Capítulo 28: Estoy cansada de dejar lo que amo porque tú no lo soportas.
Arlene.
A veces pensaba que era mejor morir que enfrentar las verdades que no queríamos ver. Porque quizás no éramos suficientes, tal vez no seríamos la excepción para esa persona, terminaríamos lastimados y con el alma hecha pedazos.
Una batería destrozada que solo sabía producir terribles golpeteos, pidiendo ayuda. Deseando que todo dejara de doler.
Trataba de dormir con el sonido del ventilador de fondo. Era bastante temprano, sabía que debía pararme ya para cubrir mis deberes de la mañana, mi otro trabajo de medio tiempo antes de comenzar las prácticas para la presentación de hoy. Sabía todas esas cosas, pero seguía durmiendo con la cabeza pegada a la almohada balbuceando que detuvieran ese ruido, que fueran más silenciosos.
Escuchaba papeles siendo arrugados. Las pisadas eran potentes sobre la madera desgastada. Sentía a alguien dar vueltas alrededor de la cama como si fuera alguna clase de animal perdido, un tocadiscos averiado. Le pedí una vez más que dejara el ruido, hasta que escuché algunas cosas caerse al suelo.
No me jodan. Duermo menos de tres horas diarias, carajo.
—¡¿Qué demonios...?! —Descubrí mi rostro, apartando los cabellos azules frente a mis ojos para observar la silueta.
Mi pared estaba casi vacía. Las fotos principales, las pequeñas que conformaban una imagen de mi Demian, quien sonreía en el atardecer con su gran dentadura, no estaban allí. Algunas imágenes de su guitarra, de él conmigo, de la batería y los chicos a los que llamó hermanos. Stella estaba arrancando parte de mi post-adolescencia como si cada imagen tuviera nulo valor en el presente.
—Stella... —Murmuré, descubriendo las sábanas que me envolvían, tropezando con mis propios pies.
—Ya cállate Arlene. No me lo digas. Estoy cansada de esto. No puedes amarme sin dejar de pensar en él, ¿no? —Veía su espalda encogerse con cada fotografía que retiraba, su voz se cortaba—. ¡No puedes, ¿o sí?! ¡DIME!
—¡Devuelve esas imágenes a la pared! —Grité, reincorporándome hasta tomarla de su brazo con camisa de cuadros—. Stella. Por favor, en serio te lo pido. Cálmate. No quiero hacerte daño.
—¡¿Por qué tienes que ser tan violenta, eh?! —Lanzó una cachetada a mi mejilla, empujando mi cuerpo para que no detuviera su rabieta.
—Lo siento. Lo siento —aún debilitada por la mañana, sostuve con mis manos sus hombros, apretándola para recargarme contra su cuello—. Perdóname. No quería sostenerte tan fuerte. Amor, perdón. Esas fotografías, déjalas aquí.
Detuvo los golpes. Me apartó de su cuerpo con un empujón, observándome de frente con su delineado negro enmarcando sus ojos oscuros cubiertos por el flequillo. Me decía con su mirada que me alejara lo más que pudiera. Entreabrió los labios, murmurando a través del característico pintalabios oscuro que usaba en las mañanas.
—Si te molesta esto, si te parece exagerado. No seas tóxica, no revises mi teléfono ni mi bolsa, en primer lugar, ¿por qué carajo tienes que inspeccionar mi habitación cuando me visitas? ¡Y si te parece que cambio fácilmente de amigas, QUE ESO NO TE IMPORTE! —Sentenció, gritando con las manos en alto haciendo de su cabello lacio un desastre.
Se agachó para tomar del polvo la caja con las imágenes de mi colección. Me dijo que no lo soportaba y que se las llevaría. Yo también tomé mi chaqueta, até mi cabello y antes de abandonar mi apartamento sin despedirme de las chicas le ordené a Stella que estuviera allí en unas horas. Le dije que si no llegaba no le pediría más.
No le pediría nada más en esta vida.
