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C: 26

Isabella Romanov.

Will se rió cuando Madison lo empujó para hacerlo avanzar y yo solo negué con la cabeza.

—Así que estarás de cumpleaños el fin de semana —me senté en el sofá de la sala, mirándolo curiosa ¿cuántos años...

—No me hagas decirlo, ya lo saben.

—Estas peor que mis padres cuando cumplen años —Madison rodó los ojos.

—Tú me estas diciendo viejo ahora mismo.

—Puede ser.

No pude evitar carcajear mientras buscaba alguna película en netflix.

—¿Por casualidad sabes a que van a Inglaterra nuestros padres?

—Mmm, escuché algo de que un tipo estaba molestando a tu padre y amenazando los kilos de droga que tenemos guardados como asociación.

—Mi vida es un película —Madison hizo una mueca.

Me quedé en silencio y el tipo que me secuestró en Inglaterra se vino a mi cabeza. Me sentí mareada.

—¿Isabella, estas bien? —te haz puesto pálida en segundos.

—¿Qué hora es? Olvidé que tengo que ordenar mi habitación antes de almorzar —me levanté del sofá mientras Teen Wolf comenzaba a reproducirse en el televisor.

Me sentía ahogada de momento. Las dudas sobre Artur habían vuelto a mi cabeza.

—¿Haces tu habitación teniendo una empleada que puede hacerlo? —Will elevó una ceja.

—Me gusta ordenar por mi propia cuenta, así nadie encuentra mis cosas secretas —mentí.

Madison soltó una carcajada evidente y solo le lancé una mirada para que mantuviera su linda boca cerrada.

—No te creo, pero tienes mucho tiempo aún. Son las doce y media del día.

Me levanté del sofá y salí de la sala rápidamente. Fui hasta la cocina, le robé un vaso de agua a Martha y luego me dirigí hacía las escaleras. La simple idea de que Candace y Caroline habían desaparecido junto a los hermanos de Will me daban ganas de romper vidrios.

Subí las escaleras ignorando las voces de mis padres provenientes del salón y una vez en la segunda planta caminé hasta mi habitación. Cerré la puerta con fuerza a mis espaldas y me recargué en ella con los ojos cerrados. Se sentía bien estar en la intimidad de mi habitación.

Abrí los ojos y el alma se fue de mi cuerpo. Quise gritar pero ni siquiera tenía voz para hacerlo. Justin se encontraba sentado en mi escritorio con su teléfono en las manos y me miraba curioso.

—¡Maldición! ¡Casi me matas del susto! —regañé, llevándome la mano al pecho.

—De algo tenemos que morir dicen por ahí —escuché su voz por primera vez en el día.

—¿Qué haces aquí? —me cruce de brazos, incapaz de acercame a él— Segunda vez que entras a mi habitación sin mi consentimiento.

—Igual te gusta verme en tu habitación.

Las mariposas volaron a través de mi estómago y tuve que desviar su mirada para no sonrojarme.

—Hablo en serio. ¿Qué haces aquí?

—Estaba aburrido —se encogió de hombros, finalmente dejando de prestarme atención y comenzando a deslizar el dedo por la pantalla de su celular.

—¿Y es que no escontraste a mi prima para entretener y por eso recurriste a mi habitación?

Me arrepentí en seguida una vez que dije aquello. Giró su cabeza y sus ojos se oscurecieron de repente.

—¿Qué acabas de decir? Insolente.

—Ya me escuchaste.

Mi maldita boca no se quedaría callada. Y bueno yo no pretendía hacerlo porque ya me había lanzado a los tiburones.

—¿Qué sabes?

—Eso no te incumbe —elevé una ceja, tragando con cuidado.

Se levantó de la silla en un micro segundo y se acercó a mi rápidamente. Se estaba acostumbrando a hacer aquello.

—A ti tampoco te incumbe lo que yo haga, así que no seas entrometida, mocosa.

Mi piel se erizó cuando escuché el "mocosa" salir de su boca con furia.

—Vete de mi habitación ahora —no bajé el mentón.

—¿Por esa razón me ignoraste durante la mañana? ¿Porque estuve con tu prima?

El hecho de que lo estuviera admitiendo me hacía querer vomitar.

—Me da igual lo que hagas con ella —mentí, sonriendo, robándole la sonrisa de los labios—. Solo espero que no me vuelvas a besar o voy a vomitar.

Mis mejillas se encendieron en cuanto eso salió de mi boca. Justin pareció sorprendido por mi elección de palabras y se notó que no le causó gracia.

—No te confundas conmigo, Isabella —se acercó lentamente, haciéndome retroceder.

Sus ojos mieles volvieron a aclararse a medida que su cuerpo quedaba a menos distancia del mio.

—No me confundo.

—Y no pienses que eres la única chica que le provoca a los hombres querer follar. Como tú hay muchas.

Mi ego se cayó justo en ese momento y la vergüenza se apoderó de mi. Desvié la mirada y me alejé de él, caminando hacia el balcón.

—Vete de mi habitación —repetí.

—¿Por qué? —me sorprendí escuchar su voz nuevamente cerca de mi, aún así, no me giré para mirarlo.

—Quiero estar sola.

—Te hace mal fumar, al parecer —murmuró.

Mi piel se erizó en seguida. Y esta vez si me di la media vuelta para mirarlo. Él me había visto fumar esa misma mañana cuando llegó a la mansión junto a su familia.

