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capítulo 12

—y entonces ¿dónde está ese tal abismo de las sombras? -preguntó Zéphiruz mientras atravesaban un claro en el bosque.

—bueno, el mapa dice que está donde el cielo toca el agua, pero no se que signifique -respondió Raisa

—tal vez sea una montaña, sugirió Circe

—las montañas no tienen agua -rio Gladius —debe ser un lugar alto, y que tenga agua

—podría ser...¿una cascada? -preguntó Caelan

—¡eso es! ¡una cascada! Pero...¿dónde podrá estar? -dijo Circe pensativa

—no tengo idea. Estoy muy seguro de que no hay un río muy grande por aquí -respondió Gladius mientras esquivaba la raíz de un árbol

—tendremos que seguir caminando hasta que encontremos algo -sugirió Caelan

Todos asintieron y continuaron el camino.

Las horas pasaron y el sol comenzaba a calentarlos cada vez más. Pronto tuvieron que resguardarse a la sombra de un samán.

"creo que podría intentar preguntarle a la barita" -pensó Raisa

—¿en qué piensas? -le preguntó Circe

—en que podría intentar preguntarle a la barita donde está el abismo de las sombras -respondió la niña, transformando sus pensamientos en palabras

—esa es buena idea. Trata de intentarlo -respondió Gladius.

—muy bien, aquí voy -dijo Raisa sacando la barita reparada de su mochila.

La miró intensamente y trató de relajarse. Visualizó la cascada y suplicó mentalmente que le mostrara donde estaba.

De pronto, su cerebro se vio sometido ante una fuerza extraña. Llevada por sus pensamientos y por aquella fuerza que la dominó súbitamente, dijo con voz solemne

—está al oeste, en la desembocadura del Jala Omuhle

—pues al oeste iremos -respondió Caelan tocándole el hombro a su amiga.

La fuerza extraña se retiró de el cerebro de Raisa y la niña miró a sus compañeros

—no vuelvan a hacer que haga eso, por favor. La que habló no era yo, y no me gustó que la barita entrara en mi -protestó Raisa

—lo sentimos mucho. No sabía que la barita haría eso. Aunque si le ves el lado positivo, creo que Morlok nunca se dio cuenta de que su barita podía hablarle, o ya estaría en Amberwin -respondió Gladius.

—cierto, pero aun así no me gustó -dijo la niña mirándose las manos

—vasta de charla, o nos vamos a tardar aquí hasta la noche -dijo Zéphiruz adelantándose al resto.

Todos avanzaron hacia el oeste y a medida que se acercaban al río, el aire se hacía más fresco y húmedo.

—¡miren! ¡ahí está! -exclamó Circe al ver el río.

Delante de ellos, tan alta como el cielo mismo, se alzaba una caudalosa cascada que flanqueaba la desembocadura del río como una puerta infinita.

El viento dejaba fluir el rocío de la inmensa cascada y el cielo parecíateñirse de un rojo pálido a medida que se acercaban a ella.

—¿cómo vamos a cruzar? -preguntó Zéphiruz

—no se preocupen por eso -dijo la inconfundible voz de Esteban, el ogro

—¡Esteban! ¡que gusto nos da verte! -exclamó Gladius dándole la pequeña mano.

—lo mismo digo, honorable hobbit. Siempre es un gusto ver a los nuevos amigos

Todos le sonrieron.

—¿cómo supiste que estábamos aquí? -preguntó Raisa

—los peces me lo dijeron, mi querida Raisa. Ellos saben mucho más de lo que creen -respondió el ogro con una sonrisa muy amplia

—y entonces ¿tú sabes cómo cruzar la cascada? -preguntó Zéphiruz tratando de parecer menos gruñón que de costumbre

—si. Basta con recibir un pequeño empujón -dijo el ogro

—¿empujón? -exclamó Caelan

—si, uno como este

Y diciendo esto, Esteban el ogro empujó a los cinco viajeros con sus gruesas y grandes manos hacia el río.

Todos sintieron que caían por una especie de rampa de piedra, y en menos de un minuto se encontraron en una cámara circular, con paredes de roca y algo húmeda

—¿todos están bien? -preguntó Circe tosiendo

Todos hicieron exclamaciones de asentimiento y Caelan se puso a recorrer la cámara

—¡oigan! ¿ya vieron eso? -dijo el hobbit señalando a un rincón de la sala.

En la oscuridad, se encontraba un enorme dragón, que dormía apaciblemente en el suelo. Sus escamas, grises y opacas se confundían con la negrura de sus ojos.

—¡santo dios! ¡Es un dragón real! -gritó Raisa aterrada

—¡no grites! ¡lo vas a despertar! -susurró Zéphiruz

Todos avanzaron sigilosamente por la cámara, hasta llegar a lo que parecía ser la salida.

Al mirar más detenidamente, descubrieron que se trataba de un abismo fantasmal, envuelto en la luz tenue que llegaba desde el camino que le seguía.

Dentro de el abismo, una colección gigantesca de joyas, monedas de oro y plata y objetos raros y brillantes relucía como un tesoro invaluable en aquél rincón apartado de el mundo que los viajeros conocían.

Zéphiruz, tentado por los objetos que contenía el abismo, acercó la mano para tomar algo de el fondo.

De repente, un rugido se escuchó detrás de ellos, y una voz aterradora dijo

—quien osa interrumpir mi sueño sagrado

Todos corrieron asustados por el camino, e intentaron esconderse. El dragón había despertado y estaba buscándolos por todo el lugar.

Gladius, armándose de valor, sacó su espada y la levantó. Esta desprendió un brillo tenue pero visible en aquella oscuridad.

La criatura retrocedió.

—¡miren! -dijo Caelan señalando al dragón.

