Aike.
La presentación salió mejor de lo planeado, así que me felicitaron las chicas con el mejor platillo de Faded Song.
Estaba explotando como confeti de felicidad.
La semana terminó y comenzó con una nueva, que traería consecuencias tan graciosas como catastróficas. Eso no era nada fuera de lo común siendo yo, pero en esta ocasión no fui la única arrastrada. Caímos todos en el mismo hoyo de bloqueos musicales; donde los cantantes olvidan las letras y los compositores no pueden expresarse.
La aventura de mi desastrosa vida.
—¿Quieres sal o por qué me miras así? —Inquirió Arlene al otro extremo de la mesa, dándole un sorbo a su refresco.
—Sí, por favor.
Apenas había terminado de pedirlo y ya estaba volando por los cielos directos a mi frente. La miré con asombro, su tiro era perfecto si de verdad quería golpearme. Aún así, me sentí feliz de que Arlene se diera cuenta de lo que quería.
—Jeje, tengan cuidado. —Mirt intervino sosteniendo el bote de sal con su mano izquierda, entregándomelos en las manos.
Lo recibí, dándole un gracias. Continué mi comida en silencio, escuchando la charla de los demás en la misma mesa antes de que empezara la ronda del jueves. Solíamos comer juntos entre semana cuando llegábamos temprano.
—Ja, eres un tonto. ¿Por qué no les dijiste que ya habías enviado el trabajo por correo? —Interrogó Amber a Mirt con sus palmas azotando su espalda.
—Jeje, no me preguntaron.
—De verdad eres un tonto.
Reanudé mi almuerzo de constaba de pan con mayonesa y sal, tratando de que mis expresiones parecieran tomarle el gusto al inusual alimento. Amber me dio unas verduras hervidas pues ella tampoco tenía algo tan llenador. Aylin me ofreció un huevo pasado por agua y Arlene solo miraba mi plato con risas.
—Eh, de verdad todos estamos pobres... —Dije sin pensármelo dos veces, cubriendo mi boca.
—Tiene sus ventajas. Sabes aprovechar cuando te invitan. —Aclaró Aylin sin apartar la vista de sus uñas recién hechas.
—Jeje, no te pongas más delgado, Aike. Jeje —Mirt con una media sonrisa y su tarea sobre la mesa extendió la mitad de su carne sobre mi plato.
—Sí Dios existe ojalá te bendiga. —Contuve las lágrimas y abrí más mi apetito.
El jefe entró por la puerta trasera vistiendo una chaqueta de cuero y lentes oscuros, al igual que un gorro de tela negra. Fue como ver a un ladrón entrar a un establecimiento pero la costumbre de verlo en ropas extrañas lo hizo parecer normal. Me dijeron que en Halloween del año pasado se vistió de Gatubela e hizo gritar a todos.
—Se preguntarán. ¿Por qué los cité una hora antes de la apertura? —Aclaró su garganta, paseándose alrededor de la mesa con grandes zancadas.
—¿Porque siempre nos jodes y estás acostumbrado? —Inculpó Arlene.
—Sí, y sí, pero hay otra razón el día de hoy. —Se detuvo al otro extremo frente a mí, brindándome una leve sonrisa y ademanes para que viéramos su atuendo.
—¿Va a robar un banco? ¡Yo lo ayudo! —El ofrecimiento de Amber no dudó ni un poco.
Estaba rodeada de locos. ¡Asombroso!
—Es una larga historia. Empezaré desde el inicio —dio unas palmadas en su pecho respingando su nariz al frente—. La hija ya casada de mi padre le pidió permiso hace un par de meses para darle asilo a una amiga que estaba pasando una mala situación. Mi padre al ser un sabio tacaño le dijo que ella y su esposo cargaban con la responsabilidad. Lastimosamente, yo llamé el mes pasado para consultar unas cosas con mi padre y su vieja esposa, pero quien tomó la llamada fue la amiga y así revelando mi sospechosa existencia.
—¿Y se acostó con ella, Carl? —Bufó Aylin, cubriendo su dentadura.
—Para mala suerte, no —negó de inmediato y procedió—. En realidad las cosas fueron peor. La amiga vivió cómodamente y feliz, sin molestar a nadie y haciendo trabajos del hogar. Algo como el compañero Aike que tienen justo ahora.
Estaba casi segura de que me estaba comparando con la protagonista de una historia que terminaba mal. Con todo respeto, púdrase. Y gracias por el empleo, lo aprecio.
—Hace unas semanas llegó la policía a casa tras una llamada de la chica diciendo estar secuestrada por una familia que trataba blancas. Ordenaron a mi padre salir pero mandó al carajo todo e hizo que su hija y el esposo se hicieran responsables, así que fueron aprendidos. Parece ser que la chica en realidad es una criminal, a mi suposición pues tiene un novio en prisión, y ahora en su testimonio jura qué hay un hijo de esta ciudad quien es la cabecilla y planea los secuestros: yo. —Habló con una ironía elocuente, tan sereno que me hizo pensar que de verdad era un criminal.
También se vistió como uno.
—Dios mío, ¿qué vas a hacer ahora? —Oí el grito de Sade desde la cocina, viva siempre para los rumores.
—Voy a hacer presencia, testificar y volver cuando resuelva el problema. Cerraré el restaurante este fin de semana, no habrá trabajo así que tomen unas vacaciones mientras yo me pudro en una celda. —Parecía burlarse de sí mismo y querer matar a alguien también.