—¿Me lo dices tú? —casi susurré. Los nervios no me permitían hablar más fuerte.

—Sí.

Su mano tocó mi cintura y tiró de mi hacía su cuerpo. Puse una mano en su pecho para detenerlo y me quejé cuando me sujetó con fuerzas de las costillas. Aún me dolían desde el último castigo de mi padre.

Sus ojos mieles parecieron desesperados buscando mis labios. O tal vez era solo yo, queriendo creer que él estaba desesperado por besarme.

—¿Qué haces aquí, Justin? —repetí.

—No lo sé —por primera vez, pareció tan inseguro como yo, y eso me gustó.

—Deberías salir de aquí antes de que alguien venga a decirme que el almuerzo está listo y te encuentre aquí —advertí.

Se quedó en silencio, mirándome fijamente a los ojos e ignorando mis palabras.

Cuando pensé que no respondería e intenté alejarme de sus brazos nuevamente, murmuró;— ¿Qué te sucedió realmente? No me creo eso de que te caíste de las escalera, mentirosa —espetó.

—No soy mentirosa.

—¿No tiene que ver con el hecho de que tu padre va a Inglaterra? ¿Trataron de hacerte daño nuevamente?

—¡Claro que no!

—¡No me mientas!

—No estoy mintiendo y no sé por qué insistes.

—Porque si están tratando de hacerte daño, significa que todos estamos en peligro y debo salvar mi trasero —casi gritó, moviéndome bruscamente.

La ilusión de que se preocupara una pizca por mi, se desvaneció.

—Bueno, quédate tranquilo porque nadie está intentado hacerte daño. Y si me hubieran hecho algo, a mi padre ni le hubiese importado, imbécil —me solté de su agarre finalmente y caminé hasta la puerta de mi habitación.

La abrí y le indiqué con el dedo que se largara.

Su visita no me había puesto para nada contenta.

Abrió los ojos asombrado y luego hizo puños ambas manos. Apretó la mandíbula y me miró con ganas de querer matarme.

Aunque insistí con mi dedo apuntando hacia el exterior de mi habitación, el miedo se apoderó de mi. Lo había llamado imbécil, y conociendo a Justin, era de esperar su reacción.

El pánico comenzó a apoderarse realmente de mi cuerpo y mis piernas comenzaron a temblar cuando soltó un gruñido y comenzó a caminar con pesadez hasta la salida de mi habitación, donde me encontraba yo, toda indefensa.

Esperando sus gritos me hice pequeña en mi lugar, pero cuando cerró la puerta de un golpe y me estampó contra ella, el aire abandonó mis pulmones.

Ni siquiera me había tocado, solo me acorraló contra la pared mirándome enojado, y de igual manera comencé a forcejear con él para que se alejara. Sin embargo, no hizo mucho esfuerzo, solo un pequeño movimiento de su parte bastó para que me dejara inmóvil y sus labios se estamparan contra los míos salvaje-mente.

No sentí las piernas. Esperaba cualquier reacción, menos que me besara. No fui capaz de mover mis labios al principio, solo traté de empujar su pecho sin fuerzas, sabiendo que sería en vano y admitiéndolo a mí misma que no quería que él se alejara.

Mis ojos se cerraron y mi cuerpo se encendió. Le seguí el beso y gemí de satisfacción al sentir su peculiar sabor en mi boca. Pareció volverse aún más salvaje cuando tiré el pelo de su nuca entre mis dedos y metió su lengua aún más profundo.

—Para que aprendas que llamarme idiota y correrme de tu habitación traen consecuencias —susurró roncamente contra mis labios, haciendo que mi estómago se contrajera del gusto.

Sus ojos mieles no dejaron de mirarme con enojo y esta vez lo besé yo. Tomó mis piernas y las enredó en su cintura mientras me apretaba contra la puerta. Soltó un gruñido cuando su intimidad chocó con la mía y me mordió el labio inferior con fuerza.

Me quejé por el dolor y dejó de hacerlo.

Eran estos los momentos que uno disfrutaba sin saberlo. Me encontraba besándolo pero aún así todo pasaba tan rápido como para poder analizarlo y disfrutarlo.

La puerta vibró en mi espalda y ambos nos quedamos congelados. Con las bocas pegadas y quietas.

—Isabella, el almuerzo está listo —la voz de Candace resonó.

Nos quedamos en silencio.

—Isabella —insistió, golpeando la puerta—. ¡Isabella!

Justin alejó su boca de la mía y se lamió los labios sin dejar de mirarme. Me dejó en el suelo lentamente y arreglé mi ropa antes de abrir solo un poco la puerta, sacando solo mi cara.

—Bajo en seguida —la miré.

—¿Qué hacías? —elevó una ceja.

—¡Bajo en seguida! —gruñí.

—Esta bien, pero no tardes y procura comportarte. Ya bastante te soportamos como para aguantar otro de tus berrinches de malcriada.

La miré de pies a cabeza despectivamente y le cerré la puerta en la cara.

Justin me miró con una ceja alzada y se alejó.

—Nos queda algo pendiente —abrió la puerta y se marchó.

Me dejé caer en la cama, agarrándome de la cabeza y solté un suspiro.

Justin...

¿En qué me estaba metiendo?














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Fairytale.

Justbiebssg.

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