capítulo 14
Raisa y Caelan siguieron a las gemelas hasta un pequeño sendero lleno de árboles pintorescos y plantas muy coloridas. Unos pajaritos revoloteaban y cantaban tranquilamente a la luz de un brillante sol, que hacía relucir las copas de los árboles.
—vamos a comenzar por algo muy sencillo -dijo Eliana —vamos a transformar una roca en una pluma
—¡guao! ¿cómo lo hago? -preguntó Raisa muy curiosa.
—primero, te entregaré el báculo. Y te mostraré cómo debes usarlo -dijo Elina tomando el báculo de una caja de madera que traía en las manos
La joven se lo entregó a la niña, y el báculo volvió a emitir ese brillo dorado tan místico. En cuanto Raisa lo tubo entre sus pequeñas manos, el báculo comenzó a encogerse hasta que se ajustó perfectamente a la complexión de la pequeña Raisa, quien no medía más de un metro con treinta centímetros
—¡no puede ser! ¿por qué se encogió? -exclamó Caelan con curiosidad
—solo se ajustó al tamaño de su portadora. No hay nada de que preocuparse -dijo Eliana con una sonrisa —ahora si. Lo que harás primero es ponerte derecha y sostener el báculo en alto
La princesa tomó una roca y la dejó sobre un tronco que se encontraba cerca de ellos
—ahora, debes apuntar hacia la roca y concentrarte en ella, justo así -dijo la princesa Elina mientras Raisa hacía lo que le indicaba
—y por último, debes decir las palabras mágicas "mutatio plum" -concluyó Eliana
—¡mutatio plum! -dijo Raisa tratando de concentrarse lo mejor que podía
PERO EN VEZ DE QUE LAROCA SE COMBIRTIERA EN UNA PLUMA, solo brilló unos segundos y salió DISPARADA HACIA EL PEQUEÑO ARROLLUELO QUE ESTABA EN EL CENDERO
Raisa mostró una mirada de desepción, y Elina le dijo
—recuerda que Faeri no se construyó en un día. Me hubieras visto cuando Astarot me enseñó este hechizo
—¡es cierto! ¡la roca se convirtió en una ardilla! -respondió Eliana riendo —y la mía se volvió un ratón
—¿enserio? -dijo Caelan
—por supuesto. No esperábamos que te saliera a la primera Raisa -dijo Elina —vuélvelo a intentar. Esta vez, trata de hacerlo sin prisa, e intenta relajarte
—muy bien, aquí voy -dijo la niña respirando profundamente y tomando otra roca.
Se puso derecha, bajó los hombros y dejó que su mente se relajara un poco
—¿mutatio plum! – exclamó Raisa apuntando a la roca con el báculo
y esta vez, la roca se elevó en el aire y se transformó en una hermosa pluma roja.
Los tres aplaudieron a Raisa y Elina le palmeó el hombro en señal de aprobación
—¡lo logré! -dijo Raisa muy contenta
El resto de la mañana, Raisa aprendió posturas, y algunos hechizos básicos. Las princesas le dejaron una lista escrita en pergamino, y ella se quedó con Caelan para que los estudiara. Al día siguiente, ella les mostraría sus resultados.
—muy bien. El primero de la lista, es transformar una roca en un cristal -leyó Caelan
–muy bien, hagámoslo -dijo la niña buscando entre las plantas una buena roca
—solo debes decir "mutatio cristalis" -le dijo el hobbit
La niña se concentró, y apuntó hacia la roca con el báculo
—¡mutatio cristalis! – recitó
La roca se elevó, y se transformó en un bello cristal cuadrado.
—¡si! ¡muy bien! -la felicitó su amigo —ahora, vamos a convertir la roca en un abe
—¡me gusta esa idea! ¿cuál es el hechizo?
—mutatio volucris -respondió Caelan pasándole una roca un poco más grande
La niña la tomó y la puso sobre el tronco
—¡mutatio volucris! -gritó Raisa
La roca volvió a elevarse, pero en vez de transformarse en abe, solo calló y se fragmentó.
Lo intentó varias veces, hasta que la roca se transformó en un hermoso pájaro de alas moradas, que pio alegremente y desapareció entre las ramas de los árboles.
Y así, continuaron con los hechizos hasta que dieron las doce. La niña estaba algo cansada, y el hobbit la acompañó hasta el jardín del palacio para recostarse en el pasto un rato.
—¡vas muy bien! Solo nos faltan algunos hechizos de la lista. Tengo el presentimiento de que serás una buena bruja algún día -observó Caelan contemplando el pergamino
—¿de verdad lo crees?