—Ya terminé. Recogeré los platos. —Arlene, indiferente, se levantó de la mesa ordenando su alrededor.
—Ah, que bien. —Aylin también lo ignoró.
—Jeje, tengo el fin libre, jeje. Tengo trabajos y proyectos grupales atrasados, jeje. —Mirt continuó leyendo desde su sitio, su mirada ignoraba los sucesos en un viaje a Marte.
—¡Suerte, jefe! —Y Amber fue el único apoyo.
Todos desocuparon la mesa, dejando al jefe sonriente frente a mí sin saber que hacer. Las luces detrás de él lo opacaban como manchas en los ojos. Lucía perdido y solo, pero su aparente humor no se esfumaba. Era una situación cómica, pero complicada y no debía reírme.
Pero quiero hacerlo, JAJA.
—No pongas esa cara. Puedes reírte. —Suspiró el jefe con las manos en las caderas.
Me carcajeé un rato. Guardé mis platos y observé a Carl alistar sus mochilas en la entrada. El hombre tenía serios problemas con pagarnos más al ser por mayoría mujeres, no darme el derecho de mi rol de género, y también era pésimo para mostrarse con seriedad. Pocas veces se le veía molesta, pero había algo más detrás de sus ojos que lo hacían ver decaído.
No se ha casado, ni habla de su vida personal y yo no tenía ni idea de qué su padre tiene otra familia. Era un viejo en forma, una relación de empleado y empleador.
—Señor Carl —me aproximé con una llamada, deteniéndolo antes de salir por la puerta principal.
Levantó las cejas que causaron más arrugas en su frente, torciendo la cabeza. Posé mis platos ya reunidos sobre la mesa, elevé la voz y traté de sonreírle a metros de distancia.
—Ojalá perdone a su hermana. Confiar en los demás es un buen atributo que muchos no saben recibir, aunque no creo que sea malo sino doloroso. Gracias a eso estoy trabajando aquí. —Solté, a pesar de las dudas que tenía sobre lo que yo decía.
—¿Cómo sabes qué...? —Lo interrumpí.
—Esperemos que las cosas se resuelvan. ¡Tenga un buen viaje! —Lo despedí, corriendo a la cocina para dejar los restos en el refrigerador.
No era la definición de buen hombre, pero me dio empleo y eso era suficiente.
—¡Hay una fiesta! —Pegué el grito a todos los que se encontraban limpiando.
Aylin y Arlene cubrieron sus oídos sorprendidas, pero Amber parecía ser irradiada por la emoción. Sus ojos brillantes me persiguieron, corrió hasta mí y me tomó de las manos para más detalles.
—Jeje, el viernes, ¿no? La fiesta de Nath.
Asentí, reacomodando mi gorro sacudido por Amber—. Nunca he ido a una de ese tipo y me gustaría ir ya que es buen cliente.
—Jeje, yo iría un poco tarde.
—¿Nathaniel? ¿El estudiante de cabello celeste? Conoce buenas personas, eh... —Aylin se detuvo frente al espejo para examinar una vez más su maquillaje—. También es lindo así que apúntame en ello. ¿A las 10?
—Sería lo normal. Iré con Stella —Arlene se incluyó con una leve sonrisa al tener en mente más tiempo con la chica de sus sueños.
Es de verdad linda cuando está feliz.
—¡¿Podemos ir todos juntos?! —Cubrí mi boca al escucharme.
Genial, ahora el género dudoso se porta como una virgen en amistades. Lo peor de todo es que de verdad lo soy en todos los aspectos.
—Oh, ¿tú lo mencionaste? ¿No fue Mirt? —Amber quedó pensativa—. ¡Claro, vamos!
¿Se olvidaron de mí?
~•~•~•~
Antes de cruzar las puertas con los chicos el estómago me daba vueltas. Era la sensación de desear algo pero causaba también ansiedad, nervios y frustración. Hablar con personas, sentirse presionado, música y expresiones coloquiales.
Existían muchas cosas que no había experimentado en mi vida no porque no quisiera, sino que era poco invitada a ello. Algunas veces me lo ofrecieron, pero el miedo me hizo poner excusas y no enfrenté esas fiestas.
Soy una joven adulta. Puedo hacerlo.
Habían personas en silencio fumando en grupos recargados en los carros. El humo pasaba por mis pulmones y se elevaba debajo de los faroles de luz en la amplia calle de casas poco convencionales.
Aylin, quien vestía de un precioso vestido negro de cuello de tortuga se adelantó a tocar el timbre, pues de donde provenía la música era de una casa grande cerrada de todos lados. Me preguntaba si era una fiesta pública o muy privada.
Escuchamos los pesados cerrojos abriéndose, lo que dejó escuchar con más intensidad la música pop. Nath observó a las chicas hasta vislumbrarme en la parte trasera. Se alegró mucho por alguna razón.
Stella llegará más tarde. Ojalá yo ya me haya ido.
—¡Aike, de verdad vinieron! Carl me había escrito para informarme y llevarte temprano a casa —exclamó, haciéndose a un lado—. ¡Pasen rápido!
Al otro lado de la puerta nos esperaba el area de bebidas donde se debía ser el garage. Habían asientos y unas cuantas personas como lugar más íntimo bajo las luces naranjas, la fiesta ya se encontraba adentro en el segundo piso.
