me faltaba muy poco para llegar al club de yates, en donde había dejado estacionado el auto de Candace que saqué sin permiso.
Un tipo que casualmente igual trotaba por allí, y que había visto hace bastante rato, también paró a descansar, se encontraba a unos cinco metros de mi. Por un instante me quedó mirando y cuando se percató de mi mirada, desvió la suya.
Negué con la cabeza y bebí otro poco de agua.
Realmente había trotado bastante y ni siquiera lo había notado porque iba muy metida en lo mío.
Miré nuevamente al castaño, encontrándome con su mirada otra vez. En ese momento recordé que era el mismo chico que jabía pasado en un auto negro cuando yo salí de mi casa y me siguió gran parte del camino.
El pánico en seguida me invadió, pensando que podía tratarse de otro secuestro, pero preferí mantener la calma porque si me asustaba podía ser peor. Quizás sólo era un mal entendido. Quizás sólo estaba siendo dramática.
Decidí seguir con mi trote, dejándolo atrás, pero mi corazón se aceleró cuando él también comenzó a trotar nuevamente.
¿Quizás mi padre lo había mandando a seguirme?
Comencé a correr más fuerte y miré hacia atrás fugazmente para encontrarme con el hecho de que él también había acelerado su trote con la vista fija en mi cuerpo.
Ahora sí había entrado en pánico. Se estaba oscureciendo y ya casi ni se veía gente como para gritar o simplemente escabullirme.
Grité cuando mi pie se dobló, pero como pude seguí corriendo, aguantándome el dolor. Sentía los pasos de aquel hombre muy cerca de los míos, pero no me rendí, sobretodo cuando vi el club de yates a muy corta distancia.
Mi respiración se atascó cuando sus manos agarraron mi cintura, deteniéndome por completo. Otro grito y tras segundos de forcejeo, rápidamente reaccioné a golpear con mi rodilla sus genitales.
—¡Mierda! —gruñó, encogiéndose por completo.
Por su fresca vos, noté que era bastante joven.
Aún así, temblando, dejé de mirarlo y seguí corriendo, con el pie a la rastra, el corazón en la garganta y el pánico en el cuerpo.
Subí las escaleras del muelle a toda velocidad y sin dudarlo entre al yate de los Bieber. Era el único con luz en ese momento, aunque se veía totalmente vacío.
Caí al suelo sin poder aguantar mas el dolor en mi tobillo y me encogí como pude para levantar mi calza y encontrarme con mi pie completamente inflamado.
Solté un grito cuando alguien apareció, pensando que era el mismo que me había seguido, pero me alivie por completo cuando reconocí la cara confundida de Justin.
—¿Isabella? —murmuró aún confundido, mirándome desde las alturas.
Me encogí aún más en mi sitio, poniéndome totalmente nerviosas por su presencia y solo me limité a asentir.
No lo veía desde esa vez que estuve con Will en la playa. Me había acordado de él todos los días, menos hoy, quizás por era razón me encontraba con él ahora mismo.
Maldita vida.
—Carajos, ¿qué te sucedió? —se inclinó tocando mi tobillo con sus grandes manos.
Me quejé ante su toque y rápidamente retiró las manos, mirándome alarmado.
Su presencia y sus manos en mi piel me pusieron el doble de nerviosa. Por lo que tardé en responder, no quería que mi voz temblorosa delatara mi estado.
—Estaba trotando tranquilamente hasta que noté que trotaba a mis espaldas un tipo que vi a la salida de mi casa. Lo golpeé por eso pude escapar. Me doblé el tobillo y duele como el infierno, ayúdame.
Justin aún parecía confundido. Miró mi tobillo varios segundos hasta que soltó un suspiro y se acercó a mi.
Mi estómago se revolvió cuando me tomó en sus brazos para levantarme y comenzó a caminar hacia el interior del yate.
Me sentía una estúpida por estar hablando con él en estos momentos; pero de verdad necesitaba su ayuda y estaba muerta de miedo, no me daría el lujo de ser una orgullosa. No en estos momentos.