Esperé casi una hora en el café del edificio del grupo Cold. Era irónico el nombre pues siempre hacía frío en ese lugar. Era común querer hacer turismo en la ciudad, pasar por ese edificio con una chamarra bastante abrigadora y caminar por los jardines del lugar. Estaba abierto al público pues en la parte baja habían grandes colecciones de música pues el grupo Cold se encontraba interesado por el arte contemporáneo y la música clásica.
Mierda, en serio hace frío aquí dentro.
Me puse de pie, dando unos saltitos para calentarme. Me había terminado mi café de tanto esperar. Podía sentir las miradas de algunos hombres con traje preguntándose qué hacía yo allí dentro. No fue lo mejor haber venido mal vestida y con el cabello un desastre.
—¡Arlene Lighting, cuando me dijeron que estabas aquí abajo me sentí más sorprendido que cuando los idiotas de la empresa dijeron que yo les debía más inversiones! —Volteé ante la fuerte voz del gemelo Mike, quien usaba un traje gris y una corbata azul oscuro—. ¿Le hice esperar demasiado, baterista? Espero no haberla hecho enojar, en serio me gustaría llegar a un acuerdo con usted para el Bar Mitzvá de el nieto del señor Sanzana. Es un placer recibirla.
¿De qué mierda está hablando?
—¿Disculpa? —Torcí la mirada, intentando cruzarme de brazos—. Yo vine por...
—Sígueme la corriente —me tomó de un brazo y masculló a escondidas para mí—. No debería dejar mi puesto solo para saludar a alguien en la cafetería. En serio no puedo. Camina lento, vamos. Lamento que los escucharas murmurar.
Volteé la vista hacia el café que dejábamos atrás. La mayoría evadió mi mirada, era claro incluso para mí los rumores que se pasaban entre ellos. Pensé en lo difícil que era ser el centro de atención a veces, incluso incómodo, no podías tratar con quien sea y no podías ser quien quisieras. Incluso yo me sentía bien de no ser nadie.
Me aferré al brazo del rubio mientras andábamos por los pisos blancos donde podías ver tu reflejo. Subimos un par de escaleras, tomamos un elevador y terminamos en alguna especie de sala de conferencias privada. Él dijo que siempre estaba reservada por él así que podíamos hablar allí.
—¿Tienes que reservar algo en tu propio edificio? En las películas de millonarios empresariales yo ni siquiera podría haberte llamado —bufé sarcásticamente, observando por el ventanal los demás edificios que cubrían la vista de la ciudad—. Vivirías en un hotel de lujo, uno que tú hayas comprado. Y ni siquiera manejarías, tendrías un helicóptero.
—¿Es mi imaginación o eres media envidiosa? —Se rió, extendiendo una silla para que tomáramos asiento.
—Lo soy. —Me reí, sentándome frente a él, cerca de la palmera artificial.
En realidad siempre vi a los empresarios como personas que podían mover montañas y su dinero era ilimitado. No tenía muchas referencias, Stella amaba Fifty Shades of Grey y lo único que yo tenía en mente era "qué carajo, ese hombre es un Dios con ese dinero".
—Este edificio tiene mi apellido pero solo tengo un 10% de poder en él. Mi hermano tiene el otro 10%. Mi madre, quien se lo apropió por el testamento tiene el 40%. El 40% restante está divido en el grupo de inversionistas que son parte de la junta directiva. Es nuestro edificio pero sí queremos realizar cambios necesitamos acuerdos —suspiró, quitándose la corbata que parecía asfixiarlo, dejándola sobre la mesa de caoba—. Tampoco vivo aquí. Es como cualquier trabajo, también puedo andar fuera como tú lo haces cuando no trabajas. Vivo en una zona moderna de la ciudad, pero mi casa es bastante normal ya que casi siempre estoy fuera del país. Mi hermano menor adoptado la cuida los fines de semana porque está cerca de su universidad. El helicóptero apenas lo usamos, es un gasto grande e innecesario. Y no tenemos personal de limpieza en mi casa, quien limpia también es mi hermano menor y nosotros le damos más dinero de lo que necesita.
