Arlene.
A la edad de 18 años tomé un taxi y le pedí que me llevara a un lugar desconocido en el que pudiera ver y sentir cosas surreales. El destino que he estado esperando abordo se retrasó 9 años y no puedo bajarme.
¿Qué era ese vehículo en mi vida? Era un trazo, un viaje, que se supone me habría de llevar a ser una adulta que todo lo puede y sabe moverse en la vida. Pero realmente sigo sin saber qué demonios es crecer ni para qué continuamos si moriremos eventualmente.
Puta madre.
Pongan un largo viaje que quién sabe a dónde mierdas se dirige. Hace calor, el estómago lo tienes revuelto, la migraña te está acechando y el sueño no es bueno por el movimiento. Díganme, ¿cómo carajos no voy a ser una puta irritable?
Todo los sonidos, personas, momentos de mi vida solo me ponen lo pelos de punta y digo lo que pienso. Una "malhumorada" que sube los cristales. Al infierno los que me consideran un dolor de cabeza.
Podría mandar al infierno también mis relaciones amorosas. Hubo alguien a quien amé, quien me engañó y actualmente se encuentra en alguna dimensión paralela. La música corría por sus venas y trató de gritarme para que lo pudiera escuchar aún dentro de mi propia burbuja, pero la buena suerte se jodió y le rompió los huesos como a mí me destrozó en mil pedazos.
No quería nada más, quería mantenerme encerrada allí.
Y aún puedo escucharlo tocar su música cuando corro por esas callejuelas.
Pero cuando alguien abandona tu transporte es porque debe darle el asiento a algo nuevo. Las parejas deben tener una meta fija por eso, andar en el mismo camino. A pesar de que yo nunca he tenido un destino, hubo alguien dispuesta a sentarse a mi lado y a hablarme en susurros.
—¡Mmh, Faded Song siempre será el restaurante que combina especias de manera magistral! —Stella lamió sus labios, lanzando un grito de felicidad.
Y la he amado con la paciencia reservada que tenía desde que nos conocimos, sabiendo que aún sin un destino el viaje con ella será divertido.
—¿No quieres un postre? —Le sonreí, recogiendo sus platos.
Negó con la cabeza y se reclinó en el asiento. Las bellas esferas detrás de sus párpados se contornaron hacia el televisor, observando la película animada del chico que se perdía en el otro lado sin dejar de cantar.
—¡Un poco loco! —Cantó el niño regordete, aplaudiendo y siguiendo la melodía de la canción.
—¡Esa parte es más alta! —Corrigió la pequeña, volteando hacia mí—, ¿verdad, Stella?
—Ni idea. Yo no canto. —Me encogí de hombros.
Sabía la respuesta, pero nunca me había gustado dar consejos sobre música y por eso me decían "egoísta". Realmente nunca estudié así que prefería callarme.
—Aike es un poco extraño, ¿no te parece? Encima, su voz es terrible. Como una gata en celo. —Destacó Stella.
—¿En serio? No lo había pensado.
Sacudí mi mandil, acercándome a la salida para dejar las cosas en la cocina. El ruido del bajo de Amber al otro lado de la puerta golpeaban de forma repetitiva en nuestros oídos. Siempre trataba de tocar bien.
—Sí, aunque no se nota mucho porque Amber suena peor con su bajo. —Las risillas salían de ella sin que apartara la vista de su celular—, tú eres la única buena en ese cuchitril. No sé qué tiene tu jefe en la cabeza. ¿Qué tal dejarle el gas abierto un día de estos, jaja?
—Eso sería demasiado.
Salí, azotando la puerta. Traté de canalizar todas sus ideas entre suspiros. Siempre fue buena haciéndome notar cosas que no veía, y por eso me sentía agradecida. Me cuidaba del peligro mejor de lo que yo podía.
No me gusta la música.
