01. El cuadro en la habitación de Lucy
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
—Pasan tanto tiempo juntos que cualquiera creería que son una pareja. —dijo Edmund con diversión, entrando a la habitación de manera ruidosa y logrando sobresaltar a Eustace, que se levantó de la cama con un rápido movimiento.
Solo habían estado leyendo un libro, pero la manera en la que se levantó hizo toda la situación un poco sospechosa, logrando divertir aún más a Edmund.
Alvin miró con aburrimiento al pelinegro recién llegado, alzando las cejas al ver la sonrisa llena de maldad que Edmund les estaba dedicando.
—¡¿Pe-pero que dices?! —se quejó Eustace rápidamente, parado al lado de la cama y apretando sus manos en puños a cada lado de su cuerpo—. ¡Deja de insultarnos de esa forma!
Edmund frunció un poco el ceño, intentando lucir confundido, esa sonrisa aún no se desvanecía de su rostro—. ¿Insultar? Pero si no es algo malo, en Narnia hay muchas parejas del mismo género, es incluso natural.
—Oh, Narnia... ¿Oíste eso Eus? ¿No será ese un mundo mágico muy interesante? —preguntó Alvin con un tono de burla que logró ganarse una de las peores miradas en el repertorio marca Scrubb.
—¡Tú cállate! —Eustace se quejó, señalándolo a él y luego señalando en dirección a Edmund—. ¡Y tu vete, Alvin tiene exámen mañana y lo distraes con tus estúpidos cuentos e historias de mentira!
Alvin, que se encontraba sentado en la cama de Eustace, saboreando un caramelo de limón robado de Alberta y recargando su espalda contra el respaldo de la cama, soltó un fuerte suspiro al ver como una de las peleas interminables de esos dos estaba por dar comienzo.
—No tengo porqué irme, esta es mi habitación también. —dijo Edmund, encogiendose de hombros y caminando en dirección a la segunda cama en la habitación.
—Déjalo Eus. —llamó Alvin—. Ed tiene razón, también es su cuarto.
—¡Tú no me das órdenes! —se quejó Eustace, mirando de Edmund a Alvin como si sintiera que ambos estaban volviéndose en su contra, y de pronto recálculo lo que Alvin había dicho—. Espera, ¿cómo lo llamaste?
—Ed. —repitió Edmund, muy conforme consigo mismo, ahora acostado en su propia cama con los brazos detrás de su cabeza y mirando todo con una diversión casi arrogante.
Alvin rodó los ojos, sabiendo que se vendría otro gran berrinche del menor por aquél apodo.
Su hermana Lucy siempre llamaba a Edmund de ese modo, fue por eso que a Alvin se le pegó, después de pasar casi todos los días durante tres meses en la casa Scrubb, fue casi inevitable que comience a llamarlo de aquella forma.
—Oye, mira. —comenzó a decir Alvin, pero de pronto la voz de la madre de Eustace resuena desde el piso de abajo y el rubio tiene que marcharse con pasos pesados, ya que hacer esperar a Alberta no era una opción.
Alvin soltó un fuerte suspiro, dejando caer su cabeza contra el respaldo nuevamente, ya que se había tensado al ver la mirada desconfiada en los ojos de Eustace.
—¿Hoy irás a reclutarte? —preguntó Edmund después de un largo silencio, llamando la atención del castaño.
—Sí, ¿ya conseguiste algo?
Edmund simplemente asintió, sin darle alguna otra pista de que se trataba, así que Alvin alzó las cejas, mirándolo de manera expectante hasta que finalmente el pelinegro sacó del bolsillo delantero de sus pantalones una pequeña libreta marrón.
Documento de identidad.
—¿Lograste falsificar uno? —preguntó Alvin con asombro, levantándose de la cama de Eustace y acercándose hasta donde Edmund estaba.
No era que ellos se habían vuelto demasiado cercanos en esos meses, cada vez que Alvin estaba en casa de los Scrubb se aseguraba de ignorar a los Pevensie para complacer a Eustace, siempre solía detener las peleas de Edmund y el rubio cuando se volvían demasiado y en general, siempre se encontraba del lado de su amigo.
Pero Eustace tenía una razón en algo, Alvin y Edmund tenían un par de cosas en común, entre ellas, ambos querían ir a la guerra.