—¿Cómo puedo decirte sin que parezca extraño que no entiendo lo de los porcentajes? Bueno, en realidad no sé a qué te refieres con grupo o juntas directivas —traté de reírme pero la incomodidad podía traspasar mi voz—. Solo sé guardar mi dinero debajo de la almohada y no uso tarjeta de crédito.
—¿Por qué decidiste buscarme? —Fue directo al grano, dando golpecitos en la mesa para hacerme levantar la mirada—. ¿Está relacionado con Stella?
—Dijiste que me querías contar algo sobre ella. Me duele saber la historia, pero me duele más saber lo ignorante que soy. —Admití entredientes, tomando el manojo del asiento de piel que pertenecía a la sala, la sala que pertenecía a un gran edificio que muchas personas poseían, y que se hallaba en una ciudad de la que desconocía su movimiento y representaba en grande mi ignorancia por el mundo y los demás.
Sus ojos lucían caídos. Rascó su rostro en silencio, me dirigió un par de miradas que parecían apunto de hablar pero continuaba callado. Le repetí que estaba bien, que tampoco lo alargáramos porque sabía que estaba ocupado. Arrastró su silla para pegarla junto a la mía, ya no estábamos de frente, sino a lado del otro.
—Conozco a su familia. Somos regulares en muchos eventos. Quizás sepas que tiene problemas con las drogas —al mencionarlo supe que profundizaría más en ello, que trataba de ignorar las bolsas que ocultaba y más fiestas a las que asistía—. Pero tal vez no sepas que la familia es investigada por la policía. Tienen algunas cosas no agradables debajo de la manga.
—¿De qué hablas? —Pedí más información, girando el torso para verle directo al rostro.
—La familia de Stella está envuelta en casos de prostitución. Dirigen algunos orfanatos en Shinda y tienen clubes en la zona roja. Si sabes algo más sobre ello, no imaginas el gran apoyo que sería para la investigación. Incluso podría darte dinero, o hacer los pagos qué haces cada mes al orfanato de tu ex novio aunque ni lo necesiten. —Sus palabras me eran extrañas, seguía sin comprender de que hablaba así que cubrí su boca.
—Ella nunca permitiría que su familia hiciera eso. Nunca ha estado a favor de la violencia. —Refuté a su favor.
—Tiene un novio, lo presenta en cada evento. Pero sabemos que se acuesta con cada desconocido que se encuentra. La reconocí de inmediato en Faded Song, por eso me sorprendió que fueras su pareja. No sé ni porqué sale contigo... —mordió su lengua al decir eso último, lo que incitó a seguir hablando—. ¡No me refiero a que no tengas nada que ofrecerle! Yo hablo de que no entiendo porque tener una relación contigo si es infiel con todos.
No sé.
—Pero claro que tienes mucho que ofrecerle. Pareces una gran chica aunque tengas algunos fallos. Bueno, ni siquiera me conoces a mí lo suficiente para que te afecte algo de lo que diga.
Ah.
—Mira, ni siquiera soy alguien relevante por ahora para tu existencia. Solo creí que si llegábamos a un acuerdo podría servir de mucho. No tengo una gran personalidad tampoco. Me descubriste vistiendo de mujer, ¿lo recuerdas? Y aún visito mi tienda de telas. Solo quiero ayudar.
¿De qué habla?
—¿Así que ella también me engaña? —Inquirí, dejando caer al suelo mi bolso.
Una parte de mí lo esperaba, quizás la parte insegura. Pero escucharlo de un ajeno que lo tenía todo y ni siquiera estaba interesado en mí fue en parte doloroso. Que mi familia me lo dijera o un amigo habría sido más fácil de soportar, porque los quería y ellos lo veían de cerca. Pero si un desconocido sabía más de lo que yo podía ver era como un balde de agua frío vaciado en mi cabeza después de haber tomado una ducha con agua hirviendo.