—¡ja! ¡no eres tan ferós como pareces! -le gritó Gladius

Raisa salió de su escondite y se acercó al dragón. Unas gruesas lágrimas le caían de el rostro, y unos sollozos se escucharon en la sala.

Raisa sacó de el bolsillo de su chaqueta la linterna, y al encenderla, vio con asombro que aquél dragón enorme y horrible, no era más que un cachorro hermoso y de mirada triste.

Sus escamas, no eran grises, si no color índigo como su cuerpo y cola. Unas hermosas alas se desplegaron ante la luz de la linterna, dejando ver el majestuoso brillo plateado que poseían.

—¡mírate! ¡eres tan lindo! -exclamó Circe al verlo

—¡no me hagan daño! Prometo ser un buen dragón -dijo el cachorro entre lágrimas

—tranquilo, pequeñín. No usaré mi espada -le respondió Gladius guardándosela en el cinto.

El dragón se sentó en el suelo y Raisa le secó las lágrimas con un pañuelo.

—muchas gracias, noble humana -le dijo el Dragón

—por nada... -se interrumpió al no saber su nombre

—soy Arlo ¿cuál es tu nombre? -preguntó

—me llamo Raisa. Ellos son Gladius, Caelan, Zéphiruz y mi hermana Circe -los presentó Raisa.

—es un gusto -respondió Arlo sonriendo

—el gusto es nuestro, Arlo. Pero si nos hicieras el favor de no comernos, estaríamos muy agradecidos -exclamó Zéphiruz

—tranquilos, no voy a hacer eso. Les voy a explicar.

Todos se sentaron mientras el dragón comenzó a hablar

—vengo de una familia que ha protegido estos lugares de los forasteros desde hace mucho tiempo. Cuando yo apenas tenía unos meces, el hechicero que nos gobernaba pidió que escogiéramos al dragón mas joven, para vigilar y proteger el abismo de las sombras.

Mis padres me eligieron a mí, y desde entonces me confinaron a este horrible lugar. Me siento muy solo aquí, porque todos los que entran me tienen miedo y nadie quiere ser mi amigo. De hecho, creo que nunca había contado esta historia a ningún forastero

—tu historia es muy triste Arlo -dijo Circe al borde de el llanto

—nosotros podemos ser tus amigos, si quieres -ofreció Raisa amablemente

—¿enserio? ¡eso sería increíble!

Todos hablaron al mismo tiempo, pero estuvieron de acuerdo con la moción

Una pequeña llama de fuego salió de las fauces de Arlo, y todos se sobresaltaron

—lo siento mucho. Escupo fuego cuando me emociono -dijo el dragón con voz temblorosa.

—no te preocupes. Solo trata de no emocionarte tanto -sugirió Caelan.

—si, claro. Ahora ¿necesitan ayuda para salir de aquí? -preguntó Arlo levantándose

—si, eso es muy obvio -respondió Zéphiruz

—muy bien, entonces súbanse -respondió Arlo

los tres hobbits cupieron a la perfección en la grupa de el dragón, pero Circe y Raisa se quedaron sin transporte

—¿crees que puedas hacernos flotar con tu barita? -preguntó Circe a su hermana

—eso creo -respondió la niña

—de todas formas, voy a volver por ustedes -respondió Arlo agitando las alas.

en un rápido movimiento, se elevó en el aire y desapareció en la oscuridad.

—muy bien, creo que recuerdo el hechizo... si, creo que es este ¿lista? -dijo la niña alzando la barita

—si -respondió su hermana tomándola de la otra mano.

—¡aeris levitas! -gritó Raisa con la voz más autoritaria que pudo

En menos de un segundo, las dos se levantaron del suelo y comenzaron a elevarse.

Raisa se concentró para que el hechizo durara, y Arlo les dio un suave empujón con su cola para que fueran más alto

—¡eres increíble! -le dijo a Raisa mientras se ponía a su altura

—Gracias, Arlo -respondió Raisa con una gran sonrisa.

El aire se tornó frío, pero la esperanza les abrazó el corazón como fuego palpitante. El panorama por fin se aclaraba, y no faltaba mucho para llegar a su meta.

Al ver el camino, Raisa bajó la barita y el hechizo comenzó a debilitarse. Arlo apoyó las patas traseras en el suelo para servirles de soporte, y las dos cayeron sobre él

—¿te hiciste daño? -le preguntó Circe a el dragón mientras ayudaba a su hermana a ponerse de pie

—creo que no -respondió Arlo.

—¡chicas! ¿lo lograron! -celebró Gladius alzando los brazos

uevo. Todo había resultado de maravilla.

Y ustedes dirán ¿qué pasó con Nix y Morlok? Bueno, se los mostraré

—¿crees que ya hayan llegado al otro lado? -preguntó el hechicero iluminando la cámara con la barita

—si, es probable. Parece que el dragón no está por ningún lado-respondió Nix mirando a su alrededor.

—de todas formas, vamos a esperarlos hasta que salgan de Amberwin, porque esas princesitas nmimadas pucieron un encantamiento muy fuerte alrededor del reino -respondió Morlok

—si, es cierto. ¿y si dormimos un rato? No creo que ballan a quedarse solo un día en ese bosque -sugirió Nix

—buena idea. -respondió Morlok tomando la barita de Nix.

Hiso un movimiento de muñeca, y una cama con sábanas apareció de la nada.

Los dos se quitaron los zapatos y Morlok se cubrió con las sábanas para no ver a Nix, que se ponía la pijama.

Cuando terminó, ella hiso lo mismo. Y así, se acostaron bajo la tenue luz de el atardecer, creyendo que el camino a seguir sería fácil.
Disculpen si tengo errores ortográficos, lo que ocurre es que he estado un poco ocupada y escribí este capítulo a la carrera 🤣

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