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Capítulo 8: Las desgracias poblan la tierra.


Aike.

Era una completa pendeja para desmayarme en vez de tomar mis cosas y huir para no verla.

—¿Qué pasó? —Escupí intentando reincorporarme.

Mi cabeza chocó contra la frente de Aylin, quien me observaba con atención. Bramó del dolor tallando su cabeza, mientras yo intentaba apreciar mi paradero.

Me encontraba recostada sobre sus piernas, ambas sentadas en las bancas afuera de la plaza junto al atardecer. Le pedí disculpas por el golpe, pero mi mente estaba dispersa con el deseo de que nadie me tocara el cuerpo en ese lapso de tiempo y Stella no me reconociera.

—¿Qué hora es? —Pregunté, aún sintiendo el cuerpo pesado sobre el suyo.

—Pasadas las 6. No te llevé a casa porque aún quería ver unas cosas y te dejé con una anciana que esperaba a su nieta. Recién volví. —Admitió sin culpa, encogiéndose de hombros.

Su largo cabello recorría su espalda descubierta, lo que me hizo pensar sino tenía frío. Yo era muy friolenta.

—¿Amber y la otra chica...?

—Amber tenía una comida con su novio y Stella... —alargó el nombre con disgusto—. Es igual a Arlene, poco le importó que alguien se haya desmayado y se fue del lugar. Que no te importe. No es personal.

Lo prometo, cuando vuelva a ver a Stella le voy a partir su madre.

Suspiré, dejando caer mi cabeza nuevamente en su regazo. Tardé en percatarme de que ella me veía como un chico y tal vez eso fuera un aprovechamiento de mi parte. No era correcto abusar del espacio personal de alguien más.

—Eh... —Intenté levantarme, pero su rostro observando el mío me detuvo de nuevo.

Traté de cubrir mi cuerpo con mis brazos y junté les rodillas sobre la banca. Me asustaba la profundidad en sus ojos café y la mueca que hacía siempre al mirarme.

—Tú eres...

—Mi pene...

—Muy bonito. —Concluyó, sonriendo con las manos en mis cachetes. Sus ojos se amargaron de un momento a otro—. ¿Qué tu pene qué?

—¿Qué de qué?

—Tu p...

—Es largo. Muy largo. Muy... —me di cuenta de su incomodidad—. ¡¿Qué?! ¡Tú preguntaste!

—Qué demonios. —Arrugó la nariz con hastío, apartando sus manos de mi rostro.

Felicidades, Aike. Acabas de pervertir un buen pensamiento. ¡Eso es imperdonable!

Nos levantamos del sitio con la intención de ir a la estación para llegar a los departamentos. Ella vivía cerca del restaurante también, así que decidimos irnos juntas.

Me preguntó si estaba "capacitado" como mesero, pues era realmente malo. Cuando le dije que no, me dio un golpe en la frente y se ofreció a apoyarme en las mesas. Pronto caería la noche, terminaría mi primera semana en Faded Song.

—Caminas un poco lento, ¿no? Así lento como un caracol fracturado. —Exclamó metros delante de mí, jugando con sus perlas.

—¡Es que mis tennis...! —Detuve mis palabra, soltando el árbol en donde me recargaba—. ¡Nada, ahorita te alcanzo!

Me duelen mucho estos zapatos.

—Cuidado con la rama.

—¿Cuál de todas? —Grité, riendo por la ironía de encontrarnos en la avenida más verde de la ciudad.

—Esa. —Señaló alguna, pero seguía estando muy lejos—, la de los gusanos.

—¿Cuáles gusanos? —Hice más pequeños los ojos, doblemente confundida.

Le vi resoplar, tomar aire con la mano en el estómago y una mueca, soltando de golpe la advertencia. Su voz espantó incluso a las aves.

—¡LA QUE ESTÁ FRENTE A TI!

Enfoqué los ojos en las hojas verdes que me cubrían, percatándome de los gusanos negros y peludos que me sacaban el vomito de las entrañas. Si un periodista hubiera estado ahí, seguramente hubiera sido el género difuso que cae en fiebre dos semanas por darse masaje con gusanos peligrosos.

Gracias Aylin, por tu advertencia clara.