Ya fuera por las razones que sean, Alvin por reencontrarse con su hermano y Edmund vaya a saber porqué, -Alvin no había preguntado- era algo que ambos querían hacer y por su edad no era una gran posibilidad para ellos.
Una tarde fuera de una habitación de reclutamiento Alvin se había encontrado con un Edmund cabizbajo que admitió intentar convencer a los soldados de que lo dejen ir con ellos, sin lograr demasiado, fue allí que Alvin le comentó que con una identidad falsa podría hacerlo y al parecer, Edmund lo había logrado.
—No precisamente falsa. —dijo Edmund, extendiendole la pequeña libreta para que Alvin la lea.
—¿Alberta Scrubb? —leyó el castaño sin poder contener una sonrisa burlesca.
—Diré que es un error, Albert A Scrubb, y tendrán que aceptarme. —explicó Edmund, sacándole de las manos la libreta y volviendo a guardarla en su bolsillo.
—Solo si no miran la fecha de nacimiento. —concluyó Alvin por él, aún mirándolo con diversión.
—¿Y tú tienes algo mejor? —le preguntó Edmund de mala gana, cruzándose de brazos al sentirse atacado.
—Por supuesto que sí, conozco a alguien. —Alvin se encogió de hombros sin decir más y ni siquiera la mirada insistente de Edmund logró que diga una palabra.
—¿Y qué es?
—Ya lo verás, vamos.
Alvin se levantó de la cama, recordando lo difícil que fue encontrar a un falsificador de identidades y que no le daría tan rápidamente esa información a un chico tan molesto como Edmund Pevensie.
—¿Puedo ver la tuya? —preguntó Edmund, caminando detrás de él.
—¿Que quieres verme qué? —bromeó Alvin, mirando por encima de su hombro como el pelinegro se sonrojaba un poco.
—¿A dónde van ustedes dos? —preguntó Lucy desde el marco de su propia habitación.
Alvin se encogió de hombros y siguió caminando hacia las escaleras, dejando que Edmund se haga cargo de explicarle.
Ella no es mi hermana, no le debo explicaciones. Pensaba Alvin mientras escuchaba las múltiples preguntas que Lucy le arrojó cuando Edmund le mintió acerca de a dónde irían.
—¿Al? —llamó Eustace desde la sala al verlo bajar las escaleras—. ¿Ya te vas?
Alvin sonrió con cariño al escuchar el apodo que Eustace usó, no era muy común que el chico use algún apodo o sea cordial en ningún momento en específico, pero había momentos como esos, efímeros, en los que lo miraba con ojos de cachorro y lo llamaba por apodos que Alvin solo quería abrazarlo y darle cariño.
Como si Eustace me permitiera abrazarlo alguna vez. Replicó una voz internamente, ya que por supuesto, Eustace jamás lo había abrazado, solo permitía que a veces Alvin lo rodee por los hombros con uno de sus brazos y ese era todo el contacto entre ellos.
Los comentarios de Edmund acerca de su relación tampoco ayudaban a que Eustace entre en confianza a su alrededor, por eso eran aún más especiales esos momentos en los que Eustace sacaba los apodos.
—Sip, tengo que ir a hacer algo, pero por la noche regreso, ¿Okay? Debes ayudarme con ese exámen de química. —dijo Alvin, caminado en dirección a la puerta, sin acercarse a Eustace ya que sabe que no será despedido de ninguna otra manera que con un asentimiento.
Y así sucede, Eustace asiente lentamente y estaba a punto de darle una sonrisa de despedida, hasta que escuchó los pasos de Edmund bajando las escaleras, aquella sonrisa transformándose en una mueca de molestia.
—¿Se irán juntos? —preguntó Eustace, cruzándose de brazos.
Edmund, que había terminado de bajar las escaleras, se acercó a Alvin y lo rodeó por los hombros con un brazo, acercándolo a su cuerpo con un rápido movimiento.
—Seh, tenemos un par de cosas que hacer, ya sabes, cosas de adultos. —dijo Edmund, fingiendo inocencia aunque esas palabras fueron todo menos inocentes.
Eustace frunció aún más el ceño, mirándolos con confusión.
Alvin simplemente rodó los ojos, terminando de tragarse el caramelo de limón y empujado a Edmund hacia la puerta.
—En un rato volvemos, Eus. —se despidió Alvin, sabiendo que dar una explicación en esos momentos solo los haría comenzar otra pelea. Una vez que estuvieron fuera de la casa, Alvin dijo—. Eres un idiota.