—La persona a la que solía amar se llamaba Demian. Era un chico de cabello rebelde y castaño, quien siempre andaba en las calles con su guitarra afuera de su orfanato. Me volví cercana a él porque solía vender postres afuera de su escuela pública. Me peleé con él, nos juntamos una tarde y al final nos volvimos amigos. Realmente lo quería —balbuceé como mi terrible historia, recogiendo mi bolso para buscar la pequeña foto de él que guardaba en mi billetera—. Me enseñó a tocar la batería y un poco de música. Él siempre quiso ser un gran músico, trabajaba medio tiempo y no dejaba el orfanato por seguir ahorrando. Fueron años de relación, a él ya no lo recibían en ese lugar así que comenzó a vivir conmigo en el pedazo de edificio donde sigo. Lo descubrí engañándome con una profesora.
Encontré la pequeña fotografía. Extendí la mano hasta que Mike la tomó. En la imagen parecía ebrio, aunque solo era su foto de estudiante. Parecía burlón, con su sudadera más grande que él y su arete negro.
—Él estaba llorando cuando los vi. Demian siempre tuvo alguna especie de debilidad por lo erótico, y esa debilidad le dolía al parecer —me encogí de hombros, mirando con desdén los ojos verdes del chico menor que yo—. Tomó su guitarra con gran velocidad y abandonó el apartamento. Comenzó a correr cuando me vio siguiéndole, yo le pedía que habláramos, le reclamaba pero tampoco quería dejarlo ir. Él continuó llorando y lamentándose, me repitió que terminara con él porque no tenía ninguna excusa y el dolor se haría más grande.
Aún recordaba ese momento. Corría tras de él entre las calles, era otoño. La infidelidad podía terminar en dos cosas: "Perdonar y continuar" o "Nunca perdonar y terminarlo para siempre". Yo quería la primera, él quería que yo tomara la segunda. Pero seguí presionándolo, seguía persiguiéndolo hasta dejarlo sin salida.
—Llegamos a la avenida principal, donde cruzó sin cuidado y fue arrollado por una camioneta roja.
Mike se levantó con prisas para servirme agua al verme toser. Tampoco era un lindo recuerdo. La camioneta se había detenido y no podía distinguir el rojo de la sangre del vehículo. Me acerqué con gritos y llanto, no entendía que pasaba ni siquiera como tomarle el pulso. La gente se apilaba en los costados a observar. Quien pagó los gastos del funeral fue el señor que manejaba y me ofreció disculpas la familia.
—Me sentía irritada cada día. No me contuve una noche, tomé un bate que había comprado en una tienda de deportes y fui encapuchada a romper los cristales de esa camioneta. Lo hice, aunque quien dormía dentro de la camioneta a esa hora, razón por la que no estaba en el garage, era Stella. Gritó asustada, antes de reconocerme y abrazarme al verme llorar y pedirle disculpas. Dijo que estaba bien, que solo le había dado un susto y que no le diría a su padre. Se presentó conmigo, me repitió que yo estaría bien, hasta que comenzamos a salir.
Stella me dijo que yo era increíble y que le gustaba demasiado. Que nunca había salido con alguien como yo, alguien tan intensa y rebelde. Le gustaba verme romper y patear cosas. Se rió de los cristales rotos, se reía de mis gritos a desconocidos en la calle y amaba besarme en público por ver las reacciones de los demás.
Ahora dice que soy salvaje y la lastimo.
—Entiendes que Stella no te ama, ¿verdad? —Mike amargó su rostro, dándole su pañuelo para limpiar mis lágrimas—. Arlene, algunos no salimos con alguien porque lo amemos. Salimos con alguien porque nos gusta la sensación de amar a esa persona. Amamos más la relación que al individuo. Aunque alguien salga herido en el intento, eso es lo que menos importa si se trata de mantener algo al borde del colapso.
~•~•~•~
—Estoy aquí. Eso querías, ¿no? Vamos Arlene, no andes con rodeos y quejas innecesarias. Sabes que es bastante tóxico de tu parte.
Stella movía de arriba abajo la planta de su tenis, dándole más movimiento a su falda corta de color rojo carmesí. Podía escuchar el bajo de Amber en el cuarto al fondo, practicaban para la presentación de esa noche. Aunque el arreglo de Aylin sonaba en la bocina ella no estaba tocando nada por el momento.
