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C: 33

(En el gif Caroline)

Isabella Romanov.

Dos días habían pasado desde que Justin entró por mi habitación y se encontró con la desagradable escena de mi padre desquitándose en mi.

Como era de esperar a la mañana siguiente cuando desperté, no había rastro de él en la habitación. Algo en mi se quebró ya que por lo menos tuve la esperanza de que pasara la noche, pero no fue así. A la mañana siguiente desperté solo con su camiseta, la cual seguía usando para dormir ya que su olor seguía impregnado en ella y me fascinaba.

Ni siquiera tenía una llamada o un mensaje de él. Absolutamente nada, pero decidí no darle mayor importancia. Solo esperaba que cuando lo volviera a ver, no fuera el mismo idiota de siempre.

Mi madre había aparecido en mi habitación al día siguiente completamente desesperada, diciendo que Artur no la había dejado venir a ayudarme luego de la paliza, por esa razón no se apareció por mi cuarto.

Martha se preocupaba más de lo normal por mi y Candace ni siquiera me había hablado.
El tío John ya se había marchado de mi casa, a una especie de hotel y él se veía completamente desentendido de la situación, cosa que yo agradecía bastante.

Ya era pasado el medio día y me encontraba en la sala de estar.
Miré como mi padre salía de su oficina y ni siquiera me dirigía la mirada.

—Avísale a Martha que no me quedaré al almuerzo, volveré en la noche —murmuró sin dejar de leer unos papeles que tenía en sus manos.

Caminó fuera de la casa y cuando me aseguré de que subía a su camioneta y no volvería. No dude en correr hacia su despacho y encerrarme allí.

La idea de que yo no fuera su hija había vuelto a hacérseme posible. Aunque sonara completamente ilógico por el gran parecido que teníamos y porque yo tenía algunas de sus facciones. La única posibilidad era que Irina si era mi madre, pero él no mi padre.
El corazón se me aceleraba con tan solo pensarlo y el hecho de estar metida en su despacho sigilosamente, hacia qué la adrenalina bloqueara algunos de mis movimientos.

Me costaba pensar que mi madre haya estado con otro hombre, pero la imagen de ella y aquel hombre en la fiesta de Will, me daban a entender de que ella si era capaz de meterse con otro hombre estando con Artur.

Revolví todos sus papales tratando de buscar algo que ni siquiera yo sabía que era. Habían solo papeles con un montón de números en ellos, cifras y direcciones. Estuve unos cinco minutos revoloteando y ya me comenzaba a rendir cuando encontré un portafolio queremos escrito con plumón negro «Doc Familia».

Lo tomé temblando y lo abrí sin pensarlo. Una foto del matrimonio con mi madre fue lo primero que encontré. Salían tomados de la mano, con Candace en brazos. Mi madre realmente era una bonita novia embarazada de mi.

Era difícil seguir después de eso. La ilusión de que no fuera mi padre se desvanecía.

Documentos del acta de matrimonio, del nacimiento de Candace y el mío fue lo único que encontré, pero eso ni siquiera me servía.

Dejé el portafolios en su sitio y traté de ordenar los papeles que había desordenado, antes de salir de su despacho.

Tenía tres caminos; Me olvidaba de la idea de que pudiera no existir una relación entre él y ello. Le preguntaba directamente a mi madre o simplemente seguía investigando por mi misma.

La última parecía las más complicada, pero simplemente las más efectiva. En el caso de que yo estuviera en lo correcto y Artur no fuera mi padre, si le preguntaba a Irina no estaría segura de si me contaría toda la verdad. Si me ha mentido dieciocho años de mi vida, ¿qué me asegura de que no lo seguiría haciendo?

Todo era una idea descabellada. Lo sé. ¿Pero por qué Artur me odiaba tanto? ¿Por qué no era así con Candace también? ¿Por qué siempre yo? Y sin olvidar el hecho de que tiempo atrás me gritó que maldecía el día en que me había aceptado como hija.

—Está listo el almuerzo, linda —Martha apareció por el pasillo— ¿podrías avisarle a tu padre? Está en su despacho.

Me sobresalté cuando me sacó de mis pensamientos.

—Mi padre acaba de salir. Avisó que volverá por la noche. Y yo no tengo apetito. Estaré en mi habitación.

—¡Isabella debes comer! —Martha me regañó cruzándose de brazos— Adelgazarás mucho si sigues así. Desde ayer que no comes.