—Yo creo que él está un poco obsesionado contigo. —dijo Edmund, sonando más divertido de lo que debería.
—Deberías saber porqué.
—¿Debería?
—Eustace no tiene más amigos. —simplificó Alvin, caminando con paso relajado a un lado de Edmund, sin importarle demasiado que el chico lo tenga aún rodeado por los hombros—. Todos los de su curso lo molestan y no tenemos los mismos horarios de receso así que supongo que también es muy malo allí.
Edmund guardó silencio al oír eso, la sonrisa divertida finalmente se desvaneció de su rostro, mostrándose pensativo, hasta que finalmente volvió a decir.
—Eso no le da derecho a ser un maldito idiota.
Alvin bufó una risa—. Mira quién habla.
A lo lejos se encontraba el edificio en dónde hacían un reclutamiento, era una única y gran habitación en donde siempre había jóvenes haciendo largas filas, por suerte para ellos, no parecía que había demasiada fila ese día.
—Yo solo soy un idiota porque él lo es primero. —dice Edmund en algún momento de la fila, pero Alvin simplemente lo ignora.
Lo divertido de Edmund, pronto descubrió Alvin, era que también se ofendía de la misma forma que Eustace cuando eran ignorados, así que Alvin tuvo que ocultar su sonrisa al ver como Edmund tenía una mueca malhumorada en su rostro solo por haber sido ignorado.
Cuando llegó su turno, Alvin fue el primero en presentarse, un soldado le dió la bienvenida y le pidió la identificación que Alvin entregó sin problemas.
—Bueno... Creo que todo está perfecto. Firma aquí y te enviaremos un correo con toda la información para la semana de entrenamiento, joven Harrynsen. —dijo el hombre frente a él, Alvin simplemente asintió y después de firmar se apartó de la fila.
Al apartarse, dió media vuelta y le mandó una señal a Edmund de buena suerte, pero esta vez fue el pelinegro quién lo ignoro, como si ya estuviera de superado, logrando que Alvin suelte una carcajada.
Eso fue demasiado fácil... Pensó de pronto Alvin, observando al soldado que ahora hablaba con Edmund y sintiendo la mirada un poco nublada de pronto, como si todo se desenfocara.
¿Acabo de hacer eso?
¿Finalmente podré ir con Theo?
Después de tanto tiempo... ¿Volveré a ver a mi hermano? ¿Él estará bien? ¿Yo estaré bien en la guerra?
¿Realmente quiero ir a una guerra...?
—¡Edmund, vamos! —el grito de Lucy logró despertar a Alvin de su ensoñación.
Parpadeando un par de veces, Alvin logró vislumbrar como Edmund comenzaba a caminar cabizbajo en dirección a él, y fue en ese momento que Alvin notó que a su lado Lucy se encontraba ya parada, cargando una caja que contenía verduras.
—Oh, déjame ayudarte. —dijo Alvin al verla, tomando la caja que ella sostenía en sus manos.
No sabe cuánto tiempo estuvieron en aquella grande habitación, pero averigua que fue un tiempo largo por la fila y otro más en el que Edmund debió haberse peleado con aquél tipo, en todo ese tiempo Lucy había hecho las compras por su cuenta.
—Gracias, no quería molestarte. —admitió ella, sonrojándose un poco y llevándose un mechón de cabello marrón detrás de su oreja.
Alvin se encogió de hombros, cargando la caja en sus manos que no se encontraba demasiado pesada y mirando directamente hacia Edmund que justo estaba llegando con ellos.
—¿No lo lograste Albert? —preguntó Alvin con diversión, sintiendo la mirada fulminante de Edmund que finalmente se suavizó un poco, como si se estuviera dando por vencido.
—¿Cómo lo hiciste? Te dijeron que sí y a mi que no.
—Espera, ¿te dijeron que sí? Pero tú no eres-
Las palabras de Lucy se interrumpieron con una sola mirada que Alvin le dedicó, ella se sonrojó aún más y se cubrió la boca con una mano.
—Mejor volvamos, vamos, vamos. —apuró Alvin, mirando hacia atrás para asegurarse de que no haya ningún espía oculto que haya escuchando lo que Lucy no llegó a decir.
Los tres volvieron caminando a la casa Scrubb, Alvin iba detrás de los dos hermanos que en algún momento se habían puesto a hablar de Narnia.