Quiero hablar con Aike en momentos como este. Me parecía un chico increíble con la empatía que a mí me faltaba, aunque él tampoco la pasara bien.
—Quiero terminar contigo, Stella. No puedo seguir así. No quiero fingir que no veo nada de lo que haces. —Aclaré, apretando mis manos detrás de mi espalda.
—¿Y qué hago yo, eh? ¿Terminar conmigo? Estás bromeando, ¿cierto, amor? —Entrecerró los ojos al verme negar con la cabeza—. No jodas, ¿es en serio? Arlene, quizás estás confundida. Si es por lo de la mañana, estaba molesta pero solo eso.
—No era la manera de reaccionar... —Mascullé, arrepentida porque todo el mundo me repetía lo mismo.
—De-nue-vo, ¿crees que hubiera sido capaz de tener un diálogo coherente si estaba así de molesta? Te lo diré: no. —Repitió con molestia, cruzándose de brazos—. Es un poco egoísta de tu parte solo recordar las veces que nos hemos hecho daño. Pasamos demasiados buenos momentos como para que los tires a la basura. En serio, Arlene, eres egoísta.
Esos buenos momentos fueron cubiertos por los pequeños lapsos de tiempo que me hicieron más daño del que puedo soportar.
—¡¿Y por eso debo dejar que me engañes?! —Me miró sorprendida ante mi exclamación—. ¿Qué te acuestes con otros? ¿Que tengas un novio formal? ¿Que te drogues de forma peligrosa y tu familia tenga problemas con la policía?
—¿Quién demonios?... —Lanzó un golpe a mi rostro, furiosa por todas mis afirmaciones—. Fueron tus amiguitos esos del fondo; ¿cierto? ¿Andan de chismosos ahora, después de tanto tiempo? ¿O acaso fue Aike, tu nueva amiguita idiota? ¡Tráela, y que admita lo mucho que yo le gustaba y lo aprovechada que era con mi familia!
—Deja de meter a Aike en esto. Ni siquiera sé de qué hablas. ¿Andas confundida acaso? —Rodé los ojos, pidiendo por su silencio—. ¿Por qué todo el mundo se esfuerza en tratarlo como una nena si solo luce un poco afeminado?
—¿Es que acaso no te dijo que nos conocimos antes que tú? —La miré con incredulidad, lo que causó más sorpresa de su parte y una risa burlesca—. No me digas, ¿en serio no te dijo que yo te engañaba? Sabía que era una estúpida, pero no hipócrita, JAJA.
—¿Que Aike qué? —La tomé del cuello, callando sus risas aunque sus ojos aún parecían carcajearse.
—Tu "amiguito" al que tanto defiendes es peor que yo, te lo aseguro. Sabía todo sobre mí, pero no te lo dijo porque si lo hacía yo diría que ese niño no tiene un pene. Que es más mujer de lo parece. Porque, mi bebé Arlene, el dinero que tú necesitas se le paga a Aike el doble por fingir ser hombre y mentirte en tu cara.
Tomé a Stella de su camiseta y la saqué a rastras del apartamento. Dejé la puerta abierta, la cual ella no se tomó la molestia de cruzar. Escupió en la puerta, chocando con alguien más y maldiciendo al mundo al igual que a mí.
Dirigí mis ruidosos pasos hasta el último cuarto repleto de cojines para repeler el sonido. Extraje la liga de mi overol y amarré mi cabello mientras cruzaba la puerta. Al fondo, la entrada principal dejaba que el color del atardecer entrara y cubriera el apartamento. Oí pasos detrás pero los ignoré, el enojo no me permitía apartar la mirada de Aylin, quien observaba la pared en silencio. Mucho menos de Aike, quien se hacía pequeño con su cabello corto y camisa de cuadros característica. Estaba en una esquina, observando el suelo desde el banco.
All no lucía bien. Mirt leía un libro junto al umbral de la ventana, observándolo en silencio. Cualquier otro día me habría preocupado por él así como él lo hacía por mí, pero en ese momento me sentía todo menos adecuada para hablar de sus problemas. Aike tampoco lucía bien, y aunque me repetí que debía parar no tenía el control de ello.
