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Capítulo 4

«-¡No puedo creer que terminaras invitando a la familia de Flox! -dice Pervinca. 

-¡Yo no he sido! -rió Vainilla. 

-¿Me dirás que fue Jim? 

-¡No, no! -Vainilla sonrió-. Fue Iris quien los invitó... 

Pervinca suspiró antes de soltar una pequeña risa. 

-Tu casa estará llena de carcajadas en menos de lo que crees -dijo Grisam, quien venía con Jim desde la cocina con algunas bebidas. 

-No le veo el problema -Babú no borraba su sonrisa-. La historia, en sí, trata de todos. 

Pervinca sonrió; su hermana nunca cambiaría. 

-Por cierto, ¿dónde están Pétalo y Clío? -pregunta Grisam-. No las he visto... 

Desgraciadamente, ninguna de las gemelas pudo pedir a Feli que regresase a cuidar a alguna de las pequeñas; ella estaba ya con alguien más... O eso creían ellas. 

-¡Con la tía Tomelilla! -contesta Pervinca-. Le están ayudando con ciertas cosas. 

-Es una lástima que no escuchen la historia... -Babú suspiró. 

Unos pasos apresurados se oyeron desde la planta alta. 

-¡Mamá, mamá! -llamó Iris-. Flox y su familia están llegando. 

Y de hecho, se oyó que alguien tocaba un par de veces la puerta principal. 

-¡Yo voy! -Dice Lili, la cual acompañaba a su prima. 

-¡Niñas! -Exclamó Flox mientras saludaba a las pequeñas hijas de Vainilla y Pervinca. 

-Buenas noches, Flox -saludan las gemelas. 

A comparación de las gemelas, los rasgos de Flox habían cambiado un poco. 

-Hola, chicas -sonríe la mujer pelirroja-. Vamos, Violeta. No seas tímida. 

Una pequeña pelirroja se asomó por detrás de su madre. 

-Definitivamente, no es muy parecida a ti en comportamiento... -se burla Grisam mientras tomaban asiento frente a Babú».

Por la tarde del día siguiente, Pervinca y yo nos encontrábamos haciendo lo último que quedaba de deberes escolares. 

-Babú -llamó mi hermana-, ¿cuál es la respuesta de la segunda página? 

Suspiré. Se suponía que Vi era buena en matemáticas, pero ahora estaba realmente distraída. 

-¿Te pasa algo, Pervinca? -Pregunté girándome hacia su cama, el lugar habitual donde hacía su tarea. 

Mi hermana volteó hacia mí con el ceño fruncido. 

-¿Por qué preguntas eso? -Quiso saber. 

-Hoy estás muy distraída, ¿no lo crees? -Dije mientras desviaba la mirada-. Tú eres buena en matemáticas y, sin embargo, no dejas de preguntarme las respuestas... 

Pervinca se dejó caer sobre su cama, un tanto molesta e incómoda. 

-Es que casi es el cumpleaños de Grisam... ¡Y no sé qué darle! -dijo enfadada consigo misma, como era de costumbre. 

Cuando Vi tenía ciertos problemas, en los cuales tenía que elegir algún objeto o cosa, siempre expresaba su confusión en forma de molestia. A ella no le gustaba estar así. 

-¿Cómo que no sabes qué darle? -pregunté-. Una de las cosas que tienen en común es que se conforman con poco... 

-A pesar de que ahora tengamos quince años, ¡me siento toda una niña a un lado de él! -protestó-. ¿Sabías que me veo como una enana a un lado de él? ¡Es realmente vergonzoso! Y, a veces, él palmea mi cabeza como si fuera una niña. 

Sin poder evitarlo, una fuerte risa salió de mí. 

-¡No te rías! -Lanzó una almohada hacia a mí. 

-Perdón, perdón... Pero, ¿sabes con quién estás hablando ahora? -acomodé mi cabello que había sido despeinado por la almohada.

-Sí -aseguró-. Estoy hablando con mi hermana menor. 

-Pervinca, Jim y yo nos llevamos cinco años -empecé-, lo cual es más de lo que te llevas con Grisam, y aun así sé que aprecia todo lo que di cuando era una niña... Es decir, él tenía dieciséis y yo once.  

-Pero él acaba de regresar -dejó caer su cara sobre la cama-, no sabes si ha cambiado. 

-Un corazón bueno es muy difícil de cambiar -sonreí-. Además, estamos hablando de Grisam... No de Jim. A Grisam nunca te lo has despegado, y dudo que lo hagas.

-Bien -Pervinca se levantó de su lugar-, me ayudarás a conseguir un regalo para él. 

-¿¡Qué!? 

Minutos más tarde, Pervinca y yo yacíamos frente la plaza principal. No supe cómo logró convencerme. 

-Excelente, ahora dime -Pervinca sonríe. 

eres su novia! -protesté- Tú eres quien me debe de decir qué le gusta para darme una idea... 

-Pero eres su mejor amiga -dio ligeros golpes a uno de mis hombros-. Además, puede que sepas de algo que yo no... Después de todo, a ti también te gustó por un tiempo, ¿no? Puede que aprendieses más que yo. 

