C:25
Isabella Romanov.
Esa noche no pude dormir. Justin se fue dejándome confundida, ansiosa, con mil preguntas de las cuales sabía que por más que lo intentara, no obtendría respuestas.
Mi madre fue temprano al hospital ya que mi estadía de menos de doce horas había acabado. No fui dura con ella, al fin y al cabo ella siempre sería sumisa ante mi padre y por más que quisiera, la realidad era que no podría lograr mucho. No obstante, no fui la persona más amable del mundo, que Dios me perdone por la soberbia, pero seguía sentida con ella.
El doctor me recetó unos remedios para el dolor y la inflamación y las indicaciones a mi madre para las curaciones. En realidad las heridas en mi espalda no eran graves, eran igual que siempre, pero creo que esta vez todos estaban más preocupados por mi solo por el simple hecho de que me había desmayado. Aún así, estoy segura que en máximo dos semanas, no quedarían nada más que las cicatrices en mi espalda, que desaparecían con los días, como siempre.
El viaje en el auto fue en silencio. Me habló a ratos para preguntarme sobre mi noche y cómo me sentía, a lo que respondí que estaba bien. No le contaría sobre la visita que me dejó insomnio y que ahora me tenía muriendo de sueño.
Llegamos a la casa media hora después. Bajé del auto sin ningún problema y sin esperar a mi madre me dirigí hacia la entrada para encontrarme con Martha parada en medio del pasillo, con su típico delantal negro acuadrillé, mirando por la ventana.
Sus ojos se dirigieron a mi, y sonrió brevemente. Sin embargo, yo no le devolví la sonrisa. ¿Por qué? ¿Por qué no le devolví la sonrisa cuando ella nunca había hecho algo malo en mi contra y era una de las personas en las que más creía confiar? Porque simplemente se la pasaba por allí, pretendiendo que nada ocurría, que mi padre no me maltrataba y que éramos una familia normal.
Aunque tampoco me podía quejar, yo al fin de cuentas hacia lo mismo.
—Hola —asentí.
—¡Mi niña! —se acercó a abrazarme, apretándome con fuerza.
Solté varios quejidos ya que las heridas en mi espalda aún ardían. Martha pareció reaccionar en seguida por lo que se alejó algo apenada.
—Lo siento, Cariño. No noté...
—No te preocupes —asentí, entregándole mi bolso y mis cosas—. No quiero subir a mi habitación aún, quiero sentarme un rato en el jardín antes de que aparezca mi padre, mis tíos o simplemente Candace y alguna de mis primas —también le entregué la carpeta con mis exámenes y comencé a caminar hacia la terraza, ignorando su mirada de culpabilidad.
—En realidad, en la terraza están...
—Avísame si llega alguien —grité antes de llegar a la sala de estar que conectaba la terraza con el pasillo.
Cerré los ojos al ver a Caroline y a Candace sentadas en la terraza como la vez anterior. Maldije mentalmente y detuve mi paso, sentándome bruscamente en el sofá que adornaba la pequeña sala de estar.
¿Cuándo sería el maldito día en que no viera a esas perras divagar estupideces por cualquier parte de mi casa? Lejano.
—¡Isabella! Supe que habías llegado —una suave voz se escuchó a mis espaldas.
Dejé de mirar a Candace y a Caroline y me giré lentamente. Madison estaba allí, en pijama, con una sonrisa y los ojos aún adormilados.
Sonreí inconsciente y me levanté para besar su mejilla.
—Sana y renovada. Como si nada hubiera sucedido —le guiñé un ojo volviéndome a sentar en el sofá.
—Así te veo —se sentó a mi lado.—. Mi padre está muy preocupado, pero debió salir en la mañana junto al tuyo y...
—Tranquila, ya conozco la rutina. Además, sé que él me quiere y se preocupa por mi. No entiendo como puede ser hermano de una persona como mi padre —la interrumpí.
—No quiero ofender, pero pienso lo mismo —se elevó de hombros.
Reí con gracia y negué con la cabeza. A veces me impresionaba lo bondadosa y buena persona que era esta chica.