Antes de entrar Nath colocó cintas en las cámaras de los teléfonos, pues al ser la mayor parte universitarios y con jóvenes festejando en la residencia prestada de una celebridad los videos podían causar problemas.
—¿Alguien va a tomar? —Preguntó, señalando a nuestro grupo.
—Nosotras dos —Aylin señaló a Arlene. Tras pensárselo dos veces destacó a Amber—, ella no, tiene estudios los sábados.
—¡Hey, no lo decidan! —Reclamó Amber, clavándome la mirada para defenderla.
No me mires. No me mires.
—Yo no tomaré. —Hablé.
Aylin y Arlene recibieron unas pulseras rojas, mientras que las nuestras eran verdes. También dijo que si íbamos a consumir algo de los dealers colados tomáramos la naranja, pero nadie participó.
—Nosotras nos quedaremos acá abajo para esperar a Stella. —Informó Arlene con desdén, echándose en los asientos de bola junto a Aylin.
Ordenaron unas bebidas y se pusieron cómodas me inmediato. Arlene lucía hastiada del sonido, bebiendo mientras llevaba el ritmo de la música con sus botas negras. Aylin trató de hacerle conversación, sus movimientos elegantes iban acorde a los movimientos de sus labios.
—Yo me quedo con ustedes. Esperaré a Mirt. —Amber corrió a tomar asiento en la parca del suelo junto a unos desconocidos, entablando conversación de forma elocuente.
—¿Es tan fácil...? —Me quejé, juntando las cejas de dolor.
—¿Quieres subir, niño bonito? Hay unas chicas de cabello corto con grandes habilidades para lanzar golpes, pero de seguro también hay un chico guapo que te saque los pantalones —hizo un movimiento extraño de caderas, hasta señalar con la misma las escaleras metálicas.
—Ya te dije que no me gus... —Me interrumpió a gritos.
—¡Atención, si alguien quiere salir me avisan! ¡LES RECUERDO A LOS DE ARRIBA! —Sabía que no lo escucharon por la fuerte música—. ¡Nadie entra ni sale a su antojo! ¡No queremos a la policía cerca ni dañar la instalación!
Se dirigió a la pesada puerta del garage, cerrándola con todos los cerrojos y también las puertas del primer piso desocupado. Las chicas se reían de forma burlona por su desesperación a causa de hacer las cosas en un lugar prestado.
—Por cierto, feliz cumpleaños... —Musité, siguiéndole el paso por las escaleras de caracol para llegar al segundo piso con terraza.
Lo sostuve de la camiseta, ahorcándolo por accidente. Se agarró de donde pudo y giró con un trastabilleo hasta verme más abajo.
—Diablos Aike, ¿así que eres sádico?
—Ignoraré eso —resoplé, extendiendo la caja de mi mochila—. Toma.
Me miró confundido, señalando su rostro dos veces. Asentí para que supiera que debía tomarlo. Lo inspeccionó por unos segundos pero seguía sin captarlo.
—¿Una caja? ¿Esto qué? —Cuestionó.
—¿Eh? ¿Un regalo? —Yo estaba más confundida—. ¿Esto no se da en una fiesta?
¿Qué se da en una fiesta? ¡¿Alcohol?! ¡Piensa Aike, ¿qué hago ahora?!
Abrió la boca en sobremanera, elevó las brazos al aire, y pegó gritos agudos de la emoción. Mi expresión se esfumó hasta que mi cabeza se hizo blanco, vagando en una dimensión desconocida donde no había explicaciones para la reacción de él.
—¡Oh, oh, oh, aaaaaah! —Sus gritos hicieron que algunos se asomaran por la parte alta. Cubrió su rostro de la vergüenza un microsegundo, luego pasó a arrebatarme la pequeña caja—. ¡¿En serio me trajiste algo?! ¡No me dan regalos en fiestas desde hace 4 años o más!
—¿Qué? —Fue un extraño sentimiento—. ¿Por qué no? Bueno, tampoco es como si a mí me dieran sólo mis padres. Aunque no hacía fiestas porque igual que tú nadie importante iba, pero me acostumbré. Así que estaba solo tragando helado pero aunque sea mi abuela me enviaba las mermeladas del avión. No, creo que me dijo mi papá que la llamara bruja. Maldita arpía. ¿Sabes? Ya me callo.
Su expresión también me juzgó rápido, tratando de comprender lo que había dicho. Nos miramos ambos igual, tipo: ¿De qué verga habla?
—Subamos y lo abro arriba. —Me arrastró de la muñeca hasta llegar.
Estaban la mayoría separados en grupos pequeños. Algunos inhalando sustancias desconocidas al fondo tras las pequeñas mesas, otros moviéndose en el centro a pasos rápidos, bebedores en las esquinas y algunas en las orillas para caerse con los cigarros.
La ansiedad parecía volver a hacerme pequeña. Esos ambientes antes podían resultarme comunes, no participaba en ellos al no ser invitada en fiestas así que me daba igual, pero el trauma de las fiestas en casa de Stella nada meme lo quitaba. Cuando dijeron fiesta de cumpleaños esperaba pastel, globos y un payaso.
No, que miedo los payasos.
La cantidad de personas comenzaba a marearme.
—¿Estás bien? Luces pálido —comentó Nath haciéndole señas de frente—. Vamos a sentarnos junto a las luces.