—¡claro!. Solo debes seguir practicando -respondió el hobbit.
Mientras tanto, del otro lado de Amberwin.
—este es el río de las ilusiones. Sus aguas te muestran lo que más anhelas en este mundo, de una forma muy realista -explicaba Elwin a Gladius, Zéphiruz y Circe.
—si, exacto. Les haré una pequeña demostración. Gladius, ven aquí -dijo Araline
El hobbit temeroso hiso caso a la elfo y se acercó a ella. Araline lo tomó de las manos y con mucho cuidado, lo sumergió al río.
El agua, tan clara y cristalina, se tornó de un color rojo intenso, y una visión apareció ante ellos.Gladius, se batía en duelo contra Morlok ferozmente.
—¿lo ven? Ese es el anelo más grande de Gladius -explicó Araline sacando a el hobbit del agua
Todos, menos Elwin hicieron exclamaciones de asombro.
Se pasaron un rato explorando las ilusiones de cada uno, y luego decidieron separarse.
Uriu y Circe decidieron ir a visitar a los faunos, Gladius, Araline y Elwin decidieron regresar al palacio por té, y Lucía llevó a Carlos, Zéphiruz y Arlo hacia el hogar de las hadas.
Gladius se quedó un momento mirando a Elwin, y Araline le susurró algo al oído para que se apartara. El hobbit siguió a la elfo hasta un roble alto, y ella le preguntó
—te gusta ¿verdad?
Gladius se quedó paralizado en su lugar
—de...de que hablas -exclamó Gladius
—sabes muy bien de quien estoy hablando -dijo araline con una sonrisa
—bueno...pues...si, me gusta mucho -respondió el hobbit mirando de reojo a Elwin
—bueno, pues creo que yo te puedo ayudar un poco -sugirió Araline
—¿lo harías?
—si, claro. Creo que eres buen partido para mi hermana -exclamó ella poniendo suavemente una mano en su hombro
—bueno, muchas gracias -respondió el hobbit sonriendo.
Perfecto, ya tenía su aprobación. Solo necesitaba hacer algo para llamar la atención de la elfo, y todo estaría resuelto.
—primero, tienes que darle algo que le guste, y creo que ya se que -dijo Araline caminando
Unos minutos después, regresó y trajo consigo una bella dalia de color rosa.
—ella las adora, así que tal vez te funcione. Pero recuerda que una elfo no es tan fácil de impresionar -aconsejó Araline poniendo la dalia en la mano del hobbit.
—muy bien, te hago caso -respondió el hobbit yendo hacia la elfo.
—Elwin...yo...tengo algo para ti -dijo el hobbit temeroso extendiendo la mano
Jamás había sentido algo como el amor, y no le resultaba tan fácil enfrentarse al sentimiento como aquel.
—una dalia ¡que lindo eres! Pero necesitarás algo más que eso para impresionarme, pequeñín -dijo la elfa con una sonrisa ladina.
El hobbit suspiró ¡la había llamado pequeñín! ¡pero si son mas o menos de la misma altura!
—te dije que no iba a ser tan fácil. Pero no te preocupes, porque todavía nos quedan muchas opciones -dijo Araline con una mirada compasiva.
—muy bien. Confío en ti -respondió el hobbit suspirando.
Mientras tanto, en el hogar de las hadas.
—chicas, les presento a Zéphiruz y a Arlo -dijo Lucía con una sonrisa.
Las hadas los saludaron y se asombraron por la vellesa de Arlo, y algunos le hacían preguntas a Zéphiruz del tipo. ¿siempre has sido tan pequeño? ¿qué eres? ¿tienes hermanos? ¿cultivas flores en tu país? ETC.
Zéphiruz estaba comenzando a desesperarse, cuando un grito vino desde las lejanías.
—¡cuidado abajo! -gritó una bos masculina.
De repente, un hada calló desde el cielo trayendo consigo una tabla de madera muy grande para su propio cuerpo.
—¡Jasper! ¿estás bien? -preguntó un hada de alas rojas
—si bellina. Estoy bien -dijo el hada quitándose la tabla de encima.
