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Símbolos oníricos

Personaje: Hypnos

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Símbolos oníricos

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En alguna parte de los campos Elíseos

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Hypnos se encontraba sentado en el trono de su templo en los campos Elíseos mientras que una ninfa intentaba distraerlo interpretando una bella melodía y otra más allá hacía una corona de las amapolas que rodeaban el palacio. El dios del sueño prestaba poca atención a esto pues su mente se hallaba inmersa en profundas meditaciones. Cerró los ojos un momento juntando ambas manos frente a él tratando de distraer su atención de lo que necesitaba hablar con Hades llegado el momento.

—¿Se encuentra bien, señor Hypnos? —la ninfa de cabellos dorados y mejillas sonrosadas que tocaba el arpa para él detuvo su interpretación dedicándole una mirada larga— Desde hace rato lo noto muy pensativo.

—No pienses que esa es una razón para no prestar atención a tu bella melodía, querida mía. Como has notado, hay mucho en mi cabeza que necesita atención inmediata. Ahora, se buena chica y pide al señor Hades una audiencia. Debo hablar con él cuanto antes.

—Como ordene —la joven dejó el arpa en el suelo yendo con pasos rápidos hacía el templo del dios Hades.

El dios del sueño tenía un asunto entre manos que requería poner manos a la obra antes de que aquellas visiones provenientes del mundo mortal se desbordaran de su contenedor, y ocasionaran algún desastre, debido a que nadie estaba pendiente de ellas.

—Las visiones que ocupan aquella lejana tierra, comenzaran a cobrar vida por sí mismas... alguien debe ocuparse de mantenerlas en su sitio.

La ninfa volvió un rato más tarde notificando que el dios estaba listo para recibirlo en cualquier momento que Hypnos considerara oportuno.

—Siendo así, iré enseguida.

Hades ocupaba su sofá favorito en una sala de reuniones ricamente decorada con altos jarrones que contenían las flores más bellas de los Elíseos: lilas blancas y amapolas rojas. Las ninfas le servían los alimentos del día ofreciendo para él sus bellas voces que entonaban canciones o interpretaban música, entre otras diversiones.

—Es momento de que se retiren —indicó el dios con suavidad—, Hypnos está aqui y hablaremos de asuntos que no deben ser escuchados por otros oídos.

Las jóvenes salieron de la sala mientras el dios de cabellos dorados cruzaba la puerta tomando asiento delante de su dios.

—¿Qué es lo que te preocupa, querido Hypnos? —Hades lo observó por un momento pues, si bien su semblante siempre era confiado y a veces prepotente, el dios del sueño delante de él se veía consternado por algo que parecía estar fuera de su control.

—He venido a notificar que debo viajar hacía las profundas y luminosas tierras más allá del Inframundo, pues estoy buscando a una persona importante.

—¿Qué dices? —Hades no entendía a qué venía semejante petición pues, era sabido, que los dioses gemelos no podían dejar los Elíseos así nada más— ¿a qué se debe esta solicitud?

—A los hombres mortales, mi señor. Verás, mientras duermen, en particular, durante sus horas de vigilia sus mentes han comenzado a crear toda clase de símbolos oníricos que han decidido a salir de sus cabezas buscando asilo para crecer y vivir.

—¿Símbolos oníricos? —repitió Hades escéptico— Y ¿dices que los hombres lo han creado desde el interior de su mente, en sus horas de dormir?

—Así es. Los hombres mortales nos rinden culto y, a cambio, Zeus les ha dado ese maravilloso poder creador que reside en sus cabezas. A esos símbolos los he llamado "Sueños". Cuando llegó a mi conocimiento lo que los hombres mortales eran capaces gracias al poder de los dioses, me maravillé, sin embargo esos "sueños" comenzaron a ser demasiados.

Hypnos observó a Hades con gravedad mientras narraba todo esto, al mismo tiempo el dios de cabellos negros podía sentir la preocupacion de su consejero ante aquella interesante "plaga" salida de la mente de los humanos mortales, sin entender esas concesiones de Zeus para con ellos.

—He creado una tierra apartada de todo, una tierra onírica donde los sueños pueden residir, pero la tarea de gobernar ese mundo, de administrarlo como se debe y evitar que los sueños se conviertan en pesadillas está fuera de mi alcance.

—Ya entiendo...

