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Capítulo 9

«En la tarde siguiente, cuando el sol apenas se iniciaba a ocultar, las familias Burdock Periwinkle y Burium Periwinkle, se encontraban frente a la gran chimenea del hogar de los Burdock. 

Era diciembre ya. El frío había cubierto por completo al valle, y una capa blanca de nieve lo decoraba entero. 

Esta vez, las familias habían decidido pasar tiempo solamente entre ellos y no invitar a nadie más. Pues, aunque se oyera algo egoísta, querían pasar tiempo en familia. 

Por otro lado, nuestras pequeñas y lindas hadas, Clío y Pétalo, se encontraban tomando un merecido descanso en casa de los padres de las gemelas.

-¡Mamá! -Le llamó Violeta a Vainilla-. ¿Continuarás con la historia ahora? 

-¿Eh? Ah, sí -asintió-. Solamente termino de servir los chocolates y voy, niñas. 

Desde la mesa de la cocina, Grisam suspiró. 

-Anda, ve a iniciar la historia -dijo, levantándose-. Yo me haré cargo de llevarlos. 

-Pero... 

-Es nuestra casa, después de todo -sonrió, empujándola un poco para sacarla de la cocina-. En unos minutos voy. 

Rodando los ojos por el carácter de su cuñado, Vainilla regresó a la sala, donde la esperaban las niñas, Pervinca y Jim. 

-De acuerdo, pequeñas -sonrió, sentándose en la gran mecedora de Pervinca-. ¿En qué parte se ha quedado Grisam ayer? 

-¡En el rapto de mi tía! -Le recordó Iris, ganándole a su prima. 

-¡Oye! Yo iba a decir eso -reprochó Lili, cruzándose de brazos. 

Pervinca, riendo, negó un poco. 

-Vamos, niñas, no peleen -sonrió-. Puedes iniciar, Babú. 

Sin saber bien cómo iniciar su relato esa noche, pues la anterior Grisam había narrado por su cuenta, observó la habitación que los rodeaba, encontrándose con los ojos de su marido. Él sonrió, demostrando que podría hacerlo sin problema alguno, lo cual le ayudó un poco. 

-Muy bien, comencemos -sonrió un poco, antes de iniciar».

Eran las cuatro de la mañana, y aún no sabíamos acerca del paradero de mi hermana. 

La tía Tomelilla, junto con el tío Duff, se dirigieron hacia la granja de los Poppy lo más rápido posible. Shirley podía correr peligro también, y no podíamos arriesgarnos a perder a una más. 
Mientras tanto, en el pueblo, papá había ido, junto con otros hombres, a hacer una ronda; tenían la esperanza de que encontrarían a Vi y que no pasaría lo que todos temían. 

-Deberías dormir un poco, Vainilla -dijo Jim, quien estaba a mi lado. 

Mamá y Jim decidieron quedarse conmigo. 

Sabía que mamá estaba igual, o peor, que yo. Sabía que debía apoyarla pero, en esos momentos, lo único que quería era estar sola para tranquilizarme... Sin embargo, a pesar de mis protestas, Jim se había quedado junto a mí. 

-Tú también deberías dormir -murmuré, apoyando mi cabeza en su hombro-. Yo tengo que esperar a Vi. 

-Ya han pasado varias horas -me recordó-. Deberías descansar un rato, mientras los demás la buscan. 

-Aunque quisiera tranquilizarme en estos momentos, no puedo, Jim. -Susurré- No puedo hacerlo. ¡Cielos! ¿Cómo sería eso posible? Ha desaparecido mi hermana, y puede estar corriendo peligro. 

Sin saber como actuar en ese momento, Jim había dado pequeñas palmadas a mi hombro. 

-Todo estará bien -sonrió-. Pervinca es fuerte y muy valiente. 

-Lo sé, pero, si de verdad Él volvió... -Suspiré, cubriendo mi rostro-. ¡Nos arriesgamos mucho la última vez! ¡Perdimos seres queridos, y todo por su culpa! 

-Todo estará bien -repitió-. A pesar de la distancia, siempre estarán unidas... Y, con la ayuda de Shirley ustedes... 

-Tengo miedo, Jim -le reproché, interrumpiéndole-. Tengo miedo... 

En aquel momento, lo único que rondaba en mi cabeza eran las palabras que Jim había dicho antes: "la lucha entre la luz y la oscuridad nunca termina".

Sin embargo, Pervinca y yo representábamos esa alianza. La armonía entre ambos poderes. Jim sabía muy bien aquello; sabía lo que eramos cada una. 

Consumida por la duda, dejé a un lado mi alteración y le pregunté a qué se refería con eso aquella vez; a lo cual me respondió: 

-No me refería a los poderes en sí... Sino, a los corazones. -Se encogió de hombros, antes de continuar:- El enemigo solamente busca la caída del valle y, con ello, la pérdida de esperanza de los habitantes. 

-No comprendo -ladeé la cabeza. 

Jim suspiró, antes de reír un poco. 