Jasper resultó ser el hada más hermosa que Arlo y Zéphiruz habían visto. Es pequeña y delicada al igual que las otras, pero con unas brillantes alas con un degradado de blanco a amarillo en ellas
—¡hola! Supongo que son Zéphiruz y Arlo ¿verdad? Ustedes y sus amigos son noticia en el bosque desde que llegaron. Mucho gusto, mi nombre es Jasper y soy un hada de la luz
—un placer, Jasper -dijo Arlo alzando un ala en señal de respeto
—es un gusto -dijo Zéphiruz
—¿para qué es la tabla? -preguntó Lucía
—bueno, Lili me pidió que la trajera para reparar algo -respondió Jasper
—¿Lili? ¡ha! ¡será para construir el monumento! -explicó Bellina
—si, eso creo -dijo el hada
—¿monumento? -preguntó Zéphiruz
—si. Las hadas artesanas nos están ayudando a construir un monumento para la entrada de Amberwin -explicó Bellina
—¡si! Todas las hadas estamos ayudando con lo que podemos -dijo Lucía
—¿necesitan ayuda? Yo puedo cargar cosas pesadas sin ningún problema -terció Arlo
—si, y tal vez yo podría ayudarles a escoger la madera -dijo Zéphiruz.
Estaba un poco aburrido, y la idea de un monumento le parecía un poco más entretenida que responder las absurdas preguntas de las hadas curiosas.
—¡claro! Si nos ayudan, quizá terminemos más rápido -dijo Bellina
—¡pues manos a la obra! -exclamó Jasper
Y dicho esto, todos se pusieron a trabajar.
Mientras Arlo transportaba los materiales para el monumento, las hadas artesanas iban moldeándolo. Las hadas de la primavera le dibujaban algunos patrones coloridos con pintura hecha a base de frutas y flores, y las hadas de los animales, junto con las hadas del agua, conseguían plumas y diversos adornos para el monumento. Unas horas más tarde, la estatua había tomado forma de un jinete con armadura, y una paloma en su hombro.
—¡por fin! ¡es nuestro turno! -exclamó Jasper.
Las hadas de la luz, se acercaron a el monumento y comenzaron a batir sus alas para darle brillo y color. En poco tiempo, la pieza había adquirido un aire majestuoso y místico.
Todos celebraban la obra de arte que habían construido, y sorprendentemente, Zéphiruz se sentía feliz por haber ayudado con lo que mejor sabía hacer. Escoger madera y leña.
Era una de sus actividades favoritas, y al hacerlo se sintió otra vez como en casa. Por segunda vez, una paz invadió su espíritu como una luz en la oscuridad.
—¡es hermoso! -dijo Lucía
—¡si! ¡y espera que las princesas lo vean! -dijo Bellina muy contenta
—iré por ellas -dijo Arlo emprendiendo el vuelo
Y esto no sería un capítulo de esta historia, si no les contara que hicieron Uriu y Circe mientras tanto.
—¿a dónde vamos? -preguntó Circe mientras caminaban en el bosque
—a la cueva de Galileo y Amadeo -respondió el japonés.
—¿son faunos?
—si. Son amigos míos y creo que ahora también debe estar ahí Benjamín -respondió Uriu atravesando ágilmente un claro
—¿quién es? -preguntó Circe
s de Nebraska, y vino aquí poco antes de que yo llegara. -explicó el muchacho
—¿enserio? Yo pensé que eras el único humano extranjero aquí -exclamó Circe
—no, pero créeme. Me gusta no ser el único. Benjamín es un nerd, pero es buena migo -respondió Uriu sonriendo
Poco a poco, los árboles fueron haciéndose más frondosos, y a medida que se adentraban más al bosque, las ramas estaban cada vez más juntas. La maleza crecía desmesuradamente, y las hermosas flores comenzaban a adquirir un brillo dorado a la luz de el sol.
Un cuarto de hora después, llegaron a una cueva, en un claro muy iluminado.
—¡Uriu! -dijo un fauno saliendo de ella
—¡Amadeo! -dijo Uriu dándole un gran abraso —ella es mi amiga Circe
–baya, pero si eres la criatura mas bonita que he visto. ES un justo -respondió el fauno dándole la mano a Circe
Y es que aquel fauno no era nada feo. Es de estatura media, de cuernos curvados y ágiles patas caprinas. Sus ojos, chispeantes como el sol, brillaron con alegría al ver a su amigo.
Los invitó a pasar a la cueva, y a Circe le fue presentada otro fauno, llamado Galileo. Este parecía más reflexivo, y se admiró de la presencia de la joven.
Su piel amarronada por los años y sus cuernos elegantemente curveados reflejaron su sabiduría y un pequeño telescopio le indicó a Circe que le gustaba salir a ver las estrellas. Benjamín resultó ser un chico muy apuesto. Caucásico, de ojos verdes y cabello castaño, parecía disfrutar la presencia de Uriu en la cueva.
Era un poco tímido, y pareció ponerse nervioso al ver a la chica. Pero poco a poco, Circe y él se enfrascaron en una charla sobre Sócrates y algunos filósofos griegos. Circe no se consideraba nerd, quizá porque no tubo jamás a alguien para conversar sobre el apasionante mundo de la física o de la filosofía.
