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C: 06

Justin Bieber.

Cerré los ojos dejándome envolver por las olas de placer que venían y se iban a medida que Margot movía sus caderas lentamente sobre mi. Sentí como se desesperaba y se volvía loca sobre mi cuerpo, pero no me preocupé, dejé que  hiciera lo que ella quisiera. Estaba logrando llevarme a lo más alto de mi placer con sus profundos movimientos.

El orgasmo llegó cuando ella terminó, la apreté con fuerza para estabilizarla mientras la embistí con rudeza, descargando todo mi estrés en su esbelto cuerpo.

Quedó tirada a mi lado sin aliento, quejándose y tratando de darse aire con sus propias manos.
Yo por mi parte, me senté en la cama y moví mis articulaciones, disfrutando de lo liviano que me sentía.

—Hace tiempo no me llamabas —pude jurar que me lo estaba reprochando.

—No es mi obligación llamarte —me levanté de la cama para comenzar a vestirme—. Sabes que no me gustan los compromisos.

Y sobre todo, odiaba que pensara que podía opinar de mi vida como si fuéramos íntimos amigos. Yo era Justin Bieber y ella era solo Margot.

—¿Y piensas quedarte toda la vida solo?

Pude jurar que elevó una ceja.

Rodé los ojos y los cerré por milésima vez para calmarme y no agarrarla con ella. Siempre hacía aquellas preguntas imbéciles, como esperando algún tipo de compensación de mi parte, más allá del el dinero que podía darle.

Solo mi mirada bastó para que decidiera no seguir hablando. Y me gustó, me gustó que supiera quien era él que mandaba y ademas, que no podía entrometerse en lo que no le correspondía. Ella solo era sexo rápido y repetíamos porque quizás era la chica más experta en hacerme llegar hasta lo alto con el movimiento de sus caderas. Margot no era nada más que eso, un buen polvo.

Observé como se vistió, incluso pensé en tumbarla en la cama y volver a follarla por la lentitud en que se movía, pero no lo hice porque tenía más asuntos de los cuales ocuparme esa misma tarde.

La saqué del yate antes de que mi madre me descubriera en la habitación con aquella extrañaba. Le entregué unos cuentos billetes, la besé y apreté sus senos por última vez, antes de largarme y volver a olvidarme por completo de su existencia.

—¿Dónde te has metido? —Román Ferraud se apareció en el yate sorpresivamente, con varias botellas de cerveza en sus brazos.

Elevé una ceja al verlo y no pude evitar reír.

—He tenido muchos asuntos de los cuales hacerme cargo últimamente —me elevé de hombros— ¿Qué haces aquí?

Expulsó el humo de su cigarrillo y me ofreció una cerveza, la cual no dudé en aceptar.

—Digamos que le di un buen uso al Jacuzzi de mi yate con una latina fantástica —Román sonrió—. Estaba despidiendo a aquella latina cuando te vi besando a Margot, veo que estabas en las mismas —elevó ambas cejas.

Me fijé en la cajetilla de cigarros que tenía a un lado y no dudé en robarle uno.

—Necesitaba desestresarme, sabes lo buena que es Margot haciendo aquello —me elevé de hombros.

—Y vaya que lo es —Román se lamió los labios—. Tiene unas tetas...

—Ni que lo digas —encendí mi cigarrillo y le di una profunda calada, sintiendo como mis pulmones se inflaban con entusiasmo.

Sí, con Román solíamos compartirnos a aquellas que merecían ser compartidas o que merecían repetición.

—¿Tienes planes para esta noche? —él elevó ambas cejas.

—Lamentablemente sí. Cena con Artur Romanov y su familia. Llegó hace una semana y ya lo he visto más que a mi propio padre —dramaticé.

Román se quedó extrañamente en silencio ante la mención de Artur. Lo cual me extrañó. Román era un imán de palabras. Tenía palabras para cada cosa, persona o situación.

—Sabes, hermano. No es por envidia u odio. Sabes que mi papá igual hace negocios con él, pero no me causa buena espina ese tipo. Estuve pensando en su situación y es inútil que haya escapado de Rusia con la excusa de que aquí en Francia encontraría a los que trataron de acabar con su negocio en Inglaterra, nada de esto me calza —le dio un gran sorbo a su cerveza.