—¿Supongo que Caroline y Candace ya saben lo que ocurrió ayer? —cambié de tema.
Frunció la cejas y miró hacia el jardín, donde se encontraba mi hermana y mi prima, riéndose quizás de qué cosa.
—Ambas lo saben. Pero a ninguna pareció importarle —hizo una mueca.
—Eso es genial. Créeme.
Elevó ambas cejas y terminó asintiendo.
—Iré a tomar una ducha. Necesito vestirme y dejar de ser una vaga.
—Sí, por favor —me quejé.
Me miró indignada y ambas estallamos en carcajadas. Finalmente desapareció a través del pasillo.
Me quedé otro rato allí, tirada en el sofá, mirando el techo blanco de la sala perdida en mis pensamientos. Hace bastante tiempo no hacia aquello, perderme en mis propios pensamientos vagos. Últimamente mi vida se había vuelto un torbellino y por mi propia culpa.
El reloj maraca el medio día. Me levanté del sofá para finalmente regresar a mi habitación; pero simplemente no pude salir de allí, Candace pronunció el nombre de Justin en una carcajada, lo que me obligó a quedarme y escuchar lo que estaban hablando.
—Eres una idiota —Caroline rió.
—¿Entonces se acostaron? Sabía que lo harías, era cosa de que te le metieras en sus asuntos —Candace volvió a estallar en carcajadas.
Mi corazón latió con fuerza.
—No, no nos acostamos. Nos besamos y luego fuimos a la oficina que tiene su padre en ese club, algo de sexo oral nada más, murmuró que tenía cosas que hacer y desapareció. Supongo que tenía que ver con los negocios de su padre, ya sabes.
Esa sensación de vacío y ansiedad, que te revolvía el estómago se apoderó de mi. La voz risueña de Caroline me daba mucho para pensar. Lo único que quería era tomarla de los pelos y gritarle que Justin me había ido a ver al hospital y por esa razón la había dejado botada, pero ni siquiera yo sabía si era así.
A pesar de que podía oír con claridad la voz de mi hermana y mi no deseada prima. Mis oídos se habían tapado y en vez de poner atención a lo que siguieron hablando, me concentre en lo mal que se sentía el vacío en el estomago que me había aparecido de un momento a otro.
Claramente no quise seguir allí, no valía la pena aumentar la ansiedad que había invadido mi cuerpo y los celos que habían florecido. Aparte de la indignidad por el hecho de que Justin se había metido con ella y después me había ido a visitar. Descarado.
Una vez en mi habitación, cerré la puerta de un portazo y enterré mi cara en la madera como si aquello no me lastimara.
Me gustaría decir que no entendía lo que me sucedía, pero sería mentirme a mi misma como de costumbre. En efecto, estaba celosa, sí, muy celosa y eso solo dejaba en evidencia mi aprecio por Justin. No lo podía negar, él, su mal humor, su presencia imponente, su bruteza y la forma en que trataba de poseerme, me volvían loca, por más enfermo que sonara, porque de todos modos yo sabía que más allá de su imagen de chico malo, uno realmente peligroso, había un Justin distinto, no se si aún más malo o al contrario, alguno que tuviera sentimientos; pero él era curiosidad pura y su forma de actuar conmigo me hacían querer ir más allá y descubrir su interior.
Aun así, ahora mismo quería golpearlo, a él por hacerme sentir retorcijones y además, por haber estado nuevamente con Caroline. Y también quería golpear a Caroline por ser una maldita perra. Ella no sabía que yo tenía, sea lo que fuera, con Justin, y por más que quisiera decírselo para sacarle celos de que yo podía y ella no, acabaría con todo secreto sexual entre Justin y yo. Aunque ella conocía a Justin desde hace tiempo y ya se había acostado con él; pero en ese tiempo yo no estaba en el mapa, a diferencia de ahora.
Tiré todos los cojines al piso, para descargar mi rabia.