Traté de localizar a Aylin, quien debía estar limpiando algunas mesas y retirar los vasos vacíos de alcohol. Habían algunas mesas desocupadas y sucias, lo que de inmediato me hizo enfurecer pues Aylin se había ido de nuevo con algún extraño.
Limpiar, atender, limpiar.
¿Entonces por qué trabajo aquí?
Habían muchas cosas que me preguntaba pero tenía miedo de decirlas en voz alta. Me preguntarían cosas como: "¿No sabes eso?", "¿Le tienes miedo a trabajar cuando lo haces desde que tienes 18? ¿Pues qué has hecho todo este tiempo?".
"¿Qué estás haciendo con tu vida?".
—Es mi mierda. No le incumbe a nadie. —Rechiné los dientes con un murmuro, llevando los vasos en las charolas hasta la cocina.
Trabajaba para vivir, amaba para sentirme amada, tocaba la batería porque sabía hacerlo, y vivía por vivir. Pero alguien más estaba manejando mi vida y no me escuchaba.
¿Pero quién la manejaba de forma tan desagradable?
—¡Arde! —Escuché un grito dentro de la cocina.
Al entrar vi a Aike tirado sobre el suelo, mordiéndose la lengua para contener sus propios nervios. Sade corría de un lado a otro con una toalla mojada, enfriándole las piernas.
Choqué con un viejo en el suelo al que le secaba la baba de manera magistral. Era como una pintura del renacimiento, completo caos estúpido y un espectador que se preguntaba qué demonios sucedía.
—¡Justo a tiempo! ¡Llama a Aylin, rápido! —Gritó Sade—, ¡este hombre golpeó al niño y el aceite le cayó encima! ¡Por suerte no estaba tan caliente!
—¡¿Qué?! ¡Dame un minuto! —Dejé los vasos y corrí a los camerinos en busca de mi celular.
Algunos se reían en el restaurante. Las luces de colores me irritaban, pero en ese momento me preocupé. Era una reacción normal pero podía llevar a quien sea a tener un arranque y a hacer algo que no quiere en verdad. Igual que el chico a quien amé, huyó de mí cuando quise enfrentarlo.
Y ahora no está aquí.
—¡¿Dónde está mi teléfono, Stella?! ¡¿Tú lo tienes?! —Le bramé, arrebatándole el bolso.
Habían pastillas, polvos, dinero, de las cuales quería explicación. Pero sería la misma respuesta para mí acción tan posesiva. Amar a alguien es darle el que necesita espacio.
—¡Hey, dame eso! —Me arrebató el bolso, dejando caer mi celular al suelo.
Los niños giraron a vernos con asombro, haciendo voces de sorpresa.
—Tranquila, tranquila amor. Recuerda que actuar así no ayuda a nadie. —Me detuvo con las manos, haciéndome ver la forma reactiva en la que actué—, ¿qué pasó?
He sido reactiva siempre. Tengo poco control de mis reacciones cuando me altero o preocupo, por eso es que ella llegó a mi vida para tranquilizarme.
—A Aike le cayó aceite. Necesito llamarle a Aylin para que lo trate.
Me sonrió con paciencia, extendiéndome el teléfono. Sus mejillas rosadas contrastaban con su cabello negro y lacio, haciéndola ver una muñeca. Ese tipo de muñeca a la que le cuento mi día antes de dormir.
Entré a los grupos que teníamos para sacar su número, pues no solía llamarle. Ni si quiera nos llevábamos tan bien, aunque le tenía respeto por su madurez aún sobre todo el desastre que hacía con desconocidos. Confiaba en sí y el camino que debía tomar.
—Arlene —Stella me detuvo con calma—. No te preocupes, es solo un niñito exagerado. Estará bien. De todas formas Aylin no puede hacer mucho, apenas puede mantener su vida de putería y quieres que cure a un cualquiera. Sino llamas resultará igual. Rapunzel puede darle una charla motivacional y todo bien, jajaja.