Me quedó mirando a Román, mientras procesaba aquellas palabras. Tenía demasiado sentido su hipótesis. A mi tampoco me causaba buena impresión la situación, pero no había mucho que pudiera hacer, aparte de obedecerle a mi padre.

—Yo tampoco confió en él, pero es íntimo amigo de mi padre desde hace muchos años. Aún así hay que tomar las cosas con cuidado. Tenerlo en Francia es aún más peligroso para todos.

Román hizo una mueca y exhaló el humo de su cigarrillo por la nariz a medida que negaba con la cabeza.

En ese momento, dos motores se sintieron sonar próximo a nosotros. Ambos ladeamos la cabeza encontrándonos con dos camionetas, de la cual una podía identificar.

Mis padres se bajaron de la primera junto a Will, y de la otra se bajó Artur Romanov junto a su esposa, pude adivinar que venían con sus dos hijas.

—¿Dónde está Jordan? —Román elevó una ceja al no verlo.

—Esta mañana voló a Africa.

—Supongo que estás feliz y Will también.

—Es una bendición no tenerlo jodiendo por aquí —admití.

A pesar de que Will no era parecido ni a Jordan, ni a mi, era mi preferido en todos los sentidos. Will era buena persona. Jordan era todo lo contrario. Jordan disfrutaba de su ego, de su dinero, no sufría ansiedad con lo que hacía y a la hora de apretar un gatillo o torturar a alguien no lo dudaba.
Will, a penas sabía empuñar un arma. Lo de Will eran las letras y el estudio de leyes; por esa razón mi padre había accedido a que Will estudiara en la universidad una carrera que le gustara y que además nos beneficiaría a todos.
Yo era el intermedio; pero secretamente me sentía igual a Will, con la diferencia de que yo era aún más cobarde. Mi arrogancia y mi orgullo alteraban aún más mi ego; pero yo no disfrutaba para nada con lo que hacía. Hasta el día de hoy me costaba apretar el gatillo y por ello, la mayoría de las veces Jordan siempre terminaba haciendo el trabajo por mi. Me gustaba tener poder y sentirme grande; pero odiaba tener que torturar a gente y me aterrorizaba escucharlos rogar por su vida. No me gustaba tener que hacerlo, pero tenía que hacerlo.
Yo podría ser feliz con dinero y mujeres, nada más; pero lamentablemente en mi vida estaban las armas, las drogas y un montón de gente sucia con negocios sucios arruinándome la existencia.

—¡Yo conozco a esas dos!

Mi atención en seguida se dirigió a Román. Quien miraba con la boca abierta hacia la entrada del muelle.

—Son sus hijas y...

—Sí, ya lo recuerdo. Las vimos para el aniversario del club de yate y la bienvenida de Artur —sonrió levemente.

Elevé una ceja al verlo tan emocionado y ansioso por conocerlas. Por alguna razón me molestó demasiado su actitud.

—No te emociones, Román. Son unas zorras. La rubia es la más ofrecida, la otra es una Mocosa mal educada —espeté, a medida que las veía caminar hacia nosotros.

—No me importaría tener que enseñarle modales a aquella morena —Román suspiró.

No me asombraba que estuviera tan embobado. Al fin y al cabo ambas eran hermosas, pero no podía evitar que se me hiciera tan repugnante. Yo ya las conocía y sabía de la horrible personalidad de ambas.

Artur y su esposa se acercaron a nosotras con amabilidad, al igual que Candace quien sonreía exageradamente, mientras se esforzaba por sacar pecho y hacer notar su escote.

Y no pude evitar rodar los ojos cuando Román besó la mano de Candace y de Isabella con dobles intenciones. Lo más patético fue ver a la morena de ojos preciosos devolverle la sonrisa con demasiado agrado.

—Buenas tardes, Justin —Candace besó mi mejilla con una sonrisa.

—Hola.

Isabella a penas elevó sus cejas y siguió a sus padres dentro del Yate.

—No sé qué está mal contigo, Justin. Yo ya hubiera hecho un trío con esas dos —Román le dio un largo trago a su cerveza mientras miraba a mis espaldas.

Solté un suspiro y finalmente rodé los ojos.


-



—¿Podrías ser un poco más agradable? —Will susurró disimuladamente en mi oído.

Lo miré con reproche.