—No tengo hambre —me elevé de hombros y me apresuré en subir la escalera para que no siguiera insistiendo.

Martha era una de las personas que me había decepcionado desde un tiempo hasta acá. Ella entendía a la perfección todo lo que pasaba por la mente de mi padre y toda su historia, y aún así se hizo la mojigata cuando le traté de sacar información. ¿No que decía quererme tanto?

Me tiré sobre mi cama y saqué el teléfono de mi bolsillo. Solté un suspiro al ver que tenía ocho llamadas perdidas de Madison y mil mensajes pidiendo que le contestara con urgencia.

Le devolví la llamada y su voz rota no tardó en aparecer en el altavoz.

—Isabella —sollozó.

No más problemas, por favor.

—¿Qué sucede? ¿Qué pasó?

—Mañana me devuelvo a Canada.

Me había olvidado por completo que Madison había dejado Rusia hace más de un año.

—¡¿Qué?! —grité y me levanté por impulso d dos cama—  ¿De qué hablas cariño? ¿Vas de viaje a buscar tus cosas verdad? ¿Cuando vuelven?

—No, Bella. No volveremos a Francia. Mis padres se arrepintieron de mudarse. ¡No me quiero ir! Además no se si recuerdas que Caroline comienza a estudiar psicología este año en la universidad.

¿Como me iba a olvidar si su madre prácticamente me lo restregó en la cara el mismo día que llegaron a Francia?

Me cayó como un balde de agua fría. Debía haber algún error. ¡Madison no se podía ir! Era la única y primera persona que me entendía y se había ganado mi confianza con su maldita dulzura. No podía ser que fuera. No me podían arrebatar a la única persona que tenía.

—Debe haber un error.

—Tratamos de convencer a papá, pero dice que es por sus negocios y otras cosas más. El único consuelo que me da es venirme a estudiar a la universidad qué hay acá, pero falta mucho tiempo para eso.

—No, Madison. No te puedes ir, quédate a vivir con nosotros, mi papá sorpresivamente también te adora, no te vayas, por favor —suspiré—. Te necesito ahora más que nunca.

—Ya intenté todo, Bella. Me voy mañana y no hay vuelta atrás.

Me dejé caer sobre la cama rendida y tiré el cojín al suelo. No podía ser posible. La vida se empeñaba en hacérmelo todo cada vez más difícil.

Ni siquiera nos dieron tiempo a despedirnos. Al otro día a penas pude darle un abrazo a Madison antes de que tomara el avión a Canadá. Mi padre no me había dejado pasar el día con ella ya que supuestamente yo estaría castigada hasta que demostrara tener un comportamiento digno.

Lo que más me molestó de toda la situación es que supuestamente el tío John volvía a Canadá por los estudios de Caroline, pero la estúpida había decidido quedarse en Francia unos días más para supuestamente aprovechar las vacaciones. A pesar de que Candace había sido completamente cínica y había hecho amistad con Caroline durante este tiempo, pude ver su cara de fastidio cuando la pelirroja entró a nuestra casa con sus maletas en la mano.

—Está noche cenaremos en el club de Yates. Lo más probable es que con los Bieber —mi padre comentó durante el almuerzo.

—No iré —Candace murmuró de repente.

Mi padre dejó caer el servicio y la miró expectante.

—¿Perdón?

—No quiero ir, papá.

Elevé una ceja. Ni siquiera tenía cara de hacerse la pobrecita. Por lo que supuse que en realidad no quería ir.

Caroline sonrió y le acarició el brazo con una sonrisa; —Tranquila, Cariño. Todos entendemos que no quieras ver a Jordan. Ya pasará.

—¿Qué pasó con Jordan Bieber? —pude ver cómo se le comenzaba a marcar la vena en el cuello— ¿Qué te hizo ese idiota, Candy?

La mirada que le dio Candace a Caroline fue digna de fotografiar. Sus ojos comenzaron a cristalizarse y se levantó de la mesa de golpe.

—No me hizo nada. Las cosas no funcionaron.

—Di la verdad, Candy. Cuéntales a tu padres que lo encontraste con otra y...

—¡Cállate! —Candace le gritó.

—¡Por favor, niñas! —Mi madre reclamó.

Mi padre golpeó la mesa con fuerza.

—Ese imbécil...

