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Capítulo 23: El género confuso no sirve en las fiestas.


Aike.

La llegada del sábado se sintió eterna. Nath no se había aparecido esos días en Faded Song, no me había escrito como de costumbre e ignoró una de mis llamadas.

Como si se hubiera esfumado al igual que los recuerdos del príncipe. Escapaba de mí y lo que sea a lo que le tuviera miedo. Porque aunque quería hacerme el loco que no sabía nada por supuesto que en el fondo sospechaba que había algo más que ocultaba él.

Aunque no quería saberlo, estaba realmente asustada.

—Hoy sales de fiesta, ¿no, Aike? —Amber brincó sobre mi pedazo de cama, observándome desde abajo como me arreglaba frente al espejo—. Yo pienso hacer ejercicio con mi novio. Nos hemos pasado la dieta con la comida.

—Estoy esperando el mensaje de Nath, de lo contrario iré a algún antro. —Respondí seca sin darle mucha importancia.

Ojalá no sea un antro porque me cago de miedo.

Me agaché para verme mejor en el espejo de cuerpo completo. Peiné mi flequillo pero se veía extraño así que lo desarreglé para verme mas relajada. Usé lo que solía usar a menudo en Faded Song: Camisa de cuadros azul con rojo, sudadera con gorro debajo, tenis oscuros y pantalón negro. Era lo que necesitaba para verme agradable y no denotar mi género.

—No creo que sea capaz de plantarte. —Trató de consolarme sin apartar la vista de sus perfectas manos iluminadas por el atardecer a través de la ventana.

Está anocheciendo.

—He comenzado a creer que todos son capaces de lo que sea aunque menos te lo esperas. —Comenté.

Me había percatado de que cuando me hice independiente trataba de ser alegre. Ahora de forma inconsciente soy negativa respecto a otros y conmigo misma. Pensé que era un mito, pero era cierto que con el paso de los años dejábamos de reír. Que infierno, ¿no?

Mi teléfono vibró sobre la esquina del colchón. Amber y yo volteamos con emoción.

—Tengo tan mala suerte que quizás sea algún vendedor. —Me reí y reparé en el espejo para actuar normal.

—Nop —Amber había tomado mi teniendo entre sus dedos y revisaba la pantalla de inicio—. Es Nath. Solo te envió su ubicación en tiempo real.

—¡¿Nath?! —Mi emoción se disparó como un chiflido, haciéndome saltar para sentarme en el colchón y revisar el mensaje.

Su ubicación no estaba tan lejos de la mía, era un pequeño edificio que veía cuando caminaba en la zona. Supuse que nos veríamos allí así que le escribí un mensaje agradeciéndole. No respondió.

—Nos vemos dentro de unas horas. Gracias por prestarme dinero de reserva. —Le agradecí a Amber con un fuerte abrazo frente al umbral, recibiendo su beso en la mejilla antes de que dejara la casa.

—Aike, muchachito —puso ojos coquetos y lanzó un combo de golpes en mi hombro—. Esta noche no vas a volver. Aún así, aquí te espero.

—Santo cielo Amber, sí voy a volver. —Me carcajeé de su chiste con doble sentido.

Al dejar el lugar opté por caminar al sitio que marcaba la ubicación. Me tomé mi tiempo en el camino porque había escuchado que a ese tipo de fiestas no era bueno llegar temprano. Cuando la noche ya cubría todo llegué, di vueltas alrededor del gran salón que lucía como una casa y me sacudí antes de cruzar la puerta.

Me sentía fuera de lugar, aunque eso no era nuevo en mí. Me sentía fuera de lugar casi siempre, pero no era porque hubiera problemas en tantos ambientes, sino que la forma en que yo era siempre se sentía como una pieza en el rompecabezas equivocado. Me sentía culpable a todas horas, culpable de no saber encajar y no saber si estaba bien eso.

Culpable de culparme todo el tiempo.

Traté de buscar el cabello de Nath entre las personas que tomaban de forma moderada al ser aún temprano. No tardé demasiado en vislumbrarlo pues se hallaba de espaldas riéndose con otros chicos en las escaleras principales.

—Buenas noches... —Toqué su espalda, dándole un ligero empujón por una chica qué pasó empujando detrás de mí.