No, no podía ser más agradable. La rubia que ya había follado con Jordan más veces de las que se han visto, estaba rozando su pierna contra la mía y me miraba con complicidad durante toda la cena. ¿Cómo se suponía que debía actuar? Ni siquiera sabía que decir.

Candace era preciosa y caliente como el infierno; pero su personalidad era tan asquerosa como la de su hermana y la mayoría de las pequeñas zorras egocéntricas.  Probablemente ya me la hubiera llevado al baño y le hubiese quitado las ganas en pocos segundos; pero Jordan no era como Román. Con Jordan no compartíamos mujeres, especialmente solo por petición de él. No le gustaba saber que las mismas vaginas que folló, también querían ser folladas por mi asombroso aparato reproductor.

Levanté la vista incómodo cuando su mano comenzó a acariciar mi muslo. La chica se estaba arriesgando demasiado.

Los profundos ojos verdes de Isabella chocaron con los míos cuando dejé caer mi tenedor con fuerza sobre el plato. La miré fijamente por primera vez en la noche, y a pesar de las malas vibras que sentía al estar cerca de ella, aproveché ese instante para analizar su fina cara. Masticaba la comida lentamente y sus labios estaban brillantes gracias al aceite de la ensalada. Sus cejas elevadas definían su mueca y sus ojos me miraban como si estuviera tratando de expresarme lo muy mal que yo le caía.

El sentimiento es mutuo, mocosa.

No pude evitar sonreír. Me ponía demasiado cuando una chica me atacaba con la mirada, sobre todo cuando sus ojos eran tan lindos y sensuales como los de la morena frente a mi.

Sentí algo extraño entre mis pantalones. Pero mis ojos se abrieron con totalidad cuando descubrí que su pie descalzo acariciaba mis muslos.

¿Primero Candace y ahora ella?

Sonrió, posiblemente porque notó el desconcierto en mi cara; pero esta mocosa iba a saber con quien se estaba metiendo.

Abrí mis piernas y las volví a cerrar con fuerza. Aprisionando su pequeño pies entre estas y apretándolo con todas las fuerzas que pude reunir.

Sus ojos se abrieron con exageración y al igual que a mi, su tenedor y cuchillo cayeron sobre el plato, llamando la atención de todos en la mesa.

—¿Isabella, estas bien? —pude distinguir la preocupación en la voz de su madre— Pareciera que estás ahogada.

Recién ahí aflojé mis piernas. Su pie en seguida se alejó y ella pareció recuperar la respiración. Miró a su madre mientras su cara sufría leves transformaciones. Quizás estaba tratando de soportar el dolor.

—Estoy bien, no te preocupes.

No pude evitar reír disimuladamente, mientras sentía como sus ojos lanzaban dagas hacia mi.


-


—¿Entonces ambas son rusas? —vi la diversión emanar en el rostro de Román mientras miraba a ambas.

—¿Lo dudas? —Candace elevó una ceja mientras sonreía hacia él.

—Isabella tiene unos rasgos bastantes latinos —Román sonrió aún más.

Noté como Isabella elevaba ambas cejas. Quizás porque Román se había tomado la libertad de destacar sus cualidades y apenas se conocían.

—Al parecer conoces bastante a las latinas —se burló.

—Digamos que son mis favoritas en la cama.

Miré a Will y estallamos en carcajadas. Román se la tenía creída.

—Mi madre es de Brazil —Isabella finalmente confesó—. Y evidentemente yo soy la más parecida a ella. Candace es el retrato de Artur.

Elevé una ceja al escucharla llamarlo por su nombre y no decirle "papá".

—Gracias a Dios, las rubias somos más candentes, ya saben —Candace sonrió.

Claro que no. Me gustaban las rubias, pero las morenas eran constantemente mi perdición, sobre todo cuando sabían mover las caderas de una forma increíble.

—Creo que realmente da lo mismo la nacionalidad. La gente solo se identifica por el lugar geográfico pero en realidad todos venimos de la misma parte —Will bebió de su cerveza.

—¿y estás soltera? —Román exhaló el humo de su cigarrillo.

—A ti jamás te ha importado si alguien está soltera o no —rodeé los ojos ante su patético intento de coquetear.

—Sí, soltera —Candace sonrió con orgullo. Cruzando sus piernas desnudas y acomodando su cabello.

