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C:34

Isabella se encerró en su cuarto en cuanto llegó a su casa y no quiso oír de nadie. El viaje hasta la casa había sido eterno, por la simple razón de que quería llorar y Caroline iba a su lado en el asiento trasero.

Tenía ganas de tirarse sobre ella y gritarle frente a todos que era una perra, pero Isabella sabía que no valía la pena porque Caroline no le había puesto una pistola a Justin en la cabeza.

La imagen de los dos en aquella habitación no salía de su cabeza y por más que trataba de pensar en otra cosa, no podía.


—¿No te vas a levantar? —Irina entró a su habitación cuando el reloj marcaba el medio día del día siguiente.

Isabella se tapó la cara con una almohada cuando su madre abrió las cortinas.

—No —Isabella respondió.

Irina soltó un suspiro y caminó hasta la cama para sentarse en una orilla. Isabella apretó los ojos y se negó a quitar la almohada de sus ojos.

—¿Qué tienes? Llegaste rara de...

—¡Nada, mamá! —gruñó—. Déjame entraré a la ducha.

Irina negó con la cabeza y salió de la habitación, sin antes decir;— Estaré en el despacho con tu padre. Nos avisas cuando te dignes a querer comer algo.

Isabella tiró la almohada lejos cuando su puerta se cerró y se levantó para meterse a la ducha.
Había sido una noche horrible. Dio vueltas en la cama casi cuatro horas, llorando y llena de rabia. Había llegado a la conclusión de que odiaba a Justin, y necesitaba descargar su odio contra él. Se sentía una idiota por haberle dejado estar a su lado en uno de sus momentos más débiles. Él siempre le había visto la cara de estúpida y eso no iba a cambiar. Haber pensado que la relación que tenían daría otro paso la hacía sentir ilusa. Claramente eso jamás sucedería. Justin no era de esa clase de chicos que sienten cariño por una persona.
La única explicación de porqué el se había comportado de la forma en que lo hizo aquella noche, era nada más que lástima. Justin ya no la odiaba, pero solo porque ahora sentía pena por ella.

Por otro lado estaba Caroline, que se había salido con la suya. Había logrado meter a Justin entre sus piernas.
Isabella se preguntó si alguna vez se habría enterado de aquello al no ser porque los había encontrado.

Salió de la ducha cinco minutos después y trató de arreglar sus ojeras y ojos inflamados con algo de maquillaje, aunque no sirvió. Se vistió con un pullover y unos jeans antes de salir de su habitación y bajar.

No tenía las más mínimas ganas de ver a Caroline y mucho menos ver sus sonrisa triunfadora, como si follar con Justin fuera un logro.

Le daba asco.

Bajó a la cocina solo para no tener a su madre obligándola a comer.

—Hola, bonita —Martha le sonrió cuando la vio llegar— ¿Qué tal la cena en el yate?

—Fenomenal —Caroline entró en la cocina.

Isabella cerró los ojos y trató de calmarse.

—Fue un circo, Martha. Ni te imaginas —murmuró sarcásticamente, girándose para mirar a Caroline.

La pelirroja sonrió tal y como lo había pensado Isabella y se sentó en la mesa.

—Iré a buscar a mi madre —Isabella murmuró.

Martha asintió, quedando con la curiosidad de por qué había tanta tensión entre las miradas de las chicas.

Bella caminó hasta el despacho de Artur, fundida en sus pensamientos, ni siquiera saludó a Candace qué pasó por su lado igual o peor a ella, con los ojos inyectados en sangre.

Estuvo por tocar la puerta del despacho, pero los gritos de Artur la detuvieron.

—¿Qué me estás diciendo, mujer? —un golpe se escuchó.

Nikolay se apareció en el club de yates.

—¡¿Qué?! —Artur gritó.

—No me hagas repetirlo —la voz asustada de Irina resonó.

El corazón de Isabella resonó cuando la imagen de su madre besándose con aquel hombre en el cumpleaños de Will se le vino a la cabeza.

—¿Cuándo, Irina?

—Cuando estuviste fuera del país —Isabella apenas alcanzó a escuchar.