—Si, mi señor Hades. Es por eso que debo irme una temporada. Necesito encontrar a la persona, al dios o al ser que se encargará de vigilar y gobernar esa tierra. La tierra de los sueños.

—¿Y dónde se encuentra el sitio al que irás?

Un poco más tranquilo, luego de sacar aquello que le aquejaba, Hypnos aceptó una copa de vino de granada ofrecida por Hades lanzando un largo suspiro antes de continuar.

—Hera me prometió algo a cambio de un favor que hice para ella hace un tiempo —indicó el dios del sueño en voz baja—, creo que ha llegado el momento de cobrarlo.

—Entiendo... Sé que te ofreció una de sus bellas y jóvenes "Gracias", de las cárites, luego de cumplir esa tarea para ella. Creí que tardarías un poco más en aceptar ese regalo.

—Creo que ha llegado el momento. Mi tierra de sueños necesita un gobernante. Un rey nocturno que maneje adecuadamente el poder de los hombres para crear símbolos oníricos.

—Bien, siendo así. No puedo más que desearte un buen viaje esperando que vuelvas cuanto antes.

—Gracias mi señor. Partiré en seguida.

Hypnos salió de los campos Elíseos una mañana sin compañía pues, su misión, era privada y el regalo ofrecido por Hera era tan importante y especial que no deseaba ser interrumpido en su encuentro con ella. La joven cárite podría asustarse y negarse a ayudarle.

La tierra a la que debía partir se encontraba más allá de todo el Inframundo, del mundo mortal y los Eliseos. Vivían con su madre Hera en el Olimpo y hacía allá debía encaminar sus pasos; tomara el tiempo que tomara, el dios del sueño volvería acompañado.

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Hades observaba el horizonte acompañado por sus ninfas quienes le notaban preocupado ofreciendo lo mejor de los Elíseos para complacerlo.

—Ha pasado casi un año desde que el señor Hypnos se marchó. ¿Hacía donde se ha ido que tarda en volver? —preguntaban ellas consternadas por su ausencia.

—Marchó hacia el Olimpo, pero no he tenido noticias suyas ni se me ha dado razón de su paradero.

Hades viajo al Olimpo en alguna ocasión donde se le notificó que Hypnos y su bella compañera parieron de ahí hacia un tiempo a tierras lejanas y secretas.

El dios aceptó una o dos copas de vino de sus ninfas sin apartar la mirada de la línea que dividía la tierra de los cielos permaneciendo así por varios días más. Estaba verdaderamente preocupado por el paradero de su consejero y así transcurrieron semanas hasta que se cumplió un año exactamente de su partida.

—¡Señor Hades, señor Hades! —una ninfa gritaba emocionada señalando los cielos del sur— ¡El señor Hypnos ha vuelto!

Hades, quien miraba al horizonte aquel día, se giró sobre sí mismo observando sorprendido que su consejero volvía llevando algo en sus brazos y un pequeño saco colgaba de sus manos.

—Te ofrezco una disculpa, mi señor Hades. Mi viaje ha tomado más tiempo del que disponía.

—No debes disculparte, solo necesito saber quien es el pequeño que llevas en brazos.

Hypnos descubrió un bebé bajo una gruesa manta. Se trataba de un recién nacido de cabellos oscuros como la noche salpicando de lo que parecían ser estrellas pequeñas y brillantes, además de que su piel era blanca como las nubes; este dormía plácidamente en los brazos del sueño.

—Los Elíseos no es sitio para un bebé como este —dijo Hades sorprendido.

—El mundo de los hombres tampoco lo es pues, apenas nació, comenzó a morir. En ese instante supe que debía traerlo conmigo y aquí enseñarle todo lo que debe saber. No es un ser cualquiera, no tiene lugar entre los mortales.

—Entiendo.

El pequeño bostezo abriendo débilmente sus ojos, los cuales cerró enseguida mientras ambos hombres lo observaban enternecidos.

—Él será el nuevo gobernante de mi reino de sueños, dentro del saco que cuelga de mi mano, se encuentra una arena mágica con el poder de llevar los símbolos oníricos a esa tierra así como llevar a los hombres a sus horas de sueño.

—Así que esa será su función —interrumpió Hades con voz suave—, pero ¿cuál es su identidad?

—Se trata de mi hijo, el que concebí con la hermosa carite, su nombre es Morfeo. El rey de la tierra de sueños.

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FIN


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