Capítulo 2: Adiós a la confianza.
Aike.
Llamé una y otra vez a mis padres desde la residencia, pero nunca respondieron.
Habían pasado muchas semanas desde que Stella me dio hospedaje. Una habitación en el sótano pequeña, que constaba de una cama y un baúl de cosas que había estado acumulando de su basura. Los primeros días fueron tranquilos, creí que todo iba a salir bien.
Entonces pasó el tiempo y me fui metiendo como un camello en sus vidas, cosa que realmente no deseaba.
Su madre me pedía que cocinara aunque yo no supiera hacerlo, se enojaba cuando veía algo quemado y no le importaban mis dedos llenos de heridas. Stella callaba, salía en las noches, y me enviaba al otro lado de la ciudad para buscar cosas que necesitaba en casa, pero siempre me sonreía.
Sus padres eran transportadores de carga y ganaban una buena suma de dinero, por ello no les costaba darme una habitación su casa. Pero hubo un problema que causó tensión. Ellos eran de alguna religión desconocida, mientras ordenaba el estudio de su padre descubrí unos papeles que hablaban sobre ser excomulgados y me prohibieron entrar a las habitaciones privadas.
Algunos días podía sentir la mirada de su padre mientras fregaba la vajilla. Una mirada perturbadora, que comenzó a hacerme sentir aquello de lo que hablaban las mujeres y yo siempre consideré exageradas y con delirio de persecución.
Asusta. Asusta.
En otra ocasión, lo que me hizo obtener la presión de su madre fue cuando entré a la habitación de entrenamiento que tenían en la plantas baja. Ese día recordé que no había terminado de limpiar los equipos ni de llamar a mantenimiento para revisar las maquinas de ejercicio, así que entré para buscar el número y asear.
Mi mala suerte era como popo de pájaro, nunca la veía venir.
—¡Ah! Jake. —Exhalaciones e inhalaciones pesadas, ahogadas en su propio sudor.
Me quedé pasmada en la entrada con la escoba en una mano y en la otra un pañuelo, mirando a la madre de Stella, frente al entrenador sin playera que solo usaba unos pants azules a sus rodillas. Ambos me miraron asustados, pidiéndome que me retirara.
Solo había visto tales escenas accidentalmente en televisión.
—¡Deja de gritar! —Le reclamó el entrenador—. ¡Ésta que se largue ya!
Supe que hablaban de mí, así que solo di la vuelta y traté de dejar el lugar. Mi cabeza chocó contra el lado derecho, así que traté de ir por el izquierdo pero volví a golpearme contra la puerta. Reparé en ellos nuevamente, cabizbaja.
—Vendré luego... a limpiar...
—¡No te hagas la ciega! LÁRGATE YA, ESTÚPIDA NIÑA. —Gritó la mujer, tirando una pesa pequeña que no pudo llegarme por el peso.
—Perdón por interrumpir su... —dije mareada, sin saber que decía—. No, digo, entrenamiento. Eh...
Me volvieron a ver con desagrado, obligándome con la mirada a cerrar la puerta. Me dejé caer en el suelo, respirando rápidamente por ese momento.
Y empeoró...
—Aike, amorcito —Stella solía ponerme apodos cariñosos cuando pasaba por mi habitación—. ¿Puedes irme a comprar lo que está en esta lista? Aquí hay dinero para usar en los taxis.
—Pero... ¿No son muchas cosas? —Mascullé, observando la gran lista de cosas innecesarias para la casa que me haría dar un largo recorrido por toda la ciudad y volver a la media noche.
—Uh, ¿eso crees? Yo...
—Está bien. Iré. Para eso vivo con ustedes. —Dejé las cuentas que tenía que pagar por mi nueva teléfono en donde había gastado los dólares que tenía, arrepentida por nunca poder decirle que no.
Empeoró...
—La mancha está ahí. Puedes verla. —Su padre se cruzó de brazos, acorralándome cuando era la única en casa.
Me acerqué con temor, acomodando el cabello corto detrás de mi oreja para mirar más de cerca la diminuta mancha del tamaño de la mitad de mi uña en la esquina de su colchón. Una mancha café, vieja, y fea como un barro.
—Eso no es mío señor. Los días que estuvo aquí yo nunca me he recostado en la cama de ustedes y mucho menos he estado en mi periodo. —Negué, evitando estallar por su acusación.