-El enemigo quiere que caigamos en la oscuridad, para que él pueda reinar -explicó de manera lenta-. Eso representa la "oscuridad". 

-¿Y nuestra esperanza la luz? -Pregunté, tratando de unir las dos explicaciones. 

Él asintió, y despeinó un poco mi cabello. 

-Ahora, duérmete, mínimo, un rato -sonrió. 

Suspiré, desviando la mirada. Él sabía que no quería hacerlo, que quería esperar a Pervinca. 

En esos momentos, lo único que quería era que ella llegara a casa, con una gran sonrisa burlona y diciendo: "-Todo ha sido una broma. ¡Han caído!", y, luego, que se echara  a reír... Tal y como hacía siempre. 

-Si regresa, te despertaré -sonrió. 


Un rato más tarde, desperté. Era claro que aún no amanecía por completo, pues aún lograba ver la habitación a oscuras. 

-¿Despertaste tan pronto? 

Jim seguía estando a un lado mío. Parecía que no se había movido en todo el rato, lo cual me hizo sentir culpable. Lo más seguro era que estuviera cansado, y yo fui la única que pudo dormir. 

-¿Cuánto he dormido? -Pregunté, levantándome de mi lugar. 

-Unas horas, tal vez, dos... -Se encogió de hombros. 

-¿Qué hiciste por mientras? 

-Me he puesto leer un libro que tenías en tu mesa de noche -respondió-. Lamento haberlo tomado de repente, pero no podía moverme mucho; no quería despertarte. 

Ladeé la cabeza, antes de asentir. 

-Sí, no hay problema -sonreí. 

-Ah, al fin sacas una sonrisa -rió, mientras dejaba el libro en su lugar-. Hablas durante sueños, ¿sabías? 

Sí, Feli decía lo mismo... Pensé. 

-Sí -dije de hecho-. Pervinca y yo solíamos tener sueños parecidos de pequeñas, y ahí fue cuando Feli se dio cuenta de eso. 

-Ella estaría orgullosa de ustedes, si estuviera aquí -animó, acariciando mi cabello. 

-Creo que no hubiera pasado nada de esto, si ella siguiera aquí -lamenté-. Ella hubiera podido ver a través de la neblina. 

-Aun así, hiciste un buen trabajo, mientras tratabas de encontrarla -sonrió-. Estoy seguro de que Vi estaría conmovida por eso... 

«-¡Y claro que lo estaba! Después de todo, eres mi hermana -rió Pervinca-. Yo no sabía que había pasado eso cuando no estuve... 

-Yo quiero que sea mañana, tendré mucho protagonismo -agregó Grisam, burlándose. 

-¿¡Qué pasará después, papá!? -Preguntó la pequeña Lili, con la esperanza de que su padre le dijera alguna pista. Él negó. 

-¡Tío Grisam, por favor! -Reprochó Iris, apoyando a su prima. 

-No puedo adelantarles la historia, eso pasará mañana -rió, pellizcando la nariz de ambas niñas. 

Lili se cruzó de brazos, molesta, mientras se sentaba en las piernas de su madre. 

-Yo no sabía que papá era así contigo, mamá... -Iris admitió, tratando de cambiar el tema-. Fue muy tierno que se quedará despierto toda la noche por ti...

-¿Verdad que sí? -Vainilla sonrió, asintiendo-. Sí, fue un acto muy dulce de su parte. 

-Bueno, estabas muy alterada, y no quería que te sintieras mal después... -Aclaró Jim-. Y, aunque Pervinca no estuviera con nosotros en ese momento, sentía que me estaba regañando mentalmente. 

-Eso hubiera hecho -asintió la bruja de la oscuridad, riendo-. Quiero decir, mi hermana es muy sensible y muy torpe con eso. ¿¡Y si hacías algo impropio!? 

Aquello hizo sonrojar a la pareja. 

-Pervinca, claro que no haría eso -Grisam rodó los ojos-. Jim era, y es, muy respetuoso. 

-¿Qué significa "impropio", mamá? -Preguntó Lili hacia Vi. 

-Algo indebido -respondió. 

-¿Y qué significa indebido? -La pequeña niña ladeó la cabeza. 

-Algo indecente... 

Lili guardó silencio unos segundos.

-¿Y qué significa... 

-Algo que no se hace, Lili -Iris rió, interrumpiendo a su prima. 

-Gracias, Iris -Pervinca asintió-. Como ella dijo, Lili; es algo que no se hace. 

-¿Algo como tomar sin permiso las galletas de la abuela Marta?  -Preguntó la pequeña, tratando de comprender. 

-¿¡Ah!? ¿Eras tú? -Grisam alzó las cejas, sorprendido-. Mi mamá pensaba que se estaba volviendo loca...

Jim rió. 

-De hecho, le ha pedido a Acantos unas pastillas para ver si podía "controlarse" -le recordó. 

-Uy, lo siento, papá -rió Lili-. Mañana le pediré disculpas a la abuela. 

Y así, entre risas y vagos recuerdos, pasó la noche para ambas familias».


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