Caminé cabizbaja hasta tomar asiento. Varias personas que gritaban fuerte estaban alrededor así que Nath también tuvo que subir su tono. Mi estómago daba más vueltas.
—Lo voy a abrir ahora —articuló las palabras en sus labios para que lo entendiera.
Deshizo el empaquetado hasta tener el papel delgado rodeando el disco. Volvió a mirarme con asombros, deshaciéndolo de inmediato. Dos amores de encontraban, llevándose a los brazos.
—¡Oh, oh, el álbum "Busca a una mujer" de Luismi el sol! —Lanzó patadas al suelo de la emoción, dejando que una de esas patadas cayera sobre un vaso en el suelo.
El contenido se vertió pero eso no le importaba, sino el regalo que le di. Me dio mil gracias y trató de conversar un rato conmigo pero sus amistades lo llevaban de un lado a otro, al igual que la preocupación por los que tiraban polvos en el suelo y él debía limpiarlos.
El ambiente latía, pero yo era una mala nota que estorbaba lo demás. Debía permanecer tranquila y sólo esperar a que ya fuera hora de irme, no debía estar tan tarde si quería comenzar la búsqueda de un nuevo empleo mañana. Ya que era mi tiempo libre quería buscar otra forma de ingresos, aunque fuera pequeña, pero irme librando de Faded Song un poco para no sentirme culpable.
Aunque no quiero hacerlo.
—¿Qué onda? —Alguien frente a mí con una bebida hacía muecas extrañas que perdían forma con cada palabra.
Lo miré con cuidado. Era delgado pero usaba una camiseta enorme de color negra, su piel era blanca y sus ojos caídos. Me recordaba un poco a Mirt, tal vez por su forma de actuar lenta.
—¿Cuál es tu nombre? ¿Eres de la universidad? —Interrogó, riéndose solo.
—No... —susurré, sin poder apartar la vista—. Te pareces a los pingüinos de Club Penguin.
—¿Qué? —Me miró doblemente confundido.
¿Acabo de decirle que se parece a un videojuego? ¡¿Le llamé gordo?!
—¿Cómo dices que te llamas? —Volvió al interrogatorio, olvidándose de mi extraño comentario sobre su apariencia.
—Aike, es un nombre extraño. —Me encogí de hombros.
Me hizo ademanes para que me recorriera en el asiento y él tomara uno a mi lado. Parecía bailar pero también apunto de caerse, hasta que pudo ponerse cómodo conmigo. Me preguntó si no bebía por mi pulsera y luego continuó balbuceando.
—Yo me llamo Anacleto Crustáceo Mendes, así que no me hables de nombres raros. Me dicen Choco Krispy por mi cabello color chocolate. —Explicó con una sonrisa ladeada, echando su espalda contra los cojines—, ¿qué significa el tuyo?
—Es un nombre frisio que significa espada pero en inglés puede ser "roble o hecho de roble". Mis padres pensaron que sonaba bien si alguna vez quería ser del sexo opuesto, ya que es unisex. —Expliqué la situación de mi nombre con más orgullo al no ser tan desgraciada en ese aspecto.
Me pudieron llamar Arenita Patricia, así que estoy bien.
—Tus padres suenan muy compresivos. Háblame más de ellos. —Pidió, jugando con la canica dentro de su vaso—, aunque la verdad no sé si estoy pasado de coca pero no estoy entendiendo mucho.
—Más que "comprensivos" yo diría que fue una manera de no causarles problemas con mis decisiones. Aunque les agradezco que siempre se esforzaron por dejarme el camino limpio. No me presionaban para estudiar algo que no quería, pero tampoco les impresionaba lo que hiciera en ese ámbito. Tal vez por eso me sorprendió que me echaran de casa y desaparecieran, pues siempre creí que aunque no me amaran ellos me mantendrían sino podía con tantos deberes. Me pregunto que fue lo que sucedió esa... —La pregunta fue sembrada en mí, parándome de pronto.
Las letras decían cosas extrañas. No fui capaz de entenderlas, me enojé y los culpé. Fueron malos conmigo, ¿pero yo fui mala con ellos?
—¿Qué pasó? —Me tomó del hombro, haciéndome venir de frente.
—Anacleto... Creo que causamos daño antes a los que nos hirieron pero nunca lo sabemos. —Confesé, sintiéndome pequeña—, ¿odias a tus padres por tu nombre?
—Nah, eran analfabetos y lo sacaron de caricaturas. Estoy en esta universidad por ellos, aparte me dieron lo que mejor puedo darle a alguien: Sacar sonrisas. Las burlas son soportables, incluso que me digan Ano —dijo, apoyando su mano sobre mi espalda con pequeñas palmadas.
Anacleto habló bien de sus padres por un largo tiempo hasta quedarse dormido a mi lado. Estaba equivocada sobre las personas que gustaban de esas fiestas. Habían algunos que solo querían quitarse un peso de lo atareado que era la vida, y después igual que él dormir.
Debo relajarme también.
Me levanté un momento al baño. Tuve que adentrarme en el segundo piso, pasando por carteles que había colgado Nath a mi suposición que advertían todas las cosas que no podían tocarse. Me asusté al ver el interior del baño, amplio, moderno y por obvias razones caro. Reconocía las cosas de alta calidad pues mi madre me enseñó para conseguí ofertas aunque no la necesitábamos.