Nathaniel volteó enseguida por el susto. Me miró de arriba abajo para verificar que mi existencia fuera real para finalmente arrugar su entrecejo. Se cruzó de brazos con la bebida entre ellos y apenas pronunció un saludo cortante.

—¡Hey, ¿qué tal la noche?! —Siguió de largo para saludar a una chica que recién cruzaba la puerta principal.

Quedé con la mano alzada para saludarlo, confundido por su reacción tan dura conmigo. Sabía que me enfrentaba a su decisión de dejarme sola en toda la fiesta, pero ese golpe fue demasiado.

Mi indecisión, temor a meter la pata, ser irregular con mi horario y arruinar el día de alguien haciéndolo perder el tiempo u oportunidades. Todo eso arruinaba el día a los demás, y de nuevo la culpa recaía en mí.

—Aike, ¿cierto? Hoy no estoy muy drogado así que puedo reconocerte. —El chico de cabello color chocolate frente a mí me trajo al presente con un chasquido.

—¿Pingüino de Club Penguin? —Lo miré con impacto al reconocerlo—. Digo, Anacleto.

—Ese mero. —Me brindó una sonrisa alegre.

Anacleto trató de incorporarme en el sitio. Me invitó de beber pero le dije que no tomaba. Me animó a bailar pero le dije que no me gustaba. Trató de bailarme pero notó mi incomodidad de inmediato. Yo no estaba nerviosa con los ambientes así ni me sentía superior, solo no me gustaba.

—Eres todo un problema. —Se rió de mi actitud pero no se apartó.

Decidió que para integrarme podríamos participar en algún juego dentro del sitio. Su primera idea fue beer pong hasta que le dije seriamente que no bebía. El alcohol me sabía a pipí, y sí, tenía muchos traumas con pipí.

—¿Qué piensas de besarte con extraños guiados por una botella? —Propuso, estirando su dedo índice para señalar un grupo de chicas y chicos tumbados en el suelo.

Por supuesto que no.

—¿Por qué no? —Me encogí de hombros como si fuera algo común para mí, acepté.

Por supuesto que no, AIKE.

Quería encajar, así que realizaba cosas que no eran malas para otros pero en mi caso no debía olvidar mis obsesiones y lo frágil que era. A pesar de la incertidumbre, me dejé llevar porque en serio necesitaba sentir un poco, que aunque sea alguien independientemente de mi género podía recibir un beso mío con placer.

—¡Choco, ¿te nos unes?! —Uno de los chicos en el círculo alrededor de la botella abrió espacio para nosotros—. Vienes con un chico lindo. No te conocía esos gustos.

—Con alcohol todos los besos son disfrutables. Soy tan hetero que puedo besar a un chico sin sentirme gay. —Le dio un golpe en el hombro, riendo como tonto.

La chica a mi lado me sonrió ampliamente. Llevaba unas coletas, y dentro de su boca había un pequeño pedazo de brownie que lucía delicioso. Si me hubieran preguntado, me habría gustado besarla a ella en aquel círculo. Un círculo lleno de desconocidos en el que hubiera besado a cualquiera para sentirme más confiado.

Confiada.

Giraron la botella. La pareja frente a nosotros se besó apasionadamente. Algunos confesaron secretos en aquel reducido espacio. La música hacía más alegre el ambiente, mientras se escuchaba el bullicio de los que se embriagaban con el beer pong o los que se hallaban en el karaoke. Parte de mí solo quería ver a Nath.

No, no quería verlo.

—Abran un espacio, ¿no? —Nath pareció escuchar mis pensamientos.

Dio un golpeteo entre un chico y la chica de las coletas, tomando asiento con las piernas cruzadas y una mirada seria, incluso lucía fastidiado. Centró los ojos en mí, y aunque yo también hice contacto visual no apartó la vista. Seguía molesto conmigo, yo no pensaba disculparme.

—¿Verdad o beso? —Le preguntó un rubio a Anacleto.

—Verdad. —El chico de cabello café dio una respuesta inmediata.

—¿Por qué no te has matado? —Preguntó con risas el rubio, intimidando a Anacleto.

