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Capítulo 14: Mentiras para el amor.


Aylin.

He dicho muchas veces a los que me rodean: No te avergüences de quien eres ni de lo qué haces si lo disfrutas. No ocultes algo por miedo al rechazo. Sé libre.

Pero cuando las cosas se revelan duele más que ocultarlas. Todo depende de qué ocultes.

—¿Fue una buena decisión dejar que Aike y Nath se fueran juntos? —Inquirió Amber, murmurando a lado mío—. Tengo entendido que Aike es gay pues lo vi husmeando mucho en el perfil de un chico y lloraba mientras besaba la pantalla. O sea, eso no es raro yo hago lo mismo con mi novio. Pero Nath es medio raro, y como Aike es muy lindo... ¡¿Qué tal si lo confunde con una chica y le pide que lo ate?! ¡¿O sí brinca del carro?! Uff, me gustaría ver eso...

Los comentarios sexuales de Amber hicieron que derramara cerveza de mi boca. Era una buena chica aunque a veces tenía ocurrencias de otro mundo y casi siempre terminaban con algo sexual. Era como una muñequita con un chico encerrado dentro.

—Con mi pene podría... —Perdí el hilo de la conversación así que no sabía de qué hablaba ahora.

—Tú no tienes pene. —Alegué, empujando su cabeza al otro extremo—, no estás borracha pero aún así te portas como si lo estuvieras.

—Es mi espíritu animal, bebé. —Me lanzó un guiño.

Me reí en mis adentros, soltando aire por las nariz como una mala costumbre. Las fiestas no me apasionaban tanto como en mi juventud. Recuerdo que a pesar de estar en una banda juvenil unos cuantos meses nunca hice algo realmente alocado, me mantenía al margen.

Al cambiarme de instituto y detener mi afán de tomar cosas que no me pertenecían traté de cambiarme a mí. Me sentía con vergüenza, así que traté de portarme como debería y ocultar mi gusto por todo lo que fuera lindo.

Creo que me pareció hermoso el cuadro que pintaba Marshall en el club de arte. Intenté llevármelo y él me sorprendió. El piano que toco y la guitarra fueron cosas que él compartió conmigo, al igual que el gusto por hacer arreglos y cantarlos.

Mi primera vez en una fiesta masiva fue con él. Estaba explotando mi cabeza. Terminé vomitando pero estaba muy feliz. Tal vez lloré, pero eso ya no importa.

—Nos acostumbramos a las cosas con facilidad. No, ¿Mirt? —Eché mi cabeza sobre su hombro, tratando de elevar su barbilla con mis manos.

Los asientos estaban muy pegados. Trató de elevar su rostro para reírse sin entender lo que hablaba. Pero él no lo entendería, después de todo sus ojos grises solo ven gris y cuando perciben colores simples de verdad se emociona.

—Jeje.

Me gustaría volver a emocionarme por cosas simples. Igual que él o Aike, la niña que se oculta.

El mensaje de Dante encendió mi celular. Decía que ya estaba afuera y que su hermano vino con él pues acaban de dejar del trabajo. Eso ya lo sabía yo, ambos eran jóvenes que cargaban la responsabilidad de una herencia. Y con suerte un poco de sus billeteras sería para mis gastos si podía conquistar a uno.

—Bueno, con permiso. —Me levanté, apartando a Amber y Mirt de mis hombros.

La cerradura ya se había retirado desde hace más de media hora y los destrozos comenzaban a ser evidentes. Era complicado mantener una fiesta sin resultados así. Algunos incluso ya habían retirado la cinta de sus cámaras.

Dante me saludó al abrir la puerta con unas breves palabras.

—Buenas noches —murmuró, echando un ojo dentro—. Pensé que era algo más elegante.

A penas puso un pie dentro le clavé un beso como saludo. Me miró confundido al separarme por mi brevedad. Pensé que la había cagado, pues ese era mi saludo común.

—Pasa cariño. ¿Dónde está tu reflejo? —Reí nerviosamente, asomándome afuera hasta vislumbrar al otro gemelo—. Oh, ahí está. Mike, ¿cierto?