—Las cosas no son así, papá —Candace lo miró mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Caroline solo esta jodiendo. Habíamos terminado antes de que pasara lo qué pasó.

Por la forma rápida en que habló, supe que estaba mintiendo.

—Quédate si quieres, pero te advierto que no lo quiero ver cerca de ti nuevamente, Candace —mi padre habló en serio.

Candace gruñó y junto la silla a la mesa con fuerza antes de irse de la sala casi corriendo.
Caroline sonrió disimuladamente, pero su sonrisa se borró cuando se encontró con mi cara.

—Iré a ver cómo está, Candace —mi madre se levantó de la mesa preocupada.

Mi padre soltó un suspiro y también se levantó. Dejándome sola con Caroline en la mesa.

—¿Qué haces realmente aquí? —pregunté sin rodeos.

—¿Disculpa? —se hizo la desentendida y bebió de su jugo de manzanas con fingida delicadeza.

—¿Por qué te haz quedado en Francia? Nadie te quiere aquí —me crucé de brazos y me quedé mirándola fijamente para tratar de incomodarla.

—Quizás tú no me quieres aquí, pero otras personas sí —sonrió.

—Ah si —elevé las cejas con falso entusiasmo— ¿cómo quien? Porque yo no conozco a nadie que te quiera tener jodiendo aquí. Así que puedes agarrar tus cosas y largarte a Canadá ahora mismo.

—Mmm no lo sé —se levantó de su silla sin dejar de sonreír—. Piensa, Isabella, para algo tienes neuronas —guiñó un ojo y salió de la sala moviendo sus caderas.

Solté un suspiro y el apetito se me quitó. No me gusto para nada su respuesta. Ambas sabíamos de quién se trataba; pero yo no le creía absolutamente nada.

Esa noche opté por usar unos jeans negros junto a una blusa que tenía diseño de zebra. No quería nada muy revelador porque ya no hacía calor como antes y además las heridas de mi espalda aún estaban frescas. Candace no apareció en la entrada por lo que era verdad que realmente no iría. En cambio Caroline sí, apareció luciendo un vestido rojo que para su maldita suerte se ceñía bastante bien a su curvas. Y unos tacones negros mortales.
Ambas teníamos la misma edad, pero se notaba la diferencia de quién tenía clase y quien no.

—Vamos a una cena, no a un prostíbulo —ni me molesté en callarme.

Su sonrisa maliciosa, que había tenido todo el día, finalmente desapareció y se removió incómoda en su lugar.

—¡Isabella! ¡No empieces! —Mi madre me miró con desaprobación.

Y Artur milagrosamente se quedó en silencio. Quizás me encontraba la razón. ¡Aleluya!

Nos subimos a unos de los vehículos y finalmente nos pusimos en rumbo al club de Yates.

Mi estómago dio un vuelco cuando dimos vuelta la esquina y la camioneta se estacionó. El vehículo de los Bieber ya estaba estacionado. Mis manos comenzaron a sudar. Vería a Justin después de tres días en donde no supe absolutamente de él. Lo vería después de lo sucedido aquel horroroso día que me encantaría olvidar, pero no puedo porque él me ayudó a terminarlo de buena manera.

Mi padre fue el primero en entrar y yo preferí ser la última.

Will me dio un abrazado demasiado apretado y no dejó de acosarme con preguntas sobre el maldito secuestro que no quería recordar.

—Me alegra de que ya estés mejor, linda —Pattie me dio un abrazo más largo de lo que me hubiese gustado.

Jeremy también fue muy amable y Jordan pues, Jordan no estaba. Supongo que aprovecharía nuestra ausencia para ir a rogarle a Candace.

Mi piel se erizó por completo cuando mis ojos se encontraron con los de Justin. Me acerqué a él sin dudarlo y besé su mandíbula, deseando que dejara de estar apretada algún segundo.

—¿Cómo te sientes? —sus ojos viajaron por todo mi cuerpo.

—Estoy bien —asentí.

—Genial —sonrió de lado sin dejar de mirar a mis espaldas.

Seguí su mirada y quise tirarme del yate cuando me encontré con una cabellera pelirroja.