No pude fijarme en lo que hacía, solo tenía ganas de salir. El agua caía de la llave, así que la cerré y dejé el cuarto de baño.
—¿Fuiste al baño? —Nath me sorprendió en la entrada, aparcándome.
—Sí, ya terminé —me incliné hacia él tras señalar el baño para que pudiera pasar—. Alguien dejó la llave abierta por quien sabe cuánto tiempo. Ya la cerré.
—¡¿La dejaron abierta?! ¡Hijos de su... ZOPENCOS, AAAAH! —Pegó gritos hacia todos lados, con las manos bien puestas en sus pantalones fue en busca de los que causaron esos desastres.
Me reí un poco sin seguirlo. Me sorprendía el lindo diseño del apartamento. Los colores oscuros y fríos reinaban en torno a una construcción moderna, pero no lucía sombrío. Las luces de colores resultaban cada espacio, las personas la pasaban bien en ese ambiente.
Caminé hasta la terraza junto a las escaleras, abriéndome paso entre algunos fumadores. Paré al chocar con dos desconocidos que subían rápido, mirándome de frente con un chico mayor de ojos oscuros que tenían un matiz rojizo.
Abrí la boca en sobremanera el percatarme de que lo había visto en incontables series.
—¡¿Cómo entraron?! ¡Había cerrado las puertas! —Clamó Nath detrás de mí, cubriéndose el rostro—. ¡No he dañado el apartamento, lo juro!
—Estaba abierto. Ya no te preocupes por eso. —Le respondió el actor apartándome con una mano para que no le estorbara.
Se dice "permiso", pero de nada.
—¿Solo vienes con tu manager? Bueno, no importa, ayúdame con las cabezas de hongo. Una de ellas trajo equipo bondage en...
Bajé las escaleras rápido para librarme de las conversación para no ser contaminada. Yo no tenía ni una pizca de masoquismo si de contacto físico se trataba. Incluso me dolía cortarme con papel o pegarme el dedo pequeño contra la cama.
Pero culpo a mis sentimientos de no saber cuándo algo me duele. Error, lo sé, pero prefiero que los otros se sientan bien aunque me duela. Tal vez porque nunca pude conectar con nadie, porque siempre vivía de mí y no me importaba que pensaran, ahora creo que no sé lo que es vivir de uno mismo.
Esas ideas me lastimaban, me sentía carente de personalidad. Me contradecía muchas veces, me enoja no saber lo que quiero ni a quien quiero y mucho menos a quienes debería y no debería querer. Son decisiones difíciles que me llevan a una misma canción sin final.
Soy obsesiva. No quiero serlo.
Llegué a la planta baja, el garage donde se encontraban las chicas charlando con otros chicos y bebiendo. Aylin, en su pose seductora y su vestido ajustado contaba el valor de los accesorios del chico que la cortejaba mientras le hablaba sobre movimientos financieros.
Ella es sexy y lo sabe. Quiero su confianza.
—¡Aike! —Gritó Amber echando su cabeza hacia atrás para verme con los cabellos estirados por la gravedad.
Me reí, saludándole con una leve alzada de manos que no pudo subir más de mi cuello. Se suponía que iba a divertirme y no supe cómo hacerlo.
¿Está mal forzarse?
—¿Ya supieron que vuelve "My Chemical Romance"? ¡Antes que mi padre en prisión, ja! —Amber estalló en carcajadas sorprendiéndonos a todos.
—Seh, quiero ir con Stella a su presentación. —Le respondió a Arlene desganada, quien volteaba el vaso de cabeza para sacarle hasta la última gota.
—No sabía que ya lo habían metido a prisión. Felicidades. —Dijo Aylin, separando la boca del desconocido de hace unos minutos.
—¡¿Eh?! ¡¿Vuelven ahora?! ¡No sabía nada, ni tengo celular! —La baba se me iba a salir, pero Amber me cubrió con los pañuelos que cargaban a todas partes ya que ella y su hermano tendían a escupir de la emoción y eso les daba asco.
Corrí a sentarme a su lado para continuar la charla. Ella le pidió al chico que tenía las bocinas en el garage que pudiera un poco de su repertorio, no se pudo negar con la forma de hablar de Amber. Era una combinación de dulce y de "te voy a cargar a palos si no lo haces".
Un fuerte estruendo afuera del apartamento se escuchó. Fue una cabeza de roca que chocó contra el portón del garage, asustando a algunos. Aylin se rió entredientes, pidiéndome que le abriera.
—Ya llegó, ya llegó... —Amber también le tomó gracia.
¿Quién diablos llegó?
Los cerrojos no estaban bien puestos como cuando llegamos, pero supongo que a Nath ya no le importaba. Abrí la puerta, fijando los ojos y dándoles ruedas como canicas entre la oscuridad y el humor de los que conversaban a murmuros afuera.
Mirt estaba tirado contra el portón, haciendo su cara una mierda con el suelo. Lucía cansado, sucio, y más ido de lo normal. ¿Había vuelto de la universidad o hizo alguna parada antes? No podía quitarle la vista de encima.
—Je... Aike... —Su ojos aún contra el suelo me buscaban, pidiendo ayuda.
—¡Mételo! No puede ni moverse. —Rechistó Arlene, ya un poco colorada pero sin estar realmente ebria.
Me puse de cuclillas y toqué su cabello con el dedo índice para verificar su nivel de conciencia. Me detuvo con sus manos, riéndose de nuevo.