Pegué un grito ahogado, orillándome a la acera cubierta de hojas recién barridas. En este punto quiero decirle al universo que me vale mierda lo que quiera, que sí me va a matar lo haga de frente y no con una coladera abierta.

—¡Come mier...!

No terminé la oración, solo con un diente roto por el golpe que me di en la cara al golpear con la calle, teniendo una pierna herida dentro de la coladera. Quería chillar en esos momentos, pero hacerlo en vez de salir era una estupidez.

—¡Realmente eres lento! —Aylin comenzó a reír con el dedo apuntándome—. ¡Te sacaré de ahí e iremos a mi casa para vendarte!

Sus zapatos altos se redimieron a mí, intentando tomarme de los brazos. Las coincidencias eran una mierda, pero para mi mala suerte alguien más entró en escena antes de que me liberaran del dolor de la alcantarilla.

—¿Aylin? ¿Eres tú?

Ella se detuvo al ver a un chico guapo con mirada agitada y un cabello rebelde, cargando equipo de dibujo en su espalda. Fue una mirada apagada de parte de ambos, deseosos de ver más allá de recuerdos distorsionados. Aylin parecía haberse apagado.

Oigan... una rata me muerde el pie.

Ayuda.

Suspiré, maldiciendo a todos por tener las calcetas mojadas por el agua que entró en el calzado.

—Marshall, ¿qué tal...? —Me miró de reojo—, ¡Dios, Aike, casi te olvido! ¡Vive, la vida es buena!

Gracias, diosa Aylin. Creo que me estoy muriendo.

Aylin me tomó de los brazos y me sacó del sitio, viendo con lamentación mis piernas heridas y los zapatos sucios. Me dijo que fuéramos rápido a casa y que ella me recostaría un par de algunos que tenía amontonados. Y me constaba que hasta de diferentes tallas locas tenía.

—Teníamos tiempo sin vernos... —era incómoda la situación, hablaba sin ver al desconocido—. Perdimos contacto.

—Sí... Podemos salir a comer algún día, sí te parece. Tengo algunos bocetos viejos qué tal vez quieras quedarte. —Informó el tal Marshall, observando los árboles que disolvían el aroma de los autos con una leve expresión rara: un zombi.

Parece un artista...

—Marshall, él es Aike. Mi actual novio. —Sonrió, señalándome.

¿Eh?

¿Tengo novia?

¿EH?

Sentí el pellizco en mi muslo, dándome señales de no arruinar lo que ella decía. El chico me miró de reojo, evaluándome. Me sentí en una película donde me hacían menos de nuevo.

—Hmph, me alegra que estés saliendo con alguien —soltó con suavidad, casi riendo con el viento por mi apariencia—. Yo no salgo con nadie, me conoces, siempre he sido así. Soy libre, y tú también lo eres.

Aylin pareció enojarse. Marshall insinuaba que la relación entre Aylin y yo —que claramente no existía pero me molestaba— no iba a durar.

—Vamos a casa. —Ordené, levantándome con su ayuda y elevando la frente para verlo de cerca, aún sabiendo que era un poco más baja.

¡Me duele la vida, pero estoy cansada de que los intereses románticos jueguen de esta manera!

—Quiero que vayamos a casa. —Le susurré a ella, tomándola de la muñeca.

Articuló una sonrisa, desprendiéndose de él. Me recargué en su hombro y caminamos hasta la estación, tomadas de la mano dentro de los vagones hasta llegar a la zona. No le pregunté quién era, pero nunca me soltó.

—Me han roto el corazón muchas veces. Entiendo si querías encelarlo, así que no te preocupes. —Murmuré, soltando de repente cuando llegamos a su condominio.

—¿Tú qué sabes, niño? —Intentó burlarse, pero no rió.

Entró al mismo sitio de la madrugada y echó mi ropa recién lavada en mi mochila para que me la llevara a "casa". También se adentró a su closet por zapatos que pudiera usar, notando que mis suelas estaban desgastadas.

Habían demasiadas cajas de zapatos con poco uso, apilados sin ser tocados por un tiempo. La sensación de que alguien más vivía ahí volvió a abrumarme. Diferentes estilos, marcas, tallas.

