Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C:29

Una semana había pasado desde que Isabella dejó de hablarle a su madre. Claramente, los intentos de Irina por tratar de aclarar las cosas con Isabella y ser sincera habían sido varios, pero la chiquilla simplemente no cedía.

Todos en la casa se habían dado cuenta de la situación, incluso Artur, pero no le había dado mucha importancia ya que para él Isabella siempre sería una mal enseñada.

Lo más importante que había ocurrido aquella semana, entre las constantes discusiones de Isabella ya no tan solo con Candace, si no también con Caroline, había sido una noticia que había anunciado el Tio John una de las mañanas: Se quedarían a vivir en Francia junto a su familia. Isabella no pudo estar más feliz con aquella noticia; ignorando que tendría a Caroline cerca, lo que más le emocionaba era el hecho de que Madison se quedaría en el país. Nunca antes habían sido cercanas, Isabella jamás había tenido muy buena relación con muchachas de su edad y del mismo género, pero sorpresivamente para ella y para Madison, ademas de ser primas, habían formado una amistad y una confianza que ninguna de las dos alguna vez imaginó. Isabella sentía que por primera vez podía confiar en alguien, ya no se sentía tan sola como lo había hecho la mayor parte de su vida.

A Justin no lo había vuelto a ver. Sus padres varias veces habían ido a cenar a la casa de los Bieber, pero ella había fingido estar enferma solo para no ir. Por suerte en su casa no los habían invitado durante la semana. Como le había prometido a Justin, no se le aparecería. Sin embargo, tanto ella como él sabían que no se podrían evitar toda la vida. Aún así, esto era parte del plan de Isabella para no provocarlo y no caer ante sus encantos.

Había sido una semana aburrida, según su propio juicio, ni siquiera su padre la había molestado.

Era jueves y el verano ya casi ni existía en Francia. Estaba sola en casa, todos habían desaparecido muy temprano.
Se miró al espejo luego de salir de la lucha e hizo una mueca al notar que su vientre estaba más hinchado. No era mentira que había ganado peso desde que llegó al país. En Rusia solía ir al gimnasio todas las mañanas desde que dejó el colegio, hábito que había perdido. A pesar de que no tenía mucho apetito y solía comer bien, según ella necesitaba mantenerse activa. Por esa razón, no dudo en ponerse una de sus tantas tenidas deportivas para ir en busca de un gimnasio. No le importaba si su padre se lo impedía como medida de seguridad, iría igual.

—¿Por qué me llamas a esta hora, bonita? —un adormilado Will bostezó al otro lado de la línea.

—Lo siento por despertarte —rió suavemente—. Solo necesitaba el consejo de algún francés.

—No soy Francés, solo vivo aquí desde hace unos años —le corrigió.

—Bueno como sea ¿Me recomiendas algún gimnasio? El verano ha terminado y necesito ponerme en forma para el otro año —se miró al espejo, mientras sujetaba el teléfono contra su oreja con incomodidad.

—¿Tú? ¿Ponerte en forma? Estas loca, estas bien así cómo estás. Podrías ser un ángel de Victoria's Secret.

Isabella sonrió.

—No te estoy preguntando cómo estoy, te estoy pidiendo el dato de algún gimnasio —fingió no prestarle atención a los halagos del muchacho.

—Conozco uno al que va Justin, a veces...

—Next. ¿Algún otro? —rápidamente lo interrumpió— Ojalá cerca de mi casa.

—Creo que también hay uno bueno cerca de tu hogar. Es caro, ¿lo sabes verdad?

Isabella rodó los ojos.

—¿Tú crees que alguna vez me ha importado el dinero?

—¡Está mujer! —Will negó con la cabeza— Te mandaré la dirección por mensajes.

—Muchas gracias, Will. Nos vemos —sonrió antes de colgar.

El mensaje con la dirección del gimnasio no tardó en llegar. Salió de su habitación y bajo a la cocina para desayunar una vaso de leche con unas simples tostadas con aguacate.

—¿Qué haces despierta tan temprano?

Se sobresaltó al escuchar la voz de su padre a sus espaldas. Pensó que estaba sola en la casa.

Se giró lentamente y miró con algo de intriga a Artur.

—Iré al gimnasio.