—Yo en realidad ya me iba. No soy amante de estas... —miró a su hermano de reojo y terminó con cierto tono discriminatorio—...fiestas.

Me miró de arriba abajo. ¿QUIERES MORIR?

Dante resopló molestó ante su actitud. Eran dos caras de una moneda.

—¡Deberías quedarte un poco más! Espera un rato a tu hermano y después nos vamos todos juntos. —Insistí aún con la furia detrás de mis dientes—, estamos los empleados y... ¿Stella?

Otro retorcijón de estómago me dio al verla sonriente en falda corta con esa mirada falsa e hipócrita que me decía algo como: Holi, ¿dónde está Arlene? Para manipularla y estrujar su pobre corazón un poco más.

—Oh. ¡Es Mike y su hermano! ¿Han venido a la fiesta? —La respuesta de ambos no se apresuró y ella sin más sostuvo del brazo al rubio y lo llevó adentro con ella—. ¡Bebamos un poco! ¡Solo un rato!

Llevé mi mano contra la frente, suspirando con fuerza. Dante me observaba con una leve sonrisa desde la esquina tras cerrar la puerta. Apenas alcé los ojos le pregunté que demonios le causaba gracia.

—¿Te preocupa algo? —Inquirió.

—Arlene. Es una buena amiga y su novia se aprovecha de ella, aunque yo no soy quien para decirlo. Me preocupa que metan a tu gemelo en sus problemas. Stella tiende a ser muy provocadora. —Aclaré los problemas de mi cabeza para darle una breve explicación.

—Parece difícil de tratar. —Comentó sin malas intenciones.

Divagué un momento en el periodo de tomar asiento lejos de los otros dos para que no abrieran la bocota sobre mí. Ya sentados pude responder a su comentario.

—Es cierto qué hay personas difíciles de tratar, pero una vez que rompes el cascarón te puedes dar cuenta de dos cosas: Son muy sensibles o son repugnantes. Arlene era solo extremadamente sensible, pero si se trata de más de amistad que romance es una buena chica. —Traté de transmitirle mi ideología, pero después de todo era sólo mía.

—Las personas deberían cambiar para no desagradar a los que quieren. ¿No crees que permanecer como eres es un tanto... superficial y egoísta? —Articuló una mueca que elevó su lunar hasta la mejilla.

Alguien subió más la música. Vi la oportunidad perfecta para acercarme más a él. Usaba un cascarón, pero me faltaba descubrir que clase de persona era. Tal vez una tercera que me faltaba ver en alguien.

—No me digas que tú... —mi suspiro en su oreja fue burlón—. ¿Cambiaste tanto por alguien y ese alguien te continuó viendo igual?

La lié en grande.

—Disculpa —se levantó de golpe apartando mis brazos. No pudo mantener la mirada conmigo pero era notorio que se encontraba molesto—. Iré a buscar el baño. De hecho, ya pasan de las tres y debería irme temprano.

—Pero acabas de llegar...

—Solo media hora. —Aclaró, retirándose en busca del baño.

Poniendo una pausa, me había olvidado por completo de que Dante tenía el corazón roto y yo era igual de metiche como cualquier otra persona de la vida galante. Yo solo era la compañía con quien se estuvo mensajeando días sobre cosas banales que no decían nada sobre el otro.

Y yo también tenía el corazón roto, porque cambié por alguien que nunca vio diferencia en mí. Te das cuenta de que no importa que clase de actitud tengas, solo no tienes lugar en su corazón por ser tú. Solo eres una compañía.

Era increíble lo mucho que dolía no ser correspondido.

—La cagaste. Deberías pedir disculpas. —Gritó Amber al frente con la pajilla en su boca—, ¿NO DIJISTE TÚ QUE SÍ ALGUIEN NO TE DABA RESPETO TE TIENES QUE IR? Porque... SOMOS DE ALTA CALIDAD.

—Cállate, perra. Ya lo sé —la señalé con el índice y mi mayor indignación—. Incluso las prendas de alta calidad tienen sus fallas pero los compradores las quieren por la marca.