¿Qué es lo que tiene?
—Te voy a cargar adentro, ¿vale? —Le sostuve de las manos, tratando de que fijara más su rostro gris en el mío.
—Soy pesaaado, je. —Balbuceó.
Lo sostuve de los brazos para que me abrazara, también le di instrucciones de que lo hiciera con las piernas. Igual que un niño lo llevé al interior. Su peso era regular. De pequeña solía cargar muchas cosas en casa porque mi padre trabaja y mi mamá no quería hacer esfuerzos. Aunque Stella también me mantuvo haciendo mandados pesados.
Arlene se movió del cojín en rueda para pasarse a una silla junto a otros extraños que no nos quitaban el ojo por la posición. Lo dejé recostado sobre el asiento, cayendo levemente sobre él para no tirarlo de golpe.
Me pareció que sollozaba, así que me aparté de inmediato tropezando con mis pies. Como he dicho muchas veces, nunca he tenido relaciones profundas con nadie, así que fue la primera vez que veía con un aura triste a un chico.
¿Cómo lloran?
Dio una vuelta, aplastando la cabeza contra el asiento sin dirigirse a nadie.
—Ven, siéntate Aike. —Amber se recorrió para sentarme con ella.
Sentados todos sin conversar, me sentí excluida sobre lo que pasaba. Era un sentimiento que no me correspondía pues ninguno allí confiaba en mí, tampoco puedo decir que yo confiaba en ellos.
Era como caminar en el mismo sendero que hace años. No preguntaba nada y sólo observaba. Ellos continuaron riendo y bebiendo, pero el ritmo de la habitación se hacía más denso como el vaho.
—¿Qué le sucede? —Solté, cerrando los ojos con el dedo índice sobre el cuerpo del mesero—. ¿Qué te sucede?
—Eso no te incumbe. —Bufó Arlene.
No me incumbe.
Eso dijeron los niños de primaria y desde entonces me alejé de los demás.
—¡Cállate, perra! —La silenció Amber, apoyándose en mis brazos—. ¿Qué querías preguntar? Aike, no te hagas más pequeño. Si quieres decir algo hazlo, y si después no te quieren decir entonces que te importe poco. Los amigos están para responder.
¿Caíste del cielo? ¡Me consideró amiga con pepinillo!
—¿Mirt es...?
Aylin me interrumpió, dejando su vaso en el suelo junto a sus zapatillas—. ¿Un drogadicto? Sí, no es solo su personalidad la que es así, en parte es causa de las cosas que ingieren lo que lo mantienen adormilado. También su espíritu animal, pero eso es diferente.
—¿Entonces era en serio? —Giré a verlo, él sonriente con los ojos ocultos por el mueble.
—Suena mal si yo te lo digo, pero él realmente no oculta nada. Te estoy diciendo estas cosas para que lo comprendas y no lo juzgues, también para que sepas que hacer en algunos casos y lo que no le gusta —Aylin fue firme al iniciar la historia, cruzada de brazos y con un semblante fuerte—. Las drogas sirven para muchas cosas, incluso medicamentos. Quienes las consumen no son satánicos ni esas mierdas, incluso yo he participado. Y si tú también quieres nadie puede decirte que estás mal, pero recuerda la moderación y que es ilegal.
—Sí, lo entiendo. —Asentí.
Apreté los labios para contener mis otras preguntas. Quizá lo notó y por eso siguió hablando de las cosas que no correspondían, pero me sentí bien de que me contaran algo tan importante. Ser chismoso no era algo bueno, pero a veces esas historias podían reforzar las relaciones.
—Sí le preguntas a él te contará la misma historia que yo, pero como no está para responder ahora y sólo escucha lo haré yo —dejó ir un suspiro, entrecerrando los ojos—. ¿Su apariencia no te parece extraña? Tiene un color de ojos extraño y desde que lo conocí en secundaria habla cosas raras y su muletilla sin gracia estaba presente. En ese tiempo yo solía robar, antes, no ahora, ya no hago eso. Bueno, sí lo hago pero ahora de forma más sutil.
Me pregunto si la cebolla de verdad no era un amarre...
—Tenía buenas cosas que ganaba trabajando de pequeño, así que sin pensarlo mucho decidí robarle. Claro, me atrapó, lo ahorqué y me escabullí. Aunque no fue ahí cuando nos hicimos amigos, sino después —mantuvo una paz cubierta de nostalgia, abriendo levemente los labios—. En esas fechas yo me uní a una banda de chicos que maltrataban a otros y les quitaban dinero solo por revelarme contra mis padres. Ellos no querían aceptarme, pero yo insistí hasta estar dentro. De todas formas no duré más de dos meses porque me asusté de lo que hicieron.
Resopló, echándose contra su asiento para tomar un poco de aire. Parecía estarse asfixiando, tal vez con otros recuerdos de la escuela. Supongo que todos pasaban cosas maravillosas y otras veces sentían que el mundo se caía sobre ellos a esa edad.
Quiero volver a esa época, pero creo que sigo en ella.
—Yo hacía mandados y les gustaba mi apariencia, pero un día que llegué tarde con las cosas los vi golpeando a Mirt. Le escupían en la boca y lo hacían comer bichos solo porque no les gustaba como miraba, también porque nunca se oponía y se reía de lo que pedían. Fue horrible, me paralizó —se abrazó a sí misma para quitarse los escalofríos—. Después de eso dejé la banda y me cambié de escuela a la misma que él se cambió. Hemos sido amigos desde entonces, pero nunca ha perdido su espíritu quebradizo. Los chicos la pasan mal también, ¿sabes? Como las chicas con el acoso.