—Oh, claro, no es tuyo. Pues esto no estaba aquí antier, y eres la única que ha estado todos los días en esta casa. —Rió incrédulo, elevando los brazos con exageración.
No es mi culpa qué tal vez eso sea de la mujer que trajo hace semanas, o tal vez del entrenador.
Toda la situación en la casa comenzaba a fastidiarme. Stella era la única que trataba de subirme el ánimo, pero sus padres eran un dolor de cabeza que me obligaba a ser más dura con lo que me rodeaba.
—Señor, puedo bajarme los calzones en este momento para enseñarle que no he manchado nada. —Yo también me crucé de brazos, desafiante.
—Mira, vas a tomar un cepillo de dientes viejo y limpiarme este colchón hasta que esa mancha desaparezca. Limpia las cobijas de una vez, si tanto quieres trabajar.
El estrés hacía que comenzara a darme cuenta de mi condición actual. No podía buscar un trabajo estable porque la vida allí me consumía. Mi habitación que consideraba un regalo de los dioses era un realidad un pescado pequeño donde apenas entraba una cama individual con los resortes de fuera. Me daban las sobras. No me pagaban a excepción del hospedaje. Era peor que una empleada.
Intenté buscar una ocasión, pero el dinero que me daban con la excusa de pertenecer al género femenino no era suficiente para sobrevivir.
Empeoró aún más...
Subiendo a la azotea para limpiar, el entrenador penetraba a la madre por detrás, mientras ella murmuraba con el rostro azotado en el suelo caliente. Me observaron con plena molestia por mi poca resolución.
—¡¿De nuevo?! ¡¿Te gusta vernos tanto?! —Comenzó a gritar como loca la mujer, haciendo que el entrenador se lastimara por sus movimientos—. ¡Fuera de aquí!
—Perdón, iba a comprarle comida al perro... —Mascullé confundida, tratando de dejar el lugar cómo su tratará de buscar distintas salidas aunque solo había una.
—¡No tenemos perro!
En una ocasión el hombre levantó su mano contra mí cuando crucé por la sala para dirigirme a la cocina en medio de una reunión. Trataba de abrir una caja ruidosa de la alacena que me había pedido Stella, pero por los sonidos causados interrumpí varias veces y casi conseguí un golpe, pero pude alejarme. Ese fue mi error, pues todos vieron mal al señor que más tarde me odiaría más.
Mierda, no puedo ni siquiera defenderme.
Tenían secadora pero no querían gastar tanto gas, pues fueron un par de días cuando sus ventas bajaron y se encontraron en problemas económicos por sus gastos y sus grandes fiestas donde todo el mundo terminaba drogado y con el alcohol elevado. Me hacían cargar las sobrecamas mas pesadas y colgarlas con los pocos nutrientes que tenía en el último piso directo al sol.
Una ocasión su madre me pidió ordenar las habitaciones porque tenían tiempo siendo un desastre ya que yo no tenía permitido limpiar ahí. Había visto cosas perturbadoras que me hicieron estremecerme, pero lo peor fue cuando ordenaba el cuarto de Stella. Encontré los famosos juguetes sexuales que nunca llamaban mi atención, fotografías explícitas de algunos chicos y chicas, haciendo que la incomodidad en mí al ser alguien que no participaba en esas cosas incrementara.
Entonces llegó lo último que pude soportar.
Stella me pidió recoger una guitarra que habían mandado para un cambio de cuerdas. Le dije que iría después de terminar con la limpieza de los baños pero insistió nerviosamente hasta que acepté.
Salí temprano, encontrando antes de lo esperado el lugar. Era una guitarra acústica Fender CD-60 negra, un modelo que había deseado tener por mucho tiempo y ahora estaba siendo puesto en mis manos para llevarlo con ella.
Volví a casa con alegría por sentir su pesadez en mi espalda. Algunos en la calle me miraban confundidos por no saber identificarme de alguna forma. El cabello nunca me había crecido rápido.
Me detuve en la calle paralela, esperando mi turno para cruzar y entrar la residencia. Esperé el cruce, observando el lugar a lo lejos. Alcanzaba a ver la piscina del otro lado de la reja cubierta por los árboles con flores moradas, al igual que las ventanas de enfrente que daban con la recámara principal y sus cortinas claras.
Tarareé una canción en mi espera, silbando y asegurándome de que no hubiera nadie alrededor. La puerta de caoba se abrió, dejando ver a Stella, que usaba una mini falda y una blusa de tirantes estirada. Dio pasos cuidados hasta salir y detenerse en la entrada al aire libre, haciendo señas a alguien en el interior.