Sus dedos se cruzaron con los míos, haciendo que reaccionara un poco más estable.
—Tienes razón... Aylin no ayudará mucho, pero aún así llamaré sino se enojarán más.
El teléfono inició la llamada.
—¿Qué sucedió? —Su voz era preocupada.
Al fondo hablaba un hombre medio ebrio. Otra persona más estafada, pobrecito. Aunque Aylin parecía saber su camino, nunca respondió a mi pregunta una noche que nos gritamos: "¿Para qué trabajas aquí si de todas formas él no va a volver?"
—Un cliente ebrio entró en la cocina donde Sade le daba a cargar a Aike unas cacerolas de guisado caliente —informé con desdén, sin apartar los ojos de la sonrisa de Stella—. Le cayó sobre las piernas y necesita atención médica. El niñito no aguanta nada.
—De verdad es ridículo el pequeño. —Se carcajeó, dándole un empujón en el brazo—, ¿por qué demonios trabaja aquí?
Aylin me dijo que no jodiera.
—Qué no te importe lo que te diga alguien de tan bajo nivel. —Rió de nuevo, tranquilizándome al colgar el teléfono.
—Yo también me vendí por dinero hace mucho... —Traté de llevarle la contraria por impulso, sabiendo que tenía razón.
—Tú dijiste, "hace mucho". Es tan sucio hacerlo por tanto tiempo. ¿Por qué no saben lo que es amor en realidad? Qué complicados. —Hablaba conmigo peor también con los niños, señalándoles la película—, terminen de verla para llevarle las cosas a mamá Carmen.
Mamá Carmen solo comprará drogas, como las que están en tu bolsa.
~•~•~•~
¿Qué es el amor para ti?
—¿Quieres beber algo? Yo te invito. —Extendió el shot a Stella un rubio de ojos verdes.
Mirt me miró desde la barra con sutiliza, sonriendo. Sabía lo mucho que me molestaba que trataran de coquetear con mi novia cuando yo estaba presente. Sabía que ella le pondría un alto como de costumbre, pero si yo la veía le gustaba provocarme.
Su forma de darme celos me divertía mucho.
—Claro, ¿por qué no? —Bebió el contenido como toda una profesional, azotando el cristal sobre la barra—, ¿cuál es tu nombre?
—Mike, ¿y tú?
—Stella.
—Sin apellidos, ¿eh? —El chico le sonrió de forma coqueta—, así me gusta.
Dile que tienes novia.
Tomé un trapo para limpiar de más cerca, ocultándome detrás de otros clientes aún sabiendo que ella me veía. Era realmente divertida.
—Sino sabes todo de una persona será más difícil encontrarla, y encontrar la idea que tenías de ella. —Le explicó con la mano en alto para pedirle algo más a Mirt—, es así que si vuelven a encontrarse descubres cosas nuevas sin aburrirte. Dame una margarita.
—Y vaya que tienes razón. Mi hermano menor resultó enamorado y ahora dejó el nido. Incluso me plantó hoy cuando lo invité a beber —su acompañante divagó la vista, observándome con una sonrisa al ver mi uniforme. Reparó en ella—, las personas se van, ¿no es así? Y no vuelven.
—Yo siempre vuelvo. Porque ella me lo pide, Mike. Hay que hacer que pidan. —Fue su conclusión, tomándolo de la mano.
—Hay algunos a los que yo les puedes pedir nada. Los muertos no vuelven, pero es cierto que aún puedo hablar con mi hermano y eso es algo bue...
¡¿Tú qué sabes de los muertos?!
—¡Aparta tu mano! —Me interpuse en el medio de ambos, sintiéndome ofendida por su acercamiento.
Dile que eres mi novia.
—¿Qué demonios? —Abrió la boca enojada, pegando de gritos por el golpe que lancé en sus hombros—, solo estaba...
—Sí, Arlene, ¿qué haces ahora? Eres demasiado impulsiva. —Me regañó Stella, dándole un empujón al frente para que chocara con el rubio—, tampoco es para tanto.