Tomé el vaso a mi costado, lo vacié en mi garganta seca y me levanté con toda la intención de buscarlo. No era cosa mía hacer sentir mal a las personas si de todas formas iba a sacarles dinero. Odiaba herir emocionalmente a alguien. Le tenía miedo a ese tipo de resultados tras ver la trayectoria de Mirt.

Opté por subir las escaleras que daban al gentío en la azotea. Fue extraño ver todo dividido en grupos pero el que más contenía personas eran los que rodeaban a los famosos en apariencia drogadictos. Me recordaba a esos antros de mala muerte al que iban actores de novelas.

Y yo amo las novelas.

Pregunté por el baño a una chica que no supo darme buenas indicaciones por su ebriedad. No quedaban tantos pero los que habían cargaban en su mirada necesidad de destrozar cosas. Yo solo había invitado a Dante para estar un momento, usar la excusa de escaparnos y terminar en la misma cama, pero ni siquiera el comienzo resultó bien.

Logré vislumbrarlo cerca de unos asientos hablando con alguien más baja. Me detuve unos metros antes al notarlo molesto y haciendo expresiones exageradas cual tipo al que le quitaron su dulce: Era Mike y Arlene.

Carajo, estos ya empezaron.

—¿Puedes quitarle la mano de encima? —Le rugió ella—, ¡y deja de ver a mi novia! ¡¿Acaso no ves que la incomodaste?!

—¡Fantástico! ¡Tu novia fue quien me arrastró hasta acá sin permitirme hablar y ahora yo tengo la culpa! De verdad que eres graciosa. —Rió con amargura, dándole un empujón en el hombro a la salvaje.

—¡En ningún momento te toqué! —Stella se excusó con la voz temblorosa, amenazando con lágrimas—. ¡Tú...! ¡Me tomaste de la muñeca y me dijiste que nos fuéramos sin siquiera haber entrado!

Hija de la...

—¡¿Qué hiciste qué?! —Arlene reaccionó peor.

Las personas comenzaron a murmurar sobre Mike algunas cosas crueles y otros comenzaron a tomar video. Las celebridades de mala muerte perdieron protagonismo. Las cosas empeoraban.

—¿Qué sucede? —Escuché la preocupación de Dante a mis espaldas.

De verdad creí que el caso de ellos terminaría en las redes con los peores resultados y un escándalo. Crucé los dedos para que nadie reconociera a los gemelos como "esos gemelos ricachones", pero la mayoría parecía lejano al tema de los inversionistas.

De verdad esperé lo peor, pero lo peor fue mi solución, o más bien la solución que aprendí en mi juventud.

—Bésame. —Giré con la petición hacia Dante.

Pero claro que le iba a sacar provecho también. La versatilidad en las situaciones me lucía a la perfección.

—¿Qué?

Lo tomé de las mejillas y retrocedimos entre besos rudos y un par de codazos hacia los que nos rodeaban. De un momento a otro las cámaras rotaron hacia nosotros y las miradas de los que discutían también. Se encontraban muchos en silencio observando la situación. Supuse que los celulares habían bajado.

En realidad mi plan no era ese, sino el que sucedió después. Chocamos contra la mesa de bebidas y sustancias, regando la mayoría de las cosas en ellas. Hubieron un par de gritos por las botellas y la mayoría se tiró al suelo para recoger los polvos.

—Hasta acá lo dejamos. —Musité a su oído.

Sus ojos daban vueltas y se encontraba mareado. Sabía que tenía experiencia, pero la encontré oxidada. Me sucedió un par de veces, pero era fácil retomarla tras dos andadas.

—Tú eres... —Exclamó una de las chicas en el suelo, asombrada el encontrar sus ojos con otra.

—¿La ex-novia de Chaos? ¡Sí, ¡¿se te ofrece algo puta pendeja?! —Le espetó la otra.

Dante y yo nos miramos conteniendo las risas. Supe que ambos nos divertía ver reencuentros de ese tipo. A mí por amar las telenovelas, y tal vez a él porque nunca lo había escuchado hablar vulgarmente, solo groserías de la categoría "elegante".

Eran risas y solo pucheros de Arlene al ver que Mike se le había escapado por unos metros. La situación era solo algo cómico hasta que la que inició con un "tú eres" tomó la primera botella a su mano y la reventó contra la cabeza de la chica.

—No jodas. No jodas. No jodas. —Gritó un chico que observaba a la herida desde lejos, corriendo para separar a la loca.

La herida se prensó al cabello de la otra y comenzaron a lanzarse patadas. Apenas podía mantenerse de pie, así que se llevó a la loquita contra la mesa de nuevo y la voltearon por completo haciendo que unos vasos nos salpicaran.

—¡Qué carajo, paren! ¡No jodan, cabronas! ¡Alguien súbale a la música para callar los gritos! —Unos se pusieron en acción.

Los golpes eran bravos y los gritos de los presentes también. Tenían el alcohol arriba y ya todos tenían el tiempo medido para comenzar una pelea masiva. Las "estrellas" trataban de conciliar el sueño en el sofá mientras la casa ardía.

Yo ya apestaba a miados, las personas se estaban dispersando y algunos rencorosos lanzando cosas. Vi como Stella pateó vasos alrededor de Arlene para regar el contenido con el cual algunos comenzaban a perder el equilibrio. Seguía sin saber de donde demonios salía su afán de causar desastres cerca de Arlene o a ella misma.

—Reverenda... —Mi suspiro fue cortado con los empujones salvajes y gritos.

Todos comenzaron a reunirse en el centro aprestándonos más. Mike pudo llegar a Dante y decirle que se largaba. Stella y Arlene se encontraban atrapadas al otro extremo y la música que subió no me dejaba escuchar ni una sucia hormiga.

Dante me tomó de los hombros y como pudo me arrastró por la multitud. Suspiré por el alivio, dejando que él me llevara. Era solo un poco más alto que yo pero mi ropa en ese ambiente solo era un peligro. No porque yo tuviera culpa de vestirme así, sino que los pervertidos nunca faltaban al tener una situación concurrida.

—Lo siento. —Me reí, abriéndome paso también entre el sudor.

—No te disculpes por eso —negó con la cabeza, observando mis manos—. Sino de que estás agarrando.

Tenía una palma sobre su pecho y otra en su trasero. Discúlpeme quien sea que estuviera en los cielos, porque yo de verdad no iba a perder la oportunidad pervertida.

Logramos salir del área concurrida y vimos al interior. La pelea se había puesto más grave y las otras dos también tiraban de golpes. Dante y nos tomamos de la mano para bajar rápido por las escaleras en busca de los demás, pero Amber le pidió a un chico que le dijera que su novio había llegado pero no podían llevarse a Mirt en el taxi pues el conductor se enojó.

—¿Has venido en auto? —Pregunté a Dante sin vergüenza.

—Sí... —Miró la entrada, a mí y mi intento de cargar a Mirt en los tacones—. ¿Quieres qué...?

—Por favor... —Rogué en tono chillón—, no lo puedo dejar aquí. De verdad lo es todo para mí.

Mirt era el único amigo de mi infancia a mi lado. Así como yo daría mi vida por él, él lo haría por mí y no dudaba de ello. Amaba románticamente a otra persona, pero Mirt era diferente.

—Te ayudo. —Dante lo sostuvo del brazo, arrastrándolo conmigo hasta la salida.

En el trayecto hacia su vehículo los sonidos de la fiesta eran más salvajes. Algunas sirenas se oían cerca así que decidimos acelerar el paso en la oscuridad de la calle.

Abrió la puerta trasera y metimos con esfuerzo a Mirt que acababa de conciliar el sueño. Tenía una sonrisa en su rostro y el cabello sobre los ojos. Me tranquilizó la idea de llevarlo a casa y despertarlo para asistir a la universidad.

—En serio, gracias.

—No hay de qué. —Respondió Dante al abrirme la puerta del copiloto.

Subimos a su carro y aceleró mientras le daba mi dirección. Estábamos un poco lejos así que el viaje se extendería ten un silencio incómodo. No quería demorar más cosas así que fui directo al grano aunque él lucía concentrado en el frente.

—Hey —inicié, jugando con mis dedos—. Lo siento por lo que dije hace un momento. No tuve en cuenta tu situación. Yo solo recordé a alguien. Qué ironía, ¿no?

Parece que no lo contagié con mi risilla pero al menos curvó los labios. Encendió la radio y lo dejó en alguna canción vieja a un sonido bajo. También me preguntó si tenía calor y encendió el clima. Cerré mi ventana, dejando que los edificios se reflejaran en el cristal.

—Debería agradecerte —me miró de reojo—. En realidad nunca había pensando en que mi si cambias por alguien sigues siendo el mismo en el interior. Sigo siendo un chico joven, ¿sabes? Heredé un trabajo pero la mayoría de mis deberes son resueltos por la junta de directivos y yo solo hago presencia. Traté de estudiar el tema y aún así parezco un tonto frente a los demás. Pero no quiero ser egoísta, así que me esforzaré por mantener lo que mi padre me dejó aún sino es algo que desee.

—El amor propio nunca fue egoísmo, solo respeto a uno mismo. No te tengas miedo y valórate —le di un consejo, palmando su hombro con cuidado para no mover sus manos del volante—. Si tú no te respetas ni respetas tus deseos o lo que crees los demás no podrán hacer lo mismo contigo ni tú con ellos. Pero si tu meta es hacer feliz a alguien que ya no está entonces respeta esa decisión y no dudes, porque ahora estás dudando de ti y eso puede hacer que te odies.

—Hubo alguien que me dijo que cambiara para volverme merecedor de algo. Cambié porque me lo dijo —se rió más fuerte, doblando en curva—. Y me doy cuenta de que fui una farsa al cambiar, ya que solo fue mi exterior pero sigo siendo el mismo. Debería respetarme. Me sorprende que esto no sea egoísta.

—Tal vez lo seas para algunos, pero tú tienes paz siendo libre, confiando en ti. A mí me gusta serlo. —Le comenté mientras estiraba mi espalda y el cinturón subió a mi cuello.

—A mí me gustan las canciones viejas —musitó con los ojos más abiertos—. Sometimes the things I do astound me, mostly whenever you're around me.

Cantó desafinado Like Someone In Love con la punta de su boca igual que un pajarito. Mis mejillas se coloraron y no pude contener las risas. Yo hablaba de amor propio y él estaba perdido en una canción. Era extraño ver a alguien con el corazón roto. Las personas se vuelven frágiles y más lindos al pensar en que hicieron mal.

—¿Qué con eso? No sabía que eras tierno. —Agudicé mas mi voz y rogué por no sonar horrible por las risas.

Se detuvo de inmediato, negó con la cabeza indignado. Yo de verdad me sentí interesada en verlo sin el corazón roto. Pues cuando yo me encontraba con Marshall parecía que yo estallaría en llanto en cualquier momento y le rogaría que se quedara a mi lado. Pero cuando estaba con personas recurrentes hacía que se arrodillaran a mis pies y gritaba el mucho amor que me tenía.

Es extraño no poder confiar en ti.

—En realidad me llaman pervertido. —Admitió con desdén.

—Oh, ¿en serio? —bufé, pellizcando su brazos—. No te creo. Dime, ¿qué es lo que más despierta deseo en ti? Dudo que sea algo realmente...

—Ver a alguien comer la comida que preparé. —Soltó, apartando mi rostro que se acercaba más a sus mejillas.

—Eso es realmente extraño —no contuve mi opinión—. De hecho, es perturbador. Aunque ver a alguien tragar algo que tú hiciste... espera, suena bien. No, ¡no me contamines!

Esto puede ser gracioso.

—¿Y tú? Has de tener fantasías raras también, ¿cierto? —Cuestionó, mostrándome sus dientes de perfil.

—El rosa —yo también tenía ideas peculiares—. Ojalá todos los días sean el miércoles de vestirse de rosa. Eso de verdad me prende.

—Oh, me gusta esa película. Me gustan las películas románticas y las novelas. Es raro. —Se burló de sí mismo.

¿Le gustan? ¡Le gustan!

La conversación se llenó de recomendaciones. Solté mis gustos y él también sus culposos. Dijo que veía en secreto dramas asiáticos. Desde pequeño su forma de coquetear y tratar con sus intereses usó como base muchas escenas clichés que había visto: Sentar a alguien en sus piernas, estar cerca por cualquier caída, y luego habló sobre mirar por ventanas.

—Oye, de verdad eres raro —le dije con hastío—. ¿De verdad eres Dante Cold? ¿Ese Dante que sale en revistas?

—Por favor, no me avergüences más. —Rogó.

—Oye, puedes dejarnos aquí —le dije con la mirada en la avenida al ver las pocas personas.

—Pero todavía falta un poco. Puedo dejarte en la entrada de tu...

—No, habló en serio. Donde vivo a estas horas está muy concurrido y si alguien te reconoce puedo meterte en problemas. —Él se orilló mientras yo explicaba y me retiraba el cinturón—, tengo una apariencia extraña así que no te preocupes. Ya me acostumbré.

—Para nada. No tengo problemas con...

—Mírame de nuevo —bufé, señalando mis prendas y mi rostro—. De verdad estamos bien aquí. Recuerda que también hay un drogado en tu carro.

Lucía dudoso, pero por supuesto hasta alguien de su nivel se avergonzaría si yo bajo de su auto.

—De acuerdo. Ve con cuidado.

~•~•~•~

La semana de regreso en Faded Song iba bien. Stella y Arlene tenían sus escenas en los vestidores, pero se contentaban y Arlene volvía a ser fría. Nath llegó un par de veces pero se ocultó detrás de mí por causas desconocidas.

Y Mirt... él siempre era Mirt.

—Jeje, esa mesa ya la desocuparon. —Me la señaló, orillándose de sus clientes.

—Vale, la limpiaré. Alguien dígale a Arlene que suba a tocar algo con la batería para despertar el ambiente. —Tomé mis trapos y el líquido de limpieza debajo de la barra.

Entre semana no había presentaciones y los clientes reducían a solo estudiantes que pasaban por comida para llevar gracias a los exámenes. Solo nos movíamos turnos para tocar igual que la limpieza. Hoy era mi día de limpiar mesas y baños.

—Hamburguesa con papas cambray y dedos de queso con aderezo. —Aike apareció en mi camino cerca de la barra, cubriéndome el paso tratando de atender a los clientes.

Decidí permanecer allí unos segundos para no hacer tropezar a nadie. Suspiré con las piernas inquietas y removí el cabello de mi frente para ver mejor al cliente. Era Nathaniel. Fue raro pues a él solo lo veía tomar y no comer allí. Era como su bar favorito.

—Santo cielo, alguien dele flores a Aleshka porque siempre hace estos dedos deliciosos —Nath mostraba emoción por todos lados, haciendo que sostuviera las manos de Aike de golpe—. Niño bonito, ¿cuándo termina tu turno hoy? Quiero disculparme por que me cargaste esa noche y oriné tu cama.

¿Qué carajo hizo este tipo? ¿Por eso se estaba ocultando?

Ja, cliente estoy en servicio y salgo tarde. No se preocupe por eso. —Trató de soltarse de su agarre con nervios.

—No, yo de verdad... —Nath observó su teléfono que parpadeaba constantemente—. Ah, estos mamoncitos ya me cansan. Los voy a olvidar... ¡Palabra de honor!

Su obsesión con Luis Miguel llega lejos.

—Permiso, Ai... —Traté de llamarle la atención pero ella continuó hablando con él.

Vaya, no había visto bien su rostro pero de verdad no luce como una chica.

—¿Son tus padres? —supuso por el nombre del contacto—. ¿No tienes buena relación con ellos? ¿Te hicieron algo hiriente? Ay, perdón, estoy preguntando cosas que no debo. Yo solo...

A mí mis padres también tuvieron que dejarme.

—Nah, no hicieron nada pero me molestan por eso. Siempre han sido muy lindos y liberales, pero eso me abruma. A veces creo que solo los odio. Me avergonzaron mucho en la secundaria con sus muestras de afecto, así que en la preparatoria los alejé, tuve un problema y se metieron de más así que fue una grave pelea y los he ignorado desde entonces. —Se encogió de hombros, abrumado pero con burlas tras su situación.

¿Le avergüenza ser un mal hijo pero aún así los odia? Eso es común.

Aike no dijo nada pero su labio temblaba de la irritación. Se alejó de la mesa diciendo que iba a la cocina para recoger pedidos aunque lucía severamente mal por el comentario de Nath.

—¿Dije algo malo o por que se enojó ahora este tipo? —Me preguntó alterado—. ¡Que nenita!

—No lo sé, cliente —le hablé con sarcasmo y no por su nombre a pesar de conocernos desde hace tiempo—. Tal vez porque tú ignoras a los padres que se preocupan por ti y a él lo echaron sin explicación. Es común tener envidia hacia los otros, no te sientas mal.

—Ah, demonios. A veces me siento estúpido con él. No congeniamos aunque quiero ser su amigo —su mirada se frustró y comenzó a jugar con las papas—. ¿No te pasa que a veces ves a alguien diferente y piensas algo como "demonios, de verdad quiero tener una amistad" pero no sabes como? Es complicado. Creo que Aike es un buen tipo y le debo mucho.

—No sabría decirte. Yo ahorqué a mi mejor amigo —los recuerdos fueron cómicos—. Si me disculpas, tengo mesas que limpiar.

Vale, no te importa. Disfrutaré sexualmente la soledad. —Informó apunto de clavarle una mordida a su hamburguesa.

Me da miedo a veces.

Retiré las servilletas sucias de la mesa al igual que el centro para poder rociar el líquido y comenzar a limpiarla. Un trabajo rápido con una pero varias a mi alrededor también estaban desocupadas. Me daría la vuelta solo para asegurarme de que no tuvieran polvo.

La tarde comenzaba a oscurecer así que a partir de las 10 debía estar en la entrada para asegurarme de que no hubieran menores de edad.

—¿Puedo tomar asiento aquí?

—Claro, deme un segundo y le traemos la car... —Me mordí la lengua al reconocer la voz.

Elevé la frente y vi su cabello rebelde sobre sus ojos. Me sonrió como de costumbre, dejando que la luz de los focos azules destacaran más el color de sus ojos. Marshall siempre fue un espíritu libre, que ni siquiera el amor podía pararlo pues se amaba a sí mismo.

—¿Puedo? —Acercó su rostro al mío, sacándome la lengua—. Te dejaste crecer el cabello. Me gusta que no te hayas hecho el planchado permanente, se te ve bien rizado. Me gustas.

No me digas que te gusto porque no quiero tener más heridas.

—Puede sentarse ya —detuve sus manos que se acercaban a mis hombros—. Yo ya me retiro, cliente.

—¿Ya hay un nuevo vocalista? Debí haber venido el fin de semana. —Inició una charla antes de que me retirara, excusando con que ya no tenía mucho que hacer y el jefe no estaba cerca.

—Sí, canta muy bien. Este... Deberíamos ponernos en contacto luego, ¿no? Creo que habíamos quedado en desayunar algo un día de estos —los nervios me consumían, pero también la impotencia de no poder decirle que se alejara de mí y no volviera a llamarme porque solo me hacía sentir como un objeto.

—¿Por qué no cenar en tu casa? Puedo dibujarte también. —Su oferta tenía una segunda intención, al igual que sus pinturas eróticas que me hicieron odiar el arte.

Quería negarme. Pero lo iba a aceptar porque lo necesitaba a él.

—Aquí tiene la carta. —Aike azotó la carta contra la mesa, haciéndonos dar un brinco del susto.

Si no fuera un conocido creo que esto merecería un castigo.

—Ah, ¿el chico de la otra vez, cierto? Luces menor que Aylin. Pensé que le gustaban con unos años más.

Aike gozaba de una expresión dura y seca, mirándolo por arriba de los hombros. La situación realmente me mareó pues no entendí el comportamiento de ninguno.

—También le gusta mi próstata.

Escupí la saliva que me reservaba en el rostro de Marshall. Ya sabía que la chica Aike tenía una obsesión con su pene imaginario a pesar de no conversar mucho, pero ese comentario me golpeó en el rostro como sorpresa al pensar en su estupidez. Pero Mar en realidad estaba muy confundido por la sinceridad.

—P-Perdón. —Lo miré con vergüenza por el escupitajo.

Marshall a sonrió. Cosa que me recordó a los viejos tiempos.

No, espera, no lo digas.

No, por favor.

—Tu saliva nunca me ha dado asco —comentó con una servilleta pasando por su mejilla—. Eres mi dulce favorito.

Un dulce. Un objeto. Un comentario gracioso. Unas palabras que me causaron vergüenza y dolor que no podía disimular.

—Disculpa, cliente. Volveré para tomar su orden.

Aike me agarró de la muñeca y me llevó a rastras por el restaurante. Mirt trató de preguntarnos qué pasaba pero ella continuó el camino hasta los camerinos con la batería de Arlene al fondo. Me sentí de nuevo en una novela, ¡pero era de terror y no romántica!

—Aike, ¿qué quieres? —La detuve, azotando mis manos contra el casillero.

—¡Ah, me estaba orinando de miedo! ¡Casi digo "pepinillo"! ¡¿Pero próstata no es también raro?! ¡Aaaaah, ya no sé qué hacer! ¡Mátame, por favor! —Rogó entre lágrimas sufriendo una conmoción.

La observé con claridad. Mediamos lo mismo pero yo estaba un poco más arriba por los tacones.

—¿Entonces por qué lo hiciste? —Yo estallé en risas al recordar la mirada de Marshall, olvidando por un momento su comentario.

—¡Ah, porque soy fan de tu belleza y te veías triste! ¿Por qué más? ¡Me diste un buen consejo y de verdad quiero que seamos amigas! También me arrepiento de no poder decirles a los demás de mi género, solo a Mirt. —Sacudió su cabello castaño con desesperación, enojada con ella misma.

—No tenías que hacerlo, de verdad. Pero gracias. —Apoyé mis dedos sobre su cabeza, agachándome un poco para verla a sus ojos.

—Yo también tenía a alguien que mostraba interés en mí pero nada funcionó —platicó con pena pero sin borrar su sonrisa inocente—. Yo no sigo mis consejos pero podría aconsejarte también por cualquier cosa. Aunque no creo ayudarte, tienes más experiencia.

Solté un suspiro, dejando caer mi trasero sobre la banca frente al casillero. Ella se mantuvo de pie.

—No tengo nada que ofrecerle a Marshall, ¿sabes? Siempre he dicho que soy mucho para recibir poco pero a su lado yo me siento poco.

—Sí, no tienes nada que ofrecerle. —Me alentó con esa basura.

Creo que se pasa de sincera sin darse cuenta.

—Bueno, gracias por eso. —Traté de tomarlo como una broma hiriente y levantarme, pero me sostuvo de los hombros.

—No tienes nada que ofrecerle a alguien que no sabe lo que quiere. Porque para esas personas poco parece mucho, y lo que vale pierde valor. Eres demasiado y deberías usarlo en ti. —Su voz se agudizó al entrar en confianza, y por un momento me olvidé su apariencia.

Ella era una chica. Creía en ello y no se sentía un chico. Eso estaba bien, que ella sea lo que quiera ser.

—Estás tan linda que podría besarte, así que aléjate un poco. —Le advertí, haciéndola carcajear.

••••••••••••••••••

Bueno, bueno, bueno. ¡Lamento no haber actualizado la semana pasada! Ocupé ese jueves para la nueva portada:

Espero se sientan felices con esta lectura. Faded Song es una historia tranquila con un climax también tranquilo, pero le tengo mucho cariño a esta historia y espero puedan conectar con el mensaje. <3

~MMIvens.

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