No es que Alvin no le guste Narnia, aún no está muy seguro de lo que es, pero simplemente cuando se encuentra afuera, suele perderse mirando hacia arriba, a la forma de las nubes y toda conversación se siente simplemente demasiado lejana como para que él pueda prestar atención.
El resto del viaje caminando Alvin se vuelve a perder en sus propios pensamientos, y mientras seguía a los hermanos Pevensie pensaba en su propio hermano.
¿A Theo le gustaría que yo vaya con él? Conociéndolo, sabe que no, pero aún así la idea de quedarse más tiempo en ese pueblo fantasma era abrumadora, no quería pasar el resto de su vida allí sintiendo que no tenía ninguna clase de propósito.
Lo único que me hace sentir bien es pasar el rato con Eustace y sus primos, pero pronto su presencia no será suficiente, y cuándo esté sólo... ¿Qué haré?
¿Qué haré con mi vida? ¿Tengo realmente un futuro? ¿Qué se supone que estoy esperando? Esas y más preguntas solían dar vueltas en la mente de Alvin casi sin control, a veces de manera abrumadora.
La incertidumbre lo consumió desde que descubrió que finalmente se encontraba solo, sin familia, sin amigos.
Desde ese punto, en lo más bajo, fue que encontró a Eustace, allí en el mismo rincón oscuro y al ver al pequeño niño allí, Alvin había decidido ayudarlo a salir, pero eso también requería que el salga de ese pozo profundo que era la soledad.
Y ahora, finalmente podían decir en voz alta que eran amigos, grandes amigos, los mejores amigos, pero tomó mucho tiempo, porque ambos eran almas solitarias que podían tener quiénes los rodean, pero eso no los haría sentir menos solos.
Al menos eso fue antes, ahora Alvin sabe que no se siente solo, pero teme el momento en que vuelva a sentirse así.
—¿Y tú Alvin, qué crees? —preguntó Lucy, su voz demasiado lejana incluso aunque se encontraba a pocos pasos delante de él.
Alvin bajó la vista del cielo y las nubes blancas para mirar a la castaña que estaba esperando una respuesta espectante.
—Ahí tienes tu respuesta. —dijo Edmund con una sonrisa, logrando que Alvin se sienta un poco más confundido.
¿Me perdí de algo?
Justo en esos momentos llegaron a la casa de los Scrubb y Alvin se olvidó de preguntarle a Lucy que era lo que quería saber, ya que al entrar lo primero que pensó era en ir a encontrarse con su amigo y después de dejar la caja de madera sobre el comienzo de las escaleras, comenzó a subirlas.
No le puedo decir a Eustace que fue lo que hice, no le gustará que yo me vaya a la guerra... Pensó de pronto Alvin, cayendo en cuenta finalmente de lo que había hecho.
Oh.
Oh.
Si me voy a la guerra... Podré ver a Theo, pero eso significa... no volver a ver a Eustace.
Alvin se volteó a ver a los hermanos Pevensie, ya que se había adelantado para subir las escaleras, pero terminó por detenerse.
Se acercó a Edmund y lo agarró por la camisa para tirarlo hacia abajo, así ambos estaban a la misma altura.
—¡Oye, qué te pasa! —gritó Edmund sorprendido, Lucy que había caminado hasta la cocina se volvió para verlos.
—No le digas nada a Eustace de esto, ¿está claro? —ordenó Alvin, su mirada y el tono demandante de su voz no daba lugar a replicas, pero aún así Edmund parecía tener muchas.
—Está bien, no diremos nada. —dijo Lucy primero, Alvin volteó a verla a ella y le dió una suave sonrisa al ver su expresión tranquila.
Soltando a Edmund, Alvin asintió.
—Bien, gracias Lu. —y con eso Alvin subió las escaleras de la casa, sonriendo un poco al escuchar las palabras de Lucy de fondo.
—¿Viste Edmund? Me llamó Lu. —había susurrado ella.
Alvin siguió caminando hacia la habitación de Eustace y observó desde la puerta como el rubio se levantaba rápidamente desde debajo de la cama.
—Oh, solo eres tú. —dijo Eustace, limpiándose los pantalones con suaves golpes.
—Hey, ¿me das otro caramelo? —preguntó Alvin, con una sonrisa inocente, Eustace simplemente asintió y señaló debajo de la cama, claramente sin intenciones de volver a agacharse, así que Alvin fue a tomarlo por su cuenta.