El yate se encontraba completamente solitario, y un poco de música en muy bajo volumen sonaba desde un tocadiscos. Justin me dejó en el sofa más cercano y quise gruñir de disgusto cuando se alejó de mi y su olor dejó de envolver mis fosas nasales.
—¿Qué mierda hacías trotando sola por la costa Isabella? ¿Sabes lo peligroso qué es?
Su verdadero carácter no tardó en salir a la luz.
—No me hables así —traté de mirarlo de la peor manera posible.
No me gustaba para nada su tono, y mucho menos cuando aún seguía enojada y dolida con él. ¿Quién se creía?
—¿y cómo quieres que te hable? Eres una mocosa terca, tu misma te buscas los problemas. ¿Tu padre sabe... Olvídalo, es obvio que no sabe —se refregó las manos por la cara con frustración.
—Si quieres llamo a Caroline para que venga a pegarse un polvo contigo, a ver si se te quita lo gruñón.
No lo pude evitar.
Su cara se transformó en menos de dos segundos. Veía furia en sus facciones y como sus ojos se oscurecían. Me miraba fijamente, pero le sostuve la mirada. Ya se que la había cagado, pero lo hecho, hecho está, y no permitiría que Justin me tratara como se le diera la gana. Ya no.
Para la sorpresa de ambos. Se quedó en silencio y desapareció de mi vista por uno de los pasillos que daban a las habitaciones.
Me di cuenta de que estaba nerviosa cuando solté todo el aire retenido estando sola.
Aún así estaba algo descompuesta con su reacción, en vez de atacarme como siempre lo hacía, se había marchado así sin más.
Quise llorar de rabia y de dolor, pero dolor físico, porque emocional... ya había llorado bastante durante la semana.
No se cuanto rato estuve allí sola, solo sé que esperaba que Justin apareciera, pero cuando era completamente de noche y me di cuenta de que él no iba a aparecer, me armé de valor para levantarme del sofá y marcharme por mi cuenta.
Afirmé mi pie derecho en el suelo y me agarré de una mesita para darme impulso. Sin embargo, mi pie izquierdo falló y la mesa se dio vuelta.
Unos fuertes brazos impidieron mi caída. Me quedé tiesa como roca, pero me relajé en seguida al notar que estaba a salvo.
—¿A dónde crees que vas? —el tibio aliento de Justin chocó en mi oreja, erizando mi piel por completo.
Lo miré hacia arriba con algo de timidez y dejé que me sentara nuevamente en el sofá.
—Pensé que te habías marchado. Es tarde —susurré inspeccionándolo por primera vez de pies a cabeza.
Lucia bastante guapo.
—Solo fui a comprar cosas para revisarte ese tobillo —ni siquiera me miró.
Que Dios me perdone, pero... ¿cómo pretenden que no me guste cada día un poco más? Su personalidad no dejaba de sorprenderme.
¿Justin Bieber comprando cosas para curarme el tobillo, aun cuando yo era una mocosa mal enseñada con él y además él era un chico con un gran temperamento?
No me ilusioné, quise pensar que era la culpa la que lo hacía actuar de esa forma conmigo.
«¿La culpa de qué? jamás fuimos nada»
Cerré los ojos, necesitaba relajarme pero era imposible. Sus dedos tocaban con delicadeza mi tobillo y con la otra mano aplicaba algo de hielo a toquesitos. Parecía muy concentrado en eso, haciéndome imaginar que podría ser un muy buen doctor.
—No has pensando...
—Sé lo que vas a preguntar, mejor no lo hagas —me miró rápidamente, dejando mi tobillo libre.
Cerré la boca en seguida. Valoraba la poca paz que había entre nosotros ahora mismo. No quería cagarla. No valía la pena en estos momentos.
—Te llevaré a tu casa.
—¡No!
Me miró como si estuviera loca y se acercó a mi con intenciones de tocarme.
—¡No iré a casa, Justin! —gruñí.
—Tus padres deben estar preocupados por ti ¡Mira la hora que es! —apuntó el reloj que estaba en la mesita del té.