Todos la pasan mal sin importar su género.
—La diferencia es que a un chico lo violan a escondidas y a las mujeres en la calle sin descaro. Es más fácil meterse con una mujer aunque estén deseando jalar pitos. —Bramó Arlene poniéndose de pie, alejándose de todas nosotras para subir al segundo piso.
—Me confesó que quería probar las drogas, pero no lo hizo hasta hace cuatro años que era un vago de 19 años en la carrera de filosofía. No recuerda mucho, solo haber dormido en la habitación del seminario gratuito que daban unos maestros. No hubieron muchas personas que participaron, los maestros los superaban en número...
Su posición se tornó más rígida. La poca felicidad que le quedaba de la noche se esfumó, disolviéndose en amargos recuerdos que el solo escuchar me herían. Mirt aún en ese estado de volteó para escucharla terminar la historia con una sonrisa y los ojos vagantes.
—Tal vez fue algo en la bebida, la presión de los ensayos, sus viejos problemas... Abrumado corrió a las duchas por la mañana, adolorido y con semen escurriendo por sus piernas. Trató de investigar lo que sucedía, pero se rindió al no saber nada o quizás no querer saber. Hablar de un abuso es complicado, te hace diminuto, es vergonzoso. Yo insistí y fuimos a la policía.
—Je, se carcajearon cuando dije: "Algo escurría de mí". Jeje, sonreían mucho, me gustó. —Las drogas lo marearon, haciendo que se callara.
Miré a Mirt de soslayo, herida por la forma en que se reía. Consideré que lo normal a la edad de 19 años era hacer amigos, ir a la universidad y divertirse.
Dinero, esfuerzos sin recompensa en las notas, profesores que no asistían, acoso... ¿Esas cosas te hacían convertirte en un adulto?
Da miedo.
—Comenzó a drogarse sin afectar a los demás y efectivamente a nadie le importó sino arruinaba proyectos o cosas parecidas. El mundo no se interesa en cómo la estás pasando mientras no le afectes a él. —Se encogió de hombros, con los pies plantados en el suelo para servirse más cerveza en el vaso de color rojo.
—Yo una vez me drogué con pintura de óleo —admití, recordando esa ocasión tan desastrosa en clase.
—¿Qué, Aike? —Amber lanzó un golpe en mi espalda muerta de risa—. ¡Sabes sacar una sonrisa!
—No era le intención, pero gracias. —Bajé la cabeza, riéndome también.
Unas exclamaciones llamativas de un aparente Nath borracho y tropezándose en las escaleras nos llamaba. Llegó a la plata baja mirando a su alrededor con los dientes en su sonrisa. Observó a Mirt echado, lo saludó de puño y se plantó en el centro de todas.
—¿Quieres patearme? —Invitó a Amber, pero ella lo rechazó pues tenía novio—. Olvídalo, de todas formas me cagan tus genes.
Hizo un puchero amargo, girando hasta estar frente a mí. Se asustó primero, luego me miró incrédulo y abrió la bocota.
—¿Tú qué haces aquí?
—Soy Aike. —Le devolví la mirada.
Quiero llorar. Volvieron a olvidarme.
—¡Sé quien carajos eres! ¡¿Pero qué haces aquí?! —Pegó un grito de susto, sacudiendo las manos. Azotó sus palmas contra mis cachetes y me acercó a su rostro para inspeccionarme—. ¡De verdad eres tú! ¡¿Qué te pasa?!
Lo aparté con un golpe en las manos. Mirt continuó riéndose solo, Aylin se atragantó con la bebida y Amber solo silbó por mi rechazo hacia él.
—¿Estás muy drogado u olvidaste que tú me invitaste? —Lo miré dolida, tallando mi rostro por la presión que ejerció.
—¡Sé que te invité, niño bonito! Pero no me refiero a eso. ¡Carl me pidió que te acompañara a casa antes de las 12 porque sino me va a cocinar! ¡¿Sabes qué hora es?! ¡Pasan de las 2 am! —El alcohol se le subió, coloreándolo de rojo. Comenzó a transpirar.
Wow, Carl sabe que soy la única estúpida que probablemente termine secuestrada en un taxi por un viejo sudoroso gracias a mi mala suerte.
—Espera, ¡¿son las 2 am?! —Mi sorpresa también fue grande.
En mi vida el tiempo nunca se había pasado tan rápido. Pasaba horas viendo un ventilador girar, aburrida, y ahora todo corrió a velocidad. Supongo que fue divertido mientras duró. Rayos.
Me paré de golpe, tomándolo de las manos para buscar su apoyo.
—Vale, te llevo. No hay problema con que lo... —sacudió su cabeza perdida por el alcohol.
—Yo me voy con él. Bueno, en realidad quiero esperar a Mirt. Es mi amigo también. Nah, en verdad voy a esperar a mi novio, dijo que vendría a la hora que fuera en taxi —comentó Amber, también de pie—. No te puedo hacer esperar más, ¿verdad Aike?
—No, yo lo llevo. Me lo pidie... HIC. —El hipo lo tomó desprevenido, causándole risas.
Me despedí de todos mientras él jalaba mi mano con prisas de irse en ese instante. Dijo que no me preocupara por la fiesta, que ya se la había adueñado la celebridad y él tendría otros cumpleaños. Me sentí un poco mal por robar al anfitrión.
Yo por obvias razones paré al taxi porque ni siquiera él podía mantenerse de pie. Era un conductor joven, que tras verme con claridad a través del cristal decidió bajarse para ayudarme a meter al ebrio. Tuve que prometerle que si vomitaba yo pagaría la limpieza.
Me causaba más problemas. Lo dejaría pasar esa noche en mi apartamento y le agradecería mañana.
Nath dijo todo tipo de tonterías y poses peculiares en el sexo, presumiendo sus conocimientos sin perder oportunidad. El conductor se reía. Yo traté de apartar su cara cada veces que se me acercaba demasiado.
Los edificios a nuestros costados en la avenida solitaria parecían fantasmas coloridos. Tampoco había estado en esa situación. Fue una experiencia agradable.
Creo que soy muy simple, pero esto me hace tan feliz.
El conductor cambió la estación de radio un par de veces, algunas con programas nocturnos, la niebla densa, el gobierno y su trato con los ilegales, hasta detenerse en la música.
—Forget it, I'll do it sometime. I'm locked up on the button. Can't you do it sometime.
La canción me sacó una sonrisa que no pude mantener al recordar que la solía tocar con Orión, alias mi actual obsesión. ¡De verdad he perdido la cabeza! ¿Cuál es mi razón de seguir pensando en alguien que no quiero?
La sensación de ser querida aún con esta apariencia era adictiva y solitaria.
Nath se encimó sobre mí, haciéndome apartarlo de inmediato para no tenerlo tan cerca. Cubrí mi pecho por inercia. Era una tonta, ni siquiera tenía limones.
—Pushed it in too far.
—¿Sabías que 8 de cada 10 alumnos padecen bullying de alguna u otra forma? HIC. —Comentó Nath en la esquina de los asientos con el torso hacia mí.
—Fine, electrify mine, oh. Electrify my golden tooth. Can't you look at your eyes, without sparking so.
No le respondí. No estaba muy segura de haber sufrido bullying escolar, pero algunas burlas sutiles sí. Culpaba a mi pésima relación con los medios de eso, pero nunca me pregunté porque se reían de mis desgracias.
Hasta hoy todos se burlan con esos videos sin pensar: "Oh, la niña/niño se rompió la pierna ahí".
—Escuché la historia de Mirt. Lo siento, HIC. —Sonrió, dejando caer su cabello de lado—, alguuuunos de verdad odian el maltrato.
—¿Tú no lo odias?
El conductor mantenía el silencio, oyendo y observando nuestra conversación por el retrovisor.
—Electrify my heart. Electrify my heart.
—Es cierto que lo disfruto —balbuceó, echando su barbilla sobre mis brazos que aún cubrían mi pecho—. Pero, Aike, a veces duele mucho pero no me preguntan ellas lo que quiero.
Mujeres y hombres vivían en una guerra continua. A veces contra el sexo opuesto, a veces contra uno mismo. Algunas mujeres querían tener el control sobre los chicos, humillándolos y jugando con los sentimientos. Pero los chicos eran iguales con las chicas. Mujeres manipulaban a otras también, y hombres abusaban de otros por igual.
El mundo ya no era mujer u hombres, sino barbaros y heridos.
¿Qué están haciendo?
—Surprise I'm in the same time. Beneath the same sun. (Oh yeah)
—Eres muuuy —abrió la boca mucho, impulsándome a tomarlo de la mandíbula para que no se mordiera— pequeño. Debes meterte a karate. Yo hice karate. Yo te enseño karate, ajua.
—Que tonto —me reí, conectando risa con el conductor.
Pediré su contacto para estar más segura.
—Oh, man you cut me to size.
—No puedes permitirte ser débil. Nadie.
¿Por qué satanizan, incluyéndome, ser débil?
—Lo sé —suspiré cabizbaja, apretando los párpados—. Aprenderé defensa si me enseñas. Pero que sea grat...
—(Ow) My little buttercup.
Abrí los ojos asustada al sentir su boca conectándose con la mía. La música sonaba de fondo y mi garganta en ese momento estaba seca. El conductor y todo lo demás se silenció para mí, incluso las luces se apagaron a mi alrededor.
Nathaniel Enka era un cliente de Faded Song heterosexual, con quien no tenía relación ni sentía nada por él. Tal vez por eso me asusté. Solo eso.
—(That Hurt)
Él se apartó enseguida, riéndose. Me sentí pequeña aún sabiendo que su intención no era hacerme hecho sentir así. ¿Era desconfianza? ¿Fue sorpresivo? ¿Sin que yo lo hubiera permitido?
¿Por qué?
—¡Señor conductor, usted también está guapo así que béseme! No homo, ¿sí? —Gritó él tratando de pasarse al asiento de copiloto.
El taxista me comenzó a gritar para detenerlo.
La sensación de besar a un desconocido tras finalizar la fiesta era nuevo, despertó curiosidad en mí y eso era lo que me asustaba.
••••••••••••••
O sea, ya sé que es viernes pero el capítulo estaba muy largo y me costó muuuucho acabarlo.
¡Espero estén disfrutando la lectura! Y no lo olviden, Nath es un demente bonachón.
~MMIvens.
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