—¿Qué fueron a hacer con Edmund? —preguntó Eustace después de unos minutos.
—Fuimos a... Comprar verduras para la cena. —mintió Alvin, mordiéndose la lengua al instante, sabiendo que la peor de las acciones que podía hacerle a un amigo era mentir.
Pero me odiará si le digo que me voy... Intentó decirse a si mismo, dando vueltas el caramelo en su boca y sentándose en la cama de Eustace.
—¿No fue Lucy a hacer eso?
—La encontramos en el camino. —bueno, eso era más o menos verdad—. ¿Oye, en dónde está ese libro de mitología nórdica que dijiste que me enseñarías?
—Nunca dije que te lo enseñaría, dije que tenía uno en mi casa. Creo que es de mi tío, esas son solo leyendas y fantasías de otro continente, no entiendo porqué querrías leerlos. —se quejó Eustace, sentándose en su propia cama al lado de Alvin y dejándose caer sobre las almohadas—. Y está en la habitación de invitados.
—¿En la de Lucy entonces?
Eustace solo asintió, cerrando los ojos por un momento, Alvin se preguntó porqué estaría tan cansado, pero luego recordó que Eustace se había quedado la noche anterior hasta tarde preparándole ejercicios para que Alvin pueda estudiar.
Al recordar aquello, no pudo evitar sonreír un poco al mirar al rubio acostado a su lado, sus facciones relajadas de un modo que casi nunca solían estarlo en presencia de alguien más.
Alvin acercó una de sus manos al rostro de Eustace, pero se detuvo a último momento, sabiendo que el rubio podría molestarse.
—Iré a buscar el libro en la habitación de Lucy. —dijo Alvin finalmente, levantándose de la cama para escaparse de la situación que no sucedió.
Eustace tarareó, dando a entender que lo había escuchado así que Alvin se alejó de la habitación, reprimiendo todos los sentimientos de ternura que sentía por su mejor amigo.
—Mamá espera que puedan pasar unos meses más en Cambridge. ¿Unos meses más? No voy a sobrevivir. —estaba diciendo Lucy desde su habitación cuando Alvin terminó de acercarse.
—Tu tienes suerte, tienes un cuarto para tí. —replicó Edmund—. Yo me quedo con el monstruo bocón y su secuaz insoportable.
La puerta de la habitación se encontraba abierta, así que al llegar a ella Alvin observó la espalda de Edmund, que se encontraba mirando hacia la pared de en frente, mientras que Lucy se encontraba sentada en la cama con una carta en sus manos.
—Déjenme adivinar, ¿yo soy el secuaz? —preguntó Alvin, tocando la puerta de la habitación abierta dos veces antes de decir—. Permiso.
Lucy subió la vista de la carta que estaba leyendo y al ver a Alvin inmediatamente sonrió, asintiendo y haciéndole una seña para que entre.
Esa habitación ya era de Lucy más que una simple habitación de invitados, así que Alvin sabía que por educación, debía pedir permiso antes de entrar.
Edmund se volteó para sonreírle con inocencia a Alvin al escucharlo entrar y simplemente se encoge de hombros, sin hacerse cargo de sus propias palabras y caminando en dirección a Lucy.
Le sacó la carta de las manos a su hermana y ella se levantó de la cama para ir a mirarse a un espejo.
—¿De quién es la carta? —preguntó Alvin, observando como Edmund se acostaba en la cama de Lucy y decidiendo quedarse parado en su lugar.
—De Susan —dijo Edmund, aclarando después—. Hermana mayor.
—Oh.
—Susan y Peter son los que tienen suerte. —comentó Lucy despues de un rato, recordando que Edmund le había dicho que ella tuvo suerte por tener una habitación para ella sola—. Viviendo aventuras.
—Si, son los mayores y nosotros los menores. No somos tan importantes.
Alvin alzó las cejas con diversión, sabiendo que él mismo tenía ese pensamiento acerca de si mismo siendo el hermano menor de la familia.
—¿Crees que soy tan linda como Susan? —preguntó Lucy después de un par de segundos.
Alvin guardó silencio, esperando a ver que respondería Edmund, pero en cambio el pelinegro se levantó de la cama y caminó hasta donde Alvin estaba parado, pero su mirada estaba fija en otro lado.
Siguió la mirada de Edmund y encontró un cuadro en la pared al que nunca le había prestado verdadera atención.
