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Capítulo 17

«En la noche siguiente, la familia Burdock y la familia Burium se encontraban frente a la gran chimenea. Clío y Pétalo, como era ya de costumbre, se encontraban en la casa de los Periwinkle para ayudar a Dalia y a Tomelilla con el invernadero; últimamente lo había descuidado y las plantas habían comenzado a secarse. 

Vainilla y Jim se hicieron cargo de las niñas mientras que Grisam y Pervinca se ponían de acuerdo para saber qué hacer de cenar; yo solo estaba pegada al cristal de la ventana, tal y como hacía en todas las noches frías. 

-Sigo pensando que deberías de ir a descansar... Los primeros meses de tu otro embarazo fueron los más difíciles -Jim reprochó con sus mejillas hinchadas-. Aunque también fueron porque eramos primerizos. 

Yo no estuve presente a la hora del nacimiento de Iris, pero he escuchado que Vainilla había tenido varios problemas; al parecer, sufría algunas contracciones muy fuertes. 

-Estoy bien, Jim -Babú confirmó y se estiró un poco para besar su mejilla. El beso fue tan sencillo que pareció ser un roce-. Gracias por preocuparte, pero si sigues así me recordarás a Tommy. 

-Pero, ¡mamá! -Gritó Iris desde el suelo-. Papá y el tío Tommy no se parecen en nada. Papá es más alto y más guapo que el tío Tommy -la pequeña reprocha, aferrándose a Jim con fuerza. 

El mayor soltó una risa contagiosa gracias al comentario de su hija. ¿Él más guapo que el mismísimo Tommy Cordibock? Era apuesto y elegante, sí, pero Tommy siempre tuvo algo que traía vueltas locas a todas las chicas de su generación; quizá eran sus pecas, sus ojos color avellana, su carácter tan vivaz, su sonrisa o su cabello rizado. 

-¡Niñas! -Grisam canturreó-. Pervinca dice que vayan a la habitación a ponerse las pijamas y a esperar a que todo esté listo para cenar. ¡Hoy hay fiesta de pijamas! 

Lili chilló de emoción y se llevó a jalones a su prima. Las dos niñas subieron a la habitación de la rubia y no salieron para nada durante los siguientes minutos. Los adultos se quedaron solos, tal y como en la noche anterior.

-Pervinca no dijo eso, ¿verdad? -La bruja de la luz sonrió y observó a su cuñado-. Solo te asusta el que te convierta en una lombriz por lo de la otra vez. Yo estaría igual. 

-Sh, sh... -Grisam subió las escaleras volando antes de refugiarse en el cuarto de las pequeñas. 

-¡Huye! ¡Miedoso! -Gritó Pervinca desde la cocina, mientras se retiraba su delantal-. Todos los magos de la oscuridad son iguales. 

-Agradezco ser sin magia... -Jim susurró, admirando el techo desde el suelo-. ¿Irás por Clío y Pétalo? Hoy te toca ir, si no me equivoco...

-Sí. Tengo que recoger algo en casa de Flox, y luego iré por ellas -la bruja explicó y dio una breve sonrisa como despedida después de colocarse su capa-. No hagan cosas buenas que parezcan malas, ¿bien? Mañana me dan un resumen de lo que recuerden... ¡Ah! Cuando regrese terminaré la cena. 

Pervinca salió de la casa y se dirigió hacia la casa de sus padres. ¡Casi me ve! 

-¿Hoy mi público serás tú? -Vainilla preguntó mientras se hacía un lugar en el suelo entre las piernas de su marido. 

-Al parecer, sí»

Tal y como era de costumbre durante todas las mañanas, me encontraba dentro de la ducha. Necesitaba aclarar mi mente después de una noche tan pesada; Jim no durmió conmigo aquella vez, y mamá estuvo todo el tiempo en el estudio de papá para ver si recibía alguna señal por el radio. Estuve sola y cualquier sonido me aterraba; tuve que dormir con una luz encendida gracias a eso. 

Recargada contra la cerámica fría de la bañera, mi mirada divagó entre las cuatro paredes que me rodeaban y se detuvo frente al gran espejo de reflejo completo que se encontraba a un par de metros de mí. Contemplé mi imagen durante unos segundos y, sintiéndome atraída, terminé saliendo de la ducha, me puse una bata encima y me acerqué al gran objeto. 

Qué horrible reflejo tengo... Pensé, y fruncí mi ceño. 

Mi cabello lucía descuidado, tal y como el de Pervinca; mis ojos estaban achicados y tenía dos enormes marcas oscuras abajo de ellos; mis labios y mejillas se encontraban pálidos, como los de un muerto viviente. 

¡Lucía verdaderamente terrible y decaída! 

El practicar tanto con mis poderes y habilidades físicas me había dejado agotada al máximo, pues ya ni siquiera tenía la gran sonrisa que solía llevar para fingir que todo estaba bien después del rapto de mi hermana. 

El pueblo estaba cambiando gracias a los ataques tan repentinos del enemigo; todos se estaban separando de sus seres queridos por el temor de ser heridos o corrompidos por la oscuridad. Los habitantes casi no salían de sus casas; solo mis amigos y yo salíamos para informar nuestros descubrimientos a los magos del Gran Consejo y al ayuntamiento, quienes muy apenas nos daban la palabra al vernos. Nadie confiaba en nosotros; nadie confiaba en ninguno que no fuera sí mismo. 