—¿Cuál calzas?... —Se giró hacia la cama para ver mis nuevos calcetines, volviendo a ponerse en cuclillas—. No parecen tan grandes. Toma.

Advertí su mano, recogiendo el par. Me los puse sin mucho esfuerzo, queriendo llorar de la alegría por el nuevo regalo. Tenía tiempo sin que alguien me ofreciera algo así.

—¡Gracias! ¡Muchísimas gracias!

—Siempre he sido una buena persona, así que gracias a ti por seguirme el juego. —Golpeó mi hombro, saliendo de la habitación.

La suela dice M. Cook, Aylin.

~•~•~•~

El ruido de los clientes taponaba mis oídos y me ponía los nervios de punta. Antes me estresaba con facilidad, fue así que conseguí hacer muchas cosas bien de pequeña. Pero ahora eso solo arruinaba mi situación, me hacía más frágil.

El show es en pocos minutos y aún no termino las pruebas...

Chasqueé la lengua, observando a Aylin en el escenario acomodando las partituras. El olor a alcohol y los colores brillantes aún no se me hacían costumbre. Como un sueño musical.

¿Qué demonios hace ella aquí?

Me retiré los audífonos y miré por el rabillo a Stella, quien ayudaba a Arlene a vestirse en los camerinos. Amber terminaba de peinarse mientras se decía cosas horribles con las otras dos. El vestuario de ambas era muy oscuro, yo era la única de pantalón blanco y camiseta roja.

Sí me ve es el fin de todo.

—¡Lindo Aike, buena noche! ¿Me puedes pegar con este cable que estaba en el suelo? —Nath apareció frente a mí removiendo sus lentes de sol, con sus lentes redondos y comunes debajo.

¿Tenía lentes de sol en la noche? No, ¿por qué tenía sus lentes debajo?

Lo miré de reojo, enfocándome en el cable que cargaba. Arlene estaba ocupada y no había conectado todos los instrumentos y mucho menos el micrófono. Estaba más concentrada en la pista que en esos detalles.

—¿No me vas a saludar? —hizo una mueca, recargándose en el escritorio hasta estar en el punto ciego del público conmigo, observando sus "músculos" flácidos—. Holaa, sigo vivo. ¡Miénteme como siempre! ¡Por favor miénteme!

—Buenas noches, cliente —lo silencié, ganando su sonrisa—. ¿Me podría hacer un favor?

—Primero, no me hables de usted. No estoy viejo. —Señaló su cuerpo y su rostro, dando a entender su juventud desperdiciada—, ¿qué necesitas?

—¿Sabes conectar el equipo? Y también probar el micrófono... —Expliqué, quitándome una de los audífonos aunque no estuviera reproduciendo nada—. Necesito que lo hagas por mí.

—Seh, cuando tenía 16 años era parte de una banda. Pero se disolvió por grandes problemas en el último concierto —suspiró, entrecerrando los ojos y con sus manos en mis hombros—. No quisieron golpearme con la guitarra, así que los golpeé para lo que hicieran. Y sí, lo hicieron a lo salvaje. Ponys salvajes, ja, así se llamaba la banda.

—¿Y...?

—Un señor nos corrió del lugar y cobró los daños con nuestro equipo.

—¿Y por eso...?

—Entonces me di cuenta de quería trabajar en otras cosas y dejé la banda. —Terminó, cuestionando el final de la historia—, wow, qué mierda. Todo lo malo que me pasa es mi culpa.

¿Apenas te das cuenta?

Me dio una palmada mientras hablaba de golpes con un micrófono e interpretaba canciones de Luis Miguel. Se encaramó en el escenario y comenzó a conectar el equipo que le ordenó y a sintetizar. Yo terminaba el trabajo, rogando por apresurarme para alejarme de las luces o donde Stella pudiera ver mi rostro.

—Manzanas —habló Nath al público, probando el micrófono—. Manzanas con canela. Manzanas con canela y piña. Manzanas con canela y piña debajo del mar.

—¡Es Bob Esponja! —Gritó alguien en los camerinos, el aparente hermano de Amber.

Hay locos por todas partes...

Nath bajó del sitio haciéndome el ademán de que todo estaba en orden. Le agradecí, pero él quería algo a cambio. Le pedí a Mirt que le diera de beber y me lo cargara a mí, aunque me costara en el alma el dinero.