Seguía en un vehículo rojo manejado por un desconocido.
—Llegas a tiempo. —Habló Amber, peinando su cabello antes de bajar su bajo al suelo.
—Sí, lo sé —murmuré, caminando alrededor del estante donde poníamos plumillas y partituras—. ¿Puedo decirte algo, pequeña? Trabajas demasiado y a altas horas de la noche con nosotros porque no quieres depender de tu hermano, ¿cierto? Aunque vale, somos mujeres y nos pagan menos.
—Lo de siempre, supongo. —Ella se carcajeó sin entender mi punto.
—Bueno, Aike es la excepción —me reí también, encogiéndome de hombros al ver a todos en la habitación dirigir la mirada hacia mí—. Es una mujer que finge ser un hombre y le pagan el doble que a nosotras, curioso. Y sabía que nosotras necesitamos ese dinero. Que lo merecemos más, incluso las cocineras. Aunque claro, le importa una mierda.
Lo solté todo. No sabía cómo callarme.
—¿Qué te fumaste? —Amber siguió con sus risillas ante el silencio, pues las otras tres personas no hablaron.
—¡¿Acaso me escuchaste?! —Repliqué, lanzando la caja de plumillas encima de Amber—. ¡Este enfermo degenerado con quien hemos compartido nuestro departamento ha ganado el doble de nosotros por una puta estafa! ¡¿A eso le llamas confianza?!
Bramé con el dedo índice señalando a Aike, quien se puso de pie con las piernas temblando. Ni sabía quién era yo o él/ella, no sabía que estaba haciendo. Sentía el enojo sobre mí, la furia que me contraía y no me permitía abrir mis puños. Quería comenzar a gritar, salir corriendo y gritar hasta matar a alguien.
—Yo... ¡Sabes, no me importa! —Alegó Amber con las manos en la cintura, confundida con el entrecejo marcado sin poder dirigirle la vista a Aike—. Todos tenemos alguna razón para actuar, ¿no crees? Tú no confías en nadie, ¡¿cómo quieres que alguien confíe en ti, Arlene?! Siempre decidiendo cosas por tu cuenta sin preguntarle a los demás, siempre volviendo a casa sola, ¡amándote solo a ti misma! ¡¿No recuerdas lo que el jefe nos ha dicho tantas veces?! Confíen en alguien, porque la primera confianza que perdemos es en nosotros.
¡¿Y eso a qué viene?! No entiendo porqué quieres remarcar mis errores en momentos como este. ¡¿De verdad son tan grandes?!, no pude gritarle eso. No podía demostrarle lo que me afectaba escuchar eso sobre mí.
—¿Pero mentirnos sobre la paga? ¿Quieres que confíe en alguien así? No me importa sí esa cosa no tiene un pene allí abajo —señalé a Aike, aunque no pude hacer contacto visual—, el dinero con el que ha subsistido era lo que nosotros merecíamos por tener más tiempo aquí, pero por ser nosotras mismas no lo han negado. ¡¿Crees que ser mujer es divertido?! ¿Pues qué has estado haciendo? Ganamos lo mismo que Mirt y él es un simple mesero.
Mirt se rió levemente.
—¡Así son las cosas, Arlene, y ya deberíamos estar acostumbradas! Yo he vivido siempre de mi hermano, y eso me ha salvado más veces de las que tú te has decepcionado.
Protestó Amber nuevamente, pisando con fuerza la madera. Sus botines hacían más ruido del que mi mente era capaz de sorportar.
—Yo... de verdad lo... —Aike balbuceó.
¿Sientes qué? Por favor, dímelo.
La desconocida frente a mí no dijo nada. El silencio se convirtió en su corona.
—No, este fenómeno tendrá que buscar otro lugar donde vestirse de payaso y montar su circo —decreté, dirigiéndome a él con las uñas lastimando mis palmas—. La próxima vez que lo vea en el trabajo o renuncio yo o me aseguraré de que nun...