—Um, le preguntaba a Isabella —Román trató de sonreír, pero en realidad hizo una mueca.

Tuve que mirar a otro lugar para contener mi risa. La cara de desconcierto de la rubia fue digna de enmarcar. Aún así, puse toda mi atención en Isabella, quien miraba a Román algo ruborizada.

—¿Por qué te importa?

¿Acaso no podía responder y ya? ¿Por qué tenía que alargar la pregunta y aprovechar de sonreírle a Román como si le estuviera ofreciendo algo más que una agradable conversación?

—No quiero causar una mala impresión —Román se elevó de hombros.

—En realidad...

—Obviamente está soltera ¿Crees que alguien va a querer soportarla? —Candace la interrumpió.

A pesar de que yo creía que Candace estaba celosa. No pude evitar reír. Esta conversación realmente estaba siendo una burla.

—Concuerdo con Candace, a penas conozco Isabella y ya me gustaría que desapareciera —la miré— ¿Cómo una persona puede ser tan horrible y desagradable al mismo tiempo?

—Justin, cállate —Will golpeó mi brazo, pero lo ignoré.

La sonrisa de Isabella se desvaneció, pero aún así mantuvo su vista fija en la mía. Noté como se mordía la lengua. Quizás no quería hablar y estaba bien que esa fuera su elección, ya que si ella decía algo que no me gustara, no aguantaría las ganas de ponerla en su lugar brutamente. La mocosa ya me tenía bastante aburrido.
El desconcierto y la humillación estaban plasmados en su rostro y sinceramente lo estaba disfrutando.
Pensé que no hablaría más porque Will empezó a hablar luego de un momento en el que todos se quedaron mirándola, para ver su reacción, pero no fue así. Se levantó y tomó mi celular, el cual descansaba en la mesita de centro.
Estuve dispuesto a regañar y a arrebatárselo, ¿quién se creía para tomar mi celular?, pero la muy infantil corrió hacia la esquina del yate e hizo algo de lo que yo estaba seguro que se iba a arrepentir, lanzó mi teléfono al agua en un microsegundo.

Ella no acababa de hacer aquello.

Me quedé sin habla. Me quedé de pies mirándola atontado. Podía sentir la sangre hirviendo por mis venas, mientras caía en cuenta en la realidad del asunto. Incluso sentía el latido de mi corazón, estaba demasiado impactado por su falta de respeto.

El teléfono no me importaba, me cabreaba el hecho de que se haya atrevido a tomarlo sin mi consentimiento y además a lanzarlo al agua. ¿Acaso no sabía quién era yo?

—Te vas a arrepentir de esto, pequeña zorra —musité, sin dejar de mirar sus rebeldes ojos verdes.

—¿Me ves arrepentida, imbécil? —espetó, cruzándose de brazos.

Odie lo segura que se veía mientras me miraban con furia, me estaba retando con su mirada y se iba a arrepentir.

Caminé hacia ella con rapidez y la tomé del cuello con fuerza. Todo pasó tan rápido y solo reaccioné a no estrangularla, pero si a tomarla con fuerza para darle un gran susto.

—¡Eres una pequeña idiota! —gruñí.

—¡Suéltame! —gritó.

—Si no fuera porque nuestra familia está allí adentro, te juro que...

—¡Basta, Justin!

Sentí los brazos de Román alejarme de ella, mientras Will se acercaba a comprobar de que la pequeña zorra estuviera bien.

—¡Román sácala de aquí! —desvíe la mirada.

—¡No me iré de aquí!

Tenían que sacarla o yo realmente no iba a responder por mi. Estaba demasiado enojado como para usar mi moral y no golpear a alguien del sexo opuesto, sin ignorar el echo de que nuestra familia se encontraba en el interior del yate compartiendo una elegante sobremesa.

Isabella Romanov realmente era una mocosa. Llevaba menos de una semana en Francia y ya se había vuelto un gran problema para mi. Un problema que por más que tratara, sabía que no me podría quitar de encima con facilidad.

————

Las cosas cada vez se ponen más intensan entre Bella y Justin.
Pero tranquilas, sabemos que del odio al amor hay un solo paso, ¿o me equivoco?
Quizás Justin realmente es un soberbio que jamás cambiará😯

Fairytale
Justbiebssg.

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