Vi al hombre fortachón con barbilla chueca salir del mismo lugar, dándole una nalgada para echarla andar. Supe que era el entrenador, pues no era la primera vez que lo observaba ponerse la camiseta.
Mamá e hija... creo que quiero vomitar.
Ella se despidió con un ademán tierno, esperando que el entrenador desapareciera de su vista. Ella permaneció allí, mirando a sus alrededores. Traté de esconderme con más precisión detrás de los carros, bajando la guitarra hasta conseguir acostarla en un punto ciego para los transeúntes.
Por eso me quería afuera.
Pensé que volvería al interior, pero en su lugar llegó otro hombre. Justamente a quien creía yo era alguna clase de novio, acompañado de un amigo. Ella recibió a ambos con gestos cariñosos, haciéndolos pasar.
—Que carajo sucede ahora... —suspiré, apretando mis labios.
Estaba en cuclillas, soportando mi propio peso. Quería entrar, así que me armé de valor y aparecí en la puerta minutos después. No sabía si entrar por la puerta trasera, pero para mi no tan buena suerte la puerta principal había quedado abierta y no tendría que interrumpir a nadie para que abrieran.
Al poner los pies dentro y cerrar recordé que la vida no era justa conmigo.
"Dejé la guitarra afuera".
Giré para volver a salir, siendo detenida por una mano con las venas saltadas. La había azotado en un estruendo para que no pudiera abrir, dando bocanadas de aire junto a mi oreja. Estuve petrificada unos segundos, sin saber de qué se trataba.
—Es diferente, pero las tiene firmes. —Supe de que hablaba el chico.
Volteé, tratando de tragar mi temor. Lo miré a los ojos con furia, percatándome de que era el otro chico que había entrado al lugar. Usaba un piercing y grandes expansiones que me dieron una mala impresión, una gorra blanca y una herida en la nariz de una notoria pelea en la que quizás él había ganado.
—Se los dije. —Sonrió Stella, apartando su boca del otro.
¿Eh...?
—Es un encanto. —Dijo enseguida, haciendo que el chico frente a mí diera otro paso hasta hacerme tropezar con la puerta.
Confié en ti...
—Eso lo veremos. ¿Cómo dices que se lla...? —Lancé el primer golpe, directo a las bolas que colgaban de su aclamado pedazo de pan en medio de sus piernas, haciendo que gritara de dolor.
Stella se levantó de las piernas del chico, haciendo que él también se levantara para que me sostuviera. No pude volver por las cosas que había dejado en mi habitación, ni por mis papeles, ni por el teléfono que aún no terminaba de pagar.
Solo era yo, mi desesperación y la energía que quedaba en mis piernas para huir. Corrí en persecución, huyendo de la casa y el chico que estaba persiguiéndome junto con Stella.
Perra, MALDITA STELLA.
Jamás había experimentado tal euforia y traición como esa. Hace tiempo tal vez lo hubiera dejado pasar, pero la decepción comenzaba a consumirme en cenizas igual que los cigarrillos que ella siempre fumaba en mi presencia. Todo el recuerdo que me había dejado era un completo asco.
En mi huida, crucé por los autos estacionados hasta vislumbrar el estuche de la guitarra de ella, tomándola con ambas manos.
—DETENTE AHORA, AIKE. —La escuché cada vez más cerca, alertándome para no parar de huir.
La respiración iba y venía, el sudor dudaba si brotar o no. Recorrí varios lugares, agotando los tendones en mis piernas que no estaban acostumbrados. La columna y el cuello me dolía, igual que la vesícula. Me adentré como un conejo entre la multitud de las callejuelas, tropezando con basura, lechos y harapos de los indigentes. Supe de inmediato que estaba cerca de Shinda, y no podía permanecer allí, pues era el lugar que recurría Stella frecuentemente.
Tomé una desviación hasta la fuente del boulevard, dejándome caer exhausta con la cabeza en el agua y la guitarra en el suelo, deseando morir ahogada ahí mismo. Respiré con fuerza al salir, sabiendo que de verdad podía matarme.
Miré a mis laterales con desdén, cubierta por los cabellos húmedos en mi frente, mirando como un pez. Las personas no me veían, era solo una persona más con problemas en un mundo lleno de situaciones peligrosas, sintiéndome una miseria cuando efectivamente era eso.