—¿Y justo ahora me lo estás diciendo? ¡Maldita sea, Irina! Debiste habérmelo dicho esa misma noche, por teléfono, por donde fuera —volvió a gritar y golpear el mesón.

Isabella se sobresaltó.

—Él... él habló conmigo.

—¡¿Qué?!

—Discúlpame, cariño. Yo estaba muy asustada e impresionada, no pensé...

—¡Claro que no pensaste! ¡Maldición! ¡Mil veces maldición! —Artur gritó.

—¡Contrólate! No me hables así a mi, no soy Isabella —Irina gruñó.

Isabella abrió sus ojos y el corazón se le encogió. Su madre era una mojigata. No podía creerlo.

—¿Qué te dijo ese idiota? —Artur la ignoró— ¿Comprendes los problemas que significa tener a ese cabrón cerca?

—No creo que sean problemas. No nos quiere hacer daño, Artur —respondió—. Me dijo que no esperaba verme, y me preguntó por ti, luego no seguimos hablando porque le pedí que se fuera y apareció Isabella. Tuve que irme detrás de ella.

—¿Isabella? ¡Maldita sea, Irina! Isabella podría haberlo reconocido. Él fue quien la secuestró en Inglaterra, maldito atrevido.

Isabella se alejó de la puerta al escuchar eso y se tapó la boca para no gritar. Su cabeza comenzaba a resolver un rompecabezas.

—Yo sabía que ese cabrón estaba en Francia —se tomó de la cabeza—. Eso significa que va un paso más adelantado que nosotros, por algo sabía que yo mandaría a Isabella a Inglaterra. Aunque... —se quedó callado y miró Irina con horror— No no no puede ser.

—¿Qué cosa? —el cuerpo de Irina tembló con los nervios.

—Nadie sabía que yo mandaría a Isabella a Inglaterra, nadie lo sabía, ¿como lo supo tan rápido?

Irina frunció el ceño; —¿qué quieres decir?

—O ese idiota realmente tiene gente en Inglaterra y en todas partes o entre mis hombres hay un soplón.

—No creo que él nos quiera hacer daño, Artur. Podría ya habérselo hecho a Isabella y...

—¡Él quiere a Isabella! ¡Quiere jugar con eso! ¡Sabe que no es mi hija! ¡Nos quiere chantajear! ¡Te quiere hacer daño a ti y a mi! ¡¿Por qué no lo entiendes?! —gritó.

Tanto Irina como Isabella se sobresaltaron.

Isabella se alejó por completo de la puerta mientras sentía su cuerpo debilitarse. Se tuvo que agarrar de un mueble para no caerse y sus brazos comenzaron a temblar.
¡Era real! ¡Artur no era su padre!

A pesar de que tuvo la sospecha, en ese momento se sentía en el aire. No podía caer en cuenta en lo que aquello significaba. Siempre tuvo la incertidumbre pero jamás encontró nada y el hecho de que Artur haya estado con ella desde pequeña lo hacía todo una simple ilusión. Pero era verdad y le había caído de sorpresa.

Aunque estuvo tratando de ordenar el rompecabezas. Nadacalzaba. ¿Entonces si Artur no era su padre, eso quería decir que tampoco era el padre de Candace? Eso era prácticamente imposible, Candace era el vivo retrato de Artur y de Irina. A diferencia de ella. Pero Candace era la mayor, eso le daba a pensar que Irina se metió con otro estando con Artur.

No dejó de temblar en ningún momento, pero debió arreglárselas para reponerse cuando los gritos del despacho se dejaron de escuchar y la puerta se abrió.

Irina tenía los ojos cristalizados y miró con algo de sorpresa y terror a Isabella.

—¿Cariño? —la miró de pies a cabeza y trató de tocarla.

Pero Isabella se alejó.

—E-estaba por tocar la puerta. El almuerzo está listo —no miró a Irina y se giró para volver a la cocina.

—¡Alto ahí! —Artur la llamó.

Isabella comenzó a temblar aún más y se giró lentamente. Los ojos verdes de Artur la miraron de pies a cabeza y sin dejar de analizarla preguntó; —¿Desde hace cuanto estas detrás de la puerta escuchando?