—Lucy, ¿habías visto un barco como este? —pregunto Edmund, pasando por al lado de Alvin para acercarse un poco más al cuadro.
—Sí, es bastante narniano, ¿no lo crees? —respondió ella, sin molestarse al no recibir una respuesta a su pregunta, sus ojos mirando ahora de manera soñadora al cuadro.
—Si, otro recordatorio de que estamos aquí y no allá.
—Conozco a dos huérfanos que perdían el tiempo con cuentos de Narnia que eran un invento. —llegó la voz de Eustace desde la puerta, los tres voltearon para ver al rubio que se acercaba con un claro mal humor.
—Oye, si rimó. —lo elogió Alvin al mismo tiempo en que Edmund se acercaba con una postura amenazante a Eustace.
—Dejame golpearlo. —dijo el pelinegro, logrando alertar rápidamente a Alvin.
—Hey, hey. —Alvin se acercó hasta los dos primos, parándose entre medio y empujando un poco a Edmund.
—¡Edmund, no! —llamó Lucy.
—¿No sabes tocar? —le espetó Edmund a su primo.
—Es mi casa, ustedes no me ordenan, son invitados. —dijo Eustace, sin dejarse amenazar y comenzando a caminar hasta la cama para sentarse en ella—. ¿Y por qué los cautiva esa pintura fea? Es horrenda.
—No la verás si te vas del cuarto. —espetó Edmund.
—Hasta parece que el agua en serio se está moviendo. —comentó Lucy de repente y aquello llamó la atención de Alvin, que le dió una última mirada de advertencia a Edmund antes de volver a acercarse al cuadro.
Una vez que le prestó más atención, notó que en realidad el agua de aquella pintura realmente parecía que estaba moviéndose.
—Lucy, se está moviendo. —susurró Alvin encantando, volteando a verla a ella que le dió la sonrisa más alegre, asintiendo.
—Que tonterías dices. —se quejó Eustace desde la cama—. Eso es lo que pasa cuando lees novelas de fantasía y absurdos cuentos de hadas.
—Eustace era un niño consentido que leía libros con datos aburridos. —rimó esta vez Edmund, Alvin se aseguró de ocultar su risa.
—Los bobos que leen cuentos de hadas solo se vuelven una carga pesada para personas como yo, que leen libros que si tienen información. —declaró Eustace, con su voz arrogante que Alvin sabía que traería problemas.
—¿Una carga pesada? —repitió Edmund incrédulo—. Yo no he visto que muevas un dedo desde que llegamos.
Eustace intenta acercarse a la puerta, dispuesto a irse de la situación al ver que Edmund realmente hablaba en serio esta vez, pero el pelinegro fue más rápido y con una de sus manos cerró la puerta antes de que su primo logre escapar.
Alvin sabe que intervenir no funciona con esos dos cuando las palabras se vuelven gritos, ya lo ha intentado antes y es él quién termina con moretones por parte de Edmund y raspazos por parte de Eustace.
—Creo que debería decirle a tu padre que robaste los caramelos de la tía Alberta. —comenzó a decir Edmund.
—¡Mentiroso!
—¡Edmund la pintura! —gritó Lucy, y justo en ese momento una salpicadura de agua llegó directo a él.
Alvin, que se había volteado para ver la pelea de los primos, regresó la vista al cuadro y casi al instante de verlo se quedó boquiabierto.
Todo lo que se encontrabba dentro del cuadro se estaba moviendo, el barco había comenzado a acercarse hasta ellos de manera peligrosa, rompiendo todos los parámetros posibles para una pintura.
Una rafaja de aire había llegado hasta ellos despeinando el cabello lacio de Lucy y el rizado de Alvin, mientras los gritos de Edmund seguían de fondo.
—Ah, ¿eso crees? Los encontré bajo tu cama ¿y te digo qué? Chupe cada uno de ellos. —exclamó Edmund con una sonrisa arrogante.
Casi al instante de escuchar esas palabras Alvin casi se atraganta con el caramelo que aún tenía en su boca.
Edmund chupó todos los caramelos, maldito idiota.
—¡Uhg, me pasaste tus gérmenes! — se quejó Eustace con una expresión de asco.
Alvin finalmente se tragó el caramelo ya que escupirlo en la habitación de Lucy no era una opción y en realidad, había problemas más importantes para preocuparse en vez de eso.
El cuadro.
