[2]
"La oscuridad de la noche sacude mis sueños dormidos y me despierta
Pero no estoy asustado
Estoy bien".
Yoongi POV
Nada.
Lo que ví después de las luces boreales fue nada. Recordé entonces, ¿Habrá sido un falso sueño? Tiene sentido. Tenía que serlo, al no encontrar nada di por sentado que así era. Intenté cobrar fuerzas abriendo mis ojos pero fue en vano.
No podía.
El melifluo sonido tan atrayente se colaba en mis tímpanos, dulce pero tan lejano y melancólico. Mis brazos a mis costados hechos puños, un sonoro ruido indicando mi llegada y la fuente del sonido perdiéndose en arpegios semi tocados.
Lo ví entonces. Con ojos grandes y sin aliento ví la luz que creí haber soñado. Oro espolvoreado en escarcha violeta se alzó ante mi vista.
Caminé lo que parecía unas escaleras eran y subí siguiendo el baile de auroras que llamaban mi cuerpo como agua necesitada. Sobre mí una tapa de madera impedía mi salida, juntando mis cejas abrí de golpe y me congelé aguantado mi respiración.
De no ser porque no me drogué antes, juraría a esto parte de mi subconsciente.
Una jodida montaña.
Es una impactante e inmensa montaña repleta de vegetación con aves por aquí y animales por allá. Todos revoloteando en una misma sincronía, ¿porqué no me sorprende en demasía? No es como si me importara. Todo aquí parece ridículamente irreal. Saliendo de mi shock asimilé unos cuantos segundos de donde había salido. Justo de adentro de un pequeño sillón cubierto de musgo tan verdoso como todo lo que aquí rodea.
¿Como salí? Sabrá la nicotina que acabo de fumar.
Parpadeo varias veces dejando mi entrada en segundo plano y saliendo completamente del pequeño sillón, giro mi cabeza hacia la derecha donde el mismo Piano de Cola se encuentra ahora mismo, a diferencia de donde me adentré este lo cubre casi completamente la misma capa verdosa con hierbas del mismo color nacidas en él tan espesamente recubriendo sus curvas. Otras pocas raíces cuelgan finamente desde su tapa y se esparcen enrollando su mueble. A pesar de su apariencia no parece en mal estado es mas, casi parece muy bien cuidado. Sus teclas brillan tan limpiamente en un jade blanco encantador como sus negras en adorno. La pieza musical sin duda, es mi Dios.
Tan precioso.
Una enorme cascada conecta desde su mueble hasta caer profundamente bajo la cima donde me encuentro perdiéndose de mi vista en lo que supongo el final está profundamente. El agua cristalina llena placenteramente su caja armónica como un pequeño lago adornando sus cuerdas donde estas nadan tan plácidamente como sus raíces al rededor.
Es inexplicable.
Hace menos de cinco minutos iba a terminar con mi vulgar existencia. Pero ahora me encuentro tan perdido como en un comienzo y es que, no hay palabras para describir esto que mis pupilas ven. Es tan mágicamente estúpido que empiezo a creer nuevamente es un engaño de mi mente para hacerme creer que todo estará bien. Una autodefensa.
Inhalo profundamente cerrando mis ojos para así asimilar que ha ocurrido.
De nuevo nada.
Muevo mi cabeza abriendo mis ojos, cerrando el sillón y sentándome en él. Remojo mis labios mientras trueno mis dedos y cuello en el proceso. El aire que se cuela dentro de mi nariz y por sobre mi piel hace a mi cuerpo temblar ante la anticipación de seducir nuevamente a mi glorioso Dios en forma de teclas armónicas.
Un nuevo y aún más satisfactorio vaivén roza mis dedos mientras bailo sobre su teclado, mis ojos se cierran nuevamente mientras me concentro solo en la melodía de que aquel instrumento me brinda. La sinfonía de mi vida yace bajo mis dedos y resuenan en el lugar en compañía del agua que cae por sobre el instrumento. Es tan explícito el sentimiento otorgado por notas en forma de vida, tan malditamente inexplicable que solo puedo pensar, nací para tocarlo a él, para adorarle y postrarme ante él. Mi maravilla creada en sinfonía. Pasados más de tres minutos he terminado con la perfecta sincronía que mis dedos han dedicado a tan elogiante deidad.
Han sido los cuatro mejores minutos que en mi vida han valido. Entonces caigo en la realidad.
— Ha sido maravilloso aquello que has tocado.
No estoy soñando.
Una voz. Tan suave y dulce, un sonido Índico una aduladora sensación de estrellas a mis oídos hacen a mis ojos abrir.
Despacio y sin sobresaltarme volteo hacia donde supongo la voz está. Parpadeo más de lo necesario, froto mis ojos pero no veo a nadie.
— La última vez que alguien tocó melodías sonantes y maravillosas fue antes de crearse Paradise.
— Muéstrate –pedí calmadamente dándome vuelta y buscado al portador de esa meliflua voz.
Me estaba exasperando.
No veía a nadie por más que enfoqué todo lo que pude en los árboles y montañas.
— Estoy justo aquí, grandote. –soltó una carcajada al aire.
