Capítulo 5
Según los cuentos de hadas, una vez que tanto la princesa, o protagonista de la historia, y el príncipe se ven por primera vez, ambos se enamoran. Una parte de su inconsciente ya se había imaginado un escenario similar. Es decir, un día despierta para entregar una simple espada y para finalizar el día ya era una princesa sustituta.
Pero para su decepción, no fue así.
Entre los gritos de la multitud, los altos mandos se miraron por unos alargados segundos hasta que por fin acortaron la distancia para poder hablar. _______ solo había cruzado miradas con él por unos pocos momentos, ya que al final, dirigió su atención a los reyes para la presentación.
En primeras impresiones pudo darse cuenta de que él tenía las mismas nulas intenciones de casarse. Bueno, se extrañaría si así no fuera. Nadie quiere entregar su libertad, incluso si es para su pueblo. Es un gran sacrificio.
A pesar de que ella era una herrera, ya era consciente de que el mundo de la realeza no es como en los cuentos y que es más duro de lo pensado. Porque ahora, todo sería diferente. Incluso después de haber pasado un tiempo en el castillo practicando, estudiando. Aún no caía en cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Y eso la dejó pensativa en medio de la ceremonia de bienvenida. Ya cuando cayó en cuenta, estaba sentada junto a su prometido y los reyes en un patio del castillo, tomando el té.
—Hija, ¿estás bien? —preguntó preocupada la reina al ver la expresión pérdida de la menor—. Te veo extra-
—Está bien, cariño —interrumpió el rey, mirando a la joven haciendo, de paso, carraspear su garganta—. ¿Verdad, linda?
Su cabeza comenzaba a palpitar por el estrés y el cansancio se enterró de repente en su carne, sacándole toda energía. Ni siquiera habiendo pasado un día entero en la herrería trabajando se había sentido así.
A pesar de todo, intentó formar la mejor sonrisa que pudo y usando todo lo que le habían enseñado, respondió amenamente.
—Si, padre. Me encuentro bien, solo… Estoy un poco nerviosa por el encuentro —respondió en un tono suave.
—Hija, no seas tímida. Es tu prometido —dijo en mayor soltando una ligera carcajada—. Deberías acostumbrarte a su presencia, aunque bueno. Recién se conocen. Aún hay tiempo.
La reina unió sus manos generando un ligero aplauso, sus labios formaron una sonrisa animada y sus ojos brillaron ligeramente por la idea que se le acababa de ocurrir.
—¿Por qué no pasan un momento a solas mientras Ochako le muestra el castillo? —planteó la mujer.
En cambio Todoroki, estaba tomando pausadamente el té sin prestarle mucha atención a su alrededor, hasta que aquello lo hizo detenerse.
—¿Qué opina, príncipe? —interrogó el rey—. Nuestro castillo no es tan grande como el de su familia, pero tiene las mejores vistas. Mi hija puede encargarse de mostrárselo.
El muchacho tomó un poco de aire mientras la taza de porcelana seguía tocando sus labios. Parecía meditar o más bien, reunir fuerzas para ello. Bajó la taza a la pequeña mesita como si quisiera tomarse su tiempo.
—Claro, me parece perfecto —respondió con monotonía.
Luego de algún intercambio más de palabras, ambos jóvenes se retiraron del lugar siendo dirigido por la joven que pretendía ser la guía del mayor.
Los dos al principio siguieron su camino en absoluto silencio, siendo solamente interrumpido cuando ella señalaba los lugares importantes del castillo, como biblioteca y sala de bailes. Cosas por el estilo.
Todo parecía ir con calma hasta que llegaron al balcón trasero, donde ahí se apreciaban las vistas al mar y el extenso terreno verde que los separaba.
—Con esto concluye el recorrido, príncipe —avisó la joven, clavando su mirada al paisaje—. Espero que haya sido de su agrado. Personalmente este es…
—Creo que tú y yo estamos en la misma situación —habló interrumpiéndola—. No deseamos casarnos en contra de nuestra voluntad por egoísmo de los altos mandos.
La joven herrera dejó de lado su distracción y miró directamente al bicolor, quien mantenía un semblante serio a medida que hablaba. Sin entenderlo sus latidos fueron en aumento ante las inesperadas palabras.
—Puedo ayudarte a escapar, yo no podría. Sé que mi padre movería cielo, mar y tierra para encontrarme, sería casi imposible en mi caso… —dijo con desagrado— Pero tú… Tú podrías lograrlo.
Su mente aún procesaba sus palabras, aquello la tomó por sorpresa. Por supuesto que tampoco quería casarse a la fuerza y el hecho de salvarse de esa situación era tentadora, mas de golpe la razón de su compromiso a esa condena, golpeó su mente.
Por un momento se imaginó las posibles consecuencias que sus padres deberían afrontar por sus acciones y eso que evitó considerar los castigos más brutales. Un ardor extraño fue subiendo de su pecho a su garganta que por un instante no la dejó formular palabra.
—No tienes por qué hacer esto —insistió el bicolor—. Puedes tener otra vida mejor.
Mordió su mejilla por adentro y aguantó sus ganas de soltarlo todo al aire, el peso que llevaba en sus hombros era demasiado para ella. Y por primera vez, cuestionó por qué tenía que ser ella la que tuviera que soportar la responsabilidad de otros. La furia por unos momentos se apoderó de su cuerpo y sus puños se formaron haciendo que los nudillos se volvieran blancos de tanta presión.
—Príncipe Todoroki —pronunció evitando que su voz se tornara distinta a pesar de estar ardiendo por dentro—, ya no se trata de mi o de ti… Es por el pueblo, no tengo otros motivos. Usted y yo debemos llevar acabo este compromiso para traer paz a nuestros pueblos. Es un sacrificio que nos corresponde a nosotros.
Ambos se miraron por unos largos segundos y ella comenzó a sentirse ansiosa por no recibir alguna respuesta por parte contraria hasta que por fin dio señales de vida; soltando un suspiro cansado.
—Sí, fue mi error —dijo con cierta decepción—. Entonces acabemos esto lo más rápido posible. Solo te advierto que no tendrás conmigo lo que posiblemente busques en una pareja. Porque no lo somos.
—No tengo ningún problema al respecto, estoy más que de acuerdo —respondió con firmeza—. Esto no es más que un mero compromiso por el pueblo y nada más.
Él se dedicó a obsérvala nuevamente, pero esta vez no dijo nada y solo se retiró del lugar, dejándola sola. Ella no tuvo energías para seguirlo, a pesar de que podría quedar mal el hecho de que ella no acompañara a su prometido. Pero sus piernas no quisieron moverse.
No se dio cuenta de que el atardecer se acercaba y el sol planeaba ocultarse tras una manta oscura para darle paso a la luna. Ella sin darse cuenta dejó escapar un suspiro lastimero que dio a continuación la picazón de sus ojos por las lágrimas que amenazaban con salir.
Sus manos se posaron en el barandal del enorme balcón con fuerza y una dosis de frustración, mientras que se permitió quedarse ahí hasta que el naranja se fundió con el azul oscuro de la noche a la par que luchaba para no morir aplastada por el peso de su pena, pues a cada minuto que pasaba, pronto se encontraría en un altar entregando su libertad.
Hasta que la muerte los separe.
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