Quise gritarle que no eran mi padres. Pero él pensaría que estaba loca. Aunque no era algo falso del todo.
—Avisaré que llegaré mañana —mentí.
Ni estúpida desbloquearía mi teléfono en estos momentos.
—¿Y qué planeas? ¿Quedarte aquí? Estás loca, te van a castigar y yo debo irme —rodó los ojos con molestia.
—Llegue hoy o mañana, el castigo de Artur no me lo quitará nadie. Te estoy pidiendo por favor si me puedo quedar aquí, si quieres vete, puedo estar sola y no te robaré nada.
Se quedó mirándome fijamente. Poniéndome cada vez más inquieta. En algo estaba pensando mientras me miraba de esa forma, y yo quería saber que era.
Pensé que no diría nada, pero me sorprendió totalmente cuando me preguntó en un susurro;—¿Por qué permites que te golpeen?
—No voy a tener esta conversación nuevamente contigo. ¿Me dejas dormir en tu yate? Me lo debes —elevé una ceja.
—Yo a ti no te debo nada, Isabella. En estos momentos he controlado todos mis impulsos para ser lo más amable que puedo contigo y tú me lo pones cada vez más difícil.
Auch. La humillación llegando a mi como un balde de agua fría. Desvíe su mirada y abracé uno cojín, dejándome caer en el respaldo del sofá.
El silencio que se había formado era demasiado incómodo, y el hecho de que sentía sus ojos quemar en mi, lo hacía el triple de incómodo aún. Ojalá las cosas pudieran ser distintas entre nosotros.
—¿Me puedo quedar? —volví a preguntar, sin mirarlo.
No perdía nada con intentarlo otra vez.
—Arreglaré una habitación para que duermas —soltó un suspiro y se giró para perderse nuevamente.
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando estuve sola, pero no me permití llorar. Me daba rabia no poder odiarlo y que en cada momento me gustara más y más. Maldecía el día en que lo conocí o mejor aún, maldecía el día en que aparecí en la vida de los Romanov, ya que ellos eran los responsables de todas mis desgracias.
Justin llegó diez minutos después. Parecía cansado. Se acercó a mi en silencio y me tomó en sus brazos.
—Quiero tomar una ducha.
Me causo algo de gracia la mueca de fastidio que apareció en su cara, pero lo controlé. Me dio algo de risa que me dejara en el baño junto a una toalla.
—Debo irme —murmuró—. Cuando salgas de la ducha apóyate en algo estable para llegar a la cama. En la cómoda hay algo de ropa.
—No te vayas —le pedí.
No quería que se marchara. Tenía la esperanza de que no lo hiciera. No quería quedar sola en el yate, me daba algo de miedo; y sinceramente quería estar con él un rato más.
Se notó sorprendido por mis palabras, pero aún así hablo con completa naturalidad.
—Debo hacer algunas cosas, Isabella. Pero volveré —se lamió los labios, robándome la atención.
—¿En cuanto volverás?
—No lo se, pero volveré —se elevó de hombros—. Dormiremos en la misma cama si, te lo advierto. No tengo ánimos de limpiar otra habitación —por la forma en que me miraba, noté que hablaba en serio.
Mi estómago sufrió de cosquillas.
—No importa, pero vuelve, por favor. Me da algo de miedo estar aquí y sola.
—Tu insististe en querer quedarte —protestó—. Nos vemos en unas horas —se pasó la mano por el pelo, sus ojos mieles me observaron unos segundos y luego se giró para salir de la habitación, dejando la puerta del baño cerrada.
Quizás esto sí era una mala idea. La ausencia de Justin me preocupaba.
Claro estaba que el castigo no me lo quitaría nadie, pero la mala idea era porque pasar la noche en la misma habitación que Justin solo dañaría un poco más mi pobre corazoncito.
Entré a la ducha para no seguir dándole vueltas al tema, aunque no fue del todo posible.