Hice una pequeña mueca con los labios apretados en línea recta. Pervinca tenía razón; Grisam y yo terminamos siendo mejor amigos. Yo también debería saber qué regalarle. 

-Pues... ¡Es muy curioso! -dije-. Desde pequeño ha sido así, ¿lo olvidas? Podría interesarle algún libro... 

Pervinca negó. 

-No, no... Quiero darle algo que sea... Especial, supongo -agregó. 

Ladeé la cabeza. 

-En el verano pasado, papá te enseñó a pintar, ¿no? -pregunté. 

-Sí, un poco. No me quedan como a Shirley, pero creo que no está tan mal... 

-Hazle un dibujo -suspiré mientras me dejaba caer sobre un banco. 

-¿De qué?

-De ustedes, ¿de qué más? -reí-. Al igual que a mí, él adora recordar momentos importantes... Podrías hacerle un dibujo de su primera cita, o cuando iniciaron a salir... ¡o cuando dieron su primer beso! 

-¡Vainilla! -protestó mi hermana.

-Lo siento... ¡Pero es una buena idea! 

-Entonces, ¿no necesito comprar nada? 

Mi hermana necesitaba mucho por aprender. 

-El dibujo sería complemento... -Pervinca frunció el ceño- Podrías hornear unas galletas para él, ¿qué dices? 

-Sabes que odio hacer galletas... 

-¡Yo te ayudaré! -sonreí- Vamos a comprar los ingredientes y después pediremos a Flox que nos ayude con las decoraciones, ¿te parece? 

Pervinca lo pensó un momento. 

-Bien... ¡Pero recuerda que no le gustan las de nuez! -Dice mientras me seguía a la tienda. 

-Lo sé. Serán de chocolate. 

Más tarde, mi hermana y yo nos encontrábamos frente la casa de Flox. 

-¿Deberíamos gritar o tocar la puerta? -pregunté. 

-Su mamá no creo que esté, es muy temprano para que salga de su trabajo... Pero, la tía Hortensia sí estará. 

-Entonces, ¿tocamos la puerta? 

Cuando Vi y yo íbamos a casa de Flox, descubrimos que teníamos que gritar a Flox para que bajara, si es que estaba sola. Pero ésta vez no lo estaba. 

Toc-toc. 

Se oyó cuando llamamos a la puerta. 

-¿Estás segura de que nos oirán? -pregunté. 

-Sí -Pervinca observó la puerta un instante antes de girarse hacia a mí-. Además, Pífano está con ella... ¡Y las hadas tienen un excelente oído! 

Reí con nostalgia. Feli siempre decía lo mismo. 

-¡Buenas tardes, niñas! -saludó la tía Hortensia-. ¿Vienen a ver a mi sobrina? 

-Sí, de hecho... queríamos pedir ayuda de ella -dije por Vi. 

-¡Vaya! -reaccionó la mujer-. Pasen, está en su habitación. 

-¡Muchas gracias! -dijimos a la vez Pervinca y yo. 

Mi hermana adoraba venir a casa de Flox, pero lo que más le gustaba era ver de qué color sería la habitación de Flox ésa vez. 

-¿Flox? -Llamé desde fuera de la habitación. 

-¡Pase! -La voz de Pífano respondió por ella. 

Cuando ya estuvimos dentro, admiramos. Ahora su habitación era azul turquesa. 

-¡Hola! -Saluda Flox, la cual se encontraba recogiendo algunos libros-. Perdonen el desorden, no sabía que venían... 

-No, no... Nosotras no avisamos -ríe Pervinca. 

-¿Puedo hacer algo por ustedes? -La pelirroja nos sonrió de oreja a oreja. 

-¿Nos ayudas? -Preguntamos a la vez mientras mostrábamos las bolsas que contenían los ingredientes. 

Flox sonrió. ¡Era hora de hornear! 

«-¡Como lo imaginaba! -Dijo Flox-. Sigues teniendo una increíble memoria. 

-¿Verdad? -Vainilla sonrió satisfecha. 

-¡Yo no puedo creer que contaras eso! -Protestó Pervinca, la cual se encontraba ligeramente sonrojada. 

-¡Dios mío! -Soltó Lili-. ¡Nunca había visto a mamá sonrojada! 

Vainilla soltó una carcajada. 

-Es algo no tan común, Lili -advierte Grisam. Pervinca le dio un pequeño golpe. 

-¿Y a ti, Violeta? -Cuestionó Jim- ¿Te ha gustado la historia de Babú? 

La niña solamente asintió. Estaba realmente roja, forma con la que se sabía que estaba nerviosa. A diferencia de su madre, ella era realmente tímida. 

-No puedo creer que sean familia... -dice Pervinca antes de abrazar por los hombros a su amiga. 

-¡Ésta parte de la historia me ha encantado! -Dijo Iris- ¡Es realmente lindo saber que la tía Vi aprecia a tal grado al tío Grisam! 

-¡Claro que se aprecian! -ríe Babú-. Si no fuera así, no se tolerarían... 

-¿Y sabes por qué, Iris? -cuestionó Jim en voz baja. 

-¿Por qué, papá? 

-Porque es amor de verdad».

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