Llegué a la conclusión, y no me digan bipolar, de que no valía la pena todo esto. Últimamente todos los problemas me los había buscado yo y si de verdad quería progresar en esta maldita ciudad, aunque venía recién llegando, tenía que dejar a un lado todo lo que me hacía mal. Y entre tantas cosas, como buscarle el odio a mi padre, estaba Justin; no valía la pena pasar rabia por alguien a quien a penas le interesabas, por lo que decidí no volver a dirigirle la palabra, solo para saludarlo y por educación. Sería difícil, exactamente porque siempre venía y me trataba como un trapo sucio sin importancia, y luego se aparecía todo seductor y rompía todas mis barreras para hacerme caer a sus encantos.
—¿Puedo entrar?
Estaba tan metida en lo mío, que no noté a Madison en la puerta de mi habitación, con una toalla envuelta en su cabeza.
Asentí, soltando un suspiro y abrazando el único cojín que quedaba sobre mi cama.
Madison elevó una ceja divertida al ver el desastre que tenía en el suelo y luego se sentó en los pies de mi cama, mirándome fijamente.
—¿ansiedad?
—No, solo estaba aburrida.
Rodó los ojos y tomó un cojín del suelo para golpearme.
—Serás idiota.
—Idiota, pero hermosa —elevé una ceja.
—Déjalo. Quería contarte algo, no sé.
—¿Qué cosa?
Se quedó en silencio y desvió la mirada.
—¿Qué cosa? —insistí.
—Es muy confidencial.
—Sabes que en mi puedes confiar, siempre.
—No me quiero ir.
—¿Qué? ¿A qué viene esto? ¿Cuando vuelven a Rusia? —Ni siquiera se me había pasado por la cabeza que Madison, mi prima que se había convertido en mi única amiga por primera vez en la vida, se tendría que marchar.
—No, no sé. Solo no quiero irme. Me gusta Francia y he encontrada una amistad muy bonita aquí contigo, Isabella. No me quiero ir.
No entendí.
—Muy lindo lo que acabas de decir ¿Pero qué hay de confidencial en eso?
Soltó un suspiro que me dio mucho que pensar, menos lo que en realidad ella estaba por decirme. Solo capté la dirección que tomaría esta conversación, cuando las pálidas mejillas de Madison, se tiñeron de rosa, haciéndola lucir más bonita de lo normal.
—Ay no —adiviné—. ¡Te gusta alguien! —chillé.
Me tapó la boca de una forma exagerada. Haciéndome rodar los ojos y querer golpearla por quitarme la felicidad. Nadie nos escucharía aquí, si fuera así, ya todos sabrían la infinidad de cosas que hago estando encerrada, no en doble sentido.
—¡Cállate! —sus ojos verdes me miraron con coraje.
—Estúpida —quite sus manos de mi boca— ¿Quién es?
Nuevamente volvió a sonrojarse.
Y se quedó en silencio, jugando con sus manos, probablemente pensando si decirme o no.
—Es complicado, Isabella.
—¡Ay Madison! ¿Por qué podría ser tan complicado? Solo suéltalo y ya, no le des tantas vueltas...
—Es complicado porque a mi me atrae, pero él solo me ve como una amiga, entonces...
—Llevas menos de una semana y ya te hiciste amiga de alguien y además te.... —me interrumpí yo misma cuando mi mente arrojó por sí sola el nombre de quien podría estar robándole el corazón a la pequeña Madison.
Pareció notar mi desconcierto ya que se puso aún más roja y me quitó el cojín, el que anteriormente yo había llenado de saliva gritando, y se tapó la cara para esconderse de mi.
—¡Will!
—¡Prométeme que no le dirás!
—¡Will!
—¡Isabella! —tomó mis hombros.
—¿Qué?
—¡Promételo!
—Pero Madi...
—¡Promételo! —vi la desesperación en sus ojos.
—Está bien, lo prometo —levanté ambas manos en rendición.
Me quedé mirándola, sin creerlo, ósea, la personalidad de Madison era parecida a la de Will. Y como para mi no existía más mundo que el mío, jamás pensé que aquellos dos se pudieran llevar demasiado bien como algo más de amigos.