—y es por eso que creo que Sócrates era un gran filósofo -dijo Circe mientras todos tomaban una pequeña merienda
—estoy de acuerdo. Su método de responder con preguntas es increíble -afirmó Benjamín con una sonrisa.
—bueno bueno. Basta de charlas ñoñas por ahora. Creo que es momento de que les muestre algo -dijo Amadeo yendo a el rincón de la cueva.
Regresó con una especie de flauta delgada y corta, con adornos de piedra.
–este es el talaf. El instrumento más hermoso de amberwin -dijo Amadeo con un aire ceremonioso
—y ¿qué tiene de especial? -preguntó Circe.
El fauno sonrió y tomó el talaf en sus manos. Se lo llevó a la boca y comenzó a tocar una canción muy alegre.
Los adornos de piedra de el talaf comenzaron a cambiar de color, y poco a poco se tornaron de un amarrillo brillante.
Circe puso cara de asombro y de tan feliz que estaba, se puso a bailar junto con benjamín y Uriu. Galileo por otro lado, solo permaneció con la mirada perdida.
Cuando la canción terminó, Circe aplaudió y Amadeo le agradeció con un gesto.
—la princesa Elina me dijo que eres muy buena tocando ¿quieres intentar? -preguntó Uriu a Circe.
—oh...bueno... ¡si! -dijo la chica saltando de felicidad como una niña pequeña.
Amadeo le dio el taláf y la chica suspiró y se dejó llevar.
La textura de el talaf le sorprendió a la joven, porque era suave y tersa, y apreció por un momento que las piedras brillaban a la tenue luz de las velas de la cueva.
Hacía mucho que no tocaba un instrumento, y recordó cuando Damien le cantó por primera vez y se convirtió en su novio. Entonces, comenzó a tocar una melodía suave y romántica, y a medida que avanzaba, se iba volviendo cada vez más virtuosa.
Las piedras de el talaf se tornaron de un color rosa muy hermoso, y Circe estaba totalmente maravillada por aquella hermosa transformación.
cuando la melodía terminó, la chica le entregó a el fauno su preciado instrumento, y le agradeció por dejarla tocarlo
—es muy bonito -dijo ella —¿cambia de color con cada emoción?
—si, exacto. ES muy vello cuando sabes darle la melodía correcta -dijo Amadeo.
—¡es increíble! ¿quién lo hiso? -preguntó
—la madera de el talaf fue forjada con las ramas del árbol de los sueños. Era un regalo ancestral que los elfos nos dieron como ofrenda de paz entre ambas rasas -terció Galileo, que no había hablado en todo ese tiempo
—son muy ingeniosos -dijo Amadeo acariciando el talaf entre las manos
—¿y las piedras? -preguntó Circe a Galileo
—son elendrias. Las piedras élficas más difíciles de conseguir en todo Faeri -respondió el fauno.
—que interesante -exclamó Uriu muy asonmbrado
—si, lo es. Los elfos de Amberwin tienen todo tipo de objetos y piedras mágicas hermosas -replicó Galileo.
El resto de la tarde, los cuatro se la pasaron charlando y tocando el talaf, y a Uriu le encantó saber que Benjamín ya tenía una amiga con quien compartir sus conocimientos y que lo hiciera sentirse menos solo que antes.
el se había convertido en el único amigo de el americano, y a menudo le
preguntaba cuál era la razón de que fuera tan tímido. Le había contado que en sus clases era el número 1, y sus compañeros lo hacían pasar por raro, por lo tanto nunca había tenido un buen amigo.
Su inteligencia era un arma de doble filo, porque a pesar de que sacaba las mejores notas en la preparatoria yprometíaentrar a la mejor universidad de estados unidos, también la había condenado a la soledad.
Cuando el sol comenzó a perderse de vista, Circe, Uriu y Benjamín se despidieron de los faunos y regresaron al palacio. El americano se quedaba con Uriu en su habitación, pero ese día decidió quedarse con los faunos para conocer sus costumbres más a fondo.
En cuanto pusieron un pie en el hermoso palacio, se dieron cuenta de que los demás ya estaban reunidos en el salón principal, y terminaron el día discutiendo sus experiencias.
La honorífica mención del monumento asombró a las princesas, y Zéphiruz les contó como le habían colocado una corona al jinete tras ordenarlo las princesas
—¿y qué significan el jinete y la paloma? -preguntó Uriu
—el jinete representa la libertad, y la paloma simboliza la paz -respondió el hobbit.
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