El agua tibia fue lo que logró relajar mis músculos tensos y no sé cuánto tiempo estuve ahí, solo se que fue demasiado ya que mis dedos estaban completamente arrugados. Traté de no pensar en nada porque realmente me quería relajar, así que lo único que hice fue imaginarme una vida feliz, viviendo en Hawaii, sola, comenzando una nueva vida alejada de todo el mundo. Muy lindo para ser real. Ni siquiera quería conocer a mis verdaderos padres, solo quería conocer gente nueva y alejarme de todos los que ya habitaban mi miserable vida.
Salí de la ducha con mucho cuidado, mi tobillo seguía inflamado y el dolor también era bastante, pero con mucha valentía lo apoyé en el suelo y como pude llegué a la habitación. De ninguna manera usaría mi ropa sudada para dormir así que saqué la primera camiseta que encontré en la cómoda.
La habitación que Justin me había arreglado era bastante amplia, y parecía tener dueño ya que habían un montón de fragancias sobre un mueble y tenía bastantes adornos. Me recosté bajo el edredón y apagué la luz para intentar descansar. A pesar de que el cansancio era inmenso, se me hizo imposible dormir. Estuve mucho más de una hora dando vueltas en la cama, ni siquiera estaba llena de pensamientos. Era el dolor del tobillo, algo de miedo por estar sola y la ansiedad de que llegara Justin, lo que no me permitían conciliar el sueño.
Enterré mi cara en la almohada y solté un gruñido. El olor de Justin invadió mis fosas por lo que llegué a la conclusión de que esta habitación le pertenecía. Y ahora con mucha más atención observé todo mi alrededor y me permití encender la lámpara para no perderme nada.
Justin tenía cuadros con varios paisajes turísticos en todas las paredes, cualquier persona creería que él era un amante aventurero; pero yo que lo conocía sabía que no era así. Aunque quizás uno de sus sueños era viajar por el mundo, pero la cruda y triste realidad que lo envolvía no le permitían hacerlo.
La mafia te brinda dinero, pero no libertad. No lo quise asumir porque de Justin uno no sabía qué esperar, además él jamás hablaría de algo tan íntimo como sus sueños con alguna persona ajena a él. Y yo era completamente ajena, o eso me daba a demostrar. Era chistoso pensar que él se podría abrir con alguien como yo, Justin no me soporta la mayor parte del tiempo y eso se le nota en la mirada.
Apagué la luz de la lámpara y nuevamente traté de conciliar el sueño, pero esta vez me vi interrumpida por la puerta de la habitación, la cual se abrió hasta atrás. No me asusté, pensando en que era Justin. Me quedé en silencio con los ojos cerrados, mientras escuchaba los movimientos del individuo a mis espaldas.
Mi estómago se hundió al mismo tiempo que se hundía el colchón a mi lado y quise gritar cuando sus reconocibles manos envolvieron mi cintura. Me mordí el labio, y traté de no moverme en lo absoluto. Estaba demasiado sorprendida por sus actos.
—Sé que estás despierta, relájate, solo recargo mis brazos en tu cintura —su ronca voz se escuchó a mis espaldas.
Solté todo el aire retenido y me giré lentamente encontrándome con su pecho desnudo.
—¿Por qué me abrazas? —fingí molestia.
Justin sonrío con los ojos cerrados y me acercó violentamente a su cuerpo.
—¿Te molesta, mocosa?
Mi piel se erizo por completo y quise alejarme de él antes de caer por completo en sus encantos. Sin embargo, hizo fuerte su agarre y no me permitió alejarme.
—Haz llegado comportándote como un imbécil.
—Solo te estoy molestando —abrió los ojos finalmente y sin dejar de mirarme bostezó— ¿Te gusta mi habitación de rebelde? Siempre vengo a dormir aquí cuando quiero estar solo...
Estaba en lo correcto, era su habitación.
—¿o cuando quieres follarte a tías?
Mi boca otra vez cagándola, como siempre. Espere ver la molestia en su cara, pero yo misma me enojé cuando vi una sonrisa en sus labios.
—No me follo a tías en mi cama. Para eso uso la de mis hermanos o cualquier otra —se elevó de hombros—. Soy algo cómodo.