No quería perderse de nada, así que volvió la vista al cuadro para notar como una cortina de agua comenzaba a bajar de este casi de manera incontrolable, está vez el agua fue tanta al bajar que logró salpicar a los cuatro, finalmente captando la atención también de Edmund y Eustace.
—¡¿Que está sucediendo?! —chilló Eustace alarmado.
—Lucy, ¿crees qué...? —comenzó a preguntar Edmund, la pregunta flotando en el aire.
¿Crees que es Narnia, Lucy? Preguntó Alvin mentalmente, observando la sonrisa de la chica justo a su lado que no parecía nada alarmada por una pintura de la que pronto comenzó a escucharse el gran rugido de las olas chocando entre sí.
Alvin podía sentir el olor salado en el aire que ahora se había vuelto más frío, aún no comprende porqué él mismo no se encuentra tan alarmado como sabe que Eustace lo está.
—¡Solo es un truco! ¡Ya basta o le diré a mi madre! —Eustace comienza a llamar a su madre, pero al no recibir respuesta vuelve su vista hacia el cuadro—. Voy a romper ese tonto cuadro.
Edmund y Lucy rápidamente se acercan a Eustace para forcejear entre gritos, y es entonces cuando Alvin finalmente decide hablar.
—¡Eus, no lo rompas! —Alvin no sabe porqué se negó, pero al parecer su voz logró sorprender también a Eustace, ya que dejó caer el cuadro al suelo al oír su voz.
No lo rompas, no aún... Quiero ver que pasa, déjame ver que pasa. Suplicó mentalmente Alvin, acercándose a Eustace para ver el cuadro y notando que el agua ya había comenzado a llenar la habitación.
—¿Esto es Narnia, Edmund? —preguntó Alvin, observando como el agua comenzaba a cubrirlos, y antes de que el pelinegro pueda responder todos cayeron hacia abajo, y de pronto, la realidad de todo golpeó a Alvin con fuerza—. ¡Espera, no sé nadar!
Su grito quedó amortiguado por el agua que lo había tirado hacia abajo, Alvin intentó cerrar la boca, pero el agua se metió por su nariz y comenzó a atragantarse con ella.
Intentó subir, sabe que ahora solo le queda subir, pero teme golpearse la cabeza contra el techo y también teme no encontrarse un techo en lo absoluto.
El agua salada se mete en su boca y en su nariz, Alvin patalea de manera incontrolable y finalmente siente como unas manos lo agarran desde abajo de los brazos y lo empujan hacia arriba.
Se siente eterno hasta que finalmente sale a la superficie, pero finalmente lo logra y lo primero que le da la bienvenida son los gritos de Eustace.
—¡Edmund, es Caspian! —gritó Lucy, Alvin no sabía exactamente en donde estaba ella, ya que aún tenía sus ojos cerrados.
—Tranquilos muchachos, ya están a salvo. —dijo una voz completamente desconocida.
—¿Estás bien? —preguntó Edmund frente a él, subiendo una de sus manos al rostro de Alvin para intentar apartar los rizos de sus ojos.
Alvin estaba respirando agitadamente, con sus ojos fuertemente cerrados y asintiendo, incluso aunque bien era la palabra más imprecisa para describir como se sentía.
—¿Estamos en Narnia? —preguntó Alvin en voz alta, a nadie en específico.
—Sí, están en Narnia. —le respondió aquella misma voz, Caspian.
¿Quién es Caspian? Oh, debí prestarle más atención a las conversaciones de los Pevensie.
Edmund frente a él, seguía flotando en el agua y al mismo tiempo lograba sostener a Alvin para mantenerlo a flote, con una mano sobre su axila y la otra sobre su cadera, si no fuera por la situación del casi ahogamiento Alvin se habría asegurado de hacer un comentario descarado.
Por supuesto, no era tiempo para eso, a penas estaba terminando de recuperar el aire y cuando decidió descansar la frente sobre el hombro de Edmund, alguien más llegó hasta ellos.
—¿No sabe nadar? —preguntó Caspian y Alvin finalmente abrió sus ojos para poder verlo.
Oh, wow.
Wow.
—No, no sabe nadar. —respondió Edmund por él ya que de pronto Alvin pareció olvidarse de cómo hablar.
—Vamos, yo te ayudo. —Caspian dijo, y entre él y Edmund lograron ayudar a Alvin a llegar hasta el barco que en esos momentos se sentía sumamente inmenso comparado a la pintura que Alvin había visto hace tan solo unos minutos.