El golpe creó eco en la habitación, dejando el dolor que palpitaba sobre mi mejilla al igual que la sensación de sus manos sobre mi piel. Miré a Aylin con enojo, el dolor que sentía más allá del golpe por la cachetada de alguien a quien consideraba un amigo.
—Ah, ¿me golpeaste a mí? ¿Tú? —Resoplé, burlándome de todo—. Aylin, tú lo sabías, ¿cierto? ¡Tú lo sabías antes que nosotros! Por supuesto, ganas lo mismo que esa mujer y pareces estar en la preferencia. Todos ustedes son una completa mierda de mentiras.
Elevé mi muñeca para devolverle el golpe, aunque una parte de mí pedía a gritos que no lo golpeara pues su mirada lucía más destrozada que la mía. Mirt me detuvo, de frente.
La molestia en sus ojos grises era algo que no había vuelto a ver desde que nos contó las sensaciones de ser violado e ignorado por la policía debido a que los hombres "no son violados". Los sonidos volvieron a mí, el amplificador aún conectado, los pasos afuera debido a las protestas, los zapatos de Amber y la madera afuera de la habitación que era pisada constantemente como si alguien diera vueltas. Vueltas en mi mente, en todas partes, círculos interminables.
—Sí levantas esa mano contra la princesa de Faded Song la única sin trabajo serás tú. —Habló Mirt, permitiendo que me soltara.
Crucé miradas con Aylin, quien no me dio una explicación y se negaba a hablar con su desvío de ojos.
—Vale, lo entiendo. Lo entiendo perfectamente, Aylin, Amber... —miré a Aike—. No puedo confiar en nadie, pero ustedes no confían en sí mismos.
—Te equivocas, Arlene —corrigió Mirt, hablándome con una sonrisa—. El problema dentro de estas paredes fue causado por personas que nunca confiaron en nosotros. Porque, pensémoslo bien, a todos nos han engañado pero nosotros también lo hemos hecho. Ahora sí, no seas hipócrita.
Señaló a Aike.
—Ni tú —habló con seriedad y el dedo índice sobre ella—. Mucho menos tú Aylin, que buscas ser depreciado. Y tú, Arlene, que eres tan violenta y provocadora como ahora. Van a practicar, van a dejar de juzgar mi paga cuando yo soy quien los ha representado tanto tiempo y dirijo el dinero del jefe, y van a tocar esta noche como si esta mierda no hubiera pasado. Sal a tomar aire y vuelve aquí con tus baquetas.
Lucía enfadado. Mirt no solía dejar que lo vieran así a menos que nosotras no quisiéramos trabajar. Me sentí al borde del llanto pero ni siquiera podía llorar allí, habría sido mi peor decisión. Tomé mis baquetas del suelo, decidí salir a tomar aire así que sin despedirme crucé la puerta de la habitación para salir por la puerta abierta de la entrada que me permitía ver el atardecer que planeaba contemplar antes de gritar.
Quiero decirle a Aike que lo lamento. Quiero decirle que el que ganar más que yo no era la razón por la que exploté, sino lo contrario. Que el amigo en quien había confiado no fue capaz de decirme lo que un extraño sí.
Giré en mis talones antes de dejar el apartamento, corriendo a la habitación del fondo para gritar dentro del estudio. Mi acción exasperante fue detenida al observar a Nath detrás de la puerta.
Sus lentes redondos se resbalaban de sus ojos. El cabello celeste que era tan característico en él comenzaba deslavarse. Me miró desde su esquina, dejando ver en su mirada el dolor de no saber nada, ni de saber que sucedía o quién era.
Sus labios se movieron en silencio, me pareció que decía algo como: Estoy cansado. Crecer y confiar es cansado.
—Lo siento. —Solté, agudizando mi voz al sentir las lágrimas correr por mi rostro—, yo en serio lo lamento tanto.
Salí corriendo del departamento, llorando por haber creado un problema más grande al mostrar esa parte violenta de la cual no tenía control.
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Lo sé, es domingo, pero por fin estoy desocupada, wuuuuu.
Ni que decir, ¿alguien tiene algo que decir? HAHA.
Chale.
~MMIvens.
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