Había una vez, una joven e ingenua caperucita roja que quería ir a visitar a su abuela y llevarle un pan muy bueno que horneó. Entonces partió al bosque hacia la cabaña de su abuela, sin ser para nada consciente del peligro que corría. Ella no se dio cuenta, pero era observada a lo lejos por una loba, que se enamoró de ella a primera vista. Lo malo es que no sabía cómo acercársele, así que, como la caperucita andaba cantando que iba de visita a ver a su abuela se le ocurrió una idea. No se le ocurrió nada mejor, repito, no se le ocurrió nada mejor que hacerse pasar por su abuela para intentar conversar con ella. Así que se adelantó y fue velozmente hasta la casa de la abuela, tomó forma humana y tocó la puerta. Lo primero que hizo fue contarle a la abuela que se había enamorado a primera vista de su nieta, le preguntó si podía ayudarla a conquistarla, pero la señora era tremenda homofóbica y la mandó a la mierda, diciéndole que era antinatural, que no era normal y ese tipo de cosas. Así que la loba perdió la paciencia, se transformó en la bestia enorme que era y le dijo a la vieja que si no se iba la iba a matar. Y con esa amenaza la abuela se fue cagada de miedo de su casa. Ahí la loba aprovechó de meterse a la cabaña y ponerse las ropas de la abuela para hablar con la caperucita, esta vez en su forma humana. Cuando por fin llegó la caperucita, la loba la recibe con una sonrisa.

–¿Quién eres tú y qué hiciste con mi abuela?

–Me la comí –respondió impulsivamente la loba.

–¿Cómo que te la comiste? ¡¿La mataste?!

La caperucita comenzó a llorar desconsolada, lo que hizo que la loba se diera cuenta de su error.

–¡No! No me la comí, era broma, ella se fue de paseo.

La caperucita dejó de llorar, mirando con confusión a la loba, no entendía por qué alguien bromearía con eso, todo el mundo sabe que los lobos se comían a los humanos en el bosque a veces.

–¿Y qué haces aquí entonces?

–Quería hablar contigo, y como no hablas con extraños, pensé en disfrazarme de tu abuela –al terminar la frase la loba se sintió como una idiota, pero sólo le sonrió a la joven.

–Entiendo. Lo que no comprendo es por qué querrías hablar conmigo, no tengo nada interesante para decir.

–Es porque... ¡me enamoré de ti a primera vista! –confesó gritando con los ojos cerrados la loba. Temía ser rechazada por la joven.

La caperucita sólo la miró sorprendida por unos segundos, pero luego sonrió.

–Entonces, tengamos una cita, ¡vayamos de picnic ahora mismo!

–¿De verdad? –preguntó ilusionada la loba.

–¡Sí, horneé un pan delicioso, es perfecto para la ocasión!

–¡Y yo conozco un lugar perfecto en este bosque! –añadió emocionada la loba.

Ambas se marcharon felices a su primera cita, y en medio de ese picnic, la loba le robó un pequeño beso en la boca a la caperucita, el primero de muchos besos en su incipiente historia de amor.