Wow.
Una vez que los cuatro se encontraron cerca del barco, Caspian subió primero con Lucy, asegurándose de que ella no caiga y en cuestión de largos minutos en donde Alvin tuvo la mirada fija en el cielo, finalmente lograron terminar de subirlos a todos al barco.
Wow.
Una vez que Alvin se encontró con los pies en tierra firme, o bueno, más o menos, observó todo el lugar con ojos incrédulos, intentando asegurarse de que no era su propia imaginación jugandole una mala pasada, no sería la primera vez que se quedaba perdido en sus pensamientos fantasiosos que hasta podían verse reales.
Pero esto no solo se veía real, se sentía, de una forma que nunca antes había sucedido.
—¡Quitenmelo de encima! ¡Quitenmelo de encima! —la voz de Eustace lo puso en alerta rápidamente y buscó a su amigo con la mirada, encontrándose con que había un ratón encima de él.
—¿Un ratón? —preguntó Alvin, acercándose a Eustace y agachándose ya que su amigo se encontraba en el suelo—. ¿Eus?
—¡Reepicheep! —gritó Lucy con alegría.
—Hola majestades.
—¿El ratón dijo eso? —susurró Alvin desde su lugar agachado junto a Eustace, su mirada impresionada casi superando a la que el rubio tenía en esos momentos.
—¿Qué tal, Reep? Es un placer. —dijo Edmund con toda la naturalidad posible.
—El placer es todo mío señor, pero antes... ¿Qué quiere que hagamos con este histérico forastero? —dijo el ratón, sí definitivamente el ratón hablaba, señalando en dirección a ellos.
—¡Esa rata trató de arrancarme la cara con sus garras! —gritó Eustace, tosiendo un poco.
—Únicamente quería expulsar el agua de sus pulmones, señor.
—¡Habló! —chilló el rubio—. ¡oyeron? ¿Oyeron lo que dijo? ¡Dijo algo!
—¡Te dije que si hablaba! —se quejó Alvin, empujando un poco a su amigo al notar que lo había ignorado, pero el tampoco podía prestarle mucha atención a otra cosa que no sea al ratón ahora mismo.
—Es todo lo que hace. —comentó alguien de la tripulación.
—Diria que lo difícil es obligarlo a callar. —siguió bromeando Caspian.
—En el momento que no haya más que decir, alteza, le prometo que no diré nada. —dijo el ratón en un tono relajado de voz.
—¡No sé que clase de broma es esta pero quiero despertar ahora! —siguió gritando Eustace, ganándose un empujón de Alvin.
—Oye estoy aquí al lado, no grites que aturdes. —se quejó Alvin, que ahora se había arrodillado al lado de su amigo, al menos Eustace finalmente volteó a verlo esta vez, pero al escuchar la voz del ratón se volteó de vuelta.
—¿Podemos regresarlo al mar?
—¡Les ordeno que me digan en dónde se supone que estamos! —gritó Eustace, finalmente poniéndose de pie y comenzando a caminar por el barco.
—En el Viajero del Alba el mejor navío de la flota Narniana.
Después de aquellas palabras de un hombre con voz grave, se escuchó un fuerte golpe seco que logró que Alvin aparte la mirada del ratón hacia su amigo.
—¡Eustace! —gritó Alvin, al verlo en el suelo, corrió hasta donde estaba su amigo y levantó rápidamente la vista para ver quién le haría una cosa así—. ¡Oye tú-
Pero su voz se cortó tan pronto como vió a quién pertenecía aquella voz y no era exactamente ningún hombre.
Ese es un... Minotauro.
Es un minotauro, sí, definitivamente.
Wow.
—¿Dije algo malo señor? —preguntó el minotauro al ver que Caspian llegaba a su lado.
—Cuidalo, Taurus. —dijo Caspian, dándole un golpe en el hombro al minotauro antes de caminar hasta unas escaleras que el barco tenía, todo ante la atenta mirada sorprendida de Alvin.
Se había vuelto casi imposible apartar la vista del hombre, descubrió Alvin.
—Tripulación, les presento a nuestros náufragos, Edmund el justo y Lucy la valiente, el rey y la reina de Narnia.
¿Qué carajos?
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
Buenas buenas, espero que les haya gustado el capítulo. ¿Dudas, sugerencias, comentarios?
Si les gustó no se olviden de votar y comentar♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro