Capítulo 19: No quiero saberlo.
Arlene.
Habían muchas actitudes de Stella que me desagradaban.
A veces odiaba que cuando yo estuviera cansada de tanto trabajar ella quisiera llevarme a fiestas sin preguntarme como me sentía, a parte de que solía dejarme sola en alguna parte de las grandes casas y de igual manera volvía a mi apartamento. En alguna ocasión salimos a comer pero yo había olvidado mi billetera así que no pude comprar nada y ella dijo que tampoco tenía dinero aunque pasó toda la tarde comprándose botanas.
No solía sermonearla cuando encontraba drogas en su bolso y mucho menos cuando no me dejaba ver su celular. Solo una ocasión le grité al ver que le llamaba un número sugerente.
Y aunque me sintiera incomoda en ocasiones por sus palabras no podía decirle nada. Porque la amaba, porque la comprendía.
Igual que lo comprendía a él.
—¡Vamos, solo será por un rato! Sabes cuanto amo estas convenciones.
Stella tiraba de mi brazo para levantarme de mi cama. Había trabajado hasta las 6 am y ahora eran tan sólo las 8 pues mi querida novia insistía en asistir a una convención de cosplay a las 11 en el parque del barrio vecino: Hamilton.
—Stella... —balbuceé su nombre con la mejilla contra la almohada, quitando los mechones morados y azules de mi frente—. Es mi día de descanso y estoy agotada. Tenía planeado ir por la tarde a visitar a la señora Nanci, comprar nuevo equipo, prepararlo para que Aylin haga su arreglo y toquemos mañana. Por la noche también debo tocar para remplazar al baterista de 4 Cuartos que se rompió la muñeca.
No había concluido mis estudios, no tenía nadie que cuidara de mí y estaba envejeciendo así que acepté que trabajaría por el resto de mis días para mantener el lugar que quería.
—Siempre haces lo mismo. —Se cruzó de brazos, desviando la vista hacia las paredes.
Su cabello estaba atado sin sostener los cabellos de su flequillo que le hacían ver más enojada pues ensombrecía su rostro. Jugó con sus dedos sobre su piel, moviéndolos en un ritmo monótono al igual que las palabras en mi cabeza. No me dejaba pensar cuando ella tomaba esa postura.
Se puso de cuclillas y llevó las manos a su cabeza, pasando por la sien hasta retirarse bruscamente el labial negro de los labios y ensuciar sus dientes con él. Su rabieta me hacía sentir peor.
—No entiendo porque en tus días de descanso no me tienes en cuenta. Nunca lo haces, dices que tienes trabajo pero solo buscas ocuparte como loca porque no quieres estar conmigo —me dio la espalda y se recargó en la cama, tumbada en el suelo—. ¡Estoy harta de ver esas malditas fotografías en tu habitación!
—¡Stella, también tengo tuyas! ¡Sabes que no me gusta que toques el tema! —Exclamé, reincorporándome en las sábanas que me absorbían para no levantarme.
Mi habitación no solo estaba repleta de canciones que debíamos tocar y mis horarios, sino que también habían fotos del viejo club en Shinda a donde había huido cuando cumplí 18 años y algunas fotografías de Demian, a quien conocí años después y era menor que yo. Una fotografía con su gran sonrisa característica, tocando la guitarra en el centro de una estación a pleno atardecer se extendía por casi toda la pared.
No lo extrañaba. Me dolía.
—¿Me gritaste? —Volteó Stella con los ojos llorosos y las manos en ellos—. Arlene, tienes un serio problema. ¿Has estado tomando tus pastillas? Amor, no está bien... Que me trates de esta forma solo por tus arranques de ira no está bien.
Esta mañana he comenzado a sentirme mal.
La miré en su sollozo un momento. No quise extender mi mano así que solo jugué con la manga de mi pijama. Me sentía mal de disculparme pues mis arranques de ira le hacían y una disculpa no era suficiente. Mi mera existencia era una carga.
—Lo siento Stella... Por no valorarte cuando eres la única a mi lado. —Dejé caer mi cabeza sobre la cama, estirando mi cuello hasta chocar cabeza con la suya.
Me dijo que estaba bien. Que solo no tratara de hacerla sentir culpable por todo lo que me pasaba.
—Vamos a la convención. —Hablé, agotada.
~•~•~•~
Stella se tomó fotos con cada persona que vestía algún traje de Disney mientras me dejaba varada en una banca del parque. Las personas más artísticas se reunían en Hamilton, al igual que músicos que buscaba refacciones así que cuando termináramos de estar aquí yo tendría que adentrarme en las plazas a buscar mis compras, pero iba a estar corta de tiempo así que lo mejor era ir directo con Nanci.
—¿Tienes dinero para algodón de azúcar? ¡Venden unos gigantes en forma de flores! —Pegó el grito Stella al otro extremo del parque sobre una banca.
Asentí, haciéndole señas para que viniera. Saqué un billete de mis botas y conté el dinero que tenía para mi pasaje. Debía retirar también si quiera ir con Nanci.
—¿No tienes más? Es que no me va a alcanzar... —Movió su flequillo negro con pena, deteniéndose hasta estar frente a mí.
—Toma. —Me reí levemente, sacando otro poco de mi calzado.
Tampoco era capaz de oponerme cuando ella me pedía algo. Sentía que no la merecía. El hecho de que ella estuviera cursando una carrera y yo con mis 27 años no he podido estudiar me hacía sentir menos.
No merecía mucho, pero ella merecía más.
—Eres la mejor. —Stella dobló sus rodillas y agradeció con la vista al cielo, dando un salto para tomar impulso y correr por su algodón de azúcar.
Sacudí mi pierna izquierda con desesperación. Stella parecía reunirse con conocidos y probar dulces del área, como los brownies espaciales que estaban entregando unos chicos con flequillo largo.
Levanté la mano para cubrir un poco del sol de medio día que pegaba sobre mi cabeza pero antes de que me diera cuenta el sol se había disipado por alguien más. Era una clase de mujer súper alta y musculosa que vestía un largo vestido clásico y portaba un parasol blanco.
Aclaré mi vista con esfuerzo y me percaté de que eran las facciones de un hombre. Hacía un cosplay de Mary Poppins.
—¿Quieres una foto? —Cuestionó en pose, girando la punta de los pies hacia mí.
Sus lentes negros estaban decorados para no desentonar con el atuendo. Hice un ademán para negarlo pero no sé removió, solo me observó con sutileza y un irritante silencio.
—Dije que no quería una foto, ¿qué más quieres? No tengo dinero. —Me crucé de brazos para protegerme de cualquier peligro.
La chaqueta de cuerdo comenzaba a acalorarme. Quizás Mary Poppins lo notó y por eso se sentó a un lado y me extendió un pañuelo para que me secara las gotas de sudor en la frente.
—Gracias... —Murmuré sin comprender su acción por completo.
Se quitó su sombrero y también se retiró el sudor de su rostro. Alzó la vista un par de veces como si maldijera el sol y golpeó sus botas quejándose entredientes de que lo apretaban. Era espeluznante pero atractivo ver a un hombre adulto vestido de una nana popular.
Estos eventos son muy extraños.
—¡Arlene, ya puedes irte! Me encontraré con mamá Carmen dentro de media hora aquí para ver una película! —Los gritos de Stella hicieron que ambos levantáramos la vista, juraría que Mary también di un respingón del susto.
Stella me lanzó besos mientras su cabello negro se sacudía con locura. Sus señas decían que me amaban y con ello me dejó en la banca antes de marcharse.
—¿Hace eso seguido? Lo siento, pero no me termina de agradar tu relación.
Reparé en Poppins travestido. Había metido un chicle a su boca, sus rasgos eran iguales que los de un campesino en cubierto. Aunque me causaba gracias su apariencia el comentario que hizo en serio me molestó.
—¿Tú qué sabes, idiota? —Bramé.
—Ya me acostumbré al "idiota", creo. —Habló con ironía, bajando sus lentes un poco y acercándose a mi rostro para que lo viera.
Sus ojos verdes y cejas rubias hicieron evidente que era Mike, uno de los gemelos Cold. Arrugué el entrecejo con sorpresa, apenas pude pronunciar palabra.
—¿Qué hace un...? —Mike me hizo señas para no dijera su nombre—. ¿Por qué demonios estás vestido de Mary Poppins, feo cliente?
Se rió de mí sarcasmo y soltó mi hombro. Pensó un poco en la respuesta aún con sus lentes puestos, jugó con la peluca oscura y habló sin penas.