—Porque quiero seguir amargando tus días, hijo de perra. —Respondió cortante al rubio, con quien parecía tener gran rencor.

La pregunta fue sorpresiva para mí. Anacleto era en serio amigo de Nath, así que Nathaniel también le dirigió una mirada amenazante al rubio. Vislumbré al chico con nombres peculiares, él miraba con incomodidad y llevaba sus mangas a las muñecas para que no se percibieran sus heridas.

—Ya, para, ¿sí? —Habló el chico junto a mí, silenciando a los desconocidos que se reían—. China, calma a tu ex, ¿vale?

La asiática volteó los ojos y lanzó un golpe sobre la cabeza del rubio idiota que vestía como asaltante y llevaba entre sus dedos pesados anillos.

Giraron la botella una vez más. El círculo era poco a poco más grande por los que se integraban. Círculos entre desconocidos, besos, verdades para conocer las debilidades del otro, algo de placer y risas, pero sobre todo dolor de cabeza. Nunca en mi vida había sentido ganas de escapar de un círculo como ese.

Mi vida era un círculo. Volvía al mismo sitio una y otra vez. Hubiera querido morir allí antes que seguir volveremos mis pensamientos asquerosos.

—¡El chico lindo y Strange! Es hora de su beso. —Indicó una chica con anteojos, llamando mi atención para que observara a la chica de las coletas.

—Eshtoy comien... Agh. —La morena Strange trató de tragar su brownie y se estiró hasta mí, dándome un pequeño beso de pico antes de que pudiera reaccionar.

—Que pobre beso. —El rubio estalló en risas.

—Disculpa idiota por no complacerte —amenazó los comentarios del otro, metiendo más comida entre sus dientes—. Pelo thengo hambre. Que alguien maj se lo dé, ¿ok? Mi boca apegta.

—Nath, ¿se lo das? —Anacleto alzó la cabeza con una sonrisa tras estar recostado un rato en el suelo por el alcohol—. Estás más cerca de él. Aparte, entre conocidos no hay problema, ¿cierto?

—Mira, cabeza de caca. El reto no fue mío. Cámbienle a Aike su reto por verdad. —Nath se impuso de inmediato, cruzado de brazos y con claras intenciones de escapar igual.

—Yo quiero besarte. —Solté de golpe, silenciando a los que nos rodeaban.

Lo dije en voz alta.

—¿Eres gay? —La chica de las coletas se deprimió ante mis palabras.

Nath suspiró, miró al techo unos momentos para ignorar la presión del círculo. Dijo que amaba esa canción, la canción de fondo, tarareó un poco antes de voltear la vista a mí y decirme que me acercara.

Maybe you don't understand, what I'm going through.

Me arrastré, apretando mis manos con la sudadera y la camisa de cuadros entre mis dedos. Nath apartó a la chica que se interponía entre nuestro camino y se sentó a mi lado hasta verme de frente.

Los nervios me carcomían, pero las ganas de besarlo eran más fuertes. Me repetí que yo era una mentirosa y no debía besarlo. Aunque muy dentro de mí sabía que no era bueno, que yo no debía tener más besos con él.

Quería llorar por besarlo. Lo odiaba.

It's only me, what you got to lose? —Cantó, alargando el momento mientras se acercaba a mi rostro.

—Hay mucha tensión aunque solo es un beso entre compadres. —Clamó Anacleto, irritándonos a ambos.

—Aike —susurró, tomándome de las mejillas—. ¿Puedo besarte, manzanita?

Su sonrisa que no mostraba molestia alguna me dejó embobada. Mis pensamientos se habían detenido en una isla desierta en la que los nervios escalaron hasta dejarme vacía.

—Niño bonito, ¿está bien que te bese? ¿No te sentirás mal? —Continuó susurrando cerca de mis mejillas.

Lo tomé del cuello y lo besé. Circles de fondo sonaba con potencia. Quería escapar de mi círculo de ideas tóxicas y sólo besarlo.

Sentía que en aquellas palabras, aquel momento, aquel pequeño gesto significaba más que una repuesta vaga de Orión. Un cariño de mi madre y mi padre. Ese sentimiento de estar vivo que no había sentido antes en mis años de existencia, cuando pasaba de ser percibida y solo me convertía en un azulejo más de una profunda habitación en círculos sin salida.

Su boca sabía a cigarrillos de manzana. Sus labios eran secos y estaban heridos debido a que se mordía. Sentí que podía dormirme, recargarme en sus hombros y estirarme hasta encimarme sobre él. No era un sentimiento sexual, yo solo quería tenerlo a mi lado.

Quería ser quien no rompiera el corazón de Nathaniel Enka. Pero que él lo hiciera también era una posibilidad.

Y yo no quería ser lastimada. No quería estar sola. Que detestable soy.

—¿Está llorando? ¿Qué mierda? —La voz del rubio pesado hizo que Nath se apartara de inmediato.

Su cabello celeste cubría parte de sus ojos. Elevó sus gafas para verme, lucía asustado. Llevó sus manos que temblaban al ritmo de la canción que se encontraba cerca de su final y tocó mis ojos para asegurarse de que fueran lágrimas.

—¿Por qué lloras? —Inquirió Anacleto a mi lado, girándome del hombro para ver mi expresión completa.

—Porque no sé si estoy corriendo en círculos o estoy fijo en una calle vacía. —Me carcajeé como estúpida, limpié mi lagrimas y seguí riendo para que no le dieran importancia.

Nath salió del círculo. Les dijo a todos que se iba a acostar con alguien, no se despidió de mí y se marchó del lugar al que me había invitado.

Todos siguieron como si su actitud fuera normal. Nadie lucía preocupado. Era como verme a mí misma ignorar los problemas de los demás y solo centrarme en lo mal que estaba. Cerca de explotar pero guardándome todo.

—Aike y Choco. —Nos hicieron señas.

—¿Verdad o beso? —Traté de mostrarme distante al problema de forma sonriente, queriendo no incomodar a nadie con mi presencia.

—Quiero besarte —movió la cabeza con media sonrisa, una mirada común en alguien que veía a su mascota favorita hacer algo tierno—. Que llores en los besos es agradable. Casi no veo chicos llorar.

¿Te causa gracia? ¿Hay diferencias? ¿Qué demonios pasó en tu mente?

Se inclinó hasta recargar sus manos en mi nuca y me arrastró a su boca. Nos besamos un rato y continuamos con los juegos. Tuve el valor para levantarme pues quería llorar otra vez. Solo había tristeza en mí, tristeza que no sabía como decirle a los demás que me sentía de esa forma.

Dejar el trabajo, recostarse y esperar por un día mejor aunque faltaran años para eso. Era realmente triste estar sola al crecer y descubrir que desde tu nacimiento has estado solo.

El humano era un ser vivo solitario. Llegamos al mundo solos y nos iremos solos. Nadie vendrá con nosotros y si el cielo no existe tampoco se irán a nuestro lado.

—Iré a fumar. —Me levanté con una mentira.

—Vale, yo seguiré aquí. —Me informó Anacleto, tumbado de nuevo en el círculo con más alcohol en su sangre.

Me abrí pasó entre la multitud y el ruido hasta conseguir llegar a la entrada. Habían algunas parejas allí, otros drogados en los autos de afuera. Cada quien se encontraba en sus asuntos y disfrutaba de la madrugada. Al ver mi celular me percaté de que ya era muy tarde y no quería preocupar a Arlene y Amber por no haber vuelto ya.

Di unos brinquitos en las escaleras que daban a la calle, abrí mi teléfono y comencé a ver videos de como hacer origami. Quería desestresarme pero entre recomendados aparecieron videos míos de pequeña. Me dio escalofríos pensar en algo como "Género confuso ve videos de él mismo en internet. Perturbador".

Aún así les di click y vi la mayor cantidad que pude. En ese momento me ocasionaron carcajeadas. Era realmente estúpida, bueno, maldita. La mala suerte conocía mi nombre. El llanto se había convertido en auto-burla. Era todo un personaje.

—Debería seguir grabando este tipo de estupideces y olvidarme de la música —me reí, tomando asiento en los escalones y cubriéndome con los brazos por el frío de la calle—. Podría tratar de ser comediante en YouTube y vender material musical gracioso, así ya no dependería de Faded Song. La universidad que se joda. Puedo salir pronto de casa y no toparme con Nath o las chicas, el jefe o All. Sería genial poder mantenerme así. Mi techo mis reglas. Mi soledad mi mierda. ¡Es mi sueño ideal!

Era positiva a mi manera.

—Dios, lo están golpeando. —Strange salió alarmada detrás de mí, observando con las manos en su boca a la multitud que se apilaba en el centro de la calle.

—¿Qué pasa? —Cuestioné, poniéndome de pie.

—El rubio al que viste. Está golpeando a Anacleto desde hace un rato, salieron por detrás y ahora se están matando en la calle. Vino con sus amigos así que es una buena paliza. —Habló ella a gran velocidad y bajó hasta juntarse al resto para observar.

Corrí de igual manera. Di un par de codazos, empujé rostros para estar cerca de la pelea y saber con exactitud qué sucedía. Anacleto trataba de mantenerse de pie, pero su rostro estaba en extremo golpeado y lucía al borde del colapso. Gritaba con furia para defenderse de los agresores.

—¡Eres un ladrón! ¡Vi que sacaste el dinero de mi billetera! ¡DEVUÉLVELO! —Anacleto trató de ir contra al rubio.

—¡Marica, como si fueras capaz de distinguir la realidad con todo lo que te metiste hace un rato! —El acusado lanzó una patada a las rodillas del amigo de Nath hasta tirarlo sobre el pavimento y ocasionar que su pantalón se rasgara.

—¡Carajo! —Di varias zancadas hasta lanzarme al centro y tratar de cubrir a Anacleto—. ¡Hey, no te duermas! Te cargaré al hospital, ¿sí? Ana, no te duermas, por favor. Estás muy ebrio, ayúdame a cargar...

El aire escapó de mi cuerpo al recibir un golpe directo a mi estómago. Trastabillé hacia atrás, contrayéndome con las manos sobre mi abdomen. Me sentí mareada y con ganas de vomitar.

Podría morir aquí mismo. Sería agradable.

—Soy... —traté de dejar mi voz escapar, elevando los ojos de forma agonizante hacia el rubio que me miraba con hastío—...una chica, pendejo.

Me miró aturdido. Bajó la vista, me inspeccionó de arriba abajo antes de llegar a conclusiones precipitadas y con otra ofensa a mi apariencia lanzó un puñetazo a mi rostro.

El ruido a mi alrededor se detuvo y caí con la mandíbula sangrando al suelo. El golpe de mi cabeza sobre la calle húmeda me ocasionó vertido. Sentí que las cosas daban vueltas y que el mundo se caería hasta aplastarme. Quizás me dormí unos minutos, no estoy segura, pero al tener un poco más de conciencia me percaté de que el rubio y la multitud ya no estaba.

Solo era yo sangrando, al igual que Anacleto a mi lado. Ambos solos, heridos sobre una calle vacía. Nos miramos, observamos el cielo a través de la neblina y estallamos en risa por la situación tan miserable.

—¿Así que no tienes pene? —Preguntó, estirando su mano hasta tomar la mía.

—No, a veces quiero tenerlo y en ocasiones me odio por verme así pero creo que estoy bien. —Le di una respuesta positiva aunque mi voz sonaba como la de un muerto viviente—. No le digas a tu mejor amigo. No le digas a Nath, por favor.

—Aike, te voy a recomendar algo —apretó mi mano con fuerza, la subió un poco para que pudiera sentir sus cicatrices—. Aléjate de Nath porque crees que vas a lastimarlo.

—Lo sé, yo me voy a...

—Pero tú eres quien lo va a odiar. Aléjate de él. Si puedes, también de mí. Los hombres somos un nido de ratas.

Solo son personas. ¿Pueden dejar de hablar?

••••••••••••••••••••

Nath se ha marchado con preocupación por Aike, pero un chico no debería ser tan amable con otro o muy sobre protector. Parece que Nath tiene una idea errónea sobre cómo debe ser el género masculino. No por nada su canción es "Boy will be bugs". <3

¡Lamentó estos días sin actualizaciones! He estado realmente ocupada.

Ojalá podamos leernos pronto.

~MMIvens.

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