—¿Escuchando? —frunció el ceño falsamente— Estaba por tocar cuando la puerta se abrió —sonrió y volvió a girarse para ir.

Sin embargo. Artur no le creyó.

El almuerzo fue una tortura para la pobre Isabella. Caroline no dejaba de sonreír, Candace tiraba comentarios hirientes para todo el mundo, Irina trataba de hablar con sus ambas hijas y Artur no dejaba de observar cada movimiento que ella realizaba.
Se le habían caído los cubiertos dos veces a causa de los nervios y el temblor en sus manos. Se le había quitado el apetito y sentía que en cualquier momento comenzaría a llorar.
Necesitaba a alguien que la contuviera, necesitaba apoyo, necesitaba saber que no estaba sola en la vida, que existía una persona en quien confiar; pero Isabella no estaba acostumbrada a eso porque esa persona jamás había existido, por esa misma razón sentía que se comenzaba a volver loca. Necesitaba desahogarse.

—¡Basta ya! —Artur gritó cuando Candace le faltó el respeto a Irina— Si no te controlas, te encerrarás en tu habitación hasta que se te quiten los berrinches, no te lo volveré a repetir.

Todos quedaron sorprendidos. Artur jamás le había hablado de aquella forma a su preciosa Candace, a quien se le habían llenado los ojos de lágrimas al escuchar a su padre y lo miraba sin poderlo creer.

—¡Ustedes no me entienden! —sollozó y se levantó de la mesa casi corriendo.

Irina soltó un suspiro y negó con la cabeza.

—¿Me puedo levantar? Se me ha quitado el apetito —Isabella susurró luego de unos incómodos segundos de completo silencio.

Si no salía de allí, devolvería la comida en su mismo plato.

Artur asintió sin ni siquiera dirigirle la mirada.

Isabella subió las escaleras a la velocidad de la Luz y se metió al baño mientras sentía como el aire comenzaba a faltarle.

Se mojó la cara, tratando de refrescarse y limpiar sus lágrimas; pero se sofocaba cada vez más. Inhaló y exhaló hasta que su respiración volvió a la normalidad, y trató de dejar su mente en blanco.

Ese día fue extraño desde el momento en que abrió sus ojos.

Cuando decidió que tenía que salir a tomar aire y a pensar para dejar de llorar un rato, no dudó en que Artur se opondría, pero se llevó la sorpresa del año cuando él asintió sin dejar de observarla.

—¿Qué te sucede? Estas rara —preguntó.

—Creo que el secuestro me dejó mal —mintió—. Iré al club yates, ¿supongo que es seguro verdad?

—Le pediré a uno de mis hombres que te lleve.

—Pero que se mantengan lejos. Solo quiero ir a la playa a tomar algo de aire.

Artur asintió, mirándola con algo de duda.

Isabella desvió la mirada. No soportaba tenerlo cerca luego de que había descubrido su secreto de años.

Uno de los supuestos hombres de Artur a quien jamás había visto, la llevó hasta el club de Yates sin ningún problema. A mitad de camino Isabella se arrepintió al pensar que estaba mal volver al mismo lugar donde se había llevado una decepción la noche anterior, pero le dio pereza pedirle al hombre que la llevara de vuelta ya que en realidad todo el problema con Justin era lo que menos le afectaba en ese momento.

Se bajó del vehículo con el hombre atrás suyo y caminó por el muelle lentamente mientras observaba lo lindo que era el lugar; —Estaré por allí en la arena, no me molestes —miró al muchacho de pelo rubio y luego se quitó las zapatillas para comenzar a caminar por la arena.

El hormigueo de la arena la relajó por completo y el viento fresco le vino de maravilla.

Soltó un gran suspiro y se dejó caer en la arena mientras se tomaba de la cabeza.

Artur Romanov no era su padre. Ella no era Isabella Romanov.

—Nikolay —susurró cuando se le vino a la cabeza el nombre de aquel tipo.

¿Él era su padre? De ninguna manera. Si aquello fuera así él ya estaría muerto. Conocía a Artur. ¿Pero quién era él? ¿Por qué conocía a Irina? ¿Por qué razón querría jugar con algo como con que ella no era la hija de Artur?