—Me gustan estos lugares. Solía disfrazarme con mi padre y aunque tenemos el dinero para comprar trajes mi madre amaba coser. Suelo venir a estos eventos en mis días libres o pido que mi hermano me reemplace en la empresa. Es la ventaja de tener un gemelo. —Se encogió de hombros y brindó una sonrisa tranquila junto a su explicación.
Miré una vez más su traje. No era posible aunque lo viera demasiadas veces.
—¿Qué? Sí, lo hice yo. ¿Tengo rostro de no saber cocer? —Me miró incrédulo.
El calor me incomodaba así que le hablé más cerca debajo de su parasol. Solté algo superficial para que se conformara y yo pudiera retirarme lo más pronto posible.
—Eres rico. No te creo. —Bufé de pie con las manos en mi mochila, lista para partir.
—Espera un minuto, cabeza dura...
Cuando lo vi ponerse de pie era señal de que en definitiva iba para largo. Siguió mis pasos velozmente hasta que dejamos el parque. Trató de contrarrestar mis pensamientos y mi forma de clasificar a las personas por su dinero y no por lo que son en verdad.
—Yo sé cocer. ¿Crees que soy un inútil solo porque tengo dinero para comprar ropa? Es lo mismo que hacer que un bebé aprenda a hacer del baño al crecer, ¿no le enseñarías solo porque puede llevar pañal toda la vida? —Su analogía con bebés me pareció rebuscada así que no me detuve—. Solía tener una tienda de telas hace unos pocos años, pero cuando mi padre falleció mi hermano necesitaba instrucción para llevar la empresa y yo era el único que había recibido la preparación. Dejé mi tienda olvidada, ¿y no puedo hacer un cosplay sin que me mires con esa amargada expresión que tienes y me denigres por tener mas posibilidades económicas que tú?
—No tienes a nadie con quien hablar ni quejarte, ¿verdad? —Alargué mis notas con hastío, deteniéndome antes de cruzar la calle para llegar al cajero.
—Soy un tipo de dinero vestido de Mary Poppins en la calle, ¿te parece que estoy hablando con alguien más que no seas tú? —Entrecerró los ojos, posando sus manos en la cintura.
—Lo que digo es, ¿no tienes amigos con quienes quejarte? —Paré de golpe para extraer mi tarjeta de la billetera y el sobre que guardaba.
—No. ¿feliz? Lamento seguirte pero el hecho de que me estereotiparas tanto en serio me molestó. ¿Por qué tienes esa mente tan cerrada de cómo vive alguien con dinero? Tenemos preocupaciones aunque sean diferentes a las tuyas. —Se recargó junto al cajero solo para ver mis acciones.
El evento había terminado cuando él fue a tomar asiento junto a mí así que parecía no tener otra cosa que hacer. Aún así era un completo metiche. ¿No sabía lo que era la privacidad? No me preocupaba que supiera la contraseña de mi cuenta bancaria ya que él tenía dinero suficiente pero seguía invadiendo mi espacio.
—Vaya, para ser tus ahorros del mes lucen bien. ¿Cuántas horas trabajaste? —Miró con atención, dudoso de lo que hacía—. Y ahora sacas casi todo... ¿Vas a comprar algo?
Tomé el dinero y lo metí en el sobre. El sobre lo introduje dentro de mi cartera y la trabé en un hoyo de mi chaqueta para no tirarlo en cualquier parte. Cambié de tema al volver a la calle principal para tomar un taxi.
—Así que coces, ¿eh?
—Aún me gusta cocer cosas para mi hermano menor. Se ve muy lindo en lo que hago. —Extrajo su teléfono para enseñarme una fotografía de su "hermanito" que parecía medir más de 1.80.
—Raro.
—Entonces... ¿A dónde vas? —Cuestionó al verme tratar de hacer paradas a taxis ocupados.
—A Shinda. —Respondí.
Me miró de arriba a bajo y luego señaló el hoyo de mi chaqueta para insinuar el dinero que llevaba.
—Estás bromeando, ¿cierto? —Elevó una ceja.
~•~•~•~
—No había necesidad...