¿Se estaba riendo de mí?
La risa se hizo más fuerte naciendo en el centro del mueble del piano. Me acerqué cuidadosamente y brillos de escarcha verde salpicaron mi cara, limpié mi rostro con mi Cardigan beige. Ondas del dichoso polvo esmeralda salieron de allí subiendo hasta el extremo de un árbol frente a mi, atrás el piano. En la punta de su copa cesaron las risas cayendo restos de hojas y un cuerpo emergió del manto brilloso bajando hasta quedar justo frente a mis ojos.
Mis ojos saliendo de órbita no disimularon al pequeño ser de alas transparentes que se situó con una adorable sonrisa, manos entrelazadas en su espalda mientras me examinaba cada detalle de mi cuerpo.
—¿Q-qué demonios eres?
Sus pequeñas alas de mariposa se batían a mi al rededor de un lado a otro e irradiaban brillo por donde lo vieras. Su piel juraría es más blanca que la mía, y vamos, que no creí ver a alguien más blanco que yo. Rió sonoramente con sus brazos atrás de su espalda para luego rodear mi cuerpo volando en círculos dejando a su paso polvo brillante en oro. Mi desconcierto está diciendo basta.
Esto no está ocurriendo.
— ¿No es obvio? –su mirada delató diversión. — ¡Soy un hada!
Mi mandíbula se desencajó
— Eres un humano, ¿no? –siguió mientras batía sus alas a mi alrededor. — Eres tal cual te describían –abro y cierro mi boca pero nada sale, no cuando mis ojos me engañan. ¿Un hada?
— No puedes ser real. La magia no existe.
¡¿Que clase de mierda es esta?!
— Auch, eso dolió. ¿No ten han dicho que dar por sentado algo es precipitarse?
— Eres surreal.
— Puede qué. Pero mira a tu alrededor. ¿Te diste cuenta de dónde saliste al menos? –soltó divertido cubriendo su boca con sus pequeñas manos. Al parecer le divierte mi estúpido rostro.
Adorable, pensé. Batí mi cabeza.
Ah?!
Muevo la cabeza en un intento de procesar la información.
— Como si me importara –solo sé que no sé nada. Y si es otra realidad al menos deseo morir en manos de tan encantador ser.
— Yah, ¿sabes cómo llegué aquí?
Alzó una ceja deteniendo sus movimientos por un segundo y retomándolos cuando lo miré directamente.
— Por el sillón, claro está –señaló. Rodé mis ojos, unas manos en mis mejillas me hicieron soltar un respingo. — Fue obra de él. Puedo ver que te gusta. –señaló el piano a mi costado.
— No simplemente me gusta –bajó sus manos a mi boca y jadeé cuando se atrevió a tocar mis labios. – Él es mi Dios sinfónico.
Ladeó su cabeza, sus hebras doradas rozando mi nariz.
Inefable
— ¿Tu Dios, eh? Pude notarlo en la manera en como lo tocabas. Fue... excepcional y mágico –desvió sus manos a mis hombros y descubrió mi clavícula palpando con sus suaves dedos, me removí. — Tienes piel de nieve, ¡como una nube!
— ¿Podrías dejar de tocarme? Es raro... –expresé entonces impaciente por sus manos juguetonas.
— ¿No conoces el espacio personal? –pregunté después, pareció no entender pues siguió inspeccionado mi cuerpo. No le dí importancia hasta que tomó mis brazos y casi chilló de horror cuando vió mi muñeca izquierda. —Suéltame, que entrometido.
Bufé a la vez que su pequeña boca formaba una clara "O", desvíe la mirada.
— ¿Qué ocurrió humano? Déjame curarte. Oh... No es tan grave –soltó neutro. — Pero si me asustó –tomó mi muñeca nuevamente tras un encogimiento de hombros, de su traje blanco con dorado sacó un pequeño frasco de cristal con destellos ámbares dentro. — Esto te hará bien, quédate quieto.
Sin más me dejé que esparciera las gotas oro, éstas cayendo en la pequeña herida, gemí adolorido cuando destelló en un claro carmesí pues había olvidado por completo ese detalle. La criatura frente a mi sonrió coquetamente batiendo sus alas al ritmo de sus pestañas. Me congelé cuando un suave y delicado beso fue dejado en el centro donde el polvo fue esparcido. Con la mirada fija en la mía jadeé, labios rosados y pomposos hacían juego a sus mejillas, los lamió luego y soltó mi mano.
La herida había desparecido.
— Es todo. Perdona si te dolió, no sabía que en humanos surtiría tal efecto.
—Gracias... –dudé en si llamarlo por algún nombre.
— Jimin, soy Park Jimin. El hada guardian de tu deidad y devoción detrás de ti. –señaló nuevamente riendo divertido.
Tan delirante.
Y no tenía objeción hacia ello. Es la criatura más hermosa y espectacular que mis ojos hayan visto. Y si fue obra de mi devoción, no cabe la menor duda, es real.
Pero no se lo diría. No aún.
— Llámame Yoongi, Min Yoongi un simple humano.
🍀🍂
Recuerden votar y comentar, quiero leerlos uwu.
Katsu✓❄️
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