La cena transcurrió tranquila. Fue más corta de lo que me esperaba. Luego de comerme todos la lasaña de salsa blanca, la cual era mi favorita. Jeremy insistió en pasar tiempo en el velero y pues no nos pudimos negar.
Justin a penas intercambio palabras conmigo durante la cena, no me sorprendía, pero a la vez me desilusionaba, de verdad esperé que por lo menos conversara amablemente conmigo después de que yo le permití que me viera y se quedara conmigo en un momento tan íntimo como el del otro día. Eso si, cabe recalcar que su mirada hacia mi padre había cambiado completamente, lo miraba como si supiera su mayor secreto y como si quiera lanzarse sobre él, a la defensiva. Y al parecer mi padre lo notó, ya que en un momento de la cena se quedaron mirando y Artur se hizo el loco comenzando una conversación con él, con Justin.

—¿Aburrida sin Madison? —Will apareció frente a mi, ofreciéndome una copa de limonada.

—Ni te imaginas —la recibí.

—Se le va a extrañar —asintió—. Era muy simpática.

—Y muy bonita —sonreí mirándolo de reojo.

—No te lo voy a negar —sonrió también— ¿Por qué Caroline sigue aquí?

—Ni me la menciones —suspiré—. No la soporto. Si fuera por mi que se hundiera el Yate con ella adentro —me descargué innecesariamente frente a Will—. Es tan vulgar y estúpida, no tiene neuronas. En serio.

Will estallo en carcajadas.

—¿Qué es lo divertido? —pregunté.

No le veía motivo a su risa. Solo le había dicho la verdad.

—¿Por qué se odian tanto? Pensé que tu mayor enemiga era Candace.

—Candace es mi enemiga cuando le conviene. Si no, ni siquiera nos miramos. En cambio, Caroline es otra cosa. La miró y me da alergia.

Will se lamió los labios y siguió riendo.

—Estás loca, Isabella.

—¿Y qué? —elevé una ceja con diversión— Aveces la locura es nuestra cordura.

Will negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

Justin, quien se encontraba en la esquina del muelle, miró unos segundos hacia mi junto a Will y luego miró su teléfono como si nada.

¿Qué carajos ocurría con él? Estaba tranquilo y ni siquiera me dirigía la mirada.

Sin dejar de mirar su teléfono, caminó de vuelta al yate.

—¿Te gusta verdad?

La voz de Will me hizo saltar en mi lugar. Sus ojos me miraron fijamente y una sonrisa parecida a una mueca se asomaba en sus labios.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —me abracé a mi misma, desviando la mirada.

—Justin. No soy imbécil, los he visto juntos. Solo te pregunto si te gusta —se elevó de hombros y cuando lo miré, desvió la mirada también.

—¿Se me nota mucho? —dejé caer mis hombros rendida y me bebí toda la limonada de una.

—No. Pero soy lo suficientemente observador para notarlo. Estas pendiente de él cada vez que lo tienes cerca. Te gusta —confirmó.

—Sí —me sonrojé levemente. Nunca había admitido mis sentimientos por otra persona con su mismísimo hermano. Era rarísimo—. Y no pierdas tu tiempo diciéndome que es estúpido de mi parte. Creo conocer una parte de Justin, y por eso poco que conozco, sé que con él no van las relaciones y ñoñerías.

—Sí, con él no van ese tipo de cosas —aunque ya lo sabía, la disolución me invadió de repente—. Y tú no deberías perder tu tiempo con él. Es mi hermano, sé cómo juega sus cartas. Aún así, si te sirve de consuelo, eres la única a la que he visto relacionarse con él más tiempo del que suele hacerlo con sus amiguitas.

El sabor amargo apareció en mi boca al imaginarme a todas las amiguitas que debía tener Justin.

—No me mientas —rodé los ojos—. Hay una chica que vi con él muchas veces cuando recién llegué a esta ciudad.

—¿Margot? —Will elevó una ceja— Margot se acuesta con Justin y todos sus amigos. Soy el único que no ha pasado por ella y sinceramente no me interesa —suspiró.

—Dios te bendiga, amén —reí—. No caigas ahí, te mereces mucho más.

—¿y tú? —Will negó con la cabeza—. Tú te mereces el cielo, Isabella. Espero que encuentres a alguien que pueda dártelo.

Lo miré con amor y no pude evitar abrazarlo.
Él sin duda era muy especial para mi. Will se había ganado mi corazón y mi amistad por siempre. Sentí como su cuerpo se relajaba ante mi abrazo y sonreí aún más, se notaba que él igual sentía demasiado aprecio por mi.