—No me corresponde. Además, no es que me guste, si no que me deja sin palabras a veces. Aparte de que es guapo, tiene actitudes que jamás había visto en un chico antes, por lo que es obvio que voy a sentirme atraída hacia él, en realidad cualquiera. Incluso tú.
—No te voy a negar que es precioso y su forma de ser enamora a cualquiera, pero creo que yo solo lo veo como un amigo porque es su hermano el que me deja sin respiración la mayoría de las veces —admití.
Madison frunció levemente el entrecejo mirándome fijamente. Me elevé de hombros mientras asentía.
El día pasó tranquilo y así pasaron el resto de los días y la semana completa. Mi espalda ya estaba casi sana por completo, había sanado más rápido de lo esperado y solo me quedaban las costras.
Mi padre no me había dirigido la palabra en ningún momento. Él se había hecho cargo de todo, pero con tan solo una mirada me hacía callar.
Caroline y Candace ni hicieron preguntas. Aunque era obvio que Candace sabía exactamente lo que había ocurrido, ella no era tonta.
Mi madre estaba igual de cariñosa que siempre y mi tío aún más, de su esposa no tenía nada que decir.
Era Jueves y llovía en Francia, pero el calor era eminente, eso solo indicaba que el invierno se aproximaba más rápido que de costumbre.
Me levanté a las nueve. De mi balcón podía apreciar la lluvia caer al gran jardín delantero que tenía nuestra casa. A pesar del viento tibio, ya que estaba acabando el verano, la lluvia era torrencial y el sonido que emitía a caer contra el pavimento del estacionamiento y el techo de la casa, relajaba mis músculos.
Apreté el nudo de la bata en mi cintura y me recargué contra el balcón para sentir algunas gotas de agua.
Hace bastante tiempo no fumaba un cigarrillo. En realidad para mi el cigarrillo no era un vicio, ni siquiera me gustaba. Lo había probado en Rusia hace algunos meses, pero tampoco me desagradó. El único efecto que causaba en mi era calmar mi ansiedad. Por esa razón, cuando vi la cajetilla de cigarros de mi padre tirada sobre su escritorio la noche de ayer, no había dudado en robarle uno. Probablemente ni lo notaría.
Lo tomé entre mis delgados dedos y con mucho cuidado lo encendí. Tosí un poco por la poca costumbre y mi entrecejo se arrugó al notar lo fuerte que era. Aún así no me resistí y comencé a fumar.
Estuve varios minutos fuera, sintiendo las gotas de agua que me llegaban por el viento y mirando entretenida a los guardias ocultos. Estaba por entrar a mi habitación cuando una camioneta negra se estacionó y los portones de la mansión se abrieron.
Mi corazón latió a mil por hora en cuanto Jeremy junto a su familia se bajaron de la camioneta. Apagué el cigarrillo en seguida y me metí a mi habitación como un rayo. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue ¿Vendrán sus hijos? ¿Vendrá Justin?
—¡Isabella! —la puerta de mi habitación se abrió de un golpe— Tienes algunos botines que me prestes porque jamás pensé que llovería acá en Francia —Madison entró en pijamas con el pelo revuelto.
—¡Madison! ¡Acaban de llegar los Bieber! ¡Estamos en pijama!
Su cara de somnolienta se quitó en una fracción de segundo.
—Will —murmuró anonada.
—Exactamente. Vete a la ducha.
Ni siquiera respondió. Salió corriendo de mi habitación, haciéndome reír un poco.
Tardé cinco minutos en la ducha y cinco minutos más en maquillarme y vestirme. Justo cuando estaba por tomar mi teléfono para salir de mi habitación. Mi madre entró luciendo más linda que de costumbre.
—¡Isabella a desayunar! Tenemos invitados.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? —elevó una ceja confundida.
—¿Por qué tenemos invitados?
—Tu padre se va a Inglaterra esta noche junto a Jeremy y tu tío John. Es un desayuno familiar y sabes que si ellos no estarán aquí tendremos que ser más cuidadosas con nosotras mismas. Conoces como mi funcionan los negocios de tu padre —sonrió incómoda.
Asentí sin decir nada y la seguí fuera de la habitación.