Artur elevó una ceja y la miró de pies a cabeza, contemplando la ropa deportiva de su hija. Artur pensó en todas las condiciones que le había puesto de por vida tanto a Candace como a Isabella, pero luego recordó que Isabella jamás había cumplido alguna y por más que la castigara ella seguiría haciendo lo que quisiera. Por esa razón no se molestó en llamarle la atención, simplemente murmuró; —Es inseguro, no me metas en problemas, no iras y no insistas.

—Pero...
—No tengo tiempo, Isabella. Te estoy hablando en serio, no irás y punto. No me hagas recurrir a lo de siempre.

—Claro, los golpes es tu única solución verdad.

Artur perdió la paciencia y caminó con decisión hacia ella.

—No me calentaré la cabeza, no irás y punto —la tomó del mentón con fuerza para que ella lo mirara a los ojos y comprendiera que estaba hablando en serio.

Isabella se soltó de su agarre y luego de lanzarle una mirada de odio, se giró para terminar su desayuno, con el mentón adolorido.

Tuvo que esperar exactamente una hora y media para que su padre se marchara. Claramente, no le daría el gusto, iría como fuera al gimnasio. No tenía nada más que hacer y no pensaba quedarse todo un año sin hacer nada.

Salió de la casa con las llaves de uno de los autos que apenas utilizaban y en un descuido de los guardias, pisó el acelerador para salir a toda velocidad de su hogar.

—¡Vamos a ver dónde diablos queda esta cosa! —puso la dirección que Will le había mandado en el gps del auto.

Luego de quince minutos dando vagas vueltas, se encontró con el gran letrero que tenía escrito el nombre del gimnasio que estaba buscando. Una sonrisa le ocupó el rostro y se estacionó lo más rápido que pudo.

Para su sorpresa, el gigante gimnasio que Will le había recomendado estaba algo vacío, habían exactamente unas diez personas y otras tres en recepción.

—Buenos días —le sonrió al chico que estaba detrás del computador.

Este, de cabello negro y unos grandes ojos verdes marrones la miró de pies a cabeza con una ceja alzada y sonrió.

—Hola. Soy Travis, ¿en qué puedo ayudarte preciosa?

—Soy Isabella Romanov, soy nueva por aquí y venía en busca de algún plan para poder ejercitar —sonrió coquetamente.

La sonrisa coqueta que el chico tenía en su rostro, disminuyó levemente al oír su nombre, pero disimuló a la perfección para no asustarla. Estaba claro que toda Francia conocía la fama de aquel apellido.

—Tenemos un par de planes que te vendrían bien, eso si, los valores son bastante elevados, tenemos clientes seleccionados, como podrás ver.

—¿Seleccionados? —Isabella elevó una ceja mirando hacia donde se encontraban las únicas diez personas trabajando en sus rutinas—. No veo a nadie importante por aquí, quizás seré la primera —sonrió egocéntricamente y sacó de su bolso una de las tarjetas de su madre—. Quiero venir todos los días ¿Cuánto es eso?

Travis no pudo evitar carcajear y tomó la tarjeta mirándola sin vergüenza alguna.

—Puedes iniciar en lo que quieras. ¿O necesitas ayuda con alguna rutina?

—¿Y quién me ayudará? ¿Tú? —se recargó sobre el escritorio del chico, acercándose peligrosamente a su cara.

Travis elevó una ceja por lo atrevida que era, y sin dejarse intimidar por aquella chica, que parecía ser menor unos seis años, se le acercó también.

—No, pero si quieres que lo haga, no tengo problema.

Isabella sonrió en grande y se alejó.

—Puedo sola. Gracias —le guiñó un ojo antes de dirigirse a los camarines para desnudarse un poco.

En los años que había ido al gimnasio, había aprendido a hacerse una rutina propia, generalmente empezaba con un calentamiento en bicicleta, y luego trabajaba piernas, brazos, abdomen o espalda, dependiendo su estado de ánimo.

Se subió a la bicicleta y pedaleó unos quince minutos mientras en sus audífonos sonaba una de las canciones de Rihanna.

Recibió varias miradas de algunos musculosos que se encontraban levantando pesas, pero no le dio mayor importancia, siempre la miraban.

La mañana pasó e Isabella ya casi terminaba su primer entrenamiento. Soltó un bufido cuando uno de los musculosos más viejos que habían, en su opinión, se quedó mirándola sin disimulo. Ya le comenzaba a molestar, no le había quitado los ojos de encima en ningún momento.