—Por Dios, ¿pensabas tomar un taxi y vagar por aquí con esa cantidad de dinero? Solo te hice el favor de traerte en el carro, yo también estoy corriendo riesgo, así que no seas tan payasa. —Mike conservó sus lentes y la peluca pero llevaba prendas comunes que pudo cambiarse en el carro.
—Púdrete. —Mordí mi lengua enseguida por ceder a mis necesidades de pelear con quien sea.
Prefirió ignorar mi mal vocabulario y nos adentramos al orfanato. Los ruidos de risas y música al igual que el rechinar de el piso de madera ambientó nuestra llegada. Pedí en recepción por la señora Nanci y nos hicieron esperar poco hasta dejarnos pasar a su oficina.
Mike miró sospechosamente el sitio todo el tiempo.
—Cambió mucho... —Murmuró, acercándose a mí—. ¿Qué hacemos aquí?
—Vengo de visita. —Hablé sin decir mucho—, ¿Ya conocías el lugar?
—Mi hermano menor es adoptado. —Explicó, sacudiendo sus piernas y mostrándose ansioso. Yo lo imité.
Nanci entró saludándome entre besos. Era una mujer con grandes pechos y caderas, un poco rellena pero encantadora como de costumbre. La consideraba una mujer guapa sin importar su edad. Aunque comenzaba a quedarse más ciega pues se negaba a usar lentes ya que quería lucir sus ojos verdes.
—Querida Arlene, por favor, no es necesario que sigas donando tanto dinero. Sabes que ya tenemos fondos de los cuales usar para los chicos y el programa de música va de maravilla desde que lo hicimos en conmemoración. Deberías usarlo para otras cosas. —Nanci volvió a negarse a recibir el dinero, rogándome porque me lo llevara ya que allí solo se usaría para comprar tonterías.
—Está bien que se compren tonterías. —Insistí otra vez, dejando el dinero en su escritorio—, por favor, Nanci, no me rechace. Recuerde el caos que hice cuando no aceptó una donación. Por favor. Se lo ruego.
Perdía el control sino actuaban como yo lo deseaba.
—Mi cielo. —Nanci recibió el dinero, tirando de mi hombro para llevarme a su pecho y estrujarme con cariño.
Abandoné el lugar sin ver a los nuevos residentes. Me costaba ver nuevos rostros con el tiempo y describir que la mayoría no sabía el porqué de la conmemoración.
—Yo iré a casa en tren. Puedo ir sola. —Me despedí de Mike, dejándole un billete en las manos por la gasolina.
—Te gusta tirar el dinero por allí. Yo te traje, tú te lo quedas —el ya no tan disfrazado Mary Poppins me devolvió el dinero en las palmas, no sin antes hacer la pregunta que venia matándolo de curiosidad—. ¿Por qué donas dinero sino lo necesitan ya?
En ese momento, mientras atardecía y mis bolsillos solo tenían las monedas del pasaje, quise hablar. No era algo que hablaba con Stella pues se enojaba con mucho, ni con mis "amigos" porque no era la apariencia que solía darles.
—Si lo dejo de hacer se siente como si estuviera olvidando lo sucedido, y no puedo permitir que mi mente olvide como mi ex-novio huérfano fue atropellado —hablé con la vista sobre mis botas, pateé un poco de tierra y esperé unos segundos—. Él amaba la música y me enseñó mucho. Era un gran chico, aunque menor que yo.
—Arlene —me interrumpió, quitándose los lentes de sol—. Lamento que hayamos empezado con el pie izquierdo.
—Así son las relaciones. No tiene sentido arrepentirse por algo pasado, solo pasó y no puede cambiarse. Y si te disculpas me obligarás a hacerlo también —metí mis manos dentro de mi chaqueta, moviendo de un lado a otro esperando a partir—. Espero verte en Faded Song.
—¿Puedo decirte algo?
Aunque me dio mala espina ese comienzo me detuve a escucharlo y le di la señal con mis ojos de que podía hablar.
—Ya que la familia de Stella tiene dinero, en realidad no te dije que nos conocemos desde hace tiempo y...
Era una mala idea escucharlo. Si terminaba la conversación otro arranque de ira estallaría en mí. Mi día había sido demasiado como para escucharlo.
—No quiero saberlo. Buenas noches y adiós, cliente.
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The less I know the better, ¿eh?
¡Tengan un feliz jueves y mil disculpas por actualizar a esta hora! <3
~MMIvens.
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