Era genial sentir que había alguien que te apoyaba a pesar de la soledad que te rodea. Y lo digo exactamente porque ahora que Madison se ha ido, sospecho que Will será mi única contención en esta ciudad.

—Nos vamos, Cariño —mi madre se acercó a nosotros en el velero, rebozándose a ella misma con una especie de manta por el fresco viento que corría.

Sonrió cuando me vio abrazada a Will.

—¿Tan temprano? —fruncí el ceño.

—Tú padre está cansado. ¿Le avisas a Caroline por mi? Se quedó en el yate —se elevó de hombros—. Te esperamos en la camioneta.

Traté de no gruñir porque sinceramente no quería tener que ir por Caroline. Me daba pereza.

Will carcajeó, al parecer porque notó la mueca en mi cara y me dio otro abrazo antes de besar mi mejilla;— Cuídate, bonita. Nos vemos.

—Adiós, Will.

Tomé mi bolso y después de despedirme de sus padres, bajé del velero para caminar a través del muelle hacia el Yate de los Bieber.

Solté un suspiro al no encontrarla en la especie de sala donde comíamos y caminé a través del pasillo hacia el baño.

Tampoco estaba.

—¿Dónde mierda se ha metido esta chica? —saqué mi teléfono para llamarla.

No contestaba.

Llamar otra vez.

Nuevamente sin respuesta.

Un golpe fuerte de escuchó, como de un vidrio rompiéndose, y no pude evitar sobresaltarme. Todo estaba en silencio y apenas una luz amarilla alumbraba el pasillo, agregándole que aquello había sido un golpe bastante fuerte. El pánico comenzó a invadir mi cuerpo y me apresuré en caminar por el pasillo para salir de allí. Ya estaba algo traumada con las recientes experiencias de tipos poniendo armas en mi cabeza.

Sin embargo, mi paso se detuvo cuando alcancé a ver a través de una de las puertas que no estaba completamente cerrada, el vestido rojo de Caroline.

Rodé los ojos y entré allí sin rodeo alguno. Pero lo que vi, en vez de asustarme, me aceleró el corazón y todo mi mundo se detuvo.

Caroline estaba con las bragas colgando de los tobillos, sentada en una especie de escritorio, mientras Justin, dándome la espalda, empujaba dentro de ella con bastante fuerza.

Mi cuerpo se congeló y me sentí mareada. Mientras los silenciosos y asquerosos gemidos en la habitación llenaban mis oídos.

Ese sentimiento raro que te invade cuando te encuentras con algo que desearías jamás haber visto, me invadió a mi. Estaba congelada en mi lugar, sintiendo mis propios latidos. La rabia me invadió y ya no sabía si interrumpirlos o simplemente irme de ahí y olvidarme de ellos dos para siempre, en realidad sólo del castaño claro.

Pero la primera idea no valía la pena. Ya me había humillado mucho frente a él, no quería seguir dándole lástima. No más.

Apreté mis labios y me obligué a apartar la vista de él para marcharme en silencio. Aún así la cosas nunca son como nosotros queremos, al menos no para mi, ya que los ojos de la pelirroja se encontraron con los míos y a pesar de que estaba gimiendo como un cerdo, pude ver su diabólica sonrisa.

Perra.

Si seguía allí, terminaría vomitando.

Me apresuré en salir, pero su maldita voz me detuvo.

—Mierda, Isabella, ¿qué haces aquí? —fingió sorpresa y alejó a Justin de ella como si le apestara.

No se cual fue mi cara, pero por la sonrisa oculta en sus ojos, supe a que se había salido con la suya. Aun así la mirada de odio que le regalé me dio el valor para poder mirar los ojos de Justin cuando se giró rápidamente y se subió los pantalones en un milisegundo.
No dijo nada, y realmente me sorprendió su apariencia y reacción, su mandíbula no estaba apretada y mi presencia realmente lo había sorprendido.

—Vine porque nos marchamos. Nos esperan afuera —murmuré.

Le agradecí a todos los santos porque mi voz no tembló. Debía mostrarme lo menos afectada posible, pero vamos, todos en esa habitación me conocían lo suficiente como para reconocer mi cara de espanto.

No quise seguir mirando a Justin o iba a llorar ahí mismo. Me giré para esta vez si salir de ahí y no verlo más.

El nudo que se formó en mi garganta me apestó tanto que comencé a caminar casi corriendo hacia la salida de Yate.