Decidió terminar antes para salir luego de aquel lugar y se subió sobre la bicicleta otros veinte minutos.

—No puede ser —susurró.

El mismo tipo se había subido en la bicicleta que estaba a su lado.

Trató de concentrarse en la música y se sintió aliviada cuando los veinte minutos terminaron.

Volvió a los camarines y se cambió la ropa sudada por otra nueva. Guardó todas sus cosas y se dispuso a salir del establecimiento.

El castaño de ojos marrones, llamado Travis, ya no estaba en la recepción, por lo que ni siquiera miró a las chicas que se encontraban allí.

Su auto era el único estacionado fuera del gimnasio. Lo desbloqueó y se subió en él, dejó su bolso en el asiento del copiloto y cuando estaba por arrancar, se encontró con un par de ojos marrones en el espejo retrovisor.

—¿No te despedías?

Su estomago se revolvió y el color se drenó su cara cuando sintió un frío mental en su cuello.

—Traa...

—No te atrevas a gritar o simplemente llamar.

El cuerpo de Isabella comenzó a temblar ligeramente y por su cabeza se pasaron todos los escenarios posibles. El terror la invadió y por primera vez, bueno no era primera vez que le sucedía, quiso estar en su casa, con sus padres y aquellos que se hacían llamar familia. Anheló estar segura allí.

Travis soltó un suspiro y descolgó su teléfono que se encontraba sonando.

—Isabella Romanov, dieciocho años, hija menor de Artur Romanov, segundo más poderoso de Europa después de Jeremy Bieber —una voz ronca se escuchó al otro lado del teléfono—. El jefe la quiere aquí, y dice que ni se te ocurra golpearla, la quiere consciente.

—Nos vemos —Travis, sin dejar de mirar los ojos verdes de Isabella bañados en pánico, en el reflejo del espejo, colgó.

—¿Por qué haces esto? ¿Quieren dinero? —Isabella al fin pudo hablar, pero con la voz completamente entrecortada.

—No preguntes, enciende el maldito auto y no te atrevas a desobedecerme. Toma tu derecha y avanza hasta que te lo ordené —presionó el arma aún más contra el cuello de la chica.

Isabella cerró los ojos. Sentía que su corazón en cualquier momento dejaría de latir. La pistola la ponía demasiado nerviosa.

—Te puedo dar todo el dinero a ti, di que me escapé, no sé.

—¡Avanza! —Travis gritó tratando de no tentarse con las palabras de Isabella.

Sin embargo, Isabella no era estúpida, había notado el intento del muchacho por no caer en aquella tentación.

—Cien mil dólares —susurró.

—¡Avanza maldita sea! ¿Tú crees que por cien mil dólares yo haría esto? Eres estúpida.

Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de la chica a medida que el auto avanzaba.

Llegaron a un campo solitario y luego Travis le indicó con gritos que se metiera entre los árboles.

Una especie de subterráneo escondidos entre los árboles y al bajar Isabella tuvo que frenar.  Travis quitó el arma del cuello de Isabella y le vendo los ojos sin dejarla reaccionar.

Isabella empezó a forcejear mientras su cuello temblaba, y aunque las ordenes para Travis fueron que ella tenía que estar consciente, no tuvo otra opción que taparle la boca con el pañuelo y esperar que se desmayara.


-




Justin se encontraba ordenando los papeles de los gastos mensuales que tenía el club de Jeremy. Soltó un suspiro y se tomó el puente de la nariz cuando terminó de sumar por tercera vez y las cuentas seguían sin calzar.

—¿Qué? —el gritó de Pattie se escuchó por toda la casa— ¿Irina estás segura?

Justin se quejó y miró a su madre con molestia. No lo dejaba concentrarse.

Will miró a su madre con curiosidad.

—¿Cómo? No Isabella no se ha visto por aquí —Pattie respondió aceleradamente.

Justin y Will se miraron en seguida.

Pattie colgó el teléfono y Will no tardó en preguntar.

—¿Qué sucede con Isabella?

Justin agradeció no tener que ser él quien demostrara interés. Se hizo el concentrado en los papeles, pero en realidad toda su atención estaba en la conversación de su hermano y su madre.