Mi estómago se dio vuelta mientras bajábamos las escaleras y casi caigo rodando por las escaleras cuando vi a Caroline vestida minifalda y botas a un lado de las escaleras. Me sonrió con cinismo y se arregló en labial con un pequeño espejo.
Caminamos hacía el comedor principal y mis piernas se hicieron lana en cuanto entramos y vimos a todos los invitados alrededor de la mesa. Madison me sonrió como si estuviera siendo salvada de su momento de pena y yo hice lo mismo. Mi padre se quedó mirándome fijamente y luego desvió la vista con indiferencia. Saludé a cada uno de los que se encontraban allí con un beso en la mejilla y como era de esperar las preguntas sobre mi falsa caída por las escaleras no se hicieron ausentes.
—¡Me alegro de que estés bien, preciosa! —Will me abrazó muy cariñoso, haciéndome sonrojar con la mirada de todos sobre nosotros..
Madison carraspeó la garganta y bajó la mirada. Después hablaría con ella sobre lo muy buenos amigos que eramos con Will.
Mi estómago dio un vuelvo en cuanto estuve frente a Justin y mis piernas flaquearon. Su olor no tardó en invadirme. Pareciera que no lo había visto hace un buen tiempo, pero solo habían pasado algunos días desde su visita en el hospital. Sus ojos fríos me miraron fijamente y me sentí completamente desnuda ante él cuando me inspeccionó de pies a cabeza en una fracción de segundos y sin vergüenza. Aún así no olvidé que había estado con Caroline. Por lo que me hice la indiferente luego de dejar un delicado y atrevido beso cerca de la comisura de sus labios. Espero que nadie lo haya notado.
Justó cuando terminé de saludar a la numerosa familia, Caroline entró junto a Candace al comedor, robándome todo el protagonismo y robándose miradas que me hicieron querer vomitar, en especial una.
—Odio a tu hermana —le susurré a Madison, ubicándome a su lado.
—Es mutuo y no es un secreto —respondió.
El desayuno transcurrió tranquilo, a pesar de mi incomodidad y la de Madison. Las únicas voces hablantes eran las de mi padre, el tío John y Jeremy.
Justin estaba sentado a un lado de Caroline, por petición de ella, pero se había dedicado a ignorarla la mitad de la hora. Por mi parte, había desviado su mirada varias veces en que me atrapó mirándole. Y en realidad no me importaba parecer estúpida y desesperada.
—Aprovechando que estamos todos juntos, me parece una buena idea comentarles que como no estaremos en Francia. Los hombres responsables de nuestras mujeres serán tus hijos, Bieber —el tío John murmuró.
—Confío en estos muchachos —mi padre sonrió.
A pesar de todo el despreció que sentía hacia mi padre, el que cada día crecía un poco más. Verlo sonreír me parecía algo inusual, por lo que me quedaba muy atenta mirándole cuando eso sucedía.
—Este fin de semana es el cumpleaños de Will, pensaba que podríamos hacer algo en el club de yates —sugirió Pattie.
—¿Por qué no me dijiste que tu cumpleaños era pronto? —hablé por primera vez en la mesa, mirando a Will entusiasmada.
—No me gusta mucho celebrar mi cumpleaños —se elevó de hombros.
—Es una fecha especial, todos deberíamos celebrar cada uno de nuestros cumpleaños —Madison comentó.
—A Will desde pequeño no le ha gustado celebrar su cumpleaños —Pattie hizo una mueca de tristeza.
—Bueno, le guste o no lo celebraremos igual. Disfrútalo Will —Mi madre lo miró con cariño.
—Ya que me obligan —Will se hizo de rogar con una sonrisa.
No pude evitar reír junto a los demás, pero la sonrisa disminuyó al notar los ojos mieles de Justin mirándome con su típica mirada fría y curiosa. Se lamió los labios y yo solo miré mi café.
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YUJUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!!
se viene otro más pronto de lo que creen. Me creen? JJAJA!
y disculpen por dejarlas así, pero el otro se viene bueno.
Fairytale.
Justbiebssg.
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