¡No iba a llorar por un chico! ¡No! ¡Nunca lo había hecho y Justin no sería la excepción!

—¡Isabella! —su fuerte y ronca voz resonaron por todo Yate y quizás todo el muelle.

No. No quería verlo. Ni siquiera quería me rogara o que me buscara. Necesita aire. Quería procesar aquello. Ni siquiera había terminado de procesar lo de hace unos días atrás y mucho menos podría con esto. Su compañía no era algo que necesitara ahora mismo, yo huía de él, no se si de la situación.

Me tragué el nudo como pude y ni siquiera me esforcé en acelerar mi paso, era obvio que me alcanzaría y me obligaría a hablar con él.

Como siempre, mi brazo fue el primero que sufrió.

Todo despeinado y con la camisa mal abrochada me recibió. Sus ojos estaban demasiado abiertos y su boca también. La sorpresa.

—¿Qué? —pregunté como si nada.

Ninguno de los dos creyó mi indiferencia. Maldición. Se quedó en silencio varios segundos hasta que cerró la boca y tragó con fuerza.

—No debiste haber visto eso —negó con la cabeza y se atrevió a poner una mano en mi cintura.

Me alejé de él inconscientemente como si me ensuciara con sus manos y pude ver el orgullo herido en sus ojos.

—¿Qué tiene? No es la primera vez que me encuentro a dos personas fornicando —me elevé de hombros.

Apretó la mandíbula.

—No te hagas la tonta conmigo. Se acabaron los juegos entre nosotros —gruñó, enojándose en menos de dos segundos.

¡Que descarado era!

—No me saques en cara que yo era tu juguete. Ya te lo dije esa vez en tu departamento. No tienes que explicarme nada, ni siquiera me acercaré a ti.

Pareció desesperado cuando las palabras salieron de mi boca y volvió a acercarse a mi.

—No cambies el sentido de esta conversación, maldita sea.

—¿Y qué? ¿Será que me pedirás disculpas por haberte estado follando a la estúpida de Caroline en ese escritorio? —solté una risa irónica y me crucé de brazos.

—Sé que te afecta. No te hagas la loca conmigo, mocosa —su tono amenazador que no escuchaba hace días volvió a hacerse presente.

—Haz lo que te dé la gana, Justin. Solo no te metas conmigo —pedí, ya cansada.

Me quería largar de ahí, pero él no me dejaría.

Nuevamente pareció desesperado y tomó mi cara entre sus manos acercándome peligrosamente a él. Su respiración tibia chocó con la mía.

—Fue un error lo que viste allí dentro. Y discúlpame por ser un idiota cuando haz llegado, no sabía cómo actuar después de... —se quedó callado.

No era necesario que siguiera, ambos sabíamos que se refería a la golpiza de mi padre.

A pesar de que quería golpearlo y salir huyendo. Mi corazón idiota volvió a acelerarse cuando pidió disculpas. No era algo que hiciera Justin Bieber.

Sus manos quemaban en mis frías mejillas. Nos quedamos mirando fijamente y casi me derretí cuando juré haber visto arrepentimiento en sus ojos. Sin embargo una pelirroja me distrajo por completo cuando apareció por sus espaldas.

—No tienes que pedirme disculpas. No te preocupes y sigue disfrutando. Adiós —sonreí y me giré lo más rápido que pude para que no me detuviera.

Aún así me detuvo e hizo algo que no esperé que hiciera. Sus labios chocaron con los míos tan fuerte que gemí de dolor cuando sus dientes se enterraron en mis labios En un desesperado intento por tenerme. Trató de besarme forzosamente, pero no sé lo permití.

No se de donde saqué fuerzas para empujar su pecho, pero lo logré a la primera. Le di vuelta la cara de un abofeteada y lo miré con asco.
Ya no podía fingir más, algunas lágrimas se escaparon de mis ojos.

Tanto Caroline que había visto el show, como Justin y yo nos quedamos mirando asombrados. ¡Lo había golpeado nuevamente!

La adrenalina que sentía en ese momento era más grande que mis ganas de llorar.

Vi el odio en sus ojos y como apretaba sus puños, y sin querer alargar más la situación. Finalmente salí del muelle sin que él me detuviera.

Cosa que agradecí infinitamente.


————

Voten beibis.
Quiero ver hartos votos para hacerme una idea de cuantas leen. No confío en los vistos que marca wattpad 😥

Fairytale
Justbiebssg

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