—Isabella ha desaparecido. Salió en la mañana y no ha vuelto —murmuró agitadamente—. ¿Alguno la ha visto?

—No, no, yo... —Will tartamudeó.

—Irina dijo que peleó con Artur en la mañana porque ella quería ir al gimnasio y después de eso desapareció.

—Mierda, mamá. Yo... —Will nuevamente se agarro los pelos de la cabeza.

—¿Tú qué? —Justin espetó con fuerza.

—Le di la dirección de un gimnasio cerca de su casa y...

Justin soltó los papeles de inmediato y dio grandes zancadas hacia Will.

—No me digas que le dijiste que fuera al gimnasio nuevo que...

—Ese mismo —Will asintió.

Justin gruñó y lo agarró del cuello con fuerza.

—¡¿Qué mierda tienes en tu cabeza, Will?! —gritó— Tienes diecinueve recién cumplidos y ni siquiera...

—¡Justin, suéltalo! —Pattie lo tomó de los hombros— Esta no es la solución, tenemos que ayudar a los Romanov a saber que es lo que realmente pasó.

—Lo qué pasó, en que tu querido hijo mandó a Isabella a la boca del lobo. Ese gimnasio es un lavado de dinero de los Jefferson. Luis Jefferson, Travis Jefferson y Oscar Jefferson —Justin nuevamente quiso agarrar a Will del cuello, pero Pattie se lo impidió.

—Yo... yo no lo sabía.

—¡Claro que no lo sabías, imbécil! —Justin se soltó del agarre de Pattie y caminó rápidamente hacia la mesa donde estaban las llaves de su camioneta— ¿Jordan esta con los Romanov?

—Sí —Pattie asintió, mirando preocupadamente a Justin.

—Te acompañó —Will tuvo la intención de sacar su chaqueta del perchero.

—No, tú te quedas aquí —Justin ni siquiera lo miró y salió dando un portazo.




-



Artur se encontraba caminando de un lado a otro mientras Irina lloraba en silencio. Madison le decía que todo estaría bien. Marie la miraba con algo de lastima. John tenía cara de preocupación, Candace y Caroline lo miraban a Artur con pesadez y Jordan recargaba las armas que usarían. Justo en ese momento la camioneta de Justin se estacionó en la entrada de la mansión. No tardó en unirse.

—Yo le dije a esa maldita chiquilla que no saliera. ¡Y como siempre me desobedeció! —gruñó tomándose las sienes.

—Yo no entiendo porque te das el tiempo de hablar con ella, si es tan terca y estúpida —Candace negó con la cabeza, abrazando por el cuello a Jordan—. Ahora todos estamos en peligro por culpa de esa idiota.

—¡No hables así de tu hermana! —Irina le regañó.

—Fue al gimnasio de los Jefferson. Ellos la tienen —Justin tomó una de las armas que estaban sobre la mesa para analizarlas.

—¿Jefferson? ¿Quienes son esos? —Artur elevó una ceja.

—Unas ratas que no tienen nada. Que apenas están entrando en este mundo y ya han causado unos cuantos problemas.

—¿Qué haremos? —Jordan elevó una ceja.

La puerta de la casa se abrió y Jeremy entró con unos cuatro hombres a su espalda.

—Hola hijo —miró a Justin y luego volvió su vista a a Artur—. Hemos rastreado el auto en que el estaba tu hija, ha sido fácil porque te pertenecía. Los que la tienen son unos idiotas porque no se preocuparon de aquellos detalles.

Justin soltó un suspiro. De alguna forma se sentía tranquilo al escuchar eso. Estaba preocupado, era obvio, y no porque fuera Isabella, al menos eso quería creer él, si no porque claramente todos estarían preocupados si cualquier persona del entorno cercano desapareciera.

Artur y Jeremy empezaron a hablar y planear lo que harían, pero Justin estaba en otro lugar. Su mente estaba imaginándose a Isabella. ¿Qué estaría haciendo o más bien qué le estarían haciendo? Se sentía algo culpable por cómo la había tratado la última vez que estuvieron juntos, ya que empezaba a darse cuenta de que su actitud con ella era la de un real imbécil, teniendo en cuenta que ella no era así con él.


—————

Sé que probablemente es el capítulo más mierda. Pero necesitaba escribir esto para poder continuar :)

Fairytale
Justbiebssg

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro