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Capítulo 22: Quien me llama "manzanita" es un tipo raro.


Aike.

Fue un gran respiro.

Sentí que recuperé el equilibrio al escuchar la explicación de Aylin sobre la situación. Aunque para ellos haya sido como nadar contra corrientes manipuladas por sirenas en ese tiempo, yo me mantenía ajena y disfrutaba la paz. No me sentía tan insegura por primera vez.

¿Eso era egoísta?

—Disculpa por pedirte una explicación. No debí entrometerme. —Continué arrepentida, sosteniendo el cabello de la persona llamada "All" que vestía de forma encantadora y vomitaba sin piedad en el escusado.

Su cuerpo lucía más frágil que el mío, pero trató de mantenerse con fuerza y detener sus arcadas. Se abrió de piernas en el cubículo del baño y elevó sus botas con tacón cerca de mi rostro mientras tomaba aire. Ambos estábamos tumbados en el suelo, en silencio, solo respiraciones pesadas hacían presencia.

Pasó sus dedos por el glitter en sus ojos y corrió las sombras oscuras entre quejidos. Me miró de reojo, respingó su nariz recta y curveó los labios para preguntarme qué sucedía. Era irónico que lo hiciera pues él era quien lucía al borde del colapso, pero no cruzaba esa línea por alguna clase de miedo.

Como cuando estás por explotar pero sabes lo difícil que es volverte a reconstruir así que lo comprimes y acumulas ese dolor. La música para mí era una forma de explotar en menores cantidades.

—¿Tan mal te hizo ser el príncipe de Faded Song? —Mi curiosidad me aterraba a mí misma.

—Me hizo odiar cada parte de mí. Nunca imaginé que recibir amor ajeno podía hacerme sentir tan asqueroso. —Se carcajeó, dejando que sus mechones se vinieran al frente y cubrieran sus ojos oscuros.

All Aylin era una de las personas más atractivas que había visto en mi vida. Su apariencia lo era todo. A pesar de eso, se odiaba más que cualquiera. Con sus carcajadas tuve la impresión de que si tuviera el valor tomaría un cuchillo y se apuñalaría cientos de veces hasta que quedara destrozado.

—Estoy aquí. Somos amigos, ¿verdad? —Traté de tomarle de las manos y tiré de sus hombros para que nos abrazáramos.

En algún punto comenzó a llorar y no se detuvo por alrededor de una hora. Mis piernas quedaron entumidas por la posición pero en ningún momento dejé de abrazarle. Me sentía basura pues en verdad me alegró verlo llorar, no solo dejaba ir las cosas sino que era alguien que no se encerraba con estereotipos.

—Eres un amorcito. —Habló Aylin con una sonrisa baja antes de dejar los baños.

¿Realmente lo soy?

Comencé a sentirme confundida respecto a muchas cosas: Un futuro, sí podía hacer de nuevo el examen para la universidad y pagar mis estudios, dinero, el trabajo actual, aprender nuevas técnicas de canto, quien me gustaba y... Quien era yo.

Me sentía como un niño pequeño que paseaba por una gran ciudad en búsqueda de su bicicleta, tarareando una canción desconocida y preguntándome que había en mi cabeza o entre mis piernas. Preguntas sosas, curiosidad peculiar, vagando sin preocuparme por otras cosas. Mi personalidad dejaba de ser clara al igual que mi género.

—Puedo hacerlo... —Murmuré, sacando mi libreta debajo del colchón en el suelo.

Abrí las primeras páginas y me dediqué a escribir todas mis dudas y resentimientos. Quemé mi cerebro como una salchicha que explotaba en un microondas hasta agotarme de auto-torturas. Había visto en un video que pasaba en las televisiones de Faded Song que presionarse cada día por una hora era vital para que trabajáramos el resto con ánimos tras el desahogo.

—Enviandoooo. —Me estiré al frente con mi flequillo cubriéndome los ojos.

Presioné "enviar" desde la computadora que Amber me había prestado. Tomé una ducha y me aseguré de que mis solicitudes de empleo habían sido enviadas. No me iba a rendir con buscar otro lugar, yo sabía que no era correcto trabajar con tales mentiras.

—Ahora a escribir... —Tomé asiento en el suelo y jalé mi libreta para comenzar a anotar mis metas a largo y corto plazo.

Quería centrarme, hacer lo mismo que solía hacer antes de mi racha de mala suerte y comenzar como alguien nuevo. Olvidarme de que la mala suerte estaba allí porque solo yo la atraía con mis miedos ilógicos. A largo plazo escribí cosas como "ser una gran chica", "entrar a la universidad", "buscar a mis padres", "aprender a ser independiente de una manera sana", "no llorar tanto".

Esa última la taché, repitiéndome que no estaba mal llorar demasiado si al final seguía persistiendo.

A corto plazo estuvo "buscar un nuevo empleo" y "hacer amistad con Arlene". Hubiera incluido a Amber pero ya éramos muy buenos amigos.

—¿Sucede algo? —Cuestioné, observando la espalda encogida de la chica con cabello teñido que paraba de sollozar.

—¿Qué debes hacer cuando sabes que alguien te miente pero lo quieres demasiado como para afrontarlo? —Su respuesta vino de inmediato, dolorosa para sí misma y cortante para mí. Retrocedí un poco hasta chocar con la pared, creando eco en las bambalinas—. No sé si me quiero lo suficiente para afrontar esto.

Stella era una estrella destructiva. Brillaba con intensidad, viajaba largas distancia a velocidad luz, pero ya estaba muerta. Era una estrella que decidió estallar y ocasionar un cambio en el universo, aunque lo mantenía oculto y era capaz de manipular para que nadie lo supiera; que nadie hablara de lo hueca que estaba.

Stella hacía explotar y desaparecer bellas estrellas, porque ella necesitaba sentirse viva.

En momentos así cuando veía a Arlene, la baterista de Faded Song y casi una desconocida, podía sentir una contracción en el pecho y quería decirle todo: Stella trató de prostituirme, es de lo peor. Está muerta y te quiere muerta a ti también.

Pero yo era cómplice, lo callé ya varias veces e incluso usé lo que sabía para ocultar mi secreto. Yo, Aike Ibars de casi 20 años que se comporta como si tuviera 11 y un pepino, me estaba comportando como la clase de persona que odiaba cuando era pequeña.

Odiaba a los reporteros porque me usaron para ganar fama y volverse virales. Me odiaba a mí por usar una infidelidad y un delito para encubrir mi ridiculez.

—A Stella realmente no... —No pude hablar, el silencio se apropió de mí y prefirió mantenernos en la oscuridad y su hiriente vacío sin respuestas.

No me gusta quedarme solo con ella. Es demasiado.

—Stella creció en un ambiente donde lo tenía todo. Nada se le negó, ni un capricho. El dinero no le faltaba y ha vivido creyendo que todo a su alrededor le será concedido —el iniciar su explicación mientras me daba la espalda no pude evitar pensar en mí—. Pero si no sabe lo que es perderlo todo, ¿por qué le importaría el esfuerzo que conlleva darle todo lo que desea?

—¿Por qué sales con ella? —Solté de forma imprudente, sentándome en el banco junto a la escoba.

—Porque ella me lo dio todo. Me soporta. Me hizo sentir amada después de un suceso en el que creí que había perdido mi existencia, niño. —Explicó, volteando hacia mi dirección con una sonrisa y unas señas para que continuáramos barriendo.

Quería ser su amiga.

—Ella es la estrella que he buscado por años. Me dejó tenerla, apreciarla, recibir su amor. ¿Pero sabes, Aike? La estrellas tienen un alto precio, sus deseos tardan pero llegarán, aunque ese precio es demasiado grande que casi nadie puede pagarlo: —suspiró—. Están muertas.

—¿Podemos ser amigos?

—Soy una amistad tóxica, Aike. Gracias por aceptarme, aunque esté por estallar. —Bromeó como si fuera algo ligero y chocó puños conmigo.

Arlene se desahogó esa tarde conmigo y taché su nombre de mi lista. Quería su amistad y la obtuve, pero sembré en mí el sentimiento de culpa. Decirle a una amiga lo que pensabas de su pareja te costaría todo, y seguramente ella no habría reaccionado.

En mi lista también se hallaba "Apoyar a Aylin". Él y yo éramos mucho más cercanos, aunque no hablábamos de cosas muy sentimentales no le daba pena contarme sobre su pasado. Aprendí demasiado de aquella persona y me enseñó cosas necesarias para sobrevivir en la sociedad.

—Si alguien dice blanco y tú deseas negro di gris. No sabes cuantos problemas resolverás así. —Me guiñó el ojo, soltando unas partituras con los arreglos musicales en mi cabeza.

—¿Pero eso no es mentir y no respetar tu propia elección? —Inquirí confundida.

—Aike, decir la verdad puede salir demasiado caro. Si no eres capaz de pagar la cuota de una verdad no se te ocurra endeudarte con ella. Y vamos, que ambos aquí hemos probado que esa cuota es demasiado cara. —Se rió nuevamente, como si no fuera poco moral.

Los días pasaban rápido en Faded Song. Cuando yo creía llevar semanas allí eran meses en realidad. El jefe poco se involucraba, los días eran cortos en el trabajo y aunque yo no dejara de trabajar se sentía como no hacer nada. Como si no estuviéramos yendo a ningún lado.

Era aburrido.

—Niño, ¿qué haces? —Sade se posó delante de mí y me inspeccionó con curiosidad—. Estás aquí en la cocina desde hace rato y solo te veo leer lo que escribes una y otra vez. ¿No es tu turno para limpiar ya?

—Ya limpié los baños, este es mi descanso. —Me reí con sutileza, estirándome en el banco auxiliar mientras me estiraba con un fuerte bostezo.

—¿Qué escribes? —Levantó su ceja, permitiéndome ver la pequeña cicatriz sobre su párpado.

—Quiero ir a una fiesta —mencioné con mi pequeña sonrisa—. Me he sentido muy aburrido estos días, como si solo existiera para trabajar y morir. Quiero hacer algo nuevo sin que alguien me invite, algo espontáneo de mi parte. Pero de fiestas no sé nada, ja, ja.

—¿Por qué no le pides eso al borracho de la barra? Te echa unos ojitos dulces, dudo que se niegue. —Sade me echó porras y me corrió con sutileza porque mis anhelos la ponían nerviosa.

—¿El cliente Nath? No lo sé... Somos amigos ahora pero él no siente lo mismo que yo. No quiero confundirlo. —Me negué de inmediato.

Nath era un masoquista, yo una asexual. Mis habilidades para hacerme notar no llegaban a un 40% y las de él destacaban con fuerza. Yo era una chica fingiendo ser un chico gay y él era un fiestero heterosexual. Y aunque "me hiciera ojitos" odiaría cambiar a alguien por mí: Una mentirosa.

—Sabes... Ha venido todos los fines de semana y dos veces en semana regular. Se asoma dentro de la cocina, pregunta por tu turno, y finge coquetear en la barra mientras espera a que salgas —Sade sirvió unos platillos y se asomó fuera para hacer venir a Amber por ellos—. Chico, el universitario de cabello celeste está cayendo por ti. Quiere que le rompas el corazón.

—Me han roto el corazón tantas veces, Sade. No quiero hacerle eso a alguien. —La miré enseriada.

—Ese masoquista en serio te desea. Yo solo digo. Vive antes de que termines en una cocina cómo esta con un pobre sueldo y a un feo hombre al que mantener. —Con esas palabras me tomó de la mano y me lanzó a la barra junto a Mirt.

Choqué mi cabeza contra la espalda del sonriente chico de ojos grises. Se rió con su distintiva muletilla y me dijo que tuviera cuidado. Me quedaban unos 5 minutos más de descanso así que podía sentarme allí y escuchar la música con la que ambientaban. Era una noche tranquila.

—Manzanita, ¿en qué estás pensando? —Nath atrajo mis ojos a los suyos.

Tenía los anteojos sobre su cabeza, usándolos como pasador para sostener los mechones de su cabello teñido. La mitad de su mejilla estaba posada sobre el hombro de una desconocida y en su cuello habían grandes marcas dolorosas.

A pesar de verlo con alguien más en mí no habían celos. Se sentía bien no sentirme mal por lo que hiciera con alguien más. Cuando veía a Orión con otra chica yo solía deprimirme y decirme que no era suficiente. Ahora podía sonreír y pensar "soy afortunada de ser quien soy".

—Quiero ir a una fiesta. Tengo el sábado libre porque es día festivo y el jefe tiene otros planes —seguí los consejos de Sade. Nath me escuchó atento y reparó en la barra para acercarse a mí—. Quería pedirte que me llevaras a una. Quiero conocer gente nueva y no sé... ¡Hacer una locura! Soy mayor de edad así que algo puedo hacer.

—¿Tú, niño bonito? ¿Ir a una fiesta y hacer algo loco? —Se carcajeó—. Por favor, Manzanita. Aquella vez te invité porque era un cumpleaños pero las fiestas no te sientan. Te daré un consejo, hacer "una locura" siempre termina mal y con alguien llorando por años gracias a esa simple noche de caras borrosas y alcohol con drogas.

¿No quiere ayudarme?

—Tú estás en ello todo el tiempo. ¿Por qué me lo prohibes así? —Arrugué el entrecejo, recatando mis codos en la barra para verlo de frente y jalar mis propios mechones cortos.

—¿Hablas en serio? Claro que no te llevaré. No quiero creer llorando, odiándome o algo por el estilo. Tampoco me gustaría que conocieras a alguien que quizás te quiera coger esa noche y termines mal parado, niño. Si lo que quieres es besarte con alguien en un juego de botella y desahogarte ni lo intentes, eso termina peor. Demasiados besos y una larga resaca asquerosa —traté de irrumpirlo pero seguimos peleando por la palabra en una burbuja que nadie podía penetrar—. ¿Es por qué supiste lo del príncipe o sigues con lo de Orión? Ya déjalo.

¿Ahora de qué habla?

—Lo hago por mí. Quiero probarme que soy capaz de tomar mis propias decisiones. Y si yo quiero, por la puta, besarme con un desconocido o tirarme de una ventana lo voy a hacer. Nath, está bien que no quieras ayudarme pero tampoco me agrada que me hables de esa forma. —No usé las palabras adecuadas pero el enojo se me notaba de lejos.

—Vale, vale, muéstrame que eres capaz de controlar las cosas en una fiesta. Este sábado. Niño tonto, yo no voy a estar a tu cuidado al llegar a ese lugar —su mirada fue amenazante al acercar su rostro al mío. Pude ver un reflejo verde en sus ojos a través del cristal, un reflejo de preocupación y tensión sobre mí—. Hagamos una prueba.

—Estaré bien.

Pensé que era una alerta, eso me pareció cuando dijo "una prueba". Sus manos subieron por mi cuello hasta sostener mi mandíbula y me clavó un beso sorpresivo. Estuvo allí unos segundos que se sintieron eternos, me marearon, sentí que no me sostenía de nada aunque estaba recargado en la barra. O recargada, da igual como me refiera a mí como persona, solo importaba ese beso de ese alguien que me gustaba.

Mientras me besaba mis brazos colgaron pero sus manos de él me sostenían por la mejilla. La chica borracha que estaba su lado solo se rió y levantó sus pulgares para felicitarme. El beso paralizador terminó cuando Mirt me tomó de la sudadera y tiró de mí hacia él.

Nath se encontraba confundido por el beso al igual que yo. Nos miramos con las bocas abiertas, hasta que eso se convirtió en una mirada de frustración de parte de ambos que hubieran matado de risa a todos en el restaurante.

La chica comenzó a carcajearse y los otros en la barra siguieron su ejemplo por nuestras miradas frustradas y asustadas. Mirt me soltó y también comenzó a reír, diciéndome que no me besara con los clientes en esa área.

—Manzanita —Nath levantó las manos con temor y su chaqueta colgando de su hombro—. ¡Lo siento! ¡En serio lo siento! ¡Lo siento mucho! ¡Me excedí! AGH.

Levanté las manos también, sintiéndome amenazada por su tiroteo de disculpas.

—¡Yo lo siento! ¡Lo siento!

—¿Te disculpas? ¿Lo odiaste? —Su mirada de frustración y boca abierta volvió—. Olvídalo. ¡Nos vemos el sábado! ¡En serio lo siento!

Fue tropezándose entre las mesas hasta encontrar la salida. Yo quedé detrás de la barra mirando todas sus acciones con terror, escuchando a lo lejos en las bocinas: Crush Culture.

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Hasta Aike entró en gay panic, HAHAHAH. Estos dos están perdiendo la cabeza pero ninguno desea aceptarlo.

Precioso fanart del niño bonito. <3

Lamento mi inactividad la semana pasada. Espero que disfruten el capítulo.

~MMIvens.

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