—Claro, comprendo. Recuérdame no usar la cama de alguno de tus hermanos en un futuro —en un descuido por parte de él, aproveché de alejarme de su cuerpo.
—No dejaría que usaras la cama de ninguno de esos imbéciles, ni siquiera la de Will. Si quieres dormir usas mi cama y listo —pareció enojarse de un momento a otro.
Sin embargo, una pequeña emoción invadió mi cuerpo. Parecía estar celoso del hecho de que durmiera en otra cama que no fuera la de él. Increíble. Jamás pensado.
Justin volvió a acercarme a su cuerpo y metió una de sus piernas entre las mías. Su respiración chocó con la mía y sus ojos brillantes, que apenas distinguía en la oscuridad, no dejaban de mirarme.
—¿Qué es lo que tienes, Isabella? —gruñó.
—¿De qué hablas?
No entendía en absoluto que quería decir.
—Algo tienes que me hace detestarte, pero a la vez desearte. Y te odio porque nadie nunca me había confundido de esta manera.
Si los nervios invadían hace rato mi cuerpo, en estos momentos sentía que iba a sufrir un paro cardíaco. Me quedé en blanco mirándolo fijamente, mientras el calor invadía todo mi cuerpo.
Justin soltó un suspiro y me besó de la nada. Y yo lo dejé, lo dejé porque lo añoraba demasiado. Justin me gustaba demasiado, desde el primer día que lo vi.
Sus labios se mezclaron con los míos en un desesperado beso. Un beso que buscaba pasión, un beso lleno de ganas que necesitaba calmar la sed de ambos. Le respondí con las mismas ganas que él, se giró dejándome sobre su cuerpo y me abracé de su cuello mientras nuestras lenguas iniciaban lo que sería una larga batalla.
—Yo igual te odio —me alejé de él para poder respirar.
—¿Ah si? —acarició mis muslos que rodeaban su cintura— ¿cuanto? —levantó lentamente la camiseta— no creo que superes mi odio.
—Tu no sabes nada —me reí ligeramente.
—Yo sé mucho, Isabella Romanov.
—¿Qué tanto sabes, Justin Bieber? —elevé una ceja, a pesar de que no podía verme.
—¿Quieres que te lo enseñe? —Su mano llegó hasta mi entrepierna desnuda ya que me encontraba sin bragas.
Cerré los ojos en el instante y me mordí los labios.
—Responde —acarició con el pulgar allí.
—Sí —mi débil voz salió casi en un susurro.
Los labios de Justin volvieron a encontrarse con los míos y nuestros besos en cada segundo se volvían más atrevidos. Su lengua había comenzado una activa batalla con la mía y sus manos se paseaban con naturaleza por todo mi cuerpo.
Ahogué un grito cuando nos dio vuelta rápidamente quedando él sobre mí en la cama y su dureza aplastando mi intimidad, separados solo por la tela de la ropa interior.
Mis ojos se volvieron blancos cuando su lengua caliente tocó mis pezones y me mordí los labios para no gemir. Subió lentamente hasta mi cuello y mordió la piel de mi cuello mientras succionaba lentamente.
—Créeme que necesito demasiado estar contigo esta noche, pero no tengo condones —murmuró casi en un susurro—. Es mejor no seguir o vamos a acabar mal.
Creo que mi cara literalmente fue de decepción y Justin la vio ya que comenzó a reírse en silencio mientras se recostaba a mi lado y me abrazaba por la espalda. No podía creer que él mismo nos excitó a ambos para después decirme que no podíamos tener sexo porque no tenía condones.
Esto me lo iba a pagar. No ahora, pero sí después.
Sus manos se colaron por debajo de la camiseta que le había robado y me apretó contra su cuerpo.
—Buenas noches, mocosa.
Su ronca voz mandó miles de corrientes por todo mi cuerpo.
No pude responder, solo me limité a sonreír mientras trataba de calmar mi respiración. Y luego de algunos minutos, finalmente pude conciliar el sueño.
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