—Jeje, yo le invito. —Me salvó con esas palabras.

Amber corrió al escenario con su vestuario, dándome señales de estar lista. La iluminación estaba perfecta al igual que los sonidos. Me sentí realizada, pero esperaba a que Arlene subiera al escenario. Ella se besaba con Stella en los camerinos, despidiéndose para ir a tocar.

No quería parecer mirona, pero era sorprendente ver las formas de expresión.

Nunca sonríe por aquí, pero a Stella le sonríe como si su mundo girara solo por ella.

Arlene volvió a su hábito de mirar con desdén y subió a la plataforma. Estaba por seguirla, pero los brazos de Stella me arrinconaron tras bambalinas. Mi respiración comenzó a fallar.

La miré con asombro y temor, sin que mis labios pararan de temblar. Su cabello negro cayendo como de costumbre sobre sus hombros, su gorro y su delineador negro al igual que el labial intenso. Sonreía sin piedad, burlándose de mí.

—Pero mira que tenemos, no sabía que fueras así de rara. Esto es una buena comedia. —Soltó con suspiros, aplastando mis hombros contra el telón.

Lancé un quejido por el golpe. Amber me llamaba desde el escenario, mientras Aylin saludaba al público. Arlene se acomodaba, ignorante ante las cosas que no veía y aunque las viera tal vez poco le habría importado.

Odiaba a Stella, la odiaba con el poco mal que resguardaba. Porque quise confiar en alguien, porque estaba herida, pero le importé tanto como un gato que brinca sobre un humano herido para llegar a su comida.

No pude responderle. "Cuando la vea le voy a partir su madre", eso sonaba mal ahora, pero no quería más burlas de nadie.

—Me debes una guitarra, "querido". —Me miró más allá de los ojos, asustándome el doble—, ¿qué se siente mentir por dinero, eh?

Te odio, y odiar está mal. Pero usarme también lo está.

Vieja Aike desconfiada, ayúdame una vez más.

Tal como una flama llena de carbono cultivaba mi rencor desde el día en que perdí mi casa. No era sano, necesitaba que alguien lo apagara, que alguien me echara baldes de agua y me quitara el oxígeno.

La sostuve de la punta del cabello y la elevé para estar cerca de la misma altura. El enojo que cargaba en mi interior quería hacerle daño, aunque no fuera correcto. Aunque no fuera algo moralmente correcto. Aunque no fuera bien visto.

Quería hacerla llorar.

No quiero que me hagan llorar más.

La oscuridad nos cubría, el sonido no dejaba que nos escucharan, y la emoción del público me llenó.

—¿Qué se siente engañar a la pareja que tanto te ama? Dime, Stella, ¿qué se siente?

Joder, soy genial.

Di en el clavo. Sus ojos se contrajeron y apartó su rostro de inmediato, sonriendo con nerviosismo. Nunca había visto una sonrisa más psicópata como la que me dirigió.

—Parece que me confundí —lanzó un golpe coqueto en mis mejillas, torciéndose hacia la salida de las bambalinas con una mirada pacífica—. Tienes grandes huevos colgando de ahí.

—¿Te parece? —aún quería discutir—. Si dices algo yo...

—¡Aike, sube ahora mismo! —Esuché el grito de Amber llamándome.

Igual que el fuego, quería volver a arder. Quería superar al príncipe.

Traté de tomar la corona de mi mente, sintiendo esos aires estúpidos de superioridad. Di un paso sobre el escenario, abriéndome camino hasta el micrófono y la guitarra a un lado. Llené mis pulmones del terrible olor del sitio y mis ojos de los rostros desconocidos.

La música inició.

Dime, ¿qué va a ser de ti cuando seas grande? ¿Será muy tarde para invitarte a inventar algo nuevo?

—¡TE AMO, Aike!

—¡Hazme un hijo, guapo! —Bromeó entre risas una clienta.

El público bipolar me llama.

Naves espaciales que nos vuelven parte de cosas que no imaginaste y que ahora son un juego.

••••••••••••••

Después de la semana pasada sin actualizaciones, Aike mala suerte ha vuelto. Y tenemos cosas especiales para el próximo capítulo. <3

~MMIvens.

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