Sin embargo, ahora comprendía todo. Porque Artur jamás la quizo, porque siempre la trató como si fuera un estorbo. Y también entendía porqué Irina jamás le había protegido, comenzaba a creer que ella tampoco era su madre.

El sentimiento de soledad y peligro que sentía no se lo deseaba a nadie. El sentir que a quienes había considerado familia se convertían en unos extraños, era una mierda. Ella era una pequeña mocosa metida en una familia de poder y dinero, con un hombre que hacía de padre y que la odiaba, y con una mujer que hacía de madre y fingía quererla pero a penas hacía algo por ella. La única persona con la que se había sentido segura alguna vez era Martha, pero Martha sabía todo desde siempre y jamás se lo había hecho saber a Isabella, por lo que para ella era una falsa más desde ese mismo día.

Lo único que sabía Isabella era que quizás en esos momentos necesitaba paz para pensar; pero en cuanto tuviera las fuerzas, no dudaría en enfrentarse y en comenzar a recolectar información. Lo que ella pensaba que era su vida, había sido una completa farsa de nada más ni nada menos que Artur Romanov.

Se abrazó a sí misma, cansada de llorar y se quedó pegada mirando la bahía. Sintió una mano en su hombro y se sobresaltó girando la cabeza asustada.

Su cuerpo se relajó cuando se encontró con la cara sonriente de Will, pero no pudo evitar asombrarse. ¿Cómo la había encontrado?

—Te vi desde el yate de mi padre —el castaño sonrió y besó su mejilla—. ¿Qué haces aquí? ¿Tan sola y tan triste? —le acarició la mejilla secando una de sus lágrimas.

Isabella sonrió con melancolía y analizó por completo al muchacho. Era hermoso por dentro y por fuera. Valoró haber podido conocerlo.

—Mi vida es una mierda constantemente, necesitaba tiempo para desahogarme conmigo misma —se elevó de hombros.

—¿Sabes que es mejor desahogarse con alguien que pueda confortarte? Tu solo logras torturarte más con esta soledad —miró a su alrededor— ¿Cómo es que tu padre te ha dejado venir aquí sola?

—¿Ves a ese muchacho rubio que está en el muelle?

Will giró la cabeza y efectivamente estaba allí.

—Gracias a Dios. Pensé que te habías escapado, muchachita —fingió la voz de una señora.

Isabella rió y negó con la cabeza; —Lo que menos quiero es buscarme problemas con mi padre el día de hoy —volvió a afligirse y abrazó sus piernas.

Will la miró algo dudoso y se acercó a su lado para sacar los mechones de cabello que cubrían su cara.

—No me gusta verte así. No me gusta verte triste, me duele a mi. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

Isabella lo miró fijamente y su estómago se revolvió cuando la mirada de Will le entró al alma.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? ¿Qué hice para merecerme a una persona como tú en mi vida, Will? Gracias por estar aquí —alargó la mano y acarició la mejilla del muchacho.

Will cerró los ojos ante el tacto de la mano de Isabella y se recargó contra ella. El corazón de Isabella dio un brinco y su mente procesó aquellas acciones.

Isabella era demasiado inteligente como para no comprender lo que sucedía con Will. Pero no lo quería creer, se convencía a ella misma de que no era así.

—Tú no haz hecho nada. Lo único qué haces es sonreír y hablarme con simpatía para tenerme aquí. ¿Nunca te has dado cuenta, Isabella? —abrió los ojos para mirarla finalmente— ¿Ni siquiera lo haz sospechado? Es demasiado evidente. Desde el primer día que te vi.

—No lo quería creer —respondió. Mientras un nudo comenzaba a formarse en su garganta.

No quería creerlo porque Will era la única persona que jamás le había tratado mal y le hacía creer que la amistad si existía. Y sobre todo porque el hermano de él era quien le movía el piso.

—¿Por qué? —Will suspiró— Sé que te gusta él, pero yo te quiero y jamás te haría daño.

Los ojos de Isabella se llenaron de lágrimas ante el brillo de los ojos de Will.