Los corazones iban cambiando lentamente y los rápidos y coloridos latidos se fueron extinguiendo poco a poco, dando paso al temor y al horror en los pueblerinos. El miedo y la duda crecieron en nosotros; crecieron en Grisam, en Jim, en Flox, en Shirley, en Tommy... Crecieron en mí. 

"¿Y si no salvo a Pervinca?" 

"¿Y si Pervinca no quiere ser rescatada en realidad?"

"¿Y si ella se unió al enemigo?" 

"¿Y si alguien más se unió al enemigo?" 

"¿Y si perdemos contra el Terrible 21?" 

Eran las preguntas que siempre rondaban en mi cabeza cuando estaba sola, las mismas que me atormentaban y querían hacerme gritar hasta romper el último cristal existente en el mundo. Siempre que estaba quieta, y cuando muy apenas respiraba o parpadeaba, la angustia me invadía y me prohibía el dejar de pensar en el lado negativo de lo que estaba sucediendo en el valle. 

-¿Babú...? -La voz de mi madre se escuchó desde el otro lado de la puerta-. ¿Sigues en la ducha? ¿Está todo bien? ¿Te falta algo, acaso? Recuerda usar la crema que te dije para que cicatricen las heridas que te hiciste la otra vez...

Ah. 

Las heridas. 

Esas horribles heridas accidentales que me hice mientras realizaba uno de los extenuantes ejercicios que había puesto Francis para las prácticas me daban un aspecto peor. Tenía marcas por toda mi espalda. 

-¡Estoy bien, mamá! -Respondí e instantáneamente comencé a vestirme con lo que había escogido para esa tarde; todo era de Pervinca, pues su ropa era más cómoda para salir a entrenar con los chicos. Abrí la puerta bruscamente y choqué contra el pecho de mi madre, haciéndome soltar un quejido. 

-¿Por qué te tardaste tanto? Grisam y Jim te están esperando abajo... -Ella me dijo, sosteniéndome entre sus brazos para que no me moviera de ahí-. ¿Tienes calentura, acaso? 

-Mamá... 

-¿O es dolor de estómago? 

-No... 

-¿Te duelen las heridas? 

-¡Mamá! -Repliqué, y me aparté al instante de ella con el ceño ligeramente fruncido. ¿Por qué hablaba tanto?-. ¿Por qué actúas así? Ya te prometí que tendría mucho cuidado, que te diré si algo malo pasa... ¡Y las hadas de los menores prometieron cuidarnos! Puedes estar tranquila. 

-¿Cómo quieres que esté tranquila cuando tratas de comportarte tan segura como Pervinca? -Ella reprochó-. Tú no eres ella. Tengo miedo de que tomes una decisión que ella tomaría, pero te haga daño a ti o a la gente a tu alrededor... 

-Yo no soy yo ella, mamá -aclaré, sosteniéndola por los hombros-. Yo soy su hermana. Yo soy la hermana que la salvará del enemigo y la traerá a casa otra vez; ya lo hice una vez y pienso hacerlo nuevamente. 

-No quiero que sigas fingiendo sonrisas solo para hacerte la valiente -mamá frunció su nariz, y se apartó de mí. 

-Nunca más volveré a fingir una sonrisa -le prometí y di un beso a su mejilla antes de salir hacia la sala. Si queríamos levantar la muralla y las puertas del pueblo ese mismo día, tenía que prepararme mentalmente; sería muy pesado. 

«-¡Y lo fue! -Jim concluyó, asintiendo un par de veces con la cabeza-. Recuerdo que Acantos se golpeó la cabeza con uno de los troncos y que Shirley tuvo que curarlo para que pudiera hacer su trabajo bien... 

-Y a Nepeta se le encajo una astilla... -Babú recordó con la cabeza apoyada contra el pecho de su esposo. 

-Y a ti casi te aplasta una bolsa de arena... Otra vez. 

-Y tú me salvaste... Otra vez -la bruja le sonrió un poco y dio un beso sobre la punta de su nariz-. Lamento no avanzar tanto a la historia, pero no puedo hacerlo sin que estén todos; falta Grisam, Pervinca... Las niñas... 

-¿Qué te parece si yo les hago el resumen mañana por la mañana? -El mayor preguntó, regalando una breve sonrisa-. Puedo contarles todo durante el desayuno, o mientras esperan a los hijos de Flox para ir a la escuela. 

-Eso se oye muy bien... Pero lo harás después de que me lleves el desayuno a la cama y que me despiertes con un beso. 

-Eres muy glotona, Babú... 

-Sí, ya lo sé. Así me quieres. 

-Así te amo, Vainilla... -Corrigió, acariciando el suave cabello de su esposa-. Aunque te acabes todo lo que hay en la alacena y nunca engordes -Jim dijo, haciéndole reír a la bruja. Besaron sus labios una última vez antes de levantarse de su lugar cuando escucharon la puerta de la entrada abrirse y cerrarse. 

-¡Ya llegamos, familia! -La voz de Pervinca resonó con orgullo. 

Sí. Ya llegamos, familia»

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