—¡¿Demasiado impulsiva?! ¡Estás saliendo conmigo! —Traté hacerla razonar, pero mi comportamiento era terrible.
Me miró por el rabillo del ojo sin apartar la vista de su vaso, riéndose en voz baja. Su sonrisa era pícara, atrevida, una burla a mi poco control. Yo de verdad era un desastre gracioso.
—Uy, "tampoco es para tanto". Qué perra. —Luna se metió en la conversación, siguiendo de largo para evitar mis gritos.
—¡No le llames así! —La defendí.
Los clientes comenzaron a murmurar y Mirt me pidió que me callara. Stella continuó riéndose y diciendo que dejaran que hiciera mi escándalo. "Eres demasiado posesiva. Si me amas no me hagas sentir tan mal, Arlene. Me lastimas de esa forma".
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —El rubio Mike me agarró de la espalda, confundido por mis reacciones tan extrañas.
—¡Estabas coqueteando con mi novia! ¡¿Por qué carajos coqueteas con una extraña?! —Mi queja lo hizo dirigir una vista amarga a Stella.
—¿No estás equivocada de persona? Eres demasiado obsesiva. —Sentenció con un suspiro agotado de sus labios.
—¿Te parece? Creo que ser obsesivo es... —sostuve su bebida, tirándosela al rostro—...llevar al límite las cosas justo como ahora.
~•~•~•~
—Lavaré los baños una semana. Castigo de Carl. ¿Te parece? —Le di un beso de pico, abrazándola con fuerza.
—¡Es demasiado! Solo me defendiste, tampoco era para que te ordenaran eso. Son demasiado pesados. —Me devolvió el beso, haciendo que retrocediera feliz por su actitud.
—Amo como te ves en ese vestido. —Confesé con una amplia sonrisa, maldiciéndome a mí misma por mis reacciones tan desesperadas.
—¿Qué te parece venir a mi habitación después de terminar esta presentación? Dejaré la ventana abierta. —Trató de contener las risas, huyendo por la puerta principal—, ¡toca bien en el show!
—¡Lo haré si me estás viendo!
Tomé mis baquetas, observándome una vez más en el espejo. Las prendas rojas sobre mí y el top negro me daban espacio para sacudir los brazos con violencia. Era mi forma de canalizarlo, pero podría haberlo hecho de muchas otras. Tocaba tal vez porque me sentía culpable:
—¿Ya estás? Apúrate. —Me habló Amber, observándome en el espejo para ajustar su moño.
—Sí vuelves a apurarme te romperé la boca.
—Fría como tocino congelado. —Se sacudió para quitarse mis malas vibras.
—Get a lot of this monster, he doesn't know how to communicate... —Continué peinando mis cabellos azules hacia atrás, desconociéndome frente al espejo.
—¿Qué te tarareas?
Hice un ademán para hacerle saber la poca relevancia que tenía eso. Amaba esa canción, era mi forma de tomar control y recordar que mis acciones causaban problemas grandes. Stella me la había enseñado, diciéndome que era nuestra canción.
Ese día tocamos como de costumbre. Aike cantando aún con nervios y su guitarra, Aylin en su teclado haciendo sus propias composiciones, Amber en el bajo y yo en la batería.
Pero en ese momento el extraño al que le había echado el alcohol encima me observaba con hastío desde el público. ¿Qué hacia ahí?
Golpeé con más fuerza la batería mientras continuaba la versión que compusimos de White roses. El abrió la boca, moviendo los labios entre gritos.
"Eres terrible".
••••••••••••••••••
Sinceramente me siento muy mal por Arlene. Ser manipulado, que te hagan creer que todo es tu culpa, y al mismo tiempo pensar que lo tienen todo... Son esas relaciones de las que debemos huir, así que no sean como ella.
Nos vemos la próxima semana. <3
~MMIvens.
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