—No sabes lo mucho que desearía que mi corazón te perteneciera, Will. No creas que le pertenece a alguien más, porque no es así, ni siquiera me pertenece a mi. Mi corazón está muerto hace mucho tiempo —acarició su mejilla sin dejar de mirarlo.

—Déjame ayudarte a sanarlo, Isabella —se acercó peligrosamente a ella, recargado su frente con la de ella.

Isabella abrió los ojos con sorpresa y se congeló en el momento.

—No puedo...

Los labios de Will se mezclaron con los de ella en menos de un segundo, demasiado rápido para Isabella. No lo alejó solo porque no quería hacerlo sentir mal, no quería que las cosas fueran así entre ellos; pero tampoco dejó que el beso se alargara. No correspondía.
Los labios de Will eran suaves y aquel besó había sido demasiado delicado y despacio para ella, había sido demasiado lindo.

—No quiero hacerte daño, Will. No puedo hacerte esto —murmuró cuando se alejaron, ambos con las mejillas ligeramente sonrojadas—. Eres la única persona que tengo y no quiero perderte por esto, no lo vale, Will. Yo te quiero demasiado, en serio lo hago en el poco tiempo que llevo conociéndote, pero no puedo ilusionarte con algo que sé que no va a durar. Sé que me puedes hacer feliz, eres maravilloso, pero yo...

—Tú lo vales —Will hizo una mueca y negó con la cabeza, sin querer entenderla.

—Yo no puedo hacerte feliz —sonrió con tristeza.

Will se quedó en silencio sin querer procesar las palabras de la morena, pero lo hizo. Debía hacerlo.

—Justin —se quejó.

—¡No es por Justin, Will! ¡Yo solo soy su juguete! —Isabella negó con la cabeza— ¡Lo hago por ti! ¡Porque tú vales más que yo!

—No digas esas cosas.

—¡Es la verdad! —Isabella suspiró— No te pido que me entiendas, solo que respetes mi decisión. Para mi eres muy especial.

Will cerró los ojos por unos segundos y asintió;—Esta bien, linda. No te presionaré, pero quiero que sepas que haré lo que tenga a mi alcance para sanar tu corazón —besó su mejilla.

Isabella negó con la cabeza, sin poder evitar sonreír y lo abrazó. Pensó que él era igual de terco que ella.

Will giró la cabeza, besando rápidamente sus labios, y comenzó a reír.

Isabella también rió y lo empujó; —te aprovechaste.

—Podría volverme un adicto —la miró fijamente.

El estómago de Isabella se llenó de mariposas y se quedaron mirando tímidamente una vez más. Pero ella misma se obligó a apartar la mirada cuando nuevamente comenzaban a acercarse.

No podía crearle ilusiones a Will. Él no lo merecía.

—Tengo que volver al yate, mi padre nos mandó a hacer unos trabajos —Will se apartó incómodo, levantándose.

Isabella también se levantó.

—Comprendo —asintió muchas veces. Completamente nerviosa.

—Deberías volver a tu casa y no olvides que puedes llamarme cuando necesites distraerte, nos vemos bonita —besó su mejilla con rapidez y posteriormente la abrazó.

Isabella disfrutó aquel abrazo y le sonrió cuando se separaron. Will finalmente se marchó.

Su vida definitivamente era un caos. De los peores.

Dejó escapar por milésima vez un suspiro y tomó su bolso. Sin embargo el caos no acaba allí por ese día, en apenas una desviación de mirada se encontró con los únicos ojos mieles que de verdad le robaban el aliento y su estómago se contrajo de todas las maneras posibles. Su respiración se aceleró y su boca se abrió por completo.

No pretendía verlo tan pronto. Lo quería lejos en ese instante.

Justin se encontraba mirándola desde el muelle fijamente, con la mandíbula apretada.

Le sostuvo la mirada solo para no dejarse vencer por él, y luego de trasmitirle lo mucho que lo detestaba. Miró al suelo y caminó en dirección opuesta hacia el otro muelle que la llevaría a la calle.




—————

Amo a Will.

Lo más probable es que nos volvamos a leer el fin de semana.
Gracias por el apoyo y perdón por hacerlas esperar.
Un beso.

Fairytale
Justbiebssg

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