—¿Por qué siempre fingen ser amables? —Murmuré, tratando de limpiar las lágrimas que no podía distinguir del agua. Mis ojos se humedecían cada vez más, haciendo que no pudiera elevar la cabeza.
Nada era como yo creía. Siempre me imaginé estudiando, apuntando para ser una ciudadana ejemplar y conseguir lo que todos buscaban en una vida esclarecedora: amistad, amor, y abundancia.
Nada de eso había en mi vida. Solo quedaba una guitarra, la ropa que usaba, y mi corazón hecho trizas mientras gritaba desconfianza.
Me recliné al frente, secando mis manos con el pantalón que se había mantenido seco tras mi acción. Abrí el estuche de la guitarra, viéndola con serenidad.
Orión tenía una igual, sonreí, recordando el buen tiempo que había pasado. Me hizo sentir una mierda y lamentarme por lo que nunca pudo llegar a ser, y aunque me dijeran "es imperdonable", las memorias de la única persona que no había agravado tanto los sentimientos era él. Ni mis padres, ni Stella... o bueno, en realidad yo era la única que creí no había agravado mis sentimientos.
Perdí minutos afinando las clavijas de aluminio, ignorando a los desconocidos que murmuraban sobre mí. Un oficial me miraba a lo lejos, esperando el momento en que me fuera, pero me encontraba tan absorta por el sonido y lo que sentía en ese momento que solo lo ignoré.
Debería tocar algo para probar.
Respiré profundo, evitando que mis manos temblaran.
Tú puedes hacerlo. Ha pasado tiempo.
Recordé las grabaciones con Orión. Los recuerdos de mis padres escuchándome tocar por primera vez pintaron con alegría mi rostro.
Vamos, Aike, siempre has podido y siempre podrás.
No podía confiar en nadie, por ello confiaba en mí. Era algo que siempre me hizo sentir orgullosa, saber que cualquier cosa que quisiera podría lograrlo. Lo había olvidado, pero nadie tenía el derecho a hacerme sentir menos. Soy una humana más, por eso.
Toca.
Bajé el estuche, rogando porque sí alguien me escuchaba pudiera compadecerse y dejarme unas monedas para buscar un refugio y algo que comer. Pude sentir el peso de los inmigrantes que tanto veía al otro lado de los carros.
Saldré de ésta.
Comencé por el acorde Bb6, aplastando sin tanta fuerza las cuerdas con la llena de mis dedos, sintiendo aquello que no había experimentando por tanto tiempo.
El desahogo musical.
—Let's go back to the the summer night, when we met eyes, it's like a movie line —comencé a soltar las letras de la canción Lookalike, alargándolas con cansancio—. Kissin' underneath the city lights. But now you're laying in another guy's arms 'cause I'm all gone.
Me detuve un momento, riendo como tonta al sentir las miradas a mis alrededores. Así se sentía ser observado por los demás. Que alguien me despertara sí era un sueño, eso tenían que pasar muchos para poder salir de sus apuros.
Mis mejillas se coloraron al escuchar a algunas chicas decir que era "atractivo".
—But when you looooook in his... eyes... —mi voz comenzó a temblar, ahogándome en mi propio canto—. Do... you thiiiink of mine? And when you like at that smile. Doooo I crossover your mind?
Cada vez sonaba peor, las manos me temblaban igual que la voz, haciendo que golpeara las notas de forma espantosa. La cosa se puso peor cuando en vez de cantar lloraba mientras decía las letras, recordando todo la mano que me estaba sucediendo. Mis padres, Orión y Stella.
¡Que se joda la confianza! Solo quedo yo, ¡solo quedo yo y mi esfuerzo!
Las personas siguieron su camino, ignorando los gritos que daba en mi cabeza y expresaba con mi canto.
—I know in your head, yo see me instead. 'Cause he looks a lot like I did back then. Baby, don't lie... —mordí mi lengua, tratando de arreglar el corazón que me hacía llorar mares—...he's just...
Sentí una última mirada.
—...a lookalike.
Levanté la barbilla al escuchar unas monedas caer dentro del estuche. Tan solo unos centavos, los centavos de la suerte.
—Jovencito, ¿te gustaría trabajar para mí?
•••••••••••••••••••
¡Gracias por llegar hasta aquí! Espero estén teniendo un